Capítulo 23
Diez cosas que sabes de economía
En este capítulo…
Los gastos e ingresos constituyen la esencia de la economía
Las entidades bancarias están a tu servicio, no al revés
Leer la prensa a diario ayuda a asimilar los conceptos económicos
Actuar basándose en el sentido común sirve también para la economía
El título de este capítulo podría ser largo, pues debería llevar una coletilla que rezara «y que nadie te había dicho que sabías», porque aunque de economía sabemos poco, la verdad es que sabemos más de lo que parece; sobre todo ahora, cuando con esto de la crisis quien más quien menos se ha preocupado de mirar de otra manera la sección económica de los periódicos y de escuchar con oídos más atentos las noticias que aparecen en radio y televisión.
Hoy, por lo tanto, estamos más formados en materia económica. Eso hace que conceptos como Euríbor, recesión, recapitalización, inflación y un largo etcétera, ante los que antes arrugábamos el cejo, nos sean ahora mucho más familiares.
Pero no hace falta acudir a esos términos para confirmar que, realmente, antes ya sabíamos bastante de economía. Si quieres llamarle microeconomía, adelante, pero el tamaño es lo de menos, no deja de ser economía. ¿Qué cosas? Te indico una decena a continuación. Verás que todas, absolutamente todas, son de puro sentido común. Vamos a por ellas.
La economía se reduce a ingresos y gastos
No hay más. Gastos e ingresos, ingresos y gastos; eso lo sabes bien por tu experiencia con la economía doméstica. Ella te dice que tienes unos ingresos, que vienen de tu trabajo, de algún plan de ahorro que puedas tener, de algunas acciones, de alguna propiedad. En fin, nadie mejor que tú sabe cuánto ganas.
Luego están tus gastos, en los que entran un montón de cosas: la comida, la hipoteca, el crédito para comprar el coche, el colegio de los niños.
Como no todo el mundo es tan rico que pueda despreocuparse del dinero, y como el dinero no crece en los árboles, es esencial llevar unas cuentas mínimas, que reflejen esos ingresos y esos gastos y nos indiquen si tenemos que apretarnos el cinturón, si podemos darnos un capricho o si tenemos que ir corriendo a la familia o al banco para pedir un crédito por un imprevisto que es absolutamente inevitable.
Sea como sea, y aquí da igual la escala, sea para tu bolsillo particular o para el ministro que ha de elaborar los presupuestos generales del Estado, todo se reduce a la siguiente máxima: la esencia de la economía son los ingresos y los gastos. Hay que gastar con la cabeza y no estirar más el brazo que la manga, eso también es cierto, pero todo deriva de ese principio básico.
Las entidades financieras te necesitan
Es así, aunque a veces parezca lo contrario. Es verdad que últimamente no disfrutan de muy buena prensa (y hay que decir que se lo han ganado a pulso), pero eso no quita que cumplan su labor, porque el dinero que tú depositas en ellas es el que luego, en forma de créditos, engrasa la economía y hace que todo funcione. Si va bien, y no hay ningún dinamitero loco al frente de esa entidad, incluso puedes ganar algunos intereses.
Lo que no debes olvidar es que, en realidad, ellos no te hacen ningún favor; al contrario, se lo haces tú, pues tanto bancos como cajas de ahorros no dejan de ser comercios a los que tú prestas tu dinero. Por lo tanto, la economía necesita a las entidades financieras para mantenerse en marcha, pero esas entidades te necesitan a ti como agua de mayo.
Y ahora seguramente me dirás que tú no tienes ningún poder ante bancos y cajas. Pero no es verdad. No voy a explicártelo yo, sino un futbolista francés que cuando jugaba en Inglaterra tenía fama de ser un poco bruto pero que, a pesar de todo, parece tener la cabeza bastante bien amueblada. Se llama Éric Cantona y un día, hablando de la crisis, dijo algo que creo que merece cierta reflexión. Su idea era que todos nos pusiéramos a hacer cola delante de las oficinas bancarias para retirar nuestro dinero o, por lo menos, para poner cara de que queríamos retirarlo. Que un particular quiera retirar lo que tiene ahorrado no es un problema a no ser que se llame Bill Gates. Pero que medio millón de personas, o un millón o diez millones, quieran retirar su dinero, eso sí que es una mala noticia para el banco. Ese sí que es un buen susto.
Por consiguiente, debemos tener presente que esas entidades están a nuestro servicio, no al revés. Si no cumplen, nos vamos a la competencia, que seguro que se esforzará un poco para que el nuevo cliente esté contento, al menos al principio.
Hay que leer la prensa todos los días
Para saber de economía no hace falta leerse ningún gran tratado. Lo más seguro es que te pase como a mí, que en la página 15 o 20 lo deje por imposible, porque al final no sé ni en qué idioma está escrito de tan poco que se entiende. Y si tiene gráficos, ¡ya ni te digo!
Pero hay una forma más sencilla de aprender economía y consolidar conocimientos que ya tenemos. Por ejemplo, leer todos los días un periódico generalista y otro económico. Ese es mi sistema y funciona, porque poco a poco te vas habituando al lenguaje, entiendes qué significan los distintos términos empleados y te vas familiarizando con ellos hasta que un día resulta que los tienes incorporados a tu propio lenguaje y eres capaz de sorprender a propios y extraños hablando de cómo está el Euríbor y los problemas de recapitalizar.
Leer quince minutos en total entre ambos diarios, y siempre los mismos (porque de este modo te habitúas a una forma de hacer, un estilo, una línea y una forma de usar los términos), es una receta infalible para ir ganando criterio en materia económica.
La historia reubicará a los economistas
En mi opinión, es muy probable que la historia acabe reubicando a los economistas y los convierta en expertos contables. A ellos este panorama seguramente no les gustará un ápice. Pero creo que, con esto de la crisis económica, la gente no está para muchas gaitas. A ver si alguno se atreve a venir ahora y soltar una sarta de frases ininteligibles.
Creo que todos debemos exigir a los economistas menos palabrería y más eficiencia. Lo que, dicho en otras palabras, significa que sepan llevar las cuentas; que lo hagan honestamente; de una manera gris si se quiere, pero que no les dé por inventar cosas, que ya hemos visto a qué lleva un exceso de inventiva. Sólo hace falta recordar esos productos estructurados de nombres inverosímiles e inextricables de que te hablaba en el capítulo 13: los MBS, CDO, CDS y el milagroso Synthetic CDO. Si quieren inventar que dejen los números y se hagan artistas. Harán menos daño.
La bolsa sube y baja
¡Menuda perogrullada, me dirás! Por supuesto, ¿qué otra cosa iba a hacer la bolsa sino subir y bajar? Un día subirá y después de hacerlo, bajará. Y viceversa. Pero es que ya está, eso es todo lo que hay que entender. A no ser que quieras convertirte en inversor y empezar a jugar en bolsa.
En ese caso, lo que te recomiendo es que, más que saber el funcionamiento exacto de la bolsa (que si por algo se define es por no seguir una ley predecible), te informes bien del sitio, empresa o sociedad en el que quieres meter tu dinero. Yo mismo tengo cuatro perras en bolsa, pero puestas en acciones de empresas de cuyos ejecutivos me fío, no porque los conozca personalmente, pero sí porque he seguido su carrera y sé que son de fiar.
Si lo haces así, y no te pones nervioso y vendes a la primera bajada de la bolsa (que bajará, siempre lo hace, pero a lo mejor es para coger impulso y subir aún más), podrás probar a jugar en este campo.
Sigue tu sentido común
El sentido común es la base de la vida y los asuntos de economía no son una excepción. Por lo tanto, a la hora de comprar, gastar, invertir o emprender haz caso siempre a tu sentido común. Si hay algo que no entiendes o te parece sospechoso, déjalo pasar. No te arriesgues, porque entonces tienes todas las de perder.
Obrar con sentido común es hacerlo con sensatez, buscar en todo momento lo que es bueno. Lo que es bueno para mí y para el resto de la gente que me rodea y vive en esta sociedad. Porque obrar así redundará en el bien común, que es el bien de todos.
Es mejor un poco de inflación que la quiebra
Este titular hay que aclararlo un poco. Mi idea es que en épocas de crisis profunda, como la que ahora vivimos, es mejor un poco de inflación que llegar a una situación de quiebra. Es decir, es mejor que haya muchos billetes repartidos que no tener nada de nada.
Creo que compartirás mi opinión. Tampoco es cuestión de llegar a los índices de la Alemania posterior a la primera guerra mundial, en que había que ir a comprar el pan con una carretilla llena de billetes. Pero si hay un poco de inflación los precios subirán, podremos comprar menos cosas con el dinero que tenemos y eso hará que tengamos que apretarnos el cinturón y ahorrar lo que se pueda. Pero, al menos, no nos arruinaremos ni entraremos en una situación en que deberemos ingentes cantidades de dinero a todo el mundo. Mundo que querrá cobrar, querrá hacerlo con intereses y, como tendremos que pagarlos, eso hará que tardemos más tiempo en saldar nuestras deudas y recuperar la poca o mucha prosperidad perdida.
La crisis y sus sinónimos
Crisis, recesión, estancamiento. Todos ellos son términos que a, la postre, significan siempre lo mismo: que la economía no crece, sino que más bien va hacia atrás como los cangrejos, que no hay dinero en las calles y que, por lo tanto, no se produce. Que lo que se produce no se consume porque la gente tiene miedo y entonces no gasta. Y si no se gasta, las empresas se ven obligadas a echar a parte de sus trabajadores que, entonces, engrosan la cada vez mayor lista de desempleados. Desempleados que gastan estrictamente lo necesario para sobrevivir, de modo que tampoco animan la maquinaria económica.
España está ahora mismo en esa situación: una crisis en la que nadie quiere invertir para animar la economía porque no hay dinero y los bancos no quieren ni oír nada acerca de conceder créditos; una recesión porque la economía no crece, sino que más bien va en retroceso, crece en sentido negativo, y un estancamiento porque todo está paralizado y sin visos de que la situación mejore.
Y debe mejorar, debemos ser capaces de revertir esos conceptos negativos por una situación que integre términos de indudable espíritu positivo como prosperidad, crecimiento y actividad.
El crecimiento cero es cero
Otra cosa que sabes sin necesidad de ser un experto económico: el crecimiento cero significa que las cosas van mal, ya que en esa situación el producto interior bruto (el PIB) no crece y, por consiguiente, no se gana dinero. Es más, lo más probable es que se pierda, porque los gastos están ahí y no hay quien se los quite de encima. Pero no hay ingresos, o los que hay son menores, con lo que el panorama no pinta muy bien.
Para un economista, todo lo que no sea crecimiento por encima de cero es negativo, porque cero en este caso no significa: «Bueno, al menos nos quedamos como estamos». No es así por la sencilla razón de que el sistema capitalista en el que vivimos sólo funciona si crece. Entonces se genera empleo, se consume y el dinero circula, de modo que la maquinaria empieza a ir a todo gas e incluso incrementa su marcha. Si el nivel es cero, o por debajo, se llega al estancamiento y la recesión. A la crisis, en suma.
La mejor herramienta para aprender economía es el cerebro
Nuestro cerebro es portentoso, pero debemos enseñarle a trabajar. Leyendo, discurriendo y debatiendo; escuchando lo que dicen los demás, poniéndolo en cuestión y revisando nuestras propias ideas. Un día y otro, sin miedo a equivocarnos. Sólo así comprenderemos las cosas, incluso esa ciencia económica que parece concebida para que los profanos no se acerquen a ella. ¡Ya les gustaría a muchos que actuáramos así!
Lo que debemos hacer es aprender a pensar por nuestra cuenta y, hecho eso, cuando nuestro cerebro haya entendido qué es lo que pasa en el ámbito económico, entonces reclamar responsabilidades y ponernos a trabajar para solucionar este panorama desolador. Porque podemos hacerlo. No sólo eso: también debemos hacerlo.