CAPITULO VIII

EL pelirrojo Jake descabalgó ante la cabaña y se tambaleó al poner los pies en el suelo. Comenzó a andar y cada paso le repercutía en la cabeza justo en el lugar donde se pegó en la barra. El mentón y el pómulo le escocían como fuego y se dijo que nunca podría olvidar los terribles puños de Frank Talbot.

Abrió la puerta y se asió al marco al borde de sus fuerzas.

Los tres hombres que estaban dentro lo miraron fijamente.

El que estaba sentado con una pierna sobre la otra arrugó los labios y sus ojos grises se hicieron más duros.

—¿Te caíste dentro de una machacadora?

Jake jadeó y corrió a una silla antes de desplomarse en el suelo.

—Talbot —dijo—. Fue Talbot.

El hombre del sillón puso un pie en el suelo.

—¿Quieres decir que está vivo todavía?

—Falló todo, me sacudió después, y gracias a que he podido escapar de casa del doctor antes de que Talbot convenciera al sheriff para meterme en la fresquera.

El hombre de los ojos grises consultó los rostros de los dos sujetos herméticos que lo flanqueaban y luego volvió a mirar a Jake.

—¿Y esos dos tipos que contrataste?

—Los ultimó Talbot sin esfuerzo.

El hombre del sillón se tomó de los brazos con dedos férreos.

—Quería la piel de Talbot y luego la de Shanon. Todo parecía bien ensamblado —alzó la voz muy fuerte—. ¿Qué diablos pasa?

El hombrón de pelo corto que tenía a su derecha se inclinó un poco.

—No te enojes, Harry. Talbot no es fácil de anular.

Harry entrecerró los ojos grises.

—Lo sé muy bien, Marcus. Pero necesitamos tener el campo libre antes de caer sobre Mike Shanon. ¿Me hago entender, Marcus? ¡Quería el terreno libre antes de coger a Mike por mi cuenta!

Nadie dijo nada.

Harry agregó con voz extrañamente baja.

—Y ahora resulta que Frank Talbot domina el campo.

Jake se atrevió a tomar la palabra.

—¿Por qué no bajamos los cuatro y acabamos con Talbot de una vez? Luego ya quedará tiempo para ocuparse de Shanon.

Harry lo observó despreciativamente.

—Cometimos un error al tomarte para este trabajo. Piensas majaderías y lo peor es que las haces.

—Pero…

—¡Si liquidamos a Talbot nosotros, Shanon sabrá que estamos en Refford. ¿Lo entiendes, imbécil?

—Harry, yo… Hago lo que puedo.

Los labios de Harry se curvaron despectivamente.

—Lo que puedes, ¿eh? Te mandamos buscar dos tipos con agallas y alquilas a dos mequetrefes que fueron pan comido para Talbot. ¡Mirad, muchachos, el tipo hace lo que puede!

Rió con una seca carcajada que no fue acompañada por los dos que le flanqueaban.

Jaque los observó asustado.

—¿Por qué me miráis así?

Los tres hombres lo examinaron silenciosamente.

Jake estalló.

—¡Hablad, infiernos! ¡Decid algo!

Harry lo alcanzó con un revés y lo hizo desplomarse en el suelo.

Jake gimió rabiosamente.

Harry dijo:

—El plan se vino abajo. Shanon sabrá que estamos en Refford. Dejará de ser un secreto cuando nos carguemos a Frank Talbot. Ese sabueso caerá dentro de un rato. Pero, por encima de todo, conseguiré el botín de Shanon. ¿Me oís? ¡Conseguiré el botín!

Marcus asintió.

—Apacíguate. Harry. Estás cargado de razón.

—Frank Talbot nos señaló el camino cuando estábamos buscando como locos a ese bastardo de Mike Shanon. Fue bueno que levantara la liebre. Pero ahora el condenado Talbot nos estorba como una piedra en el zapato.

Marcus miró al infinito.

—Lo que me escuece es por qué Mike Shanon está como protegido de todos, escondido a la vista. ¿Qué puede ser, infiernos?

Harry apuntó a Jake con la mandíbula.

—Habla, hombre grande —dijo sarcástico—. ¿Qué has cazado con las orejas?

Jake estaba entretenido en restañarse la sangre que volvía a manarle del mentón.

—Es lo más raro que he visto en mi vida. Talbot olfatea como un perro por todos los rincones. La gente sabe que Talbot va en busca del pistolero. ¡Todos están enterados del escondrijo de Shanon y sin embargo, desde el más chico al más grande cierran la boca como ostras! Parece como si el pueblo entero protegiera a Mike Shanon.

Marcus miró a Harry.

—Diablos, no lo entiendo. No lo cazo ni por una apuesta.

Harry sonrió por primera vez, pero lo que hizo fue acusar la angulosidad de su rostro pétreo, pues raramente sonreía. Sus ojos parecían tan duros como antes.

—Es lo que me gusta de Mike Shanon. Trabaja, pero tiene clase. Vaya que tiene clase. ¿Qué dices tú, Louis?

Louis era el sujeto bien parecido que se hallaba a la izquierda de Harry Tenía los ojos muy negros y los labios modelados. Su voz era armoniosa.

—Lleva un as en la manga. Es así como Mike Shanon hace sus negocios. Si hacemos algo de provecho con él, será porque lo pillemos de sorpresa.

—No será muy fácil —replicó Harry otra vez serio—. Si se tiene en cuenta que haremos ruidos haciéndole el relleno a Talbot.

—¿Por qué hacer ruido? —dijo Louis Ling, más conocido en Río Grande con el nombre de Louis El Bonito.

Harry se echó a reír sacudiendo la cabeza.

—Oídlo, Jake, Marcus. Sabía que la cabeza de Louis empezaría a funcionar.

Louis Ling era un petulante. Se sentía el ombligo del mundo cuando sus compañeros de pandilla estaban atentos a los partos de su cerebro.

Se retiró a la ventana y desde allí miró fuera.

Marcus escupió un salivazo.

—¿Por qué tanto cuento, Louis?

Louis pareció no oírlo.

Marcus resolló.

—Tengo un medio para hacerte pensar más aprisa, Louis. Te he dicho muchas veces que lo probarías.

Louis habló sin volver la cabeza.

—Dile a ese bocazas que se calle, Harry. Me molesta.

Marcus apretó los puños que parecían dos sandías e inició el camino hacia El Bonito.

—Quieto, muchacho —ordenó Harry.

Marcus se detuvo proyectando el maxilar hacia adelante.

—No lo soporto, Harry… Te juro que no lo soporto.

Harry se miró las uñas.

—Cuando nos metimos en este negocio quedamos de acuerdo en que no surgirían peleas entre nosotros. Esa era la cuestión, compañeros. Si trabajamos unidos, al final de nuestro camino encontraremos una gran bolsa de plata. ¿No creéis que vale la pena que soportemos mutuamente nuestras flaquezas?…

—Estoy de acuerdo —asintió Marcus cabeceando.

—Por favor, Louis —dijo Harry—. No nos tengas sobre ascuas.

Louis se pasó el dorso de la mano por su barba bien rasurada. Sus labios modelados se abrieron dejando escapar un chorro de voz.

—Es asunto mío. Me cargaré a Talbot y Shanon no sabrá nada.

—¿Cómo? —inquirió Marcus.

—Concededme cinco minutos.

Louis abrió una puerta y se coló en un dormitorio cerrando tras de sí.

Marcus fue a un anaquel, tomó una botella de whisky y se atizó un trago.

—Me pone nervioso, jefe. No lo puedo remediar —dijo.

—Trae acá la botella.

Marcus le dio el frasco y Harry le pegó un tiento.

Jake alargó la mano porque creyó que le había llegado el turno, pero Harry lo miró con ojos despreciativos.

—Talbot te arruinó la cara. No te conviene beber. Te escocerá mucho.

Jake rezongó algo por lo bajo y fue al camastro que había al fondo.

Marcus paseaba a grandes zancadas.

—Debimos meter en esto a mi primo en lugar de Louis.

—Tu primo estaba en la cárcel, ¿lo recuerdas, Marcus? —repuso Harry.

—Lo metieron por dos días… Sólo lo detuvieron por quebrarle dos costillas a una “girl” Pudimos esperar.

—Tú sabes que este asunto no admitía demora.

—Eso sí que es jocoso. No admitía demora, pero aquí estamos anclados y sin meter mano a nadie.

—Me disgusta que estés contrariado, Marcus. Sí, me disgusta mucho. —Harry bebió otro trago de la botella.

Marcus señaló la habitación donde se había metido Ling.

—¿Qué pasa con El Bonito?… Maldita sea… Sólo nos está haciendo perder el tiempo. ¿Por qué no vamos de una vez al pueblo y acabamos con Talbot?

De pronto se abrió la puerta que señalaba.

Los tres hombres quedaron asombrados al ver a la persona que salía por el hueco. Ellos sabían que era Louis sólo porque era su compañero y lo habían visto introducirse en aquella habitación. Ahora quien había allí era una mujer con un busto bien modelado, su cintura estrecha, sus caderas, todo ello embutido en un vestido verdoso a rayas azules… Y para completar su disfraz, Ling se había cubierto la cabeza con una peluca rubia.

—¡Dios mío! —exclamó Jake—. Pensaría que Louis tiene una hermana gemela si no fuese porque hace un momento estaba aquí con nosotros.

—Gracias, caballeros —dijo Louis—. ¿Quién me concede el honor de un baile?

Su voz sonó fina, agradable, casi aterciopelada.

Harry soltó una risotada.

—Anda, Marcus, baila con tu dama.

Marcus dio un manotazo al aire.

—¡Al infierno!

—¿Comprendéis ahora mi idea? —dijo Louis—. Mataré a Talbot sin ningún ruido. Mike Shanon no sabrá nada.

Harry hizo un gesto afirmativo.

—Tu plan es magnífico, Louis. Tengo que felicitarte otra vez. No me equivoqué cuando te elegí para llevar a cabo este negocio. Y ahora estoy viendo que tu facilidad para el disfraz nos puede proporcionar beneficios… Por ejemplo —entornó los ojos pensativo—. ¿Y si después de a Talbot le ajustases las cuentas a Mike Shanon…? Todos sabemos que él las prefiere rubias…