14
Bajie estaba agazapado sobre la plataforma para dormir de su celda, con la espalda pegada al rincón y las peludas rodillas subidas hasta el pecho. Estaba revolcándose en la desgracia y la autorrecriminación, y dejaba escapar un gemido de vez en cuando.
¿Cómo podía haber sido tan estúpido? Había permitido que el oleaje de las enseñanzas de Brakiss fuera arrastrándole más y más hacia las profundidades de su mar de ira, hasta que se había visto sumergido en él y había sido llevado a la deriva por su corriente.
Jacen se había mantenido firme. Y por muy seductoras que fuesen las enseñanzas de Brakiss —Bajie se negaba a pensar en él como el Maestro Brakiss— Jaina tampoco había sucumbido a ellas. Se había limitado a ponerse en pie para hablar, defendiendo lo que creía.
Un gruñido de reproche dirigido contra sí mismo retumbó en la garganta de Bajie. Sólo él, que siempre se había enorgullecido de su capacidad para pensar antes de actuar irreflexivamente —de su dedicación al estudio, al aprendizaje y la comprensión— se había dejado influir por las venenosas enseñanzas. En el futuro tendría que tener más cuidado. Tendría que resistir y rechazar las palabras.
Si Jacen y Jaina podían aguantar, entonces también podía hacerlo Bajie. Jaina no se había rendido. Había dicho que tenía un plan, y Bajie tendría que estar preparado para hacer su parte cuando llegara el momento de escapar. Pensar en la fortaleza de sus amigos hizo que Bajie se sintiera un poco reconfortado. Podía resistir la tentación de dejarse llevar por su ira. Golpeó la pared junto a él con un puño peludo y gritó su desafío. Resistiría.
La puerta se abrió de repente como en respuesta a su desafío, y dos soldados de las tropas de asalto entraron en la celda, seguidos por Tamith Kai. Bajie arrugó la nariz al percibir que algo más había entrado en aquel cubículo sin ser invitado: el olor desagradable que flotaba a su alrededor, un olor de oscuridad. Los soldados empuñaban varas aturdidoras activadas, y Bajie supuso que esperaban que les causara más problemas.
—Te levantarás —dijo Tamith Kai.
Bajie se preguntó si se atrevería a resistir. Un roce de una de las varas aturdidoras de los soldados se encargó de darle la respuesta a esa pregunta.
La mirada violeta de Tamith Kai recorrió a Bajie desde la cabeza hasta los pies durante un momento y después su boca dejó escapar una corta exhalación, como si se dispusiera a iniciar una tarea difícil que se había impuesto a sí misma.
—Todavía te queda mucho por aprender sobre los secretos de la Fuerza —dijo, en un tono de voz casi afable—, pero posees la capacidad para sentir una gran ira. —Tamith Kai asintió con aprobación—. Es tu mayor recurso. Ahora te enseñaré a recurrir a esa ira para que saque a la luz todo tu poder sobre la Fuerza. Te sorprenderá lo mucho que eso acelerará tu aprendizaje.
Se volvió hacia los soldados.
—Quitadle el cinturón.
Bajie puso una mano protectora sobre las lustrosas fibras brillantes que le rodeaban la cintura y se cruzaban por encima de su espalda. Había arriesgado la vida para adquirir aquellas fibras de la planta syrena como parte de sus ritos de paso a la edad adulta wookie, y después había ido trenzándolas laboriosamente hasta obtener un cinturón que simbolizaba su independencia y su confianza en sí mismo.
Abrió la boca para rugir una irritada objeción, pero volvió a cerrarla enseguida al comprender que era justo el tipo de respuesta que Tamith Kai esperaba obtener: quería llevarle hacia la ira. Esta vez Bajie no se dejaría engañar con tanta facilidad. Permaneció inmóvil, decidido y sin hacer nada, mientras los soldados le quitaban el preciado cinturón.
Tamith Kai movió una mano para indicarle que saliera de la celda caminando delante de ella. Un soldado le administró un empujón con la vara aturdidora para animarle a moverse. La sonrisa de Tamith Kai se burlaba de Bajie.
—Sí, joven wookie —dijo—, tu ira será tu mayor recurso.
Lo llevaron hasta una gran cámara vacía. Una brillante claridad roja y anaranjada brotaba de los paneles luminosos sin filtros instalados en el techo. El aire frío apestaba a metal y sudor. Cuando la puerta se cerró detrás de él con un siseo y un tañido metálico, Bajie miró a su alrededor. Estaba solo.
Bajocca permaneció inmóvil y esperando durante lo que le parecieron horas, alerta y preparado para lo que fuese que Tamith Kai podía utilizar a fin de provocarle. Sus ojos dorados recorrieron las paredes desnudas con suspicacia.
No ocurrió nada.
Mientras esperaba, las luces del cubículo parecieron volverse más potentes y el aire se fue enfriando. Bajie acabó sentándose con la espalda pegada a una pared, todavía receloso, todavía vigilando.
Nada.
Pasado un buen rato, Bajie se irguió con una brusca sacudida y se dio cuenta de que había estado a punto de quedarse dormido. Volvió a escrutar las paredes buscando cualquier cambio, y se encontró deseando tener consigo incluso al irritante Teemedós para que le mantuviese despierto..., y para que le hiciera compañía.
El sonido estalló repentinamente dentro de la cabeza de Bajie, estridente e insoportable, haciendo que despertara de un sueño inquieto. Unas luces muy potentes brillaban en el techo, cegadoras en su intensidad. Bajie se levantó de un salto.
Intentó centrar la vista y miró a su alrededor, buscando la fuente de la sirena, y se apretó los oídos con las manos mientras gemía de dolor. Pero no pudo bloquear el sonido que se abría paso a través de su cerebro igual que un láser cortaría la madera blanda.
De repente todos los sonidos cesaron sin ningún aviso previo, dejando un vacío de silencio en su lugar. Los paneles luminosos se estabilizaron, volviendo a su nivel de brillantez anterior.
El rostro de Tamith Kai apareció detrás de un gran panel de transpariacero incrustado en la pared que Bajie no había visto antes. El joven wookie, todavía un poco aturdido a causa de su sueño interrumpido, se lanzó contra el panel impulsado por la frustración. La risita complacida de Tamith Kai hizo que se calmara al instante.
—Un comienzo magnífico —dijo.
Bajie retrocedió hasta el centro de la sala y se sentó, con sus largos brazos peludos rodeándole las piernas y sin atreverse a permitirse cualquier otra respuesta por miedo a perder los estribos de nuevo.
La voz burlona de Tamith Kai resonó en la cámara vacía y la llenó de ecos.
—Oh, nos encontramos muy lejos de haber terminado nuestra lección, wookie. Estarás de pie.
Bajie pegó la frente a las rodillas, negándose a mirarla y a moverse.
—Ah, tal vez sea lo mejor —siguió diciendo la voz—. El fuego de tu ira arderá con más intensidad cuanto más combustible añada.
El sonido estridente volvió a taladrarle el cerebro y las luces cegadoras agredieron sus ojos. Bajie se concentró y dirigió su mente hacia las profundidades de su ser, y lo soportó todo en silencio.
Las luces y el sonido cesaron cuando un pesado objeto negro cayó desde una compuerta de acceso al suelo delante de él. Bajie estaba tan sumido en su concentración que no se sobresaltó, pero alzó la mirada para ver de qué se trataba.
—Es un generador sónico —anunció la voz grave y llena de matices de Tamith Kai—. Produce la hermosa música de la que has estado disfrutando hoy. —Una sombra de cruel diversión ondulaba a través de sus palabras—. También contiene el relé estroboscópico de alta intensidad que controla los paneles luminosos. Para completar tu lección del día de hoy, lo único que has de hacer es destruir el generador sónico.
Bajie contempló aquella especie de caja: medía menos de un metro de lado, estaba hecha de un metal deslustrado con los cantos y las esquinas redondeadas, y no tenía ningún asidero para agarrarla. Bajie alargó las manos hacia ella.
—Ten la seguridad de que ni siquiera un wookie adulto puede levantarlo sin utilizar la Fuerza —volvió a decir la voz de Tamith Kai.
Bajie intentó levantar el objeto y descubrió que Tamith Kai tenía razón. Cerró los ojos y se concentró, recurriendo a la Fuerza, y volvió a intentarlo. El generador apenas se movió. Bajie meneó la cabeza, sintiéndose cada vez más confuso. Se dijo que el peso en sí, o el tamaño del objeto, no deberían haber tenido ninguna importancia. Después razonó que tal vez sencillamente estaba demasiado cansado, o que tal vez Tamith Kai estaba utilizando la Fuerza para mantener inmóvil el generador.
—Piensa, mi joven Jedi —se burló Tamith Kai—. No puedes esperar levantar el objeto más pesado con tus débiles músculos.
Las luces volvieron a brillar, y una daga de sonido le atravesó las orejas. Pero sólo por un momento.
—No mantengas reprimida tu ira —siguió diciendo la voz de Tamith Kai como si no se hubiera producido ninguna interrupción—. Debes utilizarla..., dejarla en libertad. Sólo entonces podrás ser libre.
Bajie comprendió lo que estaba haciendo Tamith Kai, y el conocimiento le dio nuevas fuerzas. Cerró los ojos, respiró hondo y se concentró, preparándose para resistir las luces y el sonido.
Pero no estaba preparado para lo que ocurrió a continuación.
Chorros de agua helada surgieron repentinamente de las paredes, golpeándole desde todas las direcciones con dolorosa potencia. Bajie quedó empapado y no tardó en estar temblando, pero los chorros de agua a gran presión siguieron embistiéndole e invadiéndole. El líquido se metió por la fuerza debajo de sus párpados, dentro de sus orejas y su boca, y bajó chorreando por su cuerpo, helándole hasta la médula de los huesos.
El ataque acuoso terminó tan inesperadamente como había empezado. Bajie, que estaba temblando convulsivamente de frío, bajó la mirada para encontrarse metido hasta los tobillos en agua que estaba casi tan fría como un deshielo glacial. La ira burbujeó dentro de él, pero Bajie la reprimió y dejó que saliera de su ser en un lento fluir tal como el agua había descendido por su cuerpo. Despues intentó volver a mover el generador sónico, pero no lo consiguió.
Como si el esfuerzo de Bajie lo hubiese puesto en marcha, el generador sónico inició una nueva ofensiva contra sus sentidos, desencadenando el efecto estroboscópico de los paneles luminosos e inundando la sala con un estridente gemido hasta que Bajie pensó que acabaría ahogándose en él.
Lo que hizo fue concentrarse en pensamientos de sus amigos Jacen y Jaina. Sería fuerte.
Cuando el generador se calló, más puños de agua helada golpearon su cuerpo desde todas las direcciones.
Bajie no hubiese podido decir durante cuánto tiempo se alternaron aquellas torturas. Pasado un rato, parecía como si su vida siempre hubiese sido una letanía de luces, sonido, agua, luces, sonido, agua...
Pero Bajie siguió manteniéndose firme y no se dejó dominar por su ira.
Cuando Tamith Kai volvió a hablarle, el joven wookie se había hecho un apretado ovillo helado de empapada incomodidad y estaba temblando encima del generador sónico, en un esfuerzo para devolver algo de sensibilidad a sus piernas y pies entumecidos.
—Tienes dentro de ti el poder de poner fin a tu tortura —dijo la voz de Tamith Kai fingiendo compasión—. Ay, joven Jedi, la resistencia sólo es admirable cuando consigues algo a cambio de ella.
Bajie no alzó la cabeza ni dio ninguna señal de haber oído sus palabras.
—No puedes ayudarte a ti mismo de esta manera. No puedes ayudar a tus amigos. Tus amigos ya han aprendido la verdad de mis palabras —siguió diciendo Tamith Kai.
Bajie alzó la cabeza y dejó escapar un gruñido de incredulidad.
—Ah, pero así es —dijo Tamith Kai, pareciendo querer darle ánimos—. ¿Te gustaría verlos?
Un par de imágenes holográficas apareció delante de los ojos de Bajie antes de que pudiera lanzar un ladrido de asentimiento. Una mostraba a Jacen empuñando una espada de luz con una expresión de salvaje y alegre placer iluminando sus jóvenes rasgos. En la otra, Jama utilizaba la Fuerza para arrojar a un lado objetos muy pesados, y tenía la cabeza echada hacia atrás con una sonrisa desafiante en los labios.
Bajie extendió los brazos hacia las imágenes luminiscentes con un chillido de perpleja incredulidad..., y cayó de bruces en el agua helada que cubría el suelo. Se incorporó, y el generador sónico reanudó su torturante gimoteo.
El horror se mezcló con la rabia y la sensación de haber sido traicionado en las profundidades de su ser, y avivó las ascuas que llevaban tanto tiempo humeando dentro de ellas. Las llamas de la ira se alzaron dentro de Bajie, calentándole con su innegable calor, y fueron haciéndose cada vez más y más altas hasta que brotaron de su garganta bajo la forma de un aullido de furia.
Y después ya no fue consciente de nada más.
Bajie despertó envuelto en la tranquilizadora oscuridad de su celda. El cubículo estaba caliente y Bajie yacía sobre su plataforma para dormir, cubierto con una suave manta. Le dolían los músculos, pero se sentía descansado. Se llevó una mano a la cintura y descubrió que volvía a llevar su cinturón de fibras trenzadas.
La voz de Tamith Kai resonó de repente junto a él. Bajie no se sorprendió al descubrir que la alta y esbelta Hermana de la Noche de cabellos oscuros estaba de pie junto a él. La tenue claridad de los paneles luminosos de la celda le permitió ver que sostenía en las manos un objeto metálico de forma irregular.
—Lo has hecho muy bien, joven wookie —dijo Tamith Kai.
Bajie soltó un gemido lleno de tristeza cuando el recuerdo de lo que había hecho volvió a su mente.
—Tu ira hizo que superases mis máximas expectativas —dijo Tamith Kai, contemplándole con obvio orgullo—. Como recompensa, te he traído tu androide.
Bajie se sintió lleno de confusión. ¿Debería sentirse orgulloso de lo que había hecho? ¿Debería sentirse avergonzado? Recibió a Teemedós de las manos de Tamith Kai con alivio, y volvió a sujetar al pequeño androide en su lugar de costumbre en su cinturón.
—Serás un Jedi magnífico —dijo Tamith Kai, y le sonrió como si los dos ya formaran parte de la misma conspiración—. Después de que dejaras en libertad tu ira, ni siquiera pudimos reparar el generador sónico como habíamos podido hacer en todas las ocasiones anteriores.
Después Tamith Kai salió de la celda, dejándole a solas con sus pensamientos.
Bajie se puso en pie y gimió cuando sus músculos se negaron a cooperar, y volvió a derrumbarse sobre la plataforma.
—Bueno, si quiere saber mi opinión —dijo la aguda vocecita de Teemedós—, usted mismo fue la causa de una gran parte de su dolor a través de su innecesaria resistencia.
Bajocca gruñó una réplica sorprendida.
—¿Que quién me ha pedido mi opinión? —replicó Teemedós—. Bueno, la verdad es que no sé por qué ha de estar tan preocupado y nervioso. Después de todo, se encuentra en la Academia de la Sombra para aprender. Vaya, tiene mucha suerte de que se hayan tomado tanto interés por usted.
»Los imperiales son muy perceptivos, ¿sabe? De hecho, lo son hasta tal extremo de que supieron ver mi potencial y me han incluido en sus planes. Me siento muy honrado.
Bajie, que había empezado a sentir una inquietante sospecha, ladró una pregunta.
—¿A qué viene eso de si estoy averiado? —preguntó Teemedós—. No estoy averiado. Todo lo contrario. Como expresión de su completa confianza en mí, Brakiss y Tamith Kai han mejorado y refinado mi programación. Ahora me siento mucho mejor de lo que me había sentido jamás. Voy a ser una parte imprescindible de la instrucción a que será sometido aquí. Debe comprender que sólo desean lo mejor para usted. El Imperio es su amigo.
Bajie emitió un sonido pensativo, como si aceptara las palabras de Teemedós..., y después bajó la mano para desconectar al pequeño androide.
La cabeza se le había despejado de repente. Las palabras de Teemedós habían hecho cristalizar algo en su mente. Bajie podía haber caído una vez, pero no se había rendido. Y si sabía algo sobre Jacen y Jaina, lo mismo era verdad para ellos..., o por lo menos ésa era la esperanza a la que debía aferrarse.