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Brakiss tenía un despacho privado en la Academia de la Sombra, un lugar al que podía ir para estar a solas y practicar la contemplación.
Mientras pensaba contemplaba las imágenes multicolores que le rodeaban en las paredes: una cascada de lava escarlata en el planeta de roca líquida de Nkllon; un sol eme estallaba lanzando arcos de fuego estelar en la nova de los Denarii; el todavía llameante núcleo de la Nebulosa del Caldero, donde siete estrellas gigantes se habían convertido en supernovas al mismo tiempo; y un panorama de los fragmentos de Alderaan, destruido por la primera Estrella de la Muerte del Imperio hacía más de veinte años.
Brakiss reconocía una gran belleza en la violencia del universo y en el poder desencadenado que brotaba de la galaxia o que era dejado en libertad por el ingenio humano.
Brakiss, rodeado por la soledad y el silencio, utilizó técnicas de la Fuerza para meditar y absorber aquellas catástrofes cósmicas, cristalizando el poder que había dentro de su ser. Sabía cómo hacer que la Fuerza se doblegara a su voluntad a través del lado oscuro. El poder almacenado dentro de la galaxia era suyo para que lo utilizara. Cuando lo capturaba y lo mantenía aprisionado dentro de su corazón. Brakiss podía conservar su calma exterior y no verse inclinado a la violencia, como solía ocurrirle a Tamith Kai, que compartía las tareas de la instrucción con él Brakiss se recostó en su sillón acolchado y permitió que su aliento saliera lentamente de sus pulmones. El cuero sintético chirrió al ser rozado por su cuerpo, y los calentadores que había dentro del sillón elevaron la temperatura hasta un nivel relajante. Los almohadones se adaptaron por sí mismos a la forma de su cuerpo para proporcionarle la máxima comodidad posible.
Tamith Kai se negaba a permitirse ese tipo de pequeños placeres. Era una mujer dura, e insistía en la privación y la adversidad para aguzar sus capacidades al servicio del Imperio, que había reconocido su potencial y la había sacado del áspero y salvaje planeta Dathomir. Pero Brakiss había descubierto que podía pensar mejor cuando estaba cómodo. Entonces podía hacer planes y reflexionar sobre las distintas posibilidades.
Conectó el cuaderno grabador de su escritorio y solicitó los registros del día. Tendría que hacer un informe y enviarlo en una hiperunidad blindada hasta su poderoso nuevo líder imperial, que se escondía en las profundidades de los Sistemas del Núcleo.
Había transcurrido algún tiempo desde que el campamento que fundó en el Gran Cañón de Dathomir había proporcionado algún estudiante nuevo que tuviera grandes capacidades, pero los tres jóvenes llenos de talento que había secuestrado de la Academia Jedi de Skywalker eran otra historia, y merecían el riesgo que supuso haberlos capturado, Brakiss podía percibirlo.
Pero sus creencias y deseos no podían ser más erróneos. El Maestro Skywalker les había enseñado demasiadas cosas y de las maneras equivocadas. No sabían cómo convertir su ira en una afilada punta de lanza para formar un arma más grande. Pensaban demasiado. Eran demasiado tranquilos, demasiado pasivos..., salvo el wookie.
Brakiss necesitaba adiestrar a aquellos tres jóvenes. Él y Tamith Kai emplearían sus distintas especialidades para trabajar sobre ellos.
Brakiss movió los dedos y sus yemas golpearon suavemente la lisa superficie de su escritorio. De vez en cuando todavía lamentaba haber abandonado el centro de adiestramiento de Yavin 4. Había aprendido mucho allí, aunque su misión para el Imperio siempre ocupó el primer lugar en sus pensamientos.
El Imperio había escogido a Brakiss hacía ya mucho tiempo debido a su capacidad Jedi no explotada. Había sido sometido a un riguroso entrenamiento y condicionamiento para que pudiese espiar la Academia Jedi de Skywalker y acumular una información que no tendría precio. Se suponía que nadie debía saber que era un explorador, infiltrado allí para aprender técnicas que luego pudiera enseñar al Segundo Imperio. El nuevo líder imperial había insistido en desarrollar sus propios Jedi Oscuros, un símbolo alrededor del que podrían agruparse los que eran fieles al Imperio.
Pero, de alguna manera inexplicable, el Maestro Skywalker había sabido ver inmediatamente a través del engaño. Había comprendido cuál era la verdadera identidad de Brakiss. Pero a diferencia de lo que ocurrió con los espías torpes y carentes de experiencia que habían ido anteriormente a Yavin 4 con la misma misión, Brakiss no había sido expulsado al instante. Skywalker había tenido muy poca paciencia con los otros, pero al parecer había visto un verdadero potencial en Brakiss.
El Maestro Skywalker había empezado a trabajar con él, enseñándole abiertamente aquellas cosas que más necesitaba aprender. Brakiss tenía un gran talento para el uso de la Fuerza, y el Maestro Skywalker le había enseñado cómo emplearlo. Pero Skywalker había intentado repetidamente contaminar a Brakiss con el lado de la luz, con los lugares comunes y las costumbres pacíficas de la Nueva República. Sólo el pensarlo hizo que Brakiss se estremeciera.
Finalmente, en una prueba privada y supremamente importante, el Maestro Skywalker había conducido a Brakiss en un viaje mental por el interior de su ser. No le había permitido mirar hacia fuera a través de los ríos de la Fuerza, y había dado la vuelta al estudiante oscuro como si fuese un guante para que pudiera ver lo que había dentro de su corazón y observar la verdad sobre aquello de lo que estaba hecho.
Brakiss había abierto una trampilla y había caído en un pozo lleno de su autoengaño y de las crueldades potenciales que el Imperio podía obligarle a cometer. El Maestro Skywalker había permanecido junto a él, obligándole a mirar —y a seguir mirando— incluso mientras Brakiss se debatía para escapar de sí mismo, no queriendo enfrentarse a las mentiras de su existencia.
Pero el condicionamiento imperial era demasiado profundo. Su mente estaba demasiado centrada en el servicio al Imperio, y aquella prueba había acabado llevándole al borde de la locura. Brakiss huyó del Maestro Skywalker, y subió a su nave y se alejó por las profundidades del espacio.
Había pasado mucho tiempo en soledad antes de volver al abrazo del Segundo Imperio, donde empezó a emplear sus conocimientos..., tal como había sido planeado desde el principio.
Brakiss era apuesto y estaba perfectamente formado, y no podía hallarse más lejos de la corrupción que había mostrado el Emperador en sus últimos días, cuando el lado oscuro devoró su cuerpo desde el interior. Brakiss intentó negar esa corrupción y consolarse a sí mismo con su apariencia externa, pero no podía escapar a la fealdad oculta en la oscuridad de su corazón.
Sabía que su lugar en el Imperio renacería, y había aprendido a sentirse satisfecho con aquel servicio. Su mayor triunfo era su Academia de la Sombra, donde podía supervisar el adiestramiento de los nuevos Jedi Oscuros: docenas de estudiantes, algunos de ellos con muy poco o ningún talento, pero otros con el potencial para alcanzar una auténtica grandeza tan inmensa como la del mismo Darth Vader.
El nuevo líder imperial también era consciente del peligro que encerraba crear un grupo tan poderoso de Jedi Oscuros, naturalmente. Los Caballeros Jedi que habían sucumbido ante el lado oscuro tendrían sus propias ambiciones, y se verían tentados por el poder que controlaban. El trabajo de Brakiss consistía en mantenerlos a raya.
Pero el gran líder tenía sus propias medidas protectoras. Toda la Academia de la Sombra estaba llena de artefactos autodestructivos: había centenares, si es que no millares, de explosivos capaces de provocar reacciones en cadena. Si Brakiss no conseguía crear su tropa de Jedi Oscuros, o si los nuevos estudiantes acababan organizando una revuelta contra el Segundo Imperio, el líder imperial activaría las secuencias de autodestrucción de la estación. Brakiss y todos los Jedi Oscuros quedarían destruidos en un destello cegador.
Brakiss, un rehén de la oscuridad, nunca podía salir de la Academia de la Sombra. Permanecería allí por orden del gran líder, confinado hasta que él y todos sus estudiantes hubieran demostrado ser dignos de confianza.
Brakiss descubrió que estar sentado encima de una enorme bomba hacía que le resultara difícil concentrarse. Pero tenía una gran confianza en sus capacidades y en las de Tamith Kai. Sin esa confianza nunca habría llegado a convertirse en Jedi, y jamás se habría atrevido a tocar las enseñanzas del lado oscuro. Pero había aprendido aquellos secretos, y se había ido haciendo cada vez más fuerte.
Cambiaría a esos nuevos estudiantes. Estaba seguro de que podía hacerlo.
Brakiss sonrió mientras terminaba el informe que describía sus planes. La ira del wookie alto y desgarbado podía ser utilizada, y Tamith Kai no tenía rival en ese tipo de trabajos. La nueva Hermana de la Noche era una torturadora nata, y sabía cumplir extremadamente bien todos sus deberes. Brakiss permitiría que se encargara de adiestrar a Bajocca.
Él, por su parte, trabajaría con los gemelos, los nietos de Darth Vader. Eran demasiado tranquilos y estaban demasiado bien adiestrados, y resistirían de maneras sutiles que demostrarían ser mucho más difíciles de superar.
Brakiss tenía otros métodos para ellos. En primer lugar, tenía que averiguar lo que realmente querían Jacen y Jaina..., y dárselo después.
A partir de ese momento, los gemelos serían suyos.