Capítulo cinco
CUANDO regresaron de la Florida, Wes y Joy convocaron de inmediato una reunión familiar, que tenía como propósito reemplazar algunos de los métodos que solían utilizar como padres por métodos ¡BIEN HECHO!.Joy se esmeró en la preparación de algunos de los platos favoritos de Meg y Allie para cenar ese día y, después del postre, los cuatro se reunieron en la sala.
Wes inició la reunión.
—Su mamá y yo estamos felices de que nos hayan acompañado al Sea World y de que hayan visto, al igual que nosotros, cómo entrenan a las ballenas. Según nos dijeron, Pam les contó sobre los métodos ¡BIEN HECHO! que utilizan los entrenadores. ¿Qué cosas inusuales aprendieron?
Meg tomó la palabra con una expresión radiante y esperanzadora.
—Me gustó la idea de prestar atención a las cosas buenas que hacen las ballenas, y no a sus actitudes necias.
—Si uno se enfoca en las acciones que desea —añadió Allie—, tendrá más de ellas.
—Tienen toda la razón —dijo Wes—. ¿Creen que sería una buena idea tratar de usar los métodos ¡BIEN HECHO! aquí en casa? Su mamá y yo no estamos muy orgullosos de la manera como hemos actuado con ustedes. Hemos prestado mucha más atención a las veces en que han sido desobedientes que a todos esos momentos en que han hecho lo que les pedimos que hicieran.
—Sí nos habíamos dado cuenta —dijo Allie frunciendo el ceño.
—Está bien, nos reconocemos culpables — dijo Joy—. Queremos hacer mejor las cosas, pero para poder cambiar primero tenemos que llegar a unos acuerdos. Luego podremos darnos entre todos respuestas ¡BIEN HECHO! cada vez que los cumplamos.
—Yo me comprometo a mantener mi habitación arreglada —dijo Meg—. Estoy harta de que me griten.
—Yo también —añadió Allie—. Y también dejaré en orden la cocina cuando mis amigos vengan a merendar.
—Eso sería maravilloso —dijo Joy—. Wes y yo procuraremos darles respuestas ¡BIEN HECHO! a cualquier mejora que haya aquí en la casa.
—Y como recompensa —dijo Wes—, ¿qué tal si acordamos que quien ayude a preparar la comida y a poner la mesa no tiene que lavar la loza después?
—¡Eso sí que me encantaría! —dijo Joy.
—¿Significa que Meg y yo podemos preparar la comida a veces? —preguntó Allie.
—Claro que sí. Y entonces mamá y yo nos encargaremos de lavar la loza.
—Otra cosa —dijo Joy—. Les tengo horror a las mañanas de los sábados. La casa sufre bastante desgaste durante la semana y hay que hacer la limpieza. Por lo general yo sola me tengo que ocupar de eso y me gustaría que me ayudaran.
—¿Por qué no lo hacemos como en Blanca Nieves? —propuso Meg entusiasmada—. ¡Podríamos convertirnos todos en enanitos una hora los sábados por la mañana!
—¿Y podemos silbar mientras trabajamos? — preguntó Allie con algo de sarcasmo.
—Tal vez tú podrías ser Gruñón —le dijo su mamá sonriendo.
Allie rió y dijo:
—¿No sería posible que se apareciera Mary Poppins y arreglara todo en un abrir y cerrar de ojos?
—Temo que no —dijo Joy—. Pero sí sería factible ir al centro comercial o realizar alguna otra actividad que les guste una vez terminemos la limpieza.
La reunión finalizó cuando las niñas subieron a sus habitaciones a hacer las tareas escolares sin que les insistieran.
—Sabes —dijo Joy, arrellanándose feliz en el sofá—, me gusta mucho todo esto del ¡BIEN HECHO!.
—Tal vez necesitemos aplicar el método ¡BIEN HECHO! a nuestra propia relación —sugirió Wes algunas noches después.
—Estoy de acuerdo —dijo Joy—. La verdad es que, cuando conversamos con Dave, caí en cuenta de que contigo estaba utilizando muchas respuestas Te Pillé.
Wes sonrió.
—Tampoco yo me he esmerado en acentuar lo positivo contigo.
—¿Por qué no llamamos a Anne Marie Butler? —dijo Joy—. Has hablado tanto sobre lo que aprendiste con ella que me gustaría conocerla, aunque sea por teléfono. Tal vez nos pueda orientar sobre cómo comenzar a mejorar nuestra relación.
Wes estuvo de acuerdo y marcó el número del buscapersonas que Anne Mane le había dado. Al cabo de unos pocos minutos timbró el teléfono y Wes lo colocó en la modalidad de altoparlante.
—¡Hola. Wes! —saludó Anne Marie, y su alegre voz pareció llenar toda la habitación—.¿Qué sucede?
—Quiero que conozca a mi mejor amiga — dijo Wes—. Aquí está Joy.
—Hola Joy. encantada de conocerla. Wes me ha hablado mucho sobre usted.
—Qué tal, Anne Marie —dijo Joy—. Wes y yo hemos estado conversando sobre nuestras metas para nuestra propia relación ¡BIEN HECHO! y pensamos que usted podría darnos algunas ideas. Ambos tenemos que admitir que en los últimos años hemos caído en un patrón de conducta de tipo ¡Te Pillé!.
—Eso pasa con frecuencia en muchas relaciones—dijo Anne Marie—. Es imposible poner suficiente énfasis en el poder del método ¡BIEN HECHO! para dinamizar y mejorar un matrimonio. Primero les contaré algo que sucedió hace poco cuando mi esposo y yo cenábamos en un elegante restaurante francés. Vimos a dos parejas en mesas cercanas. De un lado había dos personas que evidentemente estaban enamoradas. Cuando una de ellas hablaba, ¿qué creen que hacía la otra? Escuchaba. Sonreía. Le acariciaba la mano a su pareja. Le prestaba toda su atención. Seguramente se demoraron dos horas y media comiendo, poro no creo que se hubieran quejado si no les hubieran dado nada de comer. Del otro lado había otras dos personas que obviamente estaban muy aburridas. No tenían nada que decirse. Ni siquiera se miraban. Actuaban como si la única razón por la cual estaban allí juntas era porque nadie más las había querido acompañar. "Ese matrimonio está muerto, pero nadie se ha tomado el trabajo de enterrarlo", le comenté a mi esposo.
—Creo que conocemos algunas relaciones como ésa —dijo Wes.
—¿Cómo pasa uno de un entusiasmo desbordado a no tener nada que decirse? —preguntó Anne Marie—. Es la frecuencia con que uno pilla al otro haciendo algo bien. ¿Han escuchado la expresión "el amor es ciego"?
—Claro que sí —dijo Joy.
—¿Qué quiere decir?
—Quiere decir que cuando uno se enamora, sólo ve lo positivo —dijo Wes.
—Así es —asintió Anne Marie—. Por eso cuando uno inicia una relación amorosa pone énfasis sólo en lo positivo; uno no nota lo negativo, o si lo nota no le da importancia. Sólo cuando uno se casa y comienza a vivir con su pareja empieza a notar todas esas cosas en el otro que antes el amor impedía observar. Muy pronto, uno empieza a concentrar su atención en esos comportamientos.
Incluso si la pareja trata de cambiar, uno no se da cuenta de ese progreso ni lo reconoce. Ambos comienzan a gritarse, aun por cosas sin importancia. La defunción final de una relación amorosa es cuando alguno hace algo bien ¡y el otro de todas maneras le grita porque no lo hizo suficientemente bien! "¡Tenías que haberme preguntando"..,"¡Debías haberlo hecho el miércoles!"
—Eso suena dolorosamente familiar —dijo Joy.
—Es un patrón de conducta bastante usual —prosiguió Anne Marie—. Mucha gente me pregunta si soy terapeuta de pareja. Yo contesto: "No, pero le haré una pregunta. Es la misma pregunta que debe hacerse usted, no sólo con respecto a su relación matrimonial sino sobre sus hijos, su jeto, sus subalternos, sus colegas y sus amigos. La pregunta es: ¿Quiere que su relación funcione? —Hizo una pausa antes de continuar: —¿Qué me dicen ustedes dos?
—Sin duda queremos intentarlo —dijo Wes.
—Intentarlo es tan sólo una manera más ruidosa de no hacer algo —indicó Anne Marie—. Cada rato conozco gente que va a terapia de pareja, Cuando les pregunto por qué. me dicen que están tratando de lograr que su relación funcione. Yo les digo que mejor ahorren ese dinero. La terapia de pareja nunca tiene éxito a menos que ambas partes se comprometan a hacer funcionar la relación. Si uno o los dos está tratando de proteger sus apuestas, es decir, "intentando" únicamente, no habrá honestidad de su parte, porque la relación sigue estando a prueba. Pero cuando existe un compromiso con la relación, se puede abordar cualquier problema o tema sin temer que algo que uno diga significará el fin. Ambos están comprometidos con su compromiso. Entonces se lo preguntaré nuevamente, Wes. ¿Quiere que su relación con Joy funcione?
—¡Sí! —contestó Wes enfáticamente.
—¿Y usted, Joy? ¿Quiere que su relación con Wes funcione?
Joy se tomo unos instantes antes de contestar.
—Tengo que admitir que durante un tiempo, antes de ir a la Florida, no estaba segura. Pero después de hablar con Dave, y ahora con usted. Empiezo a entender lo del círculo negativo en que nos habíamos metido —dijo, y le apretó la mano a Wes mientras continuaba: —Por eso estoy dispuesta a responder afirmativamente su pregunta sobre el compromiso.
—Tengo que reconocerlo —dijo Anne Marie - . Como ambos aceptaron su compromiso con el otro, tienen muchas posibilidades de éxito. Desde luego, es preciso que sepan que se requerirá trabajo.
—¡Sí, eso lo sabemos! —convinieron Joy y Wes.
-También creo que es buena idea sentarse y renovar el compromiso cada cierto tiempo dijo Anne Marie—. Como sucede con cualquier cosa que sufre cuando se descuida, es preciso renovarlo de vez en cuando.
Enseguida Joy intervino:
—Apuesto a que sé qué va a decir ahora.
—¿Qué sería?
—Que cuando uno se compromete con su compromiso, el plan es comenzar a divertirse jugando ¡BIEN HECHO! uno con el otro y, si hace eso, seguramente se divertirá mucho observando todas las cosas nuevas que ambos están haciendo para mejorar la relación.
—Me quitó las palabras de la boca —dijo Anne Marie—. De hecho, eso es seguir la ley de positivo a positivo. Las respuestas positivas motivan a la gente a seguir haciendo cosas positivas. Es una espiral ascendente.
—En aras de la curiosidad —dijo Wes—, ¿qué pasa si la respuesta de una pareja a la pregunta sobre el compromiso es negativa?
—Entonces les sugeriría que consultaran con un asesor matrimonial para que les diga cómo separarse sin lastimarse el uno al otro ni lastimar a los hijos. Se puede desarrollar un plan para poner fin a una relación de una manera positiva.
—Pues nosotros queremos poner énfasis en lo positivo, ¿no es cierto, Joy?
—Así es. Anne Marie, ¿nos podría dar algún consejo sobre cómo comenzar?
—Por qué no se sientan y piensan sobre un par de problemas que crean tener en su relación y luego conversan sobre las maneras positivas como los pueden resolver.
Wes y Joy siguieron el consejo de Anne Marie. Esa misma noche se sentaron y conversaron honestamente sobre sus necesidades. Joy estableció el tono ¡BIEN HECHO! desde el comienzo, diciéndole a Wes que le encantaba que llegara temprano a casa, pues así podían estar todos juntos en familia.
—Por eso he sido tan negativa —admitió—. Me dolía que casi nunca estuvieras aquí y por eso comencé a jugar a ¡Te Pillé!
—¿Cómo te sentirías si dejara de llegar tarde? —preguntó Wes.
Joy abrió los ojos de par en par.
—Para mí significaría que por lo menos un par de noches a la semana yo sabría que nuestra familia era lo más importante. Sé que el trabajo es importante para ti y que vas a tener que hacer un gran esfuerzo. Pero será para unirnos como familia, no para alejarnos. Llegar a casa a tiempo para cenar debería ser la regla, no la excepción.
—Estoy de acuerdo contigo —dijo Wes—. Nuestra familia debe ser lo más importante. Sabes que probablemente habrá algunos períodos exigentes en los que tendré que trabajar hasta tarde, pero definitivamente voy a iniciar esta semana llegando temprano a casa. Y no sólo eso: voy a dejar el trabajo atrás... las tareas y las preocupaciones.
—Y yo dejaré de fastidiarte por cada pequeña cosa que hagas mal para que quieras llegar a casa —dijo Joy—. Nadie es perfecto. Pero ahora que lo pienso, mereces muchos ¡BIEN HECHO! Por todas las cosas buenas que haces por mí y por las niñas.
—Esas palabras son como música para mis oídos —elijo Wes. Dándole un beso a su esposa.
Unos días más tarde, Allie le habló a su madre sobre una de sus amigas.
—Maureen ha estado hablándome sobre su novio, Hugo. Está molesta porque se está metiendo con una gente de dudosa reputación. A Maureen le gustaría pasar más tiempo con él, pero teme que Hugo se meta en problemas. Me dijo que los papas de él se divorciaron hace poco. A Hugo le hace falta su padre, y su mamá siempre lo está criticando. Maureen sabe que está siendo rebelde sólo debido a su situación familiar. Tú eres amiga de la mamá de Hugo. ¿Podrías hablar con ella?
—Sé que a su madre le está costando trabajo ajustarse a ser una mamá sola que trabaja, desde que ella y su esposo se divorciaron —dijo Joy—.
Y me confió que Hugo le está dando muchos problemas. A mí también me preocupa, Allie, pero no quiero ser indiscreta. Los padres no pueden decirles a otros padres cómo tratar a sus hijos.
—Ya lo sé, mamá —dijo Allie—. Pero quizás podrías invitarla a tomar un café y charlar. Es muy importante para Maureen.
Joy le dio vueltas a la petición de su hija durante varios días. La mamá de Hugo, Sara, no era la primera persona a quien deseaba poder enseñar los principios de la respuesta ¡BIEN HECHO! en el trato con los hijos. Finalmente llamó a su amiga y acordaron reunirse al día siguiente, temprano en la mañana, para tomarse un café antes de ir a sus respectivos trabajos.
—¡Vaya! —dijo Sara con un gran suspiro apenas se vieron—. Nadie me dijo que iba a ser tan difícil. ¡Un nuevo trabajo de tiempo completo, además de preocuparme constantemente por un adolescente que me está volviendo loca!
Sara comenzó a contarle a su amiga los problemas que estaba teniendo con Hugo ,y Joy pronto se dio cuenta de que, como resultado del temor y la frustración, estaba desarrollando un juego clásico de ¡Te Pillé! con su hijo.
—Le he dicho una y otra vez que quiero que me diga para dónde va y con quién está, ¿pero acaso lo hace? ¡Nunca! Debería por lo menos dejarme una nota. ¿Es mucho pedir que me llame por teléfono?
Aunque Joy entendía la frustración de su amiga, también entendió claramente que Sara estaba empeorando su relación con Hugo al concentrarse en las cosas que hacía mal. Después de escuchar con paciencia la retahila de quejas, Joy finalmente dijo:
—Sé que debe ser muy difícil tener que trabajar todo el día y no saber dónde está Hugo ni si va a estar bien. Sé que lo amas y que éste es un momento difícil para ambos. Pero también es un momento en el que tú y Hugo tienen que ser amigos, no enemigos. Tengo un par de sugerencias que parecen estar funcionando de maravilla con mis hijas. ¿Te gustaría escucharlas?
—Cualquier cosa —imploró Sara—. Estoy desesperada.
Cuando terminó la conversación, Sara había elaborado dos listas. La primera incluía distintas maneras de explicarle a Hugo sus necesidades sin lanzar culpas, y de argumentar razonablemente con él. La segunda incluía maneras de comenzar a pillar a Hugo haciendo bien las cosas cuando cumpliera sus acuerdos o mejorara así fuera ligeramente. Los ojos de Sara resplandecían mientras abrazó a su amiga.
—¡Gracias! —le dijo, desde el fondo de su corazón—. Ya había comenzado a perder las esperanzas.