CAPÍTULO 3
Zak no sabía qué era peor, los chillidos procedentes de la boca de la criatura, o la sensación de sus gruesas alas correosas golpeando su cara. Sintió algo afilado arañándole la mejilla y levantó las manos para protegerse.
La criatura voladora se alejó, aleteando furiosamente para ganar algo de altura. Por un instante Zak consiguió ver bien a la criatura. Su cuerpo era de cerca de un metro de largo, y tenía unas alas negras incluso más largas. Su cuello terminaba en una diminuta cabeza. Una cola delgada serpenteaba en el aire tras la criatura.
La cosa aleteó elevándose entre la oscuridad de los árboles. Pero un momento después descendió de nuevo.
Zak se arrojó al suelo cuando la bestia nuevamente se abalanzó sobre él. Gruñó cuando la criatura golpeó su espalda, y luego se alejó de nuevo.
—¡Socorro! —gritó Zak, pero apenas podía oírse a sí mismo sobre el ruido de los extraños chillidos de la criatura.
Presa del pánico, Zak palpó alrededor en busca de algo que pudiera usar como escudo o arma. Sus dedos se cerraron alrededor de algo seco y duro. Un palo. Un segundo después, Zak casi dejó caer el palo cuando sintió algo pegajoso moverse a lo largo del dorso de su mano. Trató de quitárselo de encima, pero se sostuvo con fuerza. Era el escarabajo.
La criatura voladora chilló y se zambulló de nuevo. Desesperadamente, Zak blandió su palo, esperando asustar a la criatura. Tenía los ojos cerrados, pero sintió el fuerte golpe de la criatura contra su palo, rompiéndolo en dos. El chillido se detuvo al instante. Entonces algo cayó al suelo con un ruido sordo.
Zak abrió los ojos. Miró hacia arriba. La criatura no estaba allí. Se puso de rodillas y miró a su alrededor, explorando la zona hasta que sus ojos se posaron sobre un bulto oscuro temblando en el suelo.
—No puedo creerlo —murmuró mientras trataba de recuperar el aliento—. ¡Menudo golpe de suerte!
Pero él sabía que no había sido suerte. La criatura se había abalanzado directamente sobre él, casi como si quisiera atacar el palo, o su mano.
Zak se puso de pie y se paró sobre la criatura. Al principio había pensado que era una especie de ave, pero ahora que estaba inmóvil, pudo ver que no tenía plumas. En cambio, su cuerpo estaba cubierto de una capa de suave pelo azulado a excepción de su cola, que era gruesa y lisa como el tentáculo de un dianoga. Su cabeza era larga y estrecha, y dos hileras de diminutos dientes afilados sobresalían de su boca. Las alas de la criatura estaban extendidas, y su pecho se levantaba y caía rápidamente mientras jadeaba en busca de aire.
Un segundo después, el jadeo se detuvo. Zak se acercó más… la criatura no respiraba. Estaba muerta.
—Oh, no —gimió Zak. El primer pensamiento que cruzó su mente fue; ¡el tío Hoole va a volverse loco conmigo! Hoole les había advertido de no tocar nada en el jardín.
Pero su segundo pensamiento fue para la criatura inmóvil. No había tenido intención de matarla. Sólo estaba tratando de asustarla. Sin embargo, no iba a perder tiempo lamentándose. La criatura le había atacado, después de todo.
Zak sintió algo cosquilleando en sus dedos, y bajó la mirada a tiempo para ver al escarabajo bajar de su mano y precipitarse hacia la alta hierba bajo los árboles.
—No te culpo —dijo Zak, imaginando la expresión severa del tío Hoole—. Quizá yo también debería buscar un lugar donde esconderme.
Algo se agitó en las ramas. Zak miró nerviosamente hacia los árboles, preguntándose si había más chillones voladores. Decidiendo que no quería quedarse y averiguarlo, Zak se volvió y se apresuró regresando por donde había venido.
Encontró a Tash justo donde la había dejado, admirando una parcela de flores multicolores. Pero a Tash se le había unido un s’krrr. Desde la distancia, Zak pensó que era Vroon, pero a medida que se acercaba vio que este s’krrr era unos centímetros más alto que el conservador, y su duro caparazón era de un tono más oscuro de verde. Aun así, la cara de este s’krrr era exactamente igual que la de Vroon, y Zak se preguntó si todos los s’krrr parecían iguales.
—Zak —dijo Tash—, este es Sh’shak.
—Saludos —dijo el s’krrr con voz elegante, acompañada por el suave skrrrr de sus pequeñas alas revoloteando—. Es un placer conocerle.
—Hola —respondió Zak con tanta naturalidad como pudo. Le resultaba un poco incómodo hablar con los s’krrr. Sus rostros con caparazón eran imposibles de leer. Zak podía ver su reflejo en los grandes ojos negros de Sh’shak.
—Sh’shak es una celebridad aquí, en S’krrr —dijo Tash—. Es un famoso poeta.
—¿De verdad? Eso es genial —dijo Zak sin mucho entusiasmo. Odiaba la poesía.
A Tash, sin embargo, le encantaba leer, por lo que a Zak no le sorprendió que le preguntara al s’krrr:
—¿Podría recitar uno de sus poemas?
La mirada vacía de los ojos oscuros de Sh’shak se posó sobre ella.
—Me temo que ustedes no lo entenderían —respondió—. Todos los poemas se expresan mediante el canto de las alas.
—¿Canto de las alas? ¿Qué es eso? —preguntó Zak.
En respuesta, Sh’shak agitó sus alas. Mientras escuchaba, Zak escuchó el suave sonido skrrrrrrrr cambiar de tono y ritmo. Al mover sus alas a diferentes velocidades, ahora frotándolas entre ellas, ahora aleteando, Sh’shak creaba una serie de tonos intrincados y sonidos zumbantes. Incluso Zak tuvo que admitir que era hermoso.
—Eso es el canto de las alas —explicó Sh’shak—. Es el lenguaje tradicional de mi pueblo, un lenguaje que usamos para hablar entre nosotros. Por supuesto, los forasteros no lo entienden y no pueden imitar los sonidos, por lo que los s’krrr hemos aprendido el lenguaje Básico de la galaxia. Pero todavía usamos el canto de las alas, especialmente para escribir poesía.
—¿Está visitando el jardín en busca de nuevas ideas para los poemas? —preguntó Zak.
—En cierto sentido —respondió el s’krrr—. Vengo aquí a calmar mi mente y alcanzar el equilibrio. El jardín es bueno para eso. El equilibrio es muy importante aquí.
Zak no lo entendía.
—¿Por qué?
Sh’shak agitó su rígido antebrazo abarcando la hermosa escena, incluyendo arboledas, estanques acuosos, media docena de parcelas de flores bien cuidadas, y un ondulado campo de hierba.
—Este jardín muestra un delicado equilibrio natural —explicó el s’krrr—. La tecnología moderna no se utiliza aquí.
Aburrido, pensó Zak. Prefiero estudiar plantas de energía que plantas vivas.
Sh’shak continuó.
—No hay productos químicos que hagan que las flores crezcan mejor, no se usan pesticidas para eliminar malas hierbas o plagas. Todo se hace de forma natural.
—Guau —dijo Tash—. Recuerdo que nuestros padres una vez trataron de hacer crecer un jardín en el patio trasero de nuestra casa. ¡Creció más maleza que hortalizas!
—Y los bichos eran lo peor —recordó Zak—. ¡Estaban por todas partes!
Sh’shak asintió.
—Aquí, en el Jardín Sikadiano, fomentamos a algunos insectos para que prosperen. Un cierto tipo de escarabajo llamado drog poliniza las flores…
—¿Poliniza? —preguntó Zak.
—Sí, viajan de una planta a otra, esparciendo el polen de una a otra. Esto ayuda a las plantas a crecer. Pero los insectos se reproducen muy rápidamente. Pronto invadirían todo el jardín si no se mantuvieran bajo control.
—Pero ustedes no utilizan pesticidas, ¿no? —preguntó Tash.
—No —respondió Sh’shak—. Los escarabajos drog tienen un enemigo natural; los shreevs. Los shreevs cazan escarabajos, manteniendo la población bajo control. Y ahí es donde la verdadera belleza del jardín se manifiesta. El equilibrio entre los shreevs y los drogs es extremadamente delicado. De hecho, la leyenda dice que si un solo shreev es matado antes de que le llegue la hora de forma natural, el equilibrio del jardín será destruido.
—¿De verdad? —preguntó Tash, impresionada—. ¿Es eso cierto?
Sh’shak inclinó su cabeza triangular.
—Es una vieja historia, pero, ¿quién sabe?
—¿Cómo son esos shreevs? —preguntó Zak.
—¿Cómo?, justo como ése —respondió Sh’shak.
Señaló hacia un árbol cercano. Aferrada a una rama alta se sentaba una pequeña criatura oscura.
Justo como la que Zak había matado.