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(Blancas: g5)

Mariano Zapata puso el punto final y se apartó de la pantalla del ordenador echándose para atrás. Suspiró feliz, orgulloso de su obra, pero no perdió el tiempo refocilándose en ese orgullo. Miró la hora, y luego manipuló el teclado para ver el artículo desde el principio. Empezó a leerlo para sí mismo, pero en voz alta. Primero el titular, directo, contundente:

«BAILANDO CON LA MUERTE».

Después los antetítulos:

«Una joven de dieciocho años en coma por el eva», «Las drogas de diseño se disparan entre la juventud» y «Desconcierto médico ante los pocos datos de las nuevas drogas juveniles».

Finalmente, el artículo:

«Tienen entre 13 y 19 años, y son nuestros hijos, los suyos y los de su vecino. Los vemos cada día, sanos, alegres, estudiando o trabajando o luchando por salir adelante, con sus problemas y sus frustraciones, pero llenos de vida y energía, capaces de superar lo que se les ponga por delante. Es difícil imaginarles haciendo algo insólito, algo malo. Y sin embargo, muchos de ellos, al llegar el fin de semana, cambian, se transforman, se abocan al lado oscuro de la existencia. Mientras sus padres están en casa, durmiendo, o fuera, dejándoles solos porque "ya son mayores" o mucho más independientes que nosotros a su edad, ellos, chicos y chicas, son capaces de estar bailando tres días seguidos, sin parar, utilizando todos los medios a su alcance para forzar la máquina, para conseguir que el cuerpo aguante. No hay otra ley. Así es la realidad. Y con su música, mákina, bakalao, el fin de semana se convierte en un largo camino que traspasa todos los márgenes prohibidos, porque lo importante es llegar al lunes y no haber parado, haber vivido la locura total, la evasión máxima, con los ojos desorbitados, la mandíbula temblando y la risa fácil del no poder parar.

»L. S. M. es una de esas chicas. Salió el viernes de su casa para gozar de la vida, y en unas pocas horas la vida le dio la espalda. Una pastilla, un eva, lo que muchos aún llaman éxtasis, le segó la esperanza. Ella, como miles de chicos y chicas en España y en otros países, pagó tan sólo dos mil pesetas por "algo" que le permitiera ver las estrellas. Ahora, en coma, es probable que las vea, y que no le gusten. Su imagen, en el hospital, es estremecedora.

»El cóctel formado por la música discotequera actual y las drogas de diseño tiene atrapados a miles de nuestros jóvenes. El viejo porro parece haber pasado a mejor vida, con los últimos heavys, grunges o pasotas. La coca sigue siendo privativa de la gente guapa que puede pagarla. Por el contrario, las drogas de diseño se han apoderado de esa gran masa formada por los adolescentes ávidos de sensaciones. Son baratas, contundentes, efectivas. Médicamente, se dice que no crean adicción, así que, para sí mismos, no son drogadictos, sólo adictos psíquicos del fin de semana, porque no entienden lo de salir de casa sin "colocarse". Pero ahora que el éxtasis (MDMA) comenzaba a ser conocido, lo que triunfa es el eva (MDEA), del que no se sabe absolutamente nada. Casi el cuarenta por ciento de las sustancias requisadas en nuestra comunidad recientemente contenían MDEA, mientras que sólo en el diez por ciento aparecía MDMA. El éxtasis y sus derivados, antes llamados "la droga del amor", son ahora ya "la droga de la muerte", como todas, porque aun suponiendo que sea verdad que no creen adicción, su uso y más su abuso, son como un billete a Ninguna Parte.

»El manual de drogas de diseño, e incluso el de bebidas utilizadas por nuestros jóvenes, dejaría boquiabiertos a muchos de sus padres o profesores. La Real Academia de la Lengua no tiene ninguno de esos términos en sus vetustas páginas. ¿Habían oído hablar del popperazo? Inhalación de nitritos. Provoca risas espasmódicas e impide dejar de bailar, todo en unos segundos. ¿Saben lo que es un speed? Un combinado de cafeína y anfetamina que se vende en papelinas. ¿Les suena el término Special K? Es una sustancia farmacéutica de uso hospitalario, la ketamina, para anestesias humanas o animales, y sólo se vende con receta. Un botecito cuesta en cualquier farmacia 900 pesetas. Es suficiente con dejarlo evaporar en una sartén, cortar el residuo para que se quede en polvo, y con ello se fabrican las suficientes dosis como para ganar veinte veces la inversión. Dicen que da «viajes» muy fuertes y deja atontado, pero aun así, es la moda, y muy peligrosa ahora mismo. En Estados Unidos se mezcla con cocaína y se llama Special Kalvin Klein. ¿Quieren que siga? Podría hablar del éxtasis líquido y del éxtasis natural, conocido como Paz de Indio (una botellita cuesta 3000 pesetas y dos o tres personas pueden colocarse con ella), y del cristal, del xtc, del Adam, del águila dorada y de muchos otros. Las drogas ya no son cocaína o heroína. El sida ha cambiado muchos de nuestros hábitos. La química nos ha invadido. Lo peor de todo es que los fabricantes las adulteran también continuamente, por lo que los jóvenes a los que van destinadas casi siempre ingieren auténticas bombas de relojería. Ninguna mata de facto. El componente fatal lo pone siempre el receptor, pero basta cualquier anomalía o cualquier casuística desafortunada para desencadenar una reacción química que precipite el fin. Tampoco matan las bebidas, pero ¿pueden imaginarse las reacciones de algunas con nombres tan llamativos como Pepdrink, Flying Horse, Red Bull, Semtex, Take Off, Love Bomb, Explosive, si se mezclan con productos químicos? Un simple dato: la Pepdrink produce un efecto parecido a tomarse un porro con un café puro y muy cargado.

»L. S. M. cayó por un golpe de calor la madrugada del viernes. Esta pasada madrugada, miles de pastillas habrán sido ingeridas por un ejército de acólitos de la noche. El próximo fin de semana sucederá lo mismo. La policía decomisa algunas partidas, pero ya no se trata de drogas duras que llegan de Colombia o Tailandia, ni de hachís procedente de Marruecos. Se trata de laboratorios clandestinos que aparecen en todas partes y que las fabrican sin cesar, llenando el mercado y sobre todo facilitándolas a precios muy asequibles. Nuestros hijos "bailan con la muerte"; ya no es sólo cuestión de divertirse, sino de explorar el lado oscuro de la realidad. La secuela que deje en sus mentes no lo sabremos hasta dentro de unos años, cuando esas bombas de relojería estallen y pasen factura. Entonces, como es natural, será demasiado tarde para actuar. Puede ser una generación sin letra, ni X, ni Z, ni P, o A. Puede ser la generación esquizofrénica. Puede ser la última. Y la habremos creado nosotros, por no abrir los ojos a tiempo.

»L. S. M. tiene 18 años, era campeona de ajedrez, una chica normal, modélica, buena estudiante, con unos padres felices y una hermana pequeña. Tenía novio. Todo eso se ha ido en unos segundos, sólo porque una pastilla se cruzó en su camino. El coma puede ser eterno, llevarla a un rápido y fatal desenlace, o cesar inesperadamente. Pero eso no ocultará la cruda realidad. Como decían los Beatles, los campos de fresas pueden llegar a ser eternos.

»L. S. M. bailó el viernes por la noche con la muerte, y sigue bailando».

Mariano Zapata soltó aire y asintió con la cabeza. Perfecto. Directo a las conciencias.

Periodismo y azote. Le gustaba. ¿Oportunista? ¿Demagogo? ¿Sospechoso? ¿Panfletario? Al diablo con todo. Era una noticia, y sabía cómo tratarla. Fuera cual fuera esa noticia, lo importante era el modo de presentarla, el tono, el envoltorio.

Pensó en el inspector Espinós.

Iba a tener trabajo, mucho trabajo, pero ése era su problema.

—¡En marcha! —dijo poniéndose en pie.

Campos de fresas
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