NOTA PREVIA DEL AUTOR

Precisamente lo conocí en Tijuana. Tenía el mismo aire de haberlo perdido todo y de estar al otro lado de cualquier límite, con un terror lleno de sobresaltos ante la idea de que alguien lo descubriera bajo su disfraz de ser humano.

Había desertado de la guerra de Corea. Era Jack, pero se negaba a decir una palabra de todo aquello que le había ocurrido. A nadie debe importarle su nombre verdadero y yo mismo nunca lo supe, pero era Jack.

Acababa de salir del infierno y, sin embargo, aún no podía salir. Esto finalmente —la búsqueda de una salida— lo resolvió a decirme poco a poco las cosas, lento, con esfuerzo, con dolor. Nada sensacional ni tampoco para una novela: cosas que se han visto simples y triviales en un mundo que parece acostumbrarse cada vez más a la locura.

A Jack no lo volví a ver jamás.

J. R.