PALABRAS FINALES DEL AUTOR
… Y si ya no volví a ver a Jack jamás fue sencillamente porque escapó.
Escapó en ese sentido absoluto en que alguien escapa a un escritor, no porque éste se vea impedido de seguir una pista, recrear situaciones o documentarse respecto a un sujeto humano con quien se encuentre, sino porque Jack no podía permanecer prisionero dentro de un relato novelístico o dentro de no importa qué narración de cualquier género. Su límite era estrictamente real, circunscrito a nuestro encuentro en aquella taberna de Tijuana donde lo conocí. Más allá de esto y de lo que él mismo me contó, era imposible inventar a Jack, trastocarlo, hacerlo seguir uno u otro camino, y mucho menos imaginarle un desenlace de acuerdo con un gusto ni con una tesis preconcebidos.
Ahí estaba Jack, ahí está, sin que yo pueda saber nada de lo que habrá sido su fin, su destino, el derrotero de su vida.
Marjorie y Bob Mascorro —cuyos nombres casi son los mismos que ellos tienen en la vida real— representaron en la existencia de Jack lo único que podían representar, y tampoco el papel que desempeñan en el relato que antecede se desborda fuera de sus límites propios.
Era imposible ir más lejos sin incurrir en una ficción amañada, ajena a los personajes y a sus vidas, con todo lo que esas vidas tienen, en la existencia práctica y concreta, de bondad, de maldad, de grandeza, de perversión, de amor y de odio, y cuya verdad jamás puede traicionarse, en bien de la verdad misma de todos los seres humanos que, a pesar de todo, caminan hacia adelante.
Marjorie y Bob —amigos entrañables con quienes conviví algún tiempo— significaron para mí ese tipo de gentes sanas, limpias, puras en el sentido menos moralizante —o en absoluto nada moralizante— del término, que representan a los millones de hombres y mujeres sobre quienes descansa la tarea de construir un mundo mejor para quienes lo habitamos y para quienes lo habitarán en el futuro. Yo, como camarada de Bob y Marjorie, estaba preparado ideológicamente para recibir, valorizar y agradecer la influencia que sobre mí ejercieron. Jack, a su modo —y lo hemos visto—, también recibió esta influencia, y sin duda el hecho habrá significado algo, si no es que mucho, en el desarrollo de su vida ulterior.
A Bob —cuando este relato llegue a sus manos— quiero testimoniarle el afecto que le guardo por el orgullo que me hacía sentir al tratarme como a uno de sus iguales, como a un buen obrero, cuando incidentalmente trabajamos juntos en el mismo departamento de la fábrica donde él trabajaba entonces, en Pasadena, ciudad de Los Ángeles.