Capítulo 9
YO PRIMERO? —Winnie se puso en pie con las piernas ligeramente separadas. Tenía las manos en las caderas y los hombros desnudos. Al pensar en el beso anterior y cómo ella se había sentido entre sus brazos, Morgan volvió a excitarse.
Sin decir una palabra, Winnie se quitó la falda y quedó solo con el top beige y las braguitas del mismo color.
Sus piernas sorprendentes eran suaves de piel sedosa.
Winnie miró hacia el agua por encima del hombro.
—Nunca antes he hecho esto —dijo débilmente.
Winnie, su Winnie lo estaba enloqueciendo.
—Lo haces muy bien.
Con los labios curvados en una suave sonrisa, la joven se quitó el top. No llevaba sujetador. Morgan vislumbró los pechos llenos y firmes a la creciente luz de la luna.
La presión sanguínea comenzó a martillar en sus oídos, en las extremidades, en las ingles y Morgan experimentó una intensa ola de deseo, como si hubiera vuelto a sus dieciséis años.
El cuerpo de la joven era sensual. Como debía ser el cuerpo de una mujer. Los pechos llenos, las caderas y muslos bien formados.
Esa era Winnie. La mujer con quien había trabajado siete meses y medio. Y nunca había notado cuan sexy, seductora y sensual era su secretaria.
—¿Vienes conmigo? —preguntó ella, titubeante.
—Sí —Morgan empezó a desabotonarse la camisa blanca de algodón con torpeza, todavía arrebatado por la visión de la figura femenina.
—Yo te ayudaré —Winnie se arrodilló junto a él al ver que tenía dificultad con el último botón.
El contempló sus pechos, tan cerca de su cara.
Cielos, sí que la deseaba. Quería tocarla, saborearla, descubrirla.
Hacía años que no sentía esa especie de hambre. Quería apoyar la palma de la mano en sus pechos y luego besarlos. Quería deslizar la mano sobre la piel satinada entre sus piernas y hacer que lo deseara tanto como él a ella.
—Ya está. Ahora podremos ir a nadar —exclamó victoriosa, al tiempo que se ponía en pie.
La luz lechosa de la luna la bañó de pies a cabeza. Sus cabellos brillaron y la piel se tomó luminosa.
Morgan se quitó la camisa y los bermudas color caqui al tiempo que advertía la mirada de Winnie en sus calzoncillos blancos. No había forma de poder ocultar su excitación.
—Ahora me toca a mí tomar la iniciativa —dijo, con la voz enronquecida mientras se preguntaba cuándo y cómo se había operado el cambio en él,
Había elegido a Winnie porque pensó que tendrían una relación sencilla, nada complicada; pero lo que experimentaba en ese momento estaba muy lejos de ser sencillo.
La quería, la deseaba, le importaba.
Morgan tragó saliva. Todo era diferente. Todo estaba cambiando.
Mientras él se desnudaba, ella hacía lo propio con las braguitas.
Morgan gimió al ver la maravillosa curva de sus pechos y las nalgas perfectamente modeladas. Nunca había visto nada igual. En sus veinte años de actividad sexual nunca se había sentido tan excitado, como para llegar a sentir dolor.
Morgan se precipitó hacia el mar. Luego se sumergió y nadó bajo la superficie con fuertes brazadas y enérgicos pataleos para quemar energías.
Tras unos minutos nadó hacia la playa. A mitad de camino se encontró con Winnie que se acercaba pisoteando con fuerza en el agua, con los cabellos mojados y pegados a la espalda.
—El agua está más tibia de lo que esperaba. Está estupenda.
Morgan flotó junto a ella.
—Hace tres años y medio que poseo esta isla y nunca antes había hecho esto.
Winnie se arrodilló en el agua.
—¿Por qué no?
—No lo sé —dijo, mirando su rostro que la luz de la luna hacía parecer más pálido—. Tal vez porque nunca me pareció apropiado.
Los labios de ella se curvaron en una sonrisa.
—¿Y ahora sí?
En ese instante todo era apropiado para él. Durante muchos años de su vida había experimentado la soledad, un claro aislamiento; sin embargo, de alguna manera nunca se sentía solo junto a Winnie. Había algo en ella que hacía que todo tuviera sentido para él. Aunque eso no fuera racional o lógico. Era simplemente una reacción visceral, del corazón. Puro instinto.
Y su instinto nunca se equivocaba.
Sacó un brazo fuera del agua y le acarició suave mente la mejilla.
—¿Es posible que te haya estado esperando?
Ella lo miraba a los ojos.
—Morgan —susurró. Los ojos de Winnie se habían tornado muy verdes, muy intensos—. Morgan. Háblame —susurró, al tiempo que tímidamente su mano le acariciaba un muslo.
Con un gemido, Morgan la tomó de un brazo y la acercó hacia él mientras el agua remolineaba entre sus cuerpos.
Con una pierna rodeó la pierna de ella, sus manos le rodearon la cintura y la ciñó a su cuerpo. Los pechos de la joven se aplastaron contra su torso. Quería penetrar en ella, necesitaba su boca, su cuerpo, todo.
—Morgan —gimió Winnie, al sentir que los dedos de Morgan acariciaban uno de los pezones.
—Eres hermosa, Winnie. Eres la mujer más hermosa que he conocido.
Con los ojos llenos de lágrimas, ella presiono las manos en los hombros masculinos.
—No digas eso. No tienes que decirlo.
—Es cierto.
—Annika...
—No puede compararse contigo —murmuró, mientras que con la palma de la mano recorría un pecho de la joven hasta la clavícula. De pronto, no pudo soportar más y su boca se apoderó de la de Winnie.
Estaba fresca y ardiente, con un sabor dulce y salado a la vez. Bajo la intensa presión de las caderas masculinas, las manos de la joven acariciaron los hombros, el pecho, la espalda de Morgan.
Empujado por el placer que le producían las caricias de Winnie se aproximó a la orilla y ambos se tendieron en la arena mojada, semi cubiertos por el agua.
—Morgan, no sé nada de esto —susurró ella al sentir que los dedos de Morgan acariciaban la suavidad, como pétalos de una sensible flor, sus piernas.
—¿No te gusta?
« ¿Gustar?» pensó Winnie con la cara contra el hombro húmedo de Morgan, presa de una salvaje sensación, como si sus nervios quisieran gritar de placer. El le hacía sentir un deseo desesperado. Quería más y más.
—Creo que me gusta demasiado —gimió, con los labios apretados contra el cuello masculino, cálido y fragante.
Morgan la acariciaba de una manera que le impedía pensar, que le aceleraba la respiración.
El toque de los dedos se volvió más íntimo. Los muslos de Winnie se tensaron al tiempo que abrazaba los hombros de Morgan y le besaba la garganta. Ella había imaginado una relación sexual, pero nunca alga tan seductor como eso.
Los dedos que la palpaban y acariciaban lenta y profundamente le hacían desear más y el placer era tan intenso que se sintió al borde del llanto.
—La playa —jadeó, con las caderas prácticamente selladas contra él—. Vamos... a... la playa.
El tomó en brazos a una Winnie ya totalmente desinhibida. Le parecía natural estar desnuda, excitada y anhelante.
En la playa descubrieron un edredón, toallas y dos albornoces. Las ropas desparramadas habían sido discretamente retiradas.
Morgan movió la cabeza de un lado a otro.
—El señor Foley —murmuró.
—Es muy atento —comentó Winnie, con una leve sonrisa a la vez que luchaba por evitar una risita nerviosa.
—Otra muestra de que mi mayordomo te aprecia —dijo Morgan mientras la tendía sobre el edredón—. Siempre está atento a los detalles.
La tela era cálida, la arena suave e invitante. Winnie se sentía cómoda e invadida por una deliciosa languidez.
—Creo que la palabra apreciar es un tanto exagerada.
Él se arrodillo junto a ella
—Estaba muy preocupado cuando regresé de la boda sin ti.
Ella iba a responder cuando sintió que la mano volvía al fuego de su interior. Cerró los ojos, aspiró el aire sin dejar de pensar que era una hedonista porque nunca en su vida había sentido algo tan placentero y no era capaz de imaginar algo mejor.
Morgan se inclinó sobre ella y, antes de poder comprender lo que intentaba hacer, sintió que la boca reemplazaba a la mano y muy pronto notó que su cuerpo respondía rítmicamente a las caricias, con las piernas temblorosas. El ritmo pronto creó una tensión compuesta de sensaciones que se superponían unas a otras.
—Espera —jadeó ella—. Quiero que estés conmigo.
—Estoy contigo.
—Pero quiero que mi primera vez sea contigo.
—Puede que sea doloroso para una mujer que...
—No me importa —dijo mientras acariciaba la piel suave de la espalda de Morgan—. Quiero sentirte dentro de mí, si tú lo quieres.
Entonces Morgan se tendió sobre el cuerpo femenino y enlazó sus manos con las de ella.
Al sentirlo en su interior, la joven suspiró.
—¿Estas bien?
Ella no pudo evitar una sonrisa. Se sentía perfecta, fantástica.
—Sí, sí.
—No quiero hacerte daño.
—No me haces daño, te siento maravillosamente bien. Además, estaba preparada para ti.
Ella lo sintió sonreír contra su cuello, luego la besó en la zona más sensible detrás de la oreja.
—Tengo que darte la razón en eso.
Lo que siguió a continuación fue algo más allá del tiempo, de las definiciones, de las palabras. El estaba con ella, tan enteramente con ella que sus cuerpos se convirtieron en uno solo. Él la tocaba y se movía con ella como si se hubieran integrado en el aire, en la tierra, en el cielo.
«Hermosa, me siento real y verdaderamente hermosa», pensó Winnie.
La joven se rindió a él y a la certeza de que estar juntos era lo que debía ser. Se rindió a la tibieza, a la caricia, al exquisito placer. Era conmovedor sentir esa unión total, que también era una curación. La ardiente energía era intensa, formidable. Formidable sentirse abrazada, acariciada, amada.
Amada.
Morgan rodó sobre sus espaldas y la tendió sobre él.
—No dejes de moverte. Te gustará —susurró.
Así también estaban juntos, nada era distinto, y mientras ella mantenía el mismo ritmo, de pronto percibió un fogonazo de luz en los ojos cerrados. Un ardiente sol líquido, un sol de verano, un sol rojo y ardiente y a Morgan que la sostenía con fuerza entre sus brazos mientras el ritmo de los cuerpos aumentaba cada vez más.
—Morgan —murmuró ahogada. Incapaz de contenerse un segundo más, con un grito se lanzó al sol.
Ondas de calor, ardientes ondas de luz y placer atravesaron su cuerpo estremecido de pies a cabeza.
—No puedo controlarme más —dijo él, con la voz enronquecida, al tiempo que se separaba de ella.
—Entonces no lo hagas, no tenías que haberte retirado.
El se apoyó en un codo y bajó la vista hacia ella.
Con una expresión suave y preocupada le despejó un mechón y la besó en la frente.
—No sabes cómo lo deseaba, pero no sería justo. No quiero atraparte en el matrimonio.
Ella lo miró al fondo de los ojos mientras le acariciaba la espalda.
—¿Has cambiado de opinión respecto a casarte conmigo?
Él volvió a tenderla sobre su cuerpo y luego recorrió su espalda con una mano.
—En absoluto, mi amor, pero creo que primero necesitas vivir un poco.
Los labios de Morgan empezaban a hacer estragos en su piel. Sus manos trazaban la forma de la columna. El cuerpo de Winnie volvía a estremecerse. ¿Cómo podía hacerle desear todavía más?
—¿Vivir un poco más? —gimió al sentir la boca de Morgan en uno de los pezones. El ardor húmedo de su boca, el movimiento de la punta de la lengua volvía a enloquecerla de deseo. Le dolían las zonas más sensibles y eróticas del cuerpo. Moriría si no volvía a sentirlo en ella.
—Vivir —susurró él. Su aliento refrescaba sus pechos ardientes—. Experimentar. Hacer todo lo que siempre has soñado.
—Pienso... yo creo... —murmuró mientras él la tendía de espaldas y la cubría con su cuerpo.
Morgan le despejó la frente y luego la recorrió suavemente con la mano, con una caricia ligera, atormentadora.
—Pienso que... —Winnie exhaló estremecida al sentir que volvía a penetrarla—, ya lo estoy haciendo. Y así era, pensó al sentir que llenaba su cuerpo y su corazón. Era la experiencia más hermosa que había vivido hasta entonces. Hacer el amor con Morgan era una realidad, mucho más placentera que cualquier cosa que jamás pudiera haber imaginado.