LOS SABERES MEDIEVALES

Arte, cultura y tecnología en la Baja Edad Media

EL FINAL DEL ARTE ROMÁNICO

En la plenitud medieval se manifestó a lo largo y ancho de la Europa cristiana un estilo artístico al amparo de las nuevas órdenes religiosas. Este estilo artístico, denominado arte románico, se evidenció también en la Península Ibérica especialmente entre los siglos X y XIII. Su vinculación a las instituciones eclesiásticas y a la religión nos ha legado un considerable número de edificios, en su mayoría templos, de este estilo.

Desde el siglo X, las singulares características de los reinos cristianos del norte peninsular se habrían ido consolidando en estilo artístico y corrientes culturales más o menos cohesionadas que recibían fuertes influjos desde la vecina Francia a través del camino de Santiago y de otras vías de comunicación. Para cuando llegamos a la Baja Edad Media y antes de la llegada de las primeras manifestaciones del arte gótico por estas tierras, el estilo románico está más que consolidado en la mitad norte peninsular. Es allí, lejos de las zonas despobladas de la meseta castellana o de otras de mayor influencia musulmana, en donde se manifestarán todas las características fundamentales del románico.

Como ya hemos comentado, la religiosidad será la particularidad fundamental del arte románico, siendo monasterios, iglesias y catedrales sus máximos exponentes arquitectónicos. La construcción románica utilizaba fundamentalmente la piedra, tanto en el exterior como en el interior con el uso de muros y pilares extremadamente gruesos. En el interior, no existía mucha luminosidad y la iglesia solía caracterizarse por tener una planta de cruz latina, es decir, si tuviéramos la posibilidad de ver el edificio desde el aire parecería una gran cruz; uno de los ejemplos más singulares es la catedral de Santiago de Compostela.

El arte románico no se circunscribió exclusivamente a la construcción de edificios; en los momentos iniciales del arte gótico, al iniciarse el siglo XIII, muchas eran las manifestaciones románicas que aún circulaban por aldeas, villas y ciudades. Las esculturas son una de las grandes expresiones del románico hispánico, las mismas se realizaban sobre distintos materiales (piedra o madera, por ejemplo) y tenían una clara función religiosa y educadora. En un mundo en el que la mayor parte de la población no sabía ni leer ni escribir e incluso no estaba capacitada para entender el latín, lengua vehicular de la Iglesia por estos momentos, la función de las miniaturas, tallas y esculturas era muy pedagógica.

Las esculturas románicas adornaban altares, portales de templos, capiteles de columnas, claustros o figuras en las que generalmente se representaba a una Virgen o a Cristo crucificado. La pintura románica fue el tercer elemento que dio coherencia a este estilo y se expresaba también en la decoración de miniaturas, en retablos y en pinturas murales. La pintura románica que hemos conservado se hallaba generalmente en el interior de las iglesias, como por ejemplo los ricos restos que adornan el interior de Santa María de Tahull en Lérida o las del Panteón de los Reyes de León. En la pintura románica destacaban los colores vivos, las posturas estáticas de sus representados y también los temas de raíz religiosa.

Como ya hemos indicado, el final del románico coincide con otros cambios sociales, culturales y económicos. Durante los siglos XII y XIII se produce un fuerte crecimiento de las ciudades, en las mismas la concentración de un número mayor de habitantes conllevará la necesaria ampliación de edificios o bien la construcción de otros de mayor amplitud, capacitados para albergar las nuevas necesidades. Así pues, las catedrales se hacen mayores, a la vez que aparecen grandes palacios de mercaderes y burgueses que intercambian mercancías y hacen negocios en nuevos edificios, las lonjas. Con ello, y con los cambios religiosos motivados por la llegada de nuevas ideas en el seno de la institución eclesiástica, en la ciudad se manifestará un nuevo estilo artístico que ejemplifica la potencialidad económica de las ciudades y el poder que en la misma se acumula. Frente a las villas y a los monasterios del esplendor románico se irá introduciendo un nuevo estilo que acabará sustituyendo los recursos anteriormente citados.

EL ESPLENDOR DEL GÓTICO

En el siglo XIII, en la zona central del reino de Francia empieza a desarrollarse un nuevo estilo artístico que progresivamente irá sustituyendo al románico. Este estilo, denominado gótico, estuvo durante mucho tiempo asociado a una cierta concepción que consideraba todo lo medieval como bárbaro y oscuro. Sin duda, esta nueva forma de entender el arte distaba mucho del arte clásico grecolatino, siendo por tanto desmerecido hasta que en el siglo XIX empezó a reconsiderarse positivamente.

¿De qué estamos hablando cuando decimos arte gótico? Varias son las características y los recursos estilísticos que se asocian al gótico. El primer elemento es el uso en arquitectura del arco ojival o arco apuntado, que irá sustituyendo al tradicional arco de medio punto románico y al arco de herradura usado en las zonas de dominación musulmana, utilizados en los siglos anteriores. Además de ofrecer una mayor sensación de verticalidad, el uso de este y otros recursos arquitectónicos va a permitir que poco a poco los edificios vayan ganando en altura. La verticalidad de los edificios góticos es sin duda una de sus características más singulares; la elevada altura de los edificios y el uso de elementos esbeltos como las columnas refinadas han llevado a interpretar a algunos autores que dicha manifestación obedece al deseo de los hombres y mujeres del gótico por elevarse hasta los cielos con sus edificios, hasta el mismísimo Dios al que veneraban mediante este tipo de construcciones. Fruto del uso de este tipo de arcos y de la verticalidad de sus columnas y estructuras, los muros se vaciarán y se sustituyen por ricas vidrieras, cuya decoración evidencia un exquisito gusto. Con el uso de las vidrieras el interior de los edificios góticos se llenará de gran luminosidad.

Si durante las épocas anteriores la población dispersa y los pequeños núcleos rurales habían motivado la creación de pequeñas iglesias y monasterios, la Baja Edad Media supone el triunfo y el auge de las ciudades; en el seno de las mismas comparecerá el edificio gótico religioso por excelencia: la catedral. Estamos en la época de las ciudades y en el nacimiento de las catedrales, las primeras de estilo gótico seguirán el modelo de la basílica de Saint-Denis y el de la catedral de Notre-Dame de París, ambas en territorio franco. Así, a partir del siglo XIII y durante el XIV se empezarán a construir catedrales por doquier en todos los territorios hispánicos. Estos imponentes edificios en muchos casos se alzarán sobre antiguas mezquitas mayores en las principales ciudades o bien se crearán mediante la ampliación de templos románicos que se conservaban. Contamos con excelentes muestras que aún hoy se pueden visitar como las presentes en la Corona de Aragón; la catedral de Palma con su imponente rosetón, vidrieras con forma circular de gran tamaño que generalmente se ponían en los frontales o fachadas principales, uno, si no el mayor, de estilo gótico europeo. También de la misma época y con recursos estilísticos muy similares son la catedral de Santa Eulalia de Barcelona, la catedral de Valencia y la de Tarragona. También contamos con excelentes muestras en territorios castellano-leoneses, algunos de ellos en el camino de Santiago: catedral de León, catedral de San Salvador de Oviedo o la catedral de Santa María de Burgos, todas ellas con obras iniciadas en pleno siglo XIII. El fenómeno también se extendió al reino de Navarra con la catedral de Pamplona y a Portugal, donde destacan la catedral de Guarda o el monasterio de Santa Maria de Vitória en Batalha.

En su mayoría, además de localizar en muchos casos elementos constructivos de épocas anteriores, encontraremos en su interior las características ya comentadas con anterioridad (arcos apuntados, vidrieras y rosetones), debemos añadir las bóvedas de crucería en las que se entrelazan y cruzan varias bóvedas. La arquitectura gótica religiosa se completa con el uso de elementos arquitectónicos exteriores que distribuyen el peso y las cargas del edificio hacia los cimientos como los contrafuertes, así como otros elementos que aliviarán la presión que sufren este tipo de edificios tan grandes y altos.

En las zonas de mayor dinamismo económico de la Corona de Aragón, el estilo gótico acabaría desarrollándose también en la arquitectura civil. En consonancia con lo que ocurría en las mercantiles repúblicas italianas o en Flandes, se construyeron grandes lonjas, edificios en los que se reunían los comerciantes para comprar y vender sus productos. Así, del siglo XV destaca la Lonja de Palma, obra de Guillem Sagrera, cuyo modelo sería utilizado para la construcción de la Lonja de la Seda de Valencia, cuya esplendidez ha sido reconocida internacionalmente. La presencia de grandes mercaderes y burgueses acaudalados en estas zonas permitió también que éstos pudieran destinar parte de sus fortunas a la compra de obras góticas (fundamentalmente pinturas) y trataron además de incorporar elementos del nuevo estilo artístico imperante a sus palacios y casas gremiales. De la misma manera, en Mallorca, Aragón o Cataluña el estilo gótico civil se manifiesta en otros lugares como torres, atarazanas reales e incluso hospitales como el caso de Santa Cruz de Barcelona.

Además de la arquitectura gótica, durante los siglos XIIIXV se desarrollaron elementos góticos en otras artes, como por ejemplo en la pintura, tanto en vidrieras como en retablos. La pintura gótica que comparece en los territorios hispánicos recibió múltiples influencias de Francia, de la península itálica y también de la escuela flamenca que se desarrolla en las florecientes ciudades de Flandes. La pintura gótica introduce importantes cambios estilísticos y muestra un interés especial por transmitir representación con una perspectiva diferente a la anteriormente usada y con gran luminosidad. Su presencia tiene excelentes muestras en las miniaturas pintadas que iluminan multitud de códices medievales, como por ejemplo las presentes en las Cantigas de Alfonso X de Castilla. También al servicio de monarcas o de grandes fortunas tendremos trabajando a grandes pintores de estilo gótico como Fernando Gallego o bien otros venidos desde fuera como el florentino Dello Delli quien trabajará profundamente sus pinturas en la Catedral Vieja de Salamanca. En la Corona de Aragón destacaron —entre otros— el valenciano Luis Dalmau, Jaime Huget o los catalanes Jaume Ferrer, Ramon Destorrents o los hermanos Serra.

Finalmente, indicar que este estilo típicamente bajomedieval se manifestó a lo largo y ancho de los reinos cristianos mediante las esculturas. El arte de modelar piedra o madera nos ha legado excelentes muestras de arte sacro u otros elementos en interiores y exteriores de iglesias, catedrales y otros edificios, de los que deberíamos destacar fachadas, sepulcros esculpidos o gárgolas, todas ellas llenas de simbología y representaciones completísimas.

EL ARTE MUDÉJAR

La peculiar presencia de distintas religiones monoteístas en el territorio hispánico motivó la aparición de expresiones culturales y artísticas singulares; fruto de esta excepcional simbiosis será la aparición de un estilo artístico que entremezcla influencias y estilos de varios lugares. A este estilo artístico se le ha venido llamando arte mudéjar; éste se desarrolla entre los siglos XII y XVI, conociendo durante la Baja Edad Media una etapa de considerable esplendor. Para los historiadores del arte, este tipo de expresiones culturales será fruto de la unión y de la mezcla entre los estilos artísticos que imperaban en el continente europeo y los testimonios artísticos islámicos. El arte islámico es un estilo que podemos considerar genuinamente como ibérico, ya que sus manifestaciones se dan en este territorio.

Durante el proceso de avance y reconquista de los reinos cristianos hacia el sur de la Península Ibérica, son muchos los artesanos y artistas musulmanes que no abandonan sus tierras. Desde los siglos XI y XII, estos autores, geniales algunos, comenzarán a desarrollar un estilo artístico que suponía una mescolanza entre las demandas de obras que tenían y su propia singularidad. Las necesidades del momento motivaron el uso generalizado de alarifes, que eran maestros de obras de origen musulmán, en las obras que se venían desarrollando en las localidades que los cristianos ocupaban. En las nuevas construcciones, serán estos alarifes quienes, con una técnica constructiva basada en el uso del ladrillo, fueron sustituyendo el tradicional uso de la sillería o ladrillería que aún se usaban, con técnicas propias del mundo romano, mucho más lentas y pesadas en su proceso constructivo.

Si bien la arquitectura mudéjar es sencilla en cuanto que utiliza materiales que no son del todo nobles, el uso del ladrillo y las formas ornamentales y decorativas de otros materiales como la madera o el yeso le dará a estos edificios un cierto toque de grandiosidad y originalidad. Este tipo de arte se caracteriza por el uso de elementos constructivos económicos. Entre los mismos, tal y como ya hemos indicado, destaca el uso del ladrillo, yesería, cerámica y madera.

Se considera que los musulmanes fueron los introductores del yeso en la Península Ibérica, aunque se trata de uno de los elementos más antiguos usados en la construcción, no será hasta la llegada de los musulmanes que su uso se generaliza durante el Califato de Córdoba y los reinos de taifas, como se manifiesta por ejemplo de forma abundante en la mezquita cordobesa. Durante el siglo XIII ya se documentan importantes yeserías en el reino de Castilla y León, y a partir de estos momentos, encontraremos el material en múltiples usos, especialmente en la ornamentación de muros, capiteles o arcos.

También el arte mudéjar se caracteriza por el uso de elementos cerámicos en suelos, zócalos e interiores. La producción cerámica procedía especialmente de Valencia, Aragón y Andalucía, y desde allí se exportaba a los centros de consumo distribuidos por toda la geografía. Junto a la cerámica, el ladrillo y la yesería, el último elemento característico y presente en las obras de firma mudéjar será el uso de la madera, especialmente en las techumbres. La madera que se utiliza para las cubiertas será ricamente decorativa y llena de motivos geométricos con figuras y colores hasta el momento casi exclusivos para el arte musulmán.

Estos elementos se asociaron a un tipo de construcción que poco a poco se fue exportando desde la mitad norte peninsular hacia el este y el sur del territorio. De las expresiones arquitectónicas mudéjares podemos destacar varios tipos. Aquellas que podríamos considerar como obras de «arte menor», por su tamaño que no por su trascendencia, entre las que se encuentran las producciones en orfebrería, alfarería, cerámica o trabajo en piel. En segundo lugar, debemos destacar los ejemplos que la arquitectura militar mudéjar nos ha legado hasta nuestros días, como el imponente castillo de Cosa en Segovia, construido en el siglo XV y con ciertas influencias góticas, o la Puerta del Sol de Toledo concluida un siglo antes.

Sin duda alguna, el período que comprende los siglos XIV y XV y el que hace referencia a la arquitectura civil es el que nos ha legado mejores ejemplos arquitectónicos de este estilo. Las expresiones y las obras mudéjares aragonesas reconocidas hoy como Patrimonio de la Humanidad son una buena muestra de ello. La torre, el cimborrio y la techumbre de la catedral de Santa María de Teruel serán quizá los elementos más reconocidos, sin desmerecer el palacio de la Aljafería de Zaragoza o la torre mudéjar de Utebo en la misma provincia. También destacan las realizaciones en Andalucía, en los Reales Alcázares de Sevilla o la Casa de la Madraza de Granada, primera universidad con la que contó la ciudad. El arte mudéjar también está en multitud de edificios civiles y religiosos, entre los que destacan por su decoración y ornamentación iglesias, catedrales o incluso sinagogas como las de Toledo o Córdoba. Pese a estas magnas manifestaciones, el arte mudéjar también ha dejado otras innumerables muestras de sus edificios en muchos lugares de Andalucía, Aragón, Castilla y reino de Portugal.

MÚSICA, BIBLIOTECAS E IMPRENTAS

Además del nacimiento de las universidades y de las expresiones artísticas más señaladas y reconocidas del final del mundo medieval, contamos también con un buen número de expresiones culturales mucho menos conocidas por el público general. Quizá las de mayor trascendencia sean los primeros ejemplos de literatura en lenguas vernáculas. Las lenguas romances, aquellas que evolucionaron del latín vulgar hasta originar la creación del gallego, catalán, portugués o castellano, empezaron a manifestarse en formas escritas. Las instituciones de la época, fundamentalmente la monarquía, constataría la necesidad de acercarse a su pueblo a través de la lengua. La gran mayoría de las personas ya no entiende el latín y se manifiesta de forma oral en unas lenguas que en estos momentos empezarán a desarrollar textos escritos: narrativa, poesía o crónicas históricas en las que se alaba a sus monarcas. La gran mayoría de las lenguas de este momento evolucionaron y continuaron hasta la actualidad. Otras, sin embargo, desaparecieron como el mozárabe, que era la lengua que hablaban los descendientes de los cristianos que aún vivían en zonas bajo dominio musulmán. De las mismas, apenas se conservan unas pocas composiciones poéticas.

En una línea muy cercana, nos encontramos con la música medieval. Durante casi toda la Edad Media, se había desarrollado un tipo de música que podríamos calificar como culta, música principalmente religiosa y cuyo uso se extendía en ceremonias y actos. Los cantos monásticos de la época eran el ejemplo más característico. Este tipo de canto, fundamentalmente los cantos gregorianos, se utilizaba casi de forma exclusiva en la liturgia religiosa. De la época, se conservan múltiples códices que contenían canciones, como los cantorales, de grandes dimensiones y con ricas ornamentaciones. Buen ejemplo de ello podrían ser algunas partes del Códice Calixtino compostelano o el Llibre Vermell de Montserrat.

Frente a ello, en la Baja Edad Media comparecen otras expresiones musicales que situaríamos fuera de estos ámbitos religiosos. Por ejemplo los trovadores, que eran una especie de cantautores de la época, cuyas canciones versaban sobre temas variados, aunque en su mayoría nos hablaban del amor, de los caballeros y las damas o de la política. Algunos de estos trovadores llegaron a hacerse un nombre entre las cortes del momento como el catalán Guillermo de Berguedá o el gallego Martín Codax. Algunas de estas aportaciones fueron recogidas en cancioneros que reciben el nombre de cantigas; de entre las más famosas que aún se conservan destacan las Cantigas de Santa María de la corte castellana.

En un ambiente mucho más informal nos encontramos con los juglares, auténtico entretenimiento de las clases populares. Éstos, además de divertir a su numeroso público con sus canciones de amor o de humor, combinaban los cánticos con otros entretenimientos artísticos. Cuando no cantaban, hacían de equilibristas, de domadores o de saltimbanquis. Solían actuar a cambio de comida o de un poco de dinero, migrando de villa en villa para ganarse el sustento. Eran tan afamados como criticados por las instituciones religiosas, quienes veían en sus —en ocasiones obscenos— espectáculos un mal ejemplo para la moral. De los instrumentos musicales del momento, destacan los órganos para los cantorales religiosos, mientras que los trovadores y juglares salen representados en las pinturas de la época con dulzainas, guitarras moriscas y tamboriles. Algunos de ellos son instrumentos que se siguen utilizando en la actualidad.

Durante los siglos anteriores, los monasterios se habían manifestado como el principal foco de creación cultural. En el seno de los mismos se habían conservado manuscritos y copias de autores clásicos, dando lugar y origen a grandes bibliotecas monásticas. Este furor por conservar obras y textos también afectó a las cortes de algunos monarcas, quienes además de rodearse de grandes asesores, impulsaron estudios, la conservación de textos y la edición de nuevos. En el entorno del nuevo sujeto histórico que emerge en los siglos bajomedievales, la ciudad, comparecen las catedrales. Las catedrales serán un nuevo centro educativo y religioso de primer orden, en el seno de las mismas se desarrollarán las escuelas catedralicias o episcopales, junto a las mismas pequeñas bibliotecas. La gran mayoría de las escuelas catedralicias acabarán convirtiéndose en «Estudios Generales», sus bibliotecas serán un paso obligatorio para todo estudiante que se precie.

Desde los siglos XII y XIII, con la creación y la consolidación de estudios superiores en las futuras universidades y conforme las ciudades se hacen más grandes, el patrimonio cultural dejará de estar monopolizado por los monasterios. En las urbes, las nuevas instituciones educativas empezarán a demandar libros, códices y manuscritos. Los copistas eran los encargados de reproducir palabra por palabra y hoja por hoja cualquier texto. El método era muy lento y costoso, por lo que las copias que se realizaban eran muchas menos de las deseadas. Pese a ello, durante la Baja Edad Media también existían autores u obras que hacían las delicias de los lectores y que eran muy demandadas. En ocasiones, si la copia era muy cara por la extensión de la misma o por la limitación del pagador, los encargos podían reducirse a fragmentos o piezas del texto de aquellas partes que podrían interesar más.

Con el paso del tiempo, las grandes familias burguesas de las ciudades empezaban a enviar a sus hijos a las universidades y se hacían con copias de obras de reconocido prestigio. Con las mismas se formaban y creaban verdaderas bibliotecas privadas. Conocemos también algunos inventarios de bibliotecas privadas conservadas en la España medieval; a través del testamento de sus propietarios se evidencia en las mismas una presencia muy activa de libros religiosos, filosóficos o científicos, según sus propietarios, además de demostrar una presencia activa de copias de obras clásicas del mundo grecolatino.

En el siglo XV contamos también con un nuevo elemento fundamental para la difusión cultural, la imprenta. El uso de la imprenta en la monarquía de los Reyes Católicos fue más que considerable. A finales del siglo, éstos se esforzarán en atraer a impresores de diversos lugares mediante la concesión de privilegios. Este nuevo sistema de reproducción de obras permitía realizar copias de originales en un espacio de tiempo mucho más breve y con un coste económico menor. Hasta el momento, los monasterios, iglesias, cortes reales y universidades debían hacerse con ejemplares mediante el sistema de copia única. Este sistema, como ya hemos indicado, consistía en la fiel reproducción del original, de la mano de uno o varios copistas, alargando en el tiempo la entrega del mismo, posibilitando la existencia de errores y generando un sistema extremadamente caro.

Hoy parece bastante claro que a mediados del siglo XV, J. Gutenberg creó la primera imprenta con tipos móviles en el centro del continente, en Maguncia. El hallazgo suponía toda una revolución. En 1456 se ponía a la venta la primera Biblia impresa. En apenas unos años, el invento se había difundido por todos los lugares; en el 1472 se imprimió en Segovia el Sinodal de Aguilafuente, el primer libro impreso en España. En 1474 sale a la luz Les trobes en lahors de la Verge Maria, primera obra impresa en lengua catalana, y apenas tres años más tarde, la Biblia valenciana. En poco tiempo, en casi todos los territorios peninsulares y en Mallorca se establecían imprentas que seguían el modelo de la creada en Maguncia.

La imprenta se convierte en los siglos XV y XVI en un método fundamental para la difusión de las nuevas ideas artísticas, culturales y filosóficas que recorren Europa. Así por ejemplo se permitió la expansión y la llegada del Humanismo, un nuevo movimiento cultural que —inspirado en la Antigüedad clásica— situaba al hombre en el centro del universo, capacitándole para cualquier creación. Desde un primer momento, la imprenta se usará en España para difundir obras de diversos autores, también para homogeneizar las lenguas existentes, como es el caso de la Gramática castellana de Antonio de Nebrija editada en el año 1492. Las consecuencias de la llegada de la imprenta fueron múltiples y evidentes. Desde la divulgación de nuevas ideas por diversos territorios, y la difusión por escrito de las nuevas lenguas, hasta la proliferación de bibliotecas y una mejor transmisión de las obras.

INGENIOS Y AVANCES DEL MUNDO MEDIEVAL

Pese a lo que algunos han pretendido extender, el mundo medieval es una etapa de avances y descubrimientos científicos. Muchos son los utensilios y los ingenios que se desarrollan en esta época. Sin duda, en los reinos cristianos medievales se acaban generalizando los progresos tecnológicos y la ingeniería desarrollada en al-Andalus. En este sentido, en los valles del Guadalquivir, en el Ebro y en las zonas del litoral levantino se extienden artilugios y técnicas andalusíes sobre la recogida, el transporte y el almacenaje del agua. Esta serie de progresos son fundamentales para la gran expansión agrícola que se produce en los siglos XII y XIII. De entre las múltiples aportaciones que se realizan en esta época debemos resaltar algunas de ellas por los cambios que suponen.

Durante estos siglos, se consolida la introducción de plantas nuevas que mejoran también la alimentación y su variedad. De este modo, el cultivo de arroz se va haciendo cada vez mayor, a la vez que se consolida una cantidad importante de frutales, higos, uvas o berenjenas entre otros. A ellos, hay que sumarle los aportes que se realizan en las técnicas de cultivo o en los sistemas de abonos naturales, injertos o selección de semillas. En la roturación del campo mediante el arado también se habían ido sustituyendo los pesados y lentos bueyes por caballos mediante la adaptación de las colleras. También, se sustituye en las zonas agrarias peninsulares la hoz por la guadaña, mucho más cómoda en el uso y cuyo mayor tamaño facilitaba el trabajo en la siega de una superficie diaria mayor.

Otro de los aportes fundamentales del momento es la noria, esta máquina favorecerá la explotación de pozos en las zonas más áridas de la España medieval. Mediante unos sencillos artilugios para la extracción de agua, que consiste en un sistema de poleas y cubiletes que giran normalmente mediante tracción animal, se consigue extraer agua de los pozos para el consumo humano y para el regadío. Las norias, presentes casi desde los inicios del mundo medieval en las zonas musulmanas, acaban por extenderse por todos los territorios, facilitando de este modo el riego y la cosecha. Las norias del momento solían ser de madera; con el tiempo y con las mejoras en la metalurgia, acaban por desarrollarse norias mucho más grandes y de mayor capacidad con piezas metálicas. El «molino hidráulico» es una de las grandes innovaciones más importantes de la Edad Media. Hasta el momento para moler se utilizaban los molinos de tipo manual, consolidados durante la época romana; éstos no tenían un diámetro muy grande y permitían una gran maniobrabilidad sin necesidad de moverse. Durante la Baja Edad Media, estos molinos se combinaron con otros con tecnología ancestral como los de época neolítica que consistían en el uso de una piedra fija y otra móvil para moler el grano. Además de los molinos hidráulicos, durante el mundo medieval se utilizaron los denominados «molinos de sangre» que usaban animales para sus movimientos, o los «molinos de viento», cuyas aspas movidas por el viento promovían un sistema de poleas que hacía mover varias piedras y permitía la molienda o el prensado de los materiales. El «molino hidráulico» fue perfeccionado durante la dominación musulmana de al-Andalus; éste permitía el uso del agua para mover grandes norias, lo cual permitía generar un movimiento que se usaba, bien para subir agua salvando así grandes obstáculos o bien para la muela de grano.

El uso del molino medieval era bastante frecuente, ya que era fundamental para la molienda del grano y la consecuente elaboración de harinas alimentarias. El uso solía estar fiscalizado y debía pagarse por el servicio del mismo. Con el paso del tiempo y con el crecimiento de las ciudades, en el siglo XV también se permitió su uso con fines de carácter militar, permitiendo el asedio de burgos y ciudades o bien para elevar o bajar puentes de madera levadizos. Las técnicas usadas en el mundo medieval en el ámbito agrícola eran bastante eficientes. Sólo la mecanización de las tareas agrarias con la industrialización y el uso de productos químicos en el siglo XIX permitieron superar una tecnología que se usaba y usa incluso en la actualidad.

Al margen de estos avances en el campo, en el ámbito de la navegación, los siglos XII-XIV también suponen una etapa de grandes innovaciones técnicas. Hasta el momento, los instrumentos esenciales utilizados en la navegación se basaban fundamentalmente en la observación de las estrellas mediante lunarios y tablas astronómicas. En la época bajomedieval se introducen en el mundo hispano avances técnicos de considerable impacto. Entre los mismos se encuentra la brújula; su aparición en Europa consolida las exploraciones comerciales y marítimas. De origen chino, la brújula llegará a la Península Ibérica y al archipiélago balear en el tránsito de los siglos XII al XIII a través de la ruta de la seda que conectaba la lejana Asia con los grandes circuitos comerciales de Oriente Próximo y del Mediterráneo. Este instrumento facilitó sobre todo la ubicación de los barcos en el mar con respecto al norte, lo que facilita siempre el rumbo que llevaba o que debía tomar una embarcación.

Las primeras brújulas que empiezan a utilizarse en la navegación medieval son bastante rudimentarias. Consisten en el uso de una especie de aguja de magnetita, una piedra imantada, que con sus propiedades y sobre madera permitía la búsqueda de la orientación deseada hacia el polo magnético. La brújula en navegación se usaba ocasionalmente para rectificar rumbos. Con el tiempo, empezaron a construirse con mayor delicadeza y decoración. Además, también se perfeccionó el uso del astrolabio (un instrumento que representaba las principales estrellas), se generalizó el uso de la rosa de los vientos y también proliferaron las cartas de navegación, permitiendo perfeccionar el rumbo a tomar.

Junto con la agricultura y la navegación, el otro gran sector que conoce grandes avances técnicos en esta época fue la industria militar. La guerra es y ha sido uno de los elementos más caracterizadores del mundo medieval, recordemos que hay una parte muy significativa de la sociedad que se dedica a ella. Los guerreros o bellatores hacen de la guerra su modo de vida, pues además de ser su oficio, forma parte de la inmensa totalidad de sus acciones diarias. Recordemos que los siglos anteriores son los años de la caballería y del ideal caballeresco, donde se entremezclan las historias de honor, el valor y el amor cortés. Junto a ellos, los nobles caballeros de los relatos de la época, también comparten espacio los grandes avances técnicos que se producen en las armas del momento.

Quizá, las armas de proyectil sean las que conocerán una mayor presencia. Su utilización está presente en múltiples representaciones artísticas o literarias de la España medieval. El lanzamiento de proyectiles en enfrentamientos militares ya se usaba desde época clásica; pero en estos momentos, hacen aparición —entre otros— las ballestas. La ballesta, conocida en tratados bélicos desde hacía siglos, llegará hasta la Península Ibérica a través de las Cruzadas y de los mercaderes de la época. Cabe recordar que este tipo de armas no eran exclusivas de uso militar. Los reyes y la nobleza del momento solían ser muy aficionados a la caza, y en ella, solían mostrar sus mejores armas y los caros artilugios con los que se hacían. Junto con algunas armas y con la evolución de la caballería hacia armaduras completas, la gran novedad que revoluciona la guerra a finales de la Edad Media será la pólvora. El invento de la pólvora, una explosiva mezcla de carbón, azufre y potasio, se atribuye —como otros tantos— a la civilización china, y su uso por parte de las monarquías y los ejércitos de los reinos hispánicos es fundamental a fines del medievo y se muestra especialmente eficaz en la conquista de América. Sin duda, el uso de las armas de fuego modificará las guerras del momento y del futuro, pues su efectividad supera con creces la habilidad y la ferocidad del combate cuerpo a cuerpo mayoritario hasta entonces.

Estudios, enseñanza y universidades medievales

Salvo excepciones, durante la Edad Media, la gran mayoría de la población era analfabeta. La incapacidad de leer y escribir que tenían la mayor parte de las personas era un gran hándicap que les impedía avanzar socialmente. Desde pequeños, la gran mayoría de los niños y niñas ayudaban a sus correspondientes familias en las tareas cotidianas. A la familia le correspondía la transmisión de las enseñanzas y costumbres sociales. En las mismas, se enseñaban tareas y funciones según el sexo o la edad de los infantes. En muy pocos casos, los niños aprendían a leer o a escribir, pues ni sus futuros oficios, poco cualificados, ni sus padres les ayudaban en la tarea.

En determinados casos, algunas familias que se lo podían permitir, enviaban a algún hijo —fundamentalmente varones— al aprendizaje de un oficio. Entre los maestros de oficio y los padres se firmaba un contrato de aprendizaje. Mediante el mismo, algunos llegaban a aprender a leer y a escribir; por lo general las labores artesanales y las artes del comercio conllevaban el dominio y el uso de las matemáticas y la escritura. El maestro, además de transmitirle sus conocimientos como vidriero, carpintero, sastre u otras labores, se convertía en la práctica en su tutor adoptivo, ya que además de su manutención se encargaba de los ropajes y de sus necesidades más básicas.

Las gentes del mundo bajomedieval, pese al alto índice de analfabetismo, no eran del todo ajenas al mundo del conocimiento o de la cultura. La oralidad fue el principal mecanismo de transmisión cultural, o lo que es lo mismo, se transmitían historias, fábulas, cuentos o costumbres a través de la comunicación oral. No era tampoco extraño contar con la presencia de trovadores o de juglares, personas que se dedicaban a entretener con sus historias a chicos y mayores y que transmitían de generación en generación el saber popular. Existió una cultura popular durante estos siglos que en muchos casos se ha podido conservar y que hoy es parte del patrimonio de muchas de las fiestas y costumbres locales.

En una sociedad en pleno proceso evolutivo, mayoritariamente rural y cuyas actividades agrarias no demandan el uso o el aprendizaje de la escritura, pocas son las personas que desde pequeñas se introducen en el arte de escribir. En estos momentos, las enseñanzas de las letras están en manos de las instituciones religiosas. La enseñanza de los textos sagrados, cristiano, musulmán o judío, permite que un reducido número de personas accedan a la lectura. Los detractores del mundo medieval difundieron durante mucho tiempo la idea de que durante la Edad Media se habían perdido los valores del mundo clásico. Las historias, conocimientos y autores griegos y romanos no abandonaron los territorios hispánicos en esta época. En muchos casos, buena parte de su conocimiento se recluyó en monasterios, mientras que otra parte la conservaban sabios en escuelas judaicas o bien se perpetuaban mediante los matemáticos, físicos y astrónomos andalusíes. En cierta medida, durante los siglos XIII-XV todo este dominio de la cultura que se ha conservado en estas instituciones religiosas sufrirá cambios. Hay varios factores que influyen en la difusión cultural del mundo bajomedieval. Por un lado, comparece un grupo muy importante de personas que leen y escriben y que no forman parte del clero o de la Iglesia: son los denominados laicos. Los laicos son personas creyentes pero que no forman parte de ninguna institución religiosa, por ejemplo no son sacerdotes ni miembros de órdenes religiosas. En muchos casos, forman parte de las nuevas familias aristocráticas y de la incipiente burguesía de las ciudades, familias con un gran poder adquisitivo y que ahora ansían adquirir grandes conocimientos culturales y artísticos. De la misma manera, la transmisión del saber cambia de forma determinante en esta época, ya que se consolida el nacimiento de una nueva institución que será la que, a la postre, sustituya a los monasterios como centros culturales: la Universidad.

Como hemos comentado, hasta los siglos XII y XIII, los focos de creación cultural estarán íntimamente ligados al clero y a sus instituciones. De este modo, durante los siglos anteriores se habían consolidado las denominadas escuelas monásticas. Las escuelas monásticas adscritas a un monasterio y las que dependían de la sede de un obispo, llamadas episcopales, fueron las instituciones educativas superiores más importantes hasta el momento. Éstas estaban dirigidas y encaminadas al estudio de los asuntos y tratados religiosos. En ellas se estudiaba en base a un modelo de instrucción similar al del mundo clásico. En las escuelas monásticas los alumnos aprendían las denominadas «artes liberales», mediante su enseñanza y aprendizaje se aseguraba que los asistentes a las escuelas monásticas tuvieran todos los conocimientos básicos necesarios para dedicarse a la institución religiosa. En ellas, se estudiaba el trivium (retórica, gramática y dialéctica) y el quadrivium (aritmética, música, astronomía y geometría). Era la base fundamental para introducirse posteriormente en los estudios religiosos o teológicos.

Al amparo del crecimiento económico de los siglos XII y XIII, y también a imitación de instituciones educativas que habían existido en épocas anteriores, por ejemplo durante la época de Carlomagno en el centro de Europa, empiezan a desarrollarse y a dotarse económicamente los denominados Studium Generale o «Estudios Generales». En España, los «Estudios Generales» nacieron en estrecha relación con las instituciones religiosas pero también con la corte de nobles que rodeaba al monarca. Ambos, nobleza y corona, también ansían desarrollar instituciones educativas en las que formarse y mejorar sus conocimientos. El modelo a imitar es el desarrollado en la ciudad italiana de Bolonia, famosa por sus escuelas de Derecho y Humanidades.

En estos momentos ya se han instituido las primeras universidades europeas; la citada Bolonia, junto con Oxford y París, conformarán un nuevo modelo de estudio que contará con importantes patronos privados, lo que la alejará cada vez más de la Iglesia. El primer centro universitario medieval de la Península Ibérica parece que fue el Studium Generale de Palencia. Este centro fue inaugurado durante el emergente reinado de Alfonso VIII de Castilla y auspiciado por las autoridades religiosas del momento. La institución palentina está considerada una de las universidades más antiguas de la Europa cristiana y su fundación se sitúa en el año 1212, aunque con antecedentes unos años antes en la escuela catedralicia de la ciudad. La Universidad de Palencia parece que no tuvo una vida muy larga, pronto entraría en decadencia y acabó por desaparecer.

La desaparición de centros de instrucción superiores generalmente obedecía a la falta de patrocinio económico, pues su mantenimiento era costoso y no siempre contaba con portentosos patronos. Después de la crisis de la Universidad de Palencia, se crearon otros centros universitarios en la Corona de Castilla que lograron atraer a estudiosos y docentes de diversos lugares. Éste fue el caso de la Universidad de Salamanca, creada en el año 1218 cuando el monarca elevó las escuelas de la catedral salmantina al rango de «Estudio General», poniendo así la primera piedra de esta universidad. La institución de Salamanca también acabó dando origen a mediados de siglo a la Universidad Pontificia de la misma ciudad, un centro de instrucción universitaria bajo el auspicio y el control de la Iglesia. A mediados del siglo XIII también se había creado la Universidad de Valladolid que sustituía a la desaparecida de Palencia en el ámbito castellano-leonés. Antes de finalizar el siglo XIII, se creará en el año 1293 el Studium Generale de Alcalá de Henares, embrión de dicha universidad. En Portugal surgieron a fines del siglo XIII los Estudios de Coimbra y Lisboa, y en la Corona de Aragón, el primero fue el de Lérida (1300). De este modo, poco a poco, en casi todos los reinos se formaban instituciones que regían las enseñanzas superiores y que eran y son el origen de las universidades.

También, la civilización musulmana presente en la España medieval conocerá en sus últimos siglos de existencia una etapa de gran esplendor cultural. Las escuelas coránicas y las mezquitas, además de ser centros religiosos, se convierten en centros educativos y de estudio de primer rango. De la misma manera, muchos maestros, especialistas en geometría, astronomía o en otras ciencias, muestran sus saberes en casas o en centros de estudio. En muchos casos, estas personas de gran prestigio acababan configurando en torno a su figura escuelas de gran tradición. Para el estudio de la religión se acudía a la mezquita, pero a finales del mundo medieval, la ciencia —al igual que en el mundo cristiano— acaba haciéndose con espacios especiales en los que debatir e impartir sus cátedras. Asociadas a las mezquitas, e incluso compartiendo sus espacios, surgen las llamadas madrazas, como centros de enseñanza superior en el mundo musulmán. Las madrazas se desarrollan en torno a lo largo de densos debates religiosos que se producen en el seno de las mezquitas. Entre los siglos XIII y XV, algunas de las mismas se han consolidado y suponen un nuevo espacio muy importante en el desarrollo cultural andalusí. Así, además de impartir conocimientos religiosos, proliferan los textos y los autores que hablan y enseñan las principales ciencias, donde se estudia a grandes autores o donde se debaten obras literarias o de historia. Entre las madrazas del momento destacó la de Granada, en la que se impartía medicina, derecho y matemáticas fundamentalmente. Aunque también destacarán otras que se instalaron en ciudades como Ceuta, Málaga o Sevilla. En algunas de éstas se formaron grandes intelectuales de la época como el polifacético Ibn-Jaldún o el poeta granadino Ibn al-Jatib, cuyos textos aún hoy decoran algunas de las paredes de la Alhambra. Al-Jatib dejó en el templo, como testimonio, varios textos en los que parecía preconizarse el fin del mundo andalusí: «éramos el sol de la gloria; pero ahora este sol ha desaparecido, y todo el horizonte se conduele de nosotros. ¡Cuántas veces la lanza ha derribado al que lleva la espada!».

Por otra parte, es muy poco lo que conocemos sobre la organización y la disposición de los centros de enseñanza superior en las aljamas hebraicas durante la época bajomedieval. Sabemos que en los barrios habitados por judíos que contaban con un tamaño considerable, se formaron —adjuntas a la sinagoga— escuelas rabínicas. Esta institución y los habitáculos que estaban en su entorno solían utilizarse para los estudios comunitarios o para reuniones de la comunidad. Las enseñanzas que se impartían en su seno estaban relacionadas con los textos sagrados y con sus memorizaciones. En las mismas se enseñaban a los niños los principales fundamentos religiosos, así como las tradiciones comunitarias. Esta minoría mostraba una gran voluntad por hacer conocer a los varones tanto la tradición como la lengua hebrea. En la mayoría de las escuelas rabínicas parece que se enseñaban y debatían temas religiosos relacionados con los escritos sagrados, con la mística medieval o con la cabalística. La cabalística se desarrolla en esta época y consiste en el debate y en la búsqueda del mensaje que transmitían sus textos religiosos. Para los estudiosos de la cábala, los textos sagrados judíos, que están recogidos en los primeros cinco libros de la Biblia, esconden una «verdad» que iría más allá de lo que podríamos interpretar con una simple lectura. También, en el seno de la comunidad judía tenemos constancia de la presencia de personas que se dedican a la educación y a la transmisión de saberes. Esta docencia se realizaba en escuelas rabínicas o bien mediante la enseñanza de oficios y saberes no exclusivamente religiosos. En este sentido, entre los siglos XIII, XIV y XV, destacan muchos oficios en el arte de la medicina, la cartografía o la astronomía, conocimientos que transmiten desde sus propios talleres a sus alumnos.

Los viajes y la conquista de los mares

VIAJAR Y MERCADEAR POR LOS CAMINOS MEDIEVALES

Emprender un viaje en la España medieval entrañaba todo tipo de dificultades. El desplazamiento de mercaderías o de personas en la Baja Edad Media era dificultoso. La ausencia de ríos navegables importantes era la tónica habitual; la peligrosidad de algunos caminos o la complejidad de movimientos de un territorio extremadamente montañoso eran dificultades añadidas.

La Península Ibérica había desarrollado una amplia e importante red de caminos, vías y calzadas. La extensa red de calzadas de origen romano se encontraba en muchos casos semiabandonada o en condiciones pésimas. Sólo en los territorios andalusíes y en zonas de comercio litoral parecían haberse conservado medios de transporte medianamente eficientes. De al-Andalus, por ejemplo, conservamos tratados sobre caminos que nos describen una amplia y compleja red viaria que unía las principales ciudades o medinas. Durante la Alta Edad Media y la Plena Edad Media, los amplios e intensos despoblados existentes en los reinos cristianos no acababan por animar a los monarcas a mejorar dichas vías.

El aspecto de las calzadas en la Baja Edad Media sería muy similar al de los caminos vecinales actuales, con pavimento de tierra y con empedrado en las zonas de mayor afluencia de gentes y de mercancías (cerca de las ciudades o en los mercados importantes). Los relatos de la época evidencian también el mal estado de algunos de estos caminos llenos de baches y otros desperfectos por el uso o las inclemencias meteorológicas. Los socavones y agujeros solían cubrirse con broza, ramas o tierra, para así facilitar el tránsito de carros.

Viajar en el mundo medieval era incómodo, caro y peligroso. Pese a ello, los testimonios conservados dan una idea de la gran movilidad que tenían algunas personas. Algunos autores se han atrevido incluso a realizar una radiografía que nos ofrece una imagen del viajero medieval. En su mayoría se trataba de comerciantes que iban y andaban de un lugar a otro o bien de peregrinos que se dirigían a lugares para venerar reliquias famosas, como es el caso del camino de Santiago.

Durante los siglos XI-XII la ciudad de Santiago de Compostela se había convertido en uno de los principales destinos de los peregrinos cristianos. Junto a Roma, Jerusalén y Aquisgrán, Santiago de Compostela se convirtió en una referencia para viajeros cristianos de todos los lugares. La peregrinación a Santiago tenía por objetivo venerar las reliquias del apóstol que daba nombre a la ciudad y al que se le atribuye la cristianización de la Península Ibérica. Al inicio de la Edad Media, se difunde la idea de que fue enterrado por esas tierras tras su misión evangelizadora y que los restos se encuentran bajo la catedral de la ciudad compostelana. Con el paso del tiempo, se establecerá una ruta de peregrinación que finalizará en la catedral de Santiago de Compostela y que será fundamental para el desarrollo urbano y económico del norte peninsular en los siglos XII-XIV. Para cubrir las necesidades del gran número de viajeros que se dirigen hasta la ciudad se ponen en marcha muchas iniciativas. Se constituyen nuevos caminos, se crean pequeños negocios, hospedajes, iglesias y todo tipo de utilidades. Estas construcciones contarán con el beneplácito de los monarcas, quienes eximen de peajes a los peregrinos y garantizan la seguridad de los viajes con su intervención. El camino de Santiago se promocionará en la época contando incluso con un texto de oraciones e himnos religiosos en el que además se explican sus etapas. Es el Códice Calixtino, célebre manuscrito que se escribió por esta época y que ayudó a difundir el peregrinaje compostelano, y que se completaba con otras obras como la Historia Compostelana que difundían la historia de la ciudad.

En esta época, la gran mayoría de las personas se movían a pie, pues mantener un mulo, caballo u otro tipo de animal suponía un coste económico que muy pocos podían permitirse. Las representaciones artísticas nos ofrecen múltiples imágenes de viajeros del mundo medieval, con sus típicos atuendos que incluyen largos mantos para soportar el frío, hombros de grandes dimensiones para el sol y la lluvia y bastones o cayados con los que apoyarse y, por qué no, defenderse.

En su conjunto, las comunicaciones terrestres en el interior de la Península Ibérica mejoraron. Las mejoras técnicas en el campo de la construcción permitieron por ejemplo ejecutar nuevos puentes y la restauración de calzadas de origen romano, o bien poner en marcha nuevas rutas en función de las necesidades del momento. También los sistemas que se usaban para moverse en la España bajomedieval se beneficiaron de las mejoras en los atalajes y útiles que se usaban en los animales de transporte, facilitando el uso de carros cada vez más veloces y seguros. Prácticamente, a partir de los siglos XI-XII, se empieza a generalizar el uso de estribos o herraduras de clavos, lo cual permitió mejorar las monturas en caballería militar y en el transporte. También la eficacia de los equinos se acentuó con la difusión de las espuelas y del collar rígido, cada vez más presentes en esta época.

El avance cristiano por la Península Ibérica y las necesidades de movilizar a grandes contingentes militares en un tiempo breve fueron factores que acabaron facilitando la recuperación y la construcción de vías de comunicación más prácticas. A partir del siglo XIII, con la consolidación también del Honrado Consejo de la Mesta, se crea una extensa red de caminos para facilitar la movilidad del ganado del norte al sur, salteando las grandes dificultades orográficas que en determinados casos podrían localizarse. Los monarcas, principalmente los aragoneses y castellanos, establecieron legislaciones que atendían a la necesidad de crear caminos, de dotarlos de protección, así como la obligación de pago para el uso de algunos de ellos. El pago por el paso por determinados caminos solía llevar asociada cierta condicionalidad de seguridad en el mismo. Es decir, uno pagaba por atravesar un puente y a cambio se aseguraba la protección real o señorial durante buena parte del camino.

Durante los siglos bajomedievales, muchos de los territorios carecían de algunos alimentos, prendas o útiles mientras que tenían sobrantes de otros, por lo que en muchos casos éstos eran transportados y vendidos por personas itinerantes dedicadas a ello. Pequeños mercaderes, vendedores ambulantes, trajineros y muleros iban y venían constantemente con sus útiles de aldea en aldea para vender todo tipo de alimentos y objetos. Pese a las dificultades del momento y a la lentitud de movimiento, muchos eran los que se dedicaban a ese transporte tan fundamental para las áreas más alejadas y escondidas de la orografía peninsular e insular.

Uno de los elementos fundamentales para cualquier viajero era el alojamiento. En la España medieval, los viajeros —en función de su capacidad económica y de la ruta que usaban— utilizaron diversos tipos de alojamientos. La gran mayoría de los viajeros utilizaba instalaciones que no estaban destinadas a tales efectos. Así, en función de las épocas del año, podían dormir al aire libre en las noches de verano o en granjas o pajares en las otras. Mientras que los grandes personajes de la época, los nobles y los monarcas se alojaban en palacios o en castillos. Una de las instituciones, de épocas anteriores, que ahora se consolidará serán los hospitales. Éstos velarán no sólo por la ayuda a los enfermos, sino que también serán útiles para la asistencia a los peregrinos y a los viajeros. Los hospitales serán los encargados de dar alojamiento a personas que viajan o a aquellas que carecen de techo. Tal y como hemos comentado, los hospitales serán muy comunes en las rutas de peregrinación o en las rutas que unen ciudades con gran tráfico y con distancias elevadas que no pueden recorrerse en un día.

EL TRANSPORTE FLUVIAL Y MARÍTIMO

En la Baja Edad Media también se desarrollan cambios considerables que hacen referencia a las embarcaciones que se usaban para el transporte de mercancías. De este modo, a partir del siglo XIII el reino de Portugal comenzará a utilizar carabelas, aunque de un tamaño y una capacidad mucho más reducidos que las que se usarán en el siglo XV. También en esta época empieza a usarse en el Mediterráneo la coca, un tipo de embarcación cuyo uso se consolidó en el mercadeo marítimo medieval. Para esas mismas fechas parece extenderse el uso de la coca en la Corona de Castilla; este tipo de embarcación estaba capacitada para trasladar hasta 400 toneladas de mercancías y poseía un sistema de navegación que la hacía bastante veloz. En la Baja Edad Media también comparecen otras embarcaciones como la carraca, cuyo uso se generalizó y materializó mediante la artillería, muy habitual en los siglos posteriores, o la nao o nave en los ámbitos atlánticos portugueses y castellanos.

Además de las embarcaciones, las monarquías con mayor proyección marítima como la portuguesa, castellanoleonesa y las áreas litorales de la Corona de Aragón, emprenderán reformas en las infraestructuras portuarias. Durante la Edad Media, se seguían usando pequeños caladeros y puertos naturales, pero el aumento del tamaño de las embarcaciones comenzaba a imponer la necesidad de mejorar las instalaciones portuarias. En estos momentos, tenemos documentadas las reformas de ampliación en los puertos de Valencia, Lisboa, Sevilla, Palma o Barcelona, verdaderos centros de mercaderes, tanto hacia rutas internas y puertos menores cuanto como punto de escala, de carga y descarga de las grandes rutas que parten hacia Flandes, Génova, Alejandría, Inglaterra o el Magreb.

LA GRAN CONQUISTA DE LOS MARES

A partir del siglo XIII, se empiezan a difundir los portulanos; este tipo de pergaminos consiste en la representación de las líneas de costa y líneas de navegación que toman como punto de referencia el norte, lo cual permitirá y facilitará la navegación por el Mediterráneo y en el Atlántico. Con los portulanos, la cartografía medieval conoció un gran desarrollo, permitiendo de este modo, perfeccionar los viajes, hacerlos más cortos y económicos. Las cartas portulanas más importantes de los siglos bajomedievales son las que proceden de la escuela cartográfica mallorquina y portuguesa.

La escuela cartográfica mallorquina es una de las más importantes del mundo europeo bajomedieval. Sus producciones son de una excelente concreción, uniendo además de la utilidad náutica, un gran valor estético. Desde el siglo XIII, en el reino de Mallorca se habían instalado reputados astrónomos de origen judío que gozaban de fama y de protección real. En el seno de esta minoría establecida en Mallorca, acabó por desarrollarse una escuela que unía geometría, matemáticas, astronomía, arte y navegación.

La primera carta de navegación que debemos destacar es del año 1339 y su obra se atribuye a Ángel Dolcet. Se la considera la primera gran obra de esta escuela y en ella se representan en fechas muy tempranas importantes detalles para la navegación en torno a la costa africana o en torno al mar del Norte, incluidas las Canarias más orientales. Muchas de las obras que se conservan de esta época son anónimas. Destaca sobremanera la obra de la familia Cresques, el Atlas catalán de 1375, obra de estos maestros judíos en astrolabios y en cartas de navegación. En el Atlas se representan, además del universo europeo, mediterráneo y atlántico, zonas que fueron descritas por el veneciano Marco Polo, tan alejadas como el Caspio, el Cáucaso, la península Arábiga o incluso partes de la actual China.

La escuela cartográfica mallorquina no finalizó con estos autores pese a la persecución y el asedio que sufren los judíos en la Mallorca de finales del siglo XIV, sus descendientes, los conversos, continuarán con la difícil tarea de elaborar cartas de navegación. Pese a que el siglo XV supone para dicha escuela una etapa de gran decadencia, el judeoconverso Gabriel Vallseca aportará un esmerado mapa en el año 1439 que hoy se conserva en el Museo Marítimo de Barcelona.

Nos consta que la cartografía mallorquina y de la corona aragonesa entró en decadencia tras el aumento de las tensiones sobre la minoría hebrea. A partir de estos momentos, en el siglo XV, será la portuguesa escuela de Sagres la que tome la delantera en la elaboración de mapas e instrumentos de navegación. El infante de Portugal, Enrique el Navegante, organizará una potentísima escuela de navegación en la citada ciudad, en el extremo sudoeste de la Península Ibérica. Al frente de la misma se situó a Jaime Ribas, que no es otro que el nombre converso del judío mallorquín Jafuda Cresques. Jafuda, hijo de Abraham Cresques, verdadero motor de la cartografía mallorquina, había huido de las persecuciones religiosas. El converso Ribas configuró en Sagres un centro de estudio que permitió a la navegación portuguesa ser puntera en estos momentos. De este modo, con el impulso del monarca y con los instrumentos y la técnica que surgían, se consolidó la exploración de Ceuta, las islas Azores, o más tarde, el cabo Bojador. Así, se empiezan a abrir nuevas rutas hacia el sur del continente europeo y posteriormente hacia las Indias, a las que llegaría el también portugués Vasco da Gama a finales del siglo XV.

LOS GRANDES DESCUBRIMIENTOS

En los inicios del siglo XV el mundo conocido era mucho más limitado que el actual. Los conocimientos geográficos se circunscribían al ámbito mediterráneo, al continente europeo, a las zonas atlánticas más cercanas y a parte del continente africano. Mercaderes y viajeros difundían las costumbres, los productos y las formas de vida de los lugares más alejados. Hasta la España medieval llegaban noticias de alejadas civilizaciones en la actual China o en la India. Los libros de viajes de Marco Polo y otros autores eran conocidos por los comerciantes que iban y venían a los puertos insulares y mediterráneos. Con la aparición de la imprenta, muchos de estos relatos se hicieron muy famosos y animaban a lectores y osados aventureros a la búsqueda de nuevas tierras.

En este ambiente, de tránsito del mundo medieval al mundo moderno, también comparecen cambios muy importantes. Ya hemos indicado con anterioridad la difusión y el uso de embarcaciones mucho más veloces y con una capacidad de carga que permitía aventurarse en viajes de larga duración. Además de las embarcaciones, los instrumentos de navegación se perfeccionaron y su difusión se hacía cada vez más amplia. La brújula, el astrolabio y el cuadrante empezaron a operar en las nuevas embarcaciones y sus tripulantes optimizaban el rumbo y la orientación. Si a ello le unimos las mejoras en las cartas náuticas que hemos indicado, tenemos los componentes perfectos con los que se producirán múltiples descubrimientos geográficos.

Esta época coincide con los grandes descubrimientos y con las exploraciones castellanas. A finales del siglo XV y principios del siglo XVI, los monarcas castellanos apostarán de manera efectiva por la búsqueda de un nuevo camino hacia la India. El océano Atlántico era muy respetado y apostar por una ruta hacia las Indias hacia el oeste de la Península Ibérica era todo un atrevimiento. En esta época, la mayor parte de movimientos en el mar solían hacerse aún utilizando el método del cabotaje, que disminuía riesgos ya que se realizaba siempre cercano a la costa y con escalas constantes. Desde la conquista de las islas Canarias por los castellanos, éstos habían desarrollado rutas de navegación por el Atlántico. Existía una competencia directa con el reino de Portugal que ansiaba también llegar a las Indias por una vía atlántica.

El navegante Cristóbal Colón se había establecido en territorios portugueses y pronto ofreció a los monarcas lusos las posibilidades de explorar una ruta hacia el oeste, basándose en las posibilidades de que la Tierra fuera redonda. Los monarcas portugueses rechazaron el proyecto ya que en esos momentos los navegantes lusos ya estaban explorando la costa africana. La posibilidad de dar con un camino hacia las Indias tras alcanzar el navegante portugués Bartolomé Díaz el cabo de Buena Esperanza (el extremo sur del continente africano) en el año 1487 descartaba nuevamente el apoyo de dichos monarcas al navegante Colón. En un primer lugar, los Reyes Católicos también habrían rechazado el proyecto pero finalmente, en el año 1492, la reina de Castilla, Isabel I, decidió apoyar el viaje. Para el mismo se firmaron las Capitulaciones de Santa Fe, en agosto de 1492; los Reyes Católicos otorgaban a Cristóbal Colón los cargos nobiliarios que ocuparía en los nuevos territorios, así como el reparto de los posibles beneficios.

Así, durante del verano de 1492 zarparían tres naves desde Palos de la Frontera, en Huelva, financiadas por la reina castellana y que se dirigían al archipiélago canario. Desde allí, y tras esa escala técnica, dispusieron rumbo al oeste hacia las Indias; el 12 de octubre de 1492 tocaron tierra en el Caribe americano en la isla de Guanahani, que pronto renombraron como San Salvador. Posteriormente y durante ese mismo viaje pusieron rumbo a Cuba y La Española (actual isla que ocupa Santo Domingo y Haití), iniciando así la denominada conquista y colonización de América. De forma casi paralela, los monarcas portugueses lograban llegar a la India a finales de siglo con los viajes de Vasco da Gama.

 

Conceptos clave

Gótico

Estilo artístico característico de la Baja Edad Media. Sustituye al arte románico a partir del siglo XIII, convirtiéndose en hegemónico a partir de esta época. Sus construcciones más características son las catedrales, aunque también destacan algunos edificios civiles como los palacios o las lonjas. El triunfo del arte gótico no es exclusivo de la arquitectura, pues también se manifiesta mediante pintura y escultura. Su consolidación supone la emergencia de las ciudades como centro de decisión política, económica y también cultural.

Laico

Nombre por el que se conoce a todas aquellas personas que pese a no pertenecer al clero católico (no eran clérigos ni monjes) eran fieles a su credo y participaban en la organización de sus actividades. Los laicos fueron fundamentales en el mundo bajomedieval y se encargaron de funciones administrativas o educativas. Para diferenciarlos de los creyentes, simples seguidores del clero, deberíamos aclarar que los laicos colaboraban activamente con la institución religiosa.

Mudéjar

Concepto usado para designar a los musulmanes que habitaban bajo dominio cristiano. Los mudéjares continuaban practicando el islam con cierta normalidad y solían convivir en barrios propios que recibían el nombre de morerías. El término también hace referencia al estilo artístico que éstos desarrollaron y que —con múltiples influencias— se manifestó en edificios singulares, mediante una arquitectura que usaba fundamentalmente ladrillería y rica decoración en madera y yeso.

Románico

Estilo artístico hegemónico en la plenitud medieval y que se expande por los territorios cristianos de la Península Ibérica. Entre sus características destaca la religiosidad de sus obras pictóricas y escultóricas. En arquitectura, el arte románico se manifiesta fundamentalmente en edificios construidos en piedra, con poca luz y con grandes muros. Destacan especialmente los monasterios y las iglesias.

Studium Generale

Era el nombre, Estudio General, por el que se conocía a las instituciones encargadas de la educación superior y más especializada. Los Studium Generale son el germen de las actuales universidades y comparecen en los reinos cristianos durante el siglo XIII. Su origen habría que buscarlo en las escuelas catedralicias o en las que surgen en torno a grandes monarquías europeas (palatinas). Este tipo de instituciones contarán con el apoyo de los monarcas del momento y de otros mecenas. Se crearán en zonas urbanas y sustituyen a los monasterios como centros difusores culturales y educativos.

 

Textos clave

ARTE Y CULTURA EN LA BAJA EDAD MEDIA

La construcción de una catedral gótica

«Cuando un obispo decidía iniciar una construcción, designaba a un maestro albañil para que se hiciera cargo de las obras. Durante un tiempo se pensó que fueron los propios hombres de la iglesia quienes hicieron el trabajo, pero el examen de los archivos de la construcción de numerosas catedrales demostró que esa idea era un error. Los albañiles guardaban celosamente los secretos de su oficio y no estaban dispuestos a aceptar demasiadas interferencias... El maestro albañil no era sólo un obrero cualificado, también era un buen organizador; tenía que encargarse de que llegaran a tiempo, y en buenas condiciones, los suministros de piedra, madera, cal, arena, plomo y pintura; tenía que controlar una fuerza de trabajo compuesta por albañiles, carpinteros, carreteros, barqueros, ladrilleros, escayolistas y peones de tal manera que hicieran el mejor trabajo posible, en el tiempo más breve y al precio más razonable...

»La noticia de que iba a construirse una gran catedral se extendía pronto, con lo que llegaban muchos hombres en busca de trabajo, especialmente cuando el maestro albañil tenía una gran reputación. En ocasiones el maestro trataba de contratar a los hombres con los que había trabajado en el pasado, pues conocía su trabajo y podía confiar en ellos. A veces la necesidad que tenía el rey de albañiles que trabajaran en sus castillos provocaba una escasez de mano de obra, pues los obreros se veían obligados a trabajar en las obras del rey. Cuando el obispo era un hombre particularmente poderoso podía persuadir a veces al rey para que permitiera que no se interrumpieran las obras de la catedral. Alrededor del lugar de construcción crecía una pequeña ciudad, pues los obreros sabían que la edificación duraría varios años; a veces tenían que trabajar en ella toda una vida, por lo que llevaban con ellos a sus familias.»

COLDSTREAM, Nicola: Constructores y escultores, Akal, Madrid, 1991, p. 20.

La fabricación de pergaminos

«El pergamino se hace con la piel de un animal. La transformación de esa piel en un material limpio y blanco, apto para escribir en él, era la tarea de los percamenarius o “fabricantes de pergaminos”. Estos profesionales existieron durante toda la época gótica, y sin duda antes, durante el románico y la carolingia...

»La preparación del pergamino constituye un proceso lento y complicado. Es preciso entrar en detalles (como también ocurre, sin duda, con las recetas medievales) para poder describir las etapas de dicho proceso. Los primeros manuales del oficio insisten en que es crucial la elección de una piel de buena calidad. En la Edad Media, los animales de granja estaban probablemente más sujetos a enfermedades y pestes que los de hoy, en que se ha desarrollado una ciencia agropecuaria, y a las enfermedades que podían dejar marcas y huellas desagradables en la piel del animal degollado. El pergaminero que buscase pieles apropiadas en el matadero tendría, con seguridad, que tener en cuenta el color de la lana o del pelo, pues ello habría de afectar a la superficie final del pergamino...

»En primer lugar, y según dice un texto de la época, el pergaminero tiene que lavar la piel en agua corriente y fría durante un día y una noche, o sencillamente, como dice otro, hasta que esté lo bastante limpia [...] Una a una, las mojadas y resbaladizas pieles son sacadas de la tina y colgadas, con el pelo hacia afuera, en una gran plancha de madera curtida y vertical. Después el pergaminero va raspando el pelo, de arriba a abajo, con una cuchilla larga y corva con asas de madera en los extremos [...] Es en la segunda fase del proceso cuando la piel se transforma realmente en pergamino. Se trata ahora de poner a secar la piel extendiéndola bien tensada en un bastidor de madera [...] Ahora la piel está tensa y elástica, pero todavía mojada. El pergaminero la mantiene así echándole encima paletadas de agua caliente que resbalan por la piel y forman un charco en el suelo [...] La piel, que se va encogiendo y tensando todavía más, se deja por fin secar en el propio bastidor, sin duda con la ayuda del sol, pues ahora conviene que el secado sea rápido.

»Ya seca por completo la piel, comienza de nuevo otra sesión de raspado [...] se quitan ahora las clavijas, se saca el pergamino, fino, seco y opaco, que puede así ser almacenado, o bien puesto a la venta.»

HAMEL, Christopher de: Copistas e iluminadores, Akal, Madrid, 2009, pp. 8-12.

ESTUDIOS Y UNIVERSIDADES MEDIEVALES

El mundo de la cultura en la Baja Edad Media

«El interés por el saber alcanza también, al final de la Edad Media, a la población urbana, tanto a la oligarquía como al común. Aquí los motivos principales parecen ser dos: el prestigio y la utilidad.

»Saber leer y escribir, tener libros, contar con ciertos conocimientos, en definitiva haber accedido al mundo de la cultura, proporciona un prestigio, que respalda y avala la posición social del interesado, y que puede servir de acicate para el ascenso. Como ya señalara Le Goff, en la Edad Media los intelectuales gozan de cierta pátina carismática, que permite a alguno de ellos llegar a las primeras filas de la jerarquía social, y a todos gozar de un mayor respeto y prestigio. Por otra parte, el disponer de ese bagaje ennoblece. No es extraño, entonces, que algunos sectores de la oligarquía urbana se sientan inclinados hacia el saber, apoyen las escuelas locales, deseen acceder a las universidades y posean bibliotecas. Con esta actitud buscan también abrirse, obtener información y formación de carácter general y lo más amplia posible. En este sentido es muy probable que sus fondos bibliográficos, lo mismo que los nobiliarios y los eclesiásticos, abarcaran diversos campos de conocimiento, y afectaran a obras de distinto carácter y origen, a las que podrían tener acceso a través de las traducciones...

»El saber da prestigio y puede ennoblecer, pero no es éste el único mérito que otorga. También existe una vertiente práctica. En primer lugar, porque puede proporcionar un medio de vida, y hasta de ennoblecimiento, al otorgar una profesión y favorecer la participación en el gobierno local. Pienso fundamentalmente en todo lo relacionado con el mundo del derecho, y en especial en los letrados que actúan a todos los niveles de la administración, pero sobre todo en los ambientes urbanos. Y pienso también en los jueces, abogados, médicos y en los escribanos. En todas partes se encuentran grupos cuyo papel en la ciudad puede explicarse en función de su cualificación intelectual. En el sur de Francia, por ejemplo, los juristas del siglo XV se cuentan entre los sectores más ricos, junto con los mercaderes, en parte porque muchos de ellos provienen de familias enriquecidas que disponen de un destacado patrimonio. Seguramente esa buena posición de partida se ve reforzada por el prestigio, los ingresos y el acceso al poder que puede dispensar el título universitario.»

VAL VALDIVIESO, María Isabel del: «El contexto social de las universidades medievales», La enseñanza en la Edad Media: X Semana de Estudios Medievales, Instituto de Estudios Riojanos, Nájera, 1999, pp. 248-250.

La transmisión del saber medieval

«Como había sucedido en los siglos anteriores, los maestros se movían de una institución a otra, tratando de atraer estudiantes a su alrededor (schola). El carisma del maestro y su vida ejemplar continuaron siendo tan importantes como sus conocimientos. A pesar de las grandes mentes que iluminaron los siglos XII y XIII, la proyección social de la mayoría de los maestros descansó más en sus actividades que en su producción intelectual. Al calor del desarrollo de la economía comercial, el concepto monástico de la transmisión gratuita de los conocimientos perdió predicamento. En su lugar, fue progresando en la mente de los docentes y estudiantes la idea de que la posesión de conocimientos podía traducirse en términos de ascenso social. El binomio saber-poder que en los siglos anteriores había encontrado su espacio en los monasterios y en las cortes reales, se abría paso en el mundo urbano para alcanzar su cenit en los siglos XIV y XV. El clero secular, los canónigos regulares y, a partir del siglo XIII, los religiosos predicadores y mendicantes, se hicieron con el protagonismo escolar que habían disfrutado los monasterios en el pasado.

»En la geografía escolar del siglo XII sobresalieron cinco grandes focos culturales en el Occidente europeo, cuya actividad se prolongó hasta el final de la Edad Media. La multiplicación del número de escuelas y el aumento del caudal de conocimientos condujeron a la especialización de algunas escuelas en una disciplina, fase previa a la conformación de una enseñanza superior que desembocará en el nacimiento de las universidades a comienzos del siglo XIII...

»La recepción de la ciencia y filosofía greco-árabes a través del movimiento de traducciones hizo el resto. Para entonces, la Iglesia latino-romana había madurado su aparato administrativo y doctrinal. Clérigos y monjes habían diferenciado sus funciones y las escuelas catedralicias habían monopolizado la educación del clero y los laicos que antes desempeñaran los monasterios. Una conjunción de factores de todo orden, unida al aumento del caudal de conocimientos, condujo en el mundo urbano a la especialización del conocimiento y a la multiplicación del número de escuelas. Se creaba así el caldo de cultivo para el surgimiento de las universidades en el siglo XIII. A partir de este momento, las escuelas dependientes de las catedrales continuaron formando a gran parte de la minoría de los litterati que sirvieron a los gobiernos municipales y a los aparatos de la monarquía y la Iglesia en el Occidente bajomedieval.»

GUIJARRO GONZÁLEZ, Susana: «El saber de los claustros. Las escuelas monásticas y catedralicias en la Edad Media», Arbor: Ciencia, Pensamiento y Cultura, 731 (2008), pp. 449-452.

INGENIOS Y AVANCES TÉCNICOS

Avances en la tecnología militar

«Durante los siglos XIV y XV los escritos se multiplican y comienzan a proliferar obras con propuestas tecnológicas originales cuyos contenidos no se limitan solamente a la descripción de los artefactos, sino que a veces también ofrecen indicaciones más precisas sobre su diseño y fabricación. Esta eclosión, todavía tímida en el siglo XIV, pero floreciente en el XV, parece estar relacionada con un creciente interés por la tecnología entre los sectores cultos, las cortes y las clases dirigentes del Occidente europeo, que culminaría con la verdadera pasión mostrada hacia estas cuestiones ya en el Renacimiento, cuando la figura de Leonardo se convierte en arquetipo de ingeniero y sus obras en modelos de la nueva literatura técnica.

»La evolución que se aprecia en los tratados especializados también parece relacionada con un importante cambio sociológico en el mundo de los técnicos, quienes participan de algunos rasgos que no siempre se encuentran en los maestros o artesanos de siglos anteriores: en primer lugar, muchos de ellos son médicos con amplios conocimientos en diversas materias técnicas —astrología, astronomía, matemática— y diestros en el manejo de instrumentos y herramientas, lo que les conduce a la ingeniería en general, y a la militar en particular; en segundo lugar, son hombres de corte, al servicio del poder político, cuyo público ya no es aquél formado por artesanos especialistas —como el de Villard de Honnecourt—, sino cortesanos, monarcas, señores sin conocimientos previos a los que tienen que mostrar sus aportaciones e ideas tecnológicas con cierto didactismo y dejando volar su imaginación. De ahí el interés en hacerlo por escrito, con explicaciones fáciles y dibujos atractivos que fueran comprensibles. Había cambiado el tipo de autor y el tipo de público: la puesta por escrito se hizo ineludible...

»No deja de ser curiosa la paradoja de que precisamente en una fase histórica en la que la antigua tecnología de guerra se iba progresivamente volviendo obsoleta, en las cortes se despertara y aumentara el interés hacia ella. Es verdad que aquellas máquinas no desaparecieron, pero lo cierto es que, para entonces, la artillería de pólvora estaba desplazando a las viejas máquinas y, en todo caso, representaba la vanguardia de la tecnología militar. Y es entonces cuando se dispara la inventiva de los técnicos en relación con las máquinas tradicionales...»

GARCÍA FITZ, Francisco: «Tecnología, literatura técnica y diseño de máquinas de guerra durante la Baja Edad Media occidental: el Thexaurus regis Franciae acquisitionibus Terrae Santae de Guido da Vigevano (1335)», Anuario de Estudios Medievales, 41.2 (2011), pp. 825-826.

El proceso de la fabricación de monedas

«La fabricación de la moneda por métodos manuales era un proceso múltiple, dividido en otra serie de procesos parciales pero la mayoría complejos, en el que podían llegar a intervenir muchas personas, todas ellas especializadas en la realización de un tipo de trabajo concreto. Todos los relatos actuales acerca del proceso de fabricación de la moneda en la Edad Media tratan de armonizar la información procedente de la documentación disponible, que no necesariamente forma conjuntos coherentes en el espacio y en el tiempo, uniendo así testimonios de escritos que quizá no describan partes de un mismo proceso, sino de procesos en los que podría haber ligeras variantes. Por ello, se aprecian algunas diferencias entre las propuestas de unos y otros estudiosos, aunque algunos, si no todos, destacan las variantes apreciadas en la documentación, que indican la existencia, en algunos casos, de diferentes formas de realizar una misma tarea. De ahí la importancia, con miras al rigor histórico, de proporcionar la procedencia y la fecha de la documentación utilizada.

»Al conjunto de la fabricación de moneda se le suele denominar acuñación de moneda, pero la acuñación propiamente dicha no es sino el último, o el penúltimo, de los procesos parciales que la integran. Para realizarla se necesitan por un lado un objeto acuñable y por otro unos instrumentos para acuñarlo. Al objeto que se acuña, que normalmente tendrá la forma de un disco de metal de una composición y un peso dados, lo llamamos cospel, que es el nombre que recibe en la actualidad. En la Edad Media el cospel no disponía, en castellano, de un nombre propio, y era denominado dinero prieto, moneda o con el mismo nombre de la moneda que se va a acuñar (dinero, real, novén, etc.), siendo el contexto, y más concretamente su asociación con los obreros o con los monederos, lo que nos ayudará a discernir de qué cosa se está hablando. Algo muy parecido sucede en catalán. Esto puede dar lugar a errores de interpretación de cierta importancia cuando, por no leer el contexto con suficiente amplitud, se puede creer que determinados procesos se realizan sobre la moneda, siendo en realidad el cospel el que los sufre. La elaboración de los cospeles era una tarea a su vez dividida en varias tareas sucesivas, y estaba a cargo de los obreros...

»El horario de la fábrica estaba marcado por las horas de sol, quedando prohibido trabajar una vez hecha la oscuridad. Además de los obreros, los monederos y los grabadores y herreros, había en las casas de moneda un maestro de moneda o tesorero, un ensayador, dos guardas, un fundidor, un escribano y dos alcaldes. Como todos los medievalistas deben saber, el escribano no era un simple escribiente, sino algo más parecido a lo que luego ha sido el notario. Aunque probablemente escribiera él mismo algunos documentos, no hay que descartar que tuviera uno o varios escribientes a su cargo. Tenía que dar fe por escrito de prácticamente todas las operaciones relacionadas con la fabricación, y poseía una de las tres llaves de varias de las arcas en que se guardaban caudales y documentos. En las ordenanzas castellanas no se menciona nunca la figura de un contador, por lo que probablemente el escribano también redactase las cuentas de acuerdo con la documentación suelta proporcionada por el maestro o tesorero. La secuencia de fabricación y las compras de materiales se pueden seguir casi con lupa en aquellas fábricas que han logrado conservar a lo largo del tiempo los ocho libros preceptivos correspondientes a una época determinada: libro de entrada de metales, de aleaciones, de fundiciones, de obreros, de blanquición, de monederos, de libranzas y de compras o gastos generales.»

TORRES LÁZARO, Julio: «Obreros, monederos y casas de moneda. Reino de Castilla, siglos XIII-XV», Anuario de Estudios Medievales, 41.2 (2011), pp. 680-682.

LOS VIAJES Y LA CONQUISTA

DE LOS MARES

El abastecimiento de agua de los peregrinos a Santiago de Compostela

«Como hubiera advertido, pues, el vigilante arzobispo con su incansable solicitud que los peregrinos de Santiago soportaban una gran escasez de agua, movido por su piedad paterna, se compadeció. Pues conocía lo que dijo el Apóstol: si juntos padecemos, también juntos reinaremos. Se compadecía de los peregrinos que al venir a la iglesia del Apóstol de día o de noche buscaban el agua necesaria para beber o para otros usos y no la encontraban. Con frecuencia la necesidad los obligaba a comprar agua a sus mesoneros o a otros a elevado precio y lo que reservaban para comprar comida, en parte era gastado en agua. Pero los que no tenían dinero suficiente, con mucha frecuencia sufrían una gravísima penuria de agua. Pues, ¡tan gran multitud de peregrinos concurría en la iglesia de Santiago! Durante mucho tiempo pensó el arzobispo poner remedio, pero era arduo, incluso muy difícil. Finalmente gracias a sus ruegos y avisos, y a sus mandatos y razonamientos, Bernardo, tesorero de la iglesia de Santiago, empezó a construir un acueducto. Así pues, casi a una milla fuera del suburbio de Compostela, fueron construidos un acueducto y un canal subterráneos. Con gran trabajo y muchísimo gasto de dinero fue dirigida la corriente de las aguas a la iglesia, conducida por una especie de canal construido bajo tierra. Después que se llegó cerca de la iglesia de San Martín, es decir, junto a la casa de Pedro Anáyaz, desde allí cañerías de madera, reforzadas con hierro y plomo recibían el torrente de las aguas y lanzaban parte ante el pórtico de la iglesia del Apóstol y parte al claustro de San Martín para ser aprovechada por los monjes. Pues también en este monasterio se sufría tanta escasez de agua que incluso no tenían para lavarse las manos, si no la traían de otra parte.»

FALQUE REY, Emma (ed.): Historia Compostelana, Akal, Madrid, 1994, p. 400.

Exploración de las Canarias por franceses

«... Y el país es alto y bastante llano, lleno de grandes bosques de pinos y de laureles, tan gruesos y tan altos que maravilla. Y las tierras son buenas para trigo y para vino y para cualquier trabajo. Y hay muchos otros árboles que llevan varios frutos; y hay halcones, gavilanes, alondras y codornices en gran cantidad, y una clase de pájaros que tienen plumas de faisán y el tamaño de un loro y tienen una cresta sobre la cabeza como un pavo real, y vuelan muy poco. Las aguas son buenas y hay gran cantidad de animales; a saber, cerdos, cabras y ovejas. Y se encuentran lagartos grandes como un gato, pero no hacen ningún daño y no tienen ningún veneno. Allí prendimos cuatro mujeres y un muchacho. Son gentes muy hermosas, hombres y mujeres, y los hombres llevan en sus manos grandes lanzas que no están herradas, porque no tienen hierro ni otro metal. Y tienen habas y trigo y otros cereales en suficiencia; y sus cultivos los hacen cubrir por los cerdos, atándoles la jeta, lo que al contarlo parece cosa chocante.

»Y nos han dicho los marineros que más allá de la isla del Hierro, directamente hacia el Sur, a 77 leguas de allí, está una isla que se llama los Reyes y está bien poblada de gentes que son rojas; pero no podríamos decir la verdad, porque nosotros no los hemos visto por aquellas partes. Y hay peces muy extraños que se yerguen derechos cuando oyen venir las naves y las esperan hasta llegar cerca de ellos, y cuando recaen en la mar dan un gran golpe, tanto que se les oye desde muy lejos; y tienen de alto sobre el mar a lo menos lo alto de una lanza, y los marineros los llaman sirenas, y después de haberlos visto, seguramente habrá tormenta en el mar.

»La isla de Palmas, que es la más adelantada hacia el mar Océano, es mayor de lo que se ve en el mapa, y es muy alta y muy fuerte, llena de grandes bosques de diferentes condiciones, como de pinos, de dragos que producen la sangre de drago y de otros árboles que proporcionan leche de gran provecho médico y hojas de diferentes clases. Y por en medio corre un gran río, y las tierras son muy buenas para toda clase de trabajos y muy ricas en pastos. El país está muy bien poblado de gentes, porque no ha sido tan batido como los otros países. Son gentes hermosas y no viven más que con carne; y es el país más delicioso de cuantos hemos encontrado por esta banda; pero está bastante a trasmano, porque es el más alejado de la tierra firme.»

Le Canarien: crónicas francesas de la Conquista de Canarias, III, Instituto de Estudios Canarios, La Laguna, 1965, pp. 124-126.

Recomendación filmográfica

La agricultura y el agua en al-Andalus, DVD El Legado Andalusí, capítulo 4, 2006.

1492. La Conquista del Paraíso (España-Francia), R. Scott, 1992.

Tirma (España-Italia), Paolo Moffa, Carlos Serrano de Osma, 1954.

Recomendación artística

Cantigas de Santa María, Alfonso X, siglo XIII, Biblioteca Nacional de Madrid, Madrid.

Lonja de la Seda, siglo XV, Valencia.

Santo Domingo de Silos entronizado como obispo, Bartolomé Bermejo, siglo XV, Museo del Prado, Madrid.