Iniciación
Jessica Lord
“Vale, señoras y señores,” anunció el señor Bellamy. “Si se pueden ir sentando, empezaremos.”
Un escalofrío de emoción me recorrió. Había trabajado mucho para conseguir un puesto aquí. Estaba impaciente por empezar.
Podía sentir algunos ojos observándome. Supongo que ya todos habrían oído acerca de mi. Al menos, la recepcionista y el director de recursos humanos sabían exactamente quién era cuando entré aquella mañana para mi primer día como becaria. Todas las personas a las que había conocido hasta entonces se habían mostrado curiosas, o directamente hostiles. No estaba segura de la razón de aquella hostilidad, pero no me importaba. Había luchado para estar allí. No iba a dejar que un poco de ansiedad me arruinara el humor.
Grayson Resources no era una empresa que contratara becarios. Preferían trabajar con profesionales experimentados para no tener que perder tiempo ni recursos en formación. Pero yo aprendía rápido y estaba segura de que podría hacer este trabajo con solo un poco de supervisión. Convencer al departamento de recursos humanos era otra cosa. Había solicitado un empleo allí trescientas cuarenta y cinco veces, subiendo una nueva solicitud cada vez que era rechazada. Al tiempo se había convertido en una especie de juego. Cuando por fin llegó el correo electrónico de aceptación, me caí al suelo. Literalmente, me había caído de la silla.
Sabía más de Grayson Resources y de su presidente, Dominic Grayson, de lo que sabía acerca de mi propia familia. Había comenzado a investigarlos en mi primer año de facultad, cuando vi por casualidad un artículo en una revista. La empresa era esencialmente compradora y vendedora de información. Hacían investigaciones de todo tipo, desde el calentamiento global y el uso de alimentos genéticamente modificado, hasta el empleo de combustibles orgánicos en vehículos. Fuera lo que fuera que necesitaran saber, Grayson Resources tenía las respuestas o podía conseguirlas en un periodo de tiempo relativamente corto. Era un negocio de una profunda importancia, pero se movía bajo el radar del conocimiento del público.
Era exactamente el tipo de negocio que me fascinaba. Y lo que era más, el propio presidente de la empresa me fascinaba. Dominic Grayson era uno de los solteros más ricos y codiciados del país. Además de eso, era un hombre de negocios brillante. Había creado Grayson Resources en la facultad, vendiendo respuestas de exámenes. Desde ahí, su negocio creció hasta convertirse en lo que era ahora, una de las cinco mayores empresas del país. Aquello era increíble, teniendo en cuenta que había empezado en una habitación de una residencia universitaria en Harvard.
Como recién graduada, quería aprender del maestro para poder construir mi propio negocio (fuera el que fuera, aún no lo tenía muy claro), y ser la versión femenina de Dominic Grayson. No es que pudiera convertirme en la soltera más codiciada en el país, aparecer en la portada de docenas de revistas en un periodo de seis meses como el señor Grayson; sencillamente, no poseo el atractivo oscuro y apabullante que tiene él, pero sí sería rica y respetada. ¿A qué más podría aspirar una persona?
Así que solicité un empleo allí trescientas cuarenta y cinco veces. Y envié un mensaje de correo electrónico a todos los directores de departamento cuya información de contacto estaba disponible en el sitio web. Y esperé fuera del edificio en numerosas ocasiones para dar en mano mi currículum a cualquiera que saliera por las puertas. Valoré incluso la posibilidades de empapelar el aparcamiento con mi currículum, pero decidí que aquello sería demasiado. Pero si hubiera tenido que enviar cuatrocientas solicitudes, probablemente lo habría hecho.
Así que me presenté aquí trescientos cuarenta y cinco veces. Y envié un correo electrónico cada jefe de departamento cuya información de contacto se enumeran en la página web . Y me esperaba afuera del edificio en múltiples ocasiones a entregar mi hoja de vida a cualquiera y todos los que salieron de las puertas. Incluso consideré empapelar el garaje de estacionamiento con mi hoja de vida , pero decidí que iba a un paso demasiado lejos. Pero si yo hubiera tenido que presentar una solicitud de cuatrocientos, que podría haber hecho.
No estoy segura de lo que me hacía hacerlo. Como he dicho, al final se había convertido en una especie de juego. Pero funcionó y aquí estaba, sentado en una reunión matinal del personal, a la espera de averiguar la tarea que tendría que hacer el resto del día. Estaba decidido a aceptar cualquier cosa que me encargaran y a hacer el menor número posible de preguntas. Quería demostrar que podía hacer esto sin demasiada ayuda.
“Como la mayoría de vosotros sabéis,” continuó el señor Bellamy, “hemos estado preparando la adquisición de Palace Corporation durante bastante tiempo. Y, por fin, nos acercamos al final del acuerdo. El señor Grayson se llevará a un equipo a la ciudad de Nueva York esta tarde para asistir a Quartermain Mutual en la adquisición de la empresa.”
Podía sentir la ola de excitación en la habitación. Era como la emoción que me había recorrido la espina dorsal cuando comenzó la reunión. La gente se giraba a la persona que tenía a su lado, sonriendo o encogiéndose de hombros o cruzando los dedos. Estaba claro quiénes eran los que sabían que tenían posibilidades y los que solo esperaban tener suerte. Había una mujer cerca de la cabecera de la mesa que no se molestó en mirar a nadie. Tenía una clara expresión de confianza en el rostro como si ya supiera tenía un billete para ese viaje. Yo la miraba, dándome cuenta de que era alguien a quien tenía que prestar atención.
Si quería demostrar mi valía por aquí, tenía que saber a quién imitar y a quién evitar. Siempre había sido bastante buena leyendo a la gente y sabía que esta mujer estaba haciéndose camino a la cima. Iba a agarrarme de sus faldas y a seguirla.
“El señor Grayson ha elegido personalmente a su equipo esta vez. Si pronuncio vuestros nombres, tenéis que iros a casa y hacer las maletas inmediatamente porque el vuelo sale pronto a mediodía.”
Miró alrededor de la habitación, disfrutando claramente del control de repente que tenía sobre la vida y la carrera de las personas en la mesa Aquellos cuyos nombres se disponía a llamar eran los mejores y todo el mundo lo sabía. Así que lo hizo lentamente, tomándose su tiempo, aumentando la expectación.
“Karen Thomas,” comenzó, haciendo que una mujer justo frente a mi cerrara los ojos y susurrara una plegaria. “Jason Prior. Kelly Watson.”
La mujer que presidía la mesa no había reaccionado aún a ninguno de los nombres, así que adiviné que no la habían llamado. Pero lo harían. Estaba claro que el señor Bellamy no había terminado. Echó un vistazo a los rostros ansiosos que le observaban, estudiándolos como si estuviera buscando en ellos algún tipo de mérito. Y entonces sus ojos se fijaron en mí.
“Y la señorita Jade Finch.”
El corazón se me paró dentro del pecho. ¿Había pronunciado mi nombre?
Un murmullo creció en la mesa y la mujer que yo esperaba que iría (claramente ella también lo esperaba), me miraba fijamente con los ojos afilados. Ahora todo el mundo me estaba mirando, pero los cuchillos que ella me lanzaba con la mirada eran inquietantes. Era como las miradas que me echaba la chica mala de la clase en el instituto cada vez que pensaba que la había delatado por cualquier transgresión que significara una visita al despacho del director. Por lo general, su ira estaba justificada, pero no siempre.
Justo como ahora. No había hecho nada que me hiciera pensar que me invitarían a este viaje. No lo sabía hasta hacía dos minutos. Sin embargo, ahí estaba ella mirándome como si yo misma hubiera las gestiones personalmente.
“Señoras y señores, probablemente deberían ir saliendo,” dijo el señor Bellamy.
Dudé. ¿De verdad había dicho mi nombre? ¿Le habría entendido mal? ¿Por qué iba el señor Grayson a querer que fuera a este viaje?
“Parece que la becaria está un poco confusa,” anunció la mujer segura que presidía la mesa lo suficientemente alto para que todos la oyera. “La puerta está por ahí,” dijo, haciendo un amplio gesto con el brazo.
La sala se llenó de risa nerviosa, y todos los ojos estaban fijos en mi. Me levanté, recogiendo mi libreta y mi mochila, intentado hacerme más pequeña de camino a la puerta. Pero sólo puedes intentar hacerte pequeño hasta que las leyes de la física entran al juego. Y la habitación estaba repleta tanto con la enorme mesa de conferencias como por el número de cuerpos sentados en sillas de oficina alrededor de la mesa o apoyados contra las paredes. Creo que pisé una docena de dedos de los pies antes de conseguir pasar estrujándome hacia la puerta.
Los otros miembros elegidos estaban esperando el ascensor cuando me acerqué. Una de las mujeres me sonrió, pero los otros dos me ignoraron.
“La gente está celosa,” dijo la que me sonrió cuando nos subíamos en el ascensor. “Hemos estado trabajando en esta adquisición durante seis meses, intentando encontrar tanta información acerca de Palace Corporation como podamos para ayudar a Quartermain a conseguirla al menor precio posible. La mayoría de la gente aquí piensa que este viaje es la recompensa última por todo ese trabajo. Se olvidan de que en realidad es más trabajo.” Dijo encogiéndose de hombros. “Personalmente, les envidio. Ellos tienen la oportunidad de empezar a trabajar en un proyecto nuevo hoy.”
“Pero no van a Nueva York,” dijo la otra mujer. “Espero que Dominic nos de tiempo libre para poder hacer un poco de turismo. Nunca he estado al este del Misisipi.”
“He oído que pagó un tour privado por el Gran Cañón cuando llevó al equipo a Arizona hace unos meses,” dijo el hombre.
“¿Qué vamos a hacer exactamente en este viaje?”, pregunté.
El hombre y su amiga me miraron como si la respuesta fuera obvia. Supuse que lo era. Para ellos. Pero era mi primer día.
“Dominic proporciona información a los ejecutivos de Quartermain durante sus negociaciones con los ejecutivos de Palace Corporation. Nuestro trabajo es asegurarnos de que Dominic tiene todo lo que necesita para hacerlo.”
Asentí. Entendí en qué consistía nuestro trabajo, pero no estaba segura de por qué se me había invitado a aquel viaje. No había llevado a cabo ninguna investigación. No tenía nada que darle al señor Grayson durante las negociaciones.
¿Y de verdad lo habían llamado Dominic?
“Por cierto, soy Kelly,” dijo la mujer que me sonreía.
“Jade.”
“Un nombre interesante,” dijo el hombre, Jason.
“Es la idea de mi madre acerca de los nombres que no pueden reducirse a un mote.”
Para ser sincera, odiaba mi nombre. Parecía el nombre de una stripper y yo era cualquier cosa menos una stripper. Tenía demasiadas curvas, demasiado peso de sobra, como para si quiera pensarme tener un trabajo en el que se ganara dinero con el aspecto físico.
“¿Y qué tienen de malo los motes?” dijo la otra mujer. Ella debía ser Karen.
“Dice la mujer cuyo nombre no puede acortarse en un mote.”
“Kari,” dijo, lanzándole una mirada desaprobatoria a Jason.
“Kari. ¿Cuántas Karens conoces que se hagan llamar Kari?”
Puso los ojos en blanco.
Las puertas del ascensor se abrieron y segundo después. Jason y Karen salieron antes que nosotras, como si esto fuera algún tipo de carrera.
“Prepara ropa para una semana,” dijo Kelly. “Un traje de negocios limpio para cada día. Más un par de atuendos casuales. Y necesitarás al menos uno o dos vestidos formales para cenar. A Dominic le gusta llevar al cliente a cenar la primera noche, y luego de nuevo tras unas negociaciones fructuosas.”
“Gracias.”
Sonreí. “Todos hemos sido nuevos.”
El corazón me latía a toda velocidad. ¡Y yo que quería arriesgarme con lo que fuera! Ni si quiera estaba segura de tener trajes de negocios para toda una semana.
* * *
Un coche llegó a mi apartamento menos de una hora después de que hubiera llegado a casa. Aún estaba lanzando cosas dentro de un bolso, al no tener una maleta adecuada, cuando el conductor tocó a la puerta. Nunca había ido por ahí con chófer. Procedía de una familia de clase media-baja y había podido ir a Stanford gracias a una beca. No era una de esas chicas que iban al baile de graduación en limusina. Es más, yo ni siquiera había ido al baile.
Llegamos al aeropuerto privado y nos dirigimos directamente a la explanada en la que el avión estaba esperando. Dominic Grayson estaba junto a las escaleras, hablando con Angela, su asistente personal. Era mucho más atractivo en la vida real que en cualquiera de las muchas, muchísimas fotografías en las que lo había visto. Alto (casi dos metros), tenía el físico de un jugador de fútbol aunque había jugado al béisbol durante el instituto y la facultad. Hombros anchos. Pecho amplio. Caderas estrechas. Llevaba su cabello oscuro largo, con las ondas rozando el cuello de su camisa perfectamente blanca. Y unos ojos verdes que parecían verlo todo, incluso aquellas cosas que la mayoría de la gente intentaba ocultar.
Angela también era una mujer llamativa, alta y delgada, una antigua modelo que obtuvo cierta fama antes de decidir que prefería hacer algo más productivo con su vida. Era guapísima. Llevaba el pelo rubio y largo peinado en una coleta alta, haciendo que sus mejillas altas destacaran en una cara sin maquillaje. No necesitaba maquillaje; tenía la piel perfecta.
Daba gracias porque los cristales del coche estuvieran tintados. No podían ver cómo les estaba observando, preguntándome acerca de su relación. Había algunos rumores que decían que eran amantes en secreto, lo que explicaba la lentamente menguante vida amorosa del señor Grayson. Hacía meses que no se le pillaba por ahí con una mujer. Hasta entonces, se le retrataba a menudo con una u otra, por lo general modelos o actrices. Después de todo, aquello era Los Ángeles.
El chófer abrió mi puerta y me ofreció la mano para ayudarme a salir. Desee tener la misma gracia que la gente guapa que habitaba aquella ciudad, la misma que llegaba a la alfombra roja y salían de los vehículos como bailarines moviendo sus cuerpos con movimientos extensamente practicados. Pero, en fin, yo no era como ellos. Deslicé el trasero por el asiento de piel y se me torció el tobillo cuando me levanté, obligando al chófer a agarrarme mientras yo luchaba por ponerme de pie.
Podía sentir los ojos del señor Grayson mirándome incluso antes de que pudiera verlos. Tenía una expresión seria en el rostro, pero me hacía una idea perfectamente de lo que estaba pensando.
¡Qué maldita estúpida!
“Señorita Finch,” dijo, acercándose. “Es usted una de las personas más persistentes con las que me he encontrado. ¿Cuántas veces envió su solicitud de empleo a nuestra empresa?”
“Trescientas cuarenta y cinco.”
Asintió, pasando los ojos lentamente por mi. Quería moverme, alisarme la falda simple y gris que llevaba, o sacudirme la blusa blanca. Pero me quedé muy quieta, viendo simplemente cómo me estudiaba. Y entonces, con un gesto con los ojos, me ignoró.
Angela se acercó y me entregó un iPad, un teléfono móvil, y una carpeta.
“Familiarízate con la información del cliente. El señor Grayson dará una charla informativa a todos durante el vuelo.”
Se marchó antes de que pudiera decir nada.
Era el momento de demostrar de lo que era capaz. Estaba nadando demasiado profundo como para no hacerme camino hasta la superficie. Me subí al avión, un poco sorprendida por ser la última en haber llegado. Tomé asiento frente a los demás, abriendo la carpeta inmediatamente. Estaba un poco abrumada con la amplitud de la información que contenía, especialmente porque no estaba demasiado segura acerca de en qué nos íbamos a centrar. Pero no habría superado cuatro años en Stanford de no haber sido por mi intuición.
Pronto estaba absorta, sin darme cuenta de que habíamos despegado, hasta que Kelly se acercó y se sentó a mi lado.
“¿No te pone nerviosa volar?”
“No lo sé. Es la primera vez que subo a un avión.”
“¿De verdad? ¿Te has criado en California?”
“En Tejas. Pero llegué en coche a la universidad.”
Podía sentir de nuevo todos los ojos puestos en mi. Levanté la mirada y vi al señor Grayson observándome desde su asiento de capitán al frente del avión. Miró a otro lado, concentrándose en algo en el iPad que tenía en el regazo, pero había visto algo en su mirada que había hecho que el corazón me diera un vuelco.
“Todo el mundo espera que te des un batacazo.”
Miré a Kelly fijamente. “¿Por qué?”
“Porque no tienes experiencia.”
“Hice prácticas en Macky Resources dos veranos seguidos.”
“Macky no es tan grande como nosotros. Y no tienen ni la mitad de clientes que nosotros tenemos.”
“No, pero hacen más o menos lo mismo, así que tengo algo de experiencia. Y soy buena haciendo investigación.”
“Ya podrás ver que el tipo de investigación que hacemos es totalmente diferente a la que se hacía en Macky. Pero supongo que te ayudará bastante el hecho de que tengas algo de experiencia.”
Se levantó y volvió a sentarse con los otros. Todos estaban mirando fijamente a sus iPads, obviamente familiarizándose con la información que necesitarían tener a su disposición durante las negociaciones. Yo seguí estudiándome la carpeta, haciendo notas en el iPad nuevo que se me había entregado. Tenía que admitir que era cómodo tener la tableta en lugar de tener que tomar notas en papel, pero todo aquello era un ciclo de aprendizaje.
Cuando llevábamos dos horas de vuelo, el señor Grayson se levantó y llamó nuestra atención.
“Las negociaciones comenzarán mañana a primera hora. La gente de Quartermain no llega hasta justo antes de las reuniones, así que tenemos toda la noche para prepararnos. Kelly,” dijo, dirigiéndose a ella, “quiero que te centres en las propiedades inmobiliarias. Quartermain necesitará conocer todos los detalles acerca de los bienes de Palace.” Se giró hacia Karen. “Tú te centrarás en el dinero. Quartermain necesitará información acerca de la bancarrota de Palace y las complicaciones que ello representa. Jason, tú deberías concentrarte en los clientes. Quartermain necesitará información sobre los tres mayores clientes y los clientes que han abandonado la empresa recientemente.”
Se giró hacia mi, observando mi rostro mientras se apretaba las manos frente a él, casi como si se estuviera preparando para rezar.
“Usted, señorita Finch, debería concentrarse en las debilidades de Palace. Necesito información sobre cualquier cosa que pudiera poner en aprietos a Palace, que les haga parecer poco rentables o inestables. Cualquier cosa que Quartermain pueda utilizar en su favor.”
Karen soltó una especie de suspiro. Los otros dos enterraron las caras en sus iPads, negándose a mirarme a mi o al señor Grayson.
Yo simplemente asentí, sin tener ni idea de dónde se suponía que debía empezar. Iba a ser una noche muy larga.
* * *
Llegamos al hotel y el señor Grayson nos entregó a cada uno una llave de habitación. Luego se marchó con Angela sin darnos mayores instrucciones. Jason se giró hacia Karen y Kelly, frotándose las manos.
“¿Quién se apunta a un par de copas?”
No tuvieron el gesto de mirarme, y ya no hablemos de invitarme a acompañarles. Pero me daba igual. Tenía mucho trabajo que hacer.
Subí a mi habitación y pasé las siguientes horas mirando la información de la carpeta que Angela me había dado. Después de un rato, las palabras empezaron a emborronarse. La dejé a un lado, y me froté los ojos con las manos. Estaba cansada y tenía hambre. Daría lo que fuera por una copa de buen vino.
Era tarde. El servicio de habitaciones ya había terminado, pero el bar de la recepción seguía abierto. Me cambié de ropa a unos vaqueros y una camiseta cómoda, y me quité la cinta del pelo, dejando que mi largo cabello oscuro y ondulado me cayera sobre la cara. Me eché un vistazo en el espejo, casi divertida con el miedo que se reflejaba en mis grandes ojos azules.
¿Qué pensaría de mi ahora mi atormentadora de la infancia? Probablemente no estaría terriblemente impresionada. Pero, de nuevo, había escuchado que ella se había casado con un policía y que estaba criando una casa llena de bebés chillones. Me resultaba un poco irónico, pero yo era la chica a la que metía dentro de las taquillas cada vez que pasaba a mi lado.
Me pregunté cómo se sentiría la primera vez que alguien le hiciera eso a uno de sus hijos.
Crucé la silenciosa recepción hacia el bar, y tomé un asiento en la esquina de la barra frente a los hombres de negocios que bebían de sus botellas de cerveza mientras veían repeticiones de los partidos de béisbol de la semana. El camarero sonrió al preguntarme lo que quería, moviéndose rápido para servirme la copa de vino tinto.
“Gracias.”
Él asintió, volviendo al otro lado de la barra para ver el partido.
“¿Tomando un descanso?”
Levanté la mirada, sorprendida al encontrar a Dominic Grayson mirándome. Iba vestido de modo casual, con vaqueros y una camiseta, igual que yo. Parecía una persona completamente diferente, relajado de una forma que ningún fotógrafo había capturado nunca.
“Pensé en tomar algo de cenar antes de seguir con ello.”
“¿Le importa?” preguntó, señalando el taburete junto a mi.
“Este es un país libre.”
Se subió al taburete, y pidió una botella de cerveza. Esperaba que bebiera whisky o coñac, algo sofisticado. Pero parecía disfrutar del primer y largo sorbo de su cerveza.
“Es usted extremadamente persistente,” dijo, mirándome de nuevo.
“Persigo lo que quiero.”
“¿Por qué quería un empleo en mi empresa con tanta insistencia?”
Deslicé el dedo por el borde de mi copa. “Porque su empresa es la mejor en su ámbito y quería aprender de los mejores.”
Se llevó de nuevo la cerveza a los labios, tomando un sorbo más corto esta vez.
“Cuando recursos humanos me trajo su informe, pensé que alguien me estaba gastando una broma. ¿Quién tiene tiempo de rellenar trescientas… nosecuántas solicitudes?”
“Cuarenta y cinco.”
Asintió. “Trescientas cuarenta y cinco solicitudes. Todas cumplimentadas perfectamente, todas con la misma información. Una y otra vez.”
“La función de copia y pega es muy cómoda.”
“Pero no todos los campos se podían copiar y pegar.”
Eso era cierto. Algunas partes de la solicitud debían introducirse a mano meticulosamente. Pero había valido la pena.
“¿Por qué fundó Grayson Resources?”
Levantó las cejas. “Estoy segura de que eso se ha publicado en uno y otro artículo millones de veces. Parece usted una mujer que sabe investigar. Probablemente podría decírmelo.”
“Puedo decirle lo que usted ha dicho a los demás. Pero me gustaría oír la verdad.”
Se ahogó un poco, poniendo de nuevo la botella sobre la barra. “¿Qué le hace pensar que hay algo más de lo que ya he dicho?”
“Porque creo que hay algo más en usted aparte del deseo de ganar un poco de dinero.”
“Siento decepcionarla, señorita Finch,” dijo, rascando la esquina de la etiqueta de su botella de cerveza. “Lo cierto es que mi madre y yo tuvimos problemas. Ella eligió dejar de pagar mi matrícula y me quedaban sólo dos semestres. Yo solo no podía permitírmelo, así que busqué la manera de ganar el dinero que necesitaba.”
“¿Se las arregló para pagar la matrícula de Harvard con el coste de unas pocas respuestas de exámenes?”
Sonrió, con la mirada puesta en la lejanía al recordar el pasado. “Eran más que respuestas de exámenes. Eso es sólo lo que le digo a la prensa.”
“Sabía que había algo más en esta historia.”
Me lanzó una mirada, con una sonrisa que se agrandó al ver mi expresión de satisfacción.
“Es usted muy perspicaz, señorita Finch.”
Me encogí de hombros. “Seré una ventaja en las negociaciones de mañana.”
“Así lo espero. Porque si no lo es, ya puede decirle adiós a estas prácticas.” Se levantó y dejó un montón de billetes sobre la barra. “Disfrute de su cena, señorita Finch.”
Le observé marcharse, sintiéndome repentinamente mucho menos presuntuosa que hacía un segundo. Pero incluso después de quedarme sin apetito y de darme cuenta de que tenía una larga noche por delante, no pude evitar admirar las vistas que suponían él marchándose. Y yo no era la única que lo hacía: numerosas mujeres en el bar también lo estaban mirando.
Angela era sin duda una mujer afortunada si los rumores acerca de ellos dos fuesen ciertos.
* * *
Nos encontramos en la recepción temprano a la mañana siguiente. Pude dormir unas dos horas antes de que Angela llamara a mi cuarto y me anunciara la hora de la reunión. Me duché rápidamente y me vestí con una falda negra sencilla y una chaqueta a juego, y me recogí el cabello en un moño suelto en la parte de atrás de la cabeza. Ya se me estaba cayendo. Me retiraba algunos mechones finos de cabello que me caían sobre la cara mientras el señor Grayson nos dirigió hacia la limusina que nos llevaría a las oficinas en las que se tendrían lugar las negociaciones.
Todo el mundo estaba nervioso. Podía sentir la tensión como una caja que se cerraba sobre mi. Incluso Kelly, que había estado tan habladora el día anterior, parecía preocupada.
“Señor Frederickson,” dijo el señor Grayson cuando salimos del ascensor y nos recibieron varios hombres vestidos de traje. El que parecía estar al cargo, un hombre de mediana edad al que se le empezaba a aclarar el pelo en las sienes, dio un paso adelante para apretar la mano al señor Grayson.
“Me alegro de que hayas llegado, Dominic,” dijo. “Deberíamos ir empezando en unos pocos minutos.”
El señor Grayson asintió. Se giró hacia Angela, le susurró algunas cosas al oído, y empezó a caminar con Frederickson y su gente. En cuanto giraron una esquina, Angela hizo un gesto hacia nosotros.
“Venid conmigo.”
Nos acompañó a otra habitación, otra sala de conferencias. Había un monitor en la pared que emitía todo lo que estaba ocurriendo en la entrada. Nos fuimos colocando en los asientos alrededor de la larga mesa; Karen y Jason se sentaron juntos, mientras que Kelly se sentó al otro lado de la mesa y yo tomé asiento a cierta distancia de los demás. Todos encendieron sus iPads. Yo no tenía muy claro lo que estaba ocurriendo hasta que recibí una alerta en mi iPad diciendo que un grupo de texto secreto había sido activado.
Era así como nos íbamos a comunicar con el señor Grayson.
Estaba tan nerviosa que ni siquiera vi la luz. Abrí la aplicación con mis notas y apoyé la espalda en el asiento, intentando parecer segura. Angela salió de la habitación y un segundo después podíamos verla uniéndose al señor Grayson en la otra sala. Luego, la gente de Palace Corporation entró y todo el mundo estaba apretando manos y siendo increíblemente educados, a pesar del hecho de que Quatermain estaba allí para robar todo lo que Palace había construido en los últimos sesenta años.
Mientras observaba, el señor Grayson se acomodó en un asiento a un lado de la mesa de conferencias al inicio de la reunión.
“Buena suerte, becaria,” dijo Jason, empezando a escribir velozmente en su iPad. “La vas a necesitar.”
Tenía razón.
Veía los mensajes entrando continuamente en el iPad; Jason, Karen y Kelly enviando con rapidez la información que pensaban que ayudaría en la conversación que estaba teniendo lugar y el señor Grayson contestaba con mensajes rápidos que a veces no eran más que abreviaturas, pidiendo más detalles o regañando a uno y otro por enviar información irrelevante o que era demasiado obvia. Seguía con atención lo que ocurría en el monitor, leía cada mensaje, comprobaba mis notas una y otra vez. Pero no añadía nada a la conversación.
No tenía nada que decir.
Todo sucedía a un ritmo frenético. Todo parecía tranquilo en la superficie, la forma en que los ejecutivos miraban lentamente sus notas, la forma en que hablaban con tono lento y tranquilo. Pero había muchísima información en las pocas cosas que decían. La mañana se concentró principalmente en los activos, las propiedades que la empresa poseía, los edificios que albergaban el negocio, y los clientes que generaban ingresos. Esos eran los departamentos de Kelly y Jason. Y luego el dinero. Karen tenía mucho que decir acerca de los hechos que se estaban poniendo sobre la mesa y Frederickson empleó muchos de sus datos en sus argumentaciones.
Podía ver cómo tenía que marchar esto. Sencillamente no sabía cómo podía contribuir yo.
Había una cosa que sí advertí. Había algo extraño en la forma en que uno de los ejecutivos de Palace miraba continuamente a uno de los ejecutivos de Quartermain. Y cada vez que intercambiaban una de esas miradas, Palace parecía tomar una ligera ventaja en las negociaciones.
Quizás fuera una coincidencia. O quizás no.
Paramos para almorzar después de cinco intensas horas de negociación durante las cuales no ofrecí nada a través del grupo de mensajes. Una mujer trajo un carrito repleto de sándwiches y ensaladas y bebidas. Jason y Karen se levantaron inmediatamente y rodearon el carrito, sirviéndose comida. Pero para mi la idea de comer era casi impensable.
Me estaba hundiendo a mi misma en el puesto que había querido siempre y no sabía cómo arreglarlo.
Angela y el señor Grayson entraron en la habitación, hablando en voz baja. Les observé, pensando de nuevo en los rumores que se habían estado oyendo acerca de ellos en los últimos meses. Y aquello me dio una idea. Abrí el navegador de Internet y empecé a hacer un poco de investigación que poco tenía que ver con Quartermain o Palace. Justo cuando tropecé con la información que buscaba, el señor Grayson se me acercó por detrás, inclinándose sobre mi hombro.
“Necesito hablar con usted, señorita Finch,” me dijo al oído.
Asentí, siguiéndole al pasillo. Había pocas personas alrededor, ya que la mayoría había salido para el almuerzo. Caminamos unos pocos metros cuando el señor Grayson me tocó el hombro, haciéndome colocarme contra la pared.
“La razón por la que contrato a personas con experiencia es porque no tengo tiempo para estar enseñando. No puedo sentarme aquí y decirle cómo tiene que hacer su trabajo. Esperaba que llegara esta mañana con información caliente y preparada en las manos. ¿Entiende?”
“Sí, señor.”
“¿Por qué no ha ofrecido nada a la discusión?”
“Porque no tenía nada que ofrecer.”
“¿Hemos negociado durante cerca de cinco horas y no ha tenido nada que ofrecer?”
Podía notar la incredulidad en su voz y una oleada de vergüenza hizo que las mejillas redondas se encendieran. Miré a otro lado, pero él me tomó de la barbilla, obligándome a mirarle a los ojos.
“Este es nuestro negocio, señorita Finch. Proporcionamos información al cliente para que puedan hacer lo que necesitan hacer. Quartermain tiene que absorber Palace antes de que acabe el mes para cumplir con los plazos que se han establecido. Es nuestro trabajo asegurarnos de que eso ocurre.”
“Lo se.”
“Entonces contribuya, o la enviaré de vuelta a Los Ángeles esta noche.”
Se dio la vuelta, alejándose de nuevo. Abrí la boca, con las palabras en la punta de la lengua. Pero no estaba segura al cien por cien... sí, lo estaba. Sabía lo que estaba ocurriendo ahí dentro y él tenía que saberlo.
“¿Señor Grayson?”
Se detuvo, sus hombros vibrando de la tensión. Se giró lentamente, dirigiendo sus preciosos ojos verdes entrecerrados en una línea hacia mi.
“El ejecutivo de Quartermain… ¿el señor Raphael?”
Cruzó los brazos sobre el pecho, mirándome. No dijo nada, sólo me observaba con la mirada más intimidatoria que alguien me había dirigido nunca.
“Le está pasando información a uno de los ejecutivos de Palace.”
Sus ojos seguían entrecerrados. Se acercó de nuevo a mi, empujándome contra la pared con indudable peso de su presencia.
“¿Qué le hace pensar eso?”
“Tiene un teléfono en el regazo. He notado que cada vez que parece que Quartermain ha aportado un argumento fuerte, él lo mira. Luego mira a uno de los ejecutivos al otro lado de la mesa. Un segundo después, la señora Wallace, la presidenta de Palace, mira a su teléfono móvil y lanza un argumento fuerte en defensa de Palace.”
Me miraba a la cara tan cerca que podía sentir su aliento moviendo los cabellos sueltos que me caían sobre la frente. Bajé la mirada, abrumada por su cercanía. Olía a canela y a sándalo, como la Navidad y el bosque en un día de lluvia, como todo lo que me encantaba de mi infancia en Austin. Y sus manos... tenía unos dedos largos y esbeltos, y sus palmas eran lo suficientemente grandes como para cubrir con ellas uno de mis pechos, lo cual era bastante. No es que debiera estar pensando en cosas así porque, de repente, mis pezones se estaban erizando y me había quitado la chaqueta, así que probablemente podía verlos apretándose contra la fina tela de mi blusa. Pero no podía parar aquellos pensamientos, ni imaginar otra cosa que uno de esos dedos deslizándose hacia abajo por mi estómago, dirigiéndose a un lugar que no había sido tocado desde mi primer año en Stanford.
¡Joder!
¿Pero qué estaba haciendo? ¿Por qué estaba teniendo esos pensamientos? Era Dominic Grayson. Era mi ídolo, el hombre al que quería imitar en mi carrera profesional, el hombre que me había inspirado a cursar una licenciatura en negocios. Quería aprender de él, no convertirme en una más de la larga lista de mujeres que no se había convertido en más que en una muesca en su cama.
No es que un hombre como él pudiera encontrarme remotamente atractiva.
Me tocó la barbilla con un solo dedo y la movió para que tuviera que mirarle.
“Cuando vuelva ahí dentro, deme algo que pueda usar.”
Y se marchó. Pero juro que había algo en sus ojos cuando me miró entonces.
* * *
Pasé el almuerzo repasando mis notas una y otra vez. Los demás hablaban y comían como si fuera paté gourmet en lugar de sándwiches fríos. Pillé varias veces al señor Grayson mirándome, pero no conseguía leer su expresión. No estaba segura de si se estaba preguntando por qué demonios me habría contratado, o si simplemente estaba lamentando haberme invitado a acompañarle en aquel viaje.
Cuando las negociaciones comenzaron de nuevo, lo primero que el señor Frederickson hizo fue pedir a todo el mundo que dejara los teléfonos.
Me había creído.
Las conversaciones comenzaron otra vez. De nuevo, observé la habitación atentamente, escuché cada palabra que se intercambiaban las partes, seguí los mensajes que volaban en el grupo de mensajes seguro. Y, de nuevo, tenía poco con lo que contribuir. Hasta que la conversación dio un giro interesante.
“Entiendo que uno de sus clientes, Green Manufacturing, rescindió su contrato con ustedes,” dijo el señor Frederickson.
“Así es.”
“¿Y cuál fue la razón?”
“El contrato había llegado a su fin y eligieron no renovar. A veces ocurre.”
Y, de repente, yo tenía algo que decir. Escribí tan rápido que tuve que volver atrás y corregir un par de errores. Pero lo envié, y luego miré a la pantalla para ver al señor Grayson leer mis palabras. En lugar de enviar un mensaje al señor Frederickson como habría hecho antes, antes de que retiraran los teléfonos, se desplazó a un asiento junto a él. Se inclinó hacia él y le susurró algo al oído.
El señor Frederickson miró a la señora Wallace y dijo, “¿Green Manufacturing se marchó con Messing Corp. tras abandonar su empresa?”
La señora Wallace palideció al levantar la mirada.
“¿De dónde ha sacado esa información?”
“¿No es Messing Corp. la empresa de su esposo, señora Wallace?”
Sacudió la cabeza, lanzando miradas a la habitación. “No sé de dónde ha sacado esa información, pero nuestros clientes pueden marcharse a dónde quieran y cuando quieran. Nosotros no tenemos control sobre esos aspectos.”
“Sin embargo, aceptaron un contrato de cinco años con Messing, lo cual les sacó de la bancarrota y les posibilitó la extensión de sus instalaciones, ¿verdad? Supongo que eso sólo fue una coincidencia.”
La señora Wallace pidió un descanso, pero era evidente para todos que las negociaciones habían terminado. Sus motivos reales habían quedado expuestos y aquello daba a Quartermain la ventaja final. Menos de una hora después de haber retomado las negociaciones tras el descanso, tenían un acuerdo para firmar.
Jason y los demás me lanzaron miradas, viéndome de repente con ojos diferentes.
Acababa de ganar el día para Quartermain y Grayson Resources. Había demostrado mi valía.
* * *
Salí de mi habitación, un poco vacilante sobre los tacones de cinco centímetros que rara vez utilizaba. Me quedé en la puerta, preguntándome si debería volver dentro y cambiarme a los zapatos planos, pero no iban muy bien con el vestido. Los tacones, sí. Pero, de nuevo, mi aspecto no tendría importancia si me caía de bruces.
“Estás preciosa.”
Dominic Grayson estaba de pie en medio del pasillo, con un traje que acentuaba lo mejor de su magnífica figura. Me sentí totalmente estridente en el vestido recto de color violeta que en la percha tenía forma de bolsa de papel, aunque por suerte se me ajustaba en las caderas de una forma no tan horrible como solían quedar los vestidos formales. Me pasé la mano por la barriga, deseando que fuera varios centímetros más pequeña, y deseando que la genética fuera más benévola conmigo de lo que era.
Sacó las manos de la espalda y dejó a la vista una única rosa de tallo largo.
“Una disculpa,” dijo. “Por haberla subestimado.”
Sacudí la cabeza. “Solo tuve un golpe de suerte.”
“No. ¿Todo esto acerca de Quartermain pasándole información al otro lado? Resulta que ha estado involucrado en una relación con ese ejecutivo en particular y estaba intentando ayudar a su amante a ganarse unos cuantos dólares extras en la compra de la empresa.”
Asentí. “Encontré su página de Facebook. En ella había fotos de los dos.”
Sonrió, dejando entrever unos minúsculos hoyuelos en su mejilla derecha. “Nunca se me habría ocurrido mirar en Facebook.”
“Es una cosa de mi generación, supongo.”
Levantó las cejas. “¿No me considera de su generación? No soy mucho mayor que usted.”
“Seis años. Cinco si hago las cuentas desde junio.”
Sonrió de nuevo. “¿No se le escapa nada, verdad?”
Me tendió la flor, rozando mis dedos con los suyos. Con aquella caricia, una ola de placer me subió por la espalda. Si un paso atrás y a punto estuve de tropezarme con el quicio de la puerta de mi habitación. Me agarró del brazo, empujándome fuerte contra su pecho aunque no era realmente necesario. Pero, durante un segundo, estuve entre sus brazos. Fue un instante que no iba a olvidar en mucho tiempo.
Bajó conmigo en el ascensor después de acompañarme a poner la rosa en un jarrón con agua, y de que me cambiara los zapatos. No hablamos mucho, pero podía sentir sus ojos sobre mí durante todo el camino hasta la recepción. Los otros nos esperaban, todos vestidos con ropa cara a la que nada que estuviera en mi armario podría parecerse. Me sentí terriblemente mal vestida durante toda la noche, especialmente cuando llegamos al restaurante y el señor Frederickson se dedicó a agradecerme la información que les había ayudado a inclinar la balanza en su favor.
Yo sólo quería desaparecer, pero el señor Grayson insistió en que me sentara junto a él durante toda la cena. Me daba conversación, estaba pendiente de que mi copa de champán estuviera constantemente llena, y presidía la cena como si yo fuera la invitada de honor. Podía notar cómo Karen y Jason, y un poco menos Kelly, exudaban celos. Pero Angela, de quien esperaba que estuviera enfadada por sus propias razones personas, no parecía notar siquiera lo que estaba ocurriendo.
Por una vez era la reina de la noche y no sabía cómo reaccionar.
El camino de vuelta al hotel fue mucho más tranquilo que el de ida al restaurante. Me senté sola en uno de los bancos largos para poder ver la ciudad mientras nos movíamos a través del tráfico. No podía creer que estuviera allí, ni que estuviera viviendo la vida que había imaginado durante tanto tiempo. No podía creer que hubiera sido capaz de superar aquello. Había sido un golpe de suerte. Esta noche podría haber estado volando de vuelta a casa.
“Señorita Finch,” dijo el señor Grayson cuando caminábamos hacia el hotel, “¿le importaría quedarse un momento?”
Jason y Karen me lanzaron unas miradas oscuras, y Angela pareció tropezar con un escalón de camino al ascensor junto al señor Grayson. Pero todos se dirigieron obedientemente al ascensor y a sus habitaciones mientras el señor Grayson me colocaba una mano sobre la espalda y me dirigía hacia la misma esquina oscura de la bar en la que nos habíamos sentado la noche anterior.
“Tengo que admitir que estoy increíblemente impresionado contigo,” dijo cuando nos sirvieron las bebidas que habíamos pedido. Él pidió otra botella de cerveza y yo bebía una copa de vino blanco de moscatel. “Sabía que eras buena investigando, pero nunca...” Suspiró al tomar un sorbo de su cerveza. “Hablé con un par de tus profesores en Stanford. El profesor Collins estaba particularmente impresionado contigo.”
“¿De verdad?”
Observó mi cara con aquella intensidad suya, moviendo los ojos lentamente por mis rasgos como una caricia.
“Esa fue la razón principal por la que te contraté, pero en realidad no esperaba mucho.”
“Gracias.”
Soltó una carcajada. “Lo siento. No quería que sonara tan frío como lo he dicho.”
Me encogí de hombros. “Si le soy sincera, me suele pasar mucho. La gente me mira y hace ciertas presuposiciones que no son siempre ciertas.”
Sus ojos fueron bajando por mi, desde mi cara hasta mi cuello, mis pechos, mis caderas. Podía sentir el calor en mis mejillas al sonrojarme de nuevo, pero fingí que no me daba cuenta de cómo me miraba.
“Quiero ascenderte.”
Me atraganté con el sorbo de vino que acababa de tomar, y a punto estuve de escupirlo todo sobre la barra de caoba. Me dio unos golpecitos en la espalda, volviendo a reírse.
“No quería hacer que te ahogaras.”
“No, es que es sólo que… soy una becaria.”
“Nosotros no tenemos becarios, así que técnicamente eres sencillamente un asociado de primer año como todos los demás.” Levantó la botella de cerveza, tomó un sorbo largo, y luego se levantó, dejando de nuevo un puñado de billetes sobre la barra para pagar las bebidas. “Mañana nos marchamos a mediodía. Luego quiero que nos reunamos en mi oficina en cuanto volvamos para hablar sobre los detalles.”
De nuevo se marchó, dejándome una vez más mirando cómo se alejaba. Y, de nuevo, me di cuenta de que otras muchas personas en el bar, tanto hombres como mujeres, también le observaban.
Tenía que sacarme aquellos pensamientos de la cabeza.
* * *
Me convirtió en su compañera de investigación. O algo así.
Me puso en una oficina en la planta de los ejecutivos y en ella trabajaba con él, uno a uno, con los clientes más importantes de la empresa, con los cuales trataba sólo él. Estos eran los clientes con los que todo el mundo en aquel edificio quería trabajar, quienes daban más dinero y que eran la fuente de bonus y de almuerzos caros e invitaciones a las fiestas más exclusivas de la ciudad. Y yo había conseguido acceso directo.
No hace falta decir que la gente que había trabajado allí durante meses y años antes de mi llegada no eran mis mayores fans.
Sabía que esto era fantástico para mi carrera. Nunca había tenido muchos amigos, así que no tenía problema en hacer enemigos. Pero... aquello significaba mano a mano con Dominic Grayson.
“Llámame Dominic,” me había dicho el primer día después de que le llamara señor Grayson demasiadas veces. Me costó una semana acostumbrarme, no porque no me pareciera correcto llamarle Dominic. Sino porque era demasiado agradable llamarle así.
Estábamos trabajando en la investigación para una importante empresa de publicidad, intentando encontrar una serie de hechos oscuros para una nueva campaña que querían llevar a cabo para una organización sin ánimo de lucro por el cáncer. Querían terminar el proyecto en dos días, así que trabajábamos hasta tarde, ambos concentrados escribiendo en nuestros ordenadores portátiles mientras el edificio se quedaba en silencio cuando todos los demás dieron por terminado el día.
“Me marcho,” dijo Angela, asomando la cabeza en la oficina a las ocho.
Dominic la miró. “Dile a Sara que siento tenerte aquí hasta tan tarde.”
Angela sonrió. “Nunca me cree. Piensa que soy una adicta al trabajo que insiste en quedarse incluso cuando no me necesitas.”
“Siempre ha sido una mujer inteligente.”
Angela se rió y se giró, cerrando las puertas tras ella.
Dominic me pilló mirándole, probablemente con una cara que irradiaba curiosidad.
“Sara es su novia. Es una fotógrafa que trabaja más horas que nosotros.”
“¿Su novia?”
Dominic asintió, desplazando los ojos sobre mi de aquella forma que solía hacer a menudo. Le pillaba mirándome en los momentos más extraños, incluso cuando había en una mujer mucho más guapa que yo en la habitación. Mi corazón deseaba pensar que había interés en esas miradas, pero mi mente insistía en que se trataba sólo de curiosidad. Aún intentaba averiguar quién era yo.
Quizás.
“No me digas que crees los rumores acerca de que Angela y yo tenemos una relación.”
“Yo… bueno, tienes que admitir que no has estado viendo a nadie últimamente.”
“Porque me cansé de los líos de una noche y de las mujeres frívolas y caprichosas que suelo atraer.”
“La mayoría de hombres mataría por estar en tu lugar.”
“Bueno, sí, pues daría lo que fuera por encontrar...” Se detuvo, devolviendo la mirada a la pantalla de su ordenador. “Deberíamos volver al trabajo.”
Quería saber lo que había estado a punto de decir. Había algo en la forma en que me había mirado cuando las palabras empezaron a salir de su boca. Pero yo no era nadie para sacarle el tema.
Trabajamos durante otra hora aproximadamente antes de que Dominic se echara hacia atrás en su asiento y estirara los brazos sobre la cabeza.
“Necesito un descanso. Apenas puedo leer sin que se emborronen las letras.”
Asentí, empujando mi ordenador un poco y frotándome los ojos con las palmas de las manos.
“No deberías hacer eso. No es bueno para los ojos.”
“Suenas igual que mi madre.”
“¿Ah, sí? Mi madre nunca me dijo nada así. Supongo que pensaba que era trabajo de la niñera.”
“¿Tenías una niñera?”
“Un arsenal completo de niñeras. Parecía que tenía una nueva cada seis meses.”
“¿Por qué?”
Se encogió de hombros. “A mi padre no le gustaba tener que salir de casa para buscarse a sus amantes.”
“Oh.”
Se levantó y en su rostro se dibujaba una sonrisa que dejaba entrever sus pequeños hoyuelos. “Lo siento.”
“No tienes por qué, si es la verdad.”
“Sí, claro, pero a veces la verdad es extremadamente desagradable.”
Cruzó la habitación hasta el pequeño bar que había en la esquina, y sirvió un par de vasos de whisky. Por fin la bebida sofisticada que asumía que un hombre como él bebería. Volvió a la mesa con ellos, dejando uno frente a mi antes de quitarse la chaqueta, soltarse la corbata, y levantar su vaso para un brindis.
“Un brindis por los padres que dejan tan jodidos a sus hijos.”
Choqué mi vaso con el suyo, pero no bebí. Pensé en mis padres. Eran muy trabajadores, ambos funcionarios públicos que apenas ganaban lo suficiente para poder pagar la hipoteca y las cuotas del colegio privado, insistiendo en que era importante para mi futuro. Hicieron todo lo que pudieron por mi incluso cuando no estaban del todo de acuerdo con mis elecciones. Y estaban orgullosos de mi.
Tomó un trago largo de su bebida y se acomodó de nuevo en su silla.
“Siento que lo sabes todo sobre mi, y que yo se muy poco acerca de ti.”
Pasé el dedo por el borde superior de mi vaso, estudiando la forma en que la luz creaba un brillo ámbar en el líquido.
“No hay mucho que saber,” dije finalmente. “Mi padre es policía, y mi madre trabajadora social. Trabajaron mucho para ayudarme con mi educación incluso aunque mi madre quería que me metiera en trabajo social y mi padre quería que fuera abogada.”
“Deben estar orgullosos de ti. Te está yendo bien.”
“Gracias a ti.”
Se encogió de hombros. “Tú te lo has ganado.”
Me llevé el vaso hasta los labios porque sentí como si estaba esperando a que bebiera con él. El líquido era amargo y me quemó al bajarme por la garganta, pero el fuego que sentí en el estómago era agradable. Lo apoyé de nuevo en la mesa, dirigiendo la mirada hacia él y hacia sus manos, que rodeaban el vaso. Eran tan grandes que hacían que el vaso desapareciera. Me imaginaba esas manos sobre mi cuerpo casi todas las noches al acostarme sola. Lo había hecho durante tanto tiempo que casi podía notarlas, sentir la forma en que su mano se deslizaría lentamente hacia arriba por el lado interior de mi muslo.
La zona baja de la barriga se me tensó al pensar en ello.
“¿Tienes novio?”
Levanté la mirada, encontrándome con sus ojos. Me estaba mirando fijamente con ese interés, y sentí una mezcla de emociones pasar como nubes delante del sol.
“No.”
En ese momento vi algo en sus ojos que supe que habría malentendido. Me había parecido alivio, pero eso implicaría que mi respuesta le importaba. ¿Por qué iba a importarle?
“Eres tan guapa,” dijo suavemente. “No puedo imaginarme por qué ibas a estar sola.”
Solté una carcajada, un sonido desagradable que había querido que sonara como una risita.
“La mayoría de los tíos no me encuentran muy atractiva.”
“¿Por qué no?”
“Porque…” hice un gesto hacia mi misma. “A los tíos hoy en día no les gustan las chicas con tantas curvas.”
“Esos tíos son imbéciles. Una mujer es mucho más que la forma en que rellene un vestido.”
Comencé a sacudir la cabeza, pero él alargó la mano y tocó la mía, enviando un estremecimiento por todo mi cuerpo que casi me paralizó los pensamientos. Entonces corrió su silla hacia mi.
“Me resulta muy difícil concentrarme cuando estoy en una habitación contigo.”
Por un momento pensé que le había entendido mal. Pero entonces me acarició el labio inferior con el pulgar.
“Hay algo en ti,” susurró al inclinarse hacia mi, ofreciéndome el más sencillo de los besos. No era más que una caricia ligera de sus labios contra los míos, pero era como si se estuvieran encendiendo fuegos artificiales en las terminaciones de mis nervios. De pronto, todo en mi cuerpo cobró vida, consciente de cada caricia, de cada mirada y de cada deseo.
Se retiró y esperó, casi como si esperara que me levantara y me marchara de la oficina. ¿Pero cómo iba a hacer eso? Mis rodillas estaban débiles, y los muslos me temblaban. Las piernas probablemente me fallarían al caminar. Aparte de eso, esta era una fantasía hecha realidad. ¿Cuántas veces había imaginado este momento en la oscuridad de mi apartamento vacío? ¿Cuántas veces había fantaseado con un hombre como Dominic volviéndose loco por mi? ¿Cuántas veces había sido Dominic a quien había imaginado en mis fantasías más profundas?
Me incliné hacia él y le devolví el beso, dejando que mis labios se entreabrieran ligeramente, sólo lo suficiente para dejar claro que estaba abierta a lo que ocurriera después. Y ocurrió, deslizando la mano por detrás de mi cabeza al apretarme contra él, y haciendo el beso más profundo con un sensación que era más de lo que mi imaginación habría podido nunca conjurar. Llegó a partes de mi interior a las que no había llegado nadie, con unos movimientos elegidos y planeados cuidadosamente. Él sabía lo que estaba haciendo y… todo lo que yo podía hacer era abrirme a él y dejarme llevar.
Nos besamos durante un largo rato, ambos apoyados contra nuestras dos sillas. Pero entonces me agarró de los brazos y me apretó contra si, arrastrándome a su regazo al tiempo que él se sentaba hacia atrás. Sus manos se deslizaban por mi espalda, y hacia mi generoso trasero. Y luego su boca se estaba moviendo por mi garganta, y los dedos de una mano estaban bajando para desabrocharme los botones de la camisa mientras me sostenía fuerte con la otra mano. No me dejaba ir y saberlo hizo que algo aflorara en lo profundo de mi alma.
“He estado pensando en ti durante semanas,” me susurró al oído. “En lo maravilloso que sería tocarte, saborearte.”
Me eché hacia atrás, pasando los dedos por su cabello. Me miró a los ojos durante un segundo, y luego dirigió la mirada hacia sus propios dedos desabrochando mi blusa, dejando al descubierto debajo un sujetador de encaje. Justo como había imaginado, su palma era suficientemente grande como para agarrar uno de mis abundantes pechos en su mano, apretando mi pezón duro contra el material de mi sujetador y su carne. Las ansias que sentía en la parte baja de la barriga empezaban a estar fuera de control cuando comenzó a besarme el cuello, con su aliento caliente afectando a mi equilibrio al ir bajando y abriéndome el cierre del sujetador.
Le deseaba. Nunca pensé que hubiera sido posible desear a otra persona tanto como yo le deseaba a él en aquel momento. Era como una necesidad abrumadora, un instinto que tenía que satisfacer. No podía respirar ni podía recuperar el aliento; la necesidad era así de grande. Me incliné hacia atrás y él me siguió, creando con la boca un camino ardiente entre mis pechos y más abajo, hasta que tuvo que levantarme y colocarme en el borde de la mesa en la que, hasta hacía unos minutos, habíamos estado trabajando juntos bastante profesionalmente.
¿Ahora? ¡Dios mío! Nunca había estado tan contenta de llevar una falda en toda mi vida. Se arrodilló frente a mi, colocando mis piernas sobre sus hombros, y me fue bajando las bragas. Siempre había sacudido la cabeza cuando leía una novela romántica en la que el escritor describía, sus jugos fluían. Mis jugos no habían fluido antes. Ni siquiera estaba segura de que fuera físicamente posible, no de la forma en que el escritor implicaba. ¿Pero ahora? Oh, ¡sí que era posible!
Me tocó con la punta de la lengua y pensé que iba a perder la cabeza. Luego mordisqueó mis labios, arrastrando mi clítoris entre sus dientes y chupándolo, enviándome tal placer por todo el cuerpo que pensé que iba a arder con todo ello. Y de nuevo se levantó, inclinándose para robarme más besos, con el sabor de mi propio deseo en sus labios.
Oí cómo se desabrochaba el cinturón y lo aflojaba. Sólo el sonido hacía que los muslos me temblaran, y que mi cuerpo se abriera a su invasión. Aún estaba besándome cuando se guió dentro de mi, presionando la cabeza de su polla contra mi coño. Y entonces se deslizó dentro y supe que nunca iba a experimentar algo así de nuevo. Este era Dominic. El hombre que había deseado durante más tiempo del que me había dado cuenta. Y encajaba dentro de mi como si nuestros cuerpos hubieran estado hechos el uno para el otro. Ni siquiera tenía que moverse para hacer que el placer aumentara. Todo lo que tenía que hacer era besarme, pues su sabor era suficiente para hacer desaparecer la realidad.
Pero entonces empezó a moverse, dejando escapar gemidos suaves de entre los labios. O quizás eran mis gemidos lo que estaba oyendo. Enganché las piernas alrededor de su cintura y le apreté contra mi todo lo que era físicamente posible, moviendo las caderas hasta que sentí aquel estremecimiento empezar a crecer dentro de mi. Estaba a punto de correrme y mi mente se aferraba al hecho de que aquello estuviera ocurriendo, a que era real. Quería que durara para siempre. No estaba preparada para que terminara.
Pero no debería haberme preocupado. Él estaba tan perdido como yo. Incluso después de que ambos alcanzáramos el éxtasis en la oficina, no habíamos terminado. Me llevó a casa y mi pequeño apartamento vio cosas que no había presenciado antes. Estuvimos enredados en los brazos del otro durante mucho tiempo aquella noche; parecíamos insaciables. Y de nuevo a la noche siguiente y la noche después de esa. Casi no podíamos mantenernos quietos cuando estábamos a solas. Y era como todo lo que siempre habría imaginado que sería.
* * *
Era lunes por la mañana y me había despertado tarde, al olvidarme de poner la alarma cuando Dominic apareció en mi puerta un poco antes de las diez. Teníamos un cliente que requería gran parte de su tiempo, pero aún así nos las arreglábamos para sacar un poco de tiempo de aquí y allá, aún incapaces de saciarnos el uno del otro aún después de tres semanas de exploración y experimentación.
Estaba terminando a toda prisa un bol de cereales, consciente de que no tendría tiempo de almorzar, cuando mi teléfono sonó.
“Señorita Finch,” dijo una voz familiar al otro lado del teléfono. “Pensé que debía llamarla personalmente y decirle lo impacientes que estamos de que empiece a trabajar con nosotros.”
“¿Señor Frederickson?”
“Cuando Dominic llamó y dijo que estaba buscando un puesto nuevo, no podía creer nuestra suerte. He estado intentando robarle de Grayson Resources desde las negociaciones de Palace. Espero que las condiciones que le estamos ofreciendo le resulten satisfactorias.”
“Estoy segura de que sí,” dije, completamente perdida acerca de lo que estaba hablando.
“Magnífico. ¿Entonces le veremos mañana a las nueve?”
“Sí, señor.”
“Estamos impacientes.”
Cortó la llamada y me quedé mirando la pantalla, preguntándome qué demonios era lo que estaba ocurriendo. Estaba sorprendida, y la sorpresa se convirtió en indignación cuando llegué a la oficina y encontré a mi secretaria recogiendo mi escritorio.
“¿Se puede saber qué es lo que estás haciendo?”
“El señor Grayson me ha dicho que lo haga. Dijo que usted había aceptado un puesto nuevo y que no vendría hoy,” dijo la mujer, sorprendida.
“¿Eso le ha dicho?”
“Sí, señora”
La miré fijamente un momento, con algunas palabras en la punta de la lengua. Pero no era culpa suya, era de Dominic.
¿Qué estaba haciendo? ¿Librándose de mi porque ya había terminado conmigo? ¿Era de eso de lo que se trataba todo esto? ¿Había decidido que ya había conseguido de mi todo lo que quería? Pensaba que... la noche anterior había sido tan dulce. En un momento pensé que había estado a punto de decirme algo de lo que se podría arrepentir. Pensaba que... tenía que haberme equivocado.
Salí al pasillo, pasando a toda prisa junto a la secretaria de Dominic y dirigiéndome a las puertas dobles de su oficina.
“¡Señorita Finch!” me dijo. “No puede entrar ahí. Están en una reunión.”
Y, como era de esperar, Dominic estaba sentado en la misma mesa en la que por primera vez habíamos... No podía estar pensando en ello ahora mismo. Pero allí estaba, con Angela lealmente a su lado y los nuevos clientes, que parecían sorprendidos cuando se giraron a mirarme.
“Jade,” dijo Dominic, con culpabilidad en los ojos. Sabía por qué estaba allí. Sabía lo que había hecho.
“No puedes simplemente decidir que has terminado conmigo y librarte de mi enviándome a un empleo nuevo. No eres una especie de dios. La mayoría de la gente habla sobre estas cosas, toman juntos estas decisiones. Pero tú—“ sacudí la cabeza. “Eres un completo imbécil, ¿lo sabías?”
“Estás malinterpretando lo que he hecho,” dijo, cruzando la habitación antes incluso de que me diera cuenta de que se había levantado de la silla. Me agarró de los brazos, pero me sacudí.
“Por favor, no me toques.’
“Jade, te he conseguido ese trabajo con Quartermain porque es un paso magnífico para tu carrera. Y...”
“¡Mi carrera es asunto mío!”
“Lo es. Y debería haber hablado contigo primero. Pero pensé, si vamos a vivir juntos—“
“¡Tienes mucha razón en que deberías haber hablado conmigo primero! No necesito que me eches de aquí porque…” me detuve, escuchando por fin lo que había dicho por primera vez. “¿Qué quieres decir con lo de vivir juntos?”
Deslizó los dedos entre mi cabello, inclinando mi cabeza hacia atrás.
“No quería hacerlo de esta manera,” dijo suavemente. “Pero estoy enamorado de ti. Quiero que te mudes conmigo. Quiero compartir mi vida contigo, y no pensaba que querrías seguir trabajando conmigo si ese era el caso. Que pensarías que era demasiado tiempo juntos, y todo eso.”
Las lágrimas me quemaban en la garganta.
“Dime que no estás bromeando.”
“Las pérdidas de la empresa son mis beneficios,” dijo, rozando mis labios con los suyos.
Me quedé un poco inmóvil, sintiendo que mi cuerpo se derretía contra el suyo a medida que el beso se hacía más profundo. De nuevo, me había pillado por sorpresa. Pero esta era una sorpresa que no iba a tomarme a la ligera.
“Tienes que conocer a mis padres.”
Soltó un gruñido, pero veía la diversión bailando en sus ojos.
“No querría hacerlo de otra manera.”
Y entonces supe lo que no me había dicho en voz alta esa noche, la noche que empecé a comprender de qué se trataban todas aquellas largas miradas y caricias furtivas. Había terminado con los líos de una noche porque estaba preparado para mi. Deseaba lo que sus padres no habían podido tener.
Me deseaba. Deseaba todo de mi.