Capítulo III
La quinta revelación

A las pocas horas de esta nueva y secreta entrevista, Sinuhé, una vez más, se vio asaltado por las dudas. Al examinar el contenido del sobre lacrado, su entusiasmo inicial se esfumó casi por completo. En su mente, fruto, sin duda, de su afilado sentido crítico, terminó por instalarse una idea que a punto estuvo de apearle de aquella aparentemente descabellada misión:

¿Me estaré volviendo loco…?

Y a regañadientes, obligado tan sólo por la promesa hecha ante su Maestro, volvió una y otra vez sobre la información que debía transmitir a la hija de la raza azul. El Templo del Consejo Supremo de la Escuela de la Sabiduría había puesto en sus manos parte de los denominados papiros sagrados de la Quinta Revelación. Unos textos remotísimos que Sinuhé, en su calidad de sóror, había ido conociendo paulatinamente, al igual que el resto de los miembros de la Logia. La primera parte de esta documentación —la concerniente a la Organización Administrativa del Universo Central y de los Superuniversos— era sobradamente familiar para el investigador. No así la segunda que, bajo el sugestivo título genérico de La Primera Familia Humana en IURANCHA, daba a conocer una insólita y fascinante versión de los primeros seres humanos sobre el planeta Tierra. Una narración revelada, al igual que el resto de los papiros sagrados, por una pléyade de autoridades celestes, tan enigmáticas y desconcertantes como el contenido de dichos papiros. Ésta hipotética paternidad celeste había sido motivo, en multitud de ocasiones, de duros enfrentamientos entre Sinuhé y los restantes sórors de la Logia. Para el investigador, la formidable lógica de tales papiros no justificaba la rotunda aceptación de los mismos por parte de la Orden y, mucho menos, su carácter de revelados. Y fue esta circunstancia la que, una vez concluido el estudio de estos informes sobre la Historia de IURANCHA, espoleó nuevamente su curiosidad. Sinuhé, a pesar de todo, no podía arrinconar las últimas experiencias vividas en la aldea de la hija de la raza azul. Sea como fuere —se dijo a sí mismo—, quizá la solución a estos interrogantes esté precisamente en esa loca y absurda búsqueda de los archivos secretos…

Y algo más animado, se dispuso a viajar a Sotillo y a transmitir a su amiga cuanto le había sido encomendado.

La señora de la Casa Azul, y cuantos conocen a Sinuhé, no se sorprenden ya ante las súbitas apariciones y desapariciones del investigador. Por ello, la nueva e inesperada visita de su amigo y hermano no constituyó motivo de extrañeza. Sin embargo, a los pocos minutos de su llegada, Gloria había percibido ya en los ojos de Sinuhé aquella luz característica, inconfundible cuando el investigador era portador de algo importante. Pero la hija de la raza azul, con su habitual prudencia, dejó que fuera él quien tomara la iniciativa.

Y esa misma noche, sentados en el porche de la Casa Azul y bajo un cielo blanqueado de estrellas, Sinuhé le rogó que prestara atención.

—Querida amiga —comenzó sin saber exactamente por dónde iniciar su exposición—, no me preguntes, de momento, quién me ha facilitado la información que debo transmitirte. Cumplo una misión en la que tú, precisamente, si das tu consentimiento, deberás jugar un papel de extrema importancia…

Gloria, sin perder su cálida sonrisa, animó a su amigo para que prosiguiera.

—Por supuesto, te quedaría muy agradecido si, a lo largo de cuanto voy a relatarte, me formulas las dudas que estimes necesarias.

Y con el espíritu favorecido por la intensa paz que reflejaba el rostro de su amiga, señaló las rústicas tapas azules del libro que reposaba sobre sus rodillas.

—No voy a ocultarte mis propias dudas —añadió— sobre el contenido de estos documentos. Fueron revelados, según mis informaciones, por unos seres de los que tú has oído hablar… Pero empecemos por el principio. Según esta revelación, ese universo que contemplamos —manifestó Sinuhé dirigiendo la mirada hacia el inmenso y apretado brazo blanco de la Vía Láctea— no es otra cosa que una mínima y casi ridícula fracción de todo un universo Maestro (también llamado Universo de los Universos) y que reúne la totalidad del espacio astronómico. Éste Universo Maestro está conformado, de un lado, por el que estos seres califican de Gran Universo (habitado o habitable) y, por otra parte, del Espacio Exterior, todavía inhabitable, con sus zonas anulares de espacio impenetrado y alternando con otras áreas de espacio penetrado por múltiples circuitos energéticos.

Sinuhé levantó la vista del libro que había empezado a leer y observó a la hija de la raza azul. Ésta, con los ojos cerrados, seguía atentamente las explicaciones de su amigo.

—Éstas zonas penetradas —prosiguió— están formadas por inmensos universos en formación que los telescopios y radiotelescopios van descubriendo poco a poco. En este Universo Maestro, como te decía, existe el llamado Gran Universo, que es en realidad el verdadero objetivo de esta información. Dicho Gran Universo se encuentra, a su vez, subdividido en departamentos administrativos. Y quiero recalcarte este concepto: departamentos administrativos, para que no caigas en el error de asociarlos con divisiones puramente astronómicas. Pues bien, hecho este inciso, prosigo: esos departamentos puramente administrativos se hallan organizados según el sistema decimal, con una excepción septenaria en el vértice.

Resumiendo extraordinariamente te diré que este Gran Universo en el que vivimos lo forma un Universo Central, llamado Havona y centrado alrededor de la Isla Eterna y Estacionaria del Paraíso, y un total de siete superuniversos que giran alrededor de Havona siguiendo una trayectoria elíptica enormemente alargada y muy plana.

Sinuhé hizo una nueva pausa. E intentando que su exposición fuera lo más asequible y lógica posible, saltó intencionadamente las páginas en las que se hablaba de esa misteriosa Isla Eterna y Estacionaria del Paraíso.

—Si me lo permites —continuó, retomando el hilo de la lectura—, te hablaré ahora de esos siete superuniversos que gravitan en torno al Universo Central de Havona. Cada uno de ellos se encuentra dividido, ad-mi-nis-tra-ti-va-men-te hablando, de la siguiente forma:

10 sectores mayores, cada uno de ellos con 100 sectores menores. A su vez, cada sector menor con un total de 100 universos locales, creados o por crear.

Cada universo local consta de 100 constelaciones (creadas o por crear) y, por su parte, cada constelación la integran 100 sistemas.

Por último, cada sistema reúne alrededor de 1000 planetas, creados o por crear.

Si hacemos números (y siempre según esta revelación), cada uno de los siete superuniversos dispone de:

10 sectores mayores
1 000 sectores menores
100 000 universos locales
10 000 000 de constelaciones
1 000 000 000 de sistemas y, aproximadamente, un billón de planetas habitados o habitables en el futuro.

Sinuhé, consciente de la extrema dificultad que suponía una primera asimilación de estas cifras mareantes, prefirió guardar silencio durante algunos segundos.

—Intenta sujetar tu emoción —le recomendó Sinuhé—, porque apenas si hemos comenzado…

Cada una de esas divisiones administrativas se halla regida por una capital, sede del correspondiente Cuartel General Administrativo. Estos planetas-capitales, así como sus satélites inmediatos, no son mundos naturales. Todo lo contrario: se trata de esferas arquitecturales o artificiales, construidas según normas específicas preestablecidas por los llamados Maestros Arquitectos del Universo. Cada planeta-capital está dotado de los medios necesarios para vivir en la belleza y asegurar las funciones propias de una capital de estas características. IURANCHA, verdadero nombre de nuestro mundo, a diferencia de esas esferas artificiales, y al igual que otros millones de planetas, fue arrancada de la masa solar gaseosa y solidificada muy lentamente, con innumerables aportaciones de meteoritos, tal y como marcan las leyes de la Naturaleza. Pues bien, de acuerdo con esta revelación, nuestro planeta (IURANCHA), está ubicado en el séptimo superuniverso, llamado Orvonton, y cuya capital es Uversa. El núcleo central de este séptimo superuniverso es nuestra Vía Láctea. Gloria, con los ojos cerrados, no llegó a descubrir la casi imperceptible mueca de incredulidad que había provocado aquella última frase en el rostro de Sinuhé. El investigador no pudo comprender jamás cómo el núcleo central de todo un superuniverso con 100 000 universos locales y diez millones de constelaciones, podía estar formado por una simple galaxia… Porque eso es la Vía Láctea. Pero, fiel a su cometido, prefirió silenciar sus dudas.

—Según estos documentos —continuó—, nuestro sector mayor se llama Splandon, y su capital, Umajor la Quinta. Por su parte, nuestro sector menor, denominado Ensa, tiene por planeta-capital a Uminor la Tercera.

Pero centrémonos en el capítulo que más nos interesa: los universos locales. Entre esos cien mil que abarca el séptimo superuniverso Orvonton, el nuestro (llamado Nebadon) tiene su capital o cuartel general en Salvington. Estos universos locales constituyen las divisiones administrativas de mayor importancia dentro de cada superuniverso. Nebadon, como el resto, comprende cien constelaciones. Nosotros (IURANCHA) nos hallamos en la constelación de Norladiadek. Su capital es Edencia… Recuerda bien este nombre, Edencia, porque tiene mucho que ver con otro asunto de vital importancia: el jardín de Edén…

La hija de la raza azul abrió los ojos, sorprendida. Y musitó el nombre de Edencia.

—Sigamos. Ésta constelación de Norladiadek reúne cien sistemas. No se trata de sistemas solares, como podría ser el nuestro, sino de todo un conjunto de soles, con sus correspondientes cortejos planetarios. Y, de esos cien sistemas, el nuestro lleva el número 24. Es conocido fuera de la Tierra como el sistema de Satania. Su planeta-capital es Jerusem. Satania (siempre según esta Quinta Revelación), cuenta actualmente con 619 mundos habitados. IURANCHA figura con el número sistémico 606. Generalmente no suele haber más de uno o dos planetas habitados en cada sistema solar… Sinuhé observó nuevamente a Gloria, que empezaba a inquietarse ante la lógica dificultad de retener tantos nombres y cifras.

—No te preocupes —le dijo—, una vez terminada mi exposición, podrás disponer de estos documentos y estudiarlos a fondo. Como te decía, nuestro universo local, Nebadon, está situado en la frontera exterior de Orvonton, el séptimo superuniverso.

Estos siete formidables superuniversos evolucionarlos giran en sentido levógiro alrededor del Universo Central de Havona. Resulta prácticamente imposible representar las astronómicas proporciones de tales superuniversos, así como del Universo Central de Havona y de su Isla Eterna del Paraíso. Cada uno de los siete superuniversos es una creación inacabada. En ellos surgen y se organizan, de forma constante, nuevas nebulosas. Para que te hagas una idea de sus dimensiones, nuestro superuniverso (Orvonton) tiene un diámetro de unos 500 000 años-luz, con un total, hasta el momento, de más de diez trillones de soles. Nosotros, desde IURANCHA, percibimos su núcleo central en la forma lenticular y achatada de la Vía Láctea, cuyo diámetro aproximado es de 250 000 años-luz.

En realidad, nuestro planeta (como ya empiezan a intuir todos los hombres) es una parte infinitesimal en ese sublime y casi inconcebible proyecto-realidad que es la Creación Divina. Nuestro sistema solar es conocido en nuestro universo local como Monmatia y procede de la antigua nebulosa de Andronover. Pero ésta será otra cuestión que trataremos más adelante…

Ahora, si te parece, hablaremos de uno de los aspectos más extraordinarios de esta fantástica cosmogonía: del Universo Central de Havona y de la Isla Eterna y Estacionaria del Paraíso…

—¿El Paraíso?

La hija de la raza azul no pudo disimular su emoción.

—Sí —repuso Sinuhé, adoptando un tono solemne—. ¡El Paraíso!… Aunque creo que ya has captado mis profundas dudas sobre todo esto, debo reconocer igualmente que esta extraña descripción es tan hermosa que quizá mereciera ser cierta. En el corazón de ese Universo Central de Havona se encuentra la Isla Eterna y Estacionaria del Paraíso, meta y destino de todos los seres humanos evolucionarios y ascendentes de todos los superuniversos.

Gloria no pudo evitar su primera pregunta:

—Entonces, la idea del Paraíso no es una utopía…

—Según esta Quinta Revelación, por supuesto que no. Su inmensidad, su gloria y belleza material rebasan toda comprensión. La Isla Eterna del Paraíso es el único punto fijo del Universo de los Universos. Sus colosales dimensiones, como te digo, desafían toda imaginación. Su forma es la de un disco oval y plano, con una cara superior: el Alto Paraíso, y otra inferior: el Bajo Paraíso. Las direcciones definidas por sus ejes mayor y menor son el Norte, Sur, Éste y Oeste absolutos, sobre los que se orientan geográficamente todos los universos. Su eje mayor es un sexto más largo que el menor. De momento, sólo puedo decirte que el Paraíso existe independientemente del Tiempo y del Espacio… Es el origen de todas las energías físicas y controla la gravitación universal.

Alrededor del Paraíso, circulando en sentido dextrógiro (al igual que las agujas del reloj), se encuentran los llamados tres Circuitos Trinitarios, que incluye cada uno siete esferas sagradas. Las proporciones de esa Isla Eterna del Paraíso son tan formidables que, para hacernos una idea aproximada, esas veintiuna esferas sagradas serian como puntos. Estos tres circuitos, con sus veintiuna esferas sagradas, sirven de soporte a ciertas actividades de las tres Personas de la Trinidad: el Padre Universal, el Hijo Eterno y el Espíritu Infinito. E inmediatamente (girando también en sentido dextrógiro en torno a la Isla Eterna y a sus gigantescos veintiún satélites sacros) encontramos el Universo Central y Eterno de Havona, con mil millones de esferas arquitecturales o artificiales. Son mundos habitados, de una perfección y belleza inimaginables. Se halla formado por siete circuitos, todos ellos dextrógiros. El interior suma más de 35 millones de esferas, y el exterior, más de 245 millones.

Todo este inmenso Universo Central se encuentra abrazado por dos circuitos inhabitados, formados por un número increíble de cuerpos de gravedad oscuros o esferas colosales que no reflejan la luz. Uno de estos circuitos se halla en el mismo plano que los mil millones de esferas de Havona y el otro, en un plano perpendicular. El circuito interior es tubular y levógiro, siguiendo una elipse cuyo eje mayor es cinco veces el eje menor. Estos circuitos de esferas oscuras, que no absorben ni reflejan la luz, envuelven tan perfectamente a Havona que lo ocultan, incluso, a los superuniversos más próximos. Por un doble efecto giroscópico, el conjunto de estos cuerpos de gravedad oscuros asegura la estabilidad del Universo Central y regulariza la gravitación universal. La masa de Havona, sumada a la del Paraíso, sobrepasa la de los trillones de estrellas de los siete superuniversos.

Ésta Isla Eterna y Estacionaria del Paraíso, el Universo Central de Havona y los siete superuniversos que les rodean —trató de sintetizar Sinuhé—, conforman lo que, en un principio, te definía como el Gran Universo. Y éste, conjuntamente con el llamado Espacio Exterior, son conocidos por el Universo Maestro o Universo de los Universos. Algo, como ves, que escapa a cualquier comprensión humana…

Ése Espacio Exterior (con sus cuatro niveles elípticos todavía habitados y que giran alrededor del Gran Universo en sentido dextrógiro y levógiro, alternativamente) constituye la más formidable recompensa (suponiendo que podamos utilizar este concepto) que jamás pueda concebir ser humano evolucionario alguno…

—¿Recompensa, dices? —intervino la hija de la raza azul—. ¿Para quién?

—Según estos documentos, para aquellos humanos ascendentes que, al fin, alcancen el Paraíso. Creo que entiendes adónde quiero ir a parar… En esos cuatro niveles, aún inhabitados, del Espacio Exterior, millones de galaxias se encuentran en pleno período de formación. Nuestros astrónomos han empezado a descubrir muchas de esas galaxias. Sobre todo en el primer nivel. Éste arranca a unos 500 000 años-luz más allá de las fronteras del séptimo y último de los superuniversos y se encuentra separado del mismo por una zona de espacio semitranquilo, desprovista de polvo cósmico. El hecho de que las galaxias de aquel nivel giren en sentido inverso al nuestro contribuye a darles una apariencia de fuga o huida. Estos cuatro niveles del Espacio Exterior son, repito, inmensos. Su anchura y la de las áreas elípticas semitranquilas que los separan alcanzan millones de años-luz. Los próximos y mejorados telescopios de IURANCHA revelarán algún día la maravilla de más de 375 millones de galaxias. Pero eso no es todo. En el Espacio Exterior existen unos 70 000 agregados de materia. Y uno solo es mayor que cualquiera de nuestros superuniversos.

Sinuhé, visiblemente agotado por aquel despliegue, decidió concluir su primera exposición con un pensamiento que ya había germinado —y para siempre— en el corazón de Gloria.

—Y según esta Quinta Revelación, los astrónomos cósmicos de Orvonton, nuestro superuniverso, vislumbran ya en estos niveles del Espacio Exterior los signos preparatorios de unas manifestaciones de energía, aún más colosales. Y todo ello, querida Gloria, parece representar tan sólo el inicio de una superevolución estelar en la que los humanos que viajamos hacia la Perfección ocuparemos un papel clave. Es posible que unos mortales resucitados, perfectos y dotados de un cuerpo espiritual y de una vida eterna, sean enviados a ese Espacio Exterior… con una maravillosa misión…, en un futuro lejano.

La sutil sugerencia de Sinuhé de posponer por aquella noche la exposición de la insólita cosmogonía universal, según los papiros de la Escuela de la Sabiduría, no fue admitida por la hija de la raza azul. Al contrario: aquella información había excitado su curiosidad y rogó a su amigo que prosiguiera, y el sóror, complacido por el interés de su compañera, decidió aprovechar tan buena disposición para introducirse en uno de los apartados más electrizantes y revolucionarios del texto que manejaba: las innumerables y no menos fantásticas personalidades que gobiernan y administran esta formidable Creación Divina.

—Pero antes —anunció Sinuhé—, conviene que comprendas, aunque sé que huelga esta aclaración, que nuestro mundo (IURANCHA) es o, mejor dicho, era un planeta vulgar, perdido en un universo local relativamente joven (Nebadon data solamente de hace 400 mil millones de años) que en estos momentos, según la Quinta Revelación, reúne ya 3 841 101 planetas habitados y otros muchos millones susceptibles de serlo en un futuro más o menos lejano. Un universo local entre los 700 000 que albergan los siete superuniversos… A pesar de esta infinitud, IURANCHA, como todos y cada uno de los mundos, se encuentra meticulosamente registrado en los archivos del Universo. Nuestro planeta es designado de la siguiente forma: El 606 del sistema de Satania, en la constelación de Norladiadek, universo local de Nebadon, sector menor de Ensa, sector mayor de Esplandon y superuniverso de Orvonton.

Gloria, perpleja, pidió a Sinuhé que repitiera. Cuando hubo concluido, éste subrayó:

—Ésta guía es suficiente para que cualquier mensajero de Dios pueda encontrar nuestro mundo y, en él, no importa a quien… La hija de la raza azul volvió sobre las recientes palabras de Sinuhé y preguntó:

—¿Por qué al referirte a IURANCHA, a nuestro mundo, te has corregido a ti mismo, afirmando que era un planeta vulgar? Sinuhé sabía que aquella matización no escaparía a su perspicaz interlocutora. E intentando ordenar sus ideas, prosiguió en los siguientes términos:

—Dices bien. Fue quizá un planeta común y corriente…, hasta hace 1991 años, exactamente. En aquella fecha (21 de agosto del año 7 antes de Cristo), ocurrió algo que haría entrar a IURANCHA en la Historia, al menos, de nuestro universo local de Nebadon: el nacimiento en Palestina del Creador y Soberano de este universo local. Un ser excepcional que fue reconocido durante su encarnación humana como Jesús de Nazaret. Sinuhé conocía el delicadísimo terreno en el que empezaba a aventurarse. Pero aquel adiestramiento de la hija de la raza azul exigía —por encima de todo— mostrarle la Verdad. Una Verdad, según la Quinta Revelación, que había sido sistemáticamente escondida por todas las Iglesias y que, hoy, en pleno siglo XX y después de tanto tiempo de ocultación, sólo podría ser planteada a seres humanos muy evolucionados. Una Verdad que, sin embargo, lejos de minimizar o desmerecer el plan de Dios, lo hace mucho más sublime y atractivo. Éste, entre sus dudas, era el pensamiento de Sinuhé. Pero, antes de entrar de lleno en tan profundos y sagrados planteamientos, nuestro hombre procuró esquematizar los complejos y prolijos documentos relativos a la organización administrativa del Universo de los Universos.

—Como habrás empezado a intuir, querida Gloria, este Universo Maestro, esta maravilla inconmensurable, se encuentra meticulosamente regida y administrada por una pléyade de seres, perfectamente jerarquizados, y que los humanos evolucionarios y ascendentes como nosotros no podemos ver con los ojos físicos. Entre ellos, sin embargo, son perfectamente visibles. Y en contadas ocasiones, cuando así lo disponen esas personalidades celestes, algunos de estos seres pueden también hacerse visibles a los mortales. Esos miles de millones de razas humanas que han poblado, pueblan y poblarán los mundos de los siete superuniversos están sometidos a esa administración que (no voy a ocultártelo) exige un cierto conformismo con el plan general de Dios, a pesar de que el libre albedrío de los hombres y de los ángeles, como iremos viendo, es respetado al máximo por dicha administración.

Y, según parece, es por el Amor por el que el orden y la unidad se hallan asegurados en todos los universos. Todas las criaturas que aman a Dios (y casi todas aquellas que lo conocen terminan por amarlo) trabajan en un mismo Espíritu, haciendo su voluntad.

En la cúspide de esa jerarquía se encuentra Dios, también denominado la Causa sin Causa y el Absoluto que todas las criaturas mortales han adorado bajo centenares de nombres. Dios procura expresar su naturaleza amorosa en los universos, sin imponer un absolutismo personal. Y lo consigue (según esta revelación) gracias a la Trinidad Absoluta, compuesta de tres Personas coexistentes desde toda la eternidad, actuando siempre con unanimidad y, sin embargo, jerarquizadas. En la unidad esencial su conjunto, perfectamente coordenado, que constituye la Deidad absoluta o Absoluto Divino, cada una de las tres Personas de la Trinidad conserva un papel especializado. Podríamos simplificarlo así: el Padre representa la Mente, el Hijo, la Palabra, y el Espíritu, la Acción. El Padre Universal o Causa-Centro-Primera se despojó voluntariamente de todos sus atributos (a excepción de la Volición o Voluntad absoluta y de la Paternidad igualmente absoluta), en favor de las otras dos Personas de la Trinidad. Es, pues, el Padre quien dispone de la Voluntad final y quien concede la personalidad…

—Sinuhé recalcó este concepto— a los seres a quienes desea otorgársela…

La hija de la raza azul no tardó en formular la pregunta que Sinuhé estaba esperando:

—¿A qué clase de personalidad se refiere?

—En la Creación, al parecer, hay numerosas clases de seres inteligentes no personalizados, en espera precisamente de personalización. Son llamados también seres prepersonales. Te adelantaré, por el momento, una sola pista: para un ser humano ascendente, la pérdida de esa personalidad equivale a la muerte cósmica o segunda muerte… Ambos permanecieron en silencio.

—Y ahora —anunció Sinuhé con voz temblorosa—, permíteme que te hable de otro asunto que, quizá, empañe tu corazón: de la Segunda Persona de la Trinidad, también conocido como el Hijo Eterno.

La hija de la raza azul aguardó impaciente.

—Como recordarás, hace ahora diez años, en un conocido contacto, recibido en tierras del Perú por parte de unos seres del Espacio a los que tú has llamado siempre (y muy acertadamente) los hermanos mayores, alguien preguntó a estos guías que quién era realmente Jesús de Nazaret. ¿Lo recuerdas? Gloria asintió.

—¿Y puedes memorizar la respuesta de tales guías? —preguntó de nuevo Sinuhé.

—Ya lo creo. Ustedes —decía el contacto— no están preparados aún para saber quién era Jesús.

—Exacto —intervino el sóror—, en aquella ocasión y a lo largo de todo este tiempo, tú, otras muchas personas y yo mismo nos hemos interrogado sobre el particular… ¿Por qué aquellos seres del Espacio no quisieron revelarnos quién era el Cristo? Pues bien, en esta Quinta Revelación se encuentra la respuesta. Una respuesta, insisto, que quizá te estremezca y que, como el resto de la información que obra en mi poder, no puede ser demostrada. Por ello, pido a Dios con todo mi corazón que no lastime tu espíritu…

—Tú sabes —terció Gloria— que la Verdad nos hará libres. Deja por tanto a mi corazón que sea quien juzgue y filtre cuanto estás exponiendo…

—Bien —manifestó Sinuhé, agradecido—, ésta es la cuestión: según estos documentos, la Segunda Persona de la Trinidad (el también llamado Hijo Eterno o Causa-Centro-Segunda) es la expresión de la Personalidad del Padre Universal. Su misión consiste en revelar el Padre a todos los universos. Hasta aquí, como ves, todo parece ajustarse a lo que vienen enseñando las diferentes Iglesias, especialmente la Católica. Y millones de seres humanos han identificado y siguen identificando a ese Hijo Eterno con nuestro Jesús de Nazaret. Él mismo lo dijo: … Yo soy el Hijo de Dios vivo.

Sinuhé se detuvo por enésima vez. A pesar de su amistad con la hija de la raza azul, era evidente que le costaba atacar aquel tema. Y Gloria, sin perder su sonrisa, esperó, animándole con una nueva taza de café.

—… Pues bien, según la Quinta Revelación…, esa manifestación del Padre a todas sus criaturas (misión específica, como decía, del Hijo Eterno) no es llevada a cabo, de una forma directa, por el citado Hijo Eterno, sino por una serie de intermediarios… Gloria, con el café a medio camino de sus labios, no pestañeó.

—… Y esos intermediarios son conocidos como los Hijos Creadores o Micaels: unos soberanos creadores de los universos locales.

—Entonces —repuso la hija de la raza azul—, Jesús de Nazaret era…

—Sí, el Soberano Creador de nuestro universo local de Nebadon. Uno de los muchos Cristos o Micaels, hijos del único Hijo Eterno, que no deberían ser confundidos con la Segunda Persona de la Trinidad.

—Pero Jesús habló de su Padre Celestial… —esgrimió desconcertada.

—Cierto. Pero no es menos cierto que pudo referirse a su verdadero Padre: el Hijo Eterno. Jesús de Nazaret (y esto sí debes admitirlo conmigo) no podía hacer comprender a aquellas sencillas gentes de hace mil novecientos y pico arios, y dudo que a nosotros, la maravillosa profundidad de estos misterios. Tuvo que hablar con palabras y conceptos elementales y asequibles. Su misión en IURANCHA fue, entre otras razones, revelar el Padre Celestial a los hombres. Y lo cumplió. ¿Qué puede importarnos (de cara a su mensaje) que Cristo-Micael fuera en realidad uno de los múltiples nietos del Padre Universal o Primera Persona de la Trinidad? En realidad, y al margen de estas matizaciones, Jesús era en verdad el Hijo de Dios.

Éste Cristo-Micael, creador de Nebadon, ha proporcionado un ejemplo inigualable a todas las criaturas que pueblan dicho universo local. En su séptima y última efusión (la registrada precisamente en nuestro planeta), este Hijo Creador adquirió la experiencia completa como Hijo del Hombre, tomando a continuación, con pleno derecho, el papel y título de Hijo de Dios, Soberano Supremo del universo local que había creado y del que sólo era vicegerente antes de haber sufrido, físicamente, las mismas experiencias que los seres mortales que Él había creado. Tú sabes que muchas personas han considerado a Jesús de Nazaret sólo como un hombre. Otros, en cambio, lo califican única y exclusivamente como Dios. La verdad es que Él fusionó estas dos naturalezas en una sola, a su paso por IURANCHA. Hoy, Cristo-Micael es el Soberano Supremo e indiscutido de Nebadon. De un lado, porque ha sido confirmado en esta séptima efusión por Dios. Por otra parte, porque todas las criaturas de Nebadon dignas de sobrevivir le obedecen y sirven voluntariamente, por amor a Él y a causa de su maravillosa e inspiradora forma de pasar las pruebas más duras que pueda sufrir un ser encarnado… Como ves por lo poco que te he hablado de Jesús de Nazaret, aquellos guías del Espacio (si es que todo esto es cierto) llevaban razón: No estamos preparados para saber quién es en verdad el Hijo del Hombre…

Un inevitable torbellino de preguntas se abatió sobre Sinuhé. Lejos de mostrar rechazo hacia lo que acababa de oír, Gloria sintió que en todo aquello había algo maravillosamente lógico, que centuplicaba su visión de la Divinidad. Y se propuso no dar tregua a su informante. Ella sabía que Sinuhé sólo estaba manifestando una mínima parte de lo que conocía.

—Entonces, según esa Quinta Revelación, ¿quién nos ha creado a nosotros, los humanos?

—En este universo local, en Nebadon, Micael o Jesús de Nazaret, como gustes…

—Pero —titubeó la hija de la raza azul—, si dices que hay 700 000 universos locales, ¿es que también hay 700 000 Hijos Creadores o Micaels?

—Solo puedo decirte que la Orden de los Micaels es inmensa…

—¡Dios mío!… ¿Y cómo y cuándo y por qué creó Nebadon? —Antes de intentar satisfacer esa triple pregunta es preciso que conozcas primero la organización y las atribuciones de algunas de las muchas personalidades celestes… Ten calma. Debemos mantener un cierto orden en la exposición. Ahora quiero hablarte de la Tercera Persona de la Trinidad: el llamado Espíritu Infinito o Actor Conjunto o Causa-Centro-Tercera. Gloria se resignó a medias.

—El Espíritu Infinito representa el paso a la acción. Es la manifestación inteligente de la voluntad conjunta del Padre Universal y del Hijo Eterno. Actúa con una prodigiosa variedad de medios, operando con una delicadeza infinita. Cada una de las tres Personas de la Trinidad se manifiesta por un Espíritu. El Padre Universal tiene la sublime facultad de fraccionarse en chispas divinas (las palabras, como ves, siguen limitándonos) prepersonales, que esta Quinta Revelación llama Ajustadores del Pensamiento o Monitores de Misterio. Te pondré un ejemplo: cuando un niño toma su primera decisión moral (generalmente un poco antes de la edad de cinco años), el Padre Universal envía uno de estos ajustadores a morar en su mente. Ello proporciona al humano la capacidad de conocer a Dios, la necesidad de encontrarlo y el deseo de parecerse a Él. El ajustador de pensamiento actúa en la superconciencia, sin que los hombres, en líneas generales, se den cuenta de su presencia. Éstas personalidades misteriosas preparan a los mortales para la vida eterna, ayudándoles a formar su carácter y provocando en todos nosotros el sentimiento del pecado. No debes confundir la presencia del ajustador —aclaró Sinuhé— con la consciencia humana ordinaria, que es una reacción puramente psíquica.

Te aseguro que muy pocas personas en IURANCHA han llegado a descubrir la presencia de su ajustador de pensamiento y a entablar un diálogo con él.

En cualquier universo local, el Espíritu de Verdad emana del Hijo Creador de ese universo local. Atrae a todas las criaturas hacia dicho Hijo y traduce, bajo un aspecto apropiado al universo local, el Espíritu de Verdad que nace conjuntamente de las dos primeras Personas de la Trinidad: el Padre Universal y el Hijo Eterno. Fue este Espíritu de Verdad el que Jesús de Nazaret, como recordarás, derramó sobre toda la Humanidad de IURANCHA en Pentecostés, después de su desaparición en el monte de los Olivos. Consiste esencialmente en reconocer la paternidad de Dios y, como consecuencia inmediata, la fraternidad entre los hombres.

Conviene que no confundas el Espíritu de Verdad con el Espíritu Santo, que existía antes que él. El Espíritu Santo es el circuito espiritual que emana de la llamada Divina Ministro del universo local, hija del Espíritu Infinito… Ésta Divina Ministro es la asociada complementarla y eterna del Hijo Creador… Es independiente del Espacio, mientras que el Hijo Creador es independiente del Tiempo…

Sinuhé observó a la hija de la raza azul. Y comprendió al instante que su mente se había perdido. Era lógico.

—Creo que por hoy —puntualizó el sóror, dando por terminada la exposición— es más que suficiente… Mañana pasaremos por alto mucha de esta burocracia celeste para intentar alcanzar uno de los capítulos directamente vinculado con esa misión de la que te hablaba al principio: la ignorada Historia de los primeros tiempos de IURANCHA…

Ni aquélla, ni las jornadas que siguieron a la aparición de Sinuhé en la Casa Azul, podrán ser olvidadas jamás por la hija de la raza azul. Al margen de las revelaciones que fue recibiendo en tales días, Gloria intuía que algo extraordinario estaba punto de sucederle. Lo que no podía imaginar, lógicamente, es que ocurriera tan bruscamente. Pero antes de proceder al relato de la increíble aventura de estos dos personajes, entiendo que —al igual que la hija de la raza azul— el lector comprenderá mejor cuanto aconteció si antes recibe cumplida información sobre determinados sucesos, así como sobre algunas de las llamadas personalidades celestes que integran —según los papiros de la Quinta Revelación— la inmensa red de los Peregrinos Descendentes de la Trinidad.

A la mañana siguiente, tras una noche en la que la inquietud apenas si le permitió conciliar el sueño, Gloria se manifestó dispuesta a proseguir de inmediato con aquel absorbente río informativo. Su sed de conocimientos era tan viva y permanente como en Sinuhé. Y esto, indudablemente, facilitó la labor del miembro de la Orden de la Sabiduría.

—Como te adelanté anoche —inició su plática Sinuhé—, procuraré sortear la compleja burocracia que administra los universos, para centramos en las jerarquías y hechos que tienen que ver directamente con nuestra misión…

Como habrás intuido, de acuerdo con esta documentación, entre las personalidades espirituales que habitan la Isla Eterna y Estacionaria del Paraíso y las que residen o visitan las unidades administrativas más pequeñas (los planetas) existe toda una formidable escala, perfectamente organizada. Ésta red celeste forma la llamada corriente de los Peregrinos Descendentes de la Trinidad o Hijos de Dios. Todos ellos, desde su creación en el Tiempo, han sido dotados de vida eterna. Son seres perfectos, desde un punto de vista potencial, aunque tienen necesidad de ir adquiriendo experiencia para lograr así una perfección manifiesta. Ésa experiencia (según las leyes celestes) sólo pueden lograrla a través de su paso por niveles materiales inferiores. Recuerda, por ejemplo, el caso de Cristo-Micael, que, en su séptima efusión, llegó a tomar carne humana bajo la figura de Jesús de Nazaret…

Para que puedas comprenderlo más fácilmente te diré que toda esa incontable población celeste se mueve, según su naturaleza, en diversos niveles de energía e inteligencia. Podríamos agrupar dichos niveles en cinco categorías fundamentales:

1. El nivel Absoluto. Es inaccesible a nuestra inteligencia. Corresponde a la Deidad.

2. El nivel Espiritual. En él se encuentra la mayoría de esos Peregrinos Descendentes de la Trinidad.

3. El nivel Moroncial o del alma. Ésta palabra no tiene equivalencia en la terminología humana. La moroncia designa una vasta red de realidades y energías intermedias entre los niveles espiritual y material. Es una materia sutil que escapa a nuestros sentidos físicos. Es la sustancia del alma (ni espiritual ni material), de la misma forma que un niño no es ni su padre ni su madre o que el agua no es ni hidrógeno ni oxígeno, sino ambos. Podríamos definir la sustancia moroncial del alma como el resultado de una fusión entre el espíritu del ajustador de pensamiento y el pensamiento físico del ser humano, así habitado. Como quizá tengamos oportunidad de estudiar más adelante, si el alma es juzgada digna de sobrevivir a la muerta física, la personalidad humana, después de la muerte, es resucitada por medio de una extraña técnica en los llamados mundos moronciales.

En determinadas circunstancias, los seres y formas moronciales pueden hacerse visibles a los humanos. Éste, según la Quinta Revelación, fue el caso de las diecinueve apariciones de Jesús a sus discípulos después de la resurrección.

A estos niveles le siguen el Mental y el Físico o Material, que es el último en la escala. Ésta energía Física se divide, a su vez, en tres categorías:

  1. La Fuerza Cósmica o energías procedentes del Absoluto Incondicionado y que no equivalen a la gravedad del Paraíso.
  2. La Energía Emergente, que sí equivale a la gravedad circular de la Isla Eterna, aunque no tiene nada que ver con la gravedad lineal o local. Corresponde al nivel preelectrónico de la energía-materia.
  3. El Poder Universal o Fuerza del Universo, que corresponde a la gravedad del Paraíso y a la gravedad lineal o local. Equivale al nivel electrónico de la energía-materia y es manejada en los universos por los llamados Directores de Poder Universal, entre otras personalidades. La transición entre la Energía inmaterial y la material se manifiesta por la aparición de ultimatones, que son una especie de gránulos de energía extremadamente pequeños, girando a una velocidad inconcebible. Ésta velocidad es de tal orden que los ultimatones están dotados de poder de antigravitación. Un electrón, por ejemplo, está formado por cien ultimatones.

Pero sigamos con la organización administrativa del Gran Universo.

Es el Espíritu Infinito, del que ya te hablé, quien crea los siete Espíritus Maestros. Cada uno asegura la supervisión central de uno de los siete superuniversos. Esos siete Espíritus Maestros representan los siete aspectos posibles de la actividad de las tres Personas de la Trinidad, actuando conjunta o separadamente. Residen en la periferia del Paraíso, desde donde ejercen su influencia sobre los superuniversos, por mediación de los siete Administradores Supremos. Éstos tienen su sede respectiva en cada una de las siete esferas del Espíritu, que gravitan alrededor de la Isla Eterna. Cada una de estas esferas es designada con el nombre del superuniverso correspondiente. La política administrativa de la Trinidad del Paraíso es ejecutada por la Jerarquía de los Días, que comprende siete clases de personalidades supremas, creadas por la Trinidad:

  1. Los Secretos de Supremacía Trinitizados.
  2. Los Eternos de los Días.
  3. Los Ancianos de los Días o jefes de los Superuniversos.
  4. Los Perfección de los Días.
  5. Los Recientes de los Días.
  6. Los Unión de los Días y Consejeros de los universos locales.
  7. Los Fieles de los Días.

Los primeros (los Secretos de Supremacía) suman un total de setenta y operan en grupos de diez, en cada uno de los siete planetas del circuito interior del Padre, próximo al Paraíso. En cada grupo de diez, siete dirigen los departamentos mayores y tres representan la Deidad Trina cerca de los otros. En esta combinación nace tal vez el origen del sistema decimal, frecuentemente mezclado en los universos con el sistema septenario.

En la cumbre de la Jerarquía de los Días se hallan los Eternos de los Días, los Espíritus Maestros del Universo Central. El escalón siguiente reúne a los Ancianos de los Días. Tres de estos Ancianos residen en la esfera capital de cada superuniverso. Son sus regidores y están rodeados de una multitud de seres celestes, tales como Consejeros Divinos, Sensores Universales, Prefectos de Sabiduría, Mensajeros Poderosos, etc.

La red, como ves, es complicadísima, al menos para las mentes de los seres mortales, como nosotros. Pero entremos ya en lo que nos importa: los universos locales. Sé, como me ocurrió a mí, que el descubrimiento de Jesús de Nazaret como Soberano y Creador del universo local de Nebadon te ha afectado.

Supongo que te preguntarás cómo funciona cada uno de estos universos locales…

—Sí, háblame de Nebadon —repuso la hija de la raza azul.

—Cada uno de estos universos locales es regido, como te decía, por un soberano: un Hijo Creador de la Orden de los Micael, siempre acompañado de una Hija Creadora de la Orden de los Espíritus Madre.

Sinuhé interrumpió su lectura y, con una maliciosa sonrisa, comentó:

—Si todo esto es cierto, Gloria, ahí afuera, al contrario de lo que ocurre en la Santa Iglesia Católica, el papel de la mujer sí está reconocido y considerado…

—No te burles y prosigue…

—Cada Hijo Creador es bendecido en su misión por un Unión de los Días, que le ayuda a título consultivo. Habita en su capital y asegura ciertas relaciones superuniversales. En Salvington, capital de Nebadon, el Unión de los Días lleva por nombre… Enmanuel.

Al pronunciar aquel nombre, la hija de la raza azul se estremeció.

—¿Aquél cuyo nombre significa Dios está con nosotros? Sinuhé asintió.

—Sí, Enmanuel es citado por Jesús de Nazaret como su hermano mayor. Pero estas palabras no han sido bien comprendidas, lógicamente. Enmanuel, según la Quinta Revelación, asumió la soberanía de Nebadon durante la encarnación de Micael en IURANCHA.

Cada Micael soberano, como nuestro Jesús, es ayudado en su universo local por legiones de seres celestiales, entre los que puedo citarte, por ejemplo, a Gabriel, también conocido como la Radiante Estrella de la Mañana, jefe ejecutivo de Nebadon y aquel que, como sabes, llevó a cabo la Anunciación a las madres de Juan el Bautista y Jesús de Nazaret, respectivamente. La hija de la raza azul, emocionada, repitió el hermoso calificativo de Gabriel…

—¡La Radiante Estrella de la Mañana!

—Y en este inmenso y divino despliegue —señaló Sinuhé—, te citaré también, entre otros, los llamados Melchizedeks, admirables instructores y administradores; los Portadores de Vida, que transportan la vida a los planetas y la modelan creando nuevas formas y nuevos ambientes de desarrollo; los Espíritus Mentales Auxiliares, que dotan a los seres de sus cualidades mentales y afectivas; los Mensajeros Solitarios, que llevan sus mensajes a una velocidad superior a cinco millones de veces la de la luz; los Serafines o ángeles guardianes, que también aseguran la desmaterialización y el transporte interestelar de los mortales; las Brillantes Estrellas de la Tarde, los Arcángeles y un largo etcétera que haría interminable esta relación…

Y siguiendo este primer orden en la escala descendente del Paraíso, llegamos a las constelaciones, regidas por tres Hijos de la Orden de los Vorondadeks, asistidos, a su vez, por un observador de la Orden de los Días, un Fiel de los Días. Los Hijos Vorondadeks llevan, además, el sobrenombre de Muy Altos o Padres de la Constelación. Según esta documentación, los autores de la Biblia confunden frecuentemente a los Muy Altos con Dios…

Y llegamos así a la más pequeña unidad administrativa, antes de los planetas propiamente dichos: los sistemas, de los que ya te hablé. Cada sistema, con un millar de mundos habitados o por habitar, se encuentra bajo el control de un soberano sistémico, un Hijo de la Orden de los Lanonandeks. Fíjate bien en este nombre (Lanonandeks) porque tiene mucho que ver con nuestra misión y, en definitiva, con un personaje del que tú has oído hablar: Lucifer.

Gloria apenas si prestó atención a estas últimas explicaciones de su amigo. En su mente habían quedado grabadas otras palabras: los Mensajeros Solitarios. E interrumpió a Sinuhé:

—¿Dices que pueden viajar a cinco millones de veces la velocidad de la luz?

Sinuhé congeló temporalmente su exposición sobre Lucifer y su revuelta y, retrocediendo en la documentación, leyó algunos de los párrafos relacionados con el punto que tanto había interesado a la hija de la raza azul.

—Así es. Según esto, esos Mensajeros Solitarios pueden viajar a razón de unos 5 400 millones de kilómetros por hora… —Sinuhé compartía el mismo sentimiento de incredulidad que acababa de dibujarse en el rostro de Gloria. Pero continuó—: El Espacio y el Tiempo (dice esta Quinta Revelación) son características esenciales del universo material. El Espacio se concibe por síntesis y el Tiempo por análisis. El Espacio se mide por el Tiempo y no el Tiempo por el Espacio. Las criaturas materiales —nosotros— dependen del Espacio y del Tiempo y a Jesús de Nazaret le ocurrió otro tanto mientras vivió encarnado. Pero, en tanto que Hijo de Dios, era y es independiente del Tiempo, aunque está supeditado al Espacio. Quiero decir, por ejemplo, que no puede estar presente más que en un solo lugar a la vez, pero puede ir instantáneamente de un sitio a otro.

—¡Fantástico! —exclamó Gloria.

—El caso inverso se da, por ejemplo, en el Espíritu-Madre del universo local: es independiente del Espacio; es decir, dotado de omnipresencia, pero se encuentra sometido al Tiempo. En otras palabras: que no puede modificar por sí mismo la duración de un fenómeno, ni puede vivir simultáneamente en dos épocas a la vez. Dios, en cambio, es independiente a la vez del Espacio y del Tiempo. Pues bien, entre Él y los hombres, como te decía, tenemos esa inmensa escala de seres capaces de trasladarse, incluso, a velocidades superiores a la de la luz. Y ello les hace más o menos independientes del Tiempo y del Espacio.

—¿Por ejemplo? —terció su interlocutora.

—Además de los Mensajeros Solitarios, los Supernafines, que pueden transportar a los mortales resucitados a dos veces la velocidad de la luz: casi 600 000 kilómetros por segundo. Y aun así, puedo decirte que estos seres precisan de millares de años para trasladarse de un extremo a otro de los universos, Pero, como hice referencia anteriormente, tampoco el Tiempo que tú y yo conocernos es el mismo para estos seres… Hay personalidades celestes, como los Mensajeros de Gravedad y los Espíritus Inspirados de la Trinidad, entre otros, que pueden ir a todas partes, casi al instante. Éste es el caso igualmente de los Ajustadores de Pensamiento o chispa prepersonal del Padre Universal. Tú, yo, tus hijos, los míos y todos los humanos tenemos nuestro propio ajustador de pensamiento…

—¿También Jesús de Nazaret?

—Por supuesto. Y te diré algo. Fue precisamente su Ajustador quien, en el histórico momento del bautismo de Cristo-Micael en el Jordán, viajó en segundos desde aquel punto hasta una de las esferas arquitecturales próxima a la Isla Eterna del Paraíso, regresando para aportar el célebre mensaje que figura en el Evangelio: Éste es mi Hijo muy amado en quien tengo mis complacencias. Un Mensajero Solitario, en cambio, habría necesitado vanas semanas para cubrir ese mismo trayecto. Estos viajes (por llamarlos de una forma sencilla) se realizan a lo largo de circuitos preestablecidos por los Maestros Arquitectos del Universo. Y hay infinidad de circuitos: espirituales, de gravitación, mentales, de energía física, etc. Todos ellos parten de la Isla Eterna y Estacionaria del Paraíso y a ella retornan. Y ya que hablamos del Espacio y del Tiempo puedo decirte igualmente que el Paraíso es eterno e independiente del Tiempo. Allí, las decisiones son concomitantes con los actos, y los resultados, instantáneos. Pero no nos apartemos del objetivo final de esta exposición: Lucifer y su catastrófica rebelión…

La hija de la raza azul no acertaba a comprender por qué tanto interés por aquel odiado y repulsivo personaje, Lucifer. Desde niña, y sin saber exactamente por qué, el solo nombre del que siempre fue considerado como el diablo o Satanás le causaba un rechazo casi visceral. Así que, no de muy buena gana, se dispuso a escuchar a Sinuhé.

—Sabemos muy poco de este personaje —aclaró su amigo—. Las Sagradas Escrituras y otros textos más o menos sacros de otras religiones y culturas hacen referencia a su existencia, pero siempre de una forma muy parca… Sinuhé buscó entre sus papeles.

—Como base de lo que voy a exponerte a continuación, he aquí algunos testimonios bíblicos que, más o menos, hacen alusión a esta no menos alta personalidad celeste: en el Evangelio de Lucas, por ejemplo (10, 17-21), se dice: Volvieron los setenta y dos llenos de alegría, diciendo: Señor, hasta los demonios se nos someten en tu nombre. Y Jesús les dijo: Yo veía a Satanás cayendo del cielo, como un rayo. Ved que os he dado poder de pisar serpientes y escorpiones, y sobre toda asechanza del enemigo, sin que nada os dañe. Más no os alegréis de que los espíritus os estén sometidos; alegraos más bien de que vuestros nombres estén escritos en el cielo.

También Lucas (4, 1-14) nos habla de las famosas tentaciones de Jesús en su retiro en el desierto. Y en dicho texto se repite la palabra diablo.

En el Evangelio de Juan (8, 44-46), Jesús asegura. Vosotros sois hijos del diablo, y queréis cumplir los deseos de vuestro padre. Él fue homicida desde el principio, y no se mantuvo en la Verdad, pues no hay Verdad en él. Cuando dice mentira, habla según su propia naturaleza; porque es mentiroso y padre de la mentira. Más a mí no me creéis, porque digo la Verdad. En Mateo (25, 41) he leído asimismo: Luego dirá también a los de la izquierda: Apartaos de mí, malditos, al fuego eterno, preparado para el diablo y sus ángeles.

En cuanto al Apocalipsis de Juan, quizá sea lo más extenso y sugerente. En el capítulo 12, 7, nos cuenta algo sobre la mítica batalla en el cielo: Entonces (dice san Juan Evangelista), hubo una batalla en el cielo. Miguel y sus ángeles lucharon contra el Dragón. El Dragón y sus ángeles combatieron, pero no pudieron prevalecer y no hubo puesto para ellos en el cielo. Y fue precipitado el gran Dragón, la Serpiente antigua, que se llama Diablo y Satanás, el seductor del mundo entero, y sus ángeles precipitados con él. Oí una fuerte voz en el cielo, que decía: Ahora ha llegado la salvación, el poder, el reino de nuestro Dios y la soberanía de su Cristo, porque ha sido precipitado el acusador de nuestros hermanos, el que día y noche les acusaba ante nuestro Dios. Ellos le han vencido por la sangre del cordero y por las palabras de su testimonio y han despreciado su vida hasta sufrir la muerte. Por eso, alegraos, oh cielos, y vosotros, los que habitáis en ellos. Maldición a la tierra y al mar, porque el Diablo ha descendido hacia vosotros con gran furor, sabiendo que le queda poco tiempo. El Dragón, al verse precipitado, sobre la tierra, persiguió a la mujer que había dado a luz el varón. Pero fueron dadas a la mujer dos alas del Gran Águila para volar al desierto, el lugar donde es alimentada por un tiempo, dos tiempos y medio tiempo, lejos de la vista de la Serpiente… Y más adelante —concluyó Sinuhé—, en el capítulo 13, al hablar de las dos Bestias, Juan termina con algo que no quiero que olvides: … E hizo que todos, pequeños y grandes, ricos y pobres, libres y esclavos, recibieran una marca en la mano derecha o en la frente, de forma que ninguno pueda comprar o vender si no ha sido marcado con el nombre de la Bestia o con el número de su nombre. Aquí la sabiduría. El que tenga inteligencia, calcule el número de la Bestia, un número de hombre. Su número es 666.

Y Sinuhé repitió la última frase:

—Su número es 666.

—No sé adónde quieres ir a parar —comentó Gloria, impaciente.

—Bien, vayamos al grano. Estos pasajes y otros similares nos hablan del Diablo. Sin embargo, los teólogos y exegetas más modernos no parecen darle demasiada importancia a la figura de este personaje, en oposición a toda la tradición e, incluso, al papa Pablo VI. Recordarás que el 29 de junio de 1972, en un célebre discurso, habló del humo de Satanás y aseguró que había entrado en determinados sectores de la propia iglesia Católica. Se refirió entonces a Satán como un ser personal… Pues bien, según estos documentos, los teólogos, una vez más, se equivocan. Pero también se equivocó Pablo VI…

—Eso es muy fuerte —terció la hija de la raza azul.

—Lo sé. En realidad, toda esta Quinta Revelación es dinamita pura, suponiendo que sea cierta.

—¿Y por qué aseguras que el Papa tampoco estaba en lo cierto? —Porque, al igual que la tradición y la inmensa mayoría de los creyentes, confunde a Lucifer con Satán y con Caligastía y Belzebú. Todos, en definitiva, han sido etiquetados con una misma y común definición: el diablo. Pero, como verás, se trata de personalidades celestes distintas.

—¿Y cuál es tu versión? Sinuhé corrigió a su compañera:

—Mi versión no. La versión de la Quinta Revelación…, sí. Y de acuerdo con ella, cada sistema (no olvides que un superuniverso alberga alrededor de mil millones de sistemas) aparece regido por un soberano sistémico: un hijo de la denominada orden de los Lanonandeks. El nuestro, Satania, estuvo gobernado por una de estas brillantes criaturas: Lucifer. Era, como el resto de los seres de los que te he hablado, un peregrino descendente de la eternidad. Todo un ángel de luz que, hace ahora unos 200 000 años, hizo estallar una revuelta en nuestro sistema, arrastrando a un total de 37 de los 619 planetas habitados. Satán, en cambio, era su lugarteniente. También se trataba de una criatura perfecta, peregrino descendente y, como Lucifer, perteneciente a la Orden de los Lanonandeks Primarios. Satán ocupó un papel destacado, ya que su jefe delegó en él para que le representara y avivara la rebelión en diferentes mundos, entre ellos IURANCHA.

En cuanto a Belzebú o Belzebub era otra criatura, jefe de los llamados medianes rebeldes, que se sumaron igualmente y apoyaron a las fuerzas de un cuarto y no menos importante personaje: Caligastía, el príncipe planetario de IURANCHA en aquellos tiempos. Como ya te adelanté, los planetas son la última unidad en la organización administrativa de los universos. Y cada mundo dispone de un príncipe planetario, que puede alcanzar el grado de soberano planetario. Quizá recuerdes cómo Jesús de Nazaret hizo alusión durante su vida en IURANCHA al príncipe de este mundo… Se refería precisamente a Caligastía, que, tras la rebelión, fue depuesto.

—¿Quiénes eran esos… medianes?

—Poco puedo hablarte de ellos. Sabemos que no se trataba de criaturas descendentes del Paraíso y que tuvieron mucho que ver con el Estado Mayor de Caligastía. Éste, precisamente, es uno de los objetivos de la misión que se nos ha encomendado: averiguar quiénes son los medianes y, sobre todo, dónde se encuentran los archivos secretos de IURANCHA…

Sin proponérselo, Sinuhé acababa de revelar a la hija de la raza azul la primera parte de la misión.

—¿Unos archivos secretos? ¿Sobre qué…?

—Como te decía, según la Quinta Revelación, hace unos 200 000 años terrestres estalló una revuelta en nuestro sistema: la tercera en toda la historia del universo local de Nebadon. Y, de los 619 mundos habitados de Satania, 37 se unieron a Lucifer. Entre ellos, el nuestro: IURANCHA. Cuando un soberano sistémico actúa normalmente, las personalidades (invisibles a los ojos de los humanos) que integran su jerarquía administrativa pueden comunicarse libremente con todos los planetas del sistema, así como con los niveles superiores. Pero, según parece, cuando estalla una rebelión, las personalidades celestes superiores (de las que ya te he hablado) actúan vertiginosamente, cortando determinados circuitos de comunicación con esos planetas, de forma que la sublevación no pueda propagarse. Y todos los planetas se ven sometidos así a una cuarentena. Esto fue lo que ocurrió en el sistema donde vivimos y con esos 37 mundos rebeldes. Pues bien, como consecuencia del feroz aislamiento a que está sujeta IURANCHA, buena parte de las fuerzas rebeldes (los medianes entre otros) sigue dominando la Tierra y sumiendo a las distintas humanidades que van pasando por el globo al caos, la violencia y el constante error. Y según nuestras informaciones, fueron esos enigmáticos seres (los medianes rebeldes) quienes se hicieron con el control de los archivos secretos del planeta Tierra…

—Insisto —manifestó Gloria, sin perder de vista su pregunta inicial—. ¿Qué contienen esos archivos?

—La verdadera historia de la rebelión de Lucifer y las tremendas consecuencias que se derivaron, especialmente para los humanos de IURANCHA. Las fuerzas del Mal no están dispuestas a abrir esos archivos secretos a los mortales ascendentes: a nosotros. Ello significaría, quizá, un cambio en la actitud de los seres humanos y eso no les interesa…

Gloria aprovechó la nueva pausa de su amigo e intervino—: Siempre se nos ha enseñado —afirmó con cierta reticencia— que Lucifer se rebeló contra Dios porque quiso ser como Él. ¿Me equivoco?

Sinuhé dejó que la hija de la raza azul descubriera por sí misma lo absurdo de semejante argumento.

—… Aunque, pensándolo fríamente —continuó Gloria—, resulta muy extraño que una criatura perfecta, creada directamente por Dios y, en consecuencia, inteligente, quisiera ser Dios…

—Tú lo has dicho: extraordinariamente inteligente. Y yo te pregunto: ¿sabes de algún ser humano realmente inteligente (quizá habría que ponerlo con mayúsculas) que sea soberbio? Los seres INTELIGENTES de verdad son, casi siempre, los más humildes…

—¿Me estás insinuando —cortó Gloria— que hubo otras razones que provocaron la revuelta de Lucifer?

—Sospechamos que sí, de la misma forma que no creernos que Adán y Eva fueran nuestros primeros padres y que la serpiente y la manzana son un mito o símbolo francamente desdichados…

—Un momento. ¿Tú conoces la verdadera historia de la rebelión de Lucifer?

Pero antes de que Sinuhé llegara a responder, la hija de la raza azul le había abordado con otra sutil pregunta:

—¿Y por qué dices sospechamos y creemos? Y Sinuhé, sonriente, decidió abrir definitivamente su corazón.

Buena parte de aquella segunda jornada en Sotillo fue destinada a poner a Gloria en antecedentes de una parte de cuanto sabía en torno a Ra, a su mensaje y a la necesidad de llevar a cabo una determinada misión. Por el momento no consideró oportuno hablarle de su vinculación con la Escuela de la Sabiduría ni tampoco de sus experiencias en el bosquecillo próximo a aquella Casa Azul en la que dialogaban. El mensaje de Ra, sobre todo, causó un especial impacto en la hija de la raza azul.

—… Por todo esto —sentenció Sinuhé al tiempo que invitaba a su amiga para que se definiera—, hemos sido designados para intentar encontrar esos archivos secretos, en poder de los medianes rebeldes. Si aceptas (y eso debo saberlo cuanto antes), en el momento oportuno te ampliaré algunos detalles, previos a la iniciación de esa gran aventura… Gloria dudó.

—Hay muchas cosas que no termino de entender…

—¿Por ejemplo? —le animó su amigo.

—Si vosotros, los depositarios de esa Quinta Revelación o quien sea, conocéis la verdadera historia de la rebelión de Lucifer, ¿por qué no la ofrecéis al mundo? Eso evitaría, supongo, embarcarse en esa incomprensible misión.

—Tienes razón, a medias. Nosotros sólo disponemos de una parte de lo que suponemos la auténtica historia de la revuelta. Como sólo conocemos también algunos, muy pocos, sucesos relacionados con las consecuencias de dicha rebelión en IURANCHA. E ignoramos casi por completo en qué consistió en verdad la falta de Adán y Eva (suponiendo que dicha falta haya existido), quiénes eran nuestros mal llamados primeros padres y cuándo se instalaron en el Jardín de Edén… Todo esto, y mucho más, se halla depositado en esos archivos. Si fuéramos capaces de llegar hasta ellos y desvelarlos, la Humanidad entera conocería la Verdad y eso, no lo dudes, reportaría sensibles beneficios a todos los mortales ascendentes hacia el Paraíso. El hombre, salvo excepciones, está perdido y confuso. No sabe por qué ha nacido ni cuál es su destino final. No entiende el dolor y se rebela contra Dios y contra sí mismo, sin descubrir que todo ello no es por casualidad. El Conocimiento, en definitiva, siempre ha servido para serenar el espíritu de los humanos y acelerar su camino hacia la suprema Perfección.

—Me has hablado de los muchos seres que forman el flujo de Peregrinos Descendentes de la Eternidad o de la Isla Eterna del Paraíso. Y lo comprendo. Pero ¿qué somos nosotros, los mortales?

—Podríamos describirlo como lo contrario: un reflujo de Peregrinos Ascendentes del Tiempo. Cada humano es creado por Dios…

La hija de la raza azul intervino con evidente confusión.

—¿Dios? Pero ¿por cuál de esas personas que forman la Trinidad?

—En realidad, y respondiendo concretamente, por sus intermediarios: por los Hijos Creadores de universos locales. En general, Dios es un símbolo verbal que sirve para designar todas las personalidades de la Deidad. En estos escritos, el término Dios se utiliza para los siguientes significados. Escucha atentamente y no te alarmes:

1. Dios el Padre: Creador, Controlador y Sostén. Es el Padre Universal y la Primera Persona de la Deidad.

2. Dios el Hijo: Creador Coordenado, Controlador del Espíritu y Administrador Espiritual. Es el Hijo Eterno y la Segunda Persona de la Deidad, de la que también te hablé.

3. Dios el Espíritu: Actor Conjunto, Integrador Universal y Dispensador de Pensamiento. Es el Espíritu Infinito y la Tercera Persona de la Deidad.

4. Dios el Supremo: es el Dios del Tiempo y del Espacio, expandiéndose o evolucionando. Deidad Personal concibiendo la identidad entre criaturas y Creador por asociación y su realización por experiencia en el Espacio-Tiempo. El Ser Supremo ejecuta personalmente la experiencia de realizar la unidad de la Deidad, como Dios evolutivo y experiencial de las criaturas evolucionarias del Tiempo y del Espacio.

5. Dios el Séptuple: Personalidad de la Deidad operando en todos los sentidos, de una manera efectiva en el Tiempo y el Espacio. Son las Deidades Personales del Paraíso y sus asociados creadores, operando dentro y fuera de las fronteras del Universo Central. Personaliza su poder como Ser Supremo en el primer nivel de la criatura, unificando en el Tiempo y en el Espacio la revelación de la Deidad. Éste nivel es el Gran Universo, la esfera donde las personalidades del Paraíso descienden en el Espacio-Tiempo, en recíproca asociación con las criaturas evolucionarias que ascienden en el Espacio-Tiempo.

6. Dios el último: exteriorización del Dios del supertiempo y del espacio trascendido. Segundo nivel experiencial de manifestación de la Deidad unificante. Dios el último tiende a concebir netamente la síntesis de los valores absonitas-superpersonales que trascienden el Espacio-Tiempo y exteriorizan la experiencia. Los coordina en los niveles creadores finales de la realidad divina.

7. Dios el Absoluto: el Dios experimentador de los valores superpersonales trascendidos y de los significados de la Divinidad, ahora existencial como Deidad absoluta. Es el tercer nivel de expansión y de expresión de la Deidad unificante. En este nivel supercreador, la Deidad ha agotado el potencial personalizable, ha completado la Divinidad y ve extenderse la actitud de revelarse a sí mismo en niveles sucesivos y progresivos de personalizaciones diferentes. En este punto, la Deidad reencuentra el Absoluto Incondicionado, se contraría a sí misma y realiza la experiencia de identificarse consigo misma…

Gloria hizo un movimiento negativo con la cabeza.

—Lo sé —argumentó Sinuhé—, todo esto es poco menos que indescifrable… para los humanos. Puedo aclararte que en la Quinta Revelación hay cientos de páginas en las que se intenta hacer comprensible esta idea múltiple de la Divinidad. Quizá, para que nos entendamos, podríamos resumir esa séptuple versión de Dios diciendo que la existencia divina no podrá ser nunca probada ni comprendida a través de experiencias científicas o de deducciones lógicas de la razón pura. Nadie puede concebir claramente a Dios más que fuera de los reinos de la experiencia humana. Sin embargo, como tú sabes, el verdadero concepto de la realidad de Dios es razonable para la lógica, plausible para la filosofía, esencial para la religión e indispensable para toda esperanza de sobrevivencia personal. En teoría se puede pensar en Dios como Creador y, efectivamente, es el Creador Personal del Paraíso y del Universo Central de Havona. Pero los universos del Tiempo y del Espacio han sido todos ellos creados y organizados por el Cuerpo Paradisíaco de los Hijos Creadores. Y entre ELLOS está nuestro Micael: Jesús de Nazaret.

El Padre Universal no es el Creador del universo local de Nebadon. Éste, como también sabes, es creación de su hijo Micael. Y aunque el Padre Universal no cree personalmente esos universos evolucionarios, los controla en muchas de sus relaciones universales y en algunas de sus manifestaciones de energías físicas, mentales y espirituales. Recuerda el caso de los Ajustadores de Pensamiento o chispa prepersonal del Padre Universal en cada uno de nosotros…

En suma, Dios el Padre es el Creador Personal del Universo del Paraíso y, en asociación con el Hijo Eterno (Segunda Persona de la Trinidad), el Creador de todos los Creadores personales de universos.

Como controlador físico en el Universo Maestro material, la Causa-Centro-Primera funciona en los arquetipos de la Isla Eterna del Paraíso. En mitad de ese centro de gravedad absoluto, el eterno Dios ejerce un supercontrol cósmico del plan físico, tanto en el Universo Central como de un extremo a otro del Universo de los Universos. Como mente, Dios opera por la Deidad del Espíritu Infinito. Como espíritu, Dios está manifestado en la persona del Hijo Eterno y en la de los divinos hijos del Hijo Eterno. Éstas relaciones mutuas de la Causa-Centro-Primera (Dios) con las Personas y los Absolutos coordenados del Paraíso no excluyen de ninguna manera la acción personal directa del Padre Universal en toda la Creación y a todos los niveles de ésta. Por la presencia de su Espíritu fragmentado, el Padre Creador mantiene un contacto inmediato con sus hijos-criaturas y sus universos creados. Todos los mortales, en definitiva, somos creados por el correspondiente Soberano del universo local y, aunque, al contrario de lo que sucede con los seres descendentes, no somos creados perfectos, sí somos dotados del potencial de perfección y de vida eterna. En esa asociación de Dios el Séptuple, los Hijos Creadores de universos locales aportan el mecanismo por el cual los mortales llegamos a ser inmortales y lo finito puede ser abarcado por el infinito. Si después de su vida física en su planeta natal, el humano ascendente es juzgado digno de sobrevivir, entra en el camino de la ascensión del Paraíso. Son resucitados de entre los muertos (ya sea individualmente y al tercer día después de su óbito), ya sea colectivamente, al fin de cada milenio.

La hija de la raza azul iba saltando de sorpresa en sorpresa. Y emocionada, exclamó:

—¡Háblame de ese paso!… ¿Qué ocurre después de la muerte? Sinuhé la observó con rostro grave.

—Tú sabes ya qué sucede cuando se pasa al otro lado —le reprochó.

—Sí, pero no sé tu versión… Perdón —rectificó—, la versión de esa Quinta Revelación.

—En el momento de la muerte, el ser humano duerme en la nada. Y su ajustador de pensamiento, así como su ángel Guardián, le abandonan. En otras palabras: durante un tiempo (aceptando el difícil concepto del tiempo sin tiempo de esa nueva experiencia) el humano deja de tener personalidad. Si está destinado a sobrevivir, será resucitado por las personalidades celestes responsables de este cometido en el que llaman los Mundos Moronciales o de Las Casas. En ese caso recibe un cuerpo moroncial y su ajustador habita de nuevo en su mente, al tiempo que su ángel guardián le restituye su psiquismo y memoria del pasado. Su personalidad es enteramente reconstruida y, a partir de ese momento, las entidades cualificadas de la jerarquía celeste vigilan su progreso espiritual.

Ése cuerpo moroncial es sustituido repetidas veces por otros cuerpos igualmente moronciales, pero cada vez más sutiles y espiritualizados. Estos cambios sucesivos han sido revelados en IURANCHA por grandes instructores celestes, aunque los humanos los hemos equivocado, interpretándolos como sucesivas reencarnaciones…

—Entonces, ¿no existe la reencarnación? —Según la Quinta Revelación, no como los humanos la entendemos. Los mortales (se dice aquí) no nacen de nuevo ni sobre su planeta natal ni con un cuerpo físico. Las reencarnaciones son en realidad un fenómeno moroncial. Y después de esta experiencia moroncial o experiencia del alma, comienza la prolongada experiencia espiritual. Cuerpo sutil, alma y espíritu se fusionan cada vez más y el peregrino ascendente en el Tiempo es lanzado en un vertiginoso y esperanzador sendero, con una maravillosa meta: la Isla Eterna del Paraíso. Y ese sendero (según reza en la Quinta Revelación) constituye una resplandeciente secuencia de experiencias, de todo tipo, que van abriendo al hijo de Dios hacia cada vez más extraordinarias revelaciones… No es posible describir con palabras lo que realmente nos aguarda al otro lado. Gloria, con los Ojos húmedos por la emoción y la alegría, no respiraba siquiera.

—Y todos estos peregrinos ascendentes —prosiguió Sinuhé—, van siendo transportados de mundo en mundo por los llamados serafines transportadores, según una prodigiosa técnica. Y el número de mundos a visitar antes de alcanzar el Universo Central de Havona es prodigioso. Y te diré más: en ese propio Universo de Havona, como ya te expliqué, es preciso conocer los mil millones de esferas antes de ser calificado para el largo viaje interestelar que conduce a la Isla Eterna. Pero no te asustes. Los conceptos humanos de Tiempo no tienen relación alguna con los millones de años de esa cartera hacia el Paraíso, y su duración es corta si la relacionamos con el concepto de Eternidad.

Y antes que nosotros, innumerables masas de mortales lo han recorrido ya. Ésa carrera tiene un único fin: transformar a los humanos evolucionarios en seres perfeccionados o finalistas, semejantes o parecidos bajo muchos conceptos a los seres perfectos por naturaleza que habitan normalmente las esferas paradisíacas, pero que no disfrutan de la experiencia del Espacio-Tiempo.

—Según esto —terció Gloria—, nosotros podemos llegar a ser más afortunados que esos seres, creados perfectos desde su origen… Sinuhé se encogió de hombros.

—Sólo puedo decirte —respondió— que, si todo esto es verdad, la Promesa de Jesús de Nazaret de toda una recompensa y un lugar en la casa de mi Padre se queda corta…

—¿Qué son los finalistas? —acometió Gloria con su habitual entusiasmo.

—La totalidad de esos afortunados mortales que consiguen alcanzar la Isla Eterna es agrupada en lo que llaman el Cuerpo de la Finalidad. Pero su destino no ha sido desvelado aún. Quinta Revelación deja entrever la fantástica posibilidad de que todos esos peregrinos ascendentes, juntamente con miríadas de ángeles, sean los futuros pobladores de ese Espacio Exterior, todavía inhabitado, del que ya te hablé.

Y Sinuhé formuló un pensamiento en voz alta:

—¡Es fantástico!… Mucho más de lo que jamás pudo enseñarnos ninguna Iglesia o doctrina… Quizá ahora, por todo esto, el corazón busca a Dios con mayor fuerza…

Y volviendo sus ojos hacia Gloria, le formuló una pregunta decisiva:

—A la vista de cuanto has escuchado, ¿aceptarías buscar conmigo esos archivos secretos y transmitir su indudable tesoro de conocimientos?

El rostro de Gloria se iluminó al oír aquella solemne proposición. Sinuhé sabía que su compañera, desde el primer momento y en lo más hondo de su alma, había dicho sí a la misión. Pero, fiel a lo dispuesto por su Kheri Heb, prefería ir paso a paso, meticulosamente.

—Sabes —le reprochó su amiga— que te acompañaría al fin del mundo. Y con más razón cuando alguien, no sé exactamente quién pero tampoco importa, nos brinda la oportunidad única de hacernos con nuestro propio pasado y, lo que es más importante, con nuestra verdadera historia e identidad como humanos. No sé qué tengo que hacer ni cómo, pero sí…

Por toda respuesta, Sinuhé se incorporó y acercándose al rostro de Gloria, la besó en ambas mejillas.

—Gracias.

—Pero antes de que me hables de los preparativos para esa misión —añadió la señora de la Casa Azul, cuya memoria, al contrario de lo que sucedía con la de Sinuhé, no perdonaba—, sácame de una duda: ¿qué es la raza azul?

Nuestro hombre volvió sobre los documentos y se disponía ya a despejar esta lógica incógnita cuando, súbitamente, en el umbral del salón apareció la corpulenta figura del alcalde de Sotillo.

Sinuhé guardó silencio. Y Gloria, comprendiendo que su informante no deseaba seguir hablando sobre aquellos asuntos en presencia de José María, se las ingenió para desviar la conversación. En el fondo, el investigador agradeció la irrupción del alcalde en la Casa Azul. Era necesario que, tanto la hija de la raza azul como él mismo, reflexionaran sobre lo tratado en aquellos días. Sinuhé presentía que el momento para emprender aquella misión se hallaba cada vez más cercano. Y era consciente también de que buena parte del éxito de la misma podía depender, no sólo de las enseñanzas que recibiera Gloria, sino —muy especialmente— del autoconvencimiento de ambos para entusiasmarse con ella. Y eso, obviamente, requería su tiempo. Resultaba duro, al menos para Sinuhé, no saber con precisión por qué había sido elegido para esta misión y, naturalmente, cómo llevarla a cabo. Pero Gloria no supo jamás de aquellas dudas.

Sinuhé, discretamente, interrogó al alcalde sobre el vicio reloj del Ayuntamiento. En su ánimo latía aún el deseo de inspeccionar la maquinaria y la torreta metálica, en busca de quién sabe qué nueva pista. Pero José María, con su respuesta, sólo contribuyó a enfriar el entusiasmo del investigador. Como es habitual en estas pequeñas y sosegadas poblaciones rurales, las cosas de palacio van mucho más despacio… Así que, a pesar del tiempo transcurrido desde la última visita de Sinuhé a Sotillo, la cerradura de la puerta de acceso al mencionado Ayuntamiento seguía bloqueada, haciendo imposible la entrada al edificio.

Las palabras del alcalde, prometiendo una pronta solución, no sirvieron de consuelo a Sinuhé. Él sentía que debía entrar en aquel viejo caserón. Pero ¿cómo?

Ése mismo lunes, 16 de julio, la incógnita quedó despejada.

Absorbido por los preparativos de la misión, Sinuhé —tampoco es de extrañar, dado su secular despiste— no había caído en la cuenta de que, al día siguiente, 17 de julio, Gloria celebraría su 49 cumpleaños. El primero, causalmente, sin su marido. Ésta especialísima circunstancia hizo que algunos de sus más íntimos amigos se desplazaran hasta Sotillo, dispuestos a acompañarla.

Así que, a lo largo de aquel lunes, la Casa Azul se vio paulatina Y felizmente agitada por un continuo trasiego de personas y equipajes. Y la hija de la raza azul y Sinuhé, de mutuo acuerdo, decidieron posponer sus secretas conversaciones. Al atardecer, con la excusa de un rutinario paseo por los alrededores, el miembro de la Escuela de la Sabiduría se las ingenió para adentrarse en solitario en el bosquecillo que rodea el Ayuntamiento y en el que había vivido tan extraña experiencia.

En esta segunda visita, Sinuhé no advirtió nada anormal. La, copas de los árboles, cargadas de sol, presenciaban inmóviles el incansable juego de docenas de golondrinas y vencejos, cuyos trinos ahogaban a ratos el zumbido de las libélulas y el chirriar de invisibles chicharras.

Su objetivo era alcanzar el claro del bosquecillo y comprobar qué había sucedido con las seis misteriosas señales grabadas en los troncos por aquella monstruosa criatura. A pesar de haber asistido a la escena, de haber tocado el emblema que adorna la bandera de Micael de Nebadon y de haber recogido un puñado de la no menos desconcertante arena del suelo del calvero, el espíritu analítico y racionalista de Sinuhé seguía revelándose.

Pero su incertidumbre quedó prontamente difuminada. Al asomarse al filo del claro, la sangre volvió a encenderse en sus entrañas. ¡Allí seguían las seis marcas!: negras, intactas y como un testimonio frío y palpable de todo lo acaecido.

Temblando de emoción, Sinuhé avanzó hasta el centro geométrico del claro. Y una vez allí, levantó los ojos hacia el círculo azul que se recortaba —casi como un milagro— entre los altos chopos.

Y sin saber por qué, se sintió lleno de una intensa paz. A su cerebro habían vuelto las cada vez más familiares palabras que, sin duda, le había transmitido aquel ser: Recuerda mi señal…, la de Micael.

Sinuhé bajó la vista, fijándola en cada uno de aquellos círculos concéntricos. Y la súbita paz que le inundaba fue dejando paso a una mezcla de nostalgia y serena melancolía. Si todo aquello no era un sueño, se encontraba frente al símbolo de su Creador: los tres círculos que, según la Quinta Revelación, constituyen la bandera del Hijo Creador del universo local de Nebadon: Jesús de Nazaret. Una bandera blanca con tres círculos azules y concéntricos en el centro. Una bandera que Micael jamás utilizó durante su vida terrena en IURANCHA. Una bandera —reflexionó Sinuhé— que resume todo el misterio y la grandiosidad de la Trinidad.

Y él, desdichado y contradictorio mortal, ¿había sido elegido para tan alta misión?

Sinuhé no podía entenderlo, aunque reconocía que había algo sumamente familiar o conocido en todo aquello que le impulsaba a seguir adelante, incluso a pesar suyo.

Y antes de que unas amenazadoras lágrimas asomaran a sus ojos, recogió un par de puñados de los luminosos gránulos, llenando un pequeño frasco que —en contra de sus propias dudas— había llevado consigo al bosquecillo.

Minutos más tarde, el investigador —presa de una creciente y entonces inexplicable nostalgia— se alejaba del lugar, caminando sin rumbo fijo hacia los todavía helados ventisqueros de Sierra Cebollera.

Sinuhé permaneció en la soledad de la sierra hasta bien entrada la noche. Y aunque aquellas huidas a parajes tan apartados como oscuros solían ser frecuentes en sus impenitentes correrías tras el misterio, en esta oportunidad —tumbado frente al inmenso brazo de la galaxia—, el atormentado reportero pidió con más fuerza que nunca algún tipo de señal. Algo que aliviara sus dudas…

Pero esa señal no iba a llegar, al menos como nuestro hombre suponía. Y un tanto decepcionado, abandonó aquellas tinieblas, sumido en otras mucho más densas: las de su propio corazón. Gloria había empezado a impacientarse ante la tardanza de su amigo. Y todos respiraron al verle aparecer y tomar asiento, como era su costumbre, en el entarimado del salón, con la espalda apoyada sobre la ahora fría y silenciosa chimenea de la Casa Azul.

Sinuhé dedicó unos minutos a observar a los allí reunidos. Todos, en mayor o menor grado, compartían las inquietudes de la hija de la raza azul y la conversación, como era de esperar, no tardó en desplazarse hacia asuntos ahora esotéricos, después paranormales y siempre revestidos de una profunda inquietud espiritual. Y en mitad de aquel animado coloquio, el inexplicable fenómeno de las 66 campanadas no cayó en el olvido. Alguien preguntó a Gloria y ésta, maliciosamente, esquivó la cuestión, dejando la posible respuesta en manos de Sinuhé. Pero el investigador, sin inmutarse, apenas si desveló algunos pequeños detalles, evitando, por supuesto, cualquier indicio o noticia que tuviera relación con la misión encomendada por su Orden. Ésta hermética actitud del periodista —a la que ya estaban sobradamente acostumbrados cuantos le conocían—, lejos de cerrar el caso, azuzó aún más la curiosidad de los presentes. Y varios de los contertulios cerraron el cerco sobre Sinuhé, acosándole a preguntas. Gloria asistía divertida a esta lluvia de veladas sugerencias e interrogantes. Pero el investigador —curtido en mil escaramuzas como aquella e incluso peores— no era fácil de conquistar y mucho menos de engañar. Así que, como también era habitual en él, condujo la conversación hacia un terreno aparentemente inocuo que, sin embargo, y con gran sorpresa por su parte, iba a aportarle esa señal que tanto había deseado en la sierra.

Sinuhé explicó que, antes de llegar a ningún tipo de conclusión sobre las misteriosas campanadas, era menester revisar a fondo la maquinaria del reloj. Y lamentó que este examen no hubiera podido llevarse aún a buen término, a causa del estúpido accidente de la llave, que había bloqueado la cerradura.

—Mientras no haya posibilidad de echar un vistazo a ese camarote —mintió—, todo serán especulaciones… En ese instante, Juana, una antigua amiga de Gloria que había compartido con ella parte de los primeros años del retiro voluntario de la familia en Sotillo, insinuó la posibilidad de subir a la torre del Ayuntamiento por otro camino.

Y esta vez fue Sinuhé, que había sentido cómo se disparaban todas sus alarmas mentales, quien formuló una única y rotunda pregunta:

—¿Cómo?

Juana le recordó que durante la larga temporada que había pasado en la aldea, su casa había sido, precisamente, la vieja y deshabitada vivienda del secretario del Ayuntamiento. Justamente en la parte baja de la citada Casa Consistorial.

—Cierto —repuso Sinuhé, que había empezado a comprender—. Entonces, ¿es que hay alguna puerta que comunica con la zona alta del caserón?

Juana respondió afirmativamente.

Y Sinuhé, incorporándose, se dejó llevar por una de sus típicas intuiciones:

—¿Y a qué esperamos?

—¿Ahora? —clamaron perplejos algunos de los presentes—. Son casi las doce de la noche…

—Además —repuso Juana—, esa puerta lleva varios años sellada y tapiada por un pesado armario que yo misma ayudé a arrastrar hasta allí…

—Pero —insistió Sinuhé sin el menor atisbo de desmayo— ¿sería posible desplazar ese mueble y abrir la puerta?

—Supongo que sí —dedujo Juana, que había empezado a entusiasmarse con el excitante proyecto.

Varios de los amigos, especialmente las mujeres, con Ulla a la cabeza, encajaron la idea con gran deportividad y se unieron a Sinuhé.

—Un momento —reaccionó el resto—, ese viejo caserón se halla a oscuras… Podría ser peligroso… No sabemos qué puede haber en el ático… ¿No sería más prudente esperar a mañana?

Y uno de los disidentes, en un último esfuerzo por convencer a Sinuhé y a las mujeres, que se disponían ya a abandonar la Casa Azul, en dirección al Ayuntamiento, recordó campanadas, poniendo especial énfasis en el hecho de que quizá aquello fuera cosa de fantasmas o difuntos en pena… Algunas de las amigas de Gloria palidecieron. Pero Juana frenó aquel incipiente miedo con uno de sus habituales comentarios:

—¡Si es así, llevaremos piedras…!

Y desoyendo los razonables consejos de la mayoría, Sinuhé y cuatro o cinco mujeres se hicieron con velas y una linterna, cruzando la plaza de la Lastra con paso decidido. La hija de la raza azul permaneció en la casa, siguiendo uno de sus acostumbrados presentimientos. Faltaban escasos minutos para su 49 cumpleaños y ella sentía que el final de aquel su sexto ciclo humano iba a depararle grandes sorpresas…

Sinuhé se detuvo unos segundos. Y desde el centro de la solitaria plaza de la Lastra levantó el rostro hacia las estrellas. La luna, aunque había empezado a perder su blanca redondez, arrancaba aún destellos al bronce de la campana y a la grisácea sillería de la torre del Ayuntamiento. El silencio apenas si se veía alterado por los fugaces y nerviosos cuchicheos de las mujeres y el dulce manar de la fuente de Diana Cazadora. La aldea dormía ya y sólo las luces de la Casa Azul rompían la oscura geometría de la noche.

Juana, que durante aquellos días había vuelto a ocupar el que, en un tiempo, fuera su hogar, empujó la puerta de doble hoja. Sinuhé, cortésmente, dejó pasar a sus acompañantes. Y al comprobar la proximidad de dicha puerta con la que se hallaba bloqueada, se reprochó lo que él consideró un serio despiste. ¿Cómo no había caído en la cuenta de que la antigua vivienda del secretario podía conducir también al camarote de la maquinaria del reloj?

Sin pérdida de tiempo, Juana mostró a sus amigos el muro por el que podían adentrarse en el caserón del Ayuntamiento. Un pesado armario de algo más de metro y medio, en efecto, escondía los dos tercios de una vetusta y carcomida puerta. Y Sinuhé, tras un brevísimo examen de los cortos y gastados pies de sustentación del mueble, comenzó a arrastrarlo. Segundos después, la puerta quedaba desbloqueada. Y tal y como había anunciado Juana, el investigador descubrió al instante tres tiras de cinta adhesiva, que sellaban aquel acceso.

Y una lógica deducción apareció en la mente de Sinuhé: Si alguien en la famosa madrugada de las 66 campanadas, hubiera entrado en el Ayuntamiento por aquella puerta, además de verse en la necesidad de desplazar el molesto armario, habría tenido que romper o despegar aquellas bandas adhesivas… Pero las cintas se hallaban intactas y perfectamente pegadas al filo de la jamba y de la madera de la puerta, respectivamente.

El investigador sacó su pañuelo y, ante la mirada expectante de las mujeres, lo frotó suavemente sobre la superficie de una de las tiras. Y el polvo acumulado en las mismas durante los cinco años que la casa llevaba cerrada pasó al momento a la tela. Parecía obvio que si el supuesto intruso había entrado y vuelto a salir por aquel lugar, aunque se hubiera tomado la molestia de intentar sellar la puerta con aquellas mismas bandas, éstas —al ser dispuestas y friccionadas— habrían perdido su evidente tersura y, naturalmente, la considerable capa de polvo que las cubría.

Además —se preguntó el reportero por enésima vez—, ¿para qué?… ¿Qué sentido podía tener que alguien del pueblo entrara de madrugada al Ayuntamiento y se divirtiera, haciendo sonar la campana… 66 veces? Quizá la solución a este irritante enigma —se dijo a sí mismo— esté ya al alcance de la mano… Todo es cuestión de subir y tener los ojos bien abiertos.

Y lentamente, Sinuhé fue retirando las cintas adhesivas.

Definitivamente, a Sinuhé le faltaba mucho para convertirse en un buen y perspicaz investigador…

Una vez retirados los rudimentarios sellos, el periodista se hizo con la linterna y procedió a abrir la puerta. Pero, durante algunos segundos, ésta se resistió.

Fue Ulla, a espaldas de Sinuhé, quien le recordó que, lógicamente, sólo podía abrirse… hacia adentro, y no hacia fuera, como pretendía el ofuscado detective.

Resuelto el momentáneo contratiempo, Sinuhé empujó la chirriante hoja, enfrentándose a una oscuridad total. La débil luz de la linterna le descubrió en seguida una reducida y desnuda estancia. Todo se hallaba en calma. Silencioso. Muerto. Sinuhé percibió al momento el clásico tufo que despide una habitación largo tiempo cerrada, y volviéndose hacia sus compañeras les sugirió que —si lo deseaban— aún estaban a tiempo de regresar a la Casa Azul. Las mujeres, con las velas encendidas, se negaron en redondo. Sólo Juana, conocedora del centenario caserón, apoyó tímidamente a Sinuhé, advirtiendo que el lugar podía estar infestado de ratas. Y aunque las mujeres no se percataron de ello, fue Sinuhé quien se estremeció ante la posibilidad de tropezar con aquellos repulsivos y peligrosos roedores. Pero, a decir verdad, no tenía alternativa. Él había promovido aquella incursión a lo alto del Ayuntamiento y ahora no podía volverse atrás. Así que, tras inspirar profundamente, se dirigió hacia los peldaños situados en una de las esquinas de la estancia y que, probablemente, conducían al primer piso. Las mujeres le siguieron a corta distancia, a excepción de Juana, quien —horrorizada ante la idea de las ratas prefirió cambiar de calzado. Y a pesar de los enfurecidos gritos de Juana, pidiendo a sus amigos que la esperasen, éstos hicieron caso omiso de sus llamadas, prosiguiendo la ascensión hacia el desván. El primer tramo de escalera, hasta la planta que alberga las diferentes dependencias municipales, fue cubierto rápidamente y sin novedad. Sinuhé, siempre abriendo la marcha, tenía prisa por llegar cuanto antes a la torre del Ayuntamiento y examinar la maquinaria del reloj. Él sabía que la oscuridad en el camarote debía ser total y que ello dificultaría grandemente la exploración. Pero también sentía que algo inesperado le aguardaba al final de aquel recorrido y la curiosidad había empezado a hacerse insostenible. Al alcanzar la primera planta, Sinuhé se detuvo. Fue iluminando lenta y progresivamente cada una de las puertas y paredes, aguzando al mismo tiempo su oído. Los lamentos de Juana habían cesado y, envueltos en aquellas tinieblas, el único ruido perceptible era el de las agitadas respiraciones de los decididos aventureros.

Parcialmente convencido de que aquel primer piso se hallaba desierto, Sinuhé inició un concienzudo registro de las habitaciones. Las mujeres, algo más animadas, le imitaron. Pero, tal y como le había anunciado el alcalde, aquella zona del Ayuntamiento se encontraba en obras y las diferentes dependencias aparecían desmanteladas.

Minutos después, nuestro hombre atacaba el último tramo de escalones: el que, sin duda, les llevaría al ático. Y con el corazón golpeándole en el pecho, Sinuhé ascendió hasta una pequeña puerta que les cerraba el paso. Paseó el círculo luminoso sobre el marco y el pomo y, haciendo un esfuerzo por tranquilizarse, se dispuso a abrirla. Pero algo desconcertante e impensable en aquellos instantes vino a paralizarles…

Sinuhé apoyó su mano derecha sobre la portezuela que presumiblemente les separaba del perdido o desván y, cuando se disponía a empujarla, un súbito tañido quebró el silencio, ¡era la campana!

El golpe seco del martillo sobre el bronce se propagó vertiginosamente, traspasando las tinieblas y el mermado valor del investigador. Y una fulminante descarga de adrenalina le secó la garganta, haciéndole temblar de pies a cabeza. Durante segundos, Sinuhé perdió el control. La linterna resbaló de entre los sudorosos dedos, precipitándose escaleras abajo. Y las frágiles llamas amarillo-azuladas oscilaron, contagiadas por el nerviosismo de sus portadoras.

Faltó muy poco para que el grupo diera media vuelta y se lanzara en una frenética huida.

En el último instante, Sinuhé logró recuperarse parcialmente y, tras pedir calma, recogió la linterna, enfrentándose nuevamente a la portezuela.

—Eso —susurró a las mujeres con un hilo de voz— ha debido ser el viento…

Pero la piadosa mentira apenas si fue escuchada y, mucho menos, aceptada. Todas sabían que esa noche no había viento y que el reloj llevaba semanas inutilizado. ¿Quién o qué había levantado el pesado martillo? ¿Un animal, quizá? ¿Un vecino? ¿O se trataba, como había apuntado uno de los amigos de Gloria, de un alma en pena?

Éste vendaval de preguntas fue pasando por la mente de Sinuhé y de sus no menos inquietas amigas mientras luchaban por recuperar un mínimo de valor.

Y en este difícil trance se hallaban cuando alguien, tras consultar la hora, hizo un comentario que terminó por levantar los maltrechos ánimos:

—Es curioso: esa campana ha sonado a las doce en punto… Gloria acaba de cumplir 49 años… ¿No será una señal? Sinuhé no comprendió muy bien las segundas intenciones de aquella sugerencia. Pero agradeció el fugaz respiro y, consumido por una violenta curiosidad, golpeó la puerta, abriéndola de par en par.

—Sea lo que sea —clamó con rabia—, pronto lo averiguaremos…

Y de un salto penetró en el oscuro desván.

Sin poder disimular su nerviosismo, Sinuhé —con los pies firmemente asentados sobre el piso de madera— hizo volar el cono de luz en un radio de 180 grados. Fue una primera y anárquica exploración del lugar, a la búsqueda, sobre todo, de algún rostro o movimiento sospechoso.

Prudentemente, el investigador se había situado en el umbral mismo de la portezuela, impidiendo el paso de sus compañeras y procurando, al mismo tiempo, cortar la posible huida del no menos hipotético individuo que había golpeado la campana. Con el corazón descontrolado por el miedo, Sinuhé fue iluminando todos y cada uno de los rincones del desván. Se trataba de una espaciosa sala cuadrangular, repleta de muebles viejos, legajos polvorientos arrumbados en pilas informes y un sin fin de cachivaches, entre los que, en una primera observación, distinguió bidones, aperos y herramientas herrumbrosas.

En mitad de aquel tenso silencio, el foco de luz fue recuperando poco a poco la perdida estabilidad, paseándose ahora con mayor precisión sobre las fantasmagóricas siluetas de los enseres allí abandonados.

A primera vista, todo parecía tranquilo. Pero aquella calma no era normal. Lo lógico —siguió reflexionando el investigador— es que nuestra presencia hubiera puesto en fuga a algunas de las muchas ratas que deben anidar en este sucio escondrijo… Pero ¿por qué no habían acertado a descubrir ni una sola en todo el camino? ¿Es que algo o alguien las había asustado…, antes de que ellos llegasen?

Y un súbito presentimiento invadió a Sinuhé.

El espeso silencio y el inesperado toque de la campana trajeron a la mente de Sinuhé aquella otra experiencia, vivida o sufrida —según se mire— en el interior del bosquecillo que rodea el caserón en el que habían penetrado tan inconscientemente. Y el vello del investigador volvió a erizarse ante un desapacible presentimiento:

¿Y si el responsable de este nuevo tañido hubiera sido la monstruosa criatura que vi en el calvero? Si así fuera —meditó Sinuhé mientras buscaba con su linterna el acceso a la torre del Ayuntamiento—, quizá se encuentre todavía junto a la maquinaria o, ¿quién sabe?, junto a la campana… Pero no, no es posible.

Absorbido por tales elucubraciones, Sinuhé no se percató que había iluminado por dos veces una pequeña puerta, situada al fondo del desván y a un metro, aproximadamente, del nivel del entarimado sobre el que se hallaba. Fue en un tercer rastreo cuando el haz luminoso quedó centrado primero en una media docena de peldaños de madera y, finalmente, en una desvencijada puerta, aquejada del mal de los años y que resultaba poco menos que milagroso que pudiera sostenerse sobre tales e improvisadas escaleras.

Adosado al muro principal del caserón, Sinuhé descubrió al fin el camarote que debía albergar la buscada maquinaria del reloj. Y lentamente empezó a caminar hacia aquellos últimos escalones. Pero, cuando apenas si había avanzado tres pasos, un lejano golpeteo le detuvo. Al girar sobre sus talones e iluminar la portezuela que acababa de empujar, Sinuhé comprobó cómo las mujeres se habían vuelto también en dirección al lugar del que procedía aquel ruido, cada vez más atronador.

Sin pensarlo se abrió paso entre ellas, situándose en las estrechas escaleras sobre las que habían oído el lúgubre tañido de la campana. Y llevando su dedo índice a los labios, pidió silencio.

Aquél golpeteo seguía Regando nítido y amenazador, entremezclado a veces con su propio eco. Sinuhé y las mujeres no necesitaron muchos segundos para deducir con creciente terror que aquel atropellado martilleo procedía de la parte baja del caserón y que, a juzgar por los cada vez más claros y potentes estampidos, ascendía rápidamente hacia el lugar donde se encontraban. Los corazones, víctimas de un pavor incontrolable, habían vuelto a desatarse. El de Sinuhé, sobre todo, parecía a punto de saltar por la boca.

¿Qué estaba pasando en aquel maldito Ayuntamiento?, se preguntó, incapaz de identificar el trueno que seguía acercándose.

De pronto, el seco tableteo desapareció. Los últimos golpes habían sonado en la planta inferior. Y Sinuhé, procurando que los peldaños no gimieran bajo sus pies, descendió dos o tres escalones, tratando de percibir alguna señal —quizá una sombra— que delatara o identificara al responsable de aquel terrorífico escándalo. La luz de la linterna perforó las tinieblas, explorando el final de aquel tramo y el recodo que formaba el pasadizo. Pero la única respuesta fue el silencio.

En ese instante, una de las compañeras consiguió articular una frase que arruinó el diezmado valor del investigador:

—Parecían pasos…

¿Pasos? —se repitió a si mismo Sinuhé—. ¿Pasos que suenan como cañonazos?… ¡No! —argumentó contra sus propias dudas—, ninguna persona humana podría provocar semejante estrépito… Apenas si habían desaparecido de su mente estos razonamientos cuando aquella cadena de golpes reapareció en el lugar, helando la sangre de Sinuhé.

El estruendo era ahora infinitamente más violento y cercano. ¡Sonaba justamente en el piso donde se hallaban las dependencias municipales!

Y el investigador, sin poder evitarlo, retrocedió ante la evidente proximidad de aquella tormenta de golpes rotundos y decididos. Pero, en su precipitación, tropezó, desplomándose de espaldas sobre los peldaños. Y la linterna saltó de su mano por segunda vez…

La aparatosa caída de Sinuhé y el casi simultáneo repiqueteo de la linterna, rodando escalones abajo y sumiendo —al apagarse— a los desmoralizados expedicionarios en la más desastrosa oscuridad, abrieron finalmente las contenidas compuertas del miedo y varias de las mujeres estallaron, apagando por unos instantes aquellos frenéticos mazazos con un chillido desgarrador.

Y fue como un milagro. O quizá como una estocada mortal. El fantasma, o lo que fuera, al escuchar los gritos volvió a detenerse. Al menos, los golpes cesaron. Y entre respiraciones jadeantes, Sinuhé acertó a levantarse, palpando los peldaños en una búsqueda desesperada de la linterna. En realidad, aunque sus manos tanteaban a ciegas y nerviosamente la madera de los escalones, sus ojos se mantenían fijos en el final del tramo de la escalera y, más concretamente, en el recodo que conducía al piso inferior. Pero las tinieblas seguían siendo lo suficientemente densas como para no poder distinguir bulto o silueta algunos.

Al cabo de unos segundos, que a Sinuhé se le antojaron interminables, la persona, animal o fantasma prosiguió su avance, pero, esta vez, paso a paso. Sus golpes sobre el tramo de escalera que moría necesariamente en el punto donde Sinuhé bregaba por encontrar su linterna se hicieron terminantes y angustiosos. Ya no había duda: aquel trueno lo provocaba algo o alguien que se hallaba a escasos metros de los más que arrepentidos aventureros…

Casi paralizado por el miedo, el investigador, de rodillas y con la frente empañada por un sudor frío, se lanzó sobre el último peldaño, maldiciendo su mala estrella. La linterna seguía sin aparecer y aquello —lo que fuera— continuaba ascendiendo, provocando en Sinuhé una arritmia cardíaca que a punto estuvo de desembocar en algo peor…

Las mujeres, más sensatas, habían retrocedido, perdiéndose atropelladamente en la oscuridad del desván. Una de las menguadas velas había terminado por estrellarse sobre los peldaños, alumbrando escasa y casi milagrosamente el recinto.

Y al fin, como un regalo del cielo, Sinuhé dio con la linterna, aferrándose a ella como un poseso.

Buscó nerviosamente el interruptor y, cuando se disponía a pulsarlo, el instinto le hizo levantar la cabeza. Frente a él, a poco más de un metro, distinguió un inmenso bulto.

Y una oleada de sangre saltó desde sus entrañas…

En décimas de segundo, por la mente de Sinuhé desfiló —o quizá fuese más preciso el término estalló— un caótico tropel de posibilidades, todas ellas a cuál más amenazante… ¡Por Jesucristo!… ¿Qué era aquello que tenía frente a sus ojos? El bulto, negro e inmenso, parecía jadear, oscilando levemente a derecha e izquierda. Por un instante, aquella silueta y su rítmico movimiento hicieron pensar a Sinuhé en un gorila. Y entre escalofríos, el investigador se incorporó de un salto, esgrimiendo la linterna en actitud defensiva e incapaz de razonar con frialdad. Y debió ser aquel gesto de Sinuhé —linterna en alto— el que, al fin, aceleró el desenlace de aquella angustiosa situación.

De pronto, de aquel bulto surgió una voz entrecortada:

—¡Coño…! ¡Que soy yo…!

Sinuhé, atónito, bajó lentamente la linterna y, temblando, pulsó el interruptor, arrojando el haz luminoso sobre la parte superior del bulto. Y ante los desconcertados ojos del reportero apareció un rostro pálido y desencajado por el miedo.

—¡Juana!

Al escuchar aquel nombre, las mujeres se agolparon en la puerta del ático, pasando del terror a una risa casi histérica.

—¡Juana…! Pues claro —farfulló la recién llegada—, ¿quién leñe iba a ser? Sois unos mal nacidos. ¿Por qué no me esperasteis? Sinuhé, con la boca abierta por la sorpresa, seguía sin dar crédito a lo que tenía enfrente.

—Pero —acertó a formular finalmente— ¿y esos truenos?

—¿Truenos? —preguntó a su vez Juana—, ¿qué truenos? La linterna del estupefacto investigador enfocó los pies de Juana y, al comprender, fue aquél quien se vio atacado por la risa. Juana calzaba unos voluminosos y viejos zuecos, traídos años atrás de su entrañable Asturias.

Aquéllos estampidos habían sido provocados en realidad por el choque del citado calzado de madera contra el piso y las escaleras del silencioso caserón.

Y Sinuhé, abatido por la risa y un profundo sentimiento de ridículo, se dejó caer sobre los peldaños, moviendo la cabeza en señal de desaprobación.

—Sencillamente —se reprochó—, no estoy preparado…

Fueron las mujeres quienes sacaron a Sinuhé de su decaimiento. Una de ellas, pasado ya el susto, interrogó a Juana sobre la misteriosa campanada.

—Sí, la he oído —repuso sin más—. ¡Sois unos graciosos! ¡Vaya susto que me disteis!

Juana comprendió al instante que el silencio con que había sido acogido su comentario ocultaba algo en lo que no había reparado… hasta ese momento. Y su voz se debilitó al formular la siguiente pregunta:

—¡Ay Dios…! ¿Es que no habéis sido vosotros?

El silencio fue la más elocuente de las respuestas.

—¡Ay Virgen Santísima…! ¿Y quién es entonces el paisano…?

Juana no llegó a concluir la frase. Sinuhé, algo más repuesto había tomado de nuevo la iniciativa, abandonando las escaleras y adentrándose con paso decidido en el oscuro desván. Ninguna de sus acompañantes llegó a observar el rictus de rabia que había empezado a endurecer su rostro. Sinuhé era así. Del más espantoso sentimiento de ridículo y vergüenza podía saltar en un santiamén a una ira mal contenida. Una ira contra sí mismo por su aparente debilidad y temor. Aquél incidente, en definitiva, había terminado por exasperarle.

Esto debe acabar —se repitió mientras caminaba hacia la portezuela de la torre—. Éste absurdo misterio ha durado demasiado.

Y olvidando incluso a sus amigas, que seguían sus pasos a corta distancia, saltó sobre los peldaños, dispuesto a irrumpir en la sala donde reposaba la antigua maquinaria del reloj.

Con una presencia de ánimo poco común —consecuencia, sin duda, de su momentáneo y encendido coraje—, Sinuhé tiró violentamente de la portezuela. Los goznes rechinaron y una peste a grasa seca o corrompida escapó del negro recinto. Y sin mayores meditaciones, salvó los últimos peldaños, situándose en el umbral de lo que, a juzgar por una primera y rápida exploración de su linterna, no era otra cosa que un mísero cuartucho de apenas dos por tres metros.

Las mujeres siguieron aquellos primeros movimientos de su amigo desde el pie mismo de las breves escaleras y en un silencio reverencial.

Sinuhé, sin pronunciar palabra, permaneció unos segundos bajo el quicio de la puerta, intentando identificar lo que aparecía en el centro del camarote.

Su obsesión en aquellos primeros instantes no era examinar la maquinaria del reloj, sino reconocer y enfrentarse —si fuera preciso— a la persona o, incluso, a aquella criatura monstruosa que, según sus tortuosos pensamientos, podía ser la responsable de la campanada.

Y sus ojos, ayudados por el nervioso cono de luz, fueron acostumbrándose a las tinieblas.

Lo primero que distinguió Sinuhé fue un sólido bastidor o armazón de algo más de un metro de alzada, con robustas patas de madera. Sobre él descansaba una polvorienta máquina rectangular, sembrada de un indescifrable laberinto de ruedecillas dentadas, palancas y contrapalancas, todas ellas inmóviles y embadurnadas con una grasa tan azabache como maloliente. Era la maquinaria, efectivamente dormida, del misterioso reloj del Ayuntamiento de Sotillo.

El lugar se hallaba aparentemente desierto y Sinuhé, algo más confiado, buscó con su linterna la sirga metálica que, necesariamente, debía poner en comunicación aquel vetusto artilugio con el martillo situado en la torreta exterior. No tardó en descubrirla. Arrancaba del extremo derecho de la maquinaria, elevándose hacia el techo y atravesándolo por un orificio practicado al efecto.

Al tirar de aquella sirga hacia abajo —dedujo Sinuhé—, el dispositivo exterior levantará el martillo, haciendo que éste pueda caer y golpear así la superficie de la campana…

Y decidido a experimentar por sí mismo esta lógica teoría, el investigador avanzó un paso, pegándose casi a la maquinaria. Pasó la linterna a su mano izquierda y, cuando estaba a punto de asir la referida sirga metálica y comprobar su hipótesis sobre el funcionamiento de la campana y el grado de fuerza necesario para elevar el martillo, Sinuhé creyó ver algo extraño a su izquierda. Fue una imagen medio borrosa, captada fugazmente por el rabillo del ojo y que vino a sacudir mortalmente su repuesto valor.

Durante unos segundos, permaneció con su brazo derecho en alto, incapaz de reaccionar. Y muy lentamente comenzó a girar el rostro hacia su izquierda, en busca de lo que creía haber visto.

Al mirar de frente, la piel del investigador se erizó y las piernas le temblaron.

En el citado muro izquierdo de la torre donde se hallaba, y pegada al cristal del único ventanuco existente en la misma, descubrió la voluminosa cabeza de un ser que parecía mirarle fijamente.

Con los cabellos de la nuca erizados por el terror, luchó por gritar y advertir a sus compañeras. Pero el miedo había agarrotado su garganta y sólo acertó a tartamudear. La luz de la luna, cayendo oblicuamente sobre aquel enorme cráneo, contribuía —y no poco— a realzar su monstruosidad. Dos puntos negros —como vacíos y que Sinuhé asoció a los ojos— se hallaban clavados en su persona. Y los escalofríos se sucedieron ya a un ritmo magnético.

En mitad de aquellos segundos angustiosos, nuestro hombre puso en juego todos sus recursos, pero únicamente lograría dirigir la linterna hacia el pequeño ventano. Fue cuestión de décimas de segundo. Al proyectar el chorro de luz sobre el cristal y el horrible rostro situado en el exterior, Sinuhé creyó distinguir cómo el mencionado haz luminoso traspasaba materialmente aquella cabeza, iluminando, incluso, las ramas de los árboles situados inmediatamente detrás y a corta distancia de la torre. Y antes de que pudiera reaccionar, la criatura desapareció, y lo hizo de forma idéntica a como el investigador había visto esfumarse a aquel otro ser, en el bosquecillo. Aquél tiempo infinitesimal, sin embargo, fue suficiente para que el descompuesto periodista pudiera detectar un par de detalles que le resultaron familiares: aquella criatura carecía de nariz y boca y, tal y como había observado en su primer encuentro en el calvero, daba la sensación de ser ¡transparente!

Cuando el investigador comprobó que aquel repulsivo ser no se hallaba ya frente a la ventana, en un postrer repentino arranque (Sinuhé jamás entendió cómo o de dónde pudo sacar aquel último rasgo de valor) se precipitó hacia el cristal, aferrándose con todas sus fuerzas a la manija del ventanuco. Y tras hacerlo girar, tiró bruscamente, abriendo la ventana. Sinuhé, en uno de sus desconcertantes impulsos, se atrevió a sacar la cabeza y parte del tronco por el estrecho hueco, tratando de ubicar a la criatura. Con mano temblorosa, enfocó el tejadillo situado al pie mismo del ventanuco, así como las ramas y muros colindantes. Pero el lugar se encontraba desierto. Del extraño ser no quedaba rastro alguno. Al levantar su rostro hacia el cielo, las estrellas reflejaron su miedo con ininterrumpidos parpadeos blancos y azules que, en aquellos críticos momentos, a Sinuhé se le antojaron tan mordaces como fuera de lugar…

—¿Qué ocurre?

Al oír a sus compañeras, cedió en la inútil búsqueda y, cerrando la ventana, permaneció silencioso, intentando calmarse y poner en orden sus atropellados sentimientos. Fueron precisos más de diez minutos para que recobrara su normal ritmo cardíaco. Y mientras las mujeres paseaban las velas por el recinto y sobre la maquinaria del reloj, curioseándolo todo, se recostó contra la pared en la que había sido practicada aquella ventana.

—En su mente, poco a poco, además de la imagen del rostro de la criatura, una idea había ido grabándose a fuego: Aquél ser, quizá el mismo que había visto en el bosque, tenía que haber sido el responsable de la solitaria campanada… Pero ¿cómo? Y, sobre todo, ¿por qué?

Sinuhé no podía sospechar entonces que las brumas de su cerebro no tardarían en disiparse…

—¿Qué ha ocurrido? —repitió una de sus amigas, aproximándose al pálido Sinuhé.

Pero, prudentemente, prefirió ocultar cuanto había visto. Y separándose del muro, se unió al grupo, haciendo un gran esfuerzo por aparentar serenidad.

—Aquí no hay nadie —terció otra de las expedicionarias, insinuando a renglón seguido que quizá el tañido de la campana había sido pura casualidad.

Sinuhé, sin despegar los labios, se enfrentó a la sirga metálica por segunda vez y tiró de ella con fuerza. Tal y como había supuesto, este enlace levantó el martillo de hierro, golpeando la campana con un sonido solemne. Las mujeres, sorprendidas primero y divertidas después, imitaron a Sinuhé, repitiendo las campanadas.

De lo que no hay ya la menor duda —meditó el reportero— es de que para hacer sonar la campana es preciso levantar el martillo y dejarlo caer. Pero eso, puesto que la maquinaria del reloj se encuentra evidentemente paralizada, sólo puede llevarse a efecto desde el interior del camarote donde estamos o en el exterior, en la torreta metálica…

La aparente paz reinante en la torre estimuló la confianza de las mujeres, llegando, incluso, a abrir el ventanuco y a asomarse a la oscuridad exterior. En ese momento, cuando Sinuhé escuchó el afilado gemido de la ventana, no pudo evitar un nuevo sobresalto. Pero el tranquilo comportamiento de sus amigas terminaría por demostrarle que la misteriosa criatura había desaparecido…, al menos momentáneamente. Y algo más confortado dedicó su tiempo a la lectura y a un meticuloso examen de las placas adosadas a la maquinaria del reloj. En una de ellas podía leerse: Gregorio Revuelto BENITO. Septiembre-S-1907.

En la segunda, Sinuhé distinguió tres únicas palabras: MOISÉS DÍEZ. PALENCIA.

El primer nombre, según le había adelantado el alcalde en una de sus múltiples entrevistas, correspondía a un magnánimo vecino de Sotillo, donante del referido reloj en 1907. En cuanto al segundo, Sinuhé supuso que podía tratarse del relojero y constructor de tan compleja maquinaria. Y sin conceder mayor importancia a ninguna de las dos inscripciones, se dedicó a explorar la parte baja de la mesa o bastidor de madera sobre el que descansaba el pesado artilugio de relojería. Se situó en cuclillas, inspeccionando con su haz luminoso los mugrientos soportes de madera del armazón. Pero, nada más iniciar la rutinaria operación, los ojos de Sinuhé quedaron atrapados por algo en lo que, lógicamente, no había reparado. La luz de la linterna se hallaba centrada en un disco de hierro de unos veinticinco centímetros de diámetro. Ésta pieza colgaba al final de un listón igualmente metálico, constituyendo el péndulo del reloj.

Al principio, debido a la considerable capa de polvo que lo cubría, Sinuhé no se percató de lo que se hallaba grabado en el mencionado disco, Sinuhé no sabría precisar cuál de sus amigas tuvo la feliz ocurrencia de inclinarse como él entre los soportes del armazón y, asistida por una vela, proceder a una primera limpieza del altorrelieve que adornaba el disco del péndulo. Quizá fue Juana… Aunque, en realidad, poco importa. El caso es que, al despejar de polvo la cara del disco, Sinuhé quedó atónito. Sin poder dar crédito a lo que estaba enfocando con su linterna, cerró los ojos durante tres o cuatro segundos. Al abrirlos, la desconcertante realidad de aquel altorrelieve seguía allí, oscilando levemente como consecuencia de la improvisada limpieza.

Al instante, el miembro de la Escuela de la Sabiduría reconoció, o creyó reconocer, la forma ondulante de una serpiente, enroscada entre dos círculos: el de la izquierda, sensiblemente mayor que el de la derecha. ¡Jesucristo…! ¿Cómo es posible…?

Con el pulso nuevamente acelerado, Sinuhé repasó el grabado. Sí, no cabía duda: aquél era el emblema de la Logia secreta a la que el investigador pertenecía: una serpiente enroscada entre dos ojos.

¿Cómo puede ser…? ¿Aquí? ¿En una aldea perdida? ¿Y precisamente en el lugar de las 66 campanadas… y de la hija de la raza azul?

A decir verdad, aquel súbito descubrimiento afectó a Sinuhé de una manera más sutil y duradera que los anteriores. Parecía como si una mano o una inteligencia superiores hubieran preparado aquella cadena de increíbles y desconcertantes causalidades, mucho antes, incluso, de que ellos nacieran… ¿Cómo explicar si no la presencia, allí, de aquel disco, fabricado en 1907 o mucho antes, con la enseña de su Orden? Pero la noche parecía regada de sorpresas. Y al desviar la luz a izquierda y derecha del referido emblema, Sinuhé recibió el susto final.

Perfectamente nítidas y en mayúsculas pudo leer dos letras que desbordaron su notable caos mental:

RA.

Volvió a cerrar los ojos y, al abrirlos, leyó de nuevo: Sí… RA, repitió mentalmente, presa de una mezcla de alegría, desconcierto y cansancio. Habían sido demasiadas e intensas emociones y aquélla —la que Sinuhé creía la última— había rebasado sus propias y mermadas limitaciones mentales. ¿RA? Pero no entiendo…

Aquél disco negro llevaba grabado, también en altorrelieve y desde hacía más de 77 años, el nombre del astro Intruso que se aproximaba a la Tierra y del que había partido el mensaje sobre las 66 campanadas, la hija de la raza azul y el Juicio de Lucifer…

Sinuhé, con el cerebro prácticamente bloqueado, siguió un largo rato con los ojos fijos en aquellas inesperadas letras. Parecía hipnotizado.

¡Dios mío! ¿Cómo es posible…?

Al fin, en un último y absurdo intento por ratificar lo que tenía a medio metro de su rostro, pidió a sus compañeras que leyeran lo que aparecía en el péndulo. Y las mujeres —todas— fueron repitiendo lo que Sinuhé ya sabía: RA…

Algunas interrogaron a su amigo sobre aquella enigmática inscripción. Pero Sinuhé no respondió.

Minutos más tarde, cuando la comitiva cruzaba de nuevo la plaza de la Lastra en dirección a la Casa Azul, el investigador se detuvo junto a la susurrante agua de la fuente y, perforando con el alma aquel inmenso firmamento, recordó algo que casi había olvidado durante su accidentada visita al viejo caserón del Ayuntamiento: en el último momento, los cielos habían escuchado la petición que había formulado en la sierra. Y, sin duda, la señal solicitada había llegado con dos familiares y significativas letras: RA.

Sinuhé fue el último en buscar acomodo en el salón familiar de la Casa Azul. Su corazón latía aún con dificultad y procuró mantenerse al margen de las inevitables preguntas y de la hilaridad general, cuando Juana y el resto de las mujeres expusieron la dramática secuencia de los truenos y su cómico desenlace.

En definitiva, exceptuando el hallazgo de las letras R y A en el péndulo del reloj, las valientes compañeras de Sinuhé no pudieron aportar demasiados detalles de interés sobre tan convulsiva aventura. La solitaria campanada apenas si mereció un fugaz comentario, pero pronto se vio relegada ante el insólito lance de los zuecos asturianos. Y sólo Gloria captó la trascendencia del enigmático altorrelieve en el disco de hierro. Al oír el nombre de RA palideció, cruzando con Sinuhé una mirada inquietante e inquisitiva. Pero su amigo se limitó a responderle con una no menos significativa sonrisa. No era el momento oportuno para hablarle de su descubrimiento en la torre del caserón, y la hija de la raza azul supo comprenderlo. Avanzada la madrugada, y venciendo la resistencia de algunos de los contertulios, Sinuhé se retiraba a descansar. Aquélla noche, como las siguientes, el miembro de la Escuela de la Sabiduría se vio asaltado por una marca de pesadillas, directamente relacionadas con su visita al interior del Ayuntamiento, con el nombre de RA y, muy especialmente, con la pequeña criatura que había tenido oportunidad de ver en el bosquecillo y en el ventano del camarote. Abrumado y fatigado, Sinuhé dejó pasar el aniversario de Gloria. Y sólo cuando el último invitado había dicho adiós a la señora de la Casa Azul se decidió a exponerle parte de lo que había vivido en el viejo caserón. Esquivó nuevamente su encuentro con el ser que parecía espiarle desde el exterior, recreándose sin embargo en tomo a su cada vez más firme teoría de que las 66 campanadas y la registrada en la medianoche del lunes, 16, tenían que haber sido originadas por alguien poco común… Pero lo que verdaderamente conmocionó el espíritu de la hija de la raza azul fue el inesperado hallazgo de RA en el reloj. Sinuhé no eludió esta vez la respuesta. Sinceramente, no supo qué contestar. La única pista —y así se lo hizo ver a Gloria— estaba quizá en una de las placas atornillada a la maquinaria: MOISÉS DIEZ. ¿Quién era este sujeto? Si fue el relojero que diseñó o montó el reloj, ¿por qué había incluido en el péndulo el sello secreto de la Orden de la Sabiduría? ¿Es que formaba parte de la Logia? Y, sobre todo, ¿por qué incluyó el nombre de RA?

Por supuesto, el investigador estaba dispuesto a despejar estas nuevas incógnitas…

Pero antes era menester completar la instrucción de la hija de la raza azul. Una pregunta había quedado en el aire —¿qué era la raza azul?—, y Sinuhé acometió aquella última fase de su exposición con renovados bríos.

Sinuhé consultó sus documentos y dudó. ¿Debía hablarle a Gloria del origen de la nebulosa de Andronover que fue, a su vez, la cuna de IURANCHA?

Si se extendía en este apasionante capítulo de la Quinta Revelación, el objetivo primordial de esta última fase informativa podía demorarse. Así que, una vez más, prefirió dejarse arrastrar por la intuición.

—Antes de proceder a relatarte cuanto sé sobre la raza azul —le anunció—, quisiera hacer algunas muy breves aclaraciones sobre cómo se formó nuestro mundo.

El investigador mostró a Gloria el voluminoso mazo de hojas en las que se detallaban estas cuestiones, dando a entender que se veía obligado a mutilarlas, en beneficio de ese fin primordial. Y tal y como suponía también, Gloria no se mostró muy conforme con esta decisión. Pero, sabiamente, dejó hacer a su compañero.

—… Según reza esta parte de la Quinta Revelación, la presente información fue facilitada a los humanos por un Portador de Vida, es decir, por una de esas criaturas celestes de las que ya te informé, miembro, además, del llamado Cuerpo Original de IURANCHA y actualmente observador residente en nuestro planeta.

Pues bien, en esencia, IURANCHA tiene su origen en nuestro Sol. Y el Sol, a su vez, es uno de los múltiples productos de la nebulosa de Andronover que fue, en el pasado, Organizada como parte constituyente del poder material y de la materia física del universo local de Nebadon… Entre explicación y explicación, Sinuhé fue citando textualmente algunos de los pasajes que estimó más importantes.

—… Y esta gran nebulosa nació de la carga de fuerza universal del espacio en el superuniverso de Orvonton. El nuestro, como sabes. En una época remota, los llamados Maestros Organizadores de Fuerza Primaria del Paraíso poseían ya el control completo de las energías espaciales que fueron organizadas más tarde bajo la forma de la citada nebulosa de Andronover. Y dice la Quinta Revelación: Hace 987 000 millones de años, el Organizador de Fuerza Asociado (que entonces era el inspector adjunto número 811 307 de la serie de Orvonton) viajó fuera de Uversa (capital de nuestro superuniverso), dando cuenta a los Ancianos de los Días que las condiciones del espacio eran favorables para inaugurar fenómenos de materialización en cierto sector del segmento (entonces oriental) de Orvonton.

Y, según estos documentos, hace 900 000 millones de años fue registrada en los archivos de Uversa una autorización, expedida por el Consejo de Equilibrio de Uversa al gobierno del superuniverso, que permitiría el envío de un Organizador de Fuerza, con su personal, a la región designada por el inspector 811 307.

Las autoridades de Orvonton encargaron al primer explorador de este universo en potencia la ejecución de la orden de los Ancianos de los Días por la que debía iniciarse la organización de una nueva creación material. Después de un largo viaje, hace ahora 875 000 millones de años, el Organizador de Fuerza y su séquito emprendieron la formación de la que sería la gigantesca nebulosa de Andronover, registrada en los archivos del superuniverso como la número 876 926. Y aquellos seres celestes desencadenaron un torbellino de energía que desembocaría en este vasto ciclón espacial. Seguidamente, una vez en marcha estas rotaciones nebulares —continuó leyendo Sinuhé—, los Organizadores de Fuerza Viviente se retiraron perpendicularmente al plano del inmenso disco en rotación. Y a partir de entonces, las cualidades inherentes a la energía garantizaron la evolución progresiva y ordenada del nuevo sistema físico. Y la nueva creación cayó bajo el control de las personalidades del superuniverso.

Era, en suma —concluyó—, el verdadero nacimiento de nuestra Historia. Y Sinuhé preguntó a la hija de la raza azul si deseaba conocer también lo que la Quinta Revelación califica de estadios nebulares de Andronover o si, por el contrario, prefería saltarse aquel capítulo. Y Gloria, siempre sedienta de conocimiento, le pidió —casi le exigió— que profundizara en el relato de aquellas críticas y desconocidas épocas de la prehistoria de Andronover.

—Según esta secreta documentación —reanudó la lectura, aceptando de buen grado la lógica curiosidad de su compañera—, todas las creaciones materiales evolucionarias nacen de nebulosas gaseosas y circulares. Y todas estas nebulosas primarias son circulares durante la primera fase de su existencia gaseosa. A medida que envejecen se transforman generalmente en espirales y, cuando su función generadora de soles ha terminado, tornan la forma última de cúmulos o aglomeraciones de estrellas, rodeados de un número variable de planetas, satélites y otras formaciones materiales inferiores. Algo muy parecido a nuestro minúsculo sistema solar. Pero sigamos con este curioso cómputo: hace 800 000 millones de años, la creación había tomado forma y Andronover aparecía como una de las más hermosas nebulosas del superuniverso de Orvonton.

Hace 700 000 millones de años, Andronover alcanzó dimensiones gigantescas y una serie de Controladores Físicos Suplementarios fueron enviados a nueve creaciones materiales vecinas con el fin de proporcionar su apoyo y concurso a los centros de poder del nuevo sistema material que evolucionaba tan rápidamente. En esta lejana época, Andronover era similar a una inmensa rueda espacial. Cuando hubo alcanzado su máximo diámetro, los materiales que la conformaban iniciaron un progresivo proceso de condensación y contracción y el giro de la rueda se fue haciendo más rápido.

Hace 600 000 millones de años, Andronover, con un máximo de masa, era una inconmensurable nube de gas en forma de esferoide aplanado. Y la gravedad y otros factores iniciaron la conversión de los gases en materia organizada. La nebulosa entró entonces en el llamado estadio nebular secundario. Fue adquiriendo la forma de espiral y los astrónomos de otros universos empezaron a percibirla. Ustedes, en IURANCHA, llaman a esta fase fenómenos espirales. Y cuando Andronover había alcanzado su masa máxima, el control de gravedad del contenido de gases empezó a debilitarse. A esto le siguió una etapa de fuga de gases. Brotando en dos brazos gigantescos y diferenciados, que arrancaban de dos lados opuestos de la masa madre, estos gases huyeron. La rápida rotación del enorme núcleo central dio en seguida un aspecto de espiral a esas dos corrientes de gases. El enfriamiento y la condensación posteriores de determinados tramos de ambos brazos terminó por darles una forma nudosa. Éstas porciones más densas eran en realidad vastos sistemas y subsistemas de materia física arremolinada en el espacio, envuelta en la nube gaseosa de la nebulosa.

Pero Andronover había empezado a contraerse y el aumento de su velocidad de rotación redujo aún más el control de la gravedad. Y las regiones gaseosas exteriores empezaron a escapar de la influencia del núcleo nebular, saltando al espacio y siguiendo circuitos irregulares para regresar a las regiones centrales, volver nuevamente al exterior y así sucesivamente. Ésta, sin embargo, sólo fue una fase temporal. La creciente velocidad del remolino pronto acabaría por derramar al espacio enormes soles, que seguirían circuitos independientes. Era el principio de la gran dislocación.

Hace 500 000 mil millones de años nació, al fin, el primer sol, propiamente dicho. Éste rayo llameante escapó a la influencia de su madre, volando hacia una aventura personal. Y su órbita quedó determinada por la estela de su propia fuga. Los jóvenes soles de este tipo se convierten rápidamente en esféricos, pasando por diversos períodos evolutivos y de servicio universal. En Orvonton, en nuestro superuniverso, la mayoría de los soles nacieron y nacen de una manera semejante a ésta. Hace 400 000 mil millones de años, Andronover entró en su período de recaptación. Es decir, muchos pequeños soles cercanos fueron nuevamente absorbidos como consecuencia del progresivo incremento de la condensación del núcleo central de la nebulosa. Y al poco dio comienzo la fase final de condensación nebular, que precede siempre al fraccionamiento último de estos inmensos agregados espaciales de energía y materia…

Sinuhé levantó la vista del documento y observó a Gloria. A pesar de la terminología empleada, seguía muy atenta a la narración.

Y tal y como esperaba, al dar lectura al siguiente pasaje, la hija de la raza azul se estremeció…

—Un millón de años después (recuerda que hablábamos de hace 400 000 millones de años), uno de los Hijos Creadores del Paraíso elegiría esta nebulosa en desintegración como escenario de una prodigiosa aventura personal: la construcción de un universo local del que llegaría a ser Soberano. Ése Hijo Creador, como habrás adivinado, era nuestro Micael. El llamado Jesús de Nazaret durante su séptima y última encarnación o efusión en su universo local de Nebadon y más concretamente, en la Tierra o IURANCHA.

Y casi inmediatamente empezó la creación de los mundos o esferas arquitecturales o artificiales de las que ya te hablé, así como la preparación del planeta-capital del que muy pronto sería Nebadon y de los correspondientes grupos planetarios, sedes de cien constelaciones…

Gloria le interrumpió intrigada:

—¿Cuál es esa esfera o planeta-capital de nuestro universo local? —Salvington. Es la residencia permanente del Soberano Supremo de Nebadon.

—Entonces —repuso con incredulidad—, según esto, Jesús o Micael vive allí…

—Eso asegura la Quinta Revelación —le respondió, compartiendo su lógico escepticismo.

—Tiene gracia —prosiguió la señora de la Casa Azul—; si esto fuera cierto, Jesús (perdón, Micael) no está en el Paraíso o en el Cielo, como dicen…

—Esos conceptos son tan ambiguos —intervino su amigo— que podríamos considerarlos como válidos. En realidad, ateniéndonos estrictamente a lo escrito, Salvington es la residencia de este Hijo Creador. Pero, supongo, ello no quita para que pueda visitar la Isla Eterna del Paraíso.

Sinuhé esperó algún nuevo comentario o pregunta de la hija de la raza azul. Pero, al no producirse, continuó:

—Y dice la Quinta Revelación que fue necesario casi un millón de años para completar la creación y organización de estos grupos de mundos artificiales de Nebadon. Los planetas capitales de los correspondientes sistemas locales fueron construidos en un lapso de tiempo que se extiende desde aquella época hasta unos 5 000 millones de años antes de la Era Cristiana de IURANCHA. Hace 300 000 millones de años, las órbitas solares de Andronover se hallaban bien definidas y el sistema nebular pasaba un período de relativa estabilidad física. En aquel tiempo, Más o menos, el Estado Mayor de Micael tomó posesión de Salvington y el gobierno de Uversa, capital del superuniverso de Orvoton, reconoció oficialmente la existencia física del nuevo universo local. Había nacido nuestro Nebadon… Hace 200 000 millones de años la contracción y condensación de Andronover se incrementaron, generando inmensas oleadas de calor desde su núcleo central y afectando, incluso, a regiones vecinas a la rueda madre. Las inmensas áreas exteriores eran ya más estables y algunos planetas habían empezado a girar alrededor de soles, logrando un progresivo enfriamiento que los hizo aptos para la siembra de la Vida. Los más viejos planetas de Nebadon datan precisamente de esta época: 200 000 millones de años. El mecanismo completo de este universo local empezaba así su funcionamiento y la maravillosa creación de Micael fue registrada en Uversa, sede capital del superuniverso, como un nuevo universo habitable y de ascensión humana progresiva. Era lo que, con nuestras pobres palabras, podríamos llamar nuestro particular principio de los tiempos… Sinuhé, al margen de sus dudas, pronunció aquellas últimas frases con una velada emoción.

—El principio de los tiempos… —susurró Gloria—. Un principio en el que ya existíamos…, al menos en la mente de ese Hijo Creador…

Sinuhé fue comprendiendo que aquella aparentemente árida exposición de datos, fechas y complejos procesos en el nacimiento y evolución de Andronover guardaba también su importancia. Descubrir y entender que Micael era el Creador de un universo local y no de toda la Creación podía herir y extrañar, pero, en el fondo, una mente despejada y racional, como la de Gloria, terminaba por aceptarlo y maravillarse ante la perfección del gran responsable: el Padre Universal. Dios raras veces actúa directamente. Son sus intermediarios los que participan y colaboran en los planes divinos, y éste —la creación de Nebadon— era otro ejemplo sublime. Así lo entendía Sinuhé y, en consecuencia, decidió aventurarse un poco más en estos tiempos primigenios de la historia de IURANCHA.

—Y hace 100 000 millones de años, la tensión de condensación en Andronover alcanzó su apogeo. La tensión calorífica llegó a su cenit. Pero, más pronto o más tarde, la batalla entre el calor y la gravedad es resuelta siempre a favor del primero. Y dio comienzo una espectacular dispersión de soles. Sinuhé hizo un paréntesis, resumiendo estos primeros estadios nebulares:

—El primario, como cité anteriormente, es circular. El secundario suele tomar forma de espiral y el terciario provoca esa fuga o dispersión de soles. En cuanto al estadio cuaternario, la nebulosa experimenta una segunda huida de masas solares. En el fondo es el final de la masa central o madre, que acaba como una acumulación globular o como un vicio y solitario sol… Hace 75 000 millones de años, Andronover se hallaba en ese período terciario. Fue el punto culminante de la primera dispersión solar. A partir de entonces, la mayoría de esos soles formaron sus respectivos cortejos planetarios, atrapando en sus órbitas un sin fin de cornetas, satélites, islas oscuras, meteoros y nubes de polvo cósmico.

Éste primer período de fuga de soles en Andronover terminó hace 50 000 millones de años. Para entonces se habían formado ya 876 926 sistemas solares. Así consta, al menos, en la Quinta Revelación.

El epílogo de este estadio terciario se produjo hace 25 000 millones de años. Pero los fenómenos de contracción física y de creciente producción de calor no habían terminado en el seno del corazón de Andronover. Y hace 10 000 millones de años daba comienzo el cuarto ciclo. La temperatura de la masa nuclear experimentó su cota máxima y el núcleo original de la nebulosa empezó a sufrir fuertes convulsiones bajo la presión de la condensación de su propio calor interno y la atracción gravitacional cíclica y progresiva del enjambre de sistemas solares liberados. Estaba a punto de producirse la gran cadena de erupciones nucleares que inaugurarían esa segunda y definitiva huida de masas solares y, con ello, el período cuaternario de Andronover.

Y hace 8 000 millones de años, nuestra nebulosa estalló. Fue una colosal erupción final. Sólo los sistemas solares exteriores resultaron a salvo de esta magna perturbación cósmica. Era el fin de la cuna de nuestro universo local. Lo que los astrónomos de IURANCHA han llamado el big-bang o gran explosión primigenia que, según ellos, dio lugar al nacimiento del universo. Y tienen razón, en parte. En realidad, como ves, no se trataba del origen o nacimiento del universo, sino de un gigantesco pero simple universo local… A raíz de este estallido (como si se tratara de un último y múltiple parto), la nebulosa parió cientos de miles de nuevos soles. Y entre ellos, el nuestro, el que nos alumbra todavía. Ésta expulsión final de soles, antes de la definitiva agonía de Andronover, se prolongó durante casi dos mil millones de años.

—¿Cuándo nació nuestro Sol? —interrumpió Gloria con curiosidad.

Sinuhé esperaba la pregunta. Y con una sonrisa buscó entre sus documentos.

—La Quinta Revelación fija ese momento justamente con la muerte de la nebulosa: hace unos seis mil millones de años. En los archivos celestes, nuestro Sol figura con el número 56 antes de la aparición del último sol de esta segunda generación o familia de estrellas huidas de Andronover. Y se dice que esta erupción última del núcleo nebular engendró 136 702 soles o estrellas, la mayor parte globos solitarios. En total, pues, la nebulosa de Andronover dio a luz 1 013 628 sistemas solares. El nuestro (llamado Monmacia) figura con el número 1 013 572. Fuimos, en definitiva, de los últimos. Algo así como los benjamines de Nebadon…

—Es decir —repuso la hija de la raza azul con sorpresa—, si esto fue así, los humanos de IURANCHA somos en realidad unos bebés dentro de la gran familia cósmica de Andronover…

—Unos bebés, en efecto —confirmó su compañero.

Gloria, sin saber por qué, había empezado a experimentar una singular mezcla de amor y tristeza por aquella madre (Andronover), capaz de autoaniquilarse con tal de que sus hijos pudieran vivir. Y sin poder evitarlo preguntó por el final de la madre nebulosa.

—Murió. Pero sigue viviendo —añadió el investigador con dulzura— en sus millares de soles y sistemas planetarios. Y cuenta esta historia celeste que el último rescoldo de esta magnífica nebulosa sigue encendido en el corazón de Nebadon, calentando con su luz rojiza a una humilde familia de 165 planetas que giran en torno a esta venerable anciana-madre, origen de dos poderosas generaciones de monarcas de luz.

Gloria animó a su informador para que le hablara de Monmacia. Las preguntas se entorpecían unas a otras en su corazón…

—¿Cómo nació nuestro Sol? ¿Cuándo y cómo lo hizo IURANCHA? ¿Quién o quiénes fueron los responsables de la aparición de la Vida en nuestro mundo?… —Sin querer, la hija de la raza azul empezaba a aproximarse a la casi olvidada pregunta inicial: ¿qué era la raza azul?

—Hace 5 000 millones de años —retomó el hilo Sinuhé— nuestro Sol era un globo incandescente, relativamente solitario, que había atrapado a su alrededor residuos de la reciente conmoción cósmica de la que, precisamente, había nacido. Hoy es un astro casi estable. Las manchas solares que surgen cada once años y medio nos recuerdan que, en su juventud, el Sol que da nombre a Monmacia fue una estrella inquieta y variable. En aquellas primeras fases de su vida, la continua contracción y la elevación gradual de su temperatura provocaron inmensas convulsiones en su superficie. Convulsiones y ciclos explosivos que duraban tres días y medio. Éstas periódicas pulsaciones contribuyeron decisivamente a que nuestro Sol se viera afectado por determinadas influencias exteriores, que lo marcarían para siempre…

Nuestro Sol, en suma, estaba dispuesto para contribuir a la aparición de lo que hoy conocemos por sistema solar. Momnacia iba a nacer. Pero el grupo de mundos que hoy giran a su alrededor no tuvo un nacimiento común y corriente. Según la Quinta Revelación, menos del uno por ciento de los sistemas planetarios del superuniverso de Orvonton han tenido un origen como el nuestro.

—¿También en eso somos distintos? Sinuhé asintió con un cierto aire de satisfacción.

—Aquí se cuenta que hace 4 000 millones de años un enorme sistema llamado Angona comenzó a aproximarse a nuestro solitario Sol. El corazón de ese gran sistema era un gigante del espacio: oscuro, sólido, poderosamente cargado y con una prodigiosa fuerza de atracción gravitacional. A medida que Angona viajaba hacia nuestro Sol, sus pulsaciones solares iban derramando torrentes de materia gaseosa que eran proyectados en el espacio como gigantescas lenguas. Estos chorros solares terminaban Por caer de nuevo sobre el coloso de Angona. Sin embargo, conforme seguía acercándose, estas cataratas de gas incandescente se fueron quebrando y sólo las raíces retornaban al cuerpo del visitante. Inmensas áreas exteriores de dichas lenguas se desprendieron para formar cuerpos materiales independientes; es decir, meteoritos solares que comenzaron a girar alrededor del Sol según órbitas elípticas propias. Ésta situación se prolongó por espacio de 500 000 años, aproximadamente. Cuando Angona hubo alcanzado su posición más próxima a nuestro Sol, y coincidiendo con una de las convulsiones internas periódicas de éste, aquella serie de fenómenos conduciría a una dislocación de la masa solar del astro que hoy no, alumbra. Dos enormes volúmenes de materia escaparon de nuestro Sol. Cada uno en las antípodas. Y una de estas dos formidables lenguas solares (la que se hallaba más cerca del sistema intruso) fue atraída por Angona, separándose definitivamente de la masa solar. Las dos extremidades de esta columna de gases eran afiladas y su centro, muy hinchado. Y al poco, dicha lengua evolucionó, formando los doce planetas de Monmacia.

En cuanto al gas eyectado por el lado opuesto, terminaría por condensarse, dando lugar a los meteoros y al polvo espacial del referido sistema solar. A pesar de ello, y a medida que Angona fue alejándose hacia las profundidades siderales, nuestro Sol terminó por recapturar buena parte de esa materia. Angona, en suma, no había pasado lo suficientemente cerca como para robar un mínimo de materia solar. Sin embargo, su providencial vuelo por las cercanías del solitario sol permitió atraer hacia el espacio intermedio toda la materia que hoy compone el sistema planetario. Los cinco planetas interiores nacieron de los núcleos, en vías de enfriamiento y condensación, de las referidas y afiladas extremidades de la lengua de gas que Angona había conseguido levantar en el sol. Saturno y Júpiter, en cambio, se formaron a partir de las porciones centrales y más voluminosas. La poderosa atracción gravitacional de estos dos planetas gigantes no tardó en capturar la mayor parte de los materiales desprendidos del sistema intruso, como lo atestigua el movimiento retrógrado de algunos de sus satélites.

Júpiter y Saturno, como consecuencia de haber surgido de la zona central y sobrecalentada de dicha lengua, contenían verdaderos materiales solares, que brillaban con una luz cegadora, derramando enormes cantidades de calor. Fueron, durante un tiempo, soles secundarios. Y ambos siguen siendo prácticamente gaseosos, no habiendo logrado su definitivo enfriamiento y solidificación.

En cuanto a los diez planetas restantes, su solidificación fue rápida, iniciando un proceso de atracción de enormes y crecientes cantidades de materia meteórica que circulaba en el espacio próximo.

—La Tierra, por tanto —intentó resumir Gloria—, como los demás planetas fríos, tiene un doble origen…

—En efecto: primero como núcleos de condensación gaseosa y, finalmente, como basureros de materia meteórica. Fíjate que los planetas no giran alrededor del Sol en el plano ecuatorial. Esto sí hubiera sucedido si los planetas se hubiesen desprendido como consecuencia de la fuerza centrífuga. En cambio, giran en el plano de la protuberancia solar que provocó Angona… Un plano que forma un acentuado ángulo con el del ecuador solar. Poco después del derramamiento de esa masa ancestral que dio lugar al nacimiento de Monmacia, y mientras Angona se encontraba todavía en las proximidades del Sol, tres planetas mayores del sistema de Angona pasaron muy cerca de Júpiter. Su atracción gravitacional, incrementada por la del Sol, fue suficiente para arrancarlos del dominio gravitacional del intruso. Originariamente, todos los materiales que formaban nuestro sistema solar circulaban en órbitas de dirección homogénea. Y de no haber sido por la captura de estos tres mundos extraños, todo ese cortejo planetario habría mantenido siempre la misma dirección en sus movimientos orbitales. Pero el impacto de los tres tributarlos de Angona provocó en el jovencísimo sistema solar de Monmacia nuevas direcciones, apareciendo los llamados movimientos retrógrados. Pero permíteme que, antes de proseguir con estas revelaciones (todas ellas ignoradas aún por nuestros astrónomos), te lea lo que podríamos calificar de fatídica profecía…

Sinuhé tranquilizó a Gloria.

—No te alarmes. Ésta profecía (si es que se le puede dar este nombre) no va con el siglo XX. Ni tampoco con los tiempos inmediatamente futuros. Pero ahí está…

Dice la Quinta Revelación que en la Era de la formación de 105 planetas de nuestro sistema, los más próximos al Sol fueron los primeros en sentir cómo su velocidad de rotación se veía frenada como consecuencia de los frotamientos cíclicos. Éstas influencias gravitacionales contribuyeron también a estabilizar las órbitas planetarias, reduciendo ese ritmo de rotación de los mundos sobre sí mismos. Por ello, los planetas giran cada vez más despacio, hasta que su rotación axial se detiene. Esto hace, ni Más ni menos, que uno de los hemisferios del planeta en cuestión quede permanentemente enfrentado al Sol, como sucede con Mercurio o con la Luna respecto a IURANCHA. Siempre presentan la misma cara.

Pues bien, cuando esos frotamientos cíclicos de la Luna y de nuestro planeta se vean igualados, la Tierra presentará el mismo hemisferio a nuestro satélite natural. El día lunar equivaldrá entonces al mes lunar, con una duración aproximada de 47 días terrestres.

En el momento que se alcance ese equilibrio en ambas órbitas, las fricciones cíclicas actuarán en sentido inverso: la Tierra atraerá progresivamente a la Luna…

La hija de la raza azul torció el gesto, con un mohín de alarma. Y exclamó:

—¿La Luna puede estrellarse entonces contra la Tierra?

—Según esto —señaló Sinuhé la documentación que manejaba—, no. En ese futuro lejano, nuestro satélite se aproximará a IURANCHA hasta unos 18 000 kilómetros. Hoy, como sabes, se encuentra mucho más allá: la distancia máxima de la Luna a la Tierra es de 384 400 kilómetros, aproximadamente. Pero la fuerza gravitacional de IURANCHA provocará la dislocación de la Luna.

—¿Qué significa eso?

—Que nuestro satélite natural estallará, quedando reducido a pequeñas partículas.

Al pronunciar aquellas palabras, Gloria y su informante quedaron en silencio. Pero sus pensamientos fueron los mismos:

La Luna, nuestra querida Luna, también tiene los días, o los milenios, contados…

—Y esos restos —prosiguió Sinuhé— irán a reunirse finalmente alrededor de la Tierra, formando una serie de anillos, semejantes a los de Saturno y Urano. Otras porciones lunares serán atraídas por la gravedad de IURANCHA, cayendo sobre el planeta como una inmensa y espectacular lluvia de meteoros. Aquélla descripción trajo a la memoria de Gloria un conocido pasaje de la Biblia en el que, refiriéndose a la segunda venida de Cristo, escribe el evangelista Lucas (21, 25-27): Habrá señales en el sol, en la luna y en los astros; las naciones estarán angustiadas en la tierra y perplejas por el estruendo del mar y de las olas; y los hombres, muertos de terror y de ansiedad, por lo que sobreviene al mundo; pues las columnas del cielo se tambalearán. Entonces verán al Hijo del hombre venir en una nube con gran poder y majestad.

La hija de la raza azul buscó dicho párrafo y, mostrándoselo a Sinuhé, le preguntó:

—Si la Luna estalla, ¿las mareas experimentarían graves trastornos?

—Y muy especialmente, durante esa importante aproximación de la Luna a nuestro mundo…

—Entonces ¿podría interpretarse esta profecía, o lo que sea, como una confirmación del Evangelio?

Sinuhé no respondió. Se limitó a encogerse de hombros. Gloria sabía del irritante escepticismo de su amigo y optó por no ahondar en la cuestión, Sin embargo, desde ese momento, el anuncio de la caída y posterior estallido de la Luna a 18 000 kilómetros de la Tierra quedaron asociados en su corazón con la referida advertencia evangélica.

—… Cuando los cuerpos espaciales tienen un mismo tamaño y densidad —continuó Sinuhé, tratando de justificar la profecía anterior—, puede producirse una colisión física. Pero si dos astros son equiparables en densidad y de un tamaño relativamente desigual, el más pequeño se desintegra cuando se aproxima al mayor. Ésta dislocación se registra cuando el radio de la órbita del cuerpo más pequeño es inferior a dos veces y medio el radio del mayor. De hecho, los choques entre gigantes del espacio son muy raros. Las explosiones cíclicas gravitacionales de los astros inferiores, en cambio, son frecuentes.

Los anillos de Saturno, por ejemplo, son los fragmentos de uno de sus satélites desintegrado. Y según la Quinta Revelación, una de las lunas de Júpiter se acerca hoy de forma peligrosa a lo que podríamos llamar su zona crítica de dislocación. Dentro de algunos millares o millones de años, esa luna estallará también, tal y como sucedió con ese quinto y desaparecido planeta de nuestro sistema solar.

—¿Cómo ocurrió? —intervino Gloria, que siempre se había preguntado qué era lo que podía haberle sucedido a ese enigmático mundo, hoy reducido a un cinturón de asteroides.

—Hace ya mucho tiempo —le explicó Sinuhé—, ese quinto planeta recorría una órbita irregular, acercándose periódicamente a Júpiter. En una de esas Incursiones terminó por penetrar en la zona crítica de dislocación cíclico-gravitacional, estallando en millones de fragmentos.

Y llegamos al tiempo en que nuestro sistema solar fue definitivamente bautizado.

Hace 3 000 millones de años, el sistema funcionaba ya más o menos como en la actualidad. El volumen de sus planetas y satélites continuaba engordando, merced a las continuas capturas de materia meteórica. Y en esa época, como te digo, nuestro joven sistema solar fue inscrito en el Registro Físico de Nebadon, recibiendo el nombre de Monmacia. Y así se nos conoce en el universo local que rige Micael y en todo el superuniverso de Orvonton.

Más tarde, hace ahora 2 000 millones de años, el tamaño de los planetas había crecido inmensamente. Y nuestro mundo, IURANCHA, era una esfera bien desarrollada, con una masa que seguía creciendo y que, entonces, era la décima parte de la actual. Eran los preliminares de la puesta en escena de una prodigiosa aventura: la siembra de la Vida…

—¡La siembra de la Vida!

La hija de la raza azul, entusiasmada, rogó a Sinuhé que no se detuviera.

—¡Hay tanto por aprender…!

—Sí, pero esa Vida —aclaró el investigador— no surgió en IURANCHA de la noche a la mañana… Durante millones de años, la superficie de nuestro futuro hogar se vio incesantemente bombardeada por pequeños cuerpos siderales. Y estos impactos mantuvieron más o menos caliente el suelo de la Tierra. Éste fenómeno, sumado a la acción de la creciente gravedad del planeta como consecuencia de su ininterrumpido aumento de volumen, desembocaron en otro suceso no menos importante: la acumulación de elementos pesados como el hierro en el centro del planeta.

Y, según esto, hace 2 000 millones de años, la Tierra empezó a ganar ventaja a su compañera, la Luna. IURANCHA fue siempre mayor que su satélite, pero la diferencia, en aquellas remotas épocas, no era tanta como la que llegó a tomar y que hoy podemos comprobar. Poco a poco, sus dimensiones fueron ganando, logrando retener la atmósfera primitiva que había nacido como consecuencia del conflicto entre el calor interior y la costra, en plena fase de enfriamiento.

La actividad volcánica propiamente dicha se remonta a aquellos tiempos, el calor Interno de la Tierra siguió aumentando, a raíz de la integración (siempre más profunda) de elementos radiactivos, aportados desde el espacio por los meteoros. Algún día (dice la Quinta Revelación), el estudio de estos cuerpos radiactivos, revelará al hombre que la superficie de IURANCHA tiene más de 1 000 millones de años. El reloj del radio es el indicador infalible para valorar científicamente la edad del planeta. Pero, de momento, esos materiales radiactivos de que se dispone proceden de la corteza terrestre y no del interior. Hace 1 500 millones de años, la Tierra había conseguido ya dos tercios de su actual tamaño. La Luna, en cambio, se acercaba a su masa presente. Éste rápido engorde de nuestro mundo en relación a la Luna le permitió robar lenta pero inexorablemente a su satélite natural la poca atmósfera que poseía desde un principio.

La actividad volcánica se hallaba en su apogeo. La Tierra entera era un infierno. Sin embargo, muy poco a poco, se fue fraguando una costra, integrada básicamente por granito. Una costra que sería el soporte preparatorio para esa siembra celeste de la Vida…

Sinuhé, intencionadamente, acababa de dejar escapar una pista que su amiga atrapó al momento.

—¿Sembradores celestes? Sinuhé reclamó paciencia.

—La atmósfera planetaria —continuó sin inmutarse— siguió evolucionando. Contenía ya una cierta cantidad de vapor de agua, de óxido de carbono, de gas carbónico y clorhídrico. Pero el oxigeno e hidrógeno libres eran aún escasos. El espectáculo de la Tierra tuvo que ser aterrador y fascinante a un mismo tiempo: inmensas columnas de gases venenosos se levantaban hacia el espacio, mientras la superficie del planeta se veía conmocionada por una implacable lluvia de gigantescas piedras cósmicas, que provocaban horribles estampidos y terremotos. Y pronto, esa incipiente atmósfera se fue haciendo más estable y lo suficientemente fría como para inaugurar las primeras lluvias sobre la rugosa y ardiente superficie de IURANCHA. Y durante millares de años, nuestro mundo (como hoy Venus) permaneció envuelto en un acorazado manto de vapor de agua. Durante esas edades, el Sol jamás brilló sobre la Tierra… Una gran parte del carbono de la atmósfera fue sustraído para formar los carbonatos de los diferentes metales que abundan en los estratos superficiales del planeta. Más tarde, cantidades enormes de estos gases carbónicos fueron consumidos por la prolífica vida de los primeros vegetales.

Y, en ulteriores períodos, las corrientes de lava y la caída de meteoros agotaron casi por completo el oxígeno del aire. Los primeros sedimentos del océano primitivo, que pronto apareció, no contenían, incluso, ni piedras ni esquistos coloreados. IURANCHA fue, durante inmensos períodos de tiempo, un mundo muerto, sin oxígeno. Pero el mar vino a resucitarla. Fueron las algas marinas y otras formas de vida vegetal las que restituyeron a la atmósfera ingentes volúmenes de oxígeno. Y aún siguen regalando al planeta tan vital elemento. Éste enriquecimiento de oxígeno fue espesando la envoltura de IURANCHA, y los meteoros se fueron haciendo cada vez más intermitentes. Ahora la fricción los aniquilaba. Y llegamos, al fin, al punto cero de la historia de la Tierra…

—La fecha del nacimiento o arranque de la historia de nuestro mundo, desde un punto de vista geológico —aclaró Sinuhé—, se sitúa hace 1000 millones de años. El planeta disfrutaba de un tamaño muy parecido al actual y en esa época, según la Quinta Revelación, fue inscrito en los archivos del universo local de Nebadon con el nombre de IURANCHA.

Las continuas precipitaciones acuosas y la atmósfera facilitaron el paulatino enfriamiento de la costra terrestre. La acción volcánica equilibró la presión calorífica interna, así como las violentas contracciones de la mencionada costra. Los volcanes fueron volviéndose menos activos e hicieron acto de presencia los temblores de tierra. Y llegó, como te digo, el punto cero, geológicamente hablando, de IURANCHA. Al enfriarse esa costra fue posible la aparición del primer e inmenso océano. Un mar que cubrió la Tierra por completo, con una profundidad medía de casi dos kilómetros. Las marcas se manifestaban más o menos como en la actualidad, pero aquel océano primigenio tenía una diferencia: no era salado…

Gloria mostró una viva extrañeza ante semejante afirmación.

—¡Quién lo hubiera supuesto! —se limitó a comentar.

—Sí, aquel inmenso manto formaba una envoltura de agua dulce. En aquella era, la mayor parte del cloro se encontraba combinado con diversos metales, aunque también es cierto, según esta documentación, que había suficiente cloro mezclado con hidrógeno como para darle al océano primitivo un ligero tinte acidulado.

Con el paso del tiempo, corrientes de lava muy profundas se derramaron por el fondo del actual océano Pacífico y aquella zona se hundió considerablemente.

La primera masa de suelo continental emergió de aquel océano mundial, restableciendo el equilibrio y compensando el aumento de espesor de la costra terrestre. Hace 950 millones de años, IURANCHA ofrecía ya la imagen de un mundo con un inmenso continente único, rodeado de un océano no menos considerable. Los volcanes seguían siendo numerosos y los temblores de tierra, frecuentes y violentos. La lluvia de meteoros, aunque decrecía, era aún importante. Sin embargo, la atmósfera continuaba purificándose, a pesar de los volúmenes de gas carbónico, todavía excesivos.

Sinuhé hizo otra pausa y rogó a la hija de la raza azul que prestara toda su atención a lo que se disponía a leer.

—Fue en este tiempo cuando IURANCHA fue agregada al sistema de Satania, de cara a su futura administración planetaria, e inscrita en los Registros de Vida de la constelación de Norladiadek a la que, como sabes, pertenece el citado sistema de Satania. Entonces se inició el reconocimiento administrativo de aquella pequeña e insignificante esfera, destinada a ser el mundo sobre el cual Micael de Nebadon se lanzaría a su última y fascinante aventura personal de encarnación, participando en unas experiencias de todos conocidas y que harían que IURANCHA fuese designada ya, en el futuro, por otro nombre: el Mundo de la Cruz.

—¿Un reconocimiento del planeta?

Aquélla expresión había quedado firmemente grabada en la mente de Gloria. Y planteó de inmediato una segunda pregunta a Sinuhé:

—¿Un reconocimiento de IURANCHA por parte de quién? —La primera llegada de seres, llamémosles celestes, al nuestro mundo se produjo hace 900 millones de años. Formaban un grupo expedicionario y pionero, procedente de Jerusem, planeta-capital de Satania. Su misión era la siguiente: examinar el planeta y presentar un informe sobre las posibilidades de adaptación en el mismo de una estación experimental de vida. Ésa comisión, dicen los documentos, estaba integrada por 24 miembros. Entre ellos, Portadores de Vida, Hijos Lanonandeks, Melchizedeks, Serafines y otras personalidades de la vida celeste dedicadas a la organización y administración inicial de los mundos evolucionarios.

Y, según la Quinta Revelación, tras un minucioso examen de IURANCHA, el grupo retornó a Jerusem, presentando al Soberano del sistema un informe favorable y aconsejando inscribir al planeta en el Registro de Experiencia de la Vida. IURANCHA, a partir de entonces, figuró en esos registros como un mundo decimal…

Sinuhé notó la extrañeza de la hija de la raza azul.

—Imagino que te preguntarás qué quiere decir planeta decimal. Parece ser —manifestó el investigador— que, dentro de este orden administrativo de los superuniversos, por cada diez mundos o planetas habitables, los llamados Portadores de Vida eligen uno en el que la siembra de las primeras células vivientes puede ser manipulada, de cara a ensayar ciertas nuevas combinaciones mecánicas, eléctricas, químicas y biológicas destinadas a modificar eventualmente los arquetipos de vida del universo local previstos para dicho sistema. En los otros nueve planetas, los tipos vivientes son más normales… Gloria argumentó al instante:

—Entonces, ¿quiere esto decir que los humanos de la Tierra somos físicamente distintos a los humanos de otros mundos habitados?

—No necesariamente. Ésa manipulación de la Vida, a la que se refiere la Quinta Revelación, provoca en los mundos decimales como IURANCHA unas combinaciones inéditas que los creadores observan, para beneficiar, si cabe, a los demás mundos de su universo local. Pero la gran diferencia no parece residir ahí, sino en la anarquía y en los peligros de rebelión que se derivan casi siempre de estos ensayos en los planetas decimales y que, según esto, no sucede habitualmente en el resto de los mundos evolucionarios…

La hija de la raza azul empezaba a comprender el porqué de la agitación, de las tinieblas y de las constantes guerras que han asolado y asolan la Tierra. Y así se lo manifestó a su compañero. Pero Sinuhé hizo un gesto negativo…

—No creas que esta caótica situación de las diferentes humanidades que han ido desfilando sobre IURANCHA se debe única y exclusivamente a esa condición de mundo decimal. Ahí entra precisamente, y de lleno, otra razón: la revuelta protagonizada por Lucifer y que, como sabes, tiene mucho que ver con nuestra misión…

—Una vez inscrito nuestro joven planeta en los archivos de Jerusem, capital del sistema, los Portadores de Vida (una de las jerarquías celestes responsables de esa siembra de la Vida) fueron informados de que, en efecto, recibirían el permiso para experimentar nuevos modelos de movilización mecánica, química y eléctrica en IURANCHA, con órdenes expresas para trasplantar e implantar la Vida. Fue, sin duda —comentó Sinuhé con cierto regocijo—, una buena nueva. Y en el momento oportuno (dice la Quinta Revelación), la llamada comisión mixta de los Doce en Jerusem dispuso las medidas oportunas para la ocupación del planeta. Dichas medidas fueron previamente aprobadas por la comisión planetaria de los Setenta de Edencia, sede, como te dije, de nuestra constelación de Norladiadek. Estos planes, propuestos por el consejo consultivo de los Portadores de Vida, fueron definitivamente aceptados en Salvington, capital de Nebadon y residencia de Micael. Inmediatamente, las teledifusiones del universo local transmitieron la noticia de que IURANCHA pasaría a ser el escenario de la sexagésima experiencia de los Portadores de Vida en Satania, dirigida a ampliar y mejorar el tipo sataniano de los arquetipos de vida de Nebadon. IURANCHA no tardó en recibir el pleno estatuto de Nebadon, siendo registrada también en los archivos celestes de Ensa (nuestro sector menor) y de Splandon (sector mayor). Por último, nuestro mundo figuró en los registros de la vida planetaria en Uversa, capital del superuniverso de Orvonton… Gloria, con aire de agotamiento, lamentó tanta burocracia…

—Sí —repuso su amigo—, excesiva para mí gusto. Pero quizá esta ingente jerarquización pueda explicar el increíble y matemático orden del Cosmos…

Ésta Era —prosiguió Sinuhé, prometiendo a la hija de la raza azul que se hallaban prácticamente al final de tales prolegómenos—, estuvo caracterizada por frecuentes y violentos huracanes. La corteza terrestre se hallaba aún en un estado de fluidez y el enfriamiento superficial se alternaba con inmensos tíos de lava. En ninguna parte de la superficie de nuestro planeta (dice la Quinta Revelación) puede encontrarse el menor vestigio de esa costra primitiva, que fue mezclándose con lavas y materiales volcánicos, eyectados desde las grandes profundidades, y con ulteriores depósitos del océano mundial primigenio.

En cuanto a los residuos modificados de las antiguas rocas preoceánicas, el actual noroeste de Canadá (alrededor de la bahía de Hudson) es el punto de mayor abundancia de los mismos en todo el planeta. Ésta inmensa plataforma granítica está formada por una roca perteneciente a esas edades preoceánicas.

A lo largo de las edades oceánicas, enormes mantos rocosos estratificados y desprovistos de fósiles se depositaron en el fondo de este océano mundial (el calcáreo pudo formarse como consecuencia de precipitaciones químicas; no todos los calcáreos antiguos se originaron por depósitos de la vida marina). No se hallarán restos de vida en estas antiguas formaciones rocosas, a no ser que depósitos posteriores (de edades acuáticas) se hubiesen mezclado por casualidad con estas capas más antiguas, anteriores a la Vida. La corteza terrestre primitiva era muy inestable, aunque todavía no habían surgido las primeras montañas. El planeta entero se comprimía bajo la presión de la gravedad, a medida que se formaba.

La masa continental de aquellos tiempos creció hasta cubrir casi el diez por ciento de la superficie de la Tierra. Los temblores empezaron justamente cuando esa masa continental hubo emergido muy por encima del nivel del agua. Y esos seísmos, cada vez más intensos, se prolongaron por espacio de millones de años. Después disminuyeron aunque, aún hoy, IURANCHA sufre una media de quince por día.

Hace 850 millones de años se produjo la primera estabilización de la costra terrestre. La mayor parte de los metales pesados habían sido atraídos hacia el centro del globo y la corteza, en vías de enfriamiento, dejó de hundirse. Bajo esa corteza, la lava se extendía a la casi totalidad del mundo, contribuyendo a la compensación y estabilización de la misma. La frecuencia y la violencia de los seísmos continuaba decreciendo y la atmósfera, a pesar del gas carbónico, siguió depurándose. Las perturbaciones eléctricas, tanto en tierra como en el cielo, se hicieron menos frecuentes y las corrientes de lava llevaron a la superficie de IURANCHA una mezcla de elementos que aislaron al planeta contra ciertas energías espaciales. Todo esto contribuyó a facilitar el control de la energía terrestre y regularizar su flujo, como lo atestigua el funcionamiento de los polos magnéticos.

Hace 800 millones de años asistimos (afirman las personalidades celestes que aseguran haber escrito esta Quinta Revelación) a la inauguración de la primera gran Era terrestre: la Edad del resurgimiento de los continentes. Después de la condensación de la hidrosfera de IURANCHA, primero en el océano mundial y después en el Pacífico, conviene tener presente que esta última masa de agua cubría las nueve décimas partes de la superficie del mundo. El fondo del océano era cada vez más pesado, tanto por los millones de meteoros caídos como por el peso del agua que en algunas áreas alcanzaba los dieciséis kilómetros de profundidad. Y así se fraguó el nacimiento de los continentes. Europa y África surgieron del Pacífico, al mismo tiempo que las masas denominadas hoy Australia, América del Norte y del Sur y el continente Antártico. Al final de este período, las tierras emergidas representaban casi un tercio de la superficie del mundo, formando un solo continente.

Ésta elevación de las tierras implicó unas primeras diferencias climáticas. Elevación del suelo, nubes cósmicas e influencias oceánicas (dicen estos documentos) son los principales factores de las fluctuaciones del clima.

El borde de la masa continental asiática, por ejemplo, alcanzó una altura de casi 15 000 metros. Si en aquella Era hubiese existido mucha humedad en el aire de estas grandes altitudes, el hielo habría hecho su aparición, adelantándose las glaciaciones.

Hace 750 millones de años aparecieron las primeras grandes brechas en este continente único. Fue un gran hundimiento, de Norte a Sur, que terminó por ser invadido por las aguas. Éstas fallas prepararon el camino de la deriva de lo que más tarde serían América del Norte y del Sur y Groenlandia hacia el Oeste. Otra enorme fisura, esta vez de Éste a Oeste, separó lo que, en el futuro, llamaríamos África y Europa, arrancando Australia, la Antártida y las islas del Pacífico del continente asiático.

Y estamos llegando al final. O al principio, según se mire —se corrigió Sinuhé—. Hace ahora 700 millones de años, IURANCHA se acercaba a pasos agigantados a lo que deberían ser las condiciones ideales para esa siembra de la Vida. A saber: la deriva continental proseguía imparable, el océano penetraba más y más en las tierras bajo la forma de largos brazos, proporcionando aguas poco profundas y bahías abrigadas, tan necesarias para el asentamiento de la vida marina.

Y así nos situamos en los 650 millones de años. Ésa Era fue testigo de una nueva escisión de las masas continentales. A raíz de esto, los mares se extendieron mucho más y sus aguas alcanzaron rápidamente el grado de salinidad necesario para el nacimiento de la Vida en IURANCHA.

Y la Quinta Revelación concluye esta parte de la historia geológica de nuestro mundo con las siguientes palabras. Fueron estos mares, y los que les sucedieron, quienes fijaron los anales de la Vida, tal y como el hombre aprende a leerlos en las páginas de piedra bien conservadas, volumen a volumen, mientras las Eras sucedían a las Eras y las Edades a las Edades. Fue en estos mares interiores donde, finalmente, aparecería la Vida.

Visiblemente agotados, Gloria y Sinuhé interrumpieron allí la lectura de tan extraños documentos. En realidad, poco restaba ya para finalizar aquel imprescindible adiestramiento de la hija de la raza azul. Sin embargo, un acontecimiento no previsto por Sinuhé vendría a alterar buena parte de sus planes…

Durante las horas que siguieron a la accidentada visita al viejo edificio del Ayuntamiento, Sinuhé fue incapaz de apartar de su mente la imagen de aquellas dos letras —RA— en el disco metálico del péndulo. Y mientras aleccionaba a Gloria sobre los universos, su organización y la historia de IURANCHA, tomó una decisión: a la primera oportunidad regresaría —esta vez solo— a la torre del caserón. Necesitaba inspeccionar el altorrelieve con detenimiento.

Fue en aquella última pausa —al cerrar el capítulo sobre la creación del universo local de Nebadon, a partir de la nebulosa de Andronover— cuando el sóror de la Orden de la Sabiduría creyó que había llegado el momento. Se procuró algunos trapos viejos, un recipiente con gasóleo, una afilada brocha y, naturalmente, su equipo fotográfico.

La amarga experiencia sufrida en el caserón le hizo recapacitar, programando esta segunda exploración a plena luz. Las tinieblas, en su opinión, sólo habían servido para complicar las cosas. Sin embargo, en el fondo, la verdadera razón por la que Sinuhé pretendía subir al ático del Ayuntamiento durante el día no era ésta. Él sabía que, a pesar de su curiosidad, el solo pensamiento de regresar al camarote provocaba temblores en sus rodillas. Sinuhé —creo haberlo dicho ya— nunca fue un valiente.

Todo estaba dispuesto. Sinuhé recomendó a su amiga que congelaran el adiestramiento durante unas horas. Tanto ella como él lo necesitaban. Y la señora respetó los íntimos deseos del siempre desconcertante periodista. En el fondo, la hija de la raza azul intuía que por la mente de su hermano aleteaba algo más que un simple descanso.

Pero cuando el investigador, con la excusa de relajar los músculos en un paseo por los alrededores, caminaba ya hacia la salida, alguien empujó la puerta, haciendo sonar el alegre racimo de campanillas de la Casa Azul.

Al ver la figura del cartero, se detuvo. Gloria acudió al momento y, tras saludar al funcionario y viejo amigo, éste le entregó la correspondencia, preguntando a la señora de la casa por un tal…

—Soy yo —repuso Sinuhé, al escuchar su verdadero nombre y apellidos.

—Éste telegrama es para usted. Firme aquí, por favor. El investigador cruzó una mirada de extrañeza con su amiga. ¿Quién podía saber, a excepción de su familia y de su Kheri Heb, que se encontraba en aquella recóndita aldea? A Sinuhé jamás le gustaron los telegramas. Quizá porque casi siempre anuncian problemas o pérdidas irreparables. Así que, de mala gana, estampó su firma en el libro del cartero, recogiendo el inoportuno mensaje azul. Al quedarse solos, Gloria observó a su amigo. En lugar de rasgar el telegrama y conocer su contenido, Sinuhé, con una irritante parsimonia, se había limitado a darle vueltas entre los dedos, como intentando adivinar el texto.

Después de un minuto de sofocante silencio, la señora de la Casa Azul, lógicamente intrigada, señaló el telegrama y con una curiosidad mal contenida preguntó:

—¿Es que no piensas abrirlo?

Ésta vez, el miembro de la Escuela de la Sabiduría no se equivocó. Su intuición le anunciaba algo importante…

Y al escuchar a la señora, regresó al presente, excusándose por su torpeza.

Sin poder ni querer ocultar su nerviosismo abrió el telegrama, fijando su atención en las blancas tiras de papel que habían sido Pegadas sobre el impreso azul.

Gloria hizo ademán de alejarse, pero Sinuhé, sin pronunciar palabra ni levantar el rostro del papel, le indicó con la mano que esperase. Y la hija de la raza azul obedeció.

Al fin, despegó sus ojos del texto y con una súbita palidez invitó a su compañera a que regresaran al salón. Sin querer, el corazón de Gloria aceleró, intuyendo que los acontecimientos estaban a punto de precipitarse.

La mujer tomó asiento y Sinuhé le tendió el telegrama, dirigiéndose a continuación hacia el ventanal por el que entraba la generosa luz de aquella mañana del 19 de julio. Y sin pronunciar palabra alguna, cruzó los brazos, quedando sumido en inexpugnables pensamientos.

A los pocos minutos, sentía sobre su hombro la cálida mano de la hija de la raza azul. Y al volverse, el atormentado investigador respiró aliviado. Una intensa luz parpadeaba en los ojos de su amiga. Aquélla era la señal inequívoca de que Gloria había comprendido y, lo que era más importante, aceptado definitivamente la misión.

Y una vivificante sonrisa apareció en el rostro de la señora de la Casa Azul, al tiempo que, con una voz bañada por la emoción, repetía de memoria el texto del telegrama:

El momento llegará con la luna nueva, Recuerda la señal de Micael. Ra hará descender entonces a su mensajero solitario, Lucifer. Repito. Lucifer. Que tu ajustador y el de la hija de la raza azul guíen vuestros pasos.

Contagiado por la entusiástica mirada, correspondió con otra sonrisa.

El mensaje, en efecto, marcaba el inicio de la cuenta atrás para la gran misión. Aparecía firmado con dos escuetas palabras —El Maestro— que, por supuesto, no pasaron desapercibidas para Gloria. Y una vez sosegados los ánimos, la señora de la Casi Azul pidió a Sinuhé que le ampliara algunos detalles. Por ejemplo, ¿quién era ese Maestro? Por ejemplo, ¿qué quería decir la palabra Lucifer, repetida, además, por dos veces? El miembro de la Logia secreta empezó por el final. Sin hacer alusión alguna a su calidad de hermano de la Escuela de la Sabiduría, informó a su amiga de cómo, desde hacía algunos días, obraba en su poder una serie de informaciones confidenciales, dispuesta para aquellos momentos previos a la iniciación de la misteriosa aventura. Unos datos y recomendaciones, incluidos por su Kheri Heb en el sobre lacrado que contenía los textos de la Quinta Revelación. Y la palabra Lucifer había sido incorporada como una contraseña que debía situar al investigador en alerta total. Afortunadamente, el Maestro había apurado la información, revelando el tiempo exacto para el arranque de la misión: la luna nueva.

Al mencionarlo, Sinuhé se estremeció. ¿Cuánto faltaba para ese día? Gloria no supo responder con precisión. A los pocos minutos, tras una vertiginosa consulta a uno de los calendarios de la casa, ambos se tranquilizaron. La luna nueva no se produciría hasta el 28 de ese mes de julio. Disponían por tanto de poco más de una semana. Ocho días en los que Sinuhé debía completar el bagaje informativo de su compañera respecto a la Quinta Revelación e inspeccionar de nuevo la vieja maquinaria del reloj del Ayuntamiento. Gloria quiso profundizar en esos preparativos para la gran misión, pero su esquivo compañero se limitó a recordarle el texto del telegrama:

—No te inquietes. Todo está previsto. Según parece, cuando llegue el momento, un Mensajero Solitario (una de esas personalidades celestes de las que ya te he hablado) descenderá para abrirnos el camino…

—¿Y por qué debemos recordar la señal de Micael? Para Sinuhé estaba claro. El probable descenso o aparición de ese Mensajero Solitario tendría lugar en el claro del bosque donde aquella enigmática criatura había grabado a fuego los tres círculos concéntricos, señal y emblema de Micael, el Soberano del universo local de Nebadon. Aquél, por tanto, debía ser el punto donde la hija de la raza azul y su compañero tendrían que situarse al apuntar la luna nueva. Pero, obedeciendo a su instinto, prefirió no hacer partícipe de esta suposición a su curiosa amiga. Y desviando la conversación le suplicó que mantuviera todo aquello en el fondo de su corazón y que, bajo ningún concepto, llegara a manifestárselo a nadie.

Sinuhé conocía la exquisita discreción de la señora de la Casa Azul. Así que, por ese lado, quedó tranquilo. Lo que realmente flagelaba su inteligencia era el no saber, el no intuir siquiera, qué era lo que les aguardaba una vez iniciada la misión… Y fue mejor así. De haberlo sospechado, quizá se hubiera rendido, alejándose al momento de la aldea y de todos sus enigmas.

Por supuesto, aquel mensaje de su Kheri Heb en Madrid vino a trastocar sus planes. Por otra parte, Gloria, con evidente razón a la vista del curso que tomaban los acontecimientos, terminó por formularle una pregunta para la que, al contrario de lo que sucedía consigo mismo, sí tenía respuesta:

—Dime, ¿por qué yo? ¿Por qué he sido elegida? Sinuhé sonrió con ternura. Y acariciando los rubios cabellos de su amiga, repuso:

—Querida Gloria, el secreto y la respuesta se encuentran en esta Quinta Revelación. Y volvemos, por tercera vez, a tu duda inicial: ¿qué es la raza azul?

—Sí, ¿qué es esa raza y qué tengo yo que ver con ella? —le animó Gloria.

El sóror abrió de nuevo sus documentos, advirtiendo a su expectante amiga que —dada la premura de tiempo— se veía obligado a rodear aquellas informaciones en las que se habla de los primeros tiempos del establecimiento de Vida en IURANCHA, de las respectivas Eras de la Vida marina y terrestre, así como del fascinante relato de los primeros hombres primitivos en la Era Glacial y de sus precursores: los inteligentes animales de Lemuria. Sinuhé tranquilizó a su alumna, asegurándole que dichos conocimientos —aunque apasionantes— no eran vitales para su adiestramiento e inminente misión.

—Te hablaré, por tanto —concluyó— de aquello que sí debes conocer, necesariamente…

Gloria, a pesar de estas razones, protestó. Aquélla insinuación de su amigo sobre los tipos primitivos de lémures y su relación con los primeros hombres la había cautivado. Pero Sinuhé, con la rigidez que le caracterizaba, pasó por alto los deseos de la hija de la raza azul, prometiéndole —eso sí— que, si el tiempo no les traicionaba, satisfaría su curiosidad… Y de esta forma dio comienzo la última fase de la preparación de la hija de la raza azul.

—Antes de nada —aclaró Sinuhé— debo adelantarte que algunas de las manifestaciones que estás a punto de escuchar pueden rasgar tu sensibilidad…

—No sé a qué te refieres —apuntó Gloria.

—Quizá a pasajes de esta Quinta Revelación que, como notarás, se hallan en franca oposición a lo que siempre hablamos creído o se nos había enseñado sobre el origen del hombre y más exactamente sobre lo que nos dice el Génesis… La advertencia activó todas las antenas de la hija de la raza azul.

—¿Tan grave es?

—Si se mira desde un punto de vista desapasionado y racional, no.

—¡Pues adelante!

—Bien, vamos allá… Según estos documentos, las razas son el resultado de individualidades humanas, aparecidas en IURANCHA por mutación…

Sinuhé estudió el rostro de Gloria, en espera de alguna reacción. Aquélla primera aseveración chocaba violentamente con un principio establecido en la Biblia y en el que se deja entrever que el hombre fue creado directamente por Dios. Pero la mujer permaneció en silencio.

—Antes, mucho antes de la aparición sobre IURANCHA de la primera pareja verdaderamente humana —prosiguió Sinuhé, complacido ante la aparente docilidad de su atenta receptora—, el mundo se hallaba poblado por un sin fin de familias de primates prehumanos. Estos, a su vez, procedían de los lémures.

—¿Los qué…?

Sinuhé movió la cabeza, manifestando su desaliento. Después, señalando el abultado mazo de documentos, comentó—: No disponemos de tiempo para detenernos y profundizar en esta parte de la Quinta Revelación. Necesariamente, he de saltar por encima de las fascinantes descripciones de aquellas primeras edades de IURANCHA, en las que la Vida tomó posesión del planeta, propagándose en secuencias maravillosas… Pero —añadió al tiempo que buscaba la información sobre los lémures—, trataré de sintetizar ese capítulo, tan decisivo para la posterior aparición del hombre. Según dice aquí —prosiguió Sinuhé—, hace aproximadamente un millón de años, los antepasados inmediatos de la Humanidad aparecieron en tres mutaciones sucesivas, partiendo de la rama primitiva del llamado tipo lemuriano de mamífero placentario. Su origen, en el que no vamos a entrar, estuvo en un grupo americano occidental.

Los lémures primitivos tenían un cierto parecido con los antepasados de la especie humana, aunque no guardaban parentesco alguno con las tribus preexistentes de gibones y monos que vivían entonces en Eurasia y África del norte y cuya descendencia ha sobrevivido hasta hoy. Mientras aquellos lémures primitivos evolucionaban en el hemisferio occidental, los mamíferos (antepasados directos de la Humanidad) se asentaron en el sudoeste de Asia, en la zona originaría de implantación central de la vida. Varios millones de años antes, los lémures de origen americano habían emigrado hacia el Oeste por el puente terrestre de Bering. Y habían avanzado hacia el Suroeste, a lo largo de la costa asiática. Éstas tribus llegaron finalmente a las regiones que se extendían entre el mar Mediterráneo (entonces mucho más grande) y las regiones montañosas, en vías de levantamiento, de la península de la India. Y en estas tierras del oeste de la India, dichas tribus se fundieron con otras, preparando así la definitiva ascendencia de la raza humana.

Con el paso del tiempo, el litoral situado al sudoeste de la India fue sumergiéndose poco a poco y la vida en aquella región quedó aislada. La península mesopotámica o Persia no disponía aún de vía alguna de acceso o salida, salvo por el norte. Pero ésta fue ocupada repetidas veces por las invasiones glaciares. Fue, pues, en esta región paradisíaca, y a partir de unos descendientes superiores de este tipo de mamíferos lemurianos, donde nacieron dos grandes grupos: las tribus simiescas que han proliferado hasta nuestros días y la especie humana. Aquéllos descendientes de los lémures americanos (afincados en las áreas mesopotámicas) eran unas criaturas pequeñas, de un metro de alzada, muy activas y que, en general, caminaban a cuatro patas, aunque tenían ya la facultad de permanecer erguidos sobre sus extremidades traseras. Eran muy velludos y ágiles. Charlaban como los monos, pero, al contrario de las restantes tribus simiescas, eran carnívoros. Disponían de un pulgar oponible muy primitivo, así como de una gruesa uña muy útil. Con el paso de los tiempos, el pulgar oponible fue ganando en perfección, mientras que la uña iba perdiendo su capacidad para agarrar.

Estos mamíferos precursores del hombre alcanzaban la edad adulta a los tres o cuatro años y su duración media de vida era de unos veinte años. Lo habitual era que tuvieran un único hijo en cada parto, aunque también se daban casos de mellizos. Los miembros de esta nueva especie disponían de un cerebro más voluminoso que lo normal, en proporción a su tamaño. Y, a diferencia de los simios, experimentaban algunos sentimientos…

—¿Como cuáles?

—Eran extremadamente curiosos, manifestando, incluso, notorias y singulares reacciones que quizá pudiéramos definir como de alegría. El apetito sexual se hallaba igualmente muy desarrollado, siendo capaces de luchar ferozmente por su prole. Eran gregarios y muy apegados a las asociaciones de tipo familiar o de clan. Y, según la Quinta Revelación, poseían también un acusado sentido de la humildad. Ello desembocaba en otros sentimientos, como la vergüenza o el remordimiento. Su aguda inteligencia les permitía comprender los graves peligros a que se hallaban expuestos en aquel medio forestal. Y de ahí nació otro no menos importante sentimiento: el miedo. Esto les condujo a adoptar prudentes medidas de seguridad, que resultaron de gran trascendencia para su futuro. De esta forma surgieron los primeros refugios en las copas de los árboles. Y según se afirma en esta revelación —comentó Sinuhé—, el ancestral y permanente sentimiento de miedo que padece el ser humano procede precisamente de aquellas remotas épocas. Es algo genético que resulta perfectamente lógico y comprensible.

Gracias a su sentido de clan, aquellos lémures primitivos terminaron por aniquilar a las tribus simiescas más próximas, dominando así a las criaturas más pequeñas. Durante más de mil años, estos casi insignificantes y agresivos lémures se multiplicaron e invadieron toda la península mesopotámica. Y setenta generaciones después se produjo un hecho de gran importancia: la súbita diferenciación de los antepasados de la etapa vital de los lémures. Éste suceso se materializó con la aparición de dos gemelos, un macho y una hembra, nacidos en la copa de uno de aquellos gigantescos árboles. En comparación con el resto de los lémures de su tribu, eran menos velludos y sensiblemente más grandes que sus progenitores. Alcanzaron pronto 1,20 metros de altura, con unas piernas más largas y unos brazos más cortos. Sus pulgares eran casi perfectos. Caminaban prácticamente erguidos y sus cerebros eran más voluminosos que los de sus antepasados. Aquéllos gemelos demostraron en seguida una inteligencia superior, siendo aceptados como jefes de la tribu. Llegaron realmente a instituir una cierta forma de organización social, Ambos se unieron y procrearon un total de veintiún hijos, muy parecidos a ellos. Y así surgió el núcleo de los llamados mamíferos intermediarios. Cuando los miembros de este nuevo núcleo se hicieron numerosos, la guerra volvió a estallar. Y al finalizar, sus ancestros y multitud de tribus de monos fueron aniquilados. Durante más de 15 000 años (unas 600 generaciones), los conquistadores se convirtieron en el terror de aquella parte del mundo. Comparados con los lémures primitivos, estos mamíferos intermediarios representaron un gran progreso. Su vida media aumentó, llegando a los veinticinco años y aparecieron, incluso, rudimentarios dardos y flechas. El instinto de almacenamiento de víveres se hizo más acusado, así como el acopio de guijarros y piedras, que utilizaban como proyectiles. Estos mamíferos fueron los primeros en manifestar una tendencia innata al combate, expresada, por ejemplo, en continuas escaramuzas a la hora de construir sus refugios en las copas de los árboles o en túneles subterráneos. Durante el día vivían en el suelo, refugiándose en lo alto de los árboles con la caída de la tarde.

Pero la gran proliferación de individuos de esta especie terminaría por provocar una dura competencia a la hora de compartir el alimento o la elección de las parejas. Y la guerra, una vez más, hizo acto de presencia. Las batallas se prolongaron hasta que sólo quedó un centenar de supervivientes.

Vosotros (dice la Quinta Revelación) apenas podéis imaginar cuántas veces vuestros antepasados prehumanos han estado a punto de rozar y alcanzar la destrucción total. Si la rana, antepasado de la Humanidad, hubiera dado en algún momento un salto de cinco centímetros menos que lo debido, toda la evolución habría cambiado.

La madre lemuriana inmediata de la especie de los mamíferos precursores escapó por muy poco de la muerte, al menos en cinco ocasiones, antes de parir al padre del nuevo orden de mamíferos superiores. El último suceso de este tipo tuvo lugar cuando un rayo golpeó el árbol en el que dormía la futura madre de los gemelos primates. Aquéllos dos mamíferos intermediarios resultaron gravemente heridos y tres de sus siete hijos murieron. Estos animales eran muy supersticiosos y, cuando esta pareja decidió retirarse de la zona, construyendo nuevos refugios a tres kilómetros del primitivo campamento, la mitad de la tribu siguió su ejemplo. Poco después de concluido el nuevo asentamiento, aquella veterana e inteligente pareja se convirtió en padres de otra trascendental pareja de gemelos. En el mismo momento en que nacieron estos gemelos, otra pareja del grupo (bastante más retrasada que la primera) dio también a luz unos gemelos: macho y hembra. Pero éstos, a diferencia de los primeros, no se interesaron por la conquista, limitándose a comer frutos. Y así surgió el gran tronco de las tribus modernas de monos. Sus descendientes buscaron los climas suaves y la abundancia de frutos. Y así se han perpetuado hasta nuestros días.

En síntesis, con los años, aquellos primates evolucionaron por mutación en dos direcciones: una regresiva, que dio lugar a los monos de los que acabo de hablarte y otra progresiva, de la que surgió esa primera pareja de gemelos… Realmente, los primeros padres de la Humanidad.

—¿Adán y Eva? —intervino Gloria, adelantándose a la lectura. Pero Sinuhé negó con la cabeza.

—Según la Quinta Revelación, no. Y haciendo un paréntesis, te diré algo: parte de nuestra misión consistirá en averiguar quiénes fueron realmente Adán y su compañera, cuándo se establecieron sobre IURANCHA y cuál fue su error… Gloria captó la sutileza de su compañero y preguntó de nuevo: —¿Por qué dices se establecieron en IURANCHA? ¿Es que no eran humanos?

—A eso, sinceramente, no puedo responder. Sencillamente, no lo sé. Intuimos que Adán y Eva fueron mucho más que unos meros seres humanos… Pero prosigamos. Como ves, el hombre no desciende por tanto del mono, como sostienen las teorías evolucionistas. Sin embargo, ambos (hombre y mono) sí tienen un origen o tronco común: los primates primigenios. Después, la mutación (y en esto sí acertó Darwin) hizo el resto.

Ése gran acontecimiento (el nacimiento de la primera pareja humana) se produjo hace un millón de años, como consecuencia de un accidente cromosómico. Esos dos seres fueron gemelos (hombre y mujer), se llamaron Andon y Fonta. Ambos nacieron de un primate…

—¿Qué entiendes por accidente cromosómico? —intervino nuevamente la hija de la raza azul.

—El biólogo Jean de Grouchy, director de las investigaciones del CNRS francés y responsable del laboratorio de citogenética del hospital Necker, ha sido uno de los sabios que más se ha aproximado (sin saberlo) a esta Quinta Revelación. Pues bien, en opinión de este especialista, la aparición del hombre, entendido como tal, sobre el planeta pudo deberse al encuentro de una hembra y un varón que portaban un número aberrante de cromosomas (47 en este caso). Esto, como observarás, sí pudo desembocar en la aparición de una nueva línea: la nuestra. Como sabes, las células sexuales tienen la mitad de cromosomas que las demás del organismo. El mono, que disfruta de 48 cromosomas, produce células sexuales con 24 cromosomas. El hombre, por su parte, que tiene 46 cromosomas, fabrica células sexuales de 23 cromosomas cada una. En todos los óvulos se halla un cromosoma sexual propiamente dicho, siempre el mismo, que determina el sexo del nuevo ser. Se le denomina cromosoma X. En los espermatozoides, en cambio, el cromosoma sexual es X (hembra) o bien Y (varón). Por eso, al fecundarse un óvulo (siempre X), dará lugar al nacimiento de una hembra o de un varón dependiendo de sí ese espermatozoide es portador de una X de una Y.

El que el número de cromosomas de las células sexuales quede reducido a la mitad se consigue, tanto en los testículos como en los ovarios, debido a dos divisiones consecutivas o meiosis de las células sexuales originarias. Además, durante esa fase de meiosis pueden darse accidentes que conduzcan a la obtención de células sexuales con un cromosoma de menos. Éste accidente cromosómico (según el doctor Grouchy) pudo ser la clave del salto o paso desde los simios o primates (48 cromosomas) al ser humano (46 cromosomas)… por medio de dos gemelos que tendrían 47 cromosomas. Te pondré un ejemplo: imagina un simio macho que tuviera una meiosis que le ocasionara este tipo de accidente. Normalmente, emite dos tipos de espermatozoide: uno con X y otro con Y. Pero, en este supuesto, y a causa de ese accidente, unos tendrán 23 cromosomas y los otros, 24. De la pareja formada por este simio macho con otro primate hembra normal podría nacer una hija que hubiese heredado la tara de su padre. Es decir, que fuera capaz de producir alternativamente óvulos de 23 o de 24 cromosomas.

Supongamos ahora que en esta nueva hembra se presente otra meiosis; en otras palabras, que el llamado glóbulo polar (que es una especie de minióvulo), en vez de degenerar y ser desechado, como ocurre normalmente, permaneciera en el interior del óvulo. Si éste y el glóbulo polar son fecundados por un simio normal, podrían nacer dos gemelos de sexo distinto… Para el doctor Grouchy, estos gemelos habrían sido Adán y Eva. Cada uno disfrutaría de 47 cromosomas. En el caso de emparejarse entre ellos podrían haber dado lugar al nacimiento del hombre actual. Para ello habría bastado que un óvulo de 23 cromosomas hubiera sido fecundado por un espermatozoide que también tuviese 23 cromosomas.

Sinuhé suspendió su exposición científica. Gloria, lógicamente, se había perdido.

—Quiero decir con todo esto —resumió el periodista— que ya en 1978 un eminente biólogo apuntó una teoría que coincide, y de qué forma, con lo que nos cuenta la Quinta Revelación. Una revelación que se remonta a muchísimos años antes… Desde un punto de vista puramente científico, pues, es perfectamente viable que los gemelos Andon y Fonta pudieran haber existido. Pero, obviamente, al no conocer la Quinta Revelación, el doctor Grouchy asoció esa pareja con los mal llamados primeros padres.

Y Sinuhé entró de lleno en la curiosa y accidentada vida de aquellos primeros y extraordinarios gemelos…

—Te preguntarás por qué los gemelos fueron llamados Andon y Fonta. IURANCHA fue registrada como un mundo habitado cuando esos dos primeros seres humanos alcanzaron los once años de edad y antes de que fuesen padres del primer nacido de la segunda generación de verdaderos humanos, De esto hace, repito, un millón de años, aproximadamente. En aquella solemne ocasión, la jerarquía celeste establecida en Salvington (capital de nuestro universo local) remitió un mensaje arcangélico que finalizaba así —y el investigador procedió a leer lo que, en este sentido, rezaba la Quinta Revelación—: …La inteligencia humana ha aparecido en el 606 de Satania (nuestro mundo), y los padres de esta nueva raza serán denominados Andon y Fonta. Todos los arcángeles rezan para que estas criaturas puedan ser rápidamente dotadas de la presencia personal del don del espíritu del Padre Universal. Se refiere a ese ajustador del pensamiento o presencia prepersonal del Padre. Gloria asintió.

—Pues bien, Andon es un nombre nebadoniano que significa la primera criatura semejante al Padre y demostrando una sed de perfección humana. Fonta, a su vez, quiere decir la primera criatura semejante al Hijo y que muestra una sed de perfección humana.

Estos nombres les fueron dados por la jerarquía celeste en el momento en que se produjo el ingreso de sus respectivos ajustadores de pensamiento. Y a lo largo de su encarnación en IURANCHA, Andon y Fonta, sin embargo, se dieron a sí mismos otros nombres: Andon se denominó Sonta-An o el amado de la Madre, y su compañera, Sonta-En o la amada del Padre. Eligieron dichos nombres como prueba de respeto y afecto mutuo. En muchos aspectos (cuenta la Quinta Revelación), Andon y Fonta constituyeron la pareja de seres humanos más notable que jamás haya vivido sobre la faz de IURANCHA. Estos seres increíbles (los verdaderos primeros padres de la Humanidad) fueron, desde muchos puntos de vista, muy superiores, incluso, a sus descendientes.

—¿Qué aspecto tenían?

—Al parecer no eran muy distintos el resto de los primates prehumanos que formaban su círculo inicial o tribu. Una de sus grandes diferencias físicas se centraba en que, mientras sus congéneres se desplazaban a cuatro patas, ellos se mantenían erguidos. Sus cerebros, como ya hemos visto, estaban más desarrollados y mejor dotados. Su incipiente inteligencia les situó rápidamente entre los miembros más despiertos de la tribu, siendo los primeros en aprender el lanzamiento de piedras, así como la utilización de palos en los combates. Y no tardaron mucho tiempo en descubrir la utilidad de los guijarros agudos, del sílex y del hueso.

Mientras vivía con sus padres, Andon, mediante tendones de animales, fijó un trozo de sílex muy afilado al extremo de una estaca. Nació así la primera maza de la Humanidad. Y estos documentos refieren que el joven gemelo llegó a utilizarla, al menos una docena de veces, salvando su propia vida y la de su hermana que, tan aventurera y curiosa como él, le acompañaba en todas sus incursiones.

Pero algo en lo más íntimo de aquellos gemelos les empezaba a impulsar hacía una vida nueva e independiente, lejos de la simiesca y bestial familia en cuyo seno habían nacido. Mientras la inteligencia de Andon y Fonta seguía clarificándose, sus congéneres continuaron una progresiva degeneración, mezclándose entre las diferentes especies de primates. La llegada a sus mentes de los respectivos ajustadores de pensamiento fue decisiva. A partir de entonces, los gemelos empezaron a tomar una vaga pero sólida conciencia de sí mismos y de la tremenda barrera que les separaba y diferenciaba de los otros animales, incluidos sus propios padres y hermanos. Había nacido en ellos una tímida e incipiente personalidad.

Y llegó el gran día. Aquél en el que Andon y Fonta tomaron la firme decisión de huir…

—Mucho antes de que se materializase la fuga de los gemelos —prosiguió Sinuhé ante la atónita mirada de la señora de la Casa Azul—, Andon y Fonta venían alimentando esta posibilidad. Pero el temor a su propia tribu fue retrasando la decisión. Pensaron incluso en posibles ataques por parte de otras tribus o de las fieras que llenaban aquellos bosques africanos. Su familia, además, había empezado a sentir celos. Mientras fueron niños, los gemelos pasaban la mayor parte del tiempo juntos, provocando sin querer sentimientos hostiles entre sus primos y hermanos, todos ellos primates. El hecho de haber construido en la copa de uno de los árboles un refugio separado y muy superior a los otros no contribuyó precisamente a mejorar sus relaciones con la tribu. Ellos lo sabían y su miedo a morir a manos de sus congéneres fue en aumento.

Y fue en este hogar, en lo más alto de los árboles, cuando tina noche, mientras dormían abrazados tiernamente, fueron despertados por una violenta tempestad de viento y agua. En ese momento, Andon y Fonta se deslizaron desde la copa, emprendiendo su histórica huida: la que marcaría el sendero de toda una Humanidad.

Habían dispuesto otro refugio en lo alto de un árbol, a una media jornada de camino hacia, el Norte. Y allí, en aquel escondrijo secreto, los hermanos vieron transcurrir su primer día fuera de su bosque y territorio natal. Aunque compartían aún el miedo ancestral de los primates a permanecer en tierra durante la noche, al atardecer de ese primer día de libertad, Andon y Fonta prosiguieron su fuga, siempre hacia el Norte. Necesitaron un coraje excepcional para emprender aquellos viajes nocturnos, siempre bajo la amenaza del ataque de los animales o de otros posibles grupos de simios. Y ayudados por la luna llena, los gemelos lograron alejarse lo suficiente como para que sus familiares no pudieran darles alcance. En el curso de su viaje descubrieron un yacimiento de sílex a cielo abierto, haciendo aprovisionamiento de muchas de aquellas piedras. Y ocurrió algo vital y sorprendente para los gemelos. Cuando Andon trabajaba con una de aquellas piezas, intentando darle una forma adecuada para las operaciones de caza, observó estupefacto cómo del sílex brotaban unas diminutas luces. Y la idea de fabricar el fuego surgió por primera vez en el cerebro de aquel humano. Pero no fue puesta en práctica por el momento. La benignidad del clima tampoco estimuló su necesidad. Sin embargo, como te digo, la semilla había sido sembrada y el fuego, como tal, no tardaría en aparecer de una forma consciente y artificial. Sólo cuando el sol del otoño empezó a ocultarse más rápidamente y las noches, conforme ascendían hacia el Norte, se fueron haciendo más frías, los gemelos empezaron a sentir la necesidad de un abrigo permanente y eficaz. Y así nacieron los primeros vestidos, a base de pieles de animales.

—¿Cómo y cuándo hicieron su primer fuego? —La Quinta Revelación asegura que fue antes de que hubiera transcurrido la primera luna desde su fuga del hogar familiar. Andon comunicó a su hermana que creía poder hacer fuego, a base de los guijarros de sílex. Pero, durante dos meses, sus intentos fueron inútiles. Las piedras producían chispas, sí, pero la pareja no conseguía inflamar la madera. Y fue Fonta quien, al fin, casi sin proponérselo, dio con la solución. Una tarde, al ponerse el sol, la mujer trepó a lo alto de un árbol, con el fin de apoderarse de un nido abandonado. Aquél nido se hallaba seco y resultó muy inflamable. Cuando una de las chispas escapadas del sílex lo alcanzó por casualidad, el material prendió al instante. El susto de los gemelos fue tal que casi dejaron apagar el pequeño fuego. Pero reaccionaron a tiempo, añadiendo abundante material combustible. Era la primera hoguera de la Humanidad…

Y durante horas y horas, Andon y Fonta permanecieron junto al fuego, como hipnotizados por la ondulante y vivificante danza de las llamas. A partir de ese instante empezó la búsqueda de madera y de toda clase de materiales que pudieran sostener y alimentar el sagrado descubrimiento. Aquéllos fueron algunos de los momentos más alegres de su breve pero intensa vida. Así permanecieron toda la noche, intuyendo vagamente que aquel hallazgo cambiaría sus vidas, permitiéndoles desafiar los rigores del clima y ayudándoles a una definitiva independencia. Antes que ellos, por supuesto, otros antepasados habían alimentado y se habían servido de los fuegos provocados por los rayos sobre bosques y pastos, pero hasta ese día ninguna criatura terrestre había dispuesto de un método para fabricar el fuego a voluntad. No obstante, los gemelos necesitaron aún mucho tiempo para aprender que el musgo seco, por ejemplo, era un material más asequible que los nidos de pájaros y tan práctico como éstos a la hora de provocar un fuego.

Y pasados tres días, la primera pareja humana reanudó su peregrinaje.

—Dos años habían transcurrido desde que los gemelos decidieron escapar de su bosque natal cuando, finalmente, Fonta dio a luz a su primer hijo. Y según consta en la Quinta Revelación, fue llamado Sontad. Aquélla fue la primera criatura humana que, al nacer, recibió un lecho protector y fue abrigada y cuidada de forma permanente por sus progenitores. Éste incipiente instinto maternal resultaría vital para la multiplicación de una especie que, a diferencia de sus primos, los primates, nacía frágil y desamparada, como corresponde a los seres humanos evolucionarios cuya esencia y finalidad no es la fuerza bruta, sino el raciocinio.

A Sontad le siguieron otros dieciocho hijos. Y la pareja vivió lo suficiente como para ver a su alrededor cerca de cincuenta nietos y media docena de biznietos. El clan se asentó definitivamente en cuatro abrigos rocosos o semicavernas, de los cuales, tres se hallaban intercomunicados por galerías abiertas en la blanda roca calcárea y que habían sido practicadas a base de herramientas de sílex por los hijos de los gemelos. Y así nació la primera gran raza humana: la andónica o andonita, en recuerdo de Andon.

Sinuhé era consciente de lo insólito de su narración, que quizá podía empañar la tradicional idea cristiana de unos primeros padres —Adán y Eva— creados del barro y de una de las costillas de Adán, tal y como menciona el Génesis. Y antes de proseguir, solicitó la opinión de Gloria.

Pero la señora de la Casa Azul se limitó a responder con una lacónica frase:

—Posible y hermoso… ¿Por qué no?

Y cuando su amigo continuaba la lectura, Gloria hizo una reflexión en voz alta:

—Siempre creí que la Biblia utiliza símbolos. Especialmente en esta parte de la creación del hombre y del propio Cosmos… Además, hasta ahora no he hallado nada que vaya contra la esencia de los planes divinos… Quizá, cuando me expliques cómo y de qué forma fue llevada a cabo la siembra de la Vida sobre el planeta, pueda entenderlo mejor.

El investigador no respondió. Tras unos instantes de duda, en los que estuvo a punto de volver atrás en las páginas de la Quinta Revelación para informar a su amiga sobre dicha siembra, optó por conducirse tal y como había planeado.

—Estos primeros andonitas, como te decía, demostraron un alto espíritu de clan. Cazaban en grupo y no se alejaban jamás de su hogar. Parecían darse cuenta de que eran distintos al resto de las tribus simiescas y de que no debían cruzarse con ellas bajo ningún concepto. Y lo cumplieron. Ésta idea tan íntima y casi incomprensible para los gemelos y su descendencia era el fruto en realidad de la progresiva intensificación de la presencia en todos ellos de sus respectivos ajustadores de pensamiento. Andon y Fonta trabajaron sin descanso para alimentar y proteger a sus hijos. Vivieron hasta la edad de 42 años y ambos murieron durante un terremoto. Una roca se precipitó sobre ellos aplastándolos. Como ves, nacieron y murieron juntos.

Otros cinco hijos y once nietos perecieron en el seísmo y una veintena de sus descendientes sufrió heridas graves. Sontad, a pesar de tener un pie destrozado, asumió de inmediato la jefatura del clan, hábilmente ayudado por su mujer, la mayor de las hermanas. Su primer trabajo como nuevo director de la familia andonita fue precisamente amontonar piedras sobre los cuerpos sin vida de sus padres, hermanos e hijos…

—¿Es que rendían culto a los muertos? —interrumpió Gloria sin poder dar crédito a lo que estaba oyendo.

—No. Sus ideas respecto a la vida más allá de la muerte eran muy confusas y mal definidas. Era muy pronto aún… Quizá no deba concederse demasiada importancia a ese acto de sepultar a sus muertos. Sólo en sus sueños fantásticos aparecían imágenes que podían ser asociadas a una posible concepción de supervivencia más allá de la vida.

Pero entiendo que ha llegado el momento —anunció Sinuhé— de pasar a otro capítulo sumamente atractivo: ¿qué aspecto físico tenían estos primeros andonitas y qué fue de ellos?

Durante aquellos días, Sinuhé intensificó sus enseñanzas, procurando al mismo tiempo que la hija de la raza azul dispusiera de largos períodos para la reflexión. Era decisivo que Gloria asimilara todo aquello o, cuando menos, la esencia de la información, a fin de que su comportamiento, mientras durase la misión, fuera lo más fructífero posible.

En muchos de aquellos obligados descansos, el hermano de la Logia se sorprendió a sí mismo al pie del viejo caserón del Ayuntamiento. Sus pasos terminaban siempre en el mismo lugar. Pero, sólo al final, cuando el apresurado adiestramiento hubo concluido tuvo el valor necesario para aproximarse al solitario camarote.

—La familia de Andon y Fonta —continuó— permaneció unida hasta la veinte generación. Entonces, como consecuencia de la lucha por los alimentos y de las cada vez más frecuentes rivalidades tribales, la primera raza humana se dispersó. No, no creas que esa atomización de los andonitas constituyó un fracaso en los planes de las personalidades celestes que vigilaban estrechamente la evolución de estos humanos. Como verás dentro de poco, todo estaba previsto. Bueno —corrigió Sinuhé—, casi todo…

Aquéllos hombres primitivos tenían los ojos negros y la tez oscura.

—¿Eran negros? —repuso Gloria.

—No. La aparición de las diferentes razas de color fue un hecho posterior y sumamente complejo y premioso, pero hablaremos de ello en su momento. Los andonitas presentaban una coloración muy similar a la que podría derivarse de un cruce entre un amarillo y un rojo. La melanina (ese pigmento que colorea la piel) se hallaba ya en la epidermis andónica. Sin embargo, a juzgar por su aspecto general y el tinte de su piel, guardaban un cierto parecido con los esquimales de hoy en día. Como también creo haberte dicho, fueron los primeros seres humanos que utilizaron las pieles de los animales para protegerse del frío, aunque su epidermis estaba mucho más poblada de pelo que la nuestra.

—Hay algo que no encaja —intervino la señora de la Casa Azul—. Está demostrado que el antiquísimo género de los Australopithecus, muy anteriores a ese millón de años, ya disponía de unas ciertas reglas sociales y sabían usar los guijarros y el sílex. ¿Por qué dice entonces la Quinta Revelación que fueron los andonitas los que empezaron a cubrirse con pieles?

—Tienes razón, en parte. Ésta documentación aclara que los ancestros de Andon y Fonta manipulaban toscas herramientas de piedra y se aprovechaban en ocasiones del fuego. Pero, por el momento, la Neontología moderna no ha podido descubrir entre esas tres especies que parecen formar el género de los Australopithecus (el africanus, el robustus y el boisei) ni un solo vestigio que demuestre que se cubrían con pieles. Los hallazgos registrados en esa época, hace un millón de años, cuando la Quinta Revelación asegura que nacieron los gemelos, no son todavía elocuentes. En la actual división estratigráfica del Cuaternario, entre los años 600 000 y 2 000 000 antes de nuestra Era (es decir, en el Pleistoceno inferior), los descubrimientos paleontológicos más relevantes han sido precisamente los de los Australopithecus de los tipos africanus y robustus en África del Sur, y boisei en el famoso barranco de Olduwai y en el Valle de la Grieta, al este del continente africano. Algunas excavaciones más recientes, llevadas a cabo por Richard Leakey en los primeros años de la década de los setenta, han venido a demostrar que al este del lago Rodolfo, en Kenya, vivió una nutrida colonia de estos Australopithecus o prehumanos, posiblemente entre los dos y tres millones de años. Pero lo más curioso es que Leakey hijo llegó a insinuar que, junto a los restos de esos todavía casi primates, también había vestigios de verdaderos humanos, contemporáneos o muy próximos a los referidos Australopithecus… ¿Te das cuenta de lo que significa esta afirmación de Leakey?

Si es que la Quinta Revelación es cierta, Richard Leakey podría estar mencionando a algunos de los ejemplares andonitas que, en efecto, convivieron con sus primos lejanos, los prehumanos. También habrás notado que hay algo que no concuerda: mientras la Quinta Revelación afirma que los gemelos nacieron hace un millón de años, uno de los descubrimientos de Leakey en 1972 (un cráneo completo de aspecto humano y gran capacidad craneana) sitúa la presencia de esos misteriosos humanos africanos más allá de los dos millones de años. ¿Quién tiene razón? ¿Puede Leakey haberse equivocado a la hora de fechar la antigüedad de esos restos de verdaderos humanos contemporáneos de los prehumanos? Pero creo que me he desviado de tu pregunta inicial… Sinuhé recapacitó.

—Sí, hablábamos de las reglas sociales… Los hallazgos de una cierta industria lítica entre los Australopithecus o prehumanos confirman lo que nos dice la Quinta Revelación. Los antepasados e, incluso, contemporáneos de los andonitas supieron manejar algunas muy rudimentarias armas, bien arrojadizas (piedras, por ejemplo) o manipuladas directamente: quizá palos… Pero jamás hubieran sido capaces de tallar hachas de mano, como las encontradas en Sterkfontein, cerca de Johannesburgo, en cuarzo, oblongas, brillantes y con ¡catorce caras! Y, sin embargo, este sensacional hallazgo del doctor Brain en 1956, en un hábitat del Australopithecus africanus, viene a demostrarnos que, si no pudo ser aquel primitivo prehumano quien fabricara dichos utensilios de piedra, el autor, necesariamente, tuvo que ser un verdadero humano, ¡contemporáneo del africanus! Como ves, poco a poco, la Paleontología va desembocando en una hipótesis única y revolucionaria, apuntada ya por la Quinta Revelación: hubo verdaderos humanos en África, en convivencia simultánea con otros seres casi simiescos (los Australopithecus) de los que fueron distanciándose cada vez más. Lo que, de momento, no puede ser descubierto ni probado por la ciencia moderna es cómo y por qué se produjo ese salto de los primates a los auténticos humanos…

Para la Quinta Revelación fue la progresiva expansión de la capacidad craneal de los andonitas la que favoreció ese enriquecimiento de las emociones, de los hábitos sociales y la propia torna de conciencia individual y colectiva de aquellos clanes. Y todo ello derivó finalmente en la ruptura del tronco primigenio que habían formado los gemelos. Pero pasemos a analizar algunos de los principales rasgos sociales de este gran clan, antes de su definitiva escisión…

—En un contraste singularmente profundo respecto a sus primos, los prehumanos (o los Australopithecus, si lo prefieres), Andon y Fonta y las generaciones que les siguieron fueron avanzando en su evolución a un ritmo vertiginoso. Desde un principio, las reglas sociales, por llamarlas de alguna manera, se distanciaron estrepitosamente de las costumbres puramente instintivas de muchos de sus ancestros. Los varones eran capaces de luchar heroicamente para proteger a sus compañeras y prole, y las hembras, a diferencia de las prehumanas, sí habían sido capaces de superar el mero impulso animal de la maternidad, sustituyéndolo por un sólido y real sentimiento de afecto. Sin embargo, esa lealtad incipiente se circunscribía únicamente al clan. La Quinta Revelación asegura que aquellos primeros andonitas no eran capaces aún de concebir la idea de un mundo mejor. El altruismo sería un sentimiento posterior.

A pesar de ello, estos hombres primitivos llevaban la semilla del afecto y de la amistad. Y lo practicaban, aunque de una forma muy rudimentaria. Más tarde debió ser un espectáculo habitual el presenciar en las batallas con otras tribus inferiores cómo estos leales andonitas luchaban con una sola mano, protegiendo con la otra a un compañero herido. Gloria formuló entonces una de sus típicas y certeras interrogantes.

—¿Sabían jugar?

Sinuhé quedó desconcertado.

—Según mis informaciones, no exactamente. Eran muy propensos a imitar, pero su sentido del juego se hallaba aún poco desarrollado. Y lo mismo ocurría con el humor… —La señora de la Casa Azul cayó en la cuenta de algo que jamás se había planteado: ¿de cuándo data el sentido del humor entre los hombres? ¿Es algo innato o aprendido?— Aunque te parezca mentira —prosiguió el investigador—, el hombre primitivo apenas sonreía y, al parecer, no conoció la risa ni las carcajadas. Ésa condición humana, que nos diferencia precisamente de los animales, fue un legado muy posterior…

—¿Un legado? —intervino Gloria—. ¿De quién?

—No está muy claro en la Quinta Revelación. Ya te adelanté que hay grandes lagunas en estas informaciones… Pero todo parece apuntar, como responsables de ese paso superior, a los hombres de otra raza: la adámica.

En definitiva, aquellos andonitas primitivos no eran muy sensibles al dolor ni a las situaciones desagradables que, con el paso del tiempo y de la evolución, sí empezaron a afectar a los restantes seres humanos. Te pondré un ejemplo: Fonta y las andonitas que le sucedieron no parieron jamás con dolor. Ésta circunstancia (tan diferente hoy) tuvo otras raíces… de las que ya hablaremos.

Y así fueron transcurriendo los años. El clan original conservó siempre una ininterrumpida línea de jefes hasta que, en la vigésimo séptima generación, el hecho de no haberse producido el nacimiento de un hijo varón en la descendencia directa de Sontad provocó una revuelta interna por la jefatura andonita, a cargo de dos facciones rivales.

Lógicamente, a medida que pasaba el tiempo, los clanes andónicos fueron creciendo en número y el contacto entre las familias en expansión representó una fuente inagotable de rencillas y malentendidos. Hay que tener en cuenta que el espíritu de estos primeros pueblos se hallaba dominado por dos principios básicos: la caza y el combate. El primero, fundamental para la conservación y desarrollo de sus miembros. El segundo, para vengarse de las injusticias o insultos (reales o supuestos) lanzados por tribus vecinas. Es poco menos que imposible que unos seres primitivos lleguen a vivir juntos y en paz. El humano, no lo olvidemos, desciende de animales combativos, y cuando seres tan rudimentarios conviven tan estrechamente, las ofensas y agresiones son casi inevitables.

En el caso de los primeros andonitas, las guerras no tardaron en estallar entre las diferentes tribus. Y hubo muchas e irreparables pérdidas entre los miembros más valiosos y prometedores. Los sucesos fueron tan trágicos y lamentables que, según la Quinta Revelación, algunas líneas genéticas dotadas de mayores aptitudes e inteligencia se perdieron para siempre.

Como si se tratara de un negro presagio —sentenció Sinuhé—, aquella belicosidad se extendió de tal forma que la raza andónica atravesó momentos graves, aproximándose incluso al riesgo de su total extinción.

Los Portadores de Vida conocen esta tendencia de las criaturas evolucionarias y toman disposiciones para dividir finalmente a los humanos, al menos en tres razas distintas y separadas y, generalmente, en seis.

—¿Fue entonces cuando nacieron las razas humanas y las diferentes lenguas?

—Los Portadores de Vida no actúan casi nunca de una forma drástica. Uno de sus principios básicos, que habría encantado a Darwin —comentó Sinuhé sin perder su sentido del humor—, es el progreso por la evolución y no por la revolución. Antes de la dispersión, los andonitas tenían un lenguaje común y bastante perfeccionado. Ésta lengua siguió enriqueciéndose con aportaciones cotidianas, nuevos inventos y progresivas adaptaciones al medio. Y según este testimonio, aquélla fue la primera lengua de IURANCHA, que prosperó hasta la posterior aparición de las razas de color. Unas razas de las que te hablaré mañana…

La luna nueva se aproximaba y Sinuhé, cada vez más nervioso, trataba de ultimar aquel trasvase de información. Gloria debía conocer, aunque sólo fuera superficialmente, la panorámica del planeta en aquellos primeros tiempos y, sobre todo, su verdadero origen. Así que, no sin ciertos remordimientos, decidió concluir el adiestramiento en aquel mismo miércoles, 25 de julio.

—Como te refería, aquella serie de batallas terminó por movilizar a los clanes andonitas. Y dio comienzo la gran dispersión. Las sucesivas generaciones no se introdujeron excesivamente en África. La geografía de aquellos tiempos les encauzó siempre hacia el Norte. Y su gran viaje prosiguió en esa dirección, hasta que fueron detenidos por el lento avance de la tercera glaciación.

Pero, antes de que el inmenso manto de hielo hubiera hecho presa en las tierras de lo que hoy son Francia y las islas Británicas, los descendientes de Andon y Fonta habían penetrado y progresado hacia el Oeste, a través de la actual Europa. Y allí levantaron más de mil poblados, a lo largo de los grandes ríos que desembocan en el mar del Norte y cuyas aguas, entonces, eran cálidas.

Sinuhé varió el tono de su voz y, con una cierta emoción, anunció a su compañera algo que los paleontólogos ignoran todavía.

—Según la Quinta Revelación, los miembros de estas tribus andónicas fueron los primeros pobladores de las orillas de los ríos de la actual Francia. Vivieron durante decenas de miles de años junto al Somme. Éste río es el único que no se vio afectado en su curso por los glaciares. En aquellas lejanas épocas corría hacia el mar, casi con la misma trayectoria que hoy. Por esta razón, los hallazgos paleontológicos a lo largo de SU Cuenca se cuentan en la actualidad por miles… Lo triste —reflexionó Sinuhé— es que los científicos no saben que esos restos humanos pertenecen, nada más y nada menos, que a los descendientes de aquellos históricos gemelos… Los verdaderos padres de la Humanidad, si no estamos equivocados. Estos primeros pobladores de IURANCHA —siguió leyendo no habitaban ya en las copas de los árboles, aunque mantenían el hábito de refugiarse en ellos en los momentos de peligro. Vivían en general al abrigo de peñascales, casi siempre sobre los ríos, o en cuevas naturales en los acantilados. Ello les garantizaba una perfecta visibilidad de los accesos, protegiéndolos además de los elementos. De esta forma podían disfrutar del calor de las hogueras sin ser molestados por el humo…

—¿Eran los conocidos trogloditas o cavernícolas? —No exactamente. Sólo con el correr de las edades y la llegada de los hielos, los descendientes de aquellos andonitas se vieron empujados a buscar refugio en las cuevas. Pero, al principio, preferían acampar en los límites de los bosques y en las proximidades de los ríos.

Fueron notables constructores de chozas de piedra, en forma de domo o cúpula, que camuflaban hábilmente y en cuya habitación dormían y se resguardaban. Cerraban la entrada haciendo rodar una gruesa piedra que colocaban en el interior antes de rematar el techo.

Los andonitas eran diestros e intrépidos cazadores. Su dieta se basaba en la carne, complementada en ocasiones con bayas y frutos silvestres. Y al igual que Andon fue el inventor del hacha de piedra, sus sucesores crearon y utilizaron la lanza y el arpón, haciéndose igualmente expertos en el manejo de nuevas y cada vez más refinadas herramientas.

Estos primeros humanos, en fin, consiguieron una considerable perfección en la talla del sílex, realizando largos y aventurados viajes para la localización de este mineral. Algo parecido a lo que ocurriría miles de años después con los buscadores de oro, plata o diamantes…

En muchos aspectos, estas tribus andónicas dieron excelentes pruebas de su inteligencia y progreso. Más y mejores que las que llegarían a ofrecer sus sucesores en casi medio millón de años. Pero ésta es otra historia…

Aquél descubrimiento —la revelación de unos primeros padres de la Humanidad distintos a la tradición adámica— cautivó a la señora de la Casa Azul. Gloria tuvo que reconocer con Sinuhé que aquella versión resultaba más lógica y natural que la de un Adán súbitamente nacido del barro rojo. Ambos, desde niños, se habían hecho la misma pregunta: ¿Es que antes de la creación de Adán y Eva no había otros seres humanos sobre la Tierra?

—Pero, si aceptamos la Quinta Revelación —esgrimió la hija de la raza azul—, ¿dónde y cuándo encajamos a Adán y Eva? ¿O es que no existieron?

—Te adelantaré una opinión personal. A pesar de sus simbolismos, mezcolanzas, lagunas y, en ocasiones, inoportunos añadidos, la Biblia tiene razón. Por lo poco que sé, Adán y Eva existieron. Pero, ni fueron nuestros primeros padres (en el sentido físico de la expresión), ni su historia ha sido escrita y transmitida con fidelidad. En esos archivos secretos de IURANCHA, que tú y yo debemos encontrar, está la verdad. La verdad (según la Quinta Revelación, claro) sobre quiénes fueron Adán y su compañera y sobre los sucesos que protagonizaron… Gloria exclamó sin poder contenerse: —¿Y a qué esperamos?

Sinuhé señaló al cielo, al tiempo que le pedía calma. Recuerda… la luna nueva.

Y el portavoz de la Escuela de la Sabiduría se introdujo de nuevo en aquellas últimas páginas en las que se recogía la definitiva dispersión de la raza andónica…

—Al mismo tiempo que los descendientes de los famosos gemelos poblaban Europa y las tierras de Asia, el nivel cultural y espiritual de las tribus retrocedió lamentablemente. Sus luchas y diferencias no tardaron en reactivarse, prolongándose por espacio de más diez mil años. Aquélla tenebrosa Era finalizaría con la aparición de un humano excepcional: Onagar. Según dice la Quinta Revelación, este andonita nació hace ahora (1984) 983 373 años. Asumió la jefatura de la mayor parte de los clanes y, a la manera del primer profeta y conductor espiritual de la Humanidad, los pacificó, haciéndoles adorar, por primera vez en IURANCHA, a Aquél que da el aliento a los hombres y animales.

—Yo creía que Andon y Fonta adoraban a Dios…

—No —aclaró Sinuhé—; la filosofía de los gemelos fue muy confusa. Andon terminó adorando al fuego, a causa del gran bienestar que les proporcionaba. Y aunque la razón le empujaba hacia la adoración del Sol, esta fuente resultaba muy lejana y aquel humano primigenio, como tantos otros, cayó en la veneración del fuego.

Desde los primeros tiempos de su existencia como humanos, los andonitas experimentaron un profundo temor por las fuerzas de la Naturaleza. No comprendían el trueno, ni el rayo, ni tampoco el viento o la lluvia. Pero el hambre, verdadero motor de sus vidas, les conduciría finalmente a la adoración de determinados animales. Para Andon y sus hijos, la carne de estas criaturas fue un símbolo de potencia creativa y fertilidad. Y de vez en cuando establecían la costumbre de designar algunos de estos animales como objeto de veneración. En esas épocas, el animal elegido era pintado, casi siempre de forma tosca, en las paredes de las cavernas. Más adelante, al progresar, estos dioses-animales fueron representados con mayor perfección y sensibilidad. Y esos pueblos adánicos aprendieron a renunciar a comer la carne del animal venerado por la tribu. Para crear una impresión más fuerte en el espíritu de los jóvenes, llegaron a establecer toda una serie de ritos y ceremonias en torno a estos animales sagrados. Y más tarde, estas celebraciones primitivas se transformarían en auténticos sacrificios. Éste, ni más ni menos, es el origen de la introducción de sacrificios rituales y cruentos en el culto. La idea fue sostenida, incluso, por Moisés, y conservada por san Pablo bajo la forma de la doctrina de rescate por efusión o derramamiento de sangre. Sinuhé acudió a los Evangelios y leyó en Hebreos (9, 22): —Dice Pablo: Por lo demás, según la Ley, casi todo es purificado con la sangre, y sin derramamiento de sangre no hay remisión. Pero sigamos con los andonitas y ese curioso personaje, Onagar. El alimento, como venía diciéndote, tenía una importancia capital para aquellas gentes. Hoy, quizá, a nosotros nos cuesta comprenderlo. Sin embargo, según la Quinta Revelación, este vital capítulo en las vidas de los primeros humanos llevaría a Onagar (el gran instructor) a la confección de la primera oración de la que se tiene constancia en la Tierra. Dice así: ¡Oh, soplo de Vida! Danos hoy nuestro alimento diario. Líbranos de la maldición del hielo. Sálvanos de nuestros enemigos de los bosques y recíbenos con misericordia en el Gran Más Allá.

—¡La primera oración humana! —musitó Gloria.

—La primera, sí. Pero aquel providencial Onagar llevaría a cabo otras muchas y memorables acciones.

Onagar —prosiguió Sinuhé— tenía su cuartel general en Obar, una colonia situada en la orilla septentrional del antiguo mar Mediterráneo, en lo que hoy es la región del mar Caspio. Era un punto estratégico, en el que la ruta procedente de la Mesopotamia meridional hacia el Norte se cruzaba con los caminos del Oeste, hacia Europa. Y desde allí, Onagar fue enviando educadores a todas las tribus, con la misión de propagar su fe en una Deidad única y en una vida futura que él llamaba el Gran Más Allá. Fueron en realidad los primeros misioneros de IURANCHA. Y gracias también a Onagar, los andonitas empezaron a cocer la carne. La asaban sobre piedras previamente calentadas o en la punta de sus bastones. Ésta sana costumbre, sin embargo, terminó por perderse y los descendientes retornaron a la ingestión de Carne cruda y sanguinolenta, con los consiguientes riesgos sanitarios. Éste gran maestro, filósofo y jefe espiritual de la raza andónica, fue el primer artífice de lo que hoy podríamos definir como progreso. Instituyó un gobierno tribal y pionero en la Tierra, organizando a los hombres de acuerdo con auténticas pautas sociales. Y murió a los 69 años, legando a la Humanidad toda una prometedora Edad de oro. La primera de IURANCHA. Desgraciadamente, tras este florecimiento humano, los nuevos pueblos fueron olvidando las enseñanzas de Onagar, cayendo un progresivo caos, idolatría y bestialidad.

Y relata la Quinta Revelación que, aunque Andon y Fonta y muchos de sus descendientes recibieron sus respectivos ajustadores de pensamiento, fue a partir de Onagar cuando innumerables ajustadores y ángeles guardianes llegaron a la Tierra.

Pero, como te decía, aquella primitiva Humanidad, lejos de progresar tal y como estaba previsto, retrocedió. Y durante casi 500 000 años, hasta el momento en que IURANCHA recibió a su primer príncipe planetario (el nefasto Caligastía), los hombres se extendieron por el mundo, cegados por las más tétricas tinieblas espirituales que podamos imaginar.

Y la Quinta Revelación finaliza esta agitada historia de los gemelos con las siguientes palabras: Andon y Fonta, los admirables fundadores de la raza humana primigenia, recibieron la consagración de su valor en el momento del juicio de IURANCHA, después de la llegada de Caligastía. Y en el momento conveniente emergieron del mundo de Moroncia o de las Casas, con el estatuto de ciudadanos de Jerusem. Aunque jamás han sido autorizados a regresar a la Tierra, son conocedores de la raza que fundaron, se angustiaron por la traición del príncipe planetario y se entristecieron con el fracaso de Adán y Eva. Pero se regocijaron infinitamente con la noticia de que Micael había escogido su mundo como escenario de su encarnación última.

Andon y Fonta se fusionaron en Jerusem con sus respectivos ajustadores mentales, como también lo hicieron muchos de sus hijos, incluido Sontad. Sin embargo, la mayor parte de sus descendientes, incluso muchos inmediatos, sólo lograron la fusión con el Espíritu. Poco después de su llegada a Jerusem, los gemelos recibieron del Soberano del sistema la autorización para volver al Primer Mundo de Moroncia y, desde allí, servir a los peregrinos ascendentes de IURANCHA. Fueron agregados a esta misión por un tiempo indeterminado. Con ocasión de las presentes revelaciones, Andon y Fonta trataron de hacer llegar sus mejores votos para IURANCHA, pero su petición fue sabiamente declinada.

Éste (concluye la Quinta Revelación) es el capítulo más heroico y apasionante de la historia de IURANCHA: el relato de la lucha por la vida, de la muerte y de la supervivencia eterna de los padres extraordinarios de toda la Humanidad.

Sinuhé había vuelto a mencionar un nombre que intrigaba poderosamente a la hija de la raza azul: Caligastía, el príncipe del planeta IURANCHA. Y preguntó por él. Su amigo vino a repetirle lo que ya sabía:

—Hay varios momentos en la Quinta Revelación en los que la información se detiene. Y éste es uno de ellos… Sabemos que el primer príncipe planetario de la Tierra fue el tal Caligastía. Sabemos también que apareció en IURANCHA hace aproximadamente 500 000 años. Es decir, cuando los descendientes de Andon y Fonta habían caído, como te informaba, en una era de tinieblas. Sabemos igualmente que este ser celeste y su Estado Mayor (si me permites la licencia) jugaron un papel decisivo en el resurgimiento de la Humanidad.

Pero algo fracasó. Y ese algo es lo que tú y yo debemos averiguar. Mis informaciones señalan a Lucifer como responsable directo de ese problema o lo que fuera, que tan nefastas repercusiones tuvo y sigue teniendo para el planeta. Y puedo decirte únicamente que la Quinta Revelación deja entrever que ese fracaso del príncipe de IURANCHA pudo estar relacionado con la rebelión. Pero, si he de ser sincero, todo son especulaciones. La verdad no la sabemos. La verdad está escondida en esos archivos secretos que tenemos que encontrar…

¿Quinientos mil años? ¿Caligastía? ¿Un Estado Mayor celeste? ¿Un fracaso? ¿Lucifer y su motín?

Eran demasiadas interrogantes para la hija de la raza azul e, incluso, para Sinuhé. Pero la irritante situación, en lugar de desmoralizarles, avivó su curiosidad. Sí, era preciso hallar esos malditos archivos secretos y saber qué fue lo que sucedió en esa oscura y remota época de la Humanidad.

—¿Y qué sigue pintando en todo esto —insistió Gloria— la que tú llamas raza azul?

—A eso iba. Según consta en esta documentación secreta, justamente en los tiempos en que Caligastía fue enviado a IURANCHA (hace medio millón de años, como sabes), surgieron en el planeta los primeros individuos de color. Y según la Quinta Revelación, esos seres humanos nacieron del mismo padre y de la misma madre: dos ejemplares de notable inteligencia, asentados entonces en una tribu del noreste de la actual India. Ésa familia fue conocida como Sangik. Tuvieron diecinueve hijos: cinco rojos, dos anaranjados, cuatro amarillos, dos verdes, cuatro azules y dos violáceos. Y de éstos arrancarían todas las razas de color conocidas en la Tierra. Gloria, estupefacta, miró a su amigo con una benevolencia exenta de ironía.

—Lo sé —se adelantó Sinuhé, adivinando el profundo escepticismo de su interlocutora—, sé lo que estás pensando… Pero, déjame que cumpla con la primera parte de mi cometido: informarte de lo que dice textualmente esa revelación…

La extraordinaria mezcla de razas que tuvo lugar en IURANCHA (prosigue el texto) a causa de las migraciones y guerras ha dado lugar a una situación que no resulta fácil de concretar y definir.

Digamos simplemente que las razas anaranjada Y verde han sido prácticamente exterminadas. Que la roja, expulsada de Asia por la amarilla, emigró hacía la actual América por el puente terrestre de Bering. Que las razas de tipo negroide son originarias de la índigo o violácea y que la blanca desciende de aquellos primeros individuos de piel azulada.

—¡La raza azul! —exclamó Gloria. Entonces, no comprendo… Si el hombre blanco actual procede de esa primitiva raza azul, ¿cómo dices que yo soy la hija de la raza azul? El desconcierto que provocó aquel pasaje en la señora de la Casa Azul era comprensible. Y Sinuhé trató de dejar las cosas en su lugar.

—No te precipites. Hay algo que todavía ignoras…

—Tienes razón en un punto —le mostró el miembro de la Logia secreta—. Yo, un hombre de raza blanca, como tantos y tantos millones en el mundo, probablemente procedo de esa supuesta raza azul de la que habla la Quinta Revelación. Pero tu caso es distinto…

Gloria le fulminó con la mirada.

—¿Qué quieres decir?

—Según informaciones corroboradas por mí y por otros… digamos amigos, de los que no puedo hablarte por ahora, tú, Gloria, eres una de las últimas representantes de otra raza azul. Una raza de la que no te he hablado aún, entre otras razones porque apenas si dispongo de información. Gloria hizo un mohín que reflejaba su desesperación ante semejante galimatías.

—Hubo, según esto, una raza azul primigenia —continuó Sinuhé con una parsimonia de paquidermo—, nacida de esa familia llamada Sangik, hace unos 500 000 años. Y de esos supuestos cuatro individuos azules, se derivaron los hombres blancos. Pero, mucho tiempo después… Insisto: siempre según la Quinta Revelación…

Aquél enésimo inciso hizo estallar a Gloria:

—¡Por Dios santo! ¿Quieres ir al grano?

—Sí, perdona…

Sinuhé comprendió la lógica impaciencia de su alumna. E intentó no caer en nuevos rodeos ni circunloquios.

—… Muchos años más tarde (no puedo precisarte la fecha), cuando los primeros individuos azules ya habían desaparecido para dar paso a los blancos, IURANCHA vivió otro suceso extraordinario: la llegada de unos seres ajenos a la Humanidad (fíjate bien en esto) de color azul o quizá violeta. Esto último tampoco aparece claro en la Quinta Revelación. Y esos seres, quizá celestes, procrearon nuevos humanos, que también se multiplicaron y extendieron por el globo terráqueo. Y según mis informaciones, tú (precisamente tú) eres la última, o una de las postreras, representante o hija de esa segunda raza azul… Gloria permaneció en silencio. Apenas si tuvo fuerzas para susurrar.

—¿Yo?… Pero ¿quiénes eran esos padres de la segunda raza azul?

Sinuhé no respondió.

Gloria sabía que su amigo ocultaba —como casi siempre— mucho más de lo que contaba. E hizo lo imposible por presionarle. Pero el investigador presentaba una faz impenetrable. Sin embargo, en esta ocasión, fue sincero:

—Te engañaría si no te dijera que tengo (o tenemos) una mortificante sospecha de quiénes fueron en realidad esos progenitores de la última y trascendental raza azul… Pero me ha sido terminantemente prohibido que difunda lo que, en verdad, sólo es una presunción. Confía en mí. Ésa, querida amiga, es otra de las razones por la que estoy aquí, contigo: debemos desvelar el misterio que ha rodeado a esos padres de la segunda raza azul.

—¿Por qué? —esgrimió Gloria, intentando que su amigo mordiera el cebo—. ¿Por qué es tan importante saber quiénes fueron esos seres llegados de fuera…?

Sinuhé se limitó a dibujar una interminable sonrisa y la señora de la Casa Azul debió resignarse.

La acelerada instrucción de la hija de la raza azul estaba prácticamente terminada. Y así se lo hizo ver Sinuhé, cerrando su voluminosa y misteriosa fuente de información: la que él denominaba la Quinta Revelación.

—Si no he comprendido mal —recapituló Gloria—, nuestra misión consiste en localizar los archivos secretos de IURANCHA, en poder de los rebeldes desde que estalló la rebelión de Lucifer. ¿Correcto?

Sinuhé movió la cabeza silenciosa y afirmativamente.

—… Si no me equivoco —prosiguió su compañera, que había recuperado su habitual equilibrio—, en esos archivos está la información completa sobre las causas de esa rebelión, sobre sus consecuencias en la Tierra y sobre la identidad de esos seres que procrearon en IURANCHA la raza azul de la que, según tú, yo formo parte…

—Y olvidas algo. En esos archivos se encuentra también la posible explicación de por qué fracasó Caligastía y de quiénes fueron en verdad Adán y Eva y cuál pudo ser la naturaleza de su histórico error…

—¿Y pretendes que tú y yo —sentenció Gloria con incredulidad— descubramos esos archivos? ¡Estás loco!

—En todo caso —la corrigió con afecto—, ¡maravillosamente locos! Gloria asintió.

—¿Hay más preguntas? —intervino Sinuhé, por cuya mente rondaba nuevamente la idea de visitar la torre del viejo caserón del Ayuntamiento. Faltaban 48 horas para la luna nueva y el reloj seguía corriendo.

—¿Más preguntas? ¡Miles, diría yo! Pero, de momento, sólo quisiera plantear una… O quizá no pase de una simple reflexión…

—Tú dirás…

—Si el nacimiento o siembra de la Vida en nuestro inundo fue obra de los llamados Portadores de Vida, y si estos seres celestes se mueven y actúan según unos planes o patrones perfectamente estudiados, ¿por qué la Humanidad de IURANCHA ha fracasado?

Sinuhé respondió a la dura y directa interrogante con un grave silencio inicial. Después, retornando sus documentos, buscó entre las páginas de la Quinta Revelación.

—Podemos hablar de fracaso… a medias. Y te adelanto que buena parte de ese relativo fallo de los hombres pudo tener sus raíces en otros seres… que no son humanos. Como ves, volvemos a uno de los objetivos de nuestra misión. Pero, ya que has planteado el asunto, déjame que te exponga algunas de las nociones que, en este sentido, dicen haber transmitido los propios Portadores de Vida y que se encuentran contenidas en estas revelaciones. Para empezar, IURANCHA, como sabes, es un planeta decimal. En consecuencia, sujeto a mayores problemas de indisciplina y alteraciones de lo que parece ser el plan cósmico universal…

—En otras palabras —simplificó Gloria—, que somos conejitos de indias…

—Si la Quinta Revelación es cierta, esa expresión (aunque con cierta base) resultaría, cuando menos, irreverente…

—¡Disculpa! Sabes que no es mi intención… Sinuhé continuó. En el fondo, él también lo había pensado alguna vez. Pero la perspectiva cambiaba cuando uno tenía acceso a aquella parte de la secreta información.

—Hemos visto cómo Andon y Fonta, los gemelos y nuestros primeros padres, surgieron de un tronco que tuvo dos grandes ramificaciones: una regresiva, que dio origen a los monos, y otra progresiva, de la que floreció el ser humano propiamente dicho.

Y ese tronco común, según la Quinta Revelación y la ciencia de hoy, pudo estar formado por unos seres homínidos o prehumanos. ¿Quién sabe? Quizá esos Australopithecus cuyos restos han sido hallados en África…

Con esto quiero conducirte a una pregunta clave: ¿crees que la súbita aparición de los gemelos en una familia de prehumanos o primates se debió a una casualidad? ¿O pudo ser fruto de una evolución…, inteligentemente conducida?

La señora de la Casa Azul, tal y como suponía el miembro de la Escuela de la Sabiduría, no se pronunció. ¿Quién podía y quién puede, a la luz de la razón, desentrañar semejante enigma?

Y Sinuhé —después de advertir a su compañera de la dificultad de algunos de los términos que se disponía a desvelarle—, arremetió con la que sería la última Información, antes de la gran partida.

—En relación a lo que ellos (los Portadores de Vida) llaman el supercontrol de la evolución, estos documentos dicen, entre otras cosas, que la vida material evolucionaria (vida anterior a la aparición de la inteligencia propiamente dicha) resulta de una colaboración entre los Maestros Controladores Físicos y del ministerio de Transmisión de Vida, a través de los Siete, Espíritus Maestros en conjunción con los activos cuidados de los Portadores de Vida responsables. Como consecuencia del funcionamiento coordinado de esta triple actividad creadora, se desarrolla una aptitud físico-orgánica para pensar mecanismos materiales destinados a reaccionar inteligentemente a los estímulos del medio externo y, posteriormente, a los que llegan del propio órgano pensante. Según esto, hay tres niveles de generación y evolución de la vida:

1. El nivel físico-energético, o producción de la aptitud mental.

2. El ministerio de inteligencia de los espíritus agregados, precediendo y preparando la aptitud espiritual.

3. La dotación espiritual de la inteligencia humana, que culmina con la concesión de los ajustadores de pensamiento.

Los niveles no enseñables de reacción maquinal del organismo al entorno constituyen el dominio de los Controladores Físicos. Los Espíritus Mentales Agregados activan y regulan los tipos de inteligencia adaptables o no maquinales (mecanismos de reacción de organismos capaces de aprender por experiencia). Y al igual que los Agregados Espirituales manipulan las potencias de la mente, los Portadores de Vida ejercen un control discrecional considerable en los aspectos ambientales de los procesos evolucionarios, hasta el momento en que aparece la voluntad humana, la aptitud de conocer a Dios y la facultad de escoger adorarle.

Es la actividad integrada de los Portadores de Vida, de los Controladores Físicos y de los Agregados Espirituales la que condiciona el curso de la evolución orgánica en los mundos habitados…

Sinuhé levantó la vista, percibiendo cómo Gloria, obviamente, había vuelto a perder el hilo de aquellas enigmáticas palabras.

—Quizá pueda resumirte todo lo anterior —intervino el investigador— con una frase tan sencilla como trascendental: la evolución, en IURANCHA o en cualquier otro planeta, es siempre premeditada y nunca accidental.

—Eso no les gustará a los científicos y racionalistas —susurró Gloria, divertida.

—No, evidentemente… Pero a ti y a mí nos traen sin cuidado.

—Por lo que veo, tal y como sospechaba, esos curiosos Portadores de Vida —comentó Gloria— han ejercido un papel importantísimo en la siembra de la Vida…

—En la siembra —rectificó Sinuhé— y en algo más… Observa lo que dice a continuación: Estos seres (los Portadores) están dotados de potenciales de metamorfosis de la personalidad. Un poder que pocos órdenes de criaturas celestes poseen… El investigador hizo una pausa. Y, bajando la voz, confesó a su compañera:

—Si es verdad que algún día llegamos a resucitar en esos Mundos de Moroncia, ¿sabes qué papel o nuevo oficio me complacería más?

La hija de la raza azul conocía bien las viejo amigo. Así que aguardó cualquier disparate.

—Portador de Vida… Si todo esto fuera cierto, y suponiendo que pueda escoger, me encantaría poder dedicar mi tiempo a la siembra de la Vida por otros mundos…

Gloria no supo si hablaba en serio o en broma.

—Pero sigamos. ¿Qué sucede cuando esos Portadores de Vida se preparan para una nueva siembra, tal y como parece ser que aconteció en IURANCHA?

—Una vez elegido el lugar idóneo para tal siembra, los Portadores (dice la Quinta Revelación) convocan a la llamada Comisión Arcangélica de Transmutación. Éste grupo lo integran diez órdenes de personalidades diversas, comprendiendo a los Controladores Físicos y a sus asociados. Preside la Comisión el jefe de los arcángeles, actuando así por orden de Gabriel y con la autorización de los Ancianos de los Días. Cuando estos seres se encuentran en circuito pueden efectuar en los Portadores de Vida modificaciones que les permitirán operar de inmediato en el nivel físico de la electroquímica.

Una vez formulados los arquetipos de vida, fíjate qué importante es esto —continuó Sinuhé—, y que las organizaciones materiales han sido completadas debidamente, las fuerzas supramateriales implicadas en la propagación de la Vida se activan y la Vida nace: se manifiesta.

En esos momentos, los Portadores de Vida son inmediatamente recolocados en el estado mediano habitual (casi moroncial) de su personalidad. En ese segundo nivel, los Portadores pueden manipular los elementos vivientes y maniobrar los organismos en evolución, pero ¡ojo!, ya no pueden crear ni organizar nuevos arquetipos o formas de materia viviente. Pero es más: cuando la evolución orgánica sigue ya un cierto curso y el discernimiento o libre albedrío (de tipo humano) hace su aparición en los organismos más elevados, estos Portadores se ven en la necesidad de salir del planeta o de hacer promesa de renuncia… Gloria, que seguía escuchando aquel nuevo texto de la Quinta Revelación con gran curiosidad, preguntó:

—¿Y si esos planes evolutivos de los Portadores fallan?

—Pues, en ese caso, la sabiduría de estas personalidades celestes llega a tal extremo que, según tengo entendido, existen otras medidas de corrección. Por ejemplo: unos seres cósmicos llamados…

Sinuhé dudó. ¿Debía pronunciar aquellos nombres, si ni siquiera estaba seguro?

—… Unos seres cósmicos llamados Adán y Eva —concluyó al fin. La señora de la Casa Azul, afortunadamente para Sinuhé, no cayó en la cuenta de lo que acababa de adelantarle. Y éste, rápida y astutamente, aprovechó aquel lapsus de su compañera, enfrascándose de nuevo en el tema de los Portadores de Vida.

—En otras palabras: que estos increíbles seres celestes (los Portadores), una vez terminada su tarea, tienen que comprometerse a no intervenir en la evolución orgánica. Sea cual fuere el resultado.

Si los Portadores no abandonan el mundo (escucha hasta qué extremo existe un control de la Vida) y, como segunda alternativa, deciden hacer voto de renuncia, permaneciendo así en el planeta para aconsejar en el futuro a aquellos que tendrán la misión de proteger a las criaturas recién evolucionadas, se convoca a una comisión de doce miembros, presidida por el jefe de las Estrellas de la Tarde. Éstas doce personalidades actúan por encargo del Soberano del sistema en cuestión y con la debida autorización de Gabriel. Y en ese caso, los citados Portadores de Vida son transmutados al tercer nivel o fase de su existencia: el llamado semiespiritual. El Portador de Vida de Nebadon que dio a conocer esta parte de la Quinta Revelación dice de sí mismo, en este sentido: Yo he actuado siempre en IURANCHA bajo esta tercera fase o forma de existencia, después de la época de Andon y Fonta. Esperamos con satisfacción el momento en que el universo será anclado en la luz de la vida, tal vez un cuarto estado de existencia en el cual seremos totalmente espirituales; pero la técnica por medio de la cual podremos alcanzar este superior y deseable estado o naturaleza nunca nos ha sido revelada.

—¿Tres o cuatro niveles o fases de existencia? —interrogó Gloria, creyendo haber entendido mal.

—Tres estados, sí, para esos Portadores de Vida. Primero: el físico de la electroquímica. Segundo: la fase mediana o casi moroncial, que (dice aquí) sería una materia a caballo entre lo físico y lo espiritual. La materia que constituirá nuestro soporte físico o cuerpo, una vez resucitados… Y tercero, el nivel semiespiritual avanzado, que es el estado en el que se encuentra dicho Portador de Vida en estos momentos. Y aún debe de existir un cuarto nivel o fase… Pero sigamos con nuestra historia: ¿cómo surgió el hombre en la Tierra y cómo actuaron esos Portadores de Vida?

—La historia de la ascensión de los humanos (reza la Quinta Revelación), desde el estado de alga marina hasta el dominio de las creaciones terrestres, no es más que una epopeya de combates biológicos y de supervivencia mental…

—¿Quiénes fueron, concretamente, los primeros y auténticos antepasados del hombre?

—Aunque nos duela, procedemos del barro y del limo (literalmente) depositados en el fondo de los mares interiores y de las lagunas de aguas cálidas y estancadas en las costas de aquéllos. Ahí, según estos datos, establecieron los Portadores las tres implantaciones de Vida, pero, de aquellos tipos primitivos de vegetales marinos que participaron y propiciaron los históricos cambios hasta dar lugar a la vida animal, muy pocos subsisten hoy en día. Las esponjas, por ejemplo, constituyen uno de esos heroicos supervivientes… Los animales monocelulares de tipo primitivo no tardaron en formar colonias, como ocurre con los corales y las familias de la medusa. Más tarde aparecieron, por evolución, las estrellas de mar, crustáceos, holoturias, erizos, insectos, arácnidos, etc., así como los grupos más próximos a las lombrices y sanguijuelas, seguidas después por los moluscos, ostras, pulpos y caracoles. Centenares de especies surgieron y perecieron. Las que mencionamos (prosigue la Quinta Revelación) son aquellas que sobrevivieron pero que, al igual que la familia de los peces, aparecidas más tarde, representan en la actualidad los tipos de animales estacionarios que no consiguieron progresar… El escenario se hallaba, pues, preparado para la aparición de los primeros animales vertebrados: los peces. Y de éstos, con el paso de millones de años, se derivaron dos modificaciones excepcionales: la rana y la salamandra… Sinuhé miró a Gloria y comentó con una punta de ironía: —Y aquí dice, en definitiva, que el hombre es hombre gracias a la rana. Fue ésta la que, al parecer, como ya vimos, inauguró la larga serie de diferenciaciones que desembocarían en el ser humano propiamente dicho…

—¿La rana? Quién lo diría…

—Sí, según esto, se trata de uno de los más antiguos supervivientes de entre los ancestros de la raza humana. La hija de la raza azul recordó entonces —quizá por asociación de ideas—, ese antiguo cuento infantil, en el que un príncipe es presa de malignos encantamientos y transformado en sapo o rana y viceversa. Y se preguntó el porqué de la existencia de dicho cuento. ¿Es que en lo más íntimo de los genes humanos late aún algún tipo de información que nos recuerde este remoto pasado?

—La rana —había continuado el investigador— es el único antecesor de la raza humana que sigue vivo sobre el planeta. Todas las especies intermedias entre la rana y el esquimal han desaparecido. Las ranas permitieron el nacimiento de los reptiles (muchas de cuyas familias también se han extinguido) y éstos, a su vez, propiciaron la aparición de las aves y otros órdenes de mamíferos. El más grande hito de toda la evolución prehumana se logró cuando el reptil consiguió volar en forma de pájaro.

En total aparecieron sobre IURANCHA catorce phylum (especie celular madre de una serie de seres que forman una rama zoológica)…

—No son muchos —terció Gloria.

—No, es verdad. Los peces forman el último y ninguna clase nueva se ha desarrollado después de los pájaros y mamíferos. Y te seguirás preguntando cómo fue la manipulación de esos Portadores de Vida para que terminara por arrancar nuestra especie: la humana. Fue a partir de un pequeño y ágil dinosaurio. De un reptil de costumbres carnívoras, pero dotado de un cerebro relativamente importante…

—¿Procedemos de un dinosaurio? —clamó la lija de la raza azul.

—No del todo. Fueron los primeros mamíferos placentarios los que, según estos papeles, nacieron de ese dinosaurio. Y esos mamíferos placentarios (de los que la familia de los canguros es un ejemplo) se desarrollaron vertiginosamente y por caminos bien distintos No sólo dieron lugar a las variedades comunes y conocidas hoy en día, sino también a formas marinas, como el caso de la foca y ballena. También se registraron variantes aéreas, como por ejemplo los murciélagos. El hombre evolucionó, por tanto, a partir de los mamíferos superiores, derivados principalmente de la implantación llevada a cabo en las áreas occidentales del planeta; sobre todo, en la efectuada en los antiguos mares abrigados y con una orientación Éste-Oeste. En cuanto a los grupos oriental y central de organismos vivientes progresaron favorablemente en un principio hacia los niveles prehumanos de existencia animal. Pero, a medida que pasaron las Eras, ese foco oriental de vida fue incapaz de alcanzar un nivel satisfactorio de cara a un posible Estatuto Prehumano de Inteligencia. Sufrió pérdidas irreparables en sus tipos más prometedores y de mayor elevación en su plasma germinativo, de tal forma que acabaron por desaparecer.

Como la cualidad de aptitud mental en desarrollo fue claramente inferior en el grupo oriental, en comparación con los otros grupos, los Portadores de Vida (con el consentimiento de sus superiores) manipularon el medio ambiente de forma que proporcionase ventajas a las tendencias prehumanas inferiores de la vida evolutiva. Y según las apariencias exteriores, la eliminación de los grupos inferiores de criaturas fue accidental. La realidad fue otra: todo estuvo perfectamente premeditado.

En una fecha ulterior al despliegue evolucionario de la inteligencia, los antecesores lemúridos de la especie humana se encontraban mucho más avanzados en América del Norte que en el resto de las regiones. Fue por ello (sigue la Quinta Revelación) que se les indujo a dejar el marco de la implantación de la vida en el Occidente de IURANCHA para pasar por el puente de Bering, a lo largo de la costa, hacia el sudoeste de Asia, tal y como ya conoces. Allí continuaron evolucionando, beneficiándose de ciertas tendencias aportadas por el grupo central de vida. El hombre, pues, evolucionó a partir de ciertas líneas vitales del centro-oeste, pero en las regiones del centro-este del mundo.

Y así llegamos a la Era glaciar: época en la que surge por vez primera una pareja humana: los gemelos Andon y Fonta…

—¿Y por qué justamente en ese momento y no en otro? —preguntó Gloria con su característico sentido práctico.

—Al parecer, los Portadores de Vida fijaron esa Era por una razón básica: los rigores y la severidad climatológica (dice la Quinta Revelación) de esa Era glaciar estaban perfecta y minuciosamente programados para obtener un fin: estimular la producción de un tipo robusto de ser humano, dotado de una prodigiosa aptitud de supervivencia. Sinuhé contempló a su amiga y se limitó a apostillar: —Extraño. Muy extraño.

Pero no es menos extraño lo que viene a continuación —afirmó el miembro de la Escuela de la Sabiduría, enlazando con otro capítulo no menos polémico—. El día que esta Quinta Revelación se haga definitiva y oficialmente pública en todo el mundo, no será fácil explicar a los pensadores cómo se produjeron algunos de los aparentemente grotescos sucesos que han rodeado la evolución humana. A despecho de las teorías e hipótesis más de moda, todas esas evoluciones de los seres vivos han seguido un plan preconcebido. Sin embargo (siguen narrando los Portadores de Vida), cuando esos arquetipos vivientes comienzan a funcionar por si mismos, nosotros no tenernos el derecho a intervenir de forma arbitraria en su desarrollo.

—¿Qué quiere decir esa última afirmación?

—Que los Portadores pueden utilizar todos los resortes naturales posibles y todas las circunstancias fortuitas susceptibles de contribuir al progreso evolutivo de la experiencia de vida, pero no les está permitido intervenir mecánicamente en la evolución vegetal o animal, ni tampoco obrar a su antojo en el curso y orientación de la misma.

—¿Y sí aquella famosa rana —repuso Gloria con agudeza— hubiera sufrido un lamentable accidente? Según eso, ¡adiós Humanidad…!

Sinuhé movió la cabeza en señal de desaprobación.

—Nada de eso. El Portador de Vida de Nebadon, residente en IURANCHA y autor de esta parte de la Quinta Revelación, sale precisamente al paso de ese argumento y dice: Vosotros habéis aprendido que los mortales de IURANCHA se desarrollaron por evolución, a partir de una primitiva rana y que esta línea ascendente fue iniciada potencialmente por una única rana que escapó, por poco, a la destrucción. No debernos deducir de ello que la evolución de la Humanidad hubiese quedado detenida por un accidente semejante y en aquel crítico momento… Sinuhé interrumpió la lectura y rogó a su compañera que meditara sobre el pasaje que estaba a punto de leer.

—En esos tiempos (dice el Portador de Vida), observábamos y cuidábamos, por lo menos, un millar de líneas de vida: mutantes, diferentes y muy alejadas las unas de las otras, que habrían podido ser dirigidas hacia diversos arquetipos de desarrollo prehumano. La rana ancestral en cuestión representaba nuestra tercera selección. Las dos primeras líneas fracasaron, a pesar de todos nuestros esfuerzos por conservarlas.

—Es decir —concluyó la señora—: que todo estaba preestablecido y programado…

—Es increíble hasta qué extremos —añadió Sinuhé con una estela de fatalismo—. Aquí se dice que, incluso la pérdida de los gemelos antes de que hubiesen procreado descendencia no habría podido impedir la evolución humana. Sólo la habría retrasado.

—En otras palabras, que si no partíamos de la rana, lo hubiéramos hecho del cocodrilo o del caballo.

Sinuhé no prestó excesiva importancia a las irónicas frases de Gloria, Y continuó:

—Después de la aparición de Andon y Fonta y antes que los potenciales mutantes humanos de la vida animal fueran agotados, no evolucionaron menos de 7 000 líneas favorables que habrían podido alcanzar un tipo humano de desarrollo. Por lo demás, muchas de estas buenas líneas fueron asimiladas más tarde por las diferentes ramas de la especie humana, en plena expansión.

Se hizo el silencio. Y ambos cruzaron una significativa mirada. Una mirada que quizá hubiera podido traducirse a los siguientes términos:

¿Nacerá en un futuro un nuevo tipo de hombre, partiendo, precisamente, de alguna de esas líneas de animales con capacidad de mutación?

¿Es que la Divinidad y sus intermediarios pueden tener previsto, incluso, la extinción de la raza humana actual y el nacimiento en próximas épocas de un hombre nuevo?

Fue Gloria, una vez más, quien se atrevió a formular en voz alta aquellos pensamientos.

Su amigo, aunque en este aspecto no parecía muy conforme con la Quinta Revelación, hizo un gesto de impotencia y prosiguió la lectura:

—La Humanidad debe resolver sus problemas de desarrollo mortal sobre IURANCHA con la ayuda de los recursos humanos que posee. ¡Ninguna raza nueva —leyó remachando cada palabra— evolucionará en el futuro a partir de fuentes prehumanas! ¿Te das cuenta?… Según esto, no habrá nuevas ni futuras humanidades sobre la Tierra. Somos los últimos… Esto no descarta (sigue diciendo la Quinta Revelación), de ningún modo, la posibilidad de que el hombre consiga niveles mucho más altos de desarrollo, manteniendo inteligentemente los potenciales evolucionarios que subsisten aún dentro de las razas humanas. Lo que nosotros, los Portadores de Vida, hacemos por conservar y promocionar antes de que aparezca la voluntad humana en esas líneas vivientes, los hombres deben conseguirlo por ellos mismos, una vez que nosotros nos retiramos de toda participación activa en dicha evolución.

En otras palabras —abrevió Sinuhé—, que, a partir de un determinado momento de la existencia humana, el destino del hombre reposa única y exclusivamente en sus propias manos… Y la inteligencia científica, tarde o temprano, debe reemplazar el caótico funcionamiento de una selección natural no controlada y de una supervivencia… sumida en el azar. En la mente de la hija de la raza azul seguían agitándose las preguntas. Una de ellas, a punto de difuminarse entre tantas cuestiones, reapareció en su cerebro, a raíz del comentario del reportero.

—Si no me equivoco, IURANCHA ha sido uno de los últimos mundos de nuestro universo local —expuso— en el que se ha sembrado la Vida.

—Correcto.

—Bien, en ese caso es lógico imaginar que nuestra forma física es similar a la de otros habitantes de millones de planetas…

—Aunque la Quinta Revelación aclara que IURANCHA ha constituido un ensayo (un planeta decimal), en el que los Portadores de Vida efectuaron su tentativa número sesenta para modificar y mejorar la adaptación al sistema de Satania de los arquetipos de vida de Nebadon, es evidente, por supuesto, que somos los humanos los que nos parecemos a los extraterrestres y no ellos a nosotros… Entre otras razones, porque, de ser cierto todo esto, ellos son mucho más viejos o antiguos en el tiempo. En relación a este tema, los propios Portadores dicen: Está reconocido que hemos realizado numerosos cambios beneficiosos en los tipos estándar de vida. Para ser precisos, hemos elaborado sobre IURANCHA, con resultados satisfactorios, al menos veintiocho particularidades de modificación de la Vida, que serán útiles a todo Nebadon en los tiempos futuros. Sin embargo (y con ello respondo también a tu pregunta), nunca, en ningún planeta, se practica un ensayo de vida que no haya sido previamente estudiado. La evolución de la vida es siempre una técnica progresiva, diferenciada y variable, aunque jamás se utiliza a ciegas, sin control, ni en una dirección experimental que pueda verse súbitamente alterada por lo accidental.

Numerosos rasgos de la vida humana (afirman los Portadores) prueban abundantemente que el fenómeno mortal ha sido inteligentemente concebido y preparado; que la evolución orgánica no es un simple accidente cósmico. Una célula herida es capaz de elaborar ciertas sustancias químicas, por ejemplo, que tienen el poder de estimular y activar las células sanas y vecinas, de manera que éstas segreguen inmediatamente otros productos que facilitan los procesos de curación de la herida. Al mismo tiempo, las células normales e intactas comienzan a proliferar, creando nuevas células, capaces de reemplazar a las que han sido destruidas.

Ésta serie de acciones y reacciones químicas, que promueven en definitiva la curación de las heridas y la reproducción de dichas células, representa la elección (hecha por los Portadores de Vida) de una fórmula que abarca más de cien mil fases y reacciones químicas, con todas sus repercusiones biológicas posibles. Más de medio millón de experiencias científicas fueron efectuadas por los Portadores de Vida en sus laboratorios antes de que adoptasen definitivamente esta fórmula para la experiencia de vida en IURANCHA.

Cuando los sabios de este planeta conozcan estas sustancias químicas curativas, podrán sanar las heridas más eficazmente y, de forma indirecta, controlarán también ciertas enfermedades graves… Después del establecimiento de la vida en IURANCHA, nosotros, los Portadores de Vida, hemos mejorado esta técnica curativa, introduciéndola en otro planeta del sistema de Satania. Y ahora supone un gran alivio contra el dolor, permitiendo que sus habitantes ejerzan un mejor control sobre la capacidad de proliferación de las células normales asociadas…

—Escuchando estos documentos —se lamentó Gloria— parece como si la totalidad del universo viviera en paz, en la belleza y en el progreso. Y nosotros, en cambio, no levantamos cabeza… ¿Por qué? ¿Es que los descendientes de Andon y Fonta hemos cometido algún pecado especial?

Sinuhé atribuyó aquel despiste de su amiga al intenso bombardeo de información de que venía siendo objeto desde hacía días. Lógicamente, su cerebro podía flaquear. Y aunque el miembro de la Logia creía haber respondido ya a estas cuestiones, recordó a Gloria que IURANCHA era un mundo decimal y, en consecuencia, sometido a múltiples peripecias, entre las que figuraba el riesgo de desórdenes.

—Según dice la Quinta Revelación, el hecho de que la raza andónica apareciese antes que los humanos de color y que éstos, a su vez, nacieran en el planeta de una sola familia, demuestra que vivimos en un astro muy singular… Al parecer, nuestro mundo ha sido el primero del sistema de Satania donde esas seis razas de color fueron descendencia directa de una única familia humana. Lo habitual —prosiguió— debe ser que esas razas surjan en líneas diversificadas y como consecuencia de mutaciones independientes en la rama o tronco animal prehumano. La Quinta Revelación afirma que aparecen una a una y sucesivamente, en el curso de larguísimos períodos, empezando por el hombre rojo. La última raza es casi siempre la índiga, que da lugar al negro. Además, ya te informé de otro factor que hizo fracasar (o frenó, cuando menos) la evolución normal de la humanidad: Caligastía. La hija de la raza azul fue recordando…

—En opinión de estos Portadores de Vida, lo habitual en un mundo que nace es que lo que podríamos definir como la voluntad humana no surja y se fortalezca hasta mucho tiempo después de la aparición de esas razas de color…

—Y aquí, en IURANCHA —se adelantó Gloria—, sucedió a la inversa.

—Eso dicen nuestras informaciones.

—¿Fue también un suceso premeditado? Sinuhé respondió con un párrafo textual de la Quinta Revelación: —Estuvo en nuestra intención (refieren los Portadores) el producir tempranamente una manifestación de la voluntad en la vida evolucionaria de IURANCHA y lo conseguimos.

—Andon y Fonta…

—Sí, querida Gloria. Según esos Portadores, la voluntad humana emerge normalmente cuando las razas de color han progresado. Y, en general, el primero en ostentarla es el tipo superior de hombre rojo.

—¿Los que llamamos despectivamente pieles rojas?

—Así es. Como ves, esta información está repleta de sorpresas.

—No nos desviemos del asunto inicial: Caligastía. ¿Qué puedes añadir?

—Poco, muy poco… Debemos ser nosotros quienes llenemos esa laguna. Sin embargo, observa un significativo detalle: este príncipe planetario no viajó a IURANCHA cuando realmente le correspondía, es decir, hace un millón de años: en el tiempo en que los gemelos desarrollaron su voluntad. Así habría sucedido en un mundo normal. Pero en el nuestro, era y es decimal y Caligastía tomó posesión del mismo con 500 000 años de retraso.

—No logro entenderlo…

—Tampoco yo, aunque existe una posible justificación. La Quinta Revelación adelanta que, al ser IURANCHA un mundo decimal o calificado como modificador de Vida, un acuerdo anterior había previsto una especie de experiencia piloto. Ése plan establecía que, durante un largo período, fueran enviados a la Tierra doce Melchizedeks, en calidad de observadores y consejeros de los Portadores de Vida. Dicha comisión vigilaría la marcha de IURANCHA y de la primera raza humana hasta la posterior llegada del príncipe planetario.

—Durante medio millón de años, según esto, la raza andónica y el planeta en general permanecieron bajo la «custodia» de doce Melchisedeks. Pero ¿por qué era necesaria la llegada de un príncipe planetario?

—Así lo establece la organización administrativa de los universos. No lo olvides. Esos príncipes, además, parecen tener otras importantísimas funciones.

—¿Por ejemplo?

—Mejorar las razas humanas, tanto desde un punto de vista puramente físico como intelectual y social, siempre de acuerdo con los planes divinos. Pero, como sabes, Caligastía fracasó… Y nosotros, incluso hoy, estamos padeciendo las consecuencias de ese fallo…, o lo que fuera…

—Porque tú no conoces la naturaleza de ese fracaso —insinuó la señora de la Casa Azul, intentando sorprender una vez más a su hermético informante.

—Si lo supiera —razonó con toda lógica—, ¿qué sentido tendría que nos embarcáramos en esa misión? Lo único que sé es que Caligastía y su séquito hicieron algo lo suficientemente grave como para arruinar el normal proceso evolutivo de nuestra Humanidad.

—Un proceso evolutivo —expresó Gloria con melancolía— desesperadamente lento…

—Supongo que todo depende.

La hija de la raza azul le miró, buscando una explicación a tales palabras.

—Todo depende —aclaró Sinuhé— del concepto que se tenga de ese tiempo.

—Nosotros, al menos, sólo tenemos uno.

—Sí, pero no tiene por qué ser el único. Y no seré yo quién te responda… Uno de estos Portadores de Vida lo hará en mi lugar. Así escribe, hablando precisamente sobre lo que tú planteas: Si estáis sorprendidos de que sea necesario tanto tiempo para efectuar los cambios evolucionarios en el desarrollo de la Vida, os respondería que nosotros no podemos conseguir que los procesos vayan más de prisa. No tenemos ningún control sobre la evolución geológica. Si las condiciones físicas lo permiten estamos capacitados para completar la evolución total de la vida en mucho menos de ese millón de años que fue necesario para IURANCHA. Pero, como sabéis, nos encontramos bajo la jurisdicción de los Dirigentes Supremos de la Isla Eterna del Paraíso, y, allí el tiempo no existe.

La medida del tiempo de un individuo es siempre la duración de su propia vida. Todas las criaturas están así condicionadas por el tiempo y es por ello que consideran la evolución como un proceso interminable. Para aquellos como nosotros, en cambio, en los que la duración de la vida no se halla limitada por una existencia temporal, la evolución no parece una operación tan lenta. En el Paraíso, donde el tiempo no existe, todas estas cosas son presente en el pensamiento de la Infinidad. Y lo mismo que la evolución de la mente depende del lento desarrollo de las condiciones físicas (que la retrasan), así el progreso espiritual está condicionado a la expansión mental. El retraso intelectual lo frena infaliblemente… Gloria rogó al investigador que se detuviera un instante.

—¿Quieres, por favor, explicarme esto último?

—En suma, el Portador de Vida quiere significar que la evolución espiritual no depende de la educación, de la cultura o de la sabiduría. El alma puede evolucionar, independientemente de esa cultura, pero no en ausencia de la facultad mental y del deseo de hacer la voluntad del Padre Universal; en otras palabras: de escoger la supervivencia más allá de la muerte física o primera muerte y de buscar una perfección siempre progresiva. Aunque la supervivencia (dicen los Portadores) puede no depender de la posesión del conocimiento y de la sabiduría, el progreso sí necesita de ello.

—Veamos si lo he comprendido. Si el individuo humano siente la necesidad de encontrar a Dios y lucha por ello, su resurrección está asegurada…

La mirada de Sinuhé brilló con una luz especial. Y su compañera supo lo que iba a responder.

—Según la Quinta Revelación, no hubieras podido definirlo mejor. En los laboratorios cósmicos la mente domina siempre a la materia. Y el espíritu se encuentra vinculado a esa mente. Si estas diferentes dotaciones no llegan a sincronizarse y coordinarse pueden registrarse retrasos en esa evolución. Sin embargo, todo eso es circunstancial. La clave está en ese deseo, en esa búsqueda, en esas ansias de descubrir la Verdad. Ni las limitaciones físicas de nuestra humanidad, ni tampoco la perversidad mental, pueden anular esa maravillosa realidad que supone (o supondrá) la realización espiritual de cada ser humano.

La chispa en los ojos de Sinuhé se hizo penetrante como una daga.

—Tú y otros muchos lo sabéis: la Verdad no es otra cosa que una tenaz búsqueda. La Verdad no es en realidad un fin, sino el camino mismo… Y concluiré mis modestas enseñanzas con unas palabras del Portador de Vida de Nebadon, residente en IURANCHA: cuando las condiciones físicas son maduras, pueden tener lugar evoluciones mentales repentinas. Sinuhé hizo otra breve pausa, intercambiando una mirada de complicidad con la hija de la raza azul.

—Cuando el estatuto de la inteligencia es propicio —prosiguió—, pueden ocurrir transformaciones espirituales… súbitas. Cuando, por último, los valores espirituales reciben la consideración debida, el humano empieza a discernir y desentrañar las hermosas y profundas realidades cósmicas. Y Sinuhé cerró definitivamente aquella Quinta Revelación, concluyendo en los siguientes términos: —Entonces, querida Gloria, sólo entonces, la personalidad aparece progresivamente liberada de las limitaciones del Tiempo y del Espacio.