Nota final
Cuatro décadas después de los acontecimientos descritos en este libro, sir Henry Layard, distinguido explorador, arqueólogo y embajador de Su Majestad británica ante la Sublime Puerta, fue destituido de su cargo tras un cambio de gobierno en Londres.
El gobierno entrante propuso adoptar una postura de dureza con Turquía en Europa. Sir Henry Layard estaba considerado como demasiado amistoso con los orientales.
Disgustado, en vez de regresar a su ancestral casa solariega (adornada, no hace falta decirlo, con Canalettos, por no hablar de las ruinas y frisos de la antigua Tiro), sir Henry y su joven esposa se trasladaron a Venecia, donde habían comprado un palazzo, la Ca’ Capello, no muy lejos, si la memoria no me falla, de la Ca’ d’Aspi.
Una tarde de 1865, cuando iba a subirse a su góndola para regresar a casa, sir Henry fue abordado por un viejo y evidentemente empobrecido individuo que le pidió al milord que le comprara una vieja pintura por cinco libras.
Sin mirar apenas el cuadro, y decidido a no llegar tarde, sir Henry se negó. Subió en la góndola y ésta inició su trayecto.
Al llegar a casa encontró el cuadro apoyado contra su puerta.
Lo colgó en una sala especial, toda dedicada a él.
Lady Layard sobrevivió a su marido veintitrés años. Permaneció en Venecia, muy impuesta de su dignidad como viuda de sir Henry, pero amante de la vida social, sin embargo. Residentes más jóvenes como Henry James conocían el Palazzo Layard como El Refrigerador.
En su testamento, la mujer dejó el cuadro de Mehmet II, pintado por Bellini, a la National Gallery de Londres.
Los detalles sobre el daño sufrido por la pintura, probablemente infligidos cuando fue trasladado de la tabla a la tela, y sobre el profundo trabajo de restauración llevado a cabo en el siglo XIX, pueden obtenerse de la Gallery. Ambos fueron considerados tan extensos que los conservadores han etiquetado el cuadro como atribuido a, más bien que pintado por Gentile Bellini.
La pintura sigue viajando por el mundo. Estuvo recientemente en Venecia y, antes de eso, a finales del siglo XX, atrajo a enormes multitudes cuando fue exhibida en Estambul.
De forma bastante extraña, mientras yo estaba escribiendo este libro, la galería Sotheby’s de Londres vendió un retrato más pequeño de Mehmet II —poco más o menos del tamaño del cuadro que Palieski vio en el Palazzo d’Istria— por casi medio millón de libras.
Era, probablemente, una copia posterior del retrato de Bellini.
En cuanto al álbum de los dibujos del padre del sultán que Gentile Bellini ofreció a Mehmet en 1480, eran, de hecho, dos. Uno en papel, comprado en un mercado de Esmirna en 1823, se encuentra actualmente en el Museo Británico. El otro, más fino, un álbum sobre pergamino, está en el Louvre.
Fue descubierto en el desván de una casa de Guenne, Francia, en 1886.
El Fondaco dei Turchi siguió siendo una ruina hasta 1860, cuando fue comprado por el municipio y restaurado a su actual estado. Siguiendo el lema de los restauradores, com’era, dov’era, se hicieron todos los esfuerzos por remodelar el edificio como un palacio bizantino del siglo XII. En consecuencia, todas las huellas de su antigua grandeza, así como decadencia, fueron eficientemente borradas. Revestido de láminas de mármol gris, e interiormente remodelado, es hoy en día quizás el edificio más feo del Gran Canal.