CAPÍTULO VI

Cuando, aquel sábado por la mañana, Barney Hill salió de la consulta después de su primera sesión, el doctor Simon dictó lo siguiente en su magnetófono:

Durante las partes explosivas de las revelaciones del paciente, noté una descarga emocional muy pronunciada. Las lágrimas le corrieron por las mejillas, se asía la cabeza y el rostro y se agitaba de manera angustiosa. Cuando me explicó cómo eran los ojos, hizo círculos en el aire con las manos tratando de describir la forma de aquellos ojos, que acabó por dibujar. De hecho, lo que dibujó es una curva que representa la parte izquierda del rostro y trazó el ojo en ella, sin más detalles. Cuando le pregunté qué ojo era, pareció algo confuso. Luego, dibujó el resto de la cabeza y puso también el otro ojo y el gorro, con la visera. Y, luego, como si se le hubiera ocurrido en aquel momento, añadió la bufanda. Betty Hill ha sido inducida, por medio de sugerencia posthipnótica, para que esté dispuesta cuando le llegue el momento de ser interrogada. Estuvo en la sala de espera durante todo el tiempo que duró la sesión.

Esta primera sesión puso en evidencia que Barney sólo había rozado parcialmente el umbral del cuarto oscuro de su memoria consciente sobre lo sucedido aquella noche en Indian Head. Todavía no disponían más que de una descripción vaga e inconexa, como vista en sueños, del enorme objeto volante que se había echado sobre ellos, una extraña sensación de estar como flotando, un accidente, aún sin detalles, en la carretera, y figuras en mitad de la carretera sin que se supiera por qué estaban allí. Durante todo el período consciente del incidente, la descripción de Barney era bien clara y bien definida, atenta a los menores detalles. De pronto, en el momento en que se vio de nuevo en Indian Head, su descripción se volvió vaga y fragmentaria, como ajena a él. Parecía haber dos puntos de resistencia: uno, en el momento en que se había llevado los binóculos a los ojos, precisamente después de que se pusiera en marcha el coche y que el objeto volante se cerniese sobre él; el otro, en algún punto aún incierto, carretera abajo, un obstáculo. El relato de Barney saltaba de aquí al momento en que dijo que llegarían a Portsmouth más tarde de lo que había previsto.

Durante todo el relato en estado hipnótico, Barney había mostrado una firme resistencia a creer en los objetos volantes no identificados. Como el mismo Barney dijo más tarde, la posibilidad de que aquel objeto fuera una ilusión óptica o mental parecía muy pequeña. Su resistencia a creer en la existencia de aquel fenómeno era profunda, aunque su actitud ambivalente en relación con él no podía menos de sorprender al doctor.

El doctor Simon estaba orientando su tratamiento hacia el recuerdo de las experiencias del paciente y los pensamientos a que éstas habían dado lugar; su finalidad no era comprobar si tales objetos volantes no identificados eran reales o irreales, que las experiencias fueran ciertas en el sentido absoluto del termino tenía menos importancia a ojos del doctor que su existencia como parte del pasado o presente mentas de su paciente. En el transcurso de la investigación, persistió en poner a prueba la existencia del objeto volante, naturalmente, pero aún no se podía llegar a una conclusión preliminar. Todavía le faltaban muchas pruebas y datos, sobretodo, de Betty Hill, cuya versión del suceso aun no había oído.

El suceso en si apenas tenía precedente o, mejor dicho, no tenía ninguno. El obstáculo que cortaba la carretera, las figuras que Barney recordaba haber visto en ella y las extrañas reacciones de Barney durante la segunda mitad de la sesión requerían nuevos tanteos, como también cualquier posible fantasía o deformación de los hechos.

Los ruegos que hizo Barney al doctor, pidiéndole que le permitiese despertar, tuvieron lugar precisamente en los momentos en que surgían emociones violentas y en que los recuerdos eran, probablemente, dolorosos. Muchos casos semejantes indican que la resistencia del paciente al hipnotizador son intentos de soslayar el obstáculo que impide la salida a la memoria consciente. Sólo la tenacidad del hipnotizador puede vencer esa resistencia.

La decisión del doctor de mantener a Barney en trance, a pesar de la intensa abreacción o explosión emocional, se basó en su cálculo de la capacidad de resistencia mental de su paciente.

El 29 de febrero de 1964, los Hill llegaron puntualmente a la cita. Betty fue sometida a una inducción cuyo objeto era reforzar su preparación para cuando le llegase el turno, y Barney comenzó su segunda sesión. Antes de ponerle en trance, el doctor Simon le hizo algunas preguntas generales.

Al comenzar la sesión del 29 de febrero, Barney no se sentía seguro de si el doctor iba a acceder a su petición de que siguiese con Betty y le dejase a él descansar un poco del esfuerzo mental que le había costado la primera sesión. Realmente, él esperaba a medias, en el mismo instante de sumirse en el trance, que el doctor se limitaría a hipnotizarle para reforzar su susceptibilidad hipnótica con vistas a futuras sesiones. Cuando miró el reloj, al final de la segunda sesión, se sintió sorprendidísimo al ver que ya eran casi las diez, o sea que habían pasado casi dos horas. Se sintió sobresaltado porque, aunque ya habían llegado a una tesitura en la que aceptaba la posibilidad de perder contacto con la realidad durante una hora aproximadamente, estaba seguro de que tendría que haber intervalos de consciencia, por breves que fueran, si el trance duraba tanto tiempo.

Se notó muy tranquilo y a gusto al salir del trance, y creyó recordar que había contado todo lo ocurrido hasta el momento de llegar a Indian Head, aunque fuera en estado hipnótico. Se daba cuenta vagamente del tono de voz del doctor, pero de esto no conservaba un recuerdo claro.

—En realidad —dijo Barney más tarde—, no guardaba ningún recuerdo concreto sobre lo ocurrido durante las sesiones propiamente dichas, en estado hipnótico. Pero me pareció que mi memoria se fortalecía muchísimo a consecuencia de las sesiones hipnóticas, como si, de pronto, pudiera decir: «Betty, ¿recuerdas el color de la alfombra del motel en que paramos en Montreal? Pues era azul pálido». Cosas así. O que había atado el perro al radiador del retrete. Recordaba cosas de este tipo. Y también recordaba, en estado consciente, por supuesto, detalles como los números de las carreteras por donde habíamos ido. Y después de la segunda sesión, recordé también que habíamos parado en este restaurante tan raro, que parece una granja, antes de llegar a Montreal. Y la escena que evocó mi memoria era tan vivida… Un ambiente muy curioso y grato, precioso. Una gran chimenea, toda la pared era una chimenea. Nos dieron un desayuno estupendo, el tipo de desayuno que se da a los leñadores: tarugos de jamón y, encima, tres o cuatro huevos, si los pedías. El recuerdo me vino a la memoria clarísimamente. Es decir, que la parte consciente del viaje me volvió a la memoria con más claridad que nunca, aunque seguía sin tener idea de lo ocurrido durante el período de tiempo bloqueado por la amnesia.

«Luego, después de esta segunda sesión, comencé a tener sueños. Tuve unos sueños raros, comencé a soñar, por primera vez en mi vida, con objetos volantes no identificados. Y leí un libro sobre un médico que había estado en un campo de concentración en Alemania y que estaba lleno de angustia y comencé a imaginármelo como si fuera el doctor Simon, y este libro me llenó de angustia a mí también, porque, en cierto modo, el doctor Simon se había convertido en una especie de amigo íntimo. Se había convertido en algo más que un amigo íntimo, porque le apreciaba de verdad y no quería que sufriese daño alguno».