19
Ella necesitaba más café. Necesitaba dormir algo. Dormir sin pesadillas. Y necesitaba el resto de los datos de la búsqueda y exploración.
Pero algo había arraigado en su cerebro, algo que la tuvo saltando sobre los datos actuales y dirigiendo incluso otra búsqueda.
Acababa de comenzar cuando la llamada vino de la Torre.
—No tengo tiempo para esto. Maldita política. No tengo tiempo para ir corriendo donde Tibble y facilitarle actualizaciones que él pueda pasar a los medios.
—Dallas, acércate a la Torre. Te terminaré la carrera, —dijo Peabody.
Eve quería hacer la carrera por sí misma. Era personal. Y ese era todo el maldito problema, admitió. Lo había dejado hacerse personal.
—Vernon debe estar en una hora. Si está treinta segundos tarde, envía uniformados, y que lo recojan. Familiarízate con su perfil, —añadió cuando agarró su chaqueta—. Ponte en contacto con Feeney. Los quiero a él y a McNab en la entrevista. Quiero que el cuarto este lleno de policías.
Ella vaciló, y volvió la mirada atrás hacia la computadora. No había ninguna razón para perder tiempo, se recordó a sí misma. Ninguna razón.
—Añade los datos que recolecté al archivo, y dirige una probabilidad en nuestros tres homicidios.
—Sí, señor. ¿En quién?
—Lo sabrás, —dijo Eve mientras salía—. Si no lo haces, estás en el negocio equivocado.
—Vivo para la presión, —bufó Peabody y se sentó.
Iba a hacerlo corto, se dijo Eve. Y ella iba a dirigirlo. Tibble podría estar preocupado por la imagen departamental, por la política, sobre las necedades y ramificación en IAB, pero ella no.
Ella tenía un trabajo, y era cerrar su caso.
No iba a quedarse quieta para tener que apretar otra maldita rueda de prensa en su horario. Y si él pensaba que podría apartarla así como así de la investigación para hacer los ruidos apropiados a los medios, él sencillamente podía…
Oh Dios.
No ayudaría a sus planes que entrara en la oficina de Tibble con esa actitud. Más, ella pensó, esa compasión subyacente ayudaría si sus sospechas en cuanto a la identidad del asesino fuera demostrada.
Su trabajo era cerrar el caso. Y los muertos, quienquiera que fueran, merecieron lo mejor.
En cuanto a Ricker, tenía la intención de cerrar aquel círculo también.
Tibble no la hizo esperar. Eso la sorprendió un poco. Pero no fue nada comparado al sobresalto que obtuvo cuando entró en su oficina y vio a Roarke sentado allí, con mirada impasible y cómodo.
—Teniente. —Desde su escritorio, Tibble le hizo señas para que entrara—. Tome asiento. Usted ha tenido una larga noche, —añadió. Su cara era tranquila, en blanco. Como aquel era su comandante se sentó con sus manos en sus muslos.
Era, pensó Eve, como entrar tarde a un juego de póker de apuestas altas. Y no sabía el precio de la maldita apuesta inicial.
—Señor. El informe preliminar en Bayliss ha sido actualizado ya con informes de laboratorio iniciales. —Ella echó un vistazo significativamente hacia Roarke—. Pero no puedo especificar en cuanto a pruebas en presencia de un civil.
—El civil fue de utilidad anoche, —dijo Tibble.
—Sí, señor. —Ella, también, sabía mantener sus naipes cerca, y simplemente inclinó con la cabeza—. Era vital arreglar el transporte más rápido a la casa de fin de semana de Bayliss.
—No lo bastante rápido.
—No, señor.
—No fue una crítica, Teniente. Sus instintos en cuanto al Capitán Bayliss eran correctos. Si no los hubiera seguido como lo hizo, de todos modos, en este punto, podríamos estar ignorantes de su asesinato. Como admiro sus instintos, Teniente, estoy a punto de seguirlos yo mismo. He hecho de Roarke un agregado civil temporal en cuanto a la investigación de Max Ricker, concurrente con su investigación de estos homicidios.
—Jefe Tibble…
—¿Tiene alguna objeción, Teniente? —Tibble habló suavemente. Si su cabeza no hubiera estado ocupada estallando, ella podría haber oído el soplo de humor en el tono.
—Varias, comenzando con el hecho de que el caso de Ricker no es prioridad. Estoy a punto de analizar nueva evidencia y datos que creo llevarán a un arresto en lo tocante a mi investigación actual. La conexión con Ricker existe, —siguió ella—, es clave, pero no tiene relación con estas pistas o con el anticipado arresto. La conexión es, creo más emocional que tangible. Por lo tanto, la búsqueda de Ricker es secundaria, y es mi opinión que esta persecución se realizará y será continuada con posterioridad a la entrevista con el sospechoso en los homicidios. Solicito que cualquier paso en el área de Ricker sea aplazado hasta que mi caso actual esté cerrado.
Tibble la miró.
—Usted es ahora un objetivo.
—Cada policía es un objetivo. El asesino intenta cambiar mi rumbo de él a Ricker. No tengo la intención de complacerlo. Y respetuosamente, señor, ni debería usted.
Hubo justo la apropiada cantidad de fervor en la última parte de su declaración para causar que las cejas de Tibble se alzaran. Lo justo para hacer que las comisuras de su boca se alzaran en lo que nunca podía ser confundido con diversión.
—Teniente Dallas, en mis observaciones de su trabajo, nunca he percibido que su rumbo cambie un grado una vez puesto en curso. Pero quizás he perdido algo, o quizás estos casos actuales son más de lo que usted puede manejar razonablemente. Si ese es el caso, adjudicaré el caso de Ricker a otro oficial.
—Es mi segundo ultimátum en las últimas horas. No me gustan los ultimátums.
—No se requiere que le gusten. Se requiere que cumpla con su trabajo.
—Jefe Tibble. —Roarke, voz tranquila, lo interrumpió—. Hemos tomado a la teniente desprevenida, después de una noche dura. Mi presencia aquí suma un nivel personal. Me pregunto si podríamos explicarle la razón por la que estoy aquí antes de que esto vaya más lejos.
Estaba casi fuera de su boca, un pequeño comentario irritado que le indicaría a Roarke muy claramente que no lo necesitaba defendiéndola. Pero Whitney se puso de pie, e inclinó la cabeza.
—Creo que nosotros podríamos tomarnos una pausa, y tranquilizarnos. Me gustaría un café, señor. Con su permiso, traeré para todos nosotros mientras Roarke perfila el plan básico para beneficio de la Teniente Dallas.
Tibble dio una breve cabezada, gesticuló a Roarke, y luego se recostó en su silla.
—Como he dicho y he informado a tus superiores, una vez tuve una breve asociación comercial con Max Ricker. Una asociación, —añadió Roarke—, la cual corté al descubrir que no todos los negocios de Ricker eran legales.
»No tuvimos una despedida amistosa. El término de nuestra asociación le costó a Ricker una cantidad de dinero considerable, y varias cuentas-clientes. Se sabe que él guarda rencor por mucho menos, y aguarda su momento oportuno en busca de retribución. No puedo decir que eso me preocupó demasiado, hasta hace poco.
Él echó un vistazo a Whitney cuando el comandante le ofreció una taza de café. Café de policía, Roarke pensó con un respingo interior, pero lo tomó exactamente igual.
—Como sabe, compré, a través de un representante, una propiedad poseída por Ricker. Lo remodelé, proveí de personal nuevo, y renombré el club Purgatorio. Es un buen negocio, un negocio legal, pero desde el período del asesinato de su colega, descubrí que Ricker ha estado usando mi propiedad, y una cierta cantidad de mi personal, para negocios propios.
MacLean, pensó Eve. Había estado segura de eso.
—Ilegales, principalmente, —añadió Roarke—. Como él sólo necesita una de mis propiedades para este fin, su objetivo era aumentar estas actividades ilegales, esencialmente bajo mi nariz, y finalmente conectarme a ellas. Causarme a mí y a mi esposa muchos problemas e incomodidades.
—Ella te vendió. —Eve sintió la furia burbujeando en su garganta—. Rue MacLean.
—Al contrario. —Él nunca perdió el ritmo—. Ella descubrió la infiltración de Ricker y me lo reportó justo anoche.
Era una estupidez, pensó Eve, pero la había dejado pasar por el momento.
—IAB recibió un soplo —sin duda por una de las fuentes de Ricker— y puso a Kohli a husmear. Él tenía una buena nariz. Habría agarrado el olor.
—Creo que él lo hizo. Más pronto de lo que Ricker quizás había querido. Él sólo hacía negocios insignificantes. Pero matar a un policía, matar a un policía en mi lugar, cambia el nivel.
—No fue Ricker. —Fue sin pensar, casi defensivamente; luego se obligó a considerarlo—. Él encendió el fusible, —murmuró ella—. Las conexiones dentro del departamento, dentro del Uno veintiocho. Supo cuáles botones empujar, en que herida verter la sal. Él pudo no haber sabido lo que iniciaba. No pudo haber anticipado eso, pero ha estado complaciéndolo, de todos modos.
Ella hizo una pausa, luego siguió ante el gesto de Tibble.
—Él habría estado distraído, enojado, en el arresto del otoño pasado. Eso cambió el equilibrio. Martinez lo tenía, todos sus datos hicieron clic. Pero Mills se movió adentro y socavó el arresto y la evidencia subsiguiente. Ricker se deslizó, pero el trato entero lo retorció.
—Y con su necesidad de demostrar que él todavía tenía el poder, compensó esa molestia haciendo los arreglos para tener a un policía en mi lugar. Su razonamiento saldrá a la luz finalmente. ¿Y en todo caso, importa eso? Puedo conseguírtelo. ¿No es suficiente?
Demasiado, quiso decir. Temía que fuera demasiado.
—Puedo conseguirlo yo misma.
—No lo dudo, —confesó Roarke—. Sin embargo, puedo ayudarte a hacerlo rápidamente, sin apartar tus energías y tus habilidades considerables de tu investigación de homicidio. O tomándolo sólo mínimamente. El Purgatorio reabre a las ocho la noche del viernes. Ricker estará allí a las diez.
—¿Por qué?
—Para negociar conmigo. El negocio que acordaré hacer porque estoy preocupado por la seguridad de mi esposa. Eve, —murmuró él—, seguramente puedes tragarte tu orgullo el tiempo justo para dejarme tenderle una trampa, así podrás patearle el culo.
—No lo creerá.
—Él lo hará, sí. Primero porque es cierto, y segundo porque fingiré que no lo es y dejaré que se de cuenta. Espera el engaño porque es un mentiroso él mismo. Estoy aburrido, para que veas, comportándome bien. Quiero recuperar un poquito de excitación. Después está el dinero. Tanto dinero para hacer cuando no te preocupas de los refinamientos.
—Ya posees la mitad del universo.
—¿Por qué conformarse con la mitad cuándo puedes tener todo? —Él tomó un sorbo del café, y lo encontró tan amargo y malo como esperaba—. Él me creerá porque quiere. Quiere creer que ha ganado. Y porque no es tan inteligente como una vez fue, o tan cuidadoso. Le gustaría tenerme, al menos, bajo su pulgar así puede hacerme pedazos para su diversión. Lo conduciremos a creer que eso puede suceder. Cuando el trato sea hecho, lo tendrás.
—Pondremos hombres en el club. —Whitney continuó el plan—. Y Roarke arreglará que su sistema de seguridad registre toda la discusión. Su gerente del club actuará como enlace, estableciendo el encuentro. Necesito que usted le dé instrucciones previas a Roarke sobre Kohli a fin de que él pueda conducir a Ricker en esa dirección. Si él tuvo cualquier participación en ese asesinato, quiero que caiga por ello.
—Él sabrá que es un montaje, —insistió Eve—. ¿Por qué se comprometería a hablar de negocios fuera de su territorio? insistirá en que sus hombres hagan un barrido de seguridad.
—Él hablará, —corrigió Roarke—, porque no será capaz de resistirlo. Porque todavía considera el club su territorio. Y puede hacer su barrido. No encontrará lo que no quiero que encuentre.
Ella se apartó de él, y se puso de pie.
—Señor, carece de objetividad sobre este asunto, y él no está entrenado. Es muy probable que en estas condiciones Ricker intente causarle algún daño físico. Con toda seguridad un plan siguiendo estas líneas pondrá a un civil en serio peligro y podría causarle dificultades legales considerables.
—Déjeme asegurarle, Teniente Dallas, que el civil se ha cubierto en todas las áreas legales. Él tendrá inmunidad en cuanto a cualquier información o acusaciones resultantes de cualquier área discutida, pasado, presente, o futuro, en esta operación. Por lo que respecta al peligro físico, imagino que se puede manejar a sí mismo igual de bien allí como lo hace en el área legal. Su cooperación en este asunto ahorrará al departamento incontables horas hombre y recursos financieros. Objetivamente, Teniente, esta es una oportunidad que no podemos permitirnos desaprovechar. Si usted se siente incapaz de dirigir el equipo o ser parte de la operación, sólo tiene que decirlo. Dadas las circunstancias, no será sostenido contra usted.
—Haré mi trabajo.
—Perfecto. Habría estado decepcionado de oírle decir lo contrario. Coordine su lista. Hágase el tiempo para informar a Roarke sobre Kohli y ser informada por él sobre el sistema de seguridad en el Purgatorio. Quiero a cada miembro del equipo reunido y recluido dentro de veinticuatro horas. No habrá fuga, error, ningún vacío legar por donde Ricker se escabulla esta vez. Tráigame su maldita cabeza en un plato.
—Sí, señor.
—Actualizaciones completas, en mi escritorio, en los casos presentes, a las seis. Puede retirarse.
Cuándo Roarke salió con ella, ella no dijo nada. No se atrevió. Cualquier cosa que soltara sería violento y letal y probable los quemaría a ambos.
—Mediodía. —Ella chasqueó cuando sintió que tenía cierto control—. Mi oficina en casa. Ten tus esquemas de seguridad, todos los datos. Una lista, con todos los datos de fondos de todos los empleados que estarán de servicio la noche del viernes. Ya has planeado abordar alguna clase de trato para Ricker, quiero saber cada ángulo de él. No quiero ninguna otra maldita sorpresa. No me hables ahora, —pidió en un silbido—. No hables todavía. Me tendiste una trampa. Me tendiste una jodida trampa.
Él tomó su brazo antes de que ella pudiera alejarse a toda prisa, y ella volteó, con un puño apretado y listo.
—Sigue adelante. —La invitación fue suave—. Lánzamelo si eso te hará sentir mejor.
—No lo haré aquí. —Le tomó cada pizca de control contener su voz—. Es bastante malo ya. Sólo suéltame. Llego tarde a Entrevista.
En lugar de eso, él simplemente la jaló bruscamente al elevador.
—¿Pensaste que no haría nada? ¿Qué me apartaría y no haría nada?
Ella temblaba, y lo sabía. ¿Qué diablos le pasaba? Ella temblaba, estaba cansada y a punto de dejarse llevar por el pánico.
—Pienso que no tienes ningún derecho de meterte en mi trabajo.
—¿Sólo cuando te viene bien? Sólo cuando te soy útil. Entonces está bien que me meta. Sólo cuando me invitas.
—¡Está bien, vale! ¡Vale, vale! —Ella levantó sus manos, furiosa porque él estaba en lo correcto y eso le hacía ser injusta—. ¿Sabes lo qué has hecho? ¿Sabes lo qué has arriesgado?
—¿Puedes imaginarte qué no me arriesgaría por ti? no puedes, porque no hay nada. Jodidamente nada. —Él la tomó por los hombros, con dedos rudos y tensos.
Siempre era un tipo extraño de fascinación verlo perder el control, oír que su voz tomaba aquel filo dentado. Pero ella no estaba de humor para sentirse fascinada.
—Yo lo manejaba, y yo lo habría terminado.
—Pues bien, ahora lo manejaremos. Y lo terminaremos. Cuando te tragues el orgullo, Eve, ten cuidado de no ahogarte en él. —Dejando las cosas así, él salió a zancadas del elevador cuando las puertas se abrieron y la dejó echando humo dentro.
Fue mala suerte para Vernon que ella estuviera lista para masticar vidrio. Él se levantó de un saltó cuando ella entró en Entrevista.
—Hiciste que me recogieran. Hiciste que me recogieran y trajeran a la fuerza aquí como a un criminal.
—Así es, Vernon. —Ella lo apartó de un empujón, con furia, y lo golpeó en la silla.
—Quiero a un maldito abogado.
Esta vez lo agarró por el cuello con una sola mano y lo empujó contra la pared mientras Feeney, McNab, y Peabody se quedaron parados aparte y miraron con diversos grados de interés.
—Te conseguiré un maldito abogado. Vas a necesitarlo. Pero sabes qué, Vernon, no estamos en registro aún. ¿Notas eso? Y nota como mis amigos aquí no hacen ningún movimiento para detenerme de aporrear tu cara fea. Ahora mismo voy a patearte alrededor del cuarto unas cuantas veces antes de que pidamos a ese maldito abogado.
Él trató de empujarla, y encontró su codo con fuerza en su tripa.
—Sácame las manos de encima.
Él intentó golpearla a un costado mientras ella se apartaba. Luego él se dobló, haciendo arcadas por la agonía de su rodilla estrellándose en su entrepierna.
—Tengo a tres testigos aquí que van a declarar que me asaltaste. Esto va a meterte en prisión, donde todos los tipos grandes, y malos se echaran a la suerte para ver quién consigue ser tu cita para la noche del viernes. ¿Apuesto que sabes qué le hacen esos tipos grandes, y malos a los policías en la cárcel, no, Vernon? pueden hacer mucho en el par de horas que va a tomarme, considerando mi angustia física como resultado de dicho asalto, contactar con tu representante.
Cada aliento que él tomaba cortaba en su garganta como el cristal.
—Ahora, vine aquí con el ánimo de bailar contigo, pero estoy perdiendo las ganas. No quieres hablarme y mis amigos, te registraremos sólo por asalto, luego terminaremos golpeándote con corrupción, abuso de autoridad, aceptar sobornos, colusión con miembros sospechosos de crimen organizado, y remataremos todo eso con conspiración para asesinar.
—Esas son tonterías. —Él había recuperado la mayor parte de su aliento, aunque su cara estaba todavía blanca y brillante de sudor.
—No lo creo. Ricker que no lo va a pensar, tampoco, cuando se filtre que estás aquí dentro chillando como un cerdo. Y se filtrará, porque tengo una autorización para Canarde.
No todavía, no, pero lo haría.
—Si te soltamos, vas a desear estar en una jaula jugando a las casitas con algún tipo llamado Bruno.
—Entré para hacer un trato.
—Sí, pero no apareciste a tiempo.
—Me desvié.
—Y no me gusta tu actitud. El hecho es, Vernon, que ya no te necesito. Tendré el caso cerrado antes del final del día, y voy a reducir a Ricker, sólo para mi propia diversión. Tú eres lo que llaman superfluo.
—Estás alardeando. ¿Crees que no sé cómo funciona? Soy un jodido policía.
—Eres una jodida vergüenza, y no te hagas llamar policía otra vez en mi presencia, o te patearé el culo.
Si ella tenía a Canarde, él pensó, si estaba cerca de Ricker, él estaba terminado. Y mejor se salvaba, rápido y de prisa.
—Quieres armar tu caso, vas a querer lo que sé. Sé un montón. No has rozado la superficie en la uno veintiocho.
—La he raspado, y estoy ocupada limpiando el lodo en el fondo. Es ahí donde te encontré.
—Puedo darte más. —La desesperación lo hizo intentar una sonrisa inestable—. Puedo darte una promoción. Nombres, Dallas, no sólo en la uno veintiocho. Nombres en la oficina del alcalde, en los medios, y directamente a East Washington. Quiero inmunidad, una identidad nueva, y dinero para establecerme al trasladarme.
Ella bostezó, enormemente.
—Jesús, Vernon, me aburres.
—Ese es el trato.
—Aquí está el mío. Peabody, mete a este pedazo de basura en prisión. Y ver si Bruno regreso a la ciudad.
—Creo que sí, y está solo.
—Espera, Jesús. ¿Para qué me traes sí no quieres negociar? Tengo que tener inmunidad. Me encierras, y no salgo. Ambos lo sabemos. ¿Cuál es el punto de hablarme si seré atacado en el corazón?
—Caramba, Vernon, ahora rompes el mío. Inmunidad, para todo hasta conspiración para asesinar. Estás enganchado a eso, te hundes. En cuanto al nuevo nombre, cara, y posición, ese es tu problema.
—Eso no es suficiente
—No hay vuelta de hoja; eso es todo. Y hasta me deja un gusto en la boca que me va a tomar semanas sacarlo otra vez.
—No tuve nada que ver con el asesinato de policías.
—¿Entonces no tienes de que preocuparte, cierto?
—Tengo derecho a mi representante sindical. —Él gimió ahora, con una voz que le recordó a su padre en sus regresiones.
—Seguro, —fue todo que ella dijo y giró hacia la puerta.
—Un momento. De acuerdo, un momento. ¿Los representantes sólo complican las cosas, verdad? Lo haremos directamente. Pones la inmunidad en el registro, y lo hacemos directamente.
Ella regresó a la mesa. Y se sentó.
—Entrevista con Vernon, Detective Jeremy, conducido por Dallas, Teniente Eve. También presente Feeney, Capitán Ryan; McNab, Detective Ian; y Peabody, Oficial Delia. El sujeto Vernon ha consentido en prestar declaración y responder preguntas a cambio de inmunidad en cualquier cargo relacionado con corrupción y abuso de autoridad. ¿Da usted estas declaraciones y consiente en contestar estas preguntas por su propia voluntad?
—Así es. Quiero cooperar. Quiero hacer las cosas bien. Me siento…
—Es suficiente, Vernon. ¿Usted tiene el grado de detective en el NYPSD, correcto?
—He sido policía durante dieciséis años. He sido detective en ilegales en la Uno veintiocho por los últimos seis.
—Y en este momento usted está preparado para confesar que ha aceptado sobornos financieros y otros favores a cambio de pasar información, ayudar en prácticas ilegales, y siguiendo generalmente las órdenes de Max Ricker.
—Tomé dinero. Es verdad, tuve miedo de no hacerlo. Me avergüenzo de ello, pero temí por mi vida y bienestar. No soy el único.
Una vez que empezó, pensó Eve, no lo podías callar. En la primera hora, desplegó torrentes de nombres, actividades, y conexiones.
Él desmenuzó al Uno veintiocho, aún cuando tenazmente se mantenía a flote para conservar su propio cuello por encima del pantano.
—¿Capitán Roth?
—¿Ella? —Vernon, sintiéndose más vivaz, se mofó—. Ella no lo vio. No quiso hacerlo, sí me pregunta. Tiene su propio programa. Quiere ser comandante. Juega bien al juego de la política, pero tiene un problema. No tiene pene y desea tenerlo. Siempre soltando que algunos de los hombres no querían recibir órdenes suyas porque era una mujer. Luego se consigue ese marido bueno para nada engañándola. Ella bebe. Se puso tan vehemente en esa operación para bajar a Ricker, que no miró su espalda ni hacia abajo a sus pies tampoco. Eso hizo fácil sacarle la alfombra, sabe. Sólo hicimos pasar los datos, perdimos alguna evidencia clave, sesgamos un par de informes, y eso fue todo.
—Sí, eso fue todo.
—Escuche. —Vernon se inclinó hacia adelante—. Ricker es listo. Sabe que no necesita la brigada entera. Tiene hombres claves, y ellos están atentos a él, y otros reclutas. Usted sabe quién está tomando y quién no.
—Kohli no.
—Recto como una maldita flecha, Kohli. Uno de los tipos en el Uno dos ocho, ve, él había oído que algo se decía en una operación, en el Seis cuatro. Fácil de fisgonear, hablando de trabajo. Entonces se pone a un tipo que sabe como piratear datos, y consigues profundizar el repelente. Lo pasa a Ricker, y consigue unos bonitos honorarios.
Él levantó sus manos, realmente sonriendo.
—Sencillo. Simple. Si el operativo va detrás de una de las conexiones de Ricker, él tiene el tiempo para cambiar posiciones, arrancarse, lo que sea, entonces el operativo es desarticulado. Si es uno de sus competidores, él puede recostarse, esperar que la mierda vuele, recoger luego a los clientes, tal vez hasta la mercancía, a continuación. Él tiene a hombres claves en Pruebas cuando los necesita. Luego tipos en los medios para voltear las historias a su manera, políticos para mantener el calor lejos. La cosa es, he estado notando, el último par de años que el tipo se ha puesto errático.
—¿Ricker?
—Sí. Él comienza a echar mano de su propia reserva casi demasiado. Sorbiendo esa bebida suya, atado a los ilegales, cada vez que usted gira. Es un maldito adicto ahora, medio ido a un yonqui. Quiero decir que él se resbala y se desliza de un modo grandioso, haciendo algunos malos movimientos. Luego saca a un policía. Quiero decir, Jesús.
La mano de Eve salió disparada, y agarró su muñeca.
—¿Tiene usted el conocimiento que Max Ricker arregló el asesinato de Taj Kohli?
Él quiso decir sí. En cierta forma, todo había asumido el viso brillante de la jactancia. Pero si no era sincero, ella lo cogería desprevenido y encontraría la manera de colgarlo.
—No puedo decir que lo ordenara, pero oí a algunos hablar.
—Facilíteme la conversación, Vernon.
—De vez en cuando yo bebía o compartiría con un Compañero autorizado, uno de los tipos de Ricker. Lemme le dicen, yo no era el único que notaba que perdía su toque aquí y allá. Entonces ese tipo, Jake Evans, me dijo que hace cosa de un mes que Ricker jugaba con IAB, divirtiéndose por los ataques de policías contra policías. Él sabía que IAB metió a un hombre en el club, buscando a policías haciendo tratos. Sólo que no había policías haciendo tratos. ¿Me sigue?
—Sí, le sigo.
—Correcto. Ricker había obtenido eso, jugando sus juegos. Ricker, me dijo Evans, tiene un grano en el culo para provocar líos allí, en ese club, y por eso tiene a algunos de sus hombres canalizando ilegales ahí. Pero parece que tuvo una mejor idea, y cree que ha encontrado la manera de poner a un policía contra policía, completamente. Alguna mierda psicológica, dijo Evans. Ricker, es grandioso con los juegos mentales. Él suministra datos deformados a este otro policía sobre el primer policía. El segundo policía… ¿Me sigue?
—Sí. Continúe.
—De acuerdo, el segundo policía tiene algunos problemas. Problemas personales o algo así, y Ricker los rumió, haciéndolos materia prima, dándole a este policía muchos empujoncitos, así él pensaría que el primer policía, ese es Kohli, hizo algo sucio. Pero fue más que eso, porque todo lo sucio lo tornó en el primer policía. Evans dijo que fue complicado y arriesgado, y Ricker no decía mucho, pero a él, Evans, no le gustó. Luego el hombre de Ricker en IAB… tiene uno allí, también. Se suponía que su hombre allí se aseguraba que todos esos datos sombreados cayeran en el regazo del segundo policía. Adivino que funcionó.
Vernon tuvo el sentido común de apagar el entusiasmo de su cara.
—Creí cuando Kohli fue golpeado, y pareció que fue golpeado por otro policía, creí que Ricker lo había arreglado.
—¿Cuál es el nombre en IAB?
—No sé. Lo juro por Dios, —dijo cuando sus ojos se estrecharon—. No nos conocemos todos. Sobre todo curioseamos, pero no sobre cada uno, todo el tiempo. ¿Probablemente Bayliss, verdad? Bayliss está muerto. Venga, Dallas. Le he dado cerca de veinte nombres. Aguijonee a alguno de ellos, y lograrás más.
—Sí, obtendré más. —Ella se puso de pie—. Pero no puedo soportar más de usted. McNab, meta a esta cosa en una casa segura. Dos guardias siempre, en cambios de ocho horas. Feeney, selecciónelos con mucho cuidado.
—Puede hacerse.
—Le di muchísimo, Dallas. Usted podría ayudarme para una nueva identificación.
Ella ni siquiera lo miró.
—Peabody, conmigo.
—¡Dallas, oye!
—Cuenta tus bendiciones, imbécil, —murmuró Feeney cuando Eve salió—. Sólo magulló tus pelotas. Otro rato aquí contigo, si ella no te las cortaba, yo lo habría hecho.
—Ni siquiera puedo enfurecerme. —Peabody estaba en el pasillo, alejada de Entrevista—. Tengo el estómago demasiado revuelto para enfurecerme. Adoro ser policía, y él me ha hecho sentir avergonzada.
—Estás equivocada. Él está más allá de la vergüenza. Tú sólo haces tu trabajo, día a día, y no tienes nada de qué avergonzarte. Necesito que hagas una copia de aquel registro y se lo lleves a Tibble. Ese va a ser su problema, gracias a Dios. Tengo otro encuentro al mediodía. Te pondré al tanto acerca de eso cuando regrese.
—Sí, señor. ¿Y Canarde?
—Lo mantenemos allí. Lo guardo para más tarde.
—¿Quieres los resultados de la búsqueda y exploración de probabilidad que me hiciste correr?
—¿Es bastante para recogerlo?
—Menos del setenta y seis por ciento de probabilidad con los datos conocidos. Pero…
—Pero, —repitió Eve, —la computadora no cuenta el dolor o ni los juegos mentales. O a Ricker jugando con policías contra policías. Lo traeremos. Lo haremos tranquilo, cuando regrese.
—Él puede intentar otro golpe.
—No, él dio su palabra. No la romperá.