LIBRO II

1Preciso es también demostrarte «en qué se diferencia un demon de un héroe o de un alma, sea en esencia, en potencia o en actividad»[64]. Digo, pues, que los démones son creados en virtud de los poderes generadores y creadores de los dioses en el extremo más lejano de la procesión[65] y de los últimos confines, los héroes en virtud de las razones vitales de los seres divinos, y los primeros y perfectos grados de las almas tienen su origen y se dividen a partir de ellos.

Nacidos así, poseen también diferente de las otras causas la misma esencia: la de los démones ejecuta y lleva a término las naturalezas cósmicas y completa la providencia sobre cada uno de los seres en devenir, mientras que la de los héroes está plena de vida, de razón y es hegemónica sobre las almas. A los démones hay que adscribirles poderes fecundantes, que presiden la naturaleza y la ligazón de las almas con los cuerpos, mientras que a los héroes justo es asignarles poderes vivificantes, hegemónicos sobre los hombres y libres del devenir.

2En consecuencia, hay que definir también sus actividades. Las de los démones hay que establecer que son más cósmicas y tienen una mayor extensión en lo que por ellos es producido, mientras que las de los héroes tienen una menor extensión y centran su atención en la disposición de las almas.

Tras las clases así definidas viene a continuación la que pone fin a los órdenes divinos y a partir de estos dos géneros recibe en suerte unos lotes de poderes, sobrepasa por superabundancia sus propios límites por adiciones diversas superfluas, proyecta especies unas veces unas y otras veces otras y razonamientos unos distintos de otros, y vidas unas veces unas y otras veces otras; según cada región del mundo usa de vidas y figuras variadas, se une a lo que quiere, se retira de lo que desea, se hace semejante a todos los seres y de ellos por alteridad se separa, prepara nociones congéneres con lo que es y deviene, se une con los dioses de acuerdo con armonías de esencias y poderes distintas de aquellas con las que se ligan a ellos démones y héroes, poseen en grado menor que ellos la eternidad de la vida y de la actividad semejante, pero, merced a la buena voluntad de los dioses y a la iluminación otorgada por ellos, con frecuencia asciende y se eleva al rango superior angélico[66]. Cuando no se queda en los límites del alma, este conjunto alcanza un alma angélica y una vida inmaculada. Por lo cual el alma parece también presentar en sí esencias y actividades de todas clases, nociones variopintas y todas las formas. No obstante, si hay que decir la verdad, ella está siempre determinada según un único género, pero en común con las causas dirigentes se alinea unas veces con unas y otras veces con otras.

Puesto que hay entre estos géneros, en general, tal diferencia, ya no es preciso discutir cuál es la diferencia entre ellos: según cada uno tiene su naturaleza, así hay que distinguirlos entre sí, y en cuanto puedan constituir una asociación, en esa misma medida hay que contemplar su comunidad, pues así podría existir la posibilidad de delimitar sin error y definir separadamente el concepto.

3Pues bien, pasaré a sus apariciones. ¿En qué se diferencian? Pues tú inquieres «cuál es el signo de reconocimiento de la presencia de un dios, de un ángel, de un arcángel, de un demon, de un arconte o de un alma»[67]. En una palabra, defino que sus apariciones están en concordancia con sus esencias, poderes y actividades: cuales son, tales también aparecen a quienes les invocan, hacen patentes sus actividades y muestran formas concordantes con ellos y signos de reconocimiento propios.

Pero para entrar en detalles, uniformes son las apariciones de los dioses, las de los démones variadas, las de los ángeles más simples que las de los démones, pero inferiores a las de los dioses, las de los arcángeles más cercanas a las causas divinas, las de los arcontes, si te parece que ellos son los señores del mundo que administran los elementos sublunares, son variadas, pero dispuestas en orden, pero si te parece que ellos son los que presiden la materia, ellas serán más variadas, pero más imperfectas que aquéllas, las de las almas son apariciones de todas clases. Además, las de los dioses tienen un brillo hermoso para la vista, las de los arcángeles son a la vez más solemnes y tranquilas, más dulces son las de los ángeles, las de los démones son terribles; en cuanto a las de los héroes, aunque han sido omitidas en tu pregunta, démosle una respuesta movidos por la verdad, esto es, que son más tranquilas que las de los démones; las de los arcontes, si ejercen su actividad en el mundo, causan espanto, y, si son materiales, son perjudiciales y tristes para quienes las ven; las de las almas se asemejan un poco a las de los héroes, salvo que son inferiores a ellas.

Aún más, las de los dioses son completamente inmutables según su tamaño, forma, figura y según todo lo pertinente para ellos; las de los arcángeles, aun cercanas a las de los dioses, carecen de su identidad; las de los ángeles son inferiores también a éstas, pero inmutables; las de los démanes aparecen unas veces de una forma y otras de otra a la vista, las mismas figuras mostrándose tanto grandes como pequeñas. Y particularmente además las de los arcontes, en la medida en que son hegemónicas, son inmutables, pero las de los materiales cambian multiformemente; las de los héroes se asemejan a las de los démones, mientras que las de las almas ceden en no pequeña medida al cambio demónico.

Además, orden y tranquilidad convienen a los dioses, las apariciones de los arcángeles tienen un carácter activo en el ámbito del orden y tranquilidad, en los ángeles se da orden y tranquilidad, aun no viéndose libres de movimiento, a las apariciones demónicas acompañan confusión y desorden; a las de los arcontes siguen visiones conforme a las dos opiniones expresadas anteriormente: movimiento tumultuoso si se trata de los arcontes materiales, mientras que los hegemónicos permanecen estables; las de los héroes se concentran en el movimiento y no dejan de participar del cambio; las de las almas se asemejan un poco a las heroicas, pero, sin embargo, son inferiores a ellas.

Además de estas propiedades, los seres divinos irradian una belleza inmensa, que deja admirado a los que los ven, proporcionando una alegría divina, con un brillo inefable proporcionado, distinguiéndose de las otras formas de belleza. Las contemplaciones felices de los arcángeles tienen también ellas una enorme belleza, pero no al mismo nivel indecible y admirable de lo divino; las de los ángeles dividen separadamente la belleza que reciben de los arcángeles. Los pneurnas demónicos y heroicos que se dan en las epoptías[68] poseen ambos la belleza en formas delimitadas; sin embargo, lo ordenado en proporciones que definen la. esencia es demónico, mientras que lo que muestra la hombría es heroico. Las visiones de los arcontes deben dividirse en dos: unas muestran una belleza hegemónica y natural, otras manifiestan una belleza formal elaborada y artificial. Las visiones de las almas están también ellas ordenadas en nociones determinadas, pero más divididas que las de los héroes, circunscritas separadamente, sometidas a una única forma. Y si es preciso dar una definición común a todos los géneros, afirmo que, como cada uno de los seres del universo ocupa su lugar determinado y según tiene su propia naturaleza, así también participa de la belleza según la suerte correspondiente.

4Pues bien, pasando a otras características suyas digamos que la celeridad en los actos resplandece en los dioses más rápida incluso que el intelecto mismo, en tanto que en ellos estas actividades son inmóviles y estables; entre los arcángeles su rapidez se mezcla en cierta forma con actividades eficaces; las de los ángeles poseen ya cierto movimiento, y no tienen ya de forma similar simultaneidad de palabra y ejecución; entre los démones la apariencia de la rapidez de sus actos es mayor que la realidad. Entre los héroes una cierta magnificiencia se hace patente en sus movimientos, pero la ejecución de lo que ellos desean llevar a cabo no es tan rápida como en los démones. En el ámbito de los arcontes las actividades del primer grupo aparecen considerables y señoriales, mientras que las del segundo cuenta con un mayor número de apariciones, pero les falta la culminación en las acciones. Las de las almas se ve que tienen más movimiento, pero que son más débiles que las heroicas.

Además, la magnitud de las apariciones en los dioses son de tal calibre que incluso ocultan en ocasiones todo el cielo, el sol y la luna, y la tierra no puede permanecer firme, cuando ellos descienden; cuando los arcángeles descienden, ciertas partes del mundo se mueven a la vez y les precede una luz dividida precursora, mientras que ellos, según las dimensiones de su hegemonía, muestran proporcionalmente también la dimensión de su luz. Inferior a ésta es la angélica, por su pequeñez y división según el número, mientras que en el caso de los démones su magnitud se ve aún más dividida y no siempre igual. La heroica, que aparece inferior a ésta, manifiesta una magnanimidad mayor que su condición. De los arcontes cuantas especies tienen la preeminencia como cósmicas, aparecen grandes y desmesuradas, mientras que las que se dividen en torno a la materia poseen más altanería y arrogancia. Las de las almas no se ven todas iguales, sino que aparecen más pequeñas que las de los héroes. En una palabra, según la magnitud de los poderes de cada género y según la extensión de soberanía que se posee y sobre la que se ejerce autoridad, en la misma proporción también se da la magnitud de las apariciones apropiadamente en cada uno de ellos.

Junto con ello definamos también la claridad de las imágenes que aparecen por sí. Y bien, en la epoptía de los dioses las visiones se ven más claras que la realidad misma, su resplandor es total y se muestran brillantemente articuladas; las de los arcángeles se contemplan verdaderas y perfectas; las de los ángeles conservan el mismo aspecto, salvo que son ligeramente inferiores en plenitud cognoscitiva. Confusas aparecen las de los démones e inferiores a éstas las de los héroes. En cuanto a las de los arcontes, las cósmicas se ven claras, las materiales confusas, pero ambas señoriales; las de las almas, por su parte, aparecen semejantes a las sombras.

Del mismo modo también para la luz. Las imágenes de los dioses irradian más luz, las de los arcángeles están llenas de una luz sobrenatural y luminosas son las de los ángeles. Los démones dejan traslucir un fuego turbio, los héroes una mezcla de más elementos, mientras que en el caso de los arcontes los cósmicos difunden un fuego también más puro y los materiales una mezcla de elementos distintos y opuestos; las almas difunden una luz parcialmente visible, contaminada con numerosas mezclas de la generación.

Conforme a lo dicho, el fuego de los dioses brilla indivisible, inexpresable y llena todas las profundidades del mundo de modo ígneo pero no cósmico. El de los arcángeles se ve indivisible, pero con una multitud que le rodea, le precede o forma su cortejo. El fuego de los ángeles aparece dividido, salvo en las formas más perfectas. El de los démones está circunscrito a divisiones aún más cortas, es expresable de palabra y no excede la vista de quienes ven los seres superiores. El de los héroes tiene en cierto modo los mismos caracteres, sin embargo le falta la extrema semejanza de ellos. Además, en cuanto al de los arcontes, el superior se contempla más claro y el material más oscuro; el de las almas se muestra dividido en muchas partes, multiforme y mezcla de muchos elementos cósmicos. Además, el de los dioses se ve completamente estable, el de los arcángeles participa de la tranquilidad, el de los ángeles tiene un movimiento constante; inestable, en verdad, el de los démones, pero aún más mutable el de los héroes; en cuanto a los arcontes con los primeros se da una luz tranquila y con los últimos agitada; para las almas su luz cambia con múltiples movimientos.

5Además, el poder catárquico de las almas en los dioses es perfecto, en los arcángeles anagógico; los ángeles liberan sólo de las ataduras de la materia, los démones arrastran hacia la naturaleza, los héroes descienden al cuidado de las obras sensibles; los arcontes dan o la presidencia de lo cósmico o el dominio de lo material; las almas, cuando se manifiestan, arrastran de algún modo hacia la generación.

Examina también lo siguiente, la pureza y estabilidad de la imagen cuando aparece, toda ella, confiérela a los géneros superiores, y en verdad adscribe a los dioses la extrema brillantez y lo fijamente establecido en sí mismo, mientras que lo brillante y que está como en otra cosa adscríbelo a los arcángeles, y lo que permanece en otra cosa a los ángeles. Distingue, además, en sentido opuesto lo que se mueve, es inestable y está contaminado con naturalezas extrañas, todo ello conviene a los órdenes inferiores.

Pero establezcamos también esta distinción según la diferencia de mezcla. Con los démones, en efecto, se mezclan vapores cósmicos y se mueven sin estabilidad según el movimiento del mundo. Con los héroes se mezclan combinaciones generadoras de pneuma, en tomo a las cuales conjuntamente también ellos se mueven; en cuanto a los arcontes, los del mundo permanecen de la misma manera, manifestando el elemento cósmico que poseían, mientras que los de la materia están llenos de humores materiales; las almas están llenas de contaminaciones superfluas y pneumas extraños, con los que incluso en las apariciones se muestran cada uno de estos géneros.

Sea una prueba para ti no insignificante también el hecho de que la materia se consume instantáneamente en el caso de los dioses; en el caso de los arcángeles ella se consume en breve tiempo; en el caso de los ángeles la disolución y separación de ella; en el de los démones la organización armoniosa de ella; en el caso de los héroes la adaptación en proporciones convenientes y la solicitud hábilmente ejercida sobre ella. En cuanto a los arcontes, los soberanos de los mundos se presentan superiores a ella y se manifiestan así, mientras que los materiales se muestran completamente contaminados por la materia; de las almas, las puras se manifiestan aparte de la materia, mientras que las opuestas lo hacen revestidas por ella.

6Además, los dones procedentes de las apariciones ni son todos iguales ni producen los mismos frutos. La presencia de los dioses otorga salud del cuerpo, virtud del alma, pureza de intelecto y ascenso, por decirlo brevemente, de todo lo que hay en nosotros hacia sus propios principios. Elimina el frío y lo destructivo que hay en nosotros, aumenta el calor y lo hace más fuerte y potente, hace que todo sea proporcionado al alma y al intelecto, hace brillar la luz con una inteligible armonía, hace aparecer a los ojos del alma, por medio de los del cuerpo, lo que no es cuerpo como cuerpo. La presencia de los arcángeles produce también los mismos efectos, salvo que no otorga los dones ni siempre ni en toda circunstancia ni suficientes ni perfectos ni inalienables, y brilla de un modo equiparable a su aparición. La de los ángeles otorga separadamente bienes aún más particulares, y tiene la actividad con la que aparece muy inferior a la luz perfecta que la abarca en sí. La de los démones entorpece el cuerpo y lo castiga con enfermedades, arrastra también el alma hacia la naturaleza, no separa de los cuerpos ni de la sensación congénere de los cuerpos, retiene en las regiones de aquí abajo a quienes se apresuran hacia el fuego[69] y no libera de los vínculos de la fatalidad. La de los héroes tiene en lo demás efectos similares a la de los démones, pero tiene como característica propia incitar a ciertas acciones nobles y grandes. La aparición de los arcontes en la epoptía, la de los cósmicos, otorga bienes cósmicos y todas las cosas de la vida, mientras que la de los materiales concede bienes materiales y cuantas obras son terrestres. La contemplación de las almas puras y pertenecientes al orden angélico hace ascender el alma y la salva, se manifiesta en una esperanza sagrada y otorga el don de esos bienes a los que la sagrada esperanza aspira, mientras que la contemplación de las otras [70] hace descender hacia la generación, destruye los frutos de la esperanza y a los que las ven los llena de pasiones que se clavan en los cuerpos[71]

7Y bien, en cuanto al orden que tienen los seres contemplados, se revela en las epoptías: los dioses tienen dioses y ángeles a su alrededor, los arcángeles presentan ángeles precursores o dispuestos en orden con ellos o siguiéndoles detrás o una numerosa guardia de ángeles en torno a ellos, los ángeles manifiestan a la vez las obras propias del orden que ostentan, los buenos démones ofrecen para contemplación sus obras y los bienes que otorgan, los démones vengadores muestran las especies de castigos, y los otros que son malignos de alguna manera están rodeados de bestias dañinas, sanguinarias y salvajes, los arcontes cósmicos muestran con ellos ciertas partes cósmicas, mientras que los otros arcontes arrastran consigo el desorden y disonancia de la materia; en cuanto al alma universal, que no está contenida en ninguna especie particular, deja ver un fuego informe que manifiesta, en torno al mundo entero, el alma universal, única, indivisible e informe del Todo; del alma purificada la figura se ve ígnea y el fuego puro y sin mezcla; su luz interior y su forma aparecen puros y estables, y, gozando de buena voluntad, sigue al guía que la conduce a lo alto, y ella muestra en sus obras su orden propio; el alma que inclina hacia abajo arrastra signos de ataduras y castigos, está cargada de composiciones de pneumas materiales y retenida por las turbaciones irregulares de la materia, y se ve que pone ante sí la autoridad de los démones generadores.

En suma, todos estos géneros muestran a la vez con ellos sus propios ejércitos, manifiestan, además, las regiones que han obtenido en suerte y los lotes en los que habitan: los aéreos muestran un fuego aéreo, los terrestres un fuego terrestre y más oscuro, los celestes un fuego más brillante; dentro de estos tres límites todos los géneros se hayan repartidos en tres órdenes, principio, medio y fin: los de los dioses muestran las causas más elevadas y más puras de este triple orden; los de los arcángeles ***[72]; (los de los ángeles)[73] las causas confiadas por los arcángeles; los de los démones muestran causas subordinadas a éstos, y los de los héroes causas igualmente a su servicio, pero no según los mismos ministerios que los démones, sino según otros diferentes; los de los arcontes según ejercen la primacía correspondiente o del cosmos o de la materia; los de las almas el rango por completo último de las clases superiores; de ahí que los seres superiores muestren con ellos también las regiones: los primeros las primeras, los segundos las segundas en cada una de estas tres clases, y los demás según cada uno tenga dispuesto.

8Además, los dioses hacen brillar una luz tan sutil que los ojos del cuerpo no pueden soportarla, sino que sufren todo lo mismo que los peces a los que se saca de una humedad turbia y densa a un aire sutil y diáfano. En efecto, los hombres que contemplan el fuego divino, al no poder aspirar la sutileza del fuego divino, desfallecen, en cuanto lo atisban, y ponen impedimento a su pneuma connatural. Los arcángeles hacen también ellos brillar una pureza no soportable de aspirar, pero no es igual de intolerable que la de los seres superiores. Las apariciones de los ángeles hacen la mezcla del aire soportable, como para poder unirse también a los teúrgos. En el caso de las apariciones de los démones, el aire universal no entra en simpatía en absoluto, ni el aire que les rodea se hace más sutil ni precede una luz en la que, tomando y ocupando antes el aire, revelen su propia forma; ni una luz ilumina todos los ámbitos en torno a ellos. En el caso de los héroes, ciertas partes de la tierra son sacudidas y resuenan ruidos en derredor, pero el aire universal no se hace más sutil ni desproporcionado a los teúrgos, de forma que ellos pueden soportarlo. En el caso de los arcontes les corre en torno un conjunto de numerosas apariciones, difícilmente soportable, sea cósmico o terrestre, sin que se dé una sutileza hipercósmica ni tampoco la de los elementos más elevados. Con las apariciones anímicas es más connatural el aire que se ve, y éste recibe sus contornos al trabarse con ellas.

9Finalmente, pues, las disposiciones del alma de los que invocan: en la aparición de los dioses reciben una perfección libre de pasiones y superior, una actividad absolutamente mejor y participan del amor divino y de una alegría infinita; en el caso de los arcángeles asumen un estado puro, una contemplación intelectual y un poder inmutable; en el caso de los ángeles participan de la sabiduría racional, de la verdad, de una virtud pura, de un conocimiento seguro y de un orden adecuado; cuando contemplan los démones, reciben anhelo de la generación, deseo de la naturaleza, plenitud de las obras de la fatalidad, poder para culminar tales acciones; si se trata de héroes, entrañan estados de ánimo similares y ponen mucho empeño tendente a la comunión de las almas; cuando se unen a los arcontes, se mueven junto con el alma con movimientos cósmicos o materiales. Con la contemplación de las almas obtienen el deseo de la generación y la connatural autoridad para ocuparse del cuerpo, y todo lo relativo a ello.

A la vez la aparición de los dioses procura verdad y poder, éxito en las acciones y el don de los bienes más grandes, mientras que la de los otros provee los bienes que son propiamente proporcionados al orden de cada uno. Por ejemplo, la de los arcángeles da la verdad, no sin más en general, sino concretamente sobre algunas, y no siempre, sino a veces, ni indiferentemente a todos o en todas partes, sino de una manera determinada sobre esto o sobre aquello, entraña del mismo modo el poder no en general de todo ni indistintamente siempre ni en todas partes, sino a veces y en lugares determinados. La de los ángeles parcela aún más que la de los arcángeles las circunscripciones cada vez más delimitadas para la donación de los bienes. La de los démones no otorga ya los bienes del alma, sino los del cuerpo o los que conciernen al cuerpo, y ello cuando el orden del mundo lo permite. Del mismo modo también la de los héroes procura bienes del segundo y tercer orden, teniendo un punto de mita en el gobierno total de las almas, terrestre y cósmico. En cuanto a la de los arcontes, una dona los bienes cósmicos y todos los de la vida, y la otra, inferior, proporciona no pocas ventajas materiales. Las almas, en sus apariciones, procuran a los contempladores los bienes que contribuyen a la vida humana. Según el orden propio de cada uno se distingue también el don procedente de ellos, y con ello se ha dado respuesta completa adecuada a las cuestiones que planteaste sobre sus apariciones. Hasta aquí lo dicho por nosotros sobre este tema.

10En cuanto a tu contribución al discernimiento de estas cuestiones, tanto si manifiestas tu propia opinión como si las has oído de otros, no es cierta ni correcta. Dices, en efecto, «que el vanagloriarse y hacer ver ciertas imágenes es común a los dioses, a los démones y a todos los géneros superiores»[74] Pero ello no es como tú supones, pues el dios, el ángel y el demon bueno instruyen al hombre sobre su propia esencia, pero en sus discursos no hay añadido mayor que el poder que ostentan o sus propios bienes, pues la verdad coexiste con los dioses, como también la luz coexiste en esencia con el sol; y al mismo tiempo afirmamos que la divinidad no está falta de belleza alguna ni de ninguna virtud que es posible añadirle por medio de discursos. Además, los ángeles y démones reciben siempre de los dioses la verdad, de suerte que no dicen nada nunca contra ella, pues, siendo perfectos según la misma esencia cada uno de ellos, no pueden añadirle nada más a su glorificación.

¿Cuándo, pues, se da lo que llamas «engañoso» en el caso de la vanagloria? Cuando se produce un error en el arte teúrgica y las imágenes en la epoptía no se presentan como deben sino unas en lugar de otras, pues entonces las especies inferiores, aparentando la forma de los órdenes más augustos, fingen ser aquello que aparentan, y entonces profieren discursos jactanciosos y mayores que su poder real. Al ser, pues, el primer inicio, creo, falso, de este error fluye abundantemente la mentira, lo cual deben los sacerdotes reconocerlo en las apariciones partiendo del orden completo (con el cual, si no se observa, entra en contradicción)[75] y rechazar su simulación fingida, en tanto que no pertenece en modo alguno a espíritus verdaderos y buenos. En absoluto es preciso introducir los errores en el juicio verdadero de la realidad, pues tampoco en las otras ciencias o artes juzgamos sus obras por los errores cometidos.

No caracterices, pues, los aciertos conseguidos a duras penas y con infinita lucha a partir de los errores que inopinadamente por ignorancia se lanzan contra la teagogía, sino que más bien al respecto muestra una opinión distinta. En efecto, si las acciones procedentes de la aparición espontánea son tales cuales tú dices, jactanciosas y falsas, las de los verdaderos atletas del fuego[76] son genuinas y verdaderas. Como en todas las demás cosas lo principal comienza primeramente por sí mismo y se procura para sí lo que a otros da, por ejemplo en esencia, en vida, en movimiento, así también lo que procura la verdad a todos los seres comienza por ser verdadero en primer lugar respecto a sí mismo y revela primordialmente su propia esencia a los contempladores, razón por la que muestran a los teúrgos el fuego de la epoptía. En efecto, no es propio del calor enfriar, ni de la luz obscurecer u ocultar alguno de los seres, y ningún otro de lo que realiza por esencia algo tiene a la vez la facultad de la acción contraria, pero lo que no tiene naturaleza y es contrario a lo que es según esencia, eso puede recibir lo opuesto o bien por naturaleza puede caer en el mal.

Lo mismo, pues, también diremos sobre los fantasmas. Pues si éstos no son la verdad misma, sino algo distinto que se asemeja a la realidad, ellos no están ciertamente en los espíritus que aparecen por SI mismos, pero aparentan ser verdaderos como ellos; también ellos participan de la mentira y el engaño, algo similar a las formas que se ven en los espejos; y así vanamente arrastran el pensamiento a lo que no será ninguno de los géneros superiores, sino que serán también ellos extravíos engañosos. En efecto, la imitación de la realidad, lo oscuramente representado y lo que puede devenir en causa de error no conviene a ninguno de los géneros verdaderos y claramente existentes. Por el contrario los dioses y su séquito desvelan sus verdaderas imágenes y no nos proponen en modo alguno fantasmas de ellos mismos, como las figuras que tienen lugar en aguas o en espejos. En efecto, ¿por qué iban a hacer estas exhibiciones? ¿Para ofrecer una muestra de su esencia y poder? Pero estos fantasmas son absolutamente incapaces, pues se convierten en causas de error y engaño para los creyentes y alejan a los contempladores del verdadero conocimiento de los dioses. ¿Para procurar alguna ventaja a los epoptas? ¿Y qué utilidad podría derivar de la mentira? Y si no es así, ¿está en la naturaleza de lo divino emitir fantasmas de sí mismo? ¿Pero cuándo el género estable, fijo en sí mismo y la causa de la esencia y de la verdad podría crear a partir de sí en un lugar extraño una imitación fraudulenta? En modo alguno, pues, la divinidad se transforma en fantasmas, ni a partir de sí emite estos fantasmas en otros seres, sino que irradia su verdadera forma en las maneras de ser verdaderas de las almas; del mismo modo también los compañeros de los dioses son émulos de la verdad epóptica de los dioses.

Lo que tú dices ahora, «que son comunes a los dioses, démones y los otros la producción de imágenes y la jactancia»,[77] , confunde entre sí todos los géneros de los seres superiores y no deja diferencia alguna entre los unos y los otros; de este modo todo será común para ellos y no se otorgará nada extraordinario a los superiores. Hay, en todo caso, una objeción más justa para ti: ¿en qué será superior el género de los dioses al de los démones? Pero estos géneros no tienen comunidad alguna, ni ésta consiste en hacer aparecer fantasmas, y no conviene, partiendo de las últimas clases y de la decadencia que se da en los extremos, conjeturar por analogía las primeras clases y las copias verdaderas que se dan en las primeras clases. Si se piensa así respecto a este tema, se podrá obtener lo que es conveniente y grato a los seres divinos.

11Las cuestiones sucesivas en las que estimas «sacrilegio e impureza la ignorancia y el engaño en estos temas»[78] y nos exhortas a la verdadera doctrina sobre ello, no plantea controversia alguna, sino que se está de acuerdo igualmente por parte de todos los hombres. ¿Quién no estaría de acuerdo en que la ciencia que afecta al ser es la más apropiada a los dioses, mientras que la ignorancia, que precipita en el no ser, cae muy lejos de la divina causalidad de las especies verdaderas? Pero puesto que no se ha dicho suficientemente, añadiré lo que falta. Y ya que la defensa se hace desde un punto de vista más bien filosófico y lógico pero no según el arte activa de los sacerdotes, creo que debo hablar más como teúrgo sobre el tema.

Sea, pues, «la ignorancia y engaño falta e impiedad»[79], sin embargo, no hacen por ello falso lo que se ofrece apropiadamente a los dioses y las ceremonias divinas, pues tampoco el acto de pensar une a los teúrgos con los dioses, porque, ¿qué impediría a los filósofos teoréticos obtener la unión teúrgica con los dioses? Pero la verdad no es así, sino que el cumplimiento de las acciones inefables y realizadas de manera digna para los dioses por encima de toda intelección, así como el poder de los símbolos silenciosos, comprensibles por los dioses sólo, infunden la unión teúrgica. Por eso precisamente no llevaremos a cabo estos actos con el pensamiento, pues entonces su eficacia sería intelectual y producto nuestro; y ni una cosa ni otra es verdad. En efecto, sin que nosotros intervengamos con nuestro pensamiento, los símbolos mismos realizan su propia obra por sí mismos, y el inefable poder de los dioses, con los que estos símbolos se relacionan, por sí mismo reconoce sus propias imágenes, pero no con el estímulo de nuestro pensamiento, pues en absoluto es natural que el continente sea puesto en movimiento por el contenido, ni lo perfecto por lo imperfecto, ni el todo por las partes. De ahí que tampoco por nuestros pensamientos, en principio, las causas divinas sean incitadas a actuar, sino que ellos deben preexistir junto con todas las disposiciones mejores del alma y nuestra pureza como causas auxiliares, pero lo que propiamente estimula la voluntad divina son los mismos símbolos divinos; y así lo divino es puesto en movimiento por sí mismo, sin recibir de ninguno de los seres inferiores un principio cualquiera de su propia acción.

Me he alargado en estas consideraciones por el siguiente motivo: para que no creas que toda la fuerza de la acción teúrgica procede de nosotros, y no supongas que la verdadera obra teúrgica tiene un feliz cumplimiento en el marco de nuestras concepciones dispuestas según la verdad, como tampoco que en el engaño fracasan. Pues tampoco si conocemos las características particulares que acompañan a cada género, no por ello también hemos obtenido la verdad de sus acciones. Pero si la unión activa no se da nunca sin el conocimiento, él, sin embargo, no es idéntico a ella, de forma que la pureza divina lleva a cabo la plena unión con el Uno y la purificación total no con el conocimiento exacto, como la pureza del cuerpo con la castidad, sino por encima del conocimiento. Ninguna otra cosa de las que hay en nosotros, típicamente humanas, coopera al cumplimiento de las acciones divinas.

Admite, pues, esto como dicho de pasada, aunque refuta suficientemente toda tu concepción del arte teúrgica. El mismo valor tienen también tus afirmaciones en las que manifiestas la opinión de que es «Cosa santa y útil la ciencia relativa a los dioses» y llamas «oscuridad a la ignorancia de las cosas honorables y bellas, luz a su conocimiento; una consideras que llena a los hombres de todos los males a causa de la incultura y temeridad, la otra la juzgas causa de todos los bienes»[80] Todo esto tiene el mismo fin que lo dicho previamente y ha obtenido junto con ello la respuesta conveniente. Preciso es, pues, dejar este tema y pasar a tus preguntas sobre la adivinación y resolverlas con concisión.