El duelo en el adolescente

Cada cambio que sigue al reemplazo de un elemento del sistema simboliza la muerte del sistema mismo, siendo el objetivo primordial establecer un nuevo sistema nacido del viejo.

D. GRAVES

La adolescencia suele ser ya una etapa difícil.

El adolescente tiene que hacer frente a la pérdida de un ser querido, al mismo tiempo que hace frente a todos los cambios, dificultades y conflictos propios de su edad.

Aunque exteriormente parezca ya un adulto, el desarrollo del cuerpo no va siempre a la par con la madurez afectiva. Es por eso que necesita todavía mucho apoyo afectivo para emprender el doloroso y difícil proceso de duelo.

Podemos pensar que entonces puede encontrar alivio y ayuda en sus amigos. Pero cuando se trata de la muerte, salvo que se haya vivido una situación similar, los amigos se sienten impotentes y pueden ignorarlo totalmente.

Por otra parte, atravesar un período de desvalorización y cuestionamiento de sus padres es una forma normal, aunque difícil, de separarse de ellos. Si desafortunadamente su padre o su madre fallecen mientras está alejándose física y emocionalmente de ellos puede experimentar un gran sentimiento de culpa, y la necesidad de separarse que experimentaba puede hacer el proceso de duelo más complicado.

Muchas veces el adolescente, aunque sufra intensas emociones, no las comparte con nadie, porque se siente, de alguna manera, presionado a comportarse como si se las arreglara mejor de lo que realmente lo hace.

Después del fallecimiento de su padre, su madre o de su hermano se suele pedir que sea fuerte para sostener al otro padre. Pobre, no se siente capaz de sobrevivir a su propio dolor y además se le exige que sostenga a otros.

Este tipo de conflicto puede tener como resultado que el adolescente renuncie (duelo aplazado o congelado) a vivir su propio duelo y transforme el proceso en rabia, miedo e impotencia… la antesala de empezar a preguntarse por qué y para qué vivir.

Signos que indican que un adolescente necesita más ayuda

Como hemos visto, son varios los motivos que determinan que el duelo en el adolescente sea más difícil. Algunos adolescentes pueden incluso mostrar un comportamiento inoportuno o preocupante.

Vigilar los siguientes comportamientos:

  • síntomas de depresión
  • dificultades para dormir
  • extrema impaciencia
  • baja autoestima
  • fracaso escolar
  • indiferencia hacia actividades sociales
  • deterioro de las relaciones familiares
  • práctica súbita de deportes de riesgo
  • abandono de los amigos de la infancia
  • conductas riesgosas como conducir sin precaución
  • abuso del alcohol y otras drogas
  • peleas de noviazgo, rupturas
  • relaciones sexuales descuidadas o promiscuas
  • negación del dolor
  • alardes de fuerza y madurez.

Como en todos los casos se impone, frente a la complicación, la recomendación de un diagnóstico profesional.

Carta al novio escrita por una adolescente que acaba de perder a su padre:

Por favor, quiero que sepas que yo necesito que me sostengas. Quizás no te pida ayuda porque estoy muy aturdida, pero preciso saber que estás ahí.

Debés saber que yo no espero que me hagas sentir bien ni que desaparezca mi pena. En este momento nadie puede. Lo que necesito es que me ayudes a calmarme, que aceptes mi dolor tolerando tu impotencia de no poder ayudarme.

Si no podés llamarme porque no soportás mi dolor o tu impotencia, decímelo. Yo lo voy a entender mejor que si pusieras excusas de todo tipo.

Espero que puedas entender mi enojo. No sos vos ni los demás los que me enojan. Es la pérdida de quien quería. Perdoná mis insultos y mis malos modos un tiempito más…

No trates de evitar mis lágrimas. Verme llorar puede ser duro para vos, pero es un modo saludable de expresar un poco de mi pena. Llorar es bueno para mí, si querés quedarte por favor tratá de sentarte a mi lado y mirarme llorar, no necesito que llores conmigo pero no me interrumpas.

No trates de consolarme comparando mi pérdida con otras peores. Mi pena es mía e intransferible.

Entendeme si no puedo compartir momentos felices que estás viviendo. Me gustaría poder.

No me digas que lo que sucedió fue «porque Dios lo quiso». Oír esto no me consuela en este momento y solo agrega confusión espiritual y desolación a lo que siento.

No me digas: «Fue lo mejor que podía pasar».

No me digas: «Sé cómo te sentís». Nadie lo sabe. Por favor, solo preguntame cómo me siento hoy.

Proponeme cosas concretas… un almuerzo, una tarea hogareña, una hora libre. Yo estoy demasiado herida para poder pensar más allá de hoy o para decidir un programa atractivo.

No me pidas que «deje esto atrás, que olvide y que siga adelante con mi vida».

Esta es mi vida.

Necesito hacer el duelo. Necesito ser yo, y no necesito ni quiero olvidar, solo encontrar una manera de recordar en paz.

Abrazame, tocame, decime que podés cuidarme y acompañarme en este camino.

El camino de las lágrimas es tan árido y fantasmal que me asusta recorrerlo sin vos.

Admití mi dolor sin resistencias.

Aceptá mi duelo sin interferir y siempre recordaré el amor que me ofreciste.