Capítulo 10

Desde la Plaza del Triunfo hasta el Real Alcázar

 

La semana pasó rápido.

Pero prácticamente la novela iba cogiendo forma.

Le comenté de lo difícil que me sería describir sitios que solo conocía por fotos, lugares que no conocía. Así que planificamos una agenda.

Sitios donde ir, que visitar y con el suficiente espacio de tiempo para escribir. Ambos teníamos nuestras vidas, nuestras casas y una situación económica no muy abierta.

Buscamos en internet información para ir a visitar el Real Alcázar. Duración de la visita aproximada entre 1 o 2 horas y un coste de casi 15 euros cada uno. Algo elevado si después queríamos tomarnos algo, pero aun así hicimos la reserva para el sábado de la semana siguiente.

Quedamos en la puerta.

Tuvimos que esperar algo de cola para poder entrar.

Atravesamos la Puerta del León a la que antiguamente llamaban la Puerta de la Montería, que está custodiada por dos torres almohades y presididas por un panel de azulejos.

Nuestro primer dilema. Cuando llegamos al Patio del León, antes de continuar, a la izquierda se podía visitar la Sala de la Justicia y el Patio del Yeso… pero de frente, nos encontramos con el Patio de la Montería, dónde destaca la fachada del Palacio Mudéjar de Pedro I.

¿Qué visitar primero?

Como queríamos verlo todo, no nos poníamos de acuerdo.

Justo me sorprendió sacando una moneda. Cara para mí y cruz para él. Así fuimos haciendo todo el recorrido.

Después de un rato andando, llegó el momento de disfrutar del plato fuerte de la visita. El único sitio que los dos queríamos ver de verdad. Nos adentramos en el Palacio Mudéjar y nos dirigimos directamente al corazón del mismo: el Patio de las Doncellas. Una obra maestra del arte mudéjar andaluz que a los dos nos sorprendió. Te introduce en una época mágica.

         ¿en qué piensas Isa?

         En cómo debían vivir aquí.

         ¡Umm! Estarías preciosa vestida de mora

         ¡claro! Y tú de sultán.

         Jajajajjjaj. Sería divertido.

 

*****

Desde fuera no me podía imaginar todo lo que hay dentro, es un sitio impresionante tanto la zona interior con motivos mozárabes como el patio, lleno de fuentes. Es todo tan sorprendente.

Cuando la miro mi mente se queda ausente de lo que pasa a mi alrededor, mi cerebro solo tiene espacio para ella.

La visita se me hizo cortísima.

Nos tomamos unas cañas bien frías con unas tapas y volvimos cada uno para nuestra casa.

El sábado había pasado en un visto y no visto, pero quedaba aún la noche y pensaba ir a tomar algo con Fran.

No tenia pensamiento de recogerme muy tarde pero al final nunca se sabe.

Como de costumbre me encuentro otro sábado, doce de la noche y cubata en mano en el Bar-Terraza Chile que es todo un clásico donde tomar una copa en un marco incomparable. Bien ambientado, con un trato exquisito por parte de todo su personal y muy buena selección musical.

Camino de vuelta a casa después de un par de copas, pienso en que me voy a replantear dejar estas salidas nocturnas por un tiempo.

Me he distraído, me he despejado… pero mi mente no estaba donde tenía que estar.