I Mitosis

... Y cuando digo "enamorado a morir" —prosiguió Qfwfq—, quiero decir algo de lo que no tienen idea, ustedes para quienes enamorarse significa forzosamente enamorarse de otra persona, o cosa, o lo que diablos sea, en una palabra yo estoy aquí y aquello de que estoy enamorado está allá, es decir, un vínculo ligado a la vida de relación, en cambio les hablo de antes de ponerme en trato con nada, había una célula y aquella célula era yo, y basta, ahora no miramos si allí alrededor había otras, no importa, estaba aquella célula que era yo y ya es mucho, una cosa así basta y sobra para llenarte la vida, justamente de este sentido de plenitud quería hablar, plenitud no digo en razón del protoplasma que yo tenía, que a pesar de haber crecido en proporciones notables no era nada excepcional, ya se sabe que las células están llenas de protoplasma, si no de qué quieren que estén llenas, yo hablo de un sentido de plenitud digamos si me permiten la palabra abrir comillas espiritual cerrar comillas, es decir el hecho de la conciencia de que aquella célula era yo, esta conciencia era la plenitud, esta plenitud era la conciencia, algo que no te dejaba dormir por la noche, algo que no cabías en tu pellejo, exactamente la situación que decía antes del "enamorado a morir".

Ahora ya sé que me harán toda una historia porque un enamoramiento presupone no sólo la conciencia de sí sino la del otro etcétera etcétera, y yo les contesto muchas gracias hasta ahí también llego yo pero si no tienen un poco de paciencia es inútil que trate de explicarles, y sobre todo tienen que olvidar por un momento la forma en que se enamoran ustedes ahora, la forma en que ahora también yo, si me permiten que incurra en confidencias de este tipo, me enamoro, digo confidencias porque sé bien que si les contase un enamoramiento mío de ahora ustedes podrían decir que no tengo discreción, mientras que de cuando era un organismo unicelular puedo hablar sin sentir escrúpulo alguno, o sea hablar como se dice objetivamente, porque desde entonces ha corrido mucha agua, y también yo ya es mucho si me acuerdo y sin embargo lo que recuerdo basta para trastornarme de la cabeza a los pies, por eso si decía objetivamente lo decía por decir, como sucede cuando se dice objetivamente y después como quien no quiere la cosa terminas por caer en lo subjetivo, y así esta explicación que quiero darles me resulta difícil justamente porque entra todo en lo subjetivo, en lo subjetivo de entonces que a poco que recuerde es algo que perturba de la cabeza a los pies lo mismo que lo subjetivo de ahora, y por eso he usado expresiones que tendrán la desventaja de introducir confusión con lo que hay ahora de diferente pero tienen también la ventaja de echar luz sobre lo que hay en común.

En primer lugar debo especificar mejor lo que decía sobre acordarme de poco, es decir, advertir que si algunas partes de mi relato serán menos desarrolladas que otras no quiere decir que sean menos importantes sino que están menos sostenidas por mi memoria, pues lo que recuerdo bien es la fase digamos inicial de mi historia de amor, casi diría la fase precedente, pues en lo más hermoso de la historia de amor la memoria se deshace se deshilacha se desmenuza y ya no hay modo de recordar qué sucede después, digo esto no por lavarme las manos con la pretensión de hacerles escuchar una historia de amor que ni siquiera recuerdo, sino por aclarar el hecho de que no recordarla es hasta cierto punto necesario para que la historia sea ésta y no otra, es decir, mientras por lo común una historia consiste en el recuerdo que de ella se tiene, aquí el no recordar la historia se convierte en la historia misma.

Hablo pues de una fase inicial de historia de amor que después probablemente vuelve a repetirse en una multiplicación interminable de fases iniciales iguales a la primera y que se identifican con la primera, una multiplicación o mejor una elevación al cuadrado, un crecimiento exponencial de historia que es siempre como si fuese la primera historia, pero yo de todo eso no estoy seguro, lo supongo como pueden suponerlo ustedes, me refiero a una fase inicial que precede a las otras fases iniciales, una primera fase que debe de haber habido, primero porque es lógico esperar que la haya habido, y segundo, porque la recuerdo muy bien, y cuando digo que es la primera no pretendo decir la primera en sentido absoluto, les gustaría que lo pretendiera pero no, digo la primera en el sentido de que cualquiera de estas fases iniciales siempre iguales podemos considerarla la primera, y aquella a que me referiré es la que recuerdo yo, la que yo recuerdo como primera en el sentido de que antes de ésa no recuerdo nada, y la primera en sentido absoluto vaya uno a saber cuál es, a mí no me interesa.

Comencemos entonces así: hay una célula, y esta célula es un organismo unicelular, y este organismo unicelular soy yo, y yo lo sé, y me alegro. Hasta aquí nada especial. Ahora tratemos de representarnos esta situación en el espacio y en el tiempo. Pasa el tiempo, y yo, cada vez más contento de ser, y de ser yo, estoy también cada vez más contento de que el tiempo sea, y de que en el tiempo sea yo, es decir que el tiempo pase y yo pase el tiempo y el tiempo me pase a mí, o sea contento de estar contenido en el tiempo, de ser yo el contenido del tiempo, mejor aún el continente, en una palabra, de marcar con el ser yo el paso del tiempo, y esto deben reconocer que empieza a denunciar el sentido de la espera, de una alegre esperanzada espera, mejor, de la impaciencia, una jubilosa impaciencia, una jubilosa excitada impaciencia juvenil, y al mismo tiempo un ansia, una juvenil ansia excitada y en el fondo dolorosa, una dolorosa insostenible tensión de impaciencia. Hay que tener presente además que ser quiere decir también estar en el espacio, y yo estaba en realidad desparramado en el espacio cuan largo era, con el espacio todo alrededor que si bien yo no tenía conocimiento de él se comprendía que continuaba por todas partes, el espacio que ahora no importa estar allí mirando qué otra cosa contenía, yo estaba encerrado en mí mismo y hacía mis cosas, y ni siquiera tenía una nariz para asomar la nariz afuera, o un ojo para interesarme en lo de afuera, en lo que había y lo que no había, pero la sensación de ocupar espacio en el espacio la tenía, de arrebujarme en el medio, de crecer con mi protoplasma en las varias direcciones, pero como decía, no quiero insistir en este aspecto cuantitativo y material, quiero hablar sobre todo de la satisfacción y manía de hacer algo con el espacio, de tener el tiempo para sacar un goce del espacio, de tener espacio para hacer pasar algo en el pasar del tiempo.

Hasta aquí he mantenido separados tiempo y espacio para que ustedes me entiendan mejor, o más bien para entender mejor lo que debería hacerles entender, pero en aquella época no es que distinguiera muy bien lo que era uno de lo que era el otro: estaba yo, en aquel punto y en aquel momento, ¿se entiende?, y después un fuera que se me presentaba como un vacío que hubiera podido ocupar yo en otro momento o punto, en una serie de otros puntos o momentos, en una palabra una potencial proyección de mí en la cual yo sin embargo no estaba, y por lo tanto un vacío que era en resumen el mundo y el futuro pero yo aún no lo sabía, vacío porque la percepción todavía me estaba negada y como imaginación andaba aún más atrás y como categorías mentales era un desastre, pero tenía esa satisfacción de que fuera de mí hubiese ese vacío que no era yo, que quizá hubiese podido ser yo porque yo era la única palabra que conocía, la única palabra que hubiera sabido declinar, un vacío que hubiera podido ser yo pero en aquel momento no lo era y en el fondo no lo sería jamás, el descubrimiento de algo diferente que no era todavía algo pero que sin embargo no era yo, o mejor no era yo en aquel momento y en aquel punto y por lo tanto era otro, y este descubrimiento me daba un entusiasmo regocijado, no, desgarrador, un desgarro vertiginoso, el vértigo de un vacío que era todo lo posible, todos los otra parte otra vez otro modo posibles, el complemento de aquel todo que era para mí el todo, y ahora estoy rebosante de amor por ese otra parte otra vez otro modo mudo y vacío.

Ya ven, pues, que al decir "enamorado" no decía algo tan fuera de lugar, y ustedes que estaban siempre a punto de interrumpirme y decir: "enamorado de sí mismo, uh uh, enamorado de sí mismo", hice bien en no escucharlos y no emplear ni dejarles emplear esa expresión, ahora ven que el enamoramiento era ya entonces una lancinante pasión por el fuera de mí, era la contorsión del que anhela escapar fuera de sí mismo así como yo andaba entonces revolcándome en el tiempo y en el espacio enamorado a morir.

Para contarles bien cómo se desarrollaron las cosas debo recordarles cómo era yo, una masa de protoplasma que fuera una especie de ñoqui de pulpa con un núcleo en el medio. No es que quiera hacerme el interesante, pero en el núcleo yo tenía una vida muy intensa. Físicamente era un individuo en su pleno vigor, y está bien, sobre este punto no me parece discreto atraer la atención: era joven, sano, en el colmo de mis fuerzas, pero con eso no quiero excluir que otro que estuviera en peores condiciones, con el citoplasma endeble o aguado, pudiese revelar dotes aún mayores. Lo importante para los fines de lo que deseo contar es lo que de mi vida física se reflejaba en el núcleo; digo física no porque hubiera una distinción entre vida física y vida de cualquier otro tipo, sino para hacerles entender que la vida física tenía en el núcleo su punto de mayor concentración, sensibilidad y tensión, de modo que mientras quizá yo todo alrededor la pasaba tranquilo y feliz en mi pulpa blanquecina, el núcleo participaba de esta tranquilidad y beatitud citoplasmática a su manera nucleica, es decir, acentuando y espesando la embrollada granulación y punteado que lo adornaba, y yo por lo tanto ocultaba en mí todo un tupidísimo trabajo nucleico que al fin no correspondía sino a mi bienestar exterior, de modo que, digamos, cuanto más contento estaba de ser yo, más se cargaba mi núcleo de su densa impaciencia, y todo lo que era yo y todo lo que iba poco a poco siendo terminaba por constar en el núcleo y ser absorbido registrado acumulado en un serpentino enroscarse de espirales, en la forma poco a poco diversa en que se iban ovillando y devanándose, así que podría incluso decir que todo lo que yo sabía lo sabía en el núcleo, si no hubiera el peligro de hacerles creer en una función separada o acaso contrapuesta del núcleo respecto del resto, mientras que si hay un organismo ágil e impulsivo en el que no se pueden hacer tantas diferenciaciones es el organismo unicelular, pero no quisiera tampoco exagerar en el sentido opuesto, casi dándoles la idea de una homogeneidad química de gota inorgánica arrojada allí, ustedes saben mejor que yo cuántas diferenciaciones hay en el interior de la célula, e incluso en el interior del núcleo, que yo tenía justamente todo punteado, pecoso, sembrado de filamentos o briznas o bastoncitos o cromosomas, y cada uno de esos filamentos o briznas o bastoncitos o cromosomas tenía una relación precisa con alguna particularidad de eso que yo era. Ahora podría intentar una afirmación un poco azarosa, y decir que yo no era sino la suma de aquellos filamentos o palillos o bastoncitos, afirmación que puede ser rebatida por el hecho de que yo era yo todo entero y no una parte de mí mismo, pero que puede ser sostenida precisando que aquellos bastoncitos eran yo mismo traducido en bastoncitos, es decir, lo que de mí era posible traducir en bastoncitos, para después volver a traducirlos eventualmente en mí. Y por consecuencia cuando hablo de intensa vida del núcleo me refiero no tanto al crujido o crepitación de todos aquellos bastoncitos en el interior del núcleo, como al nerviosismo de un individuo que sabe que tiene todos esos bastoncitos, que es todos esos bastoncitos, pero sabe también que hay algo que no es representable con esos bastoncitos, un vacío del cual aquellos bastoncitos sólo logran sentir el vacío. Es decir, esa tensión hacia el fuera el otro lado el otro modo, que es finalmente lo que se llama un estado de deseo.

Sobre este estado de deseo es mejor ser más precisos: se observa un estado de deseo cuando de un estado de satisfacción se pasa a un estado de creciente satisfacción y por lo tanto, de inmediato, a un estado de insatisfactoria satisfacción, es decir, de deseo. No es verdad que el estado de deseo se verifique cuando falta algo; si algo falta, paciencia, se prescinde de eso, y si es una cosa indispensable, prescindiendo de ella se prescinde del ejercitar una función vital cualquiera, y por lo tanto se procede rápidamente a una segura extinción. Quiero decir que de un estado de carencia puro y simple no puede nacer nada, nada de bueno ni tampoco nada de malo, sólo otras carencias hasta la carencia de la vida, condición notoriamente ni buena ni mala. Pero un estado de carencia puro y simple no existe, que yo sepa, en la naturaleza: el estado de carencia se experimenta siempre en contraste con un estado precedente de satisfacción y es del estado de satisfacción que crece todo lo que puede crecer. Y no es cierto que un estado de deseo presuponga necesariamente algo deseado; el algo deseado comienza a existir sólo una vez que existe el estado de deseo; no porque antes aquel algo no era deseado sino porque antes ¿quién sabía que existía? Por lo tanto, una vez que existe el estado de deseo justamente el algo es lo que comienza a ser, algo que si todo anda bien será el algo deseado pero que podría seguir siendo un algo y nada más por falta del deseante que en el desear podría incluso cesar de ser, como en el caso en cuestión del "enamorado a morir", que no se sabe todavía cómo irá a terminar. Entonces, para volver al punto donde habíamos quedado, diré que mi estado de deseo tendía simplemente a un otro lugar otra vez otro modo que hubiera podido contener también algo (o, digamos, el mundo), o contenerme sólo a mí mismo, o a mí mismo en relación con algo (o con el mundo), o algo (el mundo) sin yo mismo.

Para aclarar este punto advierto que he vuelto a hablar en términos generales, perdiendo el terreno ganado con las aclaraciones anteriores, cosa que suele suceder en las historias de amor. Estaba explicando lo que me sucedía a mí a través de lo que le sucedía al núcleo y en particular a los cromosomas del núcleo, la conciencia que a través de aquéllos se determinaba en mí de un vacío más allá de mí y más allá de aquéllos, la espasmódica conciencia que a través de aquéllos me obligaba a algo, un estado de deseo que, por poco que sea posible moverse, se convierte de pronto en un movimiento de deseo. Este movimiento de deseo seguía siendo en el fondo un deseo de movimiento, como sucede cuando no es posible moverse hacia ningún lugar porque el mundo no existe o no se sabe que exista, y en estos casos el deseo mueve a hacer, a hacer algo, o sea a hacer cualquier cosa. Pero cuando no se puede hacer ninguna cosa por falta de mundo exterior, el único hacer que es posible permitirse disponiendo de poquísimos medios es ese tipo especial de hacer que es el decir. En una palabra, yo era movido a decir; mi estado de deseo, mi estado-movimiento-deseo de movimiento-deseo-amor me movía a decir, y como la única cosa que tenía para decir era yo mismo, me veía impelido a decirme yo mismo, a expresarme. Seré más preciso: antes, cuando decía que para decir bastan poquísimos medios no estaba exactamente en lo cierto, y por lo tanto me rectifico: para decir se necesita un lenguaje, y disculpen si es poco. Yo como lenguaje tenía todos aquellos palillos o briznas llamados cromosomas, por lo tanto bastaba repetir aquellos palillos o briznas para repetirme a mí mismo, se entiende que para repetirme a mí mismo en cuanto lenguaje, que como se verá es el primer paso para repetirme a mí mismo como tal, que como se verá luego no es de ningún modo repetir. Pero lo que se verá es mejor que lo vean a su tiempo, porque si continúo haciendo aclaraciones dentro de otras aclaraciones, no salgo más.

Es cierto que aquí se necesita proceder con mucha atención para no caer en inexactitudes. Toda esta situación que he tratado de contar y que al comienzo he definido como "enamoramiento" explicando a continuación cómo ha de entenderse esta palabra, todo esto en suma repercutía en el interior del núcleo en un enriquecimiento cuantitativo y energético de los cromosomas, aún más, en su alborozada duplicación, porque cada uno de los cromosomas se repetía en un segundo cromosoma. Hablando del núcleo resulta natural hacer de él una sola cosa con la conciencia, lo cual es sólo una simplificación un poco burda, pero aunque las cosas fueran realmente así, eso no implicaría la conciencia de poseer un número doble de bastoncitos, porque teniendo cada bastoncito una función, siendo cada uno, para volver a la metáfora del lenguaje, una palabra, el hecho de que una sola palabra figurase allí dos veces no modificaba lo que yo era, puesto que yo consistía en el surtido o vocabulario de las palabras diversas o funciones que tenía a mi disposición y el hecho de tener palabras dobles se hacía sentir en ese sentimiento de plenitud que antes he llamado abrir comillas espiritual cerrar comillas, y ahora se ve cómo las comillas aludían al hecho de que se trataba de un asunto en el fondo absolutamente material de los filamentos o bastoncitos o palillos, pero no por eso menos jubiloso y energético.

Hasta aquí recuerdo muy bien porque los recuerdos del núcleo, haya conciencia o no conciencia, conservan una mayor evidencia. Pero esta tensión que les decía, a la larga se había ido transmitiendo al protoplasma: me había dado una necesidad de estirarme cuan largo era, hasta una especie de rigidez espasmódica de los nervios que no tenía, y así el citoplasma había ido ahusándose como si las dos extremidades quisieran escapar la una de la otra, en un haz de materia fibrosa que temblaba toda ni más ni menos que el núcleo. Más aún, distinguir todavía entre núcleo y citoplasma era difícil: el núcleo se había como disuelto y los bastoncitos permanecían librados allí en mitad de ese huso de fibras tensas y espasmódicas, pero sin desperdigarse, girando sobre sí mismos todos juntos como en una calesita.

Del estallido del núcleo a decir verdad casi no me había dado cuenta: sentía que era todo yo mismo de una manera más total que nunca, y al mismo tiempo que no lo era, que ese todo yo mismo era un lugar en el que había todo salvo yo mismo, tenía la sensación de estar habitado, no: de habitarme, no: de habitar un yo habitado por otros, no: tenía la sensación de que otro estuviese habitado por otros. En cambio, lo que advertí sólo entonces fue aquel hecho de la duplicación que antes como decía no había visto claro: al instante me encontré con un número de cromosomas exorbitante, ahora todos mezclados porque las parejas de cromosomas gemelos se habían separado y yo ya no entendía más nada. O sea: frente al vacío mudo ignoto en que me había ido sumergiendo amorosamente sentía necesidad de decir algo que restableciera mi presencia, pero en aquel momento las palabras que tenía a mi disposición me parecía que habían llegado a ser muchísimas, demasiadas, para ordenarlas en algo que decir que fuese aún yo mismo, mi nombre, mi nuevo nombre.

Recuerdo todavía una cosa: cómo de ese estado de congestión caótica tendía a pasar, en la vana búsqueda de un alivio, a una congestión más equilibrada y ordenada, a hacer de manera que un surtido completo de cromosomas se dispusiera de un lado y otro del otro lado, de modo que el núcleo, o sea aquella calesita de briznas que había ocupado el lugar del núcleo estallado, en cierto momento terminó por adoptar un aspecto simétrico y especular, casi abriendo las propias fuerzas para resistir a la provocación del vacío mudo ignoto, de modo que la duplicación que antes concernía a cada uno de los bastoncitos ahora abarcaba al núcleo en su complejo, es decir aquello que yo seguía considerando todavía un núcleo y como tal haciéndolo funcionar, aunque fuera solamente un torbellino de algo que se estaba separando en dos torbellinos distintos.

Es preciso señalar aquí que esta separación no era en el sentido de cromosomas viejos por un lado y cromosomas nuevos por el otro, porque si no se los he explicado antes se los explico ahora, cada bastoncito después de haberse espesado se había dividido a lo largo, por lo tanto eran todos igualmente viejos e igualmente nuevos. Esto es importante porque antes he usado el verbo repetir, que como de costumbre era un poco aproximativo y podía dar la falsa idea de que hubiera un bastoncito original y un bastoncito copia, e incluso el verbo decir estaba más bien fuera de lugar, por cuanto aquella frase del decirme yo mismo me vino especialmente bien, fuera de lugar por cuanto para decir se precisa uno que diga y algo que sea dicho, y éste no es exactamente el caso.

Difícil en suma definir en términos precisos la indeterminación de los estados de ánimo amorosos, que consisten en una gozosa impaciencia de poseer un vacío, en una golosa expectativa de lo que podrá venir a mi encuentro desde el vacío, y también en el dolor de verme todavía privado de aquello por lo cual estoy en impaciente golosa expectativa, en el dolor desgarrante de sentirme ya potencialmente duplicado para poseer potencialmente algo potencialmente mío, y todavía constreñido a no poseer, a considerar no mío y por lo tanto potencialmente ajeno lo que potencialmente estoy poseyendo. El dolor de tener que soportar que lo potencialmente mío sea potencialmente ajeno, o, por lo que sabía, ajeno quizá también de hecho, ese goloso celoso dolor es un estado de plenitud tal como para creer que todo el enamoramiento consista solamente en el dolor, esto es, que la golosa impaciencia no sea nada más que celosa desesperación, y el movimiento de la impaciencia no sea más que el movimiento de la desesperación que se afianza dentro de sí misma haciéndose cada vez más desesperada, con la facultad que tiene cada partícula de desesperación de desdoblarse y disponerse simétricamente a la partícula análoga y de tender a salir del propio estado para entrar en otro estado quizá peor pero que lacerara y destrozara a éste.

En este tironear entre los dos torbellinos se iba formando un intervalo, y fue este el momento en que mi estado de desdoblamiento comenzó a resultarme claro, desde un principio como una abertura de la conciencia, del sentido de presencia de todo mi yo, porque no era sólo el núcleo el interesado en estos fenómenos, ya saben que todo lo que sucedía allí, en los bastoncitos del núcleo, se reflejaba en lo que sucedía en la extensión de mi ahusada persona física, comandada precisamente por aquellos bastoncitos. Así incluso mis fibras de citoplasma se iban concentrando en dos direcciones opuestas y adelgazándose en el medio hasta el punto de parecer que yo tenía dos cuerpos iguales, uno de un lado otro del otro, ligados por un estrangulamiento que se afinaba hasta hacerse filiforme, y en aquel instante tuve por primera vez la conciencia de la pluralidad, por primera y última vez porque en adelante sería tarde, sentí la pluralidad en mí como imagen y destino de la pluralidad del mundo, y el sentimiento de ser parte del mundo, de estar perdido en el mundo innumerable, y al mismo tiempo todavía agudo el sentimiento de ser yo, digo el sentimiento y no ya la conciencia porque si hemos convenido en llamar conciencia a aquello que sentía en el núcleo ahora los núcleos eran dos, y cada uno rompía las últimas fibras que lo mantenían ligado al otro, y ahora transmitían cada uno por su cuenta, ahora por mi cuenta por mi cuenta de manera repetida cada uno independiente la conciencia casi balbuceante rompía las últimas fibras la memoria las memorias.

Digo que el sentimiento de ser yo venía no ya de los núcleos sino de aquel poco de plasma destrozado y estrujado allí en el medio, y era todavía como un vértice filiforme de plenitud, como el delirio en el cual veía todas las diversidades del mundo plural filiformemente irradiadas desde mi continuidad primera y singular. Y al mismo tiempo me daba cuenta de que mi salir de mí mismo es una salida sin retorno, sin restitución posible del yo que ahora advierto que estoy expulsando sin que pueda serme restituido jamás, y entonces es la agonía que se precipita triunfal porque ya la vida está en otra parte, ya deslumbres de memoria ajena desdoblados no superpuestos de la célula ajena instauran la relación de la célula novicia, la relación consigo misma novicia y con el resto.

Todo el después se pierde en la memoria fragmentada y multiplicada como el propagarse y repetirse en el mundo de los individuos desmemoriados y mortales, pero ya un instante antes de que empezase el después entendí todo lo que iba a suceder, el futuro o soldadura de anillo que ahora o ya entonces sucede o tiende desesperadamente a suceder, entendí que ese agarrar y salir de sí mismo que es el nacimiento-muerte daría la vuelta, se transformaría de destrozamiento y fractura en compenetración y mescolanza de células asimétricas que suman los mensajes repetidos a través de trillones de trillones de enamoramientos mortales, vi mi mortal enamoramiento volver en busca de la soldadura originaria o final, y todas las palabras que no eran exactas en el relato de mi historia de amor volverse exactas y sin embargo su sentido seguir siendo el sentido exacto de antes, y los enamoramientos encenderse en la floresta de la pluralidad de los sexos y de los individuos y de las especies, el vértigo vacío llenarse de la forma de las especies y de los individuos y de los sexos, y sin embargo repetir siempre aquel desgarrón de mí mismo, aquel agarrar y salir, agarrar yo mismo y salir de mí mismo, delirio de aquel hacer imposible que lleva a decir, de aquel decir imposible que lleva a decirse a sí mismo, incluso cuando el sí mismo se dividirá en un sí mismo que dice y en un sí mismo que es dicho, en un sí mismo que dice y seguro morirá y en un sí mismo que es dicho y que a veces corre el riesgo de vivir, en un sí mismo pluricelular y único que conserva entre sus células aquella que repitiéndose repite las palabras secretas del vocabulario que nosotros somos, y en un sí mismo unicelular e innumerablemente plural que puede estar difuso en innumerables células palabras de las cuales sólo la que encuentra la célula palabra complementaria o sea el otro sí mismo asimétrico intentará proseguir la historia continua y fragmentaria, pero si no la encuentra no importa, incluso en el caso del que hablo no estaba previsto que la encontrara, incluso en principio se tratará de evitar que suceda, porque lo que importa es la fase inicial incluso precedente que repite cada fase inicial incluso precedente, el encuentro de los sí mismos enamorados y mortales, en el mejor de los casos enamorados y en todos los casos mortales, lo que importa es el momento en que desgarrándose a sí mismo se siente en un deslumbramiento la unión de pasado y futuro, así como yo en el desgarrón de mí mismo que justo ahora termino de contarles vi lo que debía suceder al encontrarme hoy enamorado, en un hoy quizá del futuro quizá del pasado pero también seguramente contemporáneo de aquel último instante unicelular y contenido en él, vi que iba al encuentro del vacío del otro lado otra vez otro modo con nombre apellido dirección abrigo rojo botas negras flequillo pecas: Priscilla Langwood, chez Madame Lebras, cent-quatre-vingt-treize Rué Vaugirard, París quinziéme.