23. George Washington Carver
Aquel año de 1896 se le planteaba una decisión difícil al joven botánico. Tras grandes penurias había logrado llegar a ser un científico respetado en la Universidad del Estado de Iowa; ganaba un sueldo decente y podía experimentar a sus anchas en el cultivo de plantas.
Ahora solicitaba sus servicios una pequeña y mísera universidad de Alabama. Tendrá que dejar la vida descansada de Iowa y volver a una tierra donde su posición sería muy humilde.
Pero no podía rehusar. La universidad que le buscaba era el Instituto de Tuskegee, el único lugar de todo el sur donde los negros podían adquirir una educación superior; y el joven botánico era negro. Su nombre es George Washington Carver.
Carver dio la espalda al éxito que se había ganado con muchos sudores y regresó al sur. Allí le aguardaban éxitos aún mayores.
George Washington Carver nació en 1864. En Diamond Grove, en el estado de Missouri, no hay registro de la fecha exacta de su nacimiento, pero fue más o menos hacia el final de la Guerra Civil norteamericana. Carver fue esclavo hasta la promulgación de la Enmienda Trece en 1865.
A los pocos meses de nacer, una banda de forajidos raptaron al pequeño y a su madre. A ella la vendieron y embarcaron antes de que su dueño, Moses Carver, pudiera salvarla; al niño lo rescató a cambio de un caballo.
Tras liberarlo, los Carver lo adoptaron. A medida que fue haciéndose mayor dio señales de gran inteligencia, pero los Carver no podían darle estudios: la ciudad no tenía escuela para niños negros. Finalmente decidieron enviarle a Neosho, la capital del condado, a una escuela que contaba con una sola aula, 70 alumnos y un solo profesor. Allí obtuvo notas excelentes, pese a que trabajaba al mismo tiempo para costearse los estudios. Siguió estudiando y trabajando en empleos muy dispares, hasta que terminó la escuela secundaria, decidiendo entonces ingresar en la universidad.
En aquel tiempo no era fácil encontrar una universidad que admitiera estudiantes negros. Finalmente le aceptaron en el Simpson College, en Indianola, Iowa. George Washington Carver tenía a la sazón veinticinco años y era el primer negro que se matriculaba en esa universidad. Su expediente académico fue tan bueno que, tras licenciarse, no tuvo ninguna dificultad para proseguir estudios en la Universidad Agrícola del Estado de Iowa. Tras obtener el título de Master of Science en 1892, pasó a formar parte del claustro de profesores.
Fue entonces cuando le llegó la solicitud de Tuskegee, el instituto fundado por Booker T. Washington, el gran educador negro. Carver pasó a ser director del departamento de investigaciones agrícolas de Tuskegee.
Empezando con 19 acres de la «peor tierra de Alabama», Carver enseñó a sus discípulos cómo regenerar el suelo con turba de unos pantanos vecinos y montones de compost que podían hacer ellos mismos.
El gran problema del agricultor sureño era que el suelo estaba agotado. Lo único que se había cultivado durante generaciones en la mayor parte del Sur era algodón y tabaco; ambos cultivos habían ido agotando los minerales del suelo, sin tomar la precaución de reponerlos.
George W. Carver sabía que el suelo que estaba agotado para un cultivo podía servir en cambio perfectamente para otro; y también que esta «rotación de cultivos» devolvía el nitrógeno a la tierra, como atestiguaban los experimentos que había realizado en Tuskegee. Carver inició una infatigable campaña de educación para conseguir que los agricultores sureños diversificaran los cultivos. Su idea era que plantaran cacahuete y boniato en lugar de algodón, al menos durante un tiempo.
Fue una batalla casi en solitario, pero que al final ganó. El agricultor sureño vio cómo la tierra se regeneraba y sus ingresos y cosechas aumentaban. La producción de cacahuete y boniato era tan grande que resultaba imposible venderla íntegra para alimento. ¿Qué hacer con el excedente?
Carver volvió al laboratorio. Descompuso el cacahuete, lo fraccionó en aceites, almidones y aminoácidos y luego los recombinó de maneras distintas. De este modo obtuvo del cacahuete unos 300 productos sintéticos, entre ellos queso, colorantes y jabón. Y del boniato consiguió extraer otros 118, entre ellos melazas, pastas y goma. Demostró que un cultivo agrícola no era sólo alimento, sino también materia prima que la magia de la química podía convertir en cuerno de la abundancia.
El granjero sureño podía cultivar ahora todos los cacahuetes y boniatos que quisiera. Y también soja, valiosa planta que Carver trajo de China. La soja se da bien en suelos pobres, al tiempo que ayuda a reponer el nitrógeno.
La investigación química de George Washington Carver obró milagros en la agricultura. La Royal Society of Arts de Londres le distinguió nombrándole miembro de la misma. En 1923 obtuvo la Medalla Spingarn, que se otorga a miembros destacados de su raza; y en 1939 la Medalla Roosevelt, cuya inscripción rezaba así «A un científico que busca humildemente la guía de Dios, y liberador de los hombres de raza blanca y también negra».
Carver recibió a lo largo de su vida numerosos títulos honoríficos. Pero él era un nombre llano que se alegraba de poder transmitir sus conocimientos a las nuevas generaciones en Tuskegee, donde enseñó hasta su muerte, en 1943.