Capítulo 13
El teléfono de la oficina estaba
muerto.
Roman se fue "para recoger suministros".
Anapa había dicho que los cambiaformas no podían ayudarnos a luchar. Él no dijo nada acerca de decirle a la Manada de lo que estaba pasando. Los chacales tenían que ser advertidos. Cambiamos de forma, y Rafael y yo corrimos en la noche.
Cortamos a través del distrito industrial decrépito, moviéndonos en el equivalente cambiaformas del galope. Atravesamos ruinas oscuras y negras como la tinta, como naufragios encantados de barcos antiguos. Almacenes vaciado, con vigas de acero al descubierto, conchas de vehículos, cuevas traidoras de hormigón que ocultaban cosas hambrientos con ojos brillantes, nacidos de la magia y deseosos de sangre caliente en sus lenguas. Las bestias se mostraban, pero no se aventuraban cerca. Nos reconocían por lo que éramos, depredadores, construidos para cazar, matar y devorar, y en este momento ninguno de los dos estaba de humor para ser misericordioso.
La ciudad terminó y fuimos a lo largo de una carretera desmoronada. Aquí la naturaleza se había revelado, alimentada por la magia, los árboles habían crecido con una rapidez sorprendente, desplazando la antigua carretera. Seguimos caminando, incansables, comiendo las millas como si fueran deliciosos bocados. Los lobos no tienen el monopolio de las persecuciones en maratón. Éramos hienas. Podríamos correr para siempre.
Rafael se trasladó junto a mí, tan elegante, tan letal, lleno de belleza feroz. Se sentía tan bien correr juntos, protegiéndonos el flanco el uno al otro. Juntos éramos una pequeña manada... un par acoplado. En caso de que cualquier amenaza se cruzase en nuestro camino, caeríamos sobre ella juntos. Se me había olvidado lo que se sentía.
El camino nos llevó a un grupo de tres robles. Aquí un estrecho sendero se ramificaba desde la carretera principal, apenas lo suficientemente ancho para que un solo vehículo pasara. Si no estuvieses atento no lo verías. Dimos la vuelta en él al unísono.
El camino era sinuoso y retorcido, atajamos por el bosque.
Un aullido de lobo se levantó en la distancia, una hermosa nota pura elevándose a los cielos despejados. Otro contestó. Los centinelas de la Fortaleza anunciando que nos habían visto. Un grito de voz profunda los siguió, una advertencia y una declaración de la titularidad en uno, uno de los guardias debía ser un bouda esta noche.
Nos echamos fuera de peligro a un claro. Una enorme estructura se alzaba ante nosotros, una masa sólida, impenetrable, de piedra, conforme a la apariencia de un castillo. Era la última guarida, rodeada por una pared de piedra gris, con torres, defensas, un vasto subterráneo, y una miríada de callejones ocultos y rutas de escape. Un testimonio de la paranoia de Curran. Incluso si la Fortaleza era sitiada, incluso si el asedio se perdía, la Manada se escaparía al bosque para reunirse y luchar otro día.
Cruzamos el patio y seguimos corriendo a través de la puerta, a través del estrecho pasillo, hasta una docena de vuelos de escaleras hasta llegar a la parte superior de la torre, justo debajo de las habitaciones privadas de Curran. El guardia nos reconoció y dio un paso fuera del camino. Rafael era el macho alfa bouda. Se sentaba en el Consejo con tía B. Nadie lo detendría.
Corrimos a la habitación espaciosa que Curran llamaba su oficina. El Señor de las Bestias estaba sentado detrás de su escritorio mirando unos papeles. Kate se sentaba en el sofá con una mirada torturada en su rostro sosteniendo una copia del libro de la Ley de la Manada y tomando notas en un cuaderno.
Miraron hacia arriba al unísono.
-El Clan Chacal está en peligro-, les dije.
Nos sentamos en una sala de conferencias, ambos todavía en nuestra piel, con el Señor de las Bestias, Kate, Jim, y Colin y Geraldine Mathers, los alfas Chacal. Colin, un hombre musculoso, fornido, con la estructura de un luchador y de cabello claro, se inclinó sobre la mesa, con la cara plana e ilegible. Su compañera y esposa estaba a su lado. Donde Colin era claro, Geraldine era oscura, su piel era de un color marrón oscuro, su pelo negro, su cuerpo afinado hasta la eficiencia muscular por el entrenamiento constante.
-Su nombre es Brandy Kerry-, dijo Geraldine. -Tiene siete años. Sus padres están de viaje de negocios en Charlotte. La dejaron aquí en la fortaleza, internada en el ala sur. Ella tomó una siesta a las cinco con el resto de los niños de su clase. La habitación está en el séptimo piso. Tienen selladas las ventanas. Ruth, la ayudante de enseñanza, se sentó junto a la puerta leyendo un libro. Al final de la hora fue a despertar a los niños y encontró la cama de Brandy vacía. Ruth buscó en la habitación. Ninguno de los otros siete niños vio nada. Brandy simplemente se evaporó de la cama y nadie se dio cuenta.
-El resto del personal hizo búsquedas en el piso-, continuó Colin. -Cada habitación estaba cerrada, y para llegar a la escalera, habría tenido que ir más allá de la recepcionista de la escuela y un guardia. Connie juró que no vio salir a ningún niño. Cuando se hizo evidente que Brandy no estaba en ningún lugar en el piso de la escuela, se alertó de la situación.
De todos los clanes, los chacales eran los más paranoicos cuando se trataba de sus hijos. Dónde los boudas estropeaban a sus hijos con demasiada libertad y gatos alentaban a su descendencia para ir en peregrinaciones solitarias, los chacales siempre destacaban por la familia. En la naturaleza, a diferencia de los lobos que formaban manadas o las ratas que pululaban, los chacales se apareaban de por vida y vivían en parejas, criaban a sus hijos en sus propios pequeños trozos de territorio.
-Le grité a Ruth-. Geraldine apretó la mano en un puño. -Pensé que ella se había marchado o que se había quedado dormida y Brandy se había escapado.
-Se verificaron las barras en la ventana e hicimos un barrido completo del ala y el exterior-, dijo Colin. -No hay señales de ella.
-Secuestró a esa bebé-. Un gruñido se deslizó en la voz de Geraldine. –Ese bastardo cabrón la sacó de su cama. Le arrancaré las tripas.
-Si lo enfrentas, te matará a ti y a ella, dijo
Kate.
Geraldine se volvió hacia ella.
-No es un insulto-, dijo Curran. -Ella está constatando un hecho. Él tiene poder sobre los chacales.
-Entonces, ¿qué hacemos?-, Geraldine levantó
las manos.
-No hacemos nada-, dijo Curran.
-Pero…
-No hacemos nada-, repitió. -No sabemos dónde mantiene a la niña, pero no dudaría en matarla. Vamos a cumplir sus demandas. Por ahora.
-Él quiere que Andrea y yo lo ayudemos-, dijo
Rafael. -Vamos a hacerlo.
-Hemos hablado de ello-, le dije. -Mientras le sigamos el juego no
se llevará a más niños.
La voz de Colin se convirtió en un gruñido áspero. -Así que quieres que nos sentemos en nuestras manos, ¿no?
-No-, dijo Kate. -Averiguad todo lo que podáis sobre él. Id a los libros, visitad a los expertos, obtener la mayor cantidad de información posible sobre él. Descubrid sus debilidades, si tiene alguna. Tan pronto como el momento se presente, vamos a darle con todo lo que tengamos.
-Hemos matado a aspirantes a dioses antes-, dijo Curran. -Diablos, probablemente podríamos matarlo ahora. Pero no voy a hacerlo a costa de la vida de una niña. Debemos ser pacientes e inteligentes. Traed a vuestra gente a la Fortaleza. Cuantos menos blancos aislados, mejor. Dad la alarma. Nadie va a ningún lugar excepto en grupos de tres. Dormir por turnos, con guardias que vigilen a los niños.
-Voy a reforzar las guardas en el ala sur otra vez-, dijo Kate. -No lo detendrán pero se lo pondrá mas difícil.
Los chacales alfa parecía que querían rasgan sus vestiduras.
-Paciencia-, dijo Curran. -No podemos tirar de la cadena porque hay una niña unida al otro extremo de la misma. Vamos a acosarlo como a un ciervo, con astucia lo tendremos. Los chacales tienen reputación de carroñeros, pero nosotros nos conocemos mejor. Todos los que estamos aquí hemos visto a familias del clan chacal abatir ciervos y alces. Hay honor en tomar presas mucho más grande que uno mismo, especialmente si esa presa es inteligente y difícil de atrapar.
Había una razón por la que Curran era el Señor de las Bestias.
-Puede que sea un dios-, continuo Curran, -pero él está en nuestro mundo ahora y está solo. Juntos somos más inteligentes, más astutos y más viciosos. Paciencia.
Los chacales cambiaron de agitación a una determinación de acero aterradora.–Paciencia-, repitió Geraldine, como si la degustara en su lengua para conseguir el pleno sentido de la palabra.
Colin asintió. -AJ es profesor de antropología cultural. Él puede conocer a un experto. Cinco minutos más tarde habían llegado con seis nombres y se habían ido.
-No van a aguantar por mucho tiempo-, dijo Jim, unos momentos después de que la puerta se cerrase detrás de ellos. -Cuando los padres regresen van a azotar al clan en un frenesí.
-Entonces tenemos que resolverlo antes de que vuelvan sus padres. -Curran nos miró a Rafael y a mi. -¿Qué necesitáis?
-Un ciervo-, le dije.
-¿Perdona?-, dijo Jim.
-Él dijo que Kate sabía dónde estaba el escudo y que le dijera que llevase otro ciervo-, explico Rafael.
Curran miró a su compañera. Algo pasó entre ellos, una especie de conversación sin palabras, que solo ellos entendieron.
-Por supuesto que no-, dijo Curran.
-Ellos no pueden convocarlo por sí mismos y no pueden participar-,
dijo Kate.
Los ojos de Curran se convirtieron en oro fundido. -¿Estás loca? Tu, yo, y cinco vampiros fuimos y apenas escapamos. Él tiene tu aroma ahora. Nadie va a verlo dos veces.
-Nadie, excepto yo-. Ella le echó su mirada de
psicópata.
El Señor de las Bestias apretó la mandíbula.
Kate le sonrió.
La tensión era tan densa que se podía cortar en rodajas y servir sobre pan tostado. De todos los fanáticos del control, Curran era el peor y él existía convencido de que Kate era de vidrio frágil. Lo entendía. Lo hacía completamente. Era exactamente en el mismo lugar en que había estado un par de horas antes, viendo a alguien a quien amaba tirarse de cabeza al peligro y no ser capaz de hacer nada al respecto. Era difícil de ver y más difícil de vivir.
-Hay batallas duras y luego está el suicidio-,
dijo Curran.
-De acuerdo. Tengo un plan-, dijo Kate.
Curran levantó las manos invitando al plan milagroso para
venir.
-El volhv sirve a Chernobog, quien preside sobre los muertos y los caídos en la batalla. Esta es su área de especialización.
-Me gustaría estar en esta discusión-, dijo
Rafael.
-A mi también-, añadí.
-El escudo pertenece a un draugr-, dijo Curran. -Es un gigante
imposible de matar no-muerto.
-¿Cómo inmortal?-, le pregunté.
-No pudimos acabar con él-, dijo Kate.
-¿Vosotros dos al mismo tiempo?-, preguntó Rafael.
Ella asintió con la cabeza.
Genial.
-No vamos a tratar de matarlo-, dijo Kate. -Él está confinado por guardas, pero una vez que tomemos el escudo y lo llevemos mas allá de la línea, los hechizos de protección pueden fallar. No podemos dejar que merodee alrededor porque se come a la gente. Ahí es donde entra en juego el volhv. Roman tendrá para volver a enlazar al draugr.
-¿Puede hacer eso?-, preguntó Curran.
-Bueno, vamos a tener que preguntarle-, dijo Kate.
Hubo más planificación, discusión y charla, y al final de ella, estaba tan cansada, que no podía ver bien. El draugr era realmente una mala noticia. Les comente que necesitábamos poder de fuego adicional, del tipo que funcionaba durante la magia.
-Ojivas Galahad-, les dije. Estrictamente hablando, no era una cabeza de guerra, sino más bien una punta de flecha que encaja en una ballesta estándar y llevaba una carga mágica que podía derribar a un elefante o a un gigante, para quienes se habían inventado en Gales. En mi tiempo con la Orden había logrado pedir dos cajones de ellas procedentes del Reino Unido. Incluso tenía mi nuevo arco para dispararlas.
Poco después de eso, Barabas arrastró a Rafael fuera para hablar de alguna cosa importante que no podía esperar. Kate me llevó a una habitación que tenía una cama, y me dejé caer en ella con pelaje y todo. La cama de la Manada era muy suave. Como flotar en una nube.
La fatiga me pesaba. Cerré los ojos, sintiendo el dolor zumbar a través de mis piernas. No debería haberme acostado... bostezo... directamente después de correr... bostezo. Debería de haber caminado fuera... primero...
Me puse de pie en el agua, me llegaba a los tobillos, azul verdosa y cálida. Barro suave se aplastaba debajo de mis pies. Cerré los dedos de mis pies y vi una nube de polvo de color verde brillante subir del limo del fondo del río, que gira alrededor de mis piernas. Parches de cañas crecían, se extiende hacia el río, inclinándose ligeramente en el viento, como si estuvieran susurrando chismes entre sí. A lo lejos, a través de la vasta extensión de agua, el sol se ponía o amanecía, una pequeña bola de color amarillo flotando en el borde de las colinas bajas oscuras, el cielo era nácar de plata alrededor de él, pintado de color rosa y amarillo.
Miré por encima del hombro. Una orilla amarilla me saludó, tocada con manchas de hierba verde brillante y más allá se extendían palmas hacia arriba.
Definitivamente no estábamos en Kansas.
Un pájaro delgado con las patas largas pasó a mi lado. Tenía el cuello curvo y el pico largo, me di cuenta de que era una garza.
Una presencia se rozó contra mí, saturada con magia. Me volví. Un chacal del tamaño de un rinoceronte se metió en las aguas del río junto a mi y lamió el agua, mirándome con ojos de oro.
De acuerdo. Estaba de pie en el Nilo mirando a Anapa, este no era un sueño común. Había reglas a este sueño. Nada de promesas, nada de gangas, de hecho, nada de hablar. Todavía nadie había logrado entrar en un negocio de mierda con un dios manteniendo su boca cerrada.
-Hermoso, ¿no es así?-. El Chacal Anapa levantó la cabeza y miró a lo lejos, hacia el sol. -¿Te gusta la forma en que huele?
Olía a verdor. Olía como la humedad del río mezclada con la fragancia de las hierbas secas de la costa, y a flores, y a peces y a rico lodo. Olía como el tipo de lugar donde la vida podría florecer y la caza sería abundante.
-Es la sangre de su padre. Te llama-, dijo el
Chacal.
Mentira. Mi padre era un animal.
-Los animales también echan de menos su casa.
De acuerdo. Él estaba en mi cabeza. Sin pensar, entonces.
-¿Sabes por qué otros le temen, te llaman bestia y tratan de matarte? Es debido a esto. A las memorias animales que llevas en tu sangre. Los primeros, los líderes de las manadas de tu especie los hicieron de esa forma, como cuando el hombre primitivo oró, oró con fuerza por su vida que era gobernada por fuerzas fuera de su control, el relámpago, la lluvia, el viento, el sol, y las cosas con dientes que intentaban comérselo en la noche. Así que el hombre primitivo recurrió a la mendicidad. É oró a los depredadores, a los que eran más fuerte que él y, a veces, muy, muy rara vez, sus oraciones eran respondidas y una gran ayuda les fue concedida. Los primeros, que son una mezcla perfecta de humano y animal. Tú no lo eres y por lo tanto no tienes la fuerza o el control de los primeros, pero compartes sus memorias. Tú ves el mundo a través de los ojos de tu madre y a través de los de tu padre.
-Lo veo con mis propios ojos-. Mierda. No debería haber dicho nada. Apreté mi boca cerrada. El Chacal se rió entre dientes.
El sol se había puesto detrás de las colinas. El anochecer reclamó el río. Gloom abría paso a través de las palmas de las manos. Zarcillos tenues de vapor escapaban del río, todavía más caliente que el agua del baño.
-Quiero tu cuerpo-, dijo Anapa.
-Eso es halagador-, pero no-. No pude evitarlo, simplemente
estalló.
-No de una manera sexual, tontita. El cuerpo que tengo en el mundo es parte de mi línea de sangre. Pero es débil. Sus reservas de magia son escasas. No nos equivoquemos, si Apep es resucitado, la ayuda que puede ofrecer será limitada en el mejor de los casos. Tu cuerpo es fuerte. Tu sangre tiene sus raíces en el mismo lugar que la mía. Ambos somos una mezcla de animal y hombre. Eres un anfitrión más adecuado que cualquier otro cambiaformas que he encontrado.
-Yo soy una hiena. Tu un chacal.
-Lo cambiaré-, dijo Anapa.
-¿Y que me pasará?
-Te fusionaras conmigo.
-Estás mintiendo-. Lo sabía. Lo sentí en mis entrañas.
El Chacal recorrió el río. -Tal vez.
-¿Por qué desperdiciar mi vida?
-Porque soy un dios y te lo pido.
-Tú no eres mi dios.
El Chacal suspiró. -Ese es el problema es esta edad. Hubo un momento en que miles cortarían sus gargantas por mí.
-No. Nunca existió ese tiempo.
El Chacal me enseñó los dientes. -¿Qué sabes tú, mocosa?
-Conozco la naturaleza humana. Podemos sacrificar a unos pocos, porque somos estúpidos y estamos cableados para la supervivencia del grupo, pero nunca moriríamos a miles porque un dios lo desease. Ese tipo de números requieren ganancias materiales, como poder, riqueza o territorio.
El Chacal se me quedó mirando. -Dame tu
cuerpo.
-No.
-Puede llegar un momento en el que digas que sí.
-No contenga la respiración.
El chacal se rió en voz baja. -Mira hacia allá.
Miré hacia arriba y vi a un hombre. Estaba de pie en el río, desnudo, con las aguas lamiendo sus muslos. Los últimos rayos del sol poniente brillaban a su lado, tirando naranja destaca en su piel, trazando cada contorno de sus músculos cincelados. Se veía tan... perfecto. Excepto que su cara era un borrón.
-¿Quién es?
El cuerpo del hombre se arqueó, su espalda se dobló hacia atrás en un ángulo antinatural, las crestas de los músculos del estómago se extendieron y su rostro se enfocó. Rafael.
Una figura se elevó por encima de él, un hombre de dos metros de altura, con la cabeza de un chacal. Levantó la mano con un bastón de oro en ella, y se la pasó por encima del cuerpo. La piel sobre el pecho y el abdomen de Rafael se dividió.
Di un grito ahogado. ¡No!
Sangre brotó coloreando las aguas del Nilo. Los músculos de Rafael se abrieron como pétalos sangrientos. Anubis sostuvo su mano con los dedos extendidos y un corazón humano, al vapor caliente y empapado en sangre, se arrancó del pecho de mi compañero y aterrizó en los dedos con garras del dios.
Mi corazón dio un vuelco.
Anubis se abrió paso entre el agua hacia mí, el corazón seguía latiendo. Intenté retroceder, pero mis pies se hundían en el barro blando.
El dios se inclinó sobre mí y me ofreció el corazón. Fue terrible. El pavor pulso en mí a oleadas. Pavor, dolor y culpa. Me estaba ahogando.
-Tómalo.
-¡Hijo de puta! ¡Te voy a destrozar!
Anubis levantó el corazón, sosteniendo el órgano sangriento a pocos centímetros de mi cara y lo soltó. Él se quedó en el aire, terrible, sangrando gota a gota en el Nilo.
El río se desvaneció. Cuando me desperté, los rayos del amanecer, débiles y transparentes, se cernida en la sala a través de mi ventana. Había dormido durante casi una hora.
Olí un aroma familiar y volví la cabeza. En el otro extremo de la habitación, cerca de la pared, envuelto en una manta, con su almohada en el suelo, yacía Rafael. Estaba de nuevo en su forma humana, y su cabello oscuro se desplegaba sobre la almohada, su perfil era perfecto contra la tela pálida.
Debió dejarme tener la cama, porque en nuestras formas de bestia no habríamos cabido en ella. Miré hacia abajo y me vi a mí misma en las sábanas. Me había convertido en humana mientras dormía. Vetas de barro color oliva marcaban mis tobillos en dos anillos manchados
El miedo se acurrucó en la boca mi estómago, arañando mis entrañas con garras heladas. Quería arrastrarme fuera de la cama, caminar de puntillas por la habitación, y deslizarme bajo la manta con él. Rafael pondría su brazo alrededor de mí, y me pondría a salvo, envuelta en él, respirando su olor. Sería sólo una ilusión de seguridad, pero lo quería tan, tan intensamente.
Yo no quería morir. Yo no quería darle mi cuerpo a ningún dios. Por primera vez en mis veintiocho años estaba realmente viva. Quería amar y ser amada. Quería felicidad, familia y niños. Quería una vida larga y quería que Rafael viviera conmigo. Me aterraba fallar y que la pequeña Brandy pagaría por mis errores. El miedo se apoderó de mí, me era difícil respirar.
No podría decírselo a Rafael. Tiraría su vida lejos para salvarme.
Estaba tan asustada, y me quedé allí paralizada, incapaz de pensar en nada más que el corazón chorreando sangre de Rafael en el Nilo.
Me arrastré fuera de la cama, envolvió la sábana alrededor de mí, camine por el suelo, y me agaché junto a él. -Rafael. Rafael... despierta.
Abrió sus ojos tan azules. Él extendió la mano y me llevó a su lado, curvando su cuerpo alrededor del mío.
-Rafael...
Me atrajo hacia sí.
El calor que irradia de su pecho ardía en mi espalda.
-Rafael...
-Sólo estate conmigo-, dijo.
Me callé, me extendí contra él tratando de desterrar el enorme agujero en mi pecho. No teníamos mucho tiempo. No teníamos ningún momento. Acuné ese nudo de dolor y me tiré cerca.
Si Anapa podría invadir mis sueños y robar a los niños de la Fortaleza, era imposible saber qué otra cosa podía hacer. Tenía que tener cuidado, porque Rafael podría morir. Podría morir esta noche, mañana, al día siguiente, y todo porque un dios quería mi cuerpo. Tenía que mantenerlo vivo. Haría cualquier cosa. Daría cualquier cosa para mantenerlo respirando.
Me besó en el cuello. Eso envió un escalofrío
eléctrico por mi espina dorsal.
-Mmm-, dijo.
Me acurruqué en una bola pequeña.
Él me llevó más cerca, envolviendo sus brazos alrededor de mí.
-¿Qué es?
-Tú querías saber por qué no te llamé mientras estaba en la Orden-,
le dije.
-No es importante.
-Lo es. Cuando me desperté después de que Erra me quemara, mi abogado estaba allí. Me llevó a mi apartamento y había dos caballeros con él. Ellos esperaban afuera. Dentro él me dijo que no contactase con nadie mientras estaba bajo la custodia de la Orden, que serian puestos bajo escrutinio. Ellos escucharían mis llamadas. Kate tiene un secreto. Ella me lo confió y tengo la obligación de mantenerlo oculto. Entonces me di cuenta de que tenía que mantenerme alejada de ella. Si decía algo incorrecto o, peor aún, decidía ir a rescatarme, la Orden querría desenterrar su pasado. No podía hablar con ella.
-Entiendo lo de Kate-. Me besó de nuevo. -Pero, ¿por qué no me llamaste?
-Porque tenía miedo-, le susurré. -Mi única amiga estaba fuera de la foto, mi madre no podía ayudarme y yo estaba sola. Eras todo lo que me quedaba. Tenía miedo de que me llamases y me dijeras que habíamos terminado. Ellos pusieron un teléfono en mi habitación, así que la tentación de llamar estaría siempre allí. Así que ya sabes mi sucio secreto. Soy una cobarde.
Rafael me dio la vuelta y me miró, su cara junto a la mía. -Tú y yo nunca nos separaremos. Eres mi compañera.
Él besó la comisura de mi boca. Casi lloré.
-Dejé de dormir desde que te fuiste-, dijo.–Me dormía un par de horas, despertaba y tu no estabas allí.
Cerré los ojos.
-Necesito una respuesta, Andrea-, dijo.
-¿Una respuesta?
-Compañera. ¿Sí o no?
-¿Necesitas preguntarlo?-, susurré. -Tú eres mi
compañero.
-Si decides irte me iré contigo-, dijo.
Abrí los ojos.
-A menos que tengas pensado retar a Curran-, dijo. -Supongo que él podría luchar. Perderíamos, pero sería divertido mientras durase."
Bouda estúpido. Lo abracé, deslizándome debajo de él, el peso de su cuerpo musculoso era una presión tranquilizadora en mí. Sus ojos eran muy azules. Le di un beso, dejando que su sabor inundase mi lengua. Cada uno de mis músculos se estremeció con anticipación. -Un apestoso y estúpido bouda me dijo una vez que si haces a tu compañero elegir entre su familia y tú no eres digno de su lealtad. Yo no te haría eso, Rafael. Te quiero.
Él me lamió, mordiendo mi labio inferior. Él me acarició. Su mano se deslizó hacia abajo, acariciándome, presionando mis muslos abiertos. Su olor se apoderó de mí, y por una vez, no me dolió el canto de lamento que pasó a través de mí. -Compañero...
Envolví mis piernas alrededor de él y susurré: -Hazme el amor.
Cuando me desperté, tres horas más tarde, Rafael se había ido. El barro de mis tobillos resultó muy difícil de quitar. Le llevó varios enjabonados y fregados con un paño y hasta una piedra pómez hasta que finalmente había desaparecido y la piel de las piernas era de color rojo brillante. El Lyc-V lo arreglaría en unos momentos, no era nada grave.
Aceché al pasillo y olí muffins ingleses. Crujientes molletes ingleses, recién sacados de la tostadora, generosamente untados con mantequilla. El aroma me agarró por la nariz y me arrastró por el pasillo, a un cuarto lateral, donde Kate estaba sentada en una mesa larga, tomando café. Platos cubrían la mesa, un montón de huevos revueltos, croquetas de patata, crujientes calientes crepes suaves, doblada en cuartos y bañado con mantequilla derretida, tocino, salchichas, jamón, panecillos ingleses.
-¡Comida!
-¡Sí!-, Kate puso un plato en mi dirección.
Cargué mi plato, y mordió el jamón. Yum, yum, yum. Carne. Carne buena. Andrea hambre. Andrea había gastado demasiadas calorías en las últimas cuarenta y ocho horas. Podía funcionar sin dormir o comer, pero no sin ambos.
-¿Has visto a mi compañero?-, le
pregunté.
-Está con su madre.
Puse los ojos en blanco.
-Estuvo aquí hace media hora, causando una tormenta. Tía B nos ha honrado con su presencia y ella quería que él le explicara las cosas.
Comí el panecillo Inglés y tomé otro. Casi podía sentir la energía inundando mi cuerpo. Como un cambiaformas, podría técnicamente estar sin dormir por completo, si tuviera que hacerlo, pero la comida era un requisito. Iba a seguir hasta que pareciese uno de esos cerdos que servían en los banquetes en las películas antiguas.
-Tu volhv favorito se presentó hace media hora, quejándose de su falta de sueño y de los dioses estúpidos. Dijo que traía su cinturón de Batman.
Dejé de masticar por un segundo y vi mi reflejo en el hervidor de agua brillante. Parecía a una ardilla con las mejillas llenas de comida. -Entonces, ¿puede atar al draugr?
-Dice que sí.
-¿Eso significa que aún estamos funcionando?
Kate asintió con la cabeza.
Bueno. Mi día finalmente miraba hacia delante. Ya era hora.