Capítulo 7
El informe del buen doctor confirmó lo que yo ya sabía. Los cuatro cambiaformas, incluyendo la esposa de Nick, habían muerto por veneno de serpiente. Yo había observado cuatro tamaños diferentes de mordeduras en los cuerpos, Doolittle había encontrado uno más, lo que significa cinco juegos de colmillos y probablemente cinco asaltantes, a menos que el asesino fuera una hidra. O una gorgona. No es que nadie hubiera visto nunca una gorgona, pero nunca se sabía la siguiente atrocidad divertida que traería la magia.
Las serpientes eran una especie de víboras, y con base en la opinión de Doolittle, el mayor bocado pertenecían a algo con una cabeza del tamaño de un coco y su veneno era mortal para los seres humanos en un instante y para los cambiaformas en un poco mas de tiempo. Además del informe oficial, el sobre contenía un pequeño trozo de papel que decía: "Si lo encuentras, llámame inmediatamente. No trates de hacer frente a la serpiente”.
Yo no la encararía pero me gustaría dispararle, en repetidas ocasiones.
Jim había investigado las huellas me había sacado de la puerta de la bóveda a través de la base de datos. De los ocho conjuntos, siete pertenecían al equipo de Rafael. El octavo era un misterio. Ninguna de las bases de datos dio ningún resultado.
El análisis de rastros no era mucho mejor. No había armas humeantes.
Revisé los informes. El equipo de Rafael era un grupo muy unido, todos del clan Bouda y sus familiares. Los hombres y las mujeres de la familia se mantenían juntos. Visitaban los mismos lugares, iban a las mismas barbacoas y cuidaba de los hijos de los otros. Rafael era muy selectivo en sus hábitos de contratación y no había contratado a nadie nuevo durante once meses, mucho antes de que la recuperación del Heron saliese a concurso.
De las catorce personas actualmente en el equipo, seis estaban emparejados, con ambos cónyuges trabajando para Reclamos Medrano, otros tres estaban unidos a otras personas, dos eran hijos de otros miembros del equipo y los tres cambiaformas restantes habían trabajado con Rafael durante años. Ellos llevaban una vida tranquila, trabajaban, se iban a casa y pasaban tiempo con sus hijos.
Verifiqué los antecedentes que Jim había encontrado. Este tipo de ambiente no proporcionaba exactamente un terreno fértil para los pecados secretos. Nadie era un jugador empedernido. Nadie había pedido prestado dinero a fuentes indeseables. Nadie parecía tener espacio en sus vidas para el chantaje, el asesinato y los asuntos tórridos. Y si había habido una aventura, su preocupación más grande habría sido sus cónyuges boudas. Los boudas eran desenfrenados hasta que se emparejaban, pero una vez emparejados, eran posesivos y ferozmente celosos. Y sus escándalos eran notoriamente públicos. Nos encantaba el drama.
Llamé a un amigo de la MSDU local. Durante mi tiempo con la Orden, Ted me había enviado a ayudar a los militares un par de veces y había ganado suficiente crédito y uno o dos favores. Lena, mi contacto en la MSDU, hizo una búsqueda rápida del historia criminal de Anapa para mí. No tenía ninguno. Cualquiera de los dos, él y su empresa, eran asquerosamente respetuoso con la ley o sabía cómo cubrir su rastro.
Finalmente levanté la vista y señalé con la
cabeza a Ascanio. -Ponte tu equipo. Él agarró su cuchillo. -¿A
dónde vamos?
-A la biblioteca.
Su entusiasmo se desinflo visiblemente y emitió un suspiro trágico. -Pero “biblioteca” y “pateaculos” son dos conceptos que no suelen ir juntos.
-Esa es la naturaleza del negocio. El cinco por ciento del tiempo estas matando monstruos. El resto del tiempo, investigamos a través de la porquería del posible perpetrador.
-Ugh.
Yo estaba luchando en dos frentes. En uno de ellos, Él era un chico de quince años, equipado con el cuerpo de un monstruo e inundado de hormonas. Estaba desesperado por una oportunidad de hacer algo emocionante. Por otro lado, era un bouda. Éramos de una especie que se aburría fácilmente. En la naturaleza las hienas cazaban basándose mas en la vista que en aroma. No hacíamos las feroces persecuciones que les gustaban a los lobos, no perseguíamos incansablemente a un objetivo y no le seguíamos la pista. Seguir el rastro de migas de pan estaba en contra del instinto natural de Ascanio. Pero, como le había señalado antes, la parte humana de estaba al mando. Prevalecería.
-Siempre puedes quedarte aquí y practicar con la escoba.
-No, gracias-, dijo, y esbozó una sonrisa deslumbrante. El chico era otra cosa. -¿Puedo conducir?
-Sí, puedes-. Tenía que darle algo como premio
de consolación.
Cerramos la oficina y nos fuimos.
-Entonces, ¿por qué vamos a la biblioteca?-, preguntó Ascanio.
Me apoyé en mi asiento. -No vayas por Magnolia.
Toma Redberry en su lugar.
-¿Por qué?
-Redberry tiene algún tipo de vides amarillas extrañas que crecen en los edificios. Quiero echarle un vistazo. Para responder a tu pregunta, vamos a la biblioteca porque es el único lugar accesible para el público en el que podemos aprovechar el proyecto de la Biblioteca de Alejandría.
-¿Qué es eso?
-Hace unos años, antes de que nacieras, la gente tenía acceso a una red de datos de llamada Internet. Si, por ejemplo, necesitabas una dirección, la podías escribir en tu ordenador y el te decía donde estaba y como llegar hasta allí. Si necesitabas buscar algo así como el punto de ebullición del ácido clorhídrico, lo tecleabas y el dato estaba instantáneamente a tu alcance.
-Wow.
-Sí. Bueno, cuando se hizo obvio que la magia iba a destrozar las redes informaticas, la gente trató de preservar porciones de la Internet. Hicieron copias de sus servidores y se enviaron los datos a una base de datos central en la Biblioteca del Congreso. El proyecto se conoció como la Biblioteca de Alejandría, ya que en la antigüedad se decía que la biblioteca de Alejandría contenía todo el conocimiento humano antes de que algún idiota la quemase hasta los cimientos. Dado que la tecnología se ha terminado, vamos a cavar a través de esa base de datos.
-¿Qué estamos buscando?
-Hechos. Echemos un vistazo a lo que tenemos. Primero, Rafael compra un edificio muy disputado, dejando a todos los demás licitadores en el polvo. Luego el equipo de Rafael encuentra una bóveda secreta que no estaba en ninguno de los documentos que tenían. Alguien fue al sitio de Rafael, atacó a los cambiaformas que lo custodiaban y abrieron la bóveda. Luego se fueron del lugar, dejando la mayor parte del contenido de la bóveda intacta. ¿Qué te dice eso?
Ascanio frunció el ceño. -No fue al azar.
-Cierto. Hay lugares más fáciles de robar y un túnel protegido no es como un banco. No se ve automáticamente que algo valioso se oculta en él. Además un ladrón al azar hubiera vaciado la caja fuerte.
Ascanio me miró. -Así que el ladrón tenía que conocer la bóveda y lo que había en ella. Todavía había esperanza para él.–Exactamente. Tenemos dos vías de investigación: primero, averiguar quien sabía de la bóveda y quien podría haber accedido aella, y dos…
-Averiguar lo que buscaban-, dijo Ascanio.
Le sonreí. -Bueno. Sabemos que el edificio era propiedad de Jamar Groves. Si el Blue Heron tenía una bóveda secreta, Jamar tenía que conocerla, porque él era el que la había puesto ahí. Sabemos que Jamar Groves coleccionaba arte y antigüedades. Es lógico suponer que la bóveda contenía el alijo personal de Jamar. Nosotros también tenemos el catálogo de contenidos de la bóveda, lo hice en la escena. Vamos a buscar en los archivos cualquier mención a Jamar y a su colección y compararla con la lista de elementos de la bóveda.
Ascanio colocó su bonita cara en una expresión martirizada.
-La Biblioteca Central se encuentra en el límite de Centennial Park-, le dije. Con los años el parque ha crecido en tamaño, tragando bloques adicionales de la ciudad, y la biblioteca fue una de sus víctimas.
-¿Y?-, preguntó Ascanio.
-Centennial Park es propiedad de los aquelarres de brujas. Proporcionan seguridad para la biblioteca, ya que es un depositario de conocimientos.
Ascanio cobró vida. -¿Brujas adultas?
-La mayoría de ellas, sí. Si trabajas duro, te dejaré
coquetear.
El bouda adolescente sonrió.
-No te hagas ilusiones-, le dije. -Las brujas jóvenes son bastante
pragmática.
Desde del Cambio, el momento en el que había comenzado nuestro apocalipsis a cámara lenta, las plantas había decidido que era hora de emprender el asalto completo sobre todas las cosas humanas. La magia alimentaba el crecimiento de los árboles y Centennial Park era un claro ejemplo de ello. En la década transcurrida desde el cambio el parque se había triplicado en tamaño, haciéndose cargo de las manzanas vecinas de la ciudad. Una vez que los aquelarres de brujas Atlanta se lo habían comprado a la ciudad como su lugar de reunión, el parque había dejado de expandirse hacia los lados, dirigiendo todo su crecimiento hacia arriba. Cuando íbamos conduciendo, una densa pared de vegetación de troncos atados con bejucos espinosos nos saludó, como si un bosque de trescientos años de edad, hubira brotado de alguna manera en el medio de la ciudad.
El edificio cuadrado de color marrón de la Biblioteca Central estaba rodeado de verde. Un par de enormes árboles lo abrazaban por ambos lados, sus ramas y raíces de trenzaban juntas, deslizándose por las paredes y en ocasiones a través de ellas, como si la propia biblioteca fuera una seta rara que crecía de sus troncos individuales. Los árboles protegían la biblioteca y mientras que sus vecinos de hacía mucho tiempo se habían derrumbado, la biblioteca parecía intacta.
Aparcamos en un aparcamiento grande, lo que solía ser Forsyth Street, y fuimos a las puertas. En el interior, una joven de pelo oscuro dio un paso en nuestro camino. Ella llevaba un bastón, pantalones vaqueros y una camiseta blanca con volantes, en el lado izquierdo de su cara lucía un tatuaje de algunos símbolos arcanos sobre la ceja y hacia abajo sobre su pómulo.
-¡Por favor, entregad vuestras armas!-, gorjeó en voz alta y con la cabeza señaló un carro lleno de contenedores de plástico.
Los ojos de Ascanio se iluminaron.
Me quité las Sig-Sauers y las puse en un recipiente de plástico. Los dos cuchillos las siguieron. Puse mi acónito y un pequeño frasco con mi polvo de plata en él.
-¡Gracias!-, dijo la bruja y miró a
Ascanio.
El muchacho le ofreció el cuchillo con una sonrisa encantadora.
-¡Hola! ¿Cómo te llamas?
-Mi nombre se pon el cuchillo en el recipiente, ¡por favor!
Ascanio depositó el cuchillo en la papelera y
me siguió.
-¿Abandonas?-, le pregunté.
-No está interesada-, dijo. -Linda, pero no está interesada.
Eso era una cosa que podía decir honestamente de los boudas de Atlanta: los hombres siempre entendían la diferencia entre no y tal vez.
Cruzamos el suelo hasta un pesado escritorio atendido por una bibliotecaria. Me sonrió. -¿Puedo ayudarla?
-Necesitamos acceso a la Biblioteca de
Alejandría.
-¿Es usted miembro?
-No, pero me gustaría serlo.
-¿Andrea?-, dijo una voz masculina familiar.
Me volví. Un hombre alto, de hombros anchos, se puso de pie junto a las estanterías de libros de referencia, mirándome. Vestía una túnica negra con bordados de plata a lo largo del dobladillo y las mangas sujeto por un cinturón de cuero alrededor de su estrecha cintura. Su cabello negro azabache estaba afeitado a los lados de la cabeza en una semblanza de la melena de un caballo. Sus rasgos eran audaces y con dureza cortante, tenía una gran nariz aguileña, una mandíbula cuadrada, pómulos prominentes y una boca llena que podría ser sensual o cruel.
Sus cejas eran negras y sus ojos, llenos de humor, eran negros también. Parecía que realmente le gustaba ese color, lo cual era comprensible ya que era un volhv, que era algo así como un druida ruso, y que adoraba a Chernobog, el dios eslavo de "todo lo malo y del mal", como Kate me había dicho una vez. Si se miraba en un diccionario "mago oscuro", habría una foto de él. Excepto que estaría de pie sobre una pila de cráneos y disparando fuego mágico con su bastón.
-Hola, Roman.
El volhv puso su libro a un lado y se acercó. Tenía que admitirlo, la ropa, el pelo y su altura combinada en un todo bastante amenazador. Él sonrió, mostrando sus dientes. -Recuerdas mi nombre.
Tenía una de las mejores voces masculinas que había escuchado nunca. Rica y resonante y apenas con un toque sugerente. O tal vez estaba leyendo demasiado en él. La primera vez que lo había visto, estaba en una jaula para lupos en nuestra oficina, porque había atacado a Kate y a ella no le había gustado. Había hecho algunos comentarios sobre mí que podrían haber sido interpretados como coqueteo. En cierto estilo mago oscuro terrible.
También recordé que tenía acento ruso. No mucho, pero ahora estaba hablando como si hubiera nacido y criado en Atlanta. Tal vez había sido así.
-Sigues usando el mismo equipo, ya veo. ¿Alguna
vez te lo cambias?
-En privado-, dijo. -Debo mantener mi imagen de tinieblas y
sombras.
-¿No son las tinieblas y las sombra lo mismo?-, le pregunté.
Él movió las cejas hacia mí. -Aaah, se podría pensar que sí, pero no. Las sombras implican la presencia de la luz. No es del todo malo, ya ves. Partes de mí son buenas. De hecho, partes de mí son excelentes.
Ascanio puso los ojos en blanco.
-Entonces-, dijo Roman. -¿Qué te trae por aquí?
-Estamos tratando de obtener acceso a la Biblioteca de
Alejandría.
-Yo puedo ayudar.
-Toma esto, Rachel-, le dijo a la bibliotecaria. Roman nos hizo un gesto con la cabeza.– Seguidme.
Lo seguimos hasta una escalera de color gris y marrón. -¿Vienes aquí a menudo?-, le pregunté.
Puso los ojos oscuros. -Vivo en este maldito lugar. Papá está tratando de localizar algunas leyendas oscuras. El oráculo de las brujas vio algunas cosas hace un par de semanas y he estado cavando desde entonces.
-¿Podrías decirle que no?-, Ascanio preguntó desde atrás.
Roman lo miró y lanzó un suspiro dramático. -Mi padre es el Volhv Negro. Mi madre es una de las brujas del oráculo. En mi lugar tendrías que preguntarte a ti mismo si valen la pena los problemas, los regaños, las acusaciones de no ser un buen hijo, las conferencias de ambos padres y la historia de cómo mi madre estuvo de parto durante cuarenta horas, lo que puedo recitar de memoria. Es más fácil simplemente hacer lo que quieren. Además, si la profecía es el signo de que algo terrible va a suceder, puede ser que así estemos preparados.
-¿Qué clase de profecía es?-, preguntó Ascanio.
-Eso es clasificado-. Roman le guiñó un ojo. –Podría decírtelo, por supuesto, pero luego tendría que matarte y encadenar tu alma, por lo que serías mi siervo de las sombra por toda la eternidad. Vamos, que estás bien de esta manera.
Roman giró a la izquierda, entre las estanterías, profundizando en el segundo piso de la biblioteca.
Los ojos de Ascanio se agrandaron. Se volvió
hacia mí. -¿Puede hacer eso?
Me encogí de hombros. -No tengo ni idea. ¿Por qué no intentas
molestarle y lo averiguamos?
-No, gracias.
Roman nos condujo por el estrecho túnel entre estanterías hasta el final, a la parte posterior de la biblioteca, donde cinco terminales brillaban débilmente. Sacó una tarjeta de su bolsillo y la pasó a través del lector de los dos terminales más cercanos. El logo de la Biblioteca de Alejandría, un libro envuelto en llamas, entró en las pantallas.
-Aquí tienes.
-Gracias. Lo aprecio-. Había sido muy amable de su parte.
-Oye, ¿puedo hacerte una pregunta? ¿En privado?
-Por supuesto-. Señalé el terminal de la izquierda. -Ascanio, busca a nuestro chico. Recuerda, cualquier cosa que tenga que ver con su colección de arte.
Caminamos a lo largo de la pared fuera del alcance del oído de Ascanio, lo que nos llevó casi hasta el final de la sección.
Los ojos oscuros de Roman se volvieron graves.
-Tienes lazos con la Manada, ¿no?
-Algunos.
Frunció el ceño, se acercó junto a mí, todo alto y oscuro. -¿Has oído algo... alarmante? ¿Cualquier cosa acerca de que ellos se hagan con el control de la ciudad, por ejemplo?
-No, pero eso no va a pasar de todos modos. Curran es un separatista-, le dije. -Él cree en el mantenimiento de una distancia entre los cambiaformas y todos los demás. La Manada adora el suelo que pisa. Ellos no harían nada contra él. Todo el mundo se uniría y aplastaría a los disidentes e incluso si lo hicieran, ¿cómo iban a hacerlo sin que el gobierno interviniese?
Roman se acarició la barbilla. -Cierto,
cierto...
-¿Por qué lo preguntas?
-La profecía. Algunas profecías son distintivas. Ésta no lo es. Las brujas vieron una sombra caer sobre la ciudad y luego aullar. Un aullido ensordecedor y aterrador. No están seguras de si es un perro o un lobo o algo más. También vieron un caracol de barro.
-Entonces, ¿qué significa?
Roman negó con la cabeza. -No hay forma de saberlo. Debió ser terrible, porque mi madre ha estado asustada desde entonces.
Había conocido a Evdokia. Cualquier cosa que lograse ponerla nerviosa tenía que ser tratada como una amenaza seria.
-¿Estás libre mañana por la noche?-, preguntó Roman. -Me encantaría tu perspectiva de las cosas.
-¿Me estás pidiendo una cita?-. ¿Coqueteaba o no coqueteaba?
Roman apoyó un brazo contra la estantería. -¿Quién, yo? Yo no tengo citas. Sólo robo vírgenes para el sacrificio.
Coqueteaba. Coqueteaba descaradamente. -Hmm, entonces no soy de ningún interés para ti. No soy virgen.
Sonrió. -Esto sería una reunión
profesional.
-Ajá.
-Completamente profesional-, dijo Roman, poniendo acento ruso de
nuevo.
Era encantador y divertido y daba un poco de miedo, justo lo que me iba. Pero todavía me dolía cada nervio. Si había algo que había aprendido, era que saltar de una relación a otra era una mala idea.
Aún así... mi vida no tenía que estar atada a
Rafael. El mundo no se limitaba a un idiota bouda. Aquí había un
chico, un chico divertido, guapo, que probablemente pensaba que
estaba cañón. Podría ser alguien como él. No podía ser de uno, para
el caso. Podría estar perfectamente bien por mí mismo.
-Estoy investigando el asesinato de cuatro cambiaformas-, le dije.
-¿Has oído algo?
-No, pero puedo preguntar.
-Bueno, a ver, yo no soy buena para ti, porque no soy virgen y tú no eres bueno para mí, porque no sabes nada sobre los asesinatos. ¿Tal vez en otro momento?
Él se acercó a mí. Una segunda mano estaba vacía y la siguiente una pequeña tarjeta de color negro con un número de teléfono blanco apareció como por arte de magia. -¿Quieres mi tarjeta?-,preguntó él, guiñándole un ojo. -Vamos, tómala.
-¿Va a salirle colmillos cuando golpee la
magia?
-No lo sabrás a menos que la cojas. ¿O eres una gallina?
Le robé la tarjeta. -Sólo una advertencia, si se convierte en algo
desagradable, la mataré. Roman se rió en voz baja.
-¿Quieres el mío?
-Cinco cinco cinco veintiuno trece.
El número a la oficina. Debía de haberlo
conseguido de Kate.
-Bueno, me tengo que ir-, le dije.
Roman levantó la vista y dijo con voz cómplice. -Si desaparezco en una columna de dramático humo negro, ¿crees que los aspersores se encenderán?
Me incliné hacia él y mantuve mi voz baja. -Probablemente. Pero estoy dispuesta a cerrar los ojos un segundo y hacer como que los has hecho de todos modos.
Cerré los ojos por un largo rato y cuando los abrí, él se había ido.
Cuando regresé al terminal, Ascanio me entregó una libreta con notas. -Encontré algunos artículos. Al volhv le gustas-, dijo, con la mirada fija en la pantalla.
-Sí, lo hago-. Leí sus notas. Había hecho una lista de las subastas de arte que Jamar había visitado.
-¿Quiere esto decir que has terminado con Rafael?
Le di mi mirada de francotirador. -Si alguna vez quieres poner un pie fuera de la oficina de nuevo, dejaras de tener interés en mi vida amorosa. No es asunto tuyo.
Se volvió hacia mí con una expresión de remordimiento que podría haber hecho llorar a los ángeles. -Sí, señora.
¿Cómo se pasaba de bebé Rory a Ascanio? Y pensar que un día iba a tener hijos, y dado que yo era medio bouda probablemente resultarían igual que él. El pensamiento aturdía mi mente.
-Aquí dice que Jamar compró un asiento de
inodoro por cincuenta mil dólares-, dijo Ascanio. Miré en la
pantalla. -Dice que es de Amarna, de la decimoctava dinastía de
Egipto.
-Es un asiento de inodoro-, dijo Ascanio.
-De cuatro mil años de antigüedad.
Me miró, incrédulo. -Algunos antiguos egipcios
se subían a él y ponían un huevo.
-Supongo que sí.
-Él pagó cincuenta mil dólares por un asiento de inodoro
usado.
-Tal vez estaba bañado en oro-, le dije.
-No, aquí dice que estaba hecho de piedra caliza, por lo que si fueras a utilizarlo, se te congelaría el culo al sentarte en él.
-No hace frío en Egipto. Hace calor. Tus conocimientos de geografía son inestables, amigo-. Me senté en una terminal al lado de él y escribí "Jamar Groves" en la ventana de búsqueda.
-Te podrías comprar un coche con cincuenta mil dólares. Un coche muy bonito-. Los ojos de Ascanio se iluminaron. -Un Hummer. Te podrías comprar un Hummer convertido.
-No necesitas un Hummer-, le dije.
-A las chicas les gustan los Hummer.
-Tampoco necesitas ninguna chica.
Él me dio una mirada herida. -Tengo necesidades.
-Yo también tengo necesidades y ahora mismo necesito que te concentres en localizar la colección de antigüedades de Jamar. Encuéntrala.
Habíamos estado en la biblioteca durante tres horas cuando golpeó la magia, cortando nuestra corta investigación. Habíamos identificado treinta y siete artículos. Teniendo en cuenta que mi lista de contenidos de la bóveda incluía sólo veintinueve, nos daba al menos ocho artefactos que investigar. Un cuchillo de Creta, dos collares de la civilización etrusca, que aparentemente era una especie de cultura pre-romana en Italia, una estatua con cabeza de gato del Reino de Kush, una cabeza de bronce de Sargón el Grande, que era una especie de rey en Akkadia, una lanza del mismo país y dos tablas de piedra con antiguos escritos hebreos. Ninguno se nos iluminó con las luces de Navidad y sirenas cuando los encontramos. Me gustara o no era el momento de renunciar y volver a casa.
-Ese mecánico dijo que había encontrado el cheque de la mujer que había remolcado-, dijo Ascanio.
-Sí-. Iba a ser mi siguiente parada.
-Puedo coger ese cheque por ti-, ofreció Ascanio.
Lo miré. -Promete que no te mataran.
-Lo prometo.
-Y que si hay alguna amenaza correrás como un conejo asustado.
Él asintió con la cabeza.
-Está bien-. -Le di el dinero. -No mates, que no te maten y no
metas la pata. ¡Ve, fiel aprendiz!
Él me dirigió una sonrisa y se fue. Bueno, podría mantenerse fuera de problemas durante un rato. Esperemos.
Me quedé mirando el terminal de computadora ahora muerto. Esta noche Rafael y yo iríamos a la casa de Anapa.
Si todo iba bien, no nos mataríamos el uno al otro.