8. La hora de la verdad

—¡Ay! —se quejo Jeff. Esta vez había aterrizado de lado; seguía sujetando a Norby y se había hecho mucho daño en el codo derecho.

—¿Donde estamos? —susurro Norby asomando los ojos entre el barril y el sombrero—. ¿Hemos llegado al sitio exacto?

—Si.

Jeff se incorporo con un gruñido.

—Me llaman Norby «el infalible».

Jeff miro a su alrededor y vio que se encontraba en medio de los oficiales de mayor graduación del Mando del Espacio, incluido el Almirante Yobo, quien tenía el aspecto del llevar un rato observando y lanzando juramentos.

A espaldas de Jeff estaba la puerta abierta de la Estación de Transito del Mando del Espacio.

—¡Funciona! —grito uno de los oficiales pasando junto a Jeff y entrando en el transmisor.

—Este chico debe haber venido por el transmisor y acaba de aparecer ahora mismo —dijo otro—. ¿Le ha visto alguien? Con esta clase de seguridad, es de esperar que el propio Ing aparezca entre nosotros.

—Yo le vi llegar —dijo Yobo con voz ronca—. Creo que podrán comprobar que, por mucho que haya llegado al Cadete Wells, el transmisor esta otra vez estropeado.

Otra vez estropeado no, todavía estropeado. El Almirante se cuido bien de no describir exactamente lo que había visto o de insinuar que la llegada no había sido a través del transmisor. Un buen hombre, pensó Jeff. Rápido de pensamiento y a favor de los buenos cadetes.

—¿Puedo hablar con usted a solas, Almirante? —pregunto Jeff.

Yobo se daba golpecitos en la barbilla, pensativo; luego, hizo un gesto con la cabeza a los demás, un gesto improvisado que tenía la fuerza de una orden. Los oficiales salieron.

—Mi robot… —empezó Jeff.

—¿Compraste ese robot con el dinero que te di? ¿Eso es todo lo que pudiste conseguir? —dijo el Almirante.

Norby se revolvió, pero Jeff le pincho en la parte posterior del barril para que se callara.

—Es un robot magnifico —dijo Jeff—, con una serie de aptitudes muy buenas e igualmente exasperantes. Y me va a ensenar Swahili marciano en cosa de nada. Y es también un ingeniero muy capacitado que puede poner a punto un transmisor. Ing y sus Ingratos controlan Manhattan y…

—Ya sabemos todo eso, Cadete Wells. Esta dando ordenes para que nos rindamos e insiste en que se le llame «Emperador». Personalmente creo que el transmisor no tiene ninguna avería, sino que lo controlan por el otro lado.

Yobo miro a Jeff con calma. Después pregunto:

—¿Y que dices a eso?

—¿Van a hacer algo? —pregunto Jeff.

—Lo que te aseguro es que no voy a rendirme —dijo Yobo—, pero he de tener cuidado. Ing tiene a todo Manhattan como rehén y otros lugares de la Tierra pueden caer en sus manos, a menos que…

—¿A menos que qué, señor?

—A menos que tu hermano pueda hacer algo. Ha sido mi consejero particular en todo este asunto. Sospechaba que Ing entraría primero en Manhattan y ha tomado medidas.

—¿Que medidas?

—Ya lo veremos —dijo Yobo con calma—. Mientras tanto, ¿qué es lo que quieres hacer, además de ajustar el transmisor inajustable?

—Creo que mi robot en realidad no va a poder ajustar el transmisor si Ing lo ha bloqueado. ¿Puedo consultar con Norby?, así se llama mi robot, señor.

—Adelante, Cadete.

Jeff se inclino hacia el sombrero de Norby y le pregunto en un susurro:

—¿Y ahora, que?

Norby respondió en voz tan baja que Jeff no le oyó, por lo que se inclino mas hasta tocar el sombrero con la nariz. Sintió un cosquilleo y se levanto:

—¡Huy!

Norby alargo el brazo y agarro la pierna de Jeff con fuerza.

¡No quiero que me oiga el Almirante! Creo que podemos colar una nave pequeña (si él nos da una) e hiperlanzarnos a la Tierra.

Jeff trago saliva.

—¿Norby? —dijo con desmayo, sintiendo el cosquilleo esta vez en la pierna.

Creo que el dragón te hizo sensible a la telepatía cuando te toco. ¡Consígueme una nave!

—¡Cadete Wells! —dijo Yobo—. ¿Esta usted en sus cabales?

—Normalmente si, señor. Y Norby también, normalmente. Lo que queremos es una nave pequeña, basta con que quepamos Norby y yo.

—¿Por qué?

—La idea es atravesar cualquier red de seguridad que pueda tener Ing y meternos en su Cuartel General.

Ya he estado allí y lo reconocí. Tiene todo lleno de banderas, pero yo diría que es la sala de espera principal de la antigua Gran Estación Central. Huele a museo y yo me conocía cada pulgada cuando solía visitarla de niño. Se cuales son las coordenadas de su transmisor, o por lo menos Norby se las sabe, porque memoriza las coordenadas de todos los transmisores por los que pasa…

—Cadete, tus intenciones son buenas —dijo Yobo—, pero, sin transmisor, nos llevara días llegar a la tierra y, con transmisor, no necesitarías una nave. No necesitas una nave para viajar a la Tierra. La Flota esta preparada para salir, pero Ing ha amenazado con volar Manhattan en cuanto mueva una nave.

—Eso es un farol.

—¿Estas seguro? ¿Pondrías en peligro la reliquia mas famosa de los antiguos tiempos de la Tierra, su centro de población mas celebre, basándote en tu seguridad?

—Si se moviera la Flota, se darían cuenta, pero una nave… una navecita…

—¡Tonterías! También se darían cuenta. Deberías conocer la eficiencia de la detección espacial, Cadete. Has estado en la Academia el tiempo suficiente como para saber eso.

—Por favor, Almirante —dijo Jeff—. Confié en mi. Mi robot es muy bueno en maquinaria y tal vez pueda acelerar una de sus naves pequeñas de forma que no la capten los rayos espía y llegue directamente a la sala de espera de la Gran Estación Central.

—Me pides algo imposible —dijo Yobo—, a menos que… —Miro fijamente a Norby y después añadió—: A menos que este… humn… barril que abrazas con tanta fuerza sea como una especie de brujo. ¿Que te parece mi nave-crucero privada? ¿Sera suficientemente pequeña?

—¿Como es?

—Lo bastante pequeña como para que quepa yo solo, aunque tú y tu robot-barril podéis apretaros, si no os importa dormir en el suelo.

—¿Por qué tendríamos que dormir en el suelo, señor?

—Porque no os vais a llevar mi nave-crucero sin mi y yo duermo en la única cama que hay. Es un privilegio de rango, Cadete.

—¿Llevarle a usted, señor?

Jeff se inclino hacia el sombrero de Norby y susurro:

—¿Puedes trasladar al Almirante con la nave y nosotros?

Norby chillo:

—¡No! ¡Mira que tamaño tiene!

Yobo lo oyó y sonrió:

—No soy lo que se dice canijo, pero no me voy a quedar sentado sin hacer nada. Ya he tenido bastante con todo este asunto. Si puedes meter una nave en la Gran Estación Central, Cadete, yo quiero estar en ella. Si me pasa algo, hay varios hombres capaces, según creen ellos, aunque los demás no sean de la misma opinión, y cualquiera de ellos puede sucederme de inmediato.

Jeff dijo de repente:

—Norby, puedes hacerlo. No quiero negativas. Almirante, puede venir, pero déjeme el mando por ahora.

—Cadete Wells —dijo Yobo con una fría sonrisa—, te pareces a tu hermano mas de lo que imaginaba. Pero antes de ponernos en marcha, vas a decirme exactamente como piensas trasladar la nave hasta la Tierra. Un movimiento cualquiera y estaremos perdidos… y lo sabes.

Jeff pensó un instante:

—Almirante —dijo— ¿me da su palabra de que lo que voy a decirle quedara en el mas absoluto secreto?

—Eso esta fuera de lugar —dijo Yobo—. Cualquier información que tengas y sea importante para la seguridad del Sistema debe expresarse de inmediato y sin limitaciones. ¿Que has querido decir con «el mas absoluto secreto»?

Jeff dijo tristemente:

—Bien, señor, Norby puede trasladarnos por el hiperespacio sin transmisor.

—¿De veras? Sospechaba que tenias algo así en mente, puesto que lo que tú planeabas no podía llevarse a cabo por ningún otro medio. ¿Y como va a conseguir Norby ese imposible?

—No lo sé. Y el tampoco.

—Una vez que haya acabado todo esto, ¿no deberíamos desmontarlo para poder averiguar el secreto del viaje hiperespacial?

Norby chillo:

—Jeff, no te juntes con este monstruo descomunal. Es peor que aquel dragón.

—¿Que dragón? —pregunto Yobo.

—Era solo un monstruo mítico, señor. Ese es el motivo por el que quiero que la información se mantenga en secreto. Si se llega a descubrir, todos los científicos querrán desmontarlo y tampoco podrán sacar nada en limpio; después, no podríamos volverlo a montar y, total, ¿para que?

—Mataríamos a la gallina de los huevos de oro —musito Norby enfurruñado—. Díselo, Jeff. Mas vale pájaro en mano.

Jeff dio un codazo a Norby para que se callara.

—Así es, Almirante. Norby representaría una importante arma secreta para la Federación. Tiene toda clase de poderes que puede manejar con una soltura total… o casi.

—Muy bien, pero entonces, ¿por que no cogemos un escuadrón de hombres armados y un crucero de batalla?

—Bueno, Almirante, Por el momento, los poderes de Norby son algo limitados.

El Almirante rio.

—¿Quieres decir que es un robot pequeño y solo puede manejar cosas pequeñas?

—¡Usted si que no es una cosa pequeña, usted, humano, superdesarrollado, usted! —grito Norby.

El Almirante volvió a reír:

—No creo que lo sea. Pero vamos, tú, barril infradesarrollado, tú. Ya esta listo mi crucero particular.

Una hora mas tarde estaban en el crucero y Norby se había conectado al motor de la nave.

—No prometo que pueda hacer este trabajo —gruñó—. Llevar toda una nave a través del hiperespacio no es moco de pavo.

—Puedes hacerlo, Norby —dijo Jeff.

—¿Yo? ¿Un barril infradesarrollado?

—Si, tú. Un robot antiguo, inteligente, valiente y poderoso —dijo Jeff—. Y si no lo haces, te sacare las tripas y rellenare tu barril con mantequilla de cacahuete… con mantequilla de cacahuete rancia, de forma que el dragón madre ya no volverá a sentir olor a clavos.

El salto a través del hiperespacio no fue lo que se dice perfecto.

—No estamos dentro de la Gran Central —dijo Jeff.

—Bueno, ahí esta, allí enfrente —dijo Norby indignado—. Se me puede admitir un pequeño error. Pregunten a cualquier ingeniero.

—Esto lo rematara —dijo el Almirante—. Solo necesitamos un mínimo de corrección espacial normal.

Dos segundos después, el crucero particular del Almirante, sobre un rayo antigrav, sobrevolaba el trono de Ing. La nave se vio envuelta en banderas y tras ellos quedo una ventana rota.

—Magnifico, Almirante —dijo Jeff—, magnifico.

Norby gruñó:

—Era mi salto hiperespacial y es mi rayo antigrav. Yo soy el magnifico, solo que no se durante cuanto tiempo voy a poder mantener esta nave en el aire. Siento como si se me encogieran las tripas.

Deja algún honor para el Almirante, Norby, le dijo Jeff por telepatía. El rango implica privilegios.

—¡Ahora, escuchad esto!

La voz ronca del Almirante retumbo arrolladora por la inmensidad de la sala. El propio Ing, con la mascara todavía puesta, de pie, junto a su trono, miraba la nave. No dijo ni palabra. Sus soldados parecían estar en trance, aturdidos por la aparición de la nave.

—Os tenemos a todos encañonados —dijo el Almirante Yobo pulsando un botón, de forma que por lo menos un arma saliera del casco y apuntara directamente a Ing—. Tirad las armas y rendíos. Ya no habrá Imperio Solar ni Emperador.

La nave se poso lentamente sobre el trono, haciéndolo añicos. Jeff exhalo un suspiro de alivio.

Ing corrió hacia el transmisor.

—¡Detenedle! —grito Jeff.

—No queremos que muera —dijo el Almirante—, o harán de el un mártir heroico. Ahora, veamos, podría destruir el transmisor, pero eso…

—Déjame salir, Jeff —dijo Norby—. Yo me encargo de él.

El Almirante, tomando una decisión instantánea, pulso otro botón y se abrió un panel.

—¡Atrápale, pequeño robot! —grito.

Norby se lanzo con intención de detener a Ing. Las puertas del transmisor se estaban abriendo. Estaba a punto de entrar cuando de este salieron Fargo, Albany y un grupo de Policías de Manhattan armados.

—Saludos, Emperador —dijo Fargo con aplomo—. Estábamos a punto de destronarle, pero ya veo que Norby esta aquí, por lo que supongo que mi hermano menor debe haber llegado con la misma idea. No puedes derrotar a los hermanos Wells.

—Fargo —retumbo la voz inconfundible del Almirante Yobo—, ¿que ha sucedido? ¡Informe!

—¿Almirante? ¿También esta usted aquí? Bueno, fue muy sencillo. Estábamos prisioneros, pero Albany y yo escapamos, gracias a Norby, y después todo se desarrollo tal y como lo había previsto. La población de Manhattan se había amotinado. Puede que la rebelión no fuera demasiado importante, pero la gente de esa isla es muy patriótica. Yo ataque y tome el recinto de Central Park, con ayuda de las artes marciales de esta preciosa mujer policía, Albany Jones. Espero que, de resultas de esto, la asciendan.

—También nos ayudo una mujer que decía ser observadora de pájaros —dijo Albany—. La mujer, una tal Srta. Higgins, decía que no le importaba lo que le sucediera al resto del Universo, pero que Central Park pertenecía al pueblo. Dirigió a la multitud contra los Ignominiosos de Ing y ella sola dejo incapacitados por lo menos a siete Ingratos, antes de perder la cuenta.

—Liberamos y entregamos las armas a un grupo de policías y después procedimos a tomar otras zonas —continuo Fargo—. En este momento, aquellas zonas de Manhattan que no controlamos todavía, pronto estarán dominadas. Y en lo que a ti respecta, Ing «el Inglorioso», sospecho que en breve tendrás un fuerte dolor de cabeza.

El silencio de Ing reflejaba su aturdimiento e impotencia, mientras que sus hombres levantaban los brazos en señal de rendición. Norby, que había estado dando vueltas a su alrededor, se tiro ahora contra su cabeza que, al recibir el golpe, produjo un metálico «clang». Ing se desplomo y, en el momento en que Norby se sentó sobre el, la mascara cayo al suelo.

La voz del Almirante sonó indignada:

—¡Debía haberlo imaginado! —bramo—. Ing «el Intrigante» es el remilgado Dos Gidlow. ¡Ya sospechaba yo que tenía que ser alguien de Seguridad! ¿Qué otro podría dar un golpe con tanta precisión?

—Gidlow sabia que usted sospechaba algo —dijo Fargo—. Creo que intento venderle la idea de que el traidor podía ser yo para apartarle de la pista.

—Casi lo logro —admitió Yobo—. Mis disculpas, Sr. Wells. Le compensare por ello. Su contribución y la del Cadete Jefferson Wells jamás serán olvidadas.

—¿Y que pasa con Norby? —Chirrió Norby que aporreaba con los pies el pecho de Gidlow-Ing.

—Tampoco olvidaremos al Cadete Norby.

—¿Seré cadete? —grito Norby encantado.

—Honorario —dijo el Almirante.

—¡Sáquenme a este demonio de encima! —grito Gidlow-Ing—. No me pueden matar así. Exijo un juicio justo.

—Vas a recibir un juicio justo ahora mismo —dijo Norby.

Sirviéndose de su antigrav para elevarse en el aire, Norby atenazo el cuello de Ing con sus piernas y arrastro al supuesto emperador. Norby se balanceaba de un lado a otro, obligando a Ing a bailar el vals sobre sus delgadas piernas, enfundadas en plata.

La sala de espera estallo en carcajadas, jolgorio en el que participaron incluso los antiguos secuaces de Ing. El fotógrafo de la Policía puso en marcha su cámara holográfica, filmando toda la escena en imágenes tridimensionales.

—Se acabó la revolución de Ing —dijo el Almirante—. Los hombres de las Fuerzas Policiales de Manhattan han tenido una gran actuación.

—Si me permite la observación —dijo Albany, dulce pero firmemente—, la mitad de las Fuerzas Policiales de Manhattan esta compuesta por mujeres.

—Es cierto, querida —dijo el Almirante, y se inclino hacia ella con galante admiración—. Y también lo son la mitad de los soldados de mi Mando del Espacio. Simplemente estaba utilizando una forma de hablar anticuada, lo que me recuerda que su uniforme esta roto de una manera muy estratégica y debo felicitarla por su tipo.

—Almirante —dijo Fargo—, eso no es nada comparado con lo que pueden hacer los disolventes textiles, pero soy yo quien tiene la exclusiva de ese tipo de cumplidos.

—Entonces, le felicito a usted, Sr. Wells —dijo el Almirante—, por su buen gusto… tanto en lo referente a polis como a hermanos.