Cordialmente se despedían los invitados, el gobernador y su familia se marcharon poco después de la media noche, Jerónimo exhausto se retiró a su habitación, donde ya para esas horas habían acomodado sus pantalones y camisas en el guardarropa, su gramófono lo colocaron cercano a la ventana, sus libros ya estaban en la repisa al lado de su escritorio, sus cuadros pintados de óleo y acuarela ya estaban postrados en las paredes, solo algunos artículos personales como cartas, fotografías y recuerdos, los dejaron a su vista para que él decidiera donde guardarlos.

Cualquier cosa que no sea de tu agrado la podemos modificar hijo –Dice su madre al mostrarle su habitación totalmente renovada.

Todo está perfecto madre, ¡Que buen gusto! –Sonríe Jerónimo.

Tu cama, las cortinas, tu nuevo escritorio, Lámparas, ¡incluso las sabanas! Las mandé traer de París, quiero que estés muy cómodo hijo… —Le da un beso en su mejilla—

Gracias madre, que buen detalle de su parte… estoy seguro que dormiré muy cómodo.

¿Quieres que te prepare una infusión para que descanses mejor? Aun no se duerme tu nana y ella podría traértela…

Si madre, dile a mi nana que me traiga una infusión de azares de naranjo… quiero desearle bonita noche a mi nana…

Ahora le digo que te la traiga…

 

Mientras su nana preparaba la infusión, Jerónimo se sentó un instante en su escritorio, de un cajón sacó papel y tinta, comenzó a redactar una carta para sus dos grandes amigos que se habían quedado del otro lado del mar atlántico, la carta fue un poco breve, decía lo siguiente:

 

 

19 de Septiembre de 1893

 

Estimada Sarah, Gran amigo Andrew…

 

         Me alegra decirles que he llegado a casa, con un inesperado recibimiento por parte de mi familia, fue muy emotivo volver a mirar a tanta gente que me vio crecer, mi padre se mostró muy orgulloso de mi al entregarle mi certificado que me acredita como Médico… hay mucha gente cercana a mi padre que no conocía, pero confío en que son buenas personas con lo selectivo que siempre ha sido mi padre…

Esta carta solamente es para avisarles que estoy con bien aquí en casa, y reiterarles mi invitación para cuando quieran visitarme… son bienvenidos… espero recibir su contestación para estar en constante comunicación…

 

                              Se despide su siempre amigo…. Jerónimo

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Mientras envolvía en un sobre la carta, su nana Magdalena tocó la puerta, él sabía que era su nana y jugando le dijo:

 

Ya estoy dormido nana, no es hora de estar despierto, los niños buenos deben de dormir temprano –sonríe al recordar que siempre su nana le decía eso para que durmiera a sus horas—

Pero ya no eres un niño, ahora si puedes no dormir si quieres –le dice la nana mientras abre la puerta y llevando en sus manos una charola con una jarra de infusión, dos tazas y azúcar—

No sabes cuánto te extrañe nana, y cuanto extrañaba que me consintieras así como lo haces, nadie prepara tan bueno el té como tú lo haces… aunque dice mi madre que ella lo prepara yo sé que siempre te dice a ti que lo hagas –le ayuda con la charola y la coloca en una pequeña mesa de centro—

Mi niño, a ti nadie te puede engañar –sonríe la nana—

Siéntate nana, vamos a tomar la infusión juntos, espero no estés muy cansada, porque aunque yo me sentía exhausto al oler esta infusión se me ha quitado el sueño… —se quita el saco que llevaba puesto—

Estoy vieja pero no cansada, tomemos la infusión mi niño, antes de que se enfríe…

Hay mi nana… tenemos tantas cosas de que hablar, siempre quise escribirte una carta, pero sé que no ibas a poder leerla, pero de verdad te digo que siempre estuviste en mis pensamientos…

Yo lo sé mi niño… lo sé… y yo esperaba tanto que llegara este día… —le dice mientras sirve la infusión—

Nana, te traje un regalo… —de un baúl sacó un camisón de tela acojinada, especial para el frío invierno—

¿Es para mí? –Pregunta su nana con rostro de felicidad—

Claro que si mi nana, es para cuando tengas frio te lo pongas, no quiero que te me enfermes… porque aunque ahora tengas un médico que te cuidará, no quiero por nada que te de un resfriado…

Muchas gracias mi niño… ¡Está muy bonito! –feliz por su nueva prenda—

Nana… cuando estábamos en la cocina hoy… me platicabas algo acerca de la hija del herrero, mi madre llegó y ya no pudimos platicar más… ¿Qué tiene que ver esa muchacha con Sebastián? –Pregunta confundido—

Mi niño, si tus padres no han platicado de esto contigo es porque estoy segura que no quieren que lo sepas… pero creo yo que es preferible que lo sepas, al fin que terminarás por enterarte con los rumores del pueblo… —decidida Magdalena—

¿Qué pasó entre ellos Nana? –Intrigado cuestiona Jerónimo—

Hace aproximadamente dos años tu hermano tuvo un momento de locura, hubo un tiempo que fue muy fuerte su vicio al juego de barajas, apostaba con todos los que le proponían el juego, llegó a ganar y perder mucho dinero, animales, incluso cosechas enteras, todo por ese vicio…

Sabía que jugaba… pero… ¿Eso que tiene que ver con la hija del Herrero? Su nombre es Jacinta ¿Verdad? La recuerdo apenas cuando era una niña aún… —Hacía memoria Jerónimo

Si, Jacinta… cuando tú la pudiste haber conocido aún estaba muy pequeña… a sus 15 años ella tenía un novio, con el cual estaba comprometida a casarse, ya incluso habían puesto fecha para la boda, pero ese joven novio de Jacinta, era también un jugador muy vicioso, en la cantina del pueblo apostó su caballo, su pistola, y las monedas que traía con él… se dice que en sus rachas de suerte solía ganar grandes cantidades de dinero… pero el día que jugó con tu hermano al parecer la suerte no estaba de su lado… Tu hermano le ganó todo lo que traía, ya no había nada de valor que pudiera apostar… solo el anillo de compromiso que le regalaría a Jacinta, lo sacó de su bolsa y le preguntó que si ¿Qué le ofrecía para seguir apostando? Sebastián riéndose le dijo que ese anillo para nada le servía, que ofreciera algo de más valor... Pues no creerás lo que ese joven le ofreció para apostar…

¿Qué le ofreció? –Jerónimo tratando de entender lo sucedido.

Le ofreció de apuesta pasar una noche con su prometida Jacinta, y si tu hermano perdía le daría todo el dinero que le perteneciera de ganancia por las cosechas de ese año… estaban muchos hombres del pueblo y tú sabes que cuando se apuesta en una cantina, es por ley cumplir lo prometido… Cuentan algunos hombres que Sebastián se mostró muy dudoso, y el novio de Jacinta al notar que lo estaba pensando demasiado se burló a Carcajadas y le preguntó ¿Acaso no eres hombre? Y ya sabrás como se molestó tu hermano con lo machista que es… Tu hermano aceptó la apuesta, y todos los presentes en la cantina fueron testigos…

Mi hermano ganó ¿Verdad?

Si, le permitió al otro joven barajar las cartas, para que supiera que no hubiera duda de alguna trampa o cosas así… tu hermano ganó esa apuesta… y esa misma noche, aquel joven le entregó a su prometida…

¿ella aceptó? –Incrédulo Jerónimo.

Si, esa noche ella se entregó a Sebastián para cubrir la deuda que su prometido tenía pendiente…

¡Nana! No puedo creer tanta inmadurez en esos tres… ¿Qué pasaba por sus mentes?

Tú conoces muy bien el pensamiento de los hombres de estos rumbos, si ellos apuestan algo lo tienen que pagar, y tu hermano… tuvo que cobrarse para poner en alto su honor y su hombría desde luego…

Pero… ¡Qué estupidez! No puedo asimilar esos actos tan bajos…

Después de esa noche no se supo más nada del prometido de Jacinta, desapareció sin dejar rastro…

Era de imaginarse…

Fue todo un escándalo, todo el pueblo se enteró de lo que había sucedido, a los pocos meses Jacinta y sus padres vinieron a la hacienda a avisar que su hija estaba embarazada, y que Sebastián era el padre de ese bebé que venía en camino… Ese día el padre Santiago estaba aquí en la hacienda, escuchó los reclamos y sobresaltos que tu padre y el herrero tenían por esa disputa… tu padre insistió que no había ninguna garantía de que el hijo fuera de Sebastián… y que esa noche fue simplemente el cobro de una apuesta…

El cobro de una apuesta ¡Que sencillo!… —comenta Jerónimo moviendo su cabeza—

El padre Santiago intervino, habló en privado con los padres de Jacinta, después habló con ella y lo único que alcancé a ver es que ella lloraba inconsolable… sus padres ya no discutían nada, ahora se veían un tanto apenados y se disculparon con tu padre y tu madre… de Jacinta no se ha sabido nada desde entonces… se marchó del pueblo y nadie ha sabido donde está…

Dios mío… esto que me dices realmente me deja sin palabras nana… quisiera entender a ellos tres… primeramente al prometido de Jacinta… ¿Tanto fue su vicio por el juego?... en el caso de mi hermano… ¿fue tanta la necesidad de acceder a esa absurda apuesta?... y en el caso de Jacinta… ¿Qué la hizo aceptar acostarse con mi hermano?... nana… no entiendo a ninguno de los tres créeme… —sorprendido Jerónimo comentó.

Lo único bueno de todo esto fue que tu hermano desde ese tiempo sabe jugar con moderación… aunque lo mujeriego y lo borracho probablemente nunca se le quitará…

 

Jerónimo entendió que todo ese problema debió ser un escándalo para su familia, por lo que sin necesidad de que su nana se lo pidiera decidió conservarlo a discreción… continuaron un poco más con otras charlas, recordando desde la infancia de Jerónimo hasta su viaje que los separó por tanto tiempo, y conforme terminaban el té poco a poco Jerónimo se quedaba dormido. Su nana al igual que lo hacía antes, lo cobijó y acomodó sus almohadas para que estuviera cómodo.

A la mañana siguiente el cantar de las aves, el sonido del aire golpeando las hojas de los árboles, un peculiar aroma a flores silvestres, despertó a Jerónimo, quien aún poco antes de que abriera sus ojos no creía que estuviera de regreso en su casa, hasta que por completo despertó y sonrió al darse cuenta de que no había sido un sueño.

Después de bañarse con agua fresca, Jerónimo fue al comedor, era muy temprano aún, solamente se habían levantado los trabajadores y su padre el Coronel, que justo también estaba acercándose al comedor…

 

Buen día padre –sonriente Jerónimo.

Buen día hijo, hacía tanto tiempo que no te lo decía… —complacido el Coronel

Así es padre, estando en Londres constantemente recordaba cuando desayunábamos juntos… y no sabes el gusto que me da poder nuevamente estar con ustedes… mi familia…

 

Poco después de que toda la familia se reuniera, llegó a desayunar con ellos el padre Santiago, al que todos como de costumbre recibían con gusto, su silla estaba designada siempre al lado del Coronel, Jerónimo recordaba que ocasionalmente el otro sacerdote también los visitaba, y era muy grato también recibirlo, puesto que siempre llegaba y bendecía a cada uno con sus oraciones y sus pláticas eran más que nada reflexiones… En caso del padre Santiago era notoriamente diferente, llegó ese día y bendijo los alimentos de una manera muy breve, platicaba arduamente con el Coronel acerca de negocios y estrategias para mejorar sus cultivos, tocaban temas políticos y económicos, Jerónimo simplemente escuchaba la conversación y no intervenía, era demasiado notorio que el Coronel Melquiades le tenía demasiada confianza y cada uno de sus consejos lo tomaba demasiado en cuenta, pudo deducir fácilmente que este sacerdote era muy inteligente para cuestiones administrativas… Razón clara por lo que tenía una fuerte amistad con su padre el Coronel.

Cuando terminó el desayuno el coronel junto con el sacerdote, se dirigieron al estudio a buscar unos documentos, Jerónimo por su parte se levantó de su silla y fue a caminar un poco a los alrededores de la casa, lo acompañaba su hermana Regina, quien muy entusiasmada le mostraba los cambios que habían hecho en los jardines como en los cercanos cultivos de la casa, había muchas diferencias, el establo de caballos era el doble de grande a como Jerónimo recordaba, los  árboles frutales eran muy bien cuidados, una enorme parra de uvas cubría una cerca de aproximadamente 2 metros de altura y unos 10 metros de anchura.

 

¿Quieres que le pida al capataz unos caballos para que recorramos más rápido? –sugiere Regina—

No es necesario hermana, disfruto demasiado caminar, y añoraba poder hacerlo aquí… recordando la infancia… ¿recuerdas cuantas veces corrimos por estos campos?

Si hermano, siempre me pedías que te atrapara, y cuando me mirabas ya cansada de tanto correr dejabas que te alcanzara… siempre fuiste mi mejor compañero de juegos –sonríe Regina—

Si, recuerdo que mi nana salía corriendo detrás de nosotros y nos escondíamos para que no nos encontrara… nos divertíamos al verla desesperada de que no nos miraba –sonríe Jerónimo mientras seguían caminando por el campo alejándose un poco de la casa—

También Alejandro nos buscaba, y cuando se molestaba gritaba fuertemente que nos reprendería a golpes si no salíamos del escondite… Extraño también mucho a Alejandro…

Tengo entendido que vendrá en unas semanas…

Si, en la última carta mi madre le avisó de tu llegada, y estoy segura que vendrá en la primera oportunidad que tenga…

Alejandro… ya casi todo un coronel… —Jerónimo tropieza con una cubierta de metal y por poco cae.

¡Jerónimo, hermano! ¿Estás bien? –Pregunta Regina tocando su brazo al mirarlo tropezar

¡Santo Dios! Por poco caigo, ¿Qué rayos es esta tapadera? –Mirando fijamente al suelo, esa tapadera cubría algo, una excavación subterránea

Perdón Jerónimo, no puse atención por donde caminábamos, ¿De verdad no recuerdas que hay debajo de esa tapadera? –Pregunta Regina recordando.

No, la verdad no recuerdo que hay ahí abajo... –Seguro contesta Jerónimo.

Esta es la entrada a las catacumbas, ¿Recuerdas que mi nana nos prohibió entrar ahí desde que éramos niños?

¡Claro! Ahora recuerdo… el lugar tenebroso que una vez Sebastián, Lupita, tú y yo nos adentramos y vimos objetos viejos y demasiadas telarañas… ahora recuerdo ese lugar…

Si, al que nos daba miedo… y más por las historias que mi nana nos platicó…

 

Esas catacumbas estaban en la hacienda desde mucho antes de que el Coronel Melquiades fuera dueño de todo ese lugar, según leyendas se decía que en esas catacumbas encerraban a los guerrilleros enemigos, también a los esclavos en forma de castigo, y por mucho tiempo se creía que en ese lugar practicaban cultos en contra de las leyes de Dios, el Coronel tenía clausurado ese lugar, nunca le había dado uso para algo… Regina y Jerónimo lo recordaban como un lugar espantoso, de poca luz y muy tétrico… Sin que se dieran cuenta a lo lejos los observaba desde la ventana el padre Santiago, quien aún se encontraba charlando con el Coronel Melquiades:

 

¿Cuándo piensas decirle a Jerónimo que inicie su noviazgo con Alondra? –Pregunta el padre Santiago al Coronel mientras bebe whisky.

Ayer los vi en la cena un poco distantes, pero es un tanto normal, primer día que se conocen pero estoy seguro que se llevarán bien, ya es un hecho y compromiso con el gobernador de que ellos dos se comprometan –Sonriente alzando su copa comenta el Coronel

Alejandro pudo ser buen merecedor de Alondra también… Pero tienes mucha razón, es mejor esperar a que sea nombrado Coronel…

Así es Padre Santiago, tengo que asegurar un buen futuro para mis hijos, pero sobre todo preservar la buena familia que nos caracterizamos, Alejandro por ser mi hijo mayor, el primogénito, debería ser el primero en casarse… pero ante las circunstancias de que es primordial que lo nombren Coronel, siento que un matrimonio en estos momentos para él entorpecerían los planes… Es muy joven aun, y para cuando sea todo un coronel yo como su padre que soy escogeré a la mejor jovencita para él.

Y… ¿Qué hay de Sebastián?...

Padre… usted mejor que nadie sabe que fue la primera opción que le di al gobernador para Alondra, pero ante la pésima reputación de sus borracheras, y la fama de mujeriego, tuve que aceptar su rotunda negatividad… Para Sebastián elegiré una buena mujer, educada, clase mediera, de alguna manera que lo soporte… creo que no nació para ser un hombre destacado… Aunque es muy trabajador… Pero definitivamente Alondra es mucha mujer para un hombre como Sebastián… estoy de acuerdo con el Gobernador al no querer a Sebastián para su hija —resignado comenta el Coronel—

Podría recomendarte algunas devotas de la iglesia, habría muchas que lo querrían… y no como la “Pecadora” de la hija del herrero, que se entregó a él sin estar casados… ¡Abominación! Ante Dios… —Señala el Padre Santiago—

Dolores de cabeza me dio esa mujer, junto con Sebastián cuando irónicamente me dijo que quería reconocer a ese engendro que decía llevar en su vientre esa mujer ¡Nunca en mi familia! No aceptaría la mínima duda de ser o no ser nieto mío…

Ella ya no estará molestándolos… Te aseguro que no volverá… —asegura el padre Santiago—

Gracias padre…

 

Jerónimo y Regina cabalgaban alrededor de la hacienda, galopando sonreían mientras recordaban cuando eran pequeños y corrían por esas veredas, ambos felices de estar nuevamente juntos, parecía que por un momento el tiempo se hubiera regresado y los hubiera transportado a esos tiempos cuando vivían en su inocencia… se detuvieron un momento a que los caballos bebieran agua del río.

Hacía bastante tiempo que no salía a cabalgar, de una u otra manera creo que te esperaba hermanito… —sonriente comenta Regina.

Aunque en Inglaterra son comunes los caballos, también tenía bastante tiempo que no cabalgaba, mi amigo Andrew y su hermana Sarah, son fanáticos de los caballos, si un día vinieran a visitarme estoy seguro que les fascinaría cabalgar con nosotros –comenta Jerónimo mientras recordaba a sus amigos.

En todas las cartas que me escribiste mencionabas a ellos… en especial a Sarah… ¿Te gustaba? –Pregunta Regina sonriendo.

Es… una mujer maravillosamente linda… no solo físicamente, ella me ayudó bastante a equilibrarme y adaptarme en ese país que de una u otra forma le tengo un cariño muy especial… y si… podría decirse que me gusta…

Hermanito… ¿Qué opinas de Alondra?

Se a lo que te refieres Regina… y aunque es muy linda siento que es muy pronto para pensar en algo con ella…

Tengo entendido que mi padre ya fijó un compromiso… —sonríe forzadamente.

Se me hace absurda esa tradición familiar… ¿Qué pasaría si no coincidimos como pareja?

Ni lo digas Jerónimo… ¡mi padre moriría de coraje!

Lo sé… pero por el momento no quiero pensar en eso… desde que la vi ayer bajar del carruaje asumí que era ella la esposa que mi padre había elegido para mi…

Piensa que ella es muy bonita… en el pueblo es la más codiciada…

Hermanita… La belleza de Alondra no me asombra, quisiera que lo que realmente me enamorara fuera su belleza interna, no soy hombre que se deslumbra por el físico…

Ojalá que si te enamore Alondra… porque… tristemente no tienes otra opción Jerónimo, siento que aún piensas mucho en Sarah, pero es mejor que la olvides poco a poco… —triste comenta Regina.

Nunca podré olvidar a Sarah, porque no quiero olvidarla… aunque con ella nunca tuve un noviazgo, para mí siempre fue una mujer especial a quien secretamente amé…

 

Cada que recordaba Jerónimo a Sarah la visualizaba con una sonrisa, el sentía que ese afecto era mutuo aunque nunca lo manifestaron, pero su sonrisa desaparecía cuando recordaba esa tradición familiar, y que estaba destinado a forzar su corazón a cambiar sus sentimientos y amar a otra mujer.

Al pasar de los días, Jerónimo poco a poco se reconocía entre la gente por sus excelentes diagnósticos y efectivo manejo en los medicamentos que indicaba a sus pacientes, se apegaba fielmente a su juramento hipocrático, no distinguía clases sociales o si le pagarían por sus servicios, ayudaba con el solo propósito de sanar a quien lo necesitara… En la misma hacienda su padre le acondicionó un pequeño consultorio donde atendía consultas matutinas, regularmente por las tardes las dedicaba para visitar a los enfermos de cama que no podían ir hasta la hacienda, Jerónimo se distinguía por ser un médico Joven y muy generoso, a la gente que visitaba les alegraba que aun siendo un hijo de un Coronel Hacendado tuviera la humildad de ir a casas tan humildes y en algunos casos regalaba el medicamento.

Por orden del Coronel, Jerónimo tenía que ir a visitar tres veces por semana a la hija del Gobernador, Alondra… y aunque congeniaban en ideologías y gustos poco a poco tomaron esas visitas como algo rutinario, constantemente estando sentados en la sala no había un tema interesante por platicar, apenada Alondra se disculpaba constantemente por bostezar mientras Jerónimo intentaba iniciar algún tema de conversación, por su parte Jerónimo miraba en repetidas ocasiones su reloj de bolsillo y parecía que pasaban las horas eternamente… aun así por complacer a su padre asistía puntual a la cita… y después de la visita llegaba a su casa puntualmente a las diez de la noche.

 

¿Cómo te fue con Alondra hijo? –Pregunta el coronel mientras fumaba un puro sentado en la sala.

Padre… creí que ya se había retirado a descansar… —comenta Jerónimo mientras cierra la puerta y se quita el sombrero.

Estaba esperándote… quiero platicar un poco contigo, y como estás demasiado ocupado con tus consultas y no hay tanto tiempo para que platiquemos decidí esperarte hoy… —sirviéndose un whisky el Coronel.

Lo escucho padre…

Quiero que inicies un noviazgo formal con Alondra la hija del Gobernador, considero que ya el tiempo de tratarse como amigos fue suficiente y ahora quiero que oficialmente sea tu novia…

Padre… yo… quería…

Posteriormente –Interrumpe el coronel— quiero que vayas pensando una fecha no muy lejana para su boda, sin duda ella es la mujer que te conviene hijo mío… yo como tu padre se lo que es bueno para ti… y no podrás negar que aparte de ser una mujer de buena familia y educada… es muy hermosa… ¿Verdad?

Así es padre… Alondra es una mujer muy hermosa… aunque siento que no está enamorada de mi… es muy amable y cortés cuando la visito… pero… en instantes pienso que no soy quien ella espera… —confundido comenta Jerónimo.

Jerónimo, hijo… Los sentimientos de una mujer son verdaderamente extraños… y te voy a recomendar algo… no le prestes mucha atención a que esté o no enamorada, eso no es importante, lo que sí es verdaderamente importante es la aceptación de su padre… tienes toda una vida para enamorarla si quieres ya después de que se casen… Las mujeres de buena familia como lo es ella, no tienen muchas opciones para encontrar pareja y contraer matrimonio, ¿Por qué? Muy sencillo… es como arrojar un costal de monedas de oro a los cerdos… ¿tendría sentido?... su padre el Gobernador al igual que yo buscamos la pareja ideal para nuestros hijos, no podemos emparentar con cualquiera… Alondra está en la edad exacta para contraer matrimonio, después de sus veintiún años podrían empezar a rumorar en el pueblo que ya es una solterona… y eso definitivamente no le agradará al Gobernador ni tampoco a su esposa…

Comprendo padre… y agradezco muy de corazón su preocupación para que yo esté casado con una buena mujer, aun así considero que es de gran importancia que exista un sentimiento más profundo para poder pensar en el matrimonio… —sugiere Jerónimo

Jerónimo, comprendo que tu estancia en Europa pudo haberte cambiado la forma de ver ciertos aspectos… y no quiero pensar que intentas contradecirme, lo único que quiero dejarte muy en claro es que la decisión ya está tomada… comenzarás un noviazgo con Alondra lo antes posible y posteriormente en un lapso no mayor a seis meses tendrás que casarte con ella… ¿Quedó claro?... –apagando su puro sumergiéndolo en el whisky

Si padre… quedó todo claro… —con respeto respondió Jerónimo—

Ve a descansar… que tengas buena noche… —Se levanta del sillón el Coronel y se retira—

Igualmente padre… que descanse…  —poco alentado dice Jerónimo

 

En su cama Jerónimo intentaba dormir, pero no podía contraer el sueño en totalidad, los pocos minutos que dormía soñaba que estaba perdido en un laberinto de piedra, en el cual solamente escuchaba la voz de su padre que intentaba orientarle su camino pero Jerónimo por más que lo escuchaba sentía que se perdía más… despertaba sudando frio y agitado, con el sentimiento de acorralamiento que le quitaba por completo su tranquilidad. Se dirigió a la cocina, encontró ahí a su Nana Magdalena preparando infusión…

 

¿Nana?... ¿No puedes dormir tu tampoco?... –Pregunta Jerónimo al mirarla levantada cubierta de un gabán.

Mi niño… presentía que no podías dormir después de platicar con tu padre, pensaba llevarte una infusión a tu habitación… —Mirándolo con tristeza.

De modo que ya estás enterada… —comenta Jerónimo mientras se sienta en la mesa—

Si mi niño, lo sabía incluso desde antes que regresaras de Europa… esa decisión la tomaron desde hace poco más de dos años tu padre y el Gobernador.

No te preocupes Nana, todo estará bien… tendré que cumplir con la orden de mi padre… La orden del coronel… —mirando fijamente a la mesa de madera.

Precisamente eso es lo que me preocupa mi niño… que todo esté bien… hay cosas que no me dan tranquilidad –comenta la Nana mientras sirve el té.

Alondra es una mujer muy bonita, cumple con todos los estándares que mi padre busca en una madre ideal, considero que todo estará bien…

No la amas mi niño… podrá estar muy hermosa, ser una dama muy fina, la mujer ideal… pero no la llevas en tu corazón… —tocándole sus manos le dice a Jerónimo. Quisiera creer que todo estará bien como tú lo dices mi niño… pero… ¿Podrá estar todo bien si no eres feliz con ella?

Nana… considero que….

Mi niño… —interrumpe su nana— te conozco tan bien que precisamente por eso estoy preocupada… tu eres tan buen muchacho que estoy segura que no te negarás a la voluntad de tu padre, pero tú te mereces ser feliz, decidir a quién amar… ojalá tu padre no me escuche decir esto porque me correría de la hacienda… pero es una orden muy injusta, porque mereces decidir con que mujer pasar el resto de tu vida, sin que nada ni nadie intervenga…

Nana, tu mejor que nadie sabe que es imposible… —Limpiando las lágrimas que comenzaban a brotar de los ojos de su nana. –Yo te prometo mi nana linda que seré feliz, que todo será cuestión de tiempo para que Alondra y yo nos acostumbremos y… posiblemente algún día la ame…

Eso no me tranquiliza mi niño… porque hay una cosa que tú no sabes, estoy segura que ni siquiera lo notaste…

¿De qué hablas nana?... –Pregunta confundido Jerónimo.

Hablo de tu hermano, Sebastián…

¿Qué pasa con él?

Tu hermano está profundamente enamorado de Alondra, él la ama desde el primer día que la conoció, poco después del escándalo con la hija del herrero…

¿Sebastián ama a Alondra? –Con mirada de asombro pregunta Jerónimo.

Si mi niño… Sebastián está sufriendo porque sabe que en pocos meses tendrás que casarte con Alondra, tu hermano le pidió a tu padre que aprobara y lo ayudara para poder comenzar un noviazgo con ella, de principio tu padre lo consideró pero… al paso de unos días le dio una respuesta muy negativa, le dijo que por sus escándalos y su mala fama en el pueblo no era un buen hombre para ella… que era demasiada mujer para él… ¿No entiendo porque le dijo eso tu padre? Estoy consciente de que Sebastián es un muchacho muy rebelde y es evidente su gusto excesivo por las mujeres, pero aun así al igual que a ti lo conozco muy bien, y sé que con Alondra hubiera tenido a la mujer perfecta para hacerlo cambiar para bien… mi muchacho Sebastián era merecedor de esa tal Alondra y cualquier otra que él quisiera… puede parecer frio y duro, pero tiene un noble corazón, trabajador y sobre todo la hubiera amado como no cualquier hombre amará a esa mujer.

Nana, nuevamente me sorprendes, desde mi regreso de Londres he tenido tan poco tiempo para platicar con Sebastián que… honestamente no había percatado eso que me dices… Lo que sí es que ahora que tú lo mencionas, a Sebastián cuando lo he visto me saluda muy cortante y siempre menciona que lleva prisa, que me verá más tarde, pero incluso en la cena o cuando comemos juntos poco platica… pero… nunca imaginé que fuera por esa razón…

Y ¿Alondra?... con ella me imagino que platicas bastante…

Nana… me estás quitando una venda de los ojos en este instante… creo que no hay un día desde que la conozco que no pregunte por mi hermano… ¡Ella también siente algo por él! Pero trata de disimular criticando sus actos ¡Ahora comprendo! –Desde el punto de vista analítico de Jerónimo y con los comentarios de su nana Jerónimo comprobó que Alondra y Sebastián tenían o tuvieron algún tipo de romance.

Hace tiempo encontré en la habitación de Sebastián esta pulsera –La nana sacó de sus prendas una hermosa pulsera de diamantes muy fina.— No sé mucho de joyas ni costos, pero aun huele al perfume que usa la señorita Alondra…

Nana, tienes toda la razón, ahora que lo mencionas, el día que la conocí mi padre me pidió que invitara a Alondra para dar un recorrido por la casa, y estando sentados cerca del río ella volteó en varias ocasiones en dirección a la habitación de Sebastián… ¿Cómo iba a saber ella donde duerme mi hermano?...

Y estamos hablando de que es una mujer decente y de buena educación… ¡estoy segura que ya se acostó con Sebastián!

¡Nana! Pueden escucharte… —le dice en voz baja—

Es injusta la vida mi niño… y es una acusación verdaderamente fuerte… pero si esa mujer ya se entregó a tu hermano… ojalá sea por amor y no por simple pasión pasajera…

Estoy seguro nana, que si Alondra tuviera elección entre Sebastián y yo… lo escogería a él… y de antemano te digo algo… me daría gusto por ellos…

El problema mi niño es que las cosas no son como quisiéramos, tu padre está aferrado a ese mandato y estoy segura que no descansará hasta verte al lado de ella… casado… yo nunca me he opuesto a ninguno de sus mandatos, aun así los considere fuertes, y en este caso no será la excepción… ¿Qué podría hacer yo? Simplemente soportar el dolor de no poder verlos felices, a ustedes… que para mí son como mis hijos…

Nana… ¿Por qué nunca te casaste?

Mi niño… en mi vida solamente pude amar a un hombre, a nadie más… pero a ese hombre lo comprometieron con una mujer mejor que yo… no tuve otra opción que resignarme y conformarme con solo ser una sombra para él…

 

Al ver los ojos tristes de su nana, cargados de recuerdos, Jerónimo no quiso preguntarle más a fondo sobre ese hombre, sabía que tuvo que ser algo difícil para su nana en ese momento y prefirió esperar para otro momento esa pregunta, simplemente se levantó de su silla y se acercó a ella, la abrazó y le dijo en el oído… —Estoy orgulloso de tener dos madres nana, tu sabes que te quiero mucho y siempre estaré a tu lado para cubrir esa parte que no tuviste… no fuiste madre de sangre, pero sí de corazón… y yo soy uno de tus hijos.

En el transcurso de los días Jerónimo se volvió un poco más observador, buscaba la manera de poder acercarse y platicar con su hermano, aunque no sabía cómo manejar esa situación, entendía que su hermano estaba enamorado de Alondra, pero en sus manos no estaba separarse de ella y abrirle camino, aun así no quería crear rencor ni distanciamiento entre ellos dos, pero por más que intentaba acercarse a su hermano, de una u otra forma él siempre lo evadía…

Una mañana su nana tocó la puerta de su habitación, le dejó en su mesa de centro una carta que venía de Londres… esto alegró mucho a Jerónimo quien rápidamente abrió el sobre:

 

 

 

 

 

 

 

Londres, Inglaterra, 07 de Octubre de 1893

 

Estimado Jerónimo:

 

 

Nos complace verdaderamente que tu llegada a México resultara de lo más agradable, y a su vez que te encuentres disfrutando tu familia, tus conocidos, tu casa… tu país…

Al pasar por Oxford es verdaderamente imposible no recordarte, dejaste tantos bonitos recuerdos en la ciudad que difícilmente se borrarán, pero entendemos que tenías que regresar, incluso Madeleine constantemente pregunta por ti… si, sé lo que estás pensando… pero créeme que al menos se ve que es sincera al decir que se te extraña… no hemos tenido el ánimo de hacer otra tertulia, pocas veces ponemos discos en el gramófono, sin duda nos haces falta para que nos contagies de tu alegría…

Andrew y yo tenemos planeado visitarte algún día… espero no sea muy lejana la fecha, porque llegamos a la conclusión que difícilmente encontraremos a un fiel amigo como lo eres tú… y no queremos que esta amistad se pierda en el viento o quede simplemente en el recuerdo…

Nos despedimos de ti deseando que sigas feliz en tu casa, con los tuyos… y pidiéndote que nunca nos olvides, que al igual que nosotros te recordamos tu nos recuerdes con afecto y cariño…

 

                                                                                Andrew y Sarah

 

P.D. The Swan and the skylark… 

Estará a la venta hasta el próximo año, conseguiré una copia para ti y te la enviaré…

 

 

 

 

 

 

 

Jerónimo no disimulaba su alegría al recibir esas cartas, de alguna manera lo hacían sentirse parte importante para sus amigos, en medio de la buena calidad de vida que tenía en su país, realmente se sentía un poco ajeno a entablar una amistad sincera como la que tenía con Andrew y Sarah… Realmente extrañaba ese mágico vínculo amistoso, desinteresado y leal, veía lejana la posibilidad de encontrar personas con semejantes cualidades, sentía que aunque la gente a su alrededor  le hablaban con afecto y respeto lo hacían por el simple hecho de ser… El hijo del coronel.

 

Una mañana despertó más temprano de lo común Jerónimo y se dirigió a la cocina, había pasado una noche con muchos pensamientos que no le permitían conciliar el sueño, tenía un dolor leve de espalda. En la mesa se encontraba su padre ya desayunando junto a él estaba el sacerdote Santiago… Jerónimo se acercó a la mesa, saludó formalmente y besó la mano del Padre Santiago, su padre le invitó a que se sentara con ellos a la mesa.

 

¿Pasaste una mala noche hijo? Tus ojos reflejan aún cansancio… —Le dice el coronel mientras bebía café—

Estuve… pensando en asuntos de medicina, nada sin importancia padre, todo bien… —Poco alentado comenta Jerónimo mientras se sirve café de la jarra de porcelana.

¿asuntos de medicina… o en Alondra talvez? –Sonriente pregunta el sacerdote.

No padre, a ella… la veo diariamente… —sonríe con poco afán.

Hijo, he notado cierta frialdad en tu relación con Alondra, ¿Acaso no vez lo preciosa que es? ¡Cualquiera propondría un duelo a muerte por ella! Considero que mejor mujer para ti no pude haber escogido… —comenta el Coronel.

Usted tiene mucha razón padre… es una hermosa mujer, solo que…

¡Solo que nada!... ¡no hay excusas hijo!... me sorprende demasiado tu frialdad con esa muchacha, comprende que ya está en edad para matrimonio, y tu aún con juegos de niños… ¡No lo apruebo! Hoy hazle llegar a su casa el más grande ramo de rosas que pueda cargar el mensajero con una canasta de frutos y lo que se te ocurra demás… ¡Intégrate a la Familia hijo mío! Desde que llegaste de Londres te siento muy diferente, cuestionas todo, es evidente tu inconformidad con muchos aspectos... ¡pero no más! –Arremete el coronel levantando la voz.

¿Integrarme a la familia padre? Yo soy el que le pide a usted que me integre, Desde que llegué de Londres me he enterado de los problemas familiares por las habladurías del pueblo y por personas que definitivamente no han sido usted ni mi madre… ¿Me pide que me integre padre?... –Jerónimo tratando de disimular su coraje.

¡Habla Claro! ¡Sabes que no me gustan las palabras a medias! –Firme el coronel mirándolo de frente.

¿De verdad quiere que se lo diga en este momento? –Volteando a ver discretamente al padre Santiago.

El padre Santiago es un integrante más de esta familia y no hay secretos para él… ¡Habla!

Bien padre… Considero que si usted ve que no me he integrado a la familia desde mi llegada es por alguna razón, pero como su hijo que soy me hubiera gustado enterarme del escándalo de mi hermano Sebastián con la hija del herrero, ¡No por chismes pueblerinos! Sino por usted o por mi madre… pero ninguno me dijo lo que sucedía… Sebastián es mi hermano y no me gusta que se expresen mal de él. –Con evidente molestia comenta Jerónimo.

No consideramos que fuera necesario decírtelo, es algo que pretendemos olvidar, en esta casa está prohibido que se mencione ese tipo de situaciones vergonzosas y lo menos que queremos es que se quede en los recuerdos de familia… ¿Quién te lo dijo?... –Pregunta el Coronel.

Padre… ¡Todo el pueblo lo sabe! Incluso se dice que esa muchacha se fue embarazada de este pueblo… ¿Qué pasaría si realmente ese hijo fuera de Sebastián?

¡Imposible! Una mujer que se entrega a un hombre tan fácil nunca sabría quién es el padre de lo que engendra… ¡Quiso aprovecharse de la situación! –volteó a mirar al sacerdote.

Usted nos enseñó que ante una situación de ese tipo deberíamos responder como hombres, no como bestias… ¿Me equivoco padre?

¡No con esa mujer! ¡nunca en mi familia! –con voz fuerte dice el Coronel.

Tu padre tiene razón Jerónimo –Interrumpe el Sacerdote Santiago— Esa mujer no merece siquiera que la mencionemos en este hogar… Es… una pecadora… una oportunista, llegó a pasar por su mente que podía pertenecer a esta familia…

¡Padre Santiago! Me sorprenden sus palabras…  ¿Acaso no somos todos iguales ante los ojos de Dios?... ¿Para usted quienes están libres de pecado? –Evidentemente molesto pregunta Jerónimo.

¡Calla Jerónimo! –Golpeando la mesa y gritando dice el Coronel.

Tranquilos… no se exalten… aquí no pasa nada…. –Sonriendo el padre Santiago.

¿Cómo te atreves a hablarle así al Padre Santiago? ¿Acaso no te das cuenta que es un sacerdote? ¿Yo te eduqué de esa manera? ¡Arrodíllate y pídele perdón en este mismo instante! –Ordena el coronel a Jerónimo.

Padre, pero no es justo hablar de una persona así como… —Intentando explicar Jerónimo su punto de vista.

¡Haz lo que te digo en este mismo instante! –Gritando enojado el Coronel.

 

Jerónimo se levantó de su silla… comprendía que sus cuestionamientos habían sido en un tono muy elevado para el sacerdote, pero ahora no podía negarse a lo que su padre le pedía que hiciera, aunque por dentro sentía que no había justificación para que el sacerdote se expresara así de alguien, un poco dudoso y sin una intensión sincera de hacerlo se acercó hasta la silla del sacerdote y de manera lenta se arrodilló junto a él y le dijo…

 

Perdóneme padre Santiago por mi comportamiento grotesco… —comenta Jerónimo en voz baja.

¡Toca sus manos y bésalas! –Ordena el coronel.

 

Jerónimo podía sentir el placer del sacerdote al ver a Jerónimo humillado y arrodillado al lado de él… puesto que el sacerdote en ningún instante le pidió que se levantara o intervino en lo que el Coronel le ordenaba… después de besar las manos del Sacerdote tal y como su padre se lo ordenó Jerónimo contuvo firmemente sus lágrimas detenidas por la rabia y la humillación… no sentía que había hecho algo malo, por esa razón no estaba arrepentido de nada…

 

Estás perdonado hijo mío… yo te absuelvo de todo pecado… —tocando la frente de Jerónimo le dice el sacerdote—

Ahora largo de aquí, ¡No quiero verte! Espero esto te sirva de lección y aprendas a respetar a quienes son los elegidos por Dios… —Le dice el Coronel.

 

 

Jerónimo sentía impotencia, desesperación y demasiado coraje, las firmes palabras de su padre y la burlona mirada del sacerdote no se borraban de su mente, montó su caballo y a una velocidad extrema cabalgaba sin rumbo fijo, no sabía si le dolía más el hecho de que su padre lo estuviera obligando a casarse con Alondra o la mentalidad tan injusta para tomar decisiones por parte del coronel.

 

 

 

En la distancia pudo mirar a orillas del lago a su hermano Sebastián, quien estaba sentado junto a unas rocas, Jerónimo no sabía y ni le importaba si era el momento oportuno para aclarar ciertas cosas que pensaba decirle desde hacía varios días, pero con lo que acababa de suceder sintió que era preciso el momento. Se acercó hasta donde estaba su hermano y le dijo:

 

¡Sebastián! Creo que necesitamos aclarar algunas cosas… —firme y serio al hablar Jerónimo.

Has venido hasta acá para hablar… me imagino que es algo importante, pero estaba disponiéndome a regresar al trabajo, hay muchos pendientes por hacer, hablamos más tarde en casa… —Fingiendo indiferencia Sebastián.

¡Es preciso que sea ahora! –Levantando la voz Jerónimo al mirar que su hermano estaba por montar al caballo.

Bien… te escucho Jerónimo, ¡habla! –Mirándolo fijamente.

Muy bien Sebastián… desde mi regreso he notado mucha frialdad de tu parte, casi no hemos platicado, te empeñas en darme la espalda y antes tu no eras así…

La gente cambia hermano, tu cambiaste, yo también, las cosas no tienen que ser iguales a cuando éramos niños… ¿Quieres que la pasemos corriendo en el campo o jugar a escondernos de la nana? –En tono sarcástico.

Sé perfectamente que ya no somos unos niños, y cuando mi padre me mandó a Inglaterra ya era todo un hombre, aun así en esos tiempos teníamos muy buena comunicación, platicábamos de cualquier cosa, salíamos al pueblo y ahora siento como si para ti fuera un completo extraño…

Sabes que no lo eres, si tu entendieras mi situación comprenderías que por ese mismo lazo que nos une me detengo a hacer tantas cosas… Pero tú no lo entenderías hermano…

Lo entiendo Sebastián, comprendo a la perfección lo que estás pasando, solo espero que tengas el valor de decírmelo…

¡Tú no comprendes nada! –Grita Sebastián.

¡Es Alondra! ¡tú la amas! –Afirma Jerónimo.

 

Por instantes hubo un gran silencio, solo se escuchaba el ruido del agua fluir y las aves que estaban sobre los árboles, Sebastián nunca hubiera imaginado que su hermano supiera de ese sentimiento que él creía perfectamente guardado… Su padre jamás hubiera revelado ese sentimiento de su hijo con nadie más, pero no sentía la fuerza para poder negarlo.

 

¿Cómo lo sabes? –Pregunta Sebastián acercándose al lago.

Podría darte varias respuestas, pero ¿Realmente son importantes cuando tu sentir es verdadero?... –Comenta Jerónimo.

Perdóname hermano por no poderte dar una respuesta negativa o simplemente no aceptar lo que afirmas, pero es verdad lo que dices… Amo a Alondra, más que ninguna otra mujer que cruzó por mi camino, y sé que nada gano con lo que siento por ella, porque es tu futura esposa y te prometo que seguiré luchando por sacarla de mi ser, arrancar ese deseo que me hierve de tan solo mirarla u oler su perfume…  Me imagino que ya tienes planes de casarte con ella… y vienes a pedirme que guarde mi distancia con tu prometida.

No, no vengo a pedirte eso… vengo a pedirte que luches por ella…

¿Qué dices?... ¿Acaso me estás proponiendo un duelo a muerte por ella?... La amo demasiado pero eres mi hermano y debo de…

No me refiero a eso… nunca me atrevería ni de broma poner una pistola frente a ti hermano, si te digo que luches por ella es por el amor que le tienes y del que estoy seguro también ella te tiene…

¿De qué estás hablando? ¡Es tu futura esposa! ¡La mujer que mi padre escogió para ti!

Yo no la amo… acepto que es una mujer muy hermosa, con educación, pero será el simple hecho de que tanto su padre como el nuestro decidieron unirnos como simples animales de crianza o por estatus sociales, sin importar ni siquiera un poco lo que podamos sentir que nos ha hecho ser tan indiferentes uno del otro… puedo asegurarte hermano que todas las tardes en casa de Alondra para mí son un verdadero compromiso del cual si pudiera no dudaría en negarme a asistir… y sé que a ella le pasa lo mismo, platicamos verdaderamente poco, reconozco que se portan muy amables sus padres, me atienden muy bien todos en su casa, pero al estar solos ella y yo no hay un tema de conversación que nos haga congeniar para un noviazgo siquiera.

¿De verdad tu no la amas? Difícilmente podría creerte hermano, ella es la mujer perfecta, no sabes la infinidad de veces que le pedí a mi padre que fuera yo a quien eligiera para entablar una relación con Alondra… de principio miré que no puso inconveniente, fue cuando yo la busqué a ella y a diferencia de lo que me dices… ella y yo platicábamos demasiado, podría notar su felicidad al verme a escondidas entre los jardines de su casa, me alegraba de solo mirarla a lo lejos cuando no podía acercarme a ella… a ninguna mujer le dije que la amaba con el sentimiento tan verdadero que se lo dije a Alondra… Pero sé que lo que me está pasando ahora es un castigo por lo canalla que he sido con tantas mujeres, porque a ella si la amo con mi sentimiento limpio.

¿Por qué dejaste de buscarla?

Cuando mi padre me dijo que yo no era un hombre merecedor de Alondra estaba dispuesto a hacer una locura, pensaba llevármela conmigo lejos, donde nadie nos conociera y así poder iniciar una vida sin que nada nos dijera lo que estaba bien o estaba mal, Pero ella comenzó a cambiar, se dejó llevar por los comentarios de su padre, su madre y de gente del pueblo, le decían que yo no tomaba en serio a ninguna mujer y que la que se casara conmigo cargaría con la pena de soportar mis infidelidades…

¿Acaso su padre el Gobernador sabía que ustedes ya se frecuentaban?

No, pero cuando mi padre le hizo el comentario de que yo estaba muy interesado en Alondra, el Gobernador se negó rotundamente, dijo que a diferencia de que yo fuera también el hijo del Coronel, por mi mala reputación no era merecedor de su hija, que prefería a ti o Alejandro, pero yo definitivamente no podía ser el esposo de Alondra.

Comprendo… pero si Alondra también sentía un fuerte cariño, y estoy seguro que aún lo tiene… ¿Qué te hace bajar la guardia?

Primeramente que envenenaron los sentimientos de Alondra con todos esos comentarios negativos, y si ella aún siente algo por mi estoy seguro que los reprime con todo lo que escucha hablar de mí, en segundo estás tú hermano, que estás destinado a casarte con ella… y me sorprende que me digas que no la amas…

No la amo hermano, lo he intentado pero no he podido…

Jerónimo, hermano, aunque tu confesión debería de alegrarme siento que el problema principal no acaba, a mi padre poco o nada le va importar si amas o no a Alondra, la decisión de casarte con ella ya la tomó y no cambiará de opinión, creo que no debo de explicarte eso porque lo entiendes perfectamente…

Si Hermano, pero creo que debemos ir cambiando esa mentalidad tan cerrada que tiene mi padre, es irónico que por las habladurías de un pueblo Alondra y tú deban frenar eso que sienten… Yo estoy dispuesto a cambiar las cosas… estoy decidido a hacerlo…

Pero… ¿Qué es lo que piensas hacer? Mi padre es capaz de mandarte casar con dos gendarmes armados por si intentas huir…

Si amas verdaderamente a Alondra y ella te ama a ti… se lo van a demostrar uno al otro en los próximos días… solo te voy a pedir una cosa hermano… ocupo que no te alejes de mi… y que confíes en lo que poco a poco haré…

Me da mucho gusto escucharte decir eso hermano, porque yo amo a Alondra como no tienes idea… haré todo lo que tú me digas, por recuperarla…  —Extendiendo su mano para estrecharla con Jerónimo.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Los días pasaban, el noviazgo de Alondra y Jerónimo era el acontecimiento más comentado en el pueblo y todas las cercanías, paseaban en carruaje y asistían a las tertulias que la alta sociedad ofrecían, su padre el Coronel estaba muy complacido con esa relación, no se limitaba en gastos para los regalos de Alondra, quería lucirse ante el gobernador siempre mostrando artículos novedosos y dejar en claro la evidente buena posición económica.

Alondra y Jerónimo supieron adoptar el modo de alegría y felicidad de estar juntos como una pareja de enamorados, pero esto solamente era ante los ojos de las amistades, estando a solas no había siquiera tema de conversación, había un peculiar respeto entre ellos, pero ambos sabían que su amor era un teatro ante la sociedad.

En una de las tertulias que fueron invitados Alondra y Jerónimo, llegó una joven con una sonrisa que reflejaba amabilidad, vestida de una forma elegante pero modesta, con  sombrero azul y su collar de perlas, no reflejaba competencia para los extravagantes vestidos de Alondra y sus amigas, aun así a Jerónimo le llamó demasiado su atención, el nombre de aquella joven era Luisa María… Tenía pocos meses de haber llegado de la Ciudad de México, ella y su familia se habían instalado en Guadalajara y se dedicaban al negocio de Floristerías.

Aprovechando la primera oportunidad Jerónimo se acercó a esta joven, ella le correspondió con una sonrisa, se presentaron muy formalmente y comenzaron a charlar, en pocos instantes hubiera parecido que ellos dos tuvieran ya tiempo de conocerse, y sin darse cuenta todos en aquella tertulia los observaban por las constantes risas al platicar sus anécdotas.

 

Era tanta la risa que me dio escucharle cantar que mi madre constantemente pellizcaba mis brazos… ¡Cantaba espantoso! –sonriente comenta Luisa María.

Yo discretamente salí del teatro, por años me pregunté que si yo sería el único que notaba lo pésimo que cantaba esa mujer… —sonríe Jerónimo.

Creo que el éxito de ella sin duda es la magnífica orquesta que viaja con ella a todos lados.

Así es… los músicos en coordinación perfecta…

 

En la distancia las amigas de Alondra comenzaban a platicar en secreto cubriéndose con los abanicos de encaje mirando fijamente a Jerónimo con Luisa María, Alondra por su parte poco le tomó importancia a la escena que miraba.

Más de la mitad de esa reunión Jerónimo la pasó al lado de Luisa María, cuando miró su reloj de bolsillo se dio cuenta que el tiempo había transcurrido muy de prisa y ya casi era hora de que pasaría el carruaje por él y Alondra, se despidió de Luisa María lamentándose no poder quedarse más tiempo pero asegurando pronto buscarla y seguir platicando.

Puntual llegó por ellos el carruaje, Jerónimo tomó su saco, sombrero de copa y su bastón negro con grabado de plata, Alondra lo tomó de su brazo y se despidieron de los anfitriones de la casa, no sin antes voltear Jerónimo a mirar a Luisa María y tocando su sombrero se despidió con una sonrisa.

En el carruaje camino a casa del Gobernador, Alondra y Jerónimo platicaban muy poco, ella se podía notar un poco más callada de lo normal, hasta que Jerónimo se atrevió a preguntar:

 

¿Te sientes bien Alondra? –Mirándola mientras ella observaba por la ventanilla.

Es muy evidente que Luisa María te gustó ¿No es así Jerónimo? –Pregunta Alondra segura.

Es una joven agradable, me daba pena que prácticamente en la tertulia nadie platicara con ella… siendo muy agradable… Pero… ¿Por qué lo preguntas?... ¿Acaso te dan celos? –sonríe Jerónimo.

No son celos Jerónimo, creo que tu mejor que nadie lo sabes que en nuestra relación para que existan celos primeramente tendría que haber una gota de amor… ¿No crees? –seria comenta Alondra.

Así es, estoy totalmente de acuerdo contigo… lo que no comprendo es… ¿Por qué me preguntas si me gustó Luisa María?

Para aclarar ciertos detalles Jerónimo… tengo que asegurarte que no me molesta que tengas relación de cualquier tipo con otra mujer… pero considero algo verdaderamente importante, el respeto hacia mi persona… todos en la tertulia saben que tú y yo somos novios, y que estamos prácticamente comprometidos… si hemos disimulado amor y felicidad entre nosotros… ¿crees que al verte sonreír y cortejar con otra mujer nos esté ayudando?