Epílogo

 

D

espués de «Sueño», la dibujante alemana Kat Menschik ilustró «Asalto a la panadería» y «Segundo asalto a la panadería». A mí me gustan mucho sus imágenes surrealistas, así que me alegré profundamente. En una ocasión me encontré con ella en Berlín, comimos juntos y me habló de su niñez en la antigua Alemania del Este.

«Asalto a la panadería» es un cuento que escribí muy al principio de mi carrera. Fue publicado por primera vez en la revista literaria Waseda bungaku, en el número de octubre de 1981. Ya no recuerdo cómo se me ocurrió una historia tan extraña. Quizá me vino a la cabeza de repente la expresión «asalto a la panadería» y a partir de ahí la historia fue desgranándose paso a paso. Es algo que me sucede con frecuencia.

No hace falta decir que escribí «Segundo asalto a la panadería» como continuación de «Asalto a la panadería». Apareció en el número de agosto de 1985 de la revista femenina Mane Claire (que hoy en día ya no existe). En él, un joven que antes anhelaba llevar una vida fuera de la ley y que había asaltado una panadería, tiene ahora un trabajo formal y está casado. Sin embargo, un hambre misteriosa ataca al joven matrimonio y lo empuja a la ilegalidad.

Tengo la impresión de que este matrimonio, aunque con un aspecto algo diferente, acabará encaminando sus pasos hacia el universo de Crónica del pájaro que da cuerda al mundo.

Mientras revisaba las galeradas de ambas obras, me entraron ganas de retocar los textos e introduje pequeñas modificaciones aquí y allá. Me gustaría que se leyeran como «actualizaciones», como textos que poseen una atmósfera algo distinta a los originales. Para diferenciarlos de sus antiguas versiones, he cambiado los títulos a «Asaltar la panadería» y «Asaltar de nuevo la panadería».

En «Asaltar la panadería» aparece la frase: «Dios, Marx, John Lennon: todos han muerto» y, pensándolo bien, escribí ese relato justo después del asesinato de John Lennon. En aquel momento, en efecto, la atmósfera estaba cargada de rudeza y gravedad. Tanto (quizá) como para que le entraran a uno ganas de asaltar una panadería.

H. M.

 

 

 

Fin