Capítulo 6

 

Julio terminó y dio paso a un agosto aún más caluros. Pero, con la inestimable ayuda del aire acondicionado, Holly descubrió que podía soportar sin demasiados inconvenientes el verano parisino.

La mañana después de la cena en casa de los Querruel su regreso al trabajo se había hecho duro. Sin embargo, el trato amigable e impersonal de Jacques le había facilitado concentrarse en su labor y volver a relajarse.

La partida de Jacques, solo horas después, a los Estados Unidos había sido de más ayuda aún. Durante las dos semanas de ausencia del jefe supremo, Holly había hecho un especial esfuerzo para integrase en las vidas de sus colegas.

Había aceptado una o dos invitaciones para cenar en su casa, había salido a comer con Chantal en un par de ocasiones y había compartido varias tazas de café y cruasanes con Marianne, que formaba parte del equipo de producción

Holly había descubierto durante ese tiempo que, aparte de una gran variedad de entretenimientos, lo que más obsesionaba a los franceses era la comida. Había cafés, pastelerías y restaurantes por todas partes. Desde el punto de vista de los franceses, el gusto debía tomarse tan en serio como todos los demás sentidos: arte para los ojos, música para los oídos y comida para el paladar.

A pesar de haber ocupado casi todo su tiempo y de haberse relacionado con mucha gente, en catorce días no había podido dejar de pensar en Jacques, a pesar de su absoluta negativa a hacerlo.

Le daba miedo la agresiva sensualidad que despedía y que la atraía tanto como la repelía.

Quería olvidar los besos que con tanta prontitud habían despertado en ella sensaciones desconocidas.
Hasta bastantes días después, no había podido analizar lo poco agresivo que en realidad había sido. No había intentado llevarla más lejos de lo que estaba preparada y, después de que lo rechazara, no se había mostrado particularmente ofendido o molesto con ella. Claro que eso quizás no era sino un síntoma de lo poco que le importaba ella. Tendría muchas otras mujeres a las que recurrir. Le resultaba difícil descifrar las claves del comportamiento de aquel hombre. Le había dicho que la deseaba y, sin embargo, era capaz de controlar sus sentimientos sin problema.

Lo único que sabía ciencia cierta era que Jacques Querruel la fascinaba.

Frunció el ceño. Era una dura vedad, pero no tenía sentido negarla. Si aquellos besos habían sido solo una muestra de lo que podría ofrecerle, prefería no imaginarse lo que sería hacer el amor con él.

Se estremeció a pesar del calor. Estiró los brazos y las piernas y se acomodó mejor en el sillón de la terraza.

Tenía que empezar a pensar en hacerse la cena.

Pasaba más tiempo en aquella terraza que en el resto de la casa. Allí comía, leía y se quedaba adormilada bajo el sol amable a la hora de la siesta.

Holly no sabía cómo ni cuándo había ocurrido, pero en algún momento había empezado a sentir que aquel era más su hogar que la pequeña habitación que tenía en Inglaterra. Por supuesto, echaba de menos a la señor Gibson y al señor Bateman.

Pensó en el resto de sus amigos. Iba a llamar a Lucy y a James, pues hacía dos semanas que no sabía nada de ellos.

Se dirigió al teléfono. Pero cuando se disponía a agarrar el auricular, sonó el timbre de la puerta. Solo podía ser una persona; Jacques Querruel. De no ser así, Pierre la habría informado e inmediato de que tenía visita.

Se encaminó hacia la puerta, con un cosquilleo en el estómago que reconcomio como emoción.

-Buenos días, Holly- dijo él nada más verla.

Estaba guapísimo

-Hola Jacques- respondió ella. “mantén un tono ligero y jovial, como si no pasara nada, como si no hubieras estado pensando en él cada minuto del día” se dijo. No sabía que hubieras vuelto ya.

-Acabo de llegar.

-¿Has conseguido solucionarlo todo?

-Más o menos- dijo él apoyándose en la jamba de la puerta. Parecía cansado. Hasta la próxima crisis- sonrió lenta y seductoramente. ¿Te vienes a cenar conmigo?

Holly tragó saliva antes de forzar una sonrisa.

-¿Esta noche?- preguntó, claramente más afectada de lo que quería estar. No creo que sea una buena idea. Pensé que habíamos dicho que no éramos más que amigos.

-¿Y los amigos no comen juntos?

-por supuesto que sí…No quería decir eso, sino….

-Has comido con un montón de gente estas semanas. ¿Por qué no conmigo?

Ella lo miró fijamente.

-¿has estado indagando sobre lo que he hecho?

-No creo que sea ningún crimen preocuparse de que una nueva empleada se sienta cómoda.

Como siempre, él iba ganando la partida.

-Tú y yo ya hemos comido juntos- probó otra estrategia.

El se aproximó ligeramente a ella y pudo notar el calor y su maravilloso olor característico.

-Pues comamos juntos otra vez-levantó las cejas en un gesto jocoso que le decía claramente que estaba siendo ridícula.

Aquel hombre siempre le hacía sentir que se comportaba como una niña.

-De acuerdo. Salgamos a cenar.

Eso me gusta más- dijo él.

Tengo que cambiarme de ropa.

-No hace falta. Me gustaría que fuéramos a mi chateau. Hace tiempo que quería enseñártelo.

Ella se quedó en silencio durante unos largos segundos y, finalmente, respondió.

-¿Cómo amigos?

El la miró fijamente y luego depositó un suave beso en sus labios.

-Las etiquetas me aburren. Ahora, cierra la puerta, y pongamos fin a esta necia charla.

La luna empezaba a brillar en el cielo y se reflejaba en el lago cuando Holly y Jacques legaron a su destino.

La cena que Monique, el ama de llaves, había preparado resultó deliciosa y el chateau en sí era maravilloso, como de cuento de hadas.

Aunque, como el mismo Jacques decía, era pequeño en comparación con otros, pues solo contaba con seis dormitorios y cuatro salones.

Lo que resultaba realmente increíble era el entorno y, particularmente, el lago, rodeado de flores y plantas que impregnaban el aire con un agradable aroma.

Aquel espacio tenía una cualidad atemporal que lo hacía mágico.

-esto es realmente maravilloso, precioso- dijo Holly y alzó la mirada para encontrarse con los ojos expectantes de Jacques.

-Tú también lo eres- dijo él en un tono sugerente. Deslizó el dedo por sus labios cálidos y la tomó en sus brazos. Holly, dulce Holly.

Descendió hasta atrapar sus labios en un beso cálido y apasionado que debería haberla asustado. Pero no la asustó.

Muy al contrario.

Como llevada por una fuerza desconocida, respondió con idéntica pasión y se dio cuenta de cuánto lo había echado de menos. Aquellos días su vida se había convertido en una espera. Por mucho que quisiera escapar a esa realidad, era innegable. Le gustaba aquel hombre.

El deslizó las manos suavemente por las curvas de su cuerpo, provocando en ella un apetito desconocido hasta entonces. Aquellas caricias la cautivaban y la consumían en un calor abrasador. Se sentía viva.

-Holly- su voz sonó suave como el terciopelo. ¿Te molesta que te agarre así?

Ella se hizo la misma pregunta, pero la respuesta era contradictoria y confusa y no halló palabras para expresarla.

-Sabes que te deseo- le dijo él.

A pesar del placer que le provocaba su declaración, siguió tensa.

-No voy a disculparme por ello. Quiero tenerte en mis brazos, en mi cama, pero solo cuando estés preparada para ello.

Ella se apartó ligeramente de él.

-Seguro que tienes suficientes mujeres a tus pies como para no tener que preocuparte por mí- dijo ella con más pesadumbre de la que quería mostrar.

-No necesito “mujeres” en plural, Holly- respondió él. Solo te necesito a ti.

Todas sus inseguridades afloraron de pronto.

-No me conoces, Jacques, realmente no.

Solo ves lo que quieres ver: el exterior.

-Lo que veo por fuera me parece realmente sugerente, pero te equivocas. No solo veo el exterior. Hace ya meses que e conozco y se me da bien conocer el carácter de la gente. He tenido que aprender para llegar a donde estoy.

-Puede- dijo ella, no del todo convencida y se apartó ligeramente de él.

¿Qué estaba haciendo?. ¿Se había vuelto loca?.

No podía tener un romance con Jacques Querruel. Solo estaba flirteando con ella y, dijera lo que dijera, aquello no era más que un juego para él. Aquello no sería más que otra aventura y esperaría de ella que supiera jugar según las reglas. El problema era que ni siquiera conocía dichas reglas.

-¿Sabes?. Tarde o temprano tendrás que confiar en alguien, por muy mal que ese hombre se portara contigo.

-¿Por qué?

-Porque de no hacerlo, él habrá ganado.

-No lo entiendes.

-Prueba a contarme lo que sucedió y así podré entenderlo.

El corazón se le aceleró. Se sentía extraña. Apartó los ojos de él y miró el agua tranquila del lago. Luego alzó la mirada al cielo.

-No- dijo finalmente

Jamás se humillaría tratando de explicarle lo que había sucedido

-¿Estas pensando en él ahora mismo, ¿verdad?- la acusó Jacques. ¿Quién de los dos acabó la relación?

Durante un segundo ella pensó que la histeria iba a ganar, que iba a acabar soltando una sonora carcajada. Pero se contuvo.

-Ya te dije que no era lo que tú pensabas, que no entiendes de que se trata.

Durante unos minutos el sonido del agua y de los pájaros lo llenó todo.

-Ven aquí- dijo él, abrazándola con fuerza y besándola con hambre.

Ella respondió con idéntica pasión, sorprendiéndose de los sentimientos que aquel hombre podía despertar en ella. Algo estaba sucediendo y no legaba a comprender de qué se trataba.

Con solo tocarla hacía que olvidara todas las razones por las que una relación entre ellos no podía tener lugar.

La besó durante mucho tiempo mientras ella notaba con placer cómo su cuerpo duro la necesitaba de verdad.

Al cabo de un rato, el beso cesó y él se apartó lentamente.

-Si sigo besándote, sospecho que no voy a poder controlarme más. No estoy acostumbrado a tanta represión.

-Sin duda, te han malcriado. Has tenido a docenas de mujeres ansiosas por convertirse en tus esclavas, ¿verdad?. No poder conseguir siempre lo que se quiere es algo bueno para ti.

-Tú eres algo bueno para mí- dijo él, completamente serio.

Ella lo miró fijamente. Era un hombre atractivo, experimentado, guapo, rico. Podría tener a miles de mujeres capaces de complacerlo a su antojo. ¿Cómo podía ella competir con eso?

Ella tenía aún graves problemas que resolver y encontrarlo a él le había hecho enfrentarse a ello con más fuerza.

Sexualmente era aún tan inocente como la niña de ocho años a la que había intentado violar David. No sabía nada del amor ni de los hombres.

No había seguido los pasos que los adolescentes normales siguen.

Consciente del torbellino interior que estaba sufriendo ella, Jacques la besó sutilmente en los labios y se levantó.

-Vamos a dar un paseo- le dijo. Te voy a enseñar los cisnes jóvenes y el nido del búho, que tiene una cría.

Holly lo miró sorprendida. Era un hombre duro, ago cínico. Jamás habría esperado que sintiera interés alguno por una cría de búho.

-¿Qué te pasa?- preguntó él.

-Nada.

El se detuvo y la obligó a pararse.

Dime lo que te pasa.

-nada, de verdad. Simplemente que jamás habría imaginado que te interesar la vida animal.

-¿No?. ¿Y cómo imaginas que soy?- preguntó el. ¿O quizás sería mejor que no te preguntara eso para que no tuvieras que mentir?

Holly se sorprendió del tono de la pregunta. Había, como siempre, ese aire jocoso con el que solía distanciarse, pero su pregunta abrigaba algo más profundo y complejo

Jacques adivinó una vez más su sorpresa y se rió.

-Eres única, Holly. ¿Lo sabías?- murmuró cuando acalló su risa. Como mi padre le dice a mi madre: “Dios te ha debido crear para obligarme a ser humilde”

-¿Ser humilde?- preguntó ella, secretamente complacida con la comparación con sus padres. No es un término que asocie contigo, la verdad.

La abrazó de nuevo, besándola hasta hacerla suspirar.

Luego continuaron su paseo y él le contó cómo había llegado a ser el hombre que era.

Algunos recuerdos eran felices, otros, sin embargo, eran muy tristes.

-Mi padre trabajaba para una empresa de muebles. Un día, un armario de madera maciza se le cayó encima y le rompió las dos piernas. Los dueños de la empresa le prometieron hacer las cosas bien, pero no cumplieron esa promesa. Jamás le dieron la indemnización y quedamos en una terrible situación económica.

Tuvimos que cambiarnos de casa a un lugar pequeño en un barrio difícil- dijo Jacques.

Mi madre trabajó durante años en lo que pudo: como asistenta, como camarera….

-Pero tú padre parece estar bien.

Jacques se encogió de hombros.

-La verdad es que sufre muchos dolores, pero ha conseguido aprender a disimularlos. También tiene el corazón delicado. Mi madre dice que ese mal se lo causaron las heridas del golpe. Cada día que pasa con ella es como un regalo.

-L siento, Jacques- dijo ella con sincera congoja.

-Lo primero que hice cuando conseguí mi dinero fue arruinar a la compañía que nos causó tanto mal- dijo Jacques. Era un negocio familiar que llevaba funcionado desde principios del siglo pasado. Pero engañaron a mi padre. No me arrepiento ni me arrepentiré de haberlo hecho.

Holly lo cría. Debía de ser duro tener a Jacques Querruel como enemigo.

-Aprendí muy pronto que esta sociedad desprecia a los débiles y solo respeta a quien tiene poder e influencia- Jacques se volvió a mirarla. ¿Te estoy asustando con mis comentarios?

-No, dijo ella e hizo una pausa. Pero o creo que sea tan simple. Creo que hay mucha gente que trata de hacer las cosas bien, que pelea por cambiar lo que está mal. No obstante, es cierto que eso es difícil, y muchos inocentes terminan siendo víctimas. También creo que se puede luchar contra las injusticias de un modo justo y legal.

-Estoy de acuerdo- se miraron fijamente unos segundos y él sonrió. Eso es lo que yo hago. Lucho siempre dentro de los márgenes de la ley, aunque a veces sienta tentaciones de tomar el camino más corto Por suerte, en el caso de los empresarios que engañaron a mi padre, su orgullo mal entendido jugó una baza a mi favor. Pensaron que el insignificante hijo de un obrero jamás podría hacerles daño.

-Los odias, ¿verdad?

-Los llegué a odiar profundamente en el pasado- respondió él. Ahora ya no. En cuanto al poder y la riqueza que los mantenía juntos se evaporó, la familia se desmoronó y sus miembros comenzaron a luchar unos con otros. Mi familia superó las dificultades y ha seguido y sigue unida. Seguir odiando cuando has conseguido el triunfo es un esfuerzo vano, una pérdida de energía. Lo mismo que luchar contra la fuerza del amor.

Holly sintió un nudo en la garganta y no pudo pronunciar palabra durante al menos treinta segundos. Aquellas palabras dichas al azar acababan de rebelarle una vedad innegable. ¿Cómo había estado tan ciega?. Estaba enamorada de él. Esa era la explicación a tantas y tan extrañas sensaciones. Y tenía razón, era un esfuerzo inútil luchar contra el poder del amor.

No había reconocido los síntomas hasta aquel instante.

No obstante, seguía siendo absurdo tener sentimientos así por un hombre como Jacques.

Ella jamás estaría al nivel de las mujeres con las que salía.

Respecto a su interés por ella, estaba basado en la novedad, en el hecho de que no hubiera caído rendida a sus pies nada más verlo. Su distancia y frialdad había actuado como un cebo.

-¿Por qué no te quedas esta noche conmigo?. No tiene por qué ocurrir nada que tú no quieras que ocurra.

-¿Es eso lo que les dices a todas las mujeres que traes aquí?- le preguntó ella conlo que trató que fuera un tono jovial y ligero.

El no respondió durante unos segundos y el silencio la obligó a mirarlo. Se encontró con un gesto tenso.

-Tú no eres así- le dijo él. ¿Por qué finges ser algo que no eres?. Pensé que habíamos dejado a un lado los juegos. Durante semanas te has escondido detrás de respuestas superficiales e ingeniosas y ya me he cansado.

-Está claro que te resulto molesta- contestó ella bruscamente. Será mejor que me vaya a casa ahora.

-¿Es ese tu modo de afrontar las cosas?. ¿Siempre huyes?

-¿Cómo te atreves a decirme eso?- estaba furiosa. Jamás he huido de nada en mi vida, a pesar de haber tenido, en más de una ocasión, razones más que sobradas para hacerlo.

-Pruébalo. Quédate aquí- dijo él. En tu propia habitación, si insistes.

-No.,

-¿Por qué?

-Porque no quiero- respondió ella con firmeza.

-Mentirosa- dijo él, atreviéndose a sonreír. Acto seguido se volvió y señaló al árbol. Escucha. El búho está cantando. ¿Lo oyes?

Ella dijo algo realmente rudo sobre el búho que lo desconcertó a él y la ruborizó a ella.

Jacques la miró fija y largamente.

-Voy a ayudarte a decidir, Holly- dijo él. Te quedarás aquí esta noche. Fin de la discusión.

-¡No puedo creerme que esté oyendo esto!

-Y yo no puedo creer que lo esté diciendo. Es la primer vez que tengo que usar semejantes métodos para tener compañía femenina.

-No lo dudo. Seguro que normalmente tienes a tus amantes haciendo cola detrás de ti.

-A cientos.

-Pues hay un adjetivo para hombre como tú.

-Hay muchos: atractivo, irresistible, seductor…¿quieres que siga?- el sonrió al ver su gesto furioso. Sé que es un cliché, pero te pones muy guapa cuando te enfadas.

-Sí, es un cliché y, por mucho que me adules, no vas a conseguir convencerme. No puedo quedarme, entre otras cosas, porque no puedo ir a trabajar mañana vestida así.

-A mí no me importa y soy el jefe- dijo en tono jocoso. De pronto, su tono cambió, y se hizo suave y convincente. Holly, ¿Por qué no me cuentas lo que sucedió?.

Si quiero saberlo, es porque me importas.

Holly pasó de la rabia a la debilidad y tuvo que controlar las lágrimas. Aquel hombre podía llegar a ser increíblemente tierno.

Tragó saliva decidida a no derrumbarse. Por primera vez en su vida ansiaba estar en brazos de un hombre. Pero eso la llevaba a aceptar que se había enamorado y la asustaba.

-Lo haría si pudiera. Pero no puedo.

Si le contaba lo de David, la vería de un modo distinto. En cuanto supiera que con veinticinco años aún no había tenido ninguna relación, la tacharía de extraña, de rara. Tal y como habían hecho las familias de acogida y los trabajadores sociales después de lo sucedido con David Kirby.

-¿Holly?- Jacques tomó su barbilla con los dedos. No puedes guardarlo dentro de ti para siempre. No voy a permitirlo. Al principio pesé que no te gustaba, que no había esperanza de que llegáramos a ser nada más que compañeros de trabajo. Pero ahora que ya te he tenido en mis brazos, tu cuerpo me dice algo muy distinto.

-No es que no me gustes, pero…..

-Siempre tienes un “pero”, siempre estás librando una batalla interior.

La abrazó y el rostro de ella quedó sepultado en su torso protector.

-Jacques, pro favor, llévame a casa.

--No, respondió él con decisión. Te quedarás aquí. No te preocupes, no compartirás habitación conmigo. Por la mañana, desayunaremos juntos y, luego te llevaré a tu apartamento para que e cambies de ropa.

-Lo siento, pero no estamos trabajando ahora, así que no admito que me des ódenes. Me gusta decidir lo que quiero o no quiero hacer y ahora quiero ir a casa.

-A mí tampoco me gusta que me digan lo que debo hacer. Si hubieras intentado convencerme recurriendo a las lágrimas, tal vez lo hubieras conseguido.

-No estoy aquí para convencerte de nada.

-Sí, eso está claro. Lo que te hace única en tu especie. Yo diría que eres muy especial.

-Me da exactamente igual lo que tú digas- respondió ella con dureza.

-Espero que eso no sea verdad- dijo él con cierta ironía. Aunque empiezo a sospechar que pueda serlo. De cualquier forma, te quedas en el chateau esta noche y te rogaría que tuvieras la amabilidad de no comportarte como si se tratara de una pena de muerte. Por cierto, tengo claras intenciones de que esta no sea la única noche que te quedes en mi casa.

-Jacques….

-No quiero oír nada más- dijo el en un tono contundente. Por cierto, el período de prueba laboral ha terminado. Es el momento de tomar una decisión. Me gustaría que te quedaras en París y que continuaras en tu puesto. ¿Cuál es tu veredicto?

-¿Veredicto?- ella forzó una sonrisa, confusa ante la pregunta y ante el repentino cambio de tema. Haces que suene como si fuera una decisión de vida o muerte.

Jacques la miró sin decir nada, así que, pasados unos segundos, ella continuó.

-Me gusta el trabajo y me gustaría quedarme. ¿Me estas ofreciendo un puesto definitivo?.

-Así es, Holly. Te estoy ofreciendo un puesto definitivo- dijo él suavemente.