GIOVANNI PICO DELLA MIRANDOLA nació en 1463 en el castillo de la Mirandola, junto a Módena. Su vida fue corta pero muy intensa, murió en 1494, cuando tenía sólo 31 años. Fue un joven precoz que dejó muchos pensamientos fragmentados en sus muchas obras incompletas. Su reputación sigue siendo hoy la de un gran pensador, fiel modelo del hombre renacentista, dedicado principalmente a la adquisición de conocimientos. Sin duda alguna, este joven, filósofo y literato, participó y forjó el humanismo italiano del Renacimiento.
Como muchos de los hijos de la alta nobleza, sus padres eran los condes de la Mirandola, Pico estaba destinado a cursar la carrera eclesiástica, y a los 14 años le enviaron a Bolonia para estudiar derecho canónico. Sin embargo, cuando conoció la filología griega y romana quedó cautivado y abandonó su carrera eclesiástica. Empieza entonces su recorrido por “las universidades europeas más prestigiosas”, escribe Pedro J. Quetglas en su introducción al Discurso sobre la Dignidad del hombre de Pico della Mirandola. Su avidez por el conocimiento y el estudio le llevó, dos años después, a la Universidad de Ferrara, en donde estudió filosofía y profundizó sobre la filología clásica. Atraído por la tradición aristotélica viajó a Padua, en donde se hallaba la universidad italiana más famosa por su dedicación al pensamiento del filósofo de Estagira, Aristóteles. Allí, también profundizó en lógica y retórica y pudo leer las obras del estagirita gracias a las traducciones y a sus comentadores medievales, Averroes (1126-1198) entre ellos. Pico también fue alumno de Elia del Medigo, el maestro judío y averroísta que le enseñó la lengua hebrea y la sabiduría judaica cabalística. Su interés abarcaba muchas disciplinas y se vio en la necesidad de aprender hebreo y árabe para poder profundizar en el misticismo medieval. Después, se trasladó a Florencia atraído por la Academia de Marsilio Ficino (1433-1499) y la filosofía neoplatónica. Su amistad con el sacerdote y filósofo Ficino, y con el poeta humanista Angelo Poliziano (1454-1494), le facilitó la entrada en la Academia.[*]
En 1482-83, Pico viajó a París para estudiar en la Sorbona, griego y hebreo, pero sobre todo para profundizar en la filosofía escolástica. En 1484, volvió a Florencia y siguió su aprendizaje de Platón y de los neoplatónicos. Su amistad con Marsilio Ficino influyó enormemente en el pensamiento de Pico. Ficino, quien fue además su maestro, era un gran conocedor de los antiguos autores cristianos y de las obras relacionadas con las ciencias ocultas (Hermes Trimegisto). También destacaba por su “orientación conciliadora” entre la obra de Platón y Aristóteles, y por su voluntad de relacionar la obra de los clásicos con la religión cristiana. Su intención no era otra que la de demostrar que el cristianismo era la religión verdadera. Asuntos que también adoptó Pico, su alumno y amigo. En sus siguientes viajes, Pico entabló una estrecha relación con Flavio Mitriades, quien le introdujo en “los oráculo caldaicos” y le puso en contacto con las obras cabalísticas, explica P. J. Quetglas. Todos estos encuentros y estudios fueron poco a poco, pero muy intensamente, configurando el pensamiento ecléctico del joven Pico, quien fue moldeando su pensamiento hacia el saber universal y la concordia. Con 23 años, Pico, como fruto de todo su saber, publicó sus 900 tesis.
LAS 900 TESIS (1486)
A finales del 1486, con 23 años, Pico ya tenía compuestas sus famosas “900 tesis” que quería defender en Roma frente a un auditorio compuesto por un buen número de eruditos europeos. Las tesis versaban sobre la dignidad del hombre. Esta obra póstuma que le encumbró hasta nuestros días se conoció más adelante como Oratio de hominis dignitate (Discurso sobre la dignidad del hombre). Sin embargo, trece de aquellas tesis no gustaron a la curia, ni tampoco al papa italiano Inocencio VIII (1434-1492). Una comisión formada por un grupo de teólogos, obispos y juristas, declararon que 13 de las tesis eran heréticas y paganas. La comisión condenó 7 por no ser “ortodoxas” y a otras 6 por “dudosas”. Entre las “no ortodoxas” figura la número 13: «No estoy de acuerdo con la opinión común de los teólogos que afirman que Dios, puede adoptar cualquier naturaleza; esto solamente lo admito con respecto a las naturalezas racionales». Y la 14 que dice: «Ni la cruz de Cristo ni ninguna imagen tiene que ser adorada con el culto de latría (adoración), ni tan siquiera de la manera que sostiene Tomás” (de Aquino). Entre las dudosas figura la 24: “Los milagros de Cristo son una prueba segurísima de su divinidad, no en razón de lo realizado, sino de la manera de hacerlo».
¡Con la Iglesia has topado querido Pico! A pesar de las explicaciones que dio Pico a la comisión en su obra Apología (1487), y de su posterior retractación, el papa decidió condenar las 900 tesis y condenarle a él por herejía. Inocencio VIII puso fin al proyecto de Pico prohibiendo la disputa. Pico juró no volver a tratar el tema de sus tesis, pero aun así el papa condenó las tesis con una Bula papal. En diciembre, la Inquisición citó a Pico, ahora acusado de perjurio. Parece ser que la obra Apología cayó en manos del papa tras el juramento que hizo Pico de no volver a tratar sobre sus tesis. En 1488, Pico huyó de Roma. De camino a París, ciudad en la que sí habían sido bien recibidas sus tesis, fue detenido.
Gracias a la mediación del rey francés Carlos VIII (1470-1498) y, sobre todo, a la de Lorenzo de Medici[*] Pico fue liberado a condición de que Lorenzo, el entonces gobernante de Florencia, ejerciese de tutor del pensador y se comprometiesen a no hacer pública la obra Apología. Pico viajó de nuevo a la capital de la Toscana. Pero no fue hasta la llegada del nuevo papa, el valenciano Alejandro VI (1431-1503), que Pico fue absuelto en 1493. Murió en extrañas circunstancias, el 17 de noviembre de 1494. Según el filósofo Paul O. Kristeller, especializado en la época renacentista, Pico murió asesinado “al parecer por su secretario”. Mientras que Quetglás afirma que su muerte llegó a consecuencia de “un envenenamiento atribuido a sus servidores”.
SU FILOSOFÍA: el pensamiento piquiano
Sincretismo
Como filósofo, Pico se caracterizó por su sincretismo, es decir, que trataba de conciliar las doctrinas diferentes, dijo: «Quienes siguen alguna escuela filosófica, ya sea la de Tomás o la de Escoto, que son las que están actualmente en boga, pueden exponer su doctrina discutiendo un número reducido de cuestiones. En cuanto a mí, tengo por principio no jurar por la palabra de nadie: me he preparado para poder basarme en todos los maestros de la filosofía». Por ejemplo, Pico no despreció al pensamiento escolástico, desprestigiado ahora por los humanistas. Él creía que también tenían “pensamientos sólidos dignos de ser valorados”. Pico creía que todas las escuelas y pensadores, teólogos y filósofos, aportaban conocimientos válidos, dignos de ser “reafirmados y defendidos”. Este conciliación queda fundamentada cuando leemos que en Discurso, Pico hace referencia en él a, Hermes Trismegisto, un personaje mítico griego introductor al hermetismo. A Zoroastro (ca. s. X y IV a. C.), el profeta iraní fundador del zoroastrismo. A Orfeo, otro personaje mítico griego fundador del orfismo. Y también, al griego Pitágoras (s. VI a. C.), y al persa Avicena (980-1037), y a Averroes, y a los escolásticos Tomás de Aquino (1224-1274) y a Duns Escoto (1266-1308), y a los cabalistas judíos, entre otros. En cuanto a los dos grandes filósofos de los todos los tiempos, Platón (s. V a. C.) y Aristóteles, (s. IV a. C.), Pico quiso “conciliar y armonizar el platonismo y el aristotelismo” y hacer concordar sus proposiciones. Objetivo ya expresado tiempo atrás por Cicerón (106 a. C. - 43 a. C.), Plotino (205-270), y Boecio (480-525).
Magia – Cábala y Astrología
Pico se interesó por la Cábala, la magia y otros ritos paganos de la época clásica. Razón por la cual se le considera muchas veces como “el primer sabio cristiano que hizo uso de la literatura de la cábala” (P. O. Kristeller, 85). Esto era así, porque Pico creía “en la tradición secreta” de la Cábala, y en su relación con la Biblia y el Antiguo Testamento. Su afán consistió en “demostrar que la cábala podía confirmar la teología cristiana”. (P. O. Kristeller, 86). Pico quería, a través de la filosofía, la teología y la cábala, “desvelar todas las predicciones acerca del origen y destino del hombre y el universo” (P. J. Quetglas, 29).
La magia (la “blanca”), afirma Pico que “abraza la contemplación más íntima de las cosas más secretas y el conocimiento de la naturaleza” (Pico della Mirandola, 98).
Sin embargo, Pico criticó y atacó, de pleno, a la astrología, área ligada por aquel entonces a la cosmología científica. Pico veneraba la magia natural, pero veía en a la astrología una superchería sin ninguna base científica. Dijo al respecto: «Las estrellas son cuerpos, y nosotros somos espíritus, no se puede admitir que un ser material, y por tanto inferior, haya de actuar sobre nuestro yo superior y restringir su libertad». Pico escribió Disputaciones contra la astrología adivinatoria (1496), obra póstuma donde expuso su incredulidad ante su capacidad predictiva.
SUS OBRAS
Entre sus obras destacan poemas de amor escritos en italiano, a pesar de que Pico quemó una buena parte de ellos, a causa de un ataque de “autocensura”. Pero, sí conservó sus poemas toscanos. También se ha conservado la correspondencia que mantuvo con el veneciano Ermolao Barbaro (1454-1493). Barbaro, profesor de filosofía en Padua, traductor y comentador de Aristóteles, recibió una carta de Pico, fechada el 5 de junio de 1485 que fue publicada en la primera edición póstuma de sus obras (Bolonia, 1496). La carta a Ermolao Barbaro trataba sobre la relación entre la retórica y la filosofía. Pico criticaba el uso de la retórica en filosofía, porque según él, sólo llevaba a confusión. También publicó dos obras filosóficas, Heptaplus (1489) obra dedicada a comentar el inicio del Génesis, fundamentada en los filósofos cristianos y paganos; y Del Ente y del Uno (1492), síntesis entre el aristotelismo y el platonismo. Muchas de las obras escritas por Pico las recopiló su sobrino Gian Francesco. Como fue el caso del Discurso sobre la dignidad del hombre, publicado por él unos años tras la muerte de su tío.
El Discurso sobre la dignidad del hombre
Pico no puso nombre a esta obra que era, por aquel entonces, la introducción a sus 900 tesis. El primer título, Oratio (Discurso), se lo puso su sobrino. Éste también incluyó una biografía de su autor en la introducción a la obra. Posteriormente, del concepto central sobre la dignidad del hombre, surgió la idea de incluirla en el título de la obra (en Basilea, 1557). El manuscrito de la primera redacción de Oratio se encuentra hoy en la Biblioteca Nacional de Florencia. Oratio representaba, y todavía representa hoy, “el ideario del hombre renacentista” que consistía en “situar al hombre en el centro del universo… rescatándolo de una larga etapa de sumisión” (P. J. Quetglas, 32). Era la intención de Pico, proponer a los sabios “una disputa sobre los sublimes misterios de la teología cristiana” (P. della Mirandola, 79). Pico puso el acento en la libertad del hombre, ya que según su elección, podía situarse en cualquier grado de su vida, es decir desde una plano irracional hasta uno divino. En su Discurso, Pico nos habla de la singularidad del hombre sobre las demás criaturas, dado que el hombre piquiano puede moldearse a sí mismo, pudiéndose convertir “en lo que él quiera”.
Pico escribe en su introducción a las tesis el texto que, según el humanista, dios le expuso a Adán: «No te hemos dado una ubicación fija (…) ¡oh, Adán!, para que así puedas tener y poseer el lugar, el aspecto y los bienes que, según tu voluntad y pensamiento, tú mismo elijas. (…) definirás los límites de tu naturaleza, según tu propio albedrío, en cuyas manos te he colocado. (…) Podrás degenerar en los seres inferiores… o en los superiores, que son los divinos, según la voluntad de tu espíritu» (Pico della Mirandola, 50-51). Dios puso a Adán “en el centro del universo para que pudiese ver todo lo que hay en él, y de esta manera valorar lo que más le convenga”, explica P. J. Quetglas. Las palabras de Pico alababan la excelencia humana y sus capacidades, entre las cuales destaca su indeterminación, condición que le per permite “escoger libremente su ser” (P. R. Santidrián, 128). La clave es la versatilidad humana, y el hecho de que por ser hombre tenga la oportunidad de escoger cómo quiera ser, esa es su libertad. Para Pico la dignidad humana depende “de su modo especial de creación y no de sus méritos”, escribe Jaime Arias. En Oratio, Pico no sólo nos habla de la excelencia y la dignidad del hombre, también lo hace sobre la verdad universal, que se cosecha con el estudio de varias corrientes y autores. También gracias al estudio de “los antiguos”, rasgo característico del pensamiento renacentista, se puede alcanzar la sabiduría. Pico era además un “investigador insaciable”.
En su presentación, Pico quería demostrar que sus tesis estaban muy sopesadas y que él, a pesar de su juventud, podría y sabría defenderlas. Pico defendía a un hombre, a diferencia del pensamiento escolástico, indefinido, que se forma a sí mismo. Sus 900 tesis suponían una recopilación de todo su saber, y una demostración de que abarcaba todos los campos del conocimiento humano, desde la historia hasta la filosofía, desde la magia hasta la teología. Pero su apuesta por la libertad de pensamiento y de albedrío se vio cercenada, prohibida, porque el papa Inocencio VIII consideró que aquellas tesis eran contrarias a la religión.
Al final de su vida, Pico se interesó más por la religión, principalmente por su desavenencia con la Iglesia, pero sobre todo, por su relación con el fraile dominico, Girolamo Savonarola (1452-1498). Fueron célebres los discursos críticos del fraile contra el lujo y la lujuria, y en 1487 tuvo que dejar la ciudad ante el descontento de los florentinos. En 1491, Savonarola volvió a Florencia y continúo atacando desde el púlpito al papa y a toda la Iglesia romana, así como a los ricos florentinos y a su corte de portentosos artistas. Tras la conquista francesa, y la consiguiente expulsión del gobernador florentino, Piero de Medici, Savonarola tomó el poder. Con su política restrictiva y censuradora levantó una hoguera en el centro de la ciudad en donde, ciudadanos y policía, lanzaban al fuego todo aquello que el dominico tachaba de pecado: ropa, joyas, objetos de arte, juegos, libros, etc. Allí, en la “hoguera de las vanidades” se consumían los pecados de los florentinos. Finalmente, el papa Alejandro VI cansado y muy enojado con el fraile, le excomulgó, ordenó su captura y su ejecución. En 1498, allí dónde ardía su famosa hoguera, en la Plaza della Signoria, junto a dos frailes más, Savonarola fue quemado y los Medici volvieron a gobernar Florencia.
Pico escribió en 1490: «la religión parece ser un acabamiento de la filosofía. (…) la religión nos ayuda a alcanzar ese fin último para el que la filosofía puede sólo prepararnos». El joven pensador italiano, como casi todos los humanistas del período renacentista, era ante todo cristiano. En su opinión, la verdadera felicidad sólo se encontraba cerca de Dios. Pico della Mirandola defendió al cristianismo íntimamente fundado sobre el platonismo. La obra de Pico tuvo grandes repercusiones. Entre los pensadores cristianos del siglo XVI, creció una amplia corriente cabalística y se puso de moda el estudio del hebreo y el árabe en Europa. También influyó en filósofos más modernos, como fueron Nietzsche, Marx, Kierkegaard o Sarte. «Él resume en su persona, en su vida y en su obra lo que el Renacimiento significa y sugiere para nosotros los humanistas del siglo XX», afirma Pedro R. Santidrián. El sincretismo de Pico buscaba “la armonía, la unidad, la concordia y la paz en el saber”, añade el filósofo español. Quiso Pico, ante los sabios, que quiso “dar muestra no tanto de que sabía mucho, como de que sabía lo que otros ignoran” (P. della Mirandola, 107).
Escribió Pico en Oratio:
“El Hacedor deseaba que hubiera alguien capaz de sopesar el mérito de una tan grande creación”.
“Hemos nacido con la posibilidad de ser lo que queramos”
“alcanzar lo superior… puesto que podemos, si queremos”