Capítulo 4
Elyse volvió a mirarse en el espejo de su habitación, sin estar muy convencida. Le gustaba ese vestido granate hasta las rodillas, el problema era el calzado. Unas botas planas llamaban su atención pero temía hacer el look demasiado agresivo y sin sentido. Aunque, a fin de cuentas, parecía el estilo de Keith ¿no? La chica corrió hacia el armario y se probó una chaqueta negra ajustada con la cremallera de lado. Eso era otra cosa, le fascinaba el cambio que podía dar un complemento.
Con el tema de su atuendo terminado solo debía ocuparse de otro tema que le daba mil vueltas a la cabeza: Saber si lo que estaba haciendo tenía sentido o alguien le había dado una droga demasiado fuerte.
Tras aquel beso que le había entregado a Keith en la cafetería de gatos, las cosas parecían ir a toda velocidad. Él la había traído hasta la residencia de estudiantes dónde se hospedaba en su moto y no la había dejado marchar hasta que ella le prometió ir a un concierto en una pequeña discoteca, a diez minutos. Había pasado poco más de dos semanas desde que su relación con Alex había terminado, Eva la empujaba a volver a disfrutar de su soltería pero tenía miedo. Con Keith no sentía solo una atracción física, había algo más que se acentuaba cada segundo que estaba con él.
¿Era demasiado rápido? ¿Eran los sentimientos de despechada lo que le empujaban a los brazos de Keith? Pensar en todas las implicaciones que llevaba su relación con él la mareaba. Su gran pesadilla juvenil volvía ofreciéndole unos besos que la derretían, unas confesiones que la convertían en una mujer segura y confiada. Cuando dejó el instituto su idea era olvidarle, liberarse de su presencia nociva. ¿En qué momento las tornas habían cambiado? Si es que habían cambiado. Maldita sea, Keith pecaba de muchas cosas pero no era tonto. Y se aburría con facilidad. La estúpida idea del juego, no podía dejar de pensar en ello. No, él había madurado. Su perdón era sincero. Aunque también creía que el amor de Alex también.
Elyse lanzó un pequeño gritito de angustia mientras se frotaba las sienes. Tantas dudas la agotaban. También podía fantasear con la idea de ser ella quién lo utilizara, en venganza a los años pasados. No, imposible, ella no era así, rebajarse al nivel de su enemigo no estaba en su modo de afrontar la vida.
—Menos mal que no tengo compañera de habitación o pensaría que estoy loca —dijo Elyse en un pensamiento externo. Un mensaje en el móvil la ayudó a dejar de pensar, era su WhatsApp con el nuevo número que tenía.
Keith:
¿Estás lista ya, mi pequeña gatita? Estoy abajo.
A Elyse se le iluminaron los ojos y la sonrisa boba volvió a su cara. Un nuevo mensaje llegó.
Keith:
Te echo de menos.
Elyse:
Dos minutos más. Me queda el maquillaje.
Keith:
Que le den al maquillaje, no lo necesitas.
Elyse:
No voy a salir sin él.
Keith:
Da igual, te lo pienso quitar a lametones.
Elyse:
Eres idiota.
Keith:
Lo sé. Pero seguro que estás sonriendo.
Sintió como la sangre teñía sus mejillas, Keith la conocía demasiado bien. A la mierda el mundo y a la mierda su cabeza. Elyse trazó la línea de sus ojos, olvidando sus prejuicios. Keith no iba a cambiar si su cabeza no era capaz de reaccionar a lo que su corazón le decía. Equivocarse con Alex no significaba que lo hiciera con Keith. No podía dejar que pagara por los pecados ajenos.
Estaba guardando las llaves para salir cuando su móvil volvió a vibrar.
Keith:
Cinco minutos más y subo a buscarte. Si lo hago, no vamos a bajar.
Casi pierde las llaves tras leerlo. Su cuerpo tembló como una hoja. ¡Qué descarado! Aunque, cuando lo pensaba con más tranquilidad, no era una idea tan descabellada. Estuvo tentada de dejar que ese tiempo pasara y que viniera a buscarla.
—Demasiado rápido. —Elyse sacudió la cabeza—. Contrólate, Elyse. Si él puede madurar, tú también.
Su promesa casi se va al garete al verlo apoyado en una farola, con su oscuro pelo peinado con pulcritud, mirándola impaciente. Se había arreglado para la cita, con unos pantalones tejanos oscuros y una camisa de rayas marrones y blancas que marcaba su ejercitado cuerpo, bajo su chaqueta de cuero de motero. Incluso se había arreglado la barba por miedo a algún pelo rebelde que estropeara su atuendo de perfecto príncipe de la seducción.
Lo que ella no sabía era que a Keith se le hacía la boca agua, devorándola de arriba a abajo. Estaba preciosa con ese atuendo. Ella le guiñó un ojo mientras se acercaba a su posición.
—¡Hola! Estás muy bien.
—Hace falta un lobo muy educado para poder llevar a Caperucita al baile —dijo Keith antes de darle un corto beso en los labios—. Cuando te devore, entonces perderé todos los modales.
El temblor en las piernas volvió a Elyse, pudo controlarlo a duras penas. Ese toque nocturno del chico le daba un halo irresistible. Hoy irían andando hasta su destino, no merecía la pena sacar la moto para ese corto camino, Keith le tendió el brazo, ella lo aceptó.
—¿Conoces al grupo que va a tocar? —preguntó Elyse.
—Sí, el guitarrista es uno de los hermanos de Nathan —dijo Keith, sin poder dejar de tocar a la chica. Su mano libre estaba apoyada en la que Elyse utilizaba para sujetarle—. Tocan una mezcla de rock alternativo e indie. Suena mejor de lo que parece.
—Confiaré en ti —dijo ella con una sonrisa. Otra vez, lo había desarmado con lo mínimo. Keith se detuvo para volver a besarla. Era una adicción.
—Si no te gusta iremos a otro sitio. Dónde tú quieras.
—Cualquier tipo de relación se basa en la igualdad. Hoy hemos pasado el día en un sitio especial para mí, así que ahora te toca a ti.
—No es justo, lo tienes muy fácil —dijo él—. Mi lugar especial está junto a ti.
¿Cuándo se había vuelto tan mono? Elyse suspiró, acariciando la mejilla de Keith.
—Vas a conseguir que vomite arcoíris. No necesito tantas palabras de amor ni quiero que te mortifiques. Vamos a mirar hacia el futuro, ¿vale? Y que lo que hicimos no importe. No es bueno anclarse en malos recuerdos, eso consumirá nuestra alma y nos dejará vacios, rotos. Keith, no quiero que te pase eso. Nos conocemos de hace tiempo pero nos hemos reencontrado hace un día. Tomemos las cosas con calma, por nuestro bien.
Eso era fácil de decir para ella, que debía olvidar a un canalla insufrible y trasformar en su mente al hombre que ella merecía a su lado. Su cuerpo la reclamaba a gritos, no quería obviar la jugada del destino al cruzar sus caminos de nuevo. Su corazón volvía a latir alocado por un beso, una palabra de aquella chica. Pero la entendía, todo era muy rápido. ¿Desde cuándo los flechazos, propios de las novelas románticas, habían salido de estas para destrozar su corazón?
No, claro que no, esto no era un flechazo. Solo un amor congelado que volvía a querer arder.
—Está bien, no deseo incomodarte. Pero quiero que sepas que lo pienso. Quiero que te convenzas de que el perdón que te pedí es verdadero y no lo haré mintiéndote. Me gustas, Elyse, y mucho. Y eso no viene de un solo día.
Ella se mordió el labio, nerviosa. Cada vez se lo ponía más difícil, no quería hacerle daño. Pero tampoco quería alejarle. Estaba cerca del colapso mental cuando llegaron a la discoteca. Nathan los vio en cuanto entraron, les llamó para que se acercaran al escenario.
—Gracias por venir, Keith. —Le dio un abrazo. Luego se giró hacia la chica—. Vaya, no esperaba compañía. ¿Cómo estás, lechuguita?
—Elyse, ya conoces al idiota de mi amigo, Nathan —dijo Keith. Era hora de una presentación más oficial.
—Lo sé. Le debo una patada en las pelotas.
—Oh, vamos, no culpes al intermediario del amor. No has escuchado a este grupo, ¿verdad, Elyse? Te va a encantar.
—Eso me dicen todos —respondió ella, afable—. Seguro que son buenos.
—No querrás escuchar otra cosa, Ely.
—Elyse —dijo ella—. Así era como me llamaba mi ex y no quiero recordarlo.
Keith se había percatado de ese leve gesto que había hecho la chica al mencionarlo. A veces se olvidaba que el último golpe de Alex contra ella había sido esa misma mañana. Sus puños se cerraron, ansiosos por la cara de ese bastardo.
—Vamos a buscar una bebida antes de que comience —le dijo, cogiendo su mano. No podía hacer nada con lo que ese había hecho más que hacerla olvidar todo el tiempo del que dispusiera—. Luego los buenos sitios se llenaran, los chicos tienen muchos fans.
—Yo voy a seguir ayudando con los instrumentos —dijo Nathan, despidiéndose—. Pasadlo bien.
Antes de desaparecer, el joven hizo un gesto de aprobación que solo Keith vio. Le gustaba ver que su renuncia a conquistar a la chica por su amigo había dado tan buenos frutos. Ambos pidieron un bote de cerveza sin vaso, para evitar cortes si se les caía y se pusieron a un lado del escenario. El grupo no tardó en comenzar a tocar los primeros acordes de sus canciones y el local se animó con más gente. A pesar del tumulto quedaba mucho espacio para poder bailar y caminar sin tropezar con nadie. Elyse animó al joven a mover las caderas con mucha persuasión. Otra cosa nueva que desconocía de Keith, su timidez a la hora de bailar, que le hacía cada vez más adorable. Una de las canciones resultó ser una balada rock, Keith rodeó a la chica con sus brazos mientras ella apoyaba la cabeza en su hombro.
—Me gusta esta canción —dijo Elyse, cerrando los ojos.
—Podíamos convertirla en nuestra —dijo Keith. Se agachó un poco para besarle el pelo, de paso respiró su aroma. No podía haber momento mejor que ese—. A Nathan le caes bien, si esta es nuestra melodía le terminamos de volver loco. Y eso pagaría por verlo.
La risa de la joven llenó los oídos de Keith. Sin duda, esa era la mejor canción de todas.
—Pobre Nathan. Eres un chico muy malo, Keith Durham.
—Solo lo aparento. En realidad tengo más de cordero que de lobo.
— No, eres un lobo, lo veo en tu mirada. Pero de los buenos.
Sus labios volvieron a unirse una vez más, nunca tenían suficiente. Apoyaron sus frentes, pendientes de los ojos del otro sin percatarse de que la canción había terminado. Elyse admiraba la seguridad de Keith en cuanto a sus sentimientos. Ella todavía se sentía culpable por creer sentir algo tan rápido por él. Malditos prejuicios, era libre pero su mente la acosaba. Una figura se acercó a ellos, no la vieron hasta que fue tarde.
—¿Ely? ¿Qué estás haciendo?
Era Alex.