Capítulo 18

 

 
 

 
 

 
 

 
 

 
 

 
 

El día siguiente comenzó con un esplendoroso ambiente en el jardín del castillo. El soleado clima de la Riviera Francesa fomentaba el uso de anteojos obscuros, los que eran una necesidad real, más que un accesorio para verse mejor.

 

Una chica maquillada en tonos mediterráneos cantaba sobre una amplia tarima de madera adornada con palmeras. Su encantadora voz amenizaba el brunch ofrecido a los invitados que habían sobrevivido la tan demandante noche anterior. Tenía un aspecto sofisticado al llevar el cabello restirado, terminando en una larga coleta anudada en la parte superior de la cabeza, que se balanceaba de un lado a otro siguiendo el pausado ritmo de sus pasos.

 

Su vestimenta era totalmente chic, y estaba a la altura de las otras mujeres que vestían llamativas prendas con estampados de explosivos colores, en sublimes outfits de moda.  Era imposible no voltearla a ver, no sólo por su belleza, sino por la intensidad y sentimiento que imprimía al interpretar la canción de Russian Roulette de Rihanna. Todos veían fascinados como la chica encarnaba en sangre propia la letra de la melodía, dando un ambiente por demás pomposo al evento en el jardín, teniendo como marco la fachada del castillo.

 

Iba ataviada de pies a cabeza por la diseñadora estadounidense Tory Burch, la cual comenzó su imperio de moda al tener la idea de fabricar coquetas balerinas en piel en todos los colores imaginables, colocando en la parte frontal un medallón con su logo consistente en dos T’s invertidas. Burch bautizó su línea de moda con el nombre de su fallecida madre, Reva, y colocó una etiqueta con el precio de 200 dólares a cada par, lo demás es historia.

 

Sobre las mesas había elegantes vasijas con nutridos arreglos florales, en las cuales cada flor luchaba por cada milímetro de espacio para resplandecer y declararse la más bella. Pomposas sombrillas fabricadas en madera y lona marcaban una atmósfera mediterránea-casual, en el que las chicas vestían frescas colecciones de afamados diseñadores.

 

La gente socializaba animadamente, contando sus increíbles aventuras llevadas a cabo la noche anterior, mientras degustaban del variado buffet, intentado rehidratarse y así  obtener la glucosa que el cuerpo demanda tras un evento de tal intensidad.

 

Luna, estaba admirablemente a la altura de la situación, vistiendo un despreocupado estilo cool street consistente en unos skinny jeans cortos bordados en blanco y embellecidos con modernos motivos florales en rojo de la colección de Isabel Marant, resaltando sus proporciones perfectas. Los combinó con unas fantásticas sandalias de plataforma de la marca Alaïa, con lazos de ante delicadamente adornados con diminutos pétalos blancos, haciéndolos extremadamente femeninos. 

 

Amani y su amiga se encontraban solas en una mesa. A diferencia de la noche anterior, ahora se les notaba muy recatadas, tal vez vacilantes de retomar el tema de la cantidad de pecados mortales en los que se habían ensalzado. Decidimos hacerles compañía para ayudarlas a vencer esa momentánea timidez.

 

El carácter encantador y conversador de mi italiana, no tardó en revelarse. Al poco tiempo nos reíamos con sus historias, ayudándoles a relajarse mientras dábamos sorbitos a unas refrescantes mimosas. Amani seguía con atención el lenguaje corporal de Luna, en especial el de sus manos. A mi parecer, intentaba distinguir los detalles del extravagante anillo que llevaba. Una joya de la marca Bel Air diseñada por Alexis Bittar simulando la explosión de una estrella con ases en plata y dominando el centro una gigantesca piedra de cuarzo turmalina.

 

¿Luna, me permites ver tu anillo?

 

Desde luego que sí, tesoro, tus ojos de pantera seguramente reconocieron que el anillo proviene de la misma casa artesana de los brazaletes que llevas puestos, ¿no es así? Luna le extendió la mano.

 

― ¡Uau, es enorme!, ¿ves las diversas piedras incrustadas en mis brazaletes, Luna? ¿Sabes el porqué de ellas? Son del mismo tipo de cuarzo que tiene tu anillo. Seguramente esta es la razón del porque nos encontramos en esta vida, si es que crees en el poder esotérico del cuarzo.

 

―Ehm… no en realidad no lo sé, Amani; Fue un regalo de un jeque a nuestra familia, pero no recuerdo la explicación.

 

―Probablemente no te lo confesó, pero este es el modo en que distinguimos a familias extranjeras con las que entablamos una relación exclusiva. No sólo es la piedra, sino el modo artesanal en el que esta labrada la pieza. Si te presentas en Dubai, Doha, o los Emiratos Árabes, te van a tratar como princesa real. De verdad me pregunto lo especial que debe ser tu familia para que te obsequiaran este anillo, lo que simboliza es más allá de lo que pueda explicarte en unos minutos.

 

―Y yo creo que es mejor que no sepas el porqué somos tan especiales para ustedes, querida―le dijo Luna―¿Qué significado tiene la piedra?

 

―Para nosotros es la “piedra de la verdad”. La turmalina negra es considerada por los expertos como la gema con mayor variedad de elementos y propiedades eléctricas, lo que la transforma en el mejor escudo de defensa contra las energías negativas, y cómo pudiste darte cuenta, estuvimos cargados de pura energía positiva entre nosotros.

 

―¡Uy! ¡Y lo que nos falta por vivir! Mi adorado Alexander, quedó encantado de tener con él a una princesa del desierto.

 

―Luna, ni me lo recuerdes, ¡que se me antoja el volver a tener uno de esos mega orgasmos a su lado! ―le cuchicheó Amani.

 

―Este chico tiene un espíritu libre único, Amani. Sé que en cualquier momento volará a otro nido, desafortunadamente no lo encontré antes. Es libre de tomar sus propias decisiones, ¿cierto, Alexander?

 

No contesté, estaba disfrutando del contraste del como gritaba la noche anterior y ahora Amani se esforzaba por hablar en voz baja. Ella se inclinó hacia Luna, volteando a los costados asegurándose de que nadie más que los que nos encontrábamos en la mesa la escucharía.

 

―Luna, después de lo que viví ayer, se me ocurrió algo en lo que quisiera pedirte tu ayuda. Tengo un capricho que quisiera cumplir. ¿Me lo prestarías un día de estos, para llevármelo a Dubái, para presentarle a otras chicas que aún no conocen el verdadero placer? Admito que yo era una de esas víctimas ―Luna ladeó su cabeza intrigada por lo que le diría―. Verás, las chicas que viven conmigo son aún vírgenes y quisiera que su primera experiencia fuera una algo celestial, y hermoso,  no como pasó conmigo.

 

―¡¡Putíiiisima madreeee…!! ―exhalé todo el aire de mis pulmones al escuchar semejante capricho de Amani. Por primera vez vi a Luna perpleja sin saber qué, o cómo contestar, por lo que intervine diciendo:

 

―Bueno… yo… tendría que pensarlo, ¿saben? No podemos tomar una decisión precipitada para algo así… obviamente que me encantaría ayudar en la medida de lo posible… pero… ¿Cómo de cuantas chicas estamos hablando? ¿Con cuantas chicas vives, Amani?

 

Mhh… déjame ver… hemos de ser unas cien, pero quitando a las menores de dieciocho, seremos la mitad las que estamos entre esa edad y treinta años. Digamos que unas cuarenta son aún vírgenes.

 

Ay carajo… ahora si estoy seguro que se me va a caer el pito…―pensé―

 

Tratando de disimular mi sorpresa, le dije―: Pues no lo sé Amani, ahora es todo diferente, Luna y yo hemos sido muy sinceros en este viaje y ahora estamos…

 

 ―¡Cuenta con el!―me interrumpió abruptamente Luna―. Lo que Alexander quiere decir, es si no te importaría que yo lo acompañara ―volteó a verme y me dijo en voz baja―: Es una oportunidad perfecta para estar juntos en el extranjero, Alexander. Se lo podemos vender a Francesco de maravilla, ya que La Familia tiene negocios con ellos, y mataríamos a dos pájaros de un tiro, ¡además piensa en las cuarenta vírgenes a las que vas a meterles el pito por primera vez! Yo te ayudo a despacharlas, no te me preocupes, amor.

 

¡Gracias, gracias chicos!, me alegra contar con ustedes. Me pondré en contacto en un par de meses Amani no dejaba de acariciar las manos de Luna, viéndolas a detalle―. Tienes unas manos hermosas, Luna. En verdad, estaba más interesada en el atrayente barniz de tus uñas en tonos metalizados, que en tu anillo. Luna le retiró la mano apresuradamente.

 

―Bueno, bueno, cambiemos de tema. ¿Nos levantamos al buffet?

 

¿Luna?, ¡Luunaaaaa!, ahora lo entiendo todo. ¡Eras tú la que me manoseo y masturbó a través de los huecos del cuarto obscuro, ¿verdad? Jamás podré olvidar esas uñas, ni el modo en que me tocaban tus manos. ¡No puedo creer que te hayas agasajado conmigo de ese modo y no pensaras decírmelo! Y yo encantada disfrutando el momento, pensando en que serían manos anónimas, ¡eres algo serio, linda!

 

Luna hizo una pausa haciendo uno de esos gestos que me encantaban. Alzó su delineada ceja derecha, su mirada se tornó desafiante con destellos dorados en sus hermosos ojos color avellana y, viéndola profundamente, le guiño vanidosamente el ojo.

 

¿Quieres que hablemos de ese asunto ahora mismo, Amani? ―le contestó Luna haciéndole una discreta seña refiriéndose a su dama de compañía―. Por mi podemos hablar a detalle si así lo deseas.

 

Intimidada, Amani bajó su voz diciendo: ―Chicos, después de dejarlos en el cuarto obscuro, encontré a esta loca en otro hall, en tremendo gang-bang acompañada aún del marido de Susan, ¡se la estaban metiendo hasta por las orejas, y esta pendeja encantada!

 

―¿Ella?, ¡pero si se ve tan tímida! ¿Pues en que se metió? ―pregunté curioso por saber la anécdota.

 

―¿Tímida, dices? Deja que escuches esto: Dos chicos encantadores la tenían conectada por atrás, si… en efecto… por el chiquito y el otro. Frente a ella, una chica abría sus piernas dejándose que se la chupara deliciosamente, y de paso se alternaba con las pelotas del esposo de Susan… digo… ¡apenas si tiene edad para entrar a este evento y se pone de loca descarriada la muy zorra! La saqué de ahí jalándola de una oreja. Aunque no la culpo, es lo malo cuando tus tutores te dan una educación mojigata escondiéndote lo relacionado al sexo y tratándolo como un tabú. Al final terminas reprimiendo el tema, sin poder hablar abiertamente de algo tan maravilloso. La consecuencia es que en cuanto lo pruebas, piensas que no habrá otra ocasión y te engolosinas; ¡pero yo cambiaré exactamente esa situación, con la ayuda de ustedes! Como se imaginan, para nada me gustaría hablar de nuestro numerito delante de ella, ¿de acuerdo?

 

Eso es lo que pensé, querida… pero… ¡miren nada más quien viene ahí!, ¡pero si es Susan!

 

Susan se dirigía hacia nosotros cojeando. Hacia su mejor esfuerzo por ocultar el dolor que le sentía a cada paso que daba, pero su rostro denotaba un gesto de suplicio. Caminaba trabajosamente y se le veían marcas en sus clavículas y hombros.

 

―¡Santísima mierda!, no hay un puto musculo que no me duela ―nos dijo al llegar a la mesa.

 

Te ves más alta, Susan dijo Amani.

 

Puff… pues no lo dudo ni tantito, apuesto que crecí al menos cinco centímetros desde que perdí la apuesta ayer. Cada milímetro adicional fue cortesía de Luna, que tiene unos métodos bizarros, y nada ortodoxos. Esta mujer te puede sacar el alma de así desearlo.

 

―¡Bah! No exageres Susan, tal vez me sobrepasé un poquitín con el potro al alargarte las extremidades, pero los azotes en la cruz de San Andrés me parecieron muy adecuados para estabilizar esos rencores que llevabas dentro, además de que ambos son un medio maravilloso y efectivo para suprimir el stress.

 

Estaba en lo correcto desde el principio, confirmé mi sospecha de que eres una maldita perra atrapada en un hermoso molde con cara y cuerpo seductor. No te recrimino ninguno de los azotes, o estirones que me diste, Luna; de hecho atesoro el placer que me permitiste descubrir con tremenda sesión sado. Mi única queja ¡son esos pinches picos que me aplicaste! No eran necesarios y me hiciste cagarme del susto cuando los vi. Me pediste que confesara que era una zorra malcriada, y a pesar de aguantar el suplicio en los otros aparatos, en cuanto vi las púas, confesé de inmediato con tal de que no continuaras con tus planes, ¡pero tu desgraciada lo hiciste por dolo para atormentarme más!

 

―Una sesión sadomasoquista sin llevarte más allá del umbral del dolor, es como desear un masaje sin que te toquen; además en tu caso era necesario sentir miedo, pavor y temblar horrorizada de lo que te iba a pasar, sólo así te pude sacar tus trastornos psíquicos, cada pellizco fue con la intención de hacerte sentir mejor, Susan. ―Luna le sonrió, luego volteó a verme guiñándome el ojo.

 

―Al escucharte ahora, hasta me río del nervio; pero que te hayas atrevido a hacerlo a pesar de que seguí tus órdenes… te pasaste un poquito de cabrona, ¿no crees? En ese momento de terror, hasta hubiera confesado que eres la virgen maría, ¡pendeja! ¿Qué tal que me da un shock y me muero ahí mismo?

 

Luna, tu nos dijiste otra historia ―dijo Amani.

 

 
 

Luna ni siquiera se tomó la molestia de comentar algo sobre la aclaración de Amani.

 

Susan se le acercó casi rozándole los labios.

 

¡Gosh, amo tu irreverencia y esa cara de muñequita que tienes! ―Finalmente mordió los labios de Luna, para continuar besándose con tal pasión que parecía que comenzarían a desvestirse.

 

Yo me encontraba fascinado de ver como Luna se desenvolvía en su medio. Una y otra vez sin quererlo, se volvía de modo natural en el foco de atención con su despreocupada forma de vivir la vida. A la gente que iba conociendo a su alrededor le dejaba la marca especial de sus encantos. Nadie podía robarme ese momento de satisfacción de tenerla a mi lado, ni la sonrisa permanente siendo el espejo de cómo se sentía mi alma en esos momentos de dicha. Me era difícil creer que estuviera en una relación sentimental con una fenomenal supermodelo italiana, capaz de eclipsar al sol con su belleza y carácter.

 

Luna, ven para acá―la jalé arrebatándosela a Susan―. Yo también quiero un poquito de ti, muñeca.

 

―¿Estoy escuchando a un hombre celoso?

 

―¿Celoso, yo? ¡Qué va! Espera a que me veas con las cuarenta vírgenes de Amani, y entenderás mejor lo que siento cuando te besas con alguien más.

 

Luna acerco su nariz respingada hasta tocar la mía. ―Dime algo guapo, ¿cuantos besos me quedan antes de que me dejes por otra?

 

Antes de besarla, le regalé una sonrisa. ―Bonita, mientras a estos labios les queden besos, no dejaré de robártelos. Eres una mujer fantástica, gracias por entrar en mi vida.

 

No sé qué nos tenga preparado el destino, pero hoy puedo confirmarte que te amo con locura, Alexander Löwe.