Capítulo 1
Fráncfort del Meno, Alemania.
Había llegado el día de saldar la cita con Úrsula, después de haberme tendido su sucia treta para comprometerme a salir con ella, durante el drama que había armado en el ascensor de la empresa para la que ambos trabajamos. Estaba cansado de la relación tan desgastante que teníamos, así como de las artimañas que empleaba para acercarse a mí. Sin duda había otros modos de hacerlo sin tener que llegar a presionarme con su estilo tan huraño. Estaba dispuesto a hacérselo saber, además de querer utilizar la oportunidad para llegar a un acuerdo y no pelear más. Por otro lado, admiraba su infatigable perseverancia de mujer para conseguir sus metas, así utilizara medios pocos convencionales dictados por su fuerte personalidad.
Con todo, no estaba en mis planes el satisfacer todos sus ardientes deseos para esa noche, así que me alisté para una velada divertida, pero preparado para no ceder a cada uno de sus caprichos, para ello pensaba utilizar la experiencia de mis candentes aventuras de los últimos meses.
Fijamos la cita para un viernes. El plan era irnos al terminar el día en la oficina. Por más fastidiado que me encontrara, tenía que reconocer lo atractiva que se veía la irreverente rubia, además del cuidado que había puesto para arreglarse, pues llevaba un look realmente sexy.
Su nerviosismo y alegría por nuestra cita eran notorios. No cesaba de anunciar a todo colega con el que se topaba, que saldríamos juntos. Su comportamiento adolescente, me enternecía a pesar de recordar las circunstancias del cómo lo habíamos acordado. Cuando terminó el día, tomamos un taxi y nos dirigimos al restaurante-bar en el que había hecho una reservación.
—¿Qué te parece mi nueva faldita, Alexander? ¿No me vas a decir nada, guapo?
—Está muy linda, Úrsula.
—¿Tan sólo linda? ¡Por favor s i é n t e l a, la calidad es absolutamente ridícula!
Úrsula no había escatimado en su outfit, era evidente que se había gastado cientos de euros en su vestimenta, y todo para salir conmigo teniendo en cuenta el rudo comentario que le había hecho acerca de su falda el día en que Luna me dejó frente a la oficina, después de manejar de Paris a Fráncfort. Para la ocasión, Úrsula llevaba un moderno conjunto que había sido presentado recientemente en la semana de moda en Milán. Se trataba de un diseño de la marca Bluemarine, consistente en una falda blanca arriba de la rodilla con finos detalles en negro, y combinada con cárdigan de manga larga con botones, embellecido por un lazo en tono gris a lo largo de un atrevido escote en V. Llevaba su cabello extra-lacio cayéndole sobre los hombros, el atrayente color rubio contrastaba con el negro de su cárdigan dándole un toque extremadamente elegante sin llegar a serio, gracias a la falda y a su delicioso escote que lo hacían verse como una tendencia casual.
El porte y su presencia se habían transformado notablemente, en especial su carácter agrio había desaparecido; se notaba diferente, su sonrisa resplandecía y, por más que pareciera increíble, se percibía a una mujer en plenitud. Es difícil que un hombre logre ignorar una mujer en ese estado, ya que el magnetismo que ejerce es irresistible, lo que se hizo notar al atrapar numerosas miradas a los pocos segundos de entrar al bar.
Su atuendo no hubiera sido completo de no haber seleccionado un buen par botines. Y los que llevaba casi me hacen olvidar que debía de guardar mi distancia con la sensual rubia, de hecho, hasta mi rígida posición se tambaleó viéndose debilitada por mi flaqueza hacia mujeres hermosas vistiendo fabulosos tacones de diseñador. Mi esencia de hombre me demandaba el abrazarla y besarla de inmediato en lugar de ser cauteloso. Úrsula vestía una de las exquisitas creaciones de Rupert Sanderson, un botín en piel de becerro negra con la línea de los dedos descubierta en un coqueto corte cuadrático. Los botines empataban de maravilla la falda y el cárdigan, dándole un realce natural a su belleza, haciéndola exudar un sex appeal confiado y moderno.
Sabiéndose sensual, Úrsula comenzó a tentarme a los pocos segundos de sentarnos en el bar mientras saboreábamos un Prosecco antes de que nos asignaran una mesa. Estando en la barra, me acerco su excitante botín para empezar a acariciarme la pierna, dándome unos momentos en los que me hizo sudar, pero traté de mantener el control para no llevármela inmediatamente a la cama como ella lo deseaba, ya que apenas comenzábamos y debía mantenerme ecuánime sin entregarme al deseo carnal, al menos de momento.
—Es impresionante el giro que le has dado a tu modo de vestir, Úrsula, me engalana ver tu transformación, pero no olvides que la belleza de la persona nace desde adentro y no de afuera hacia adentro. En realidad no es tan importante lo que una mujer vista, la personalidad es la que en realidad se encarga de dar ese factor especial de shock al modo de verse, ya sea con marcas de lujo o sin ellas.
—¿Y hasta ahora se te ocurre decirme eso? ¡Me hubiera ahorrado cientos de euros, Alexander!
—Fue una muy buena inversión, de verdad te lo digo. ¡Te ves divina! Tu problema nunca ha sido la parte física. ¿Puedes imaginarte la cantidad de hombres en este sitio que quisieran estar en mis zapatos? Te apuesto que se te acercarían inmediatamente de no estar contigo. Tu enorme defecto es esa creatura diabólica que llevas dentro, la cual hace imposible que tengamos una relación estable y sin peleas. Estas demasiado rancia por dentro, y eso impide que florezca tu parte buena, para convertirte en un ser humano de corazón noble, ¿compartes mi punto?, ¿o estoy siendo muy directo? En realidad desearía que pudiéramos comenzar a tratarnos de otro modo. En el pasado tuvimos la oportunidad de tener una relación con futuro, pero eso ya se desvaneció por las razones que te estoy dando ahora, ¿entiendes lo que te digo?
—Ay pero qué aburrido… muy aburrido… ¡vas a hacer que me duerma! ¿Podrías dejar de pensar en el pasado, Alexander? ¡Concentrémonos en el presente! Asómate a mi escote, ¿qué te dice? ¿A poco no se establece una comunicación directa entre este hermoso par de tetas y tu cerebro masculino?, ¿o, acaso no es lo suficientemente profundo como para que lo encuentres atractivo? —Irguió su pecho, lanzándome una mirada bien provocativa. Como lo esperaba, traía un gran apetito sexual, y estaba decidida a devorarme.
—Está bien, por un lado tienes razón. Tratare de hacer a un lado el pasado, pero es difícil ignorar las numerosas humillaciones que me has hecho en público, ¿sabes?
—Dime cuáles son tus planes esta noche, Alexander —me dijo sin importarle lo que le decía— ¿En dónde piensas comenzar a desvestirme?
—Oh… eso es una sorpresa, ¡muñeca!
—Quiero que sepas que estoy preparada para hacer cualquier cosa que me pidas, Alexander, y me refiero realmente a c-u-a-l-q-u-i-e-r cosa. Haz conmigo lo que siempre has deseado hacerle a una mujer, así sea el deseo más pervertido con el que hayas soñado, aquí tienes a esta rubia de cuerpo escultural y además inteligente para cumplir tus pasiones más bajas.
¡Uy esta noche si va a estar más candente de lo que imaginaba! —pensé.
Nos asignaron una mesa en el restaurant, donde ordené un delicioso vino Alemán, un Riesling del rio Mocél perteneciente a uno de mis viñedos preferidos, el de la familia Reuscher-Haart, el cual tiene una producción modesta al concentrar sus esfuerzos en producir la mejor calidad de vinos blancos de la zona. Bebimos animadamente la botella, y antes de darnos cuenta ya la habíamos terminado. Estaba a punto de pedir la segunda, cuando me di cuenta que el par de Proseccos que habíamos pedido en el bar junto con la botella de vino ya había surtido efecto en Úrsula, la que ahora me miraba con ojos pispiretos. Me dio mucho gusto el ver lo bien que podíamos pasarla juntos, lo cual me ayudo a disipar la tensión inicial de querer terminar lo antes posible con nuestra cita.
—No seas desgraciado, Alexander. Por favor dime qué es lo que deseas hacerle a esta rubia que se posa a tus pies esta noche. ¿Qué es lo que te excitaría hacerme o que te hiciera?
—¿De verdad quieres saberlo? Está bien, te diré lo que tengo en mente.
—Deff-innnitiva-mte, Alessaand-r! Yujuu… —Comenzó a sonreírme y a arrastrar ligeramente la lengua por los efectos del alcohol.
Abrí un maletín que había llevado conmigo y saqué un elegante estuche, el cual puse sobre la mesa.
—¿Qué demonios es eso? —Úrsula estaba confundida. Sus ojos azules se abrieron ampliamente al tiempo que hacia labios de puchero.
—Es para ti, vamos, ¡ábrelo! —le dije.
—Está bien, lo haré.
Úrsula lo abrió cautelosamente hasta que pudo echar un vistazo al contenido… ¡slap! Volvió a cerrarlo súbitamente sin siquiera haber abierto el portafolio más de diez centímetros.
—¡Virgen Santísima! ¿Pero qué te propones? ¡Ja, jaaa, ja, jaaa! —Puso su mano sobre la boca tratando de controlar un inminente ataque de risa, el cual no pudo evitar y siguió carcajeándose de los nervios.
—¿Qué te sucede, Úrsula? —le pregunté mientras se reía incontrolablemente.
—Ji, ji, ji, de verdad que eres algo serio, querido. No sé si te has percatado de ello, pero eres muy diferente a la persona con la que solía salir hace dos años, y me fascina tu cambio de personalidad —me dijo encantada.
—¿Y qué dices sobre el contenido? ¿Te gusta, o no? —le pregunté pero ella continuo riéndose, haciendo que las personas a nuestro alrededor nos lanzaran miradas escandalosas.
—No tengo ni idea que es lo que tengas en mente, pero el hecho de traer semejantes obscenidades al restaurant, ¡me parece sumamente atrevido! ¿Qué idea tan promiscua trae esa cabecita tuya? —Abrió nuevamente el portafolio, esta vez un poco más que antes.
—¡Pero ábrelo todo, caramba! —le dije impaciente.
—¿Éstas loco? ¿Qué diría la gente que nos ve? —A diferencia de Giselle, Luna, Jahra, o Vilma; Úrsula aún se preocupaba “por el qué dirán”. Ella no contaba con esa actitud de me-vale-un-bledo-lo-que-los-demás-piensen, que tanto me cautivaba de las otras chicas.
—¿Por qué te debería de preocupar lo que piensen o digan, Úrsula?
—¡Porque si, Alexander! Así funciona el mundo y tienes que acatarte a las reglas que dicta la sociedad, ya sea aquí o en China, ¿no lo crees así?
—No, ya no comparto esa opinión, ni ese modo de pensar, pero siéndote sincero, lo cambié hace poco.
—¿Me puedes decir, cómo es que esperas que esas cosas me quepan dentro? —me preguntó
—Eso es precisamente lo que vamos a averiguar esta noche, querida —me sonrío fascinada con la idea picante para la noche.
El portafolio contenía un amplio set sexual, consistente en un consolador de cristal con textura orgánica en tono azul en la punta, dándole un diseño visual muy atrayente. La base circular plana le permitía mantenerse en pie para utilizarse en un solo, de así desearlo. Tenía un largo de 21.5 centímetros, 18 de ellos insertables. La parte más ancha era la cabeza, teniendo un diámetro de cuatro centímetros.
Además del elegante consolador, la siguiente monería era un set de cinco vibradores compactos en colores fosforescentes en forma de muñequitos: un pingüinito en rosa, un gatito en azul, un mapache verde, una ardillita violeta y un osito tipo Teddy Bear en naranja, los cuales parecía que esperaban su turno para entrar en acción. Las versiones miniatura de los vibradores los hacían extremadamente portables y con ello, podrían aplicarse en cualquier lugar en donde repentinamente el deseo sexual floreciera y el cuerpo necesitara una fuente de alivio inmediato. Esta fue una de las razones por las cuales se lo obsequiaba a Úrsula, estaba seguro que de usarlos durante horas de oficina, lo agrio de su humor se desvanecería, convirtiéndose en un dulce chocolate derretido.
Los vibradores estaban equipados con un control remoto con el cual se podía controlar o cambiar las diferentes intensidades de la vibración. Cada uno de ellos podía emitir no sólo una onda constante, sino que podía cambiarse a cortos pulsos vibratorios o la opción de ponerse en modo de ascenso, o ambos a la vez. Un verdadero avance de la tecnología aplicada a juguetes sexuales.
—Creo que sería una buena idea que usaras estos vibradores mientras estés en la oficina, Úrsi. Tienen entre cinco y ocho centímetros de largo y menos de tres centímetros de ancho. He visto los chicos con los que sales y estoy seguro que estas acostumbrada a sentir este tamañito de cilindros metidos en tu cuerpo, querida.
—¿Estás bromeando, verdad Alexander?
—¡Por supuesto que no! Estos dispositivos están precisamente diseñados para llevarse a todos lados. Miles de mujeres lo usan, te sorprendería saber la amplia aceptación que tienen mundialmente. Es más, ¿por qué no te colocas uno ahorita mismo?
—¡¿Aquí mismo?! ¡No sé si pueda! Si no estamos en una sala para dar a luz, Alexander. Además, primero tengo que estudiar el objeto sin prisas, por si fuera poco, pienso que »las chicas bien«, no los usan tan frecuentemente como tú lo aseguras.
—En primera, tú no eres chica bien; en segunda, las chicas decentes hacen esto todo el tiempo; en tercera, en caso de que te sientas una chica bien, esta noche te quiero ver convertida en una irresistible chica que se porta bien mal, ¿estamos?
En cuanto terminé de decirle esto, me di cuenta de lo inusual de la situación. Esta vez era yo el que dictaba el cómo, cuándo, y cómo se harían las cosas. Lo mejor de todo era lo seguro que me sentía estando a cargo, sin dudar hacia dónde quería llevar las cosas.
—Vamos Úrsula, no te estoy pidiendo que hagas un anuncio público gritando que te pondrás un vibrador dentro de tu cuerpo, ni que te acuestes sobre la mesa del vecino y le pidas que te lo ponga. Sólo toma uno de los muñequitos del portafolio y ve al baño a hacerlo feliz. Yo aquí te espero sentadito. Pediremos otra botella y de ahí veremos lo que sigue dependiendo del ánimo. De cualquier modo tarde que temprano los vas a sentir dentro de ti, Úrsi querida.
—¿Y cómo quieres que saque una de las figuritas del portafolio con toda esta gente alrededor, eh?
—¡Dios santo! ¡De verdad que te comportas peor que una adolescente! Me estas comenzando a irritar, estoy a punto de meterme el puto vibrador yo mismo para demostrarte como se usa, ¡con tal de que te dejes de tantas pendejadas! —le dije impaciente de tanto drama. Abrí el portafolio de par en par y lo coloqué sobre la mesa —. Vamos a ver… ¿qué color prefieres? ¿Te gusta el pingüinito rosa, Úrsula? —no dijo palabra, estaba petrificada como una piedra viendo de un lado al otro, rezando porque nadie echara un vistazo a nuestra mesa.
—Probaré cualquiera de ellos, pero por lo que más quieras cierra ese portafolio, ¡ya!
Tomé el pingüino, y lo puse discretamente en su mano.
—¡Te has convertido en un loco, Alexander!
—Ve y póntelo. Lo mejor de todo es que sentirás un delicioso placer permanente al llevarlo contigo.
—Está bien, ahora vengo. —dijo resignada.
Finalmente siguió mis instrucciones. Al levantarse y dirigirse hacia el sanitario, su lindo trasero se movía juguetonamente a cada paso que daba en esa hermosa falda perfectamente ajustada de la marca Bluemarine. Jamás me pude imaginar que Úrsula fuera tan puritana y conservadora en el campo de juguetes sexuales. Sin duda escondía su conservadora personalidad bajo su rudo modo de ser que presentaba en el trabajo.
Antes de volver a cerrar el portafolio, tomé el control remoto ya que quería sorprenderla con un par de vibraciones inesperadas en cuanto volviera. Ordené otra botella de vino y después de unos minutos vi que Úrsula venía de vuelta pero caminaba muy extraño. El lindo vaivén de su cadera ya no estaba presente, y caminaba con las rodillas torcidas, totalmente acartonada.
—Úrsi, preciosa, ¿qué es lo que te sucede?, ¡caminas como si hubieras dado a luz a un niño en el baño! Das pasos más tiesos que el robot de la Guerra de las Galaxias. No exageres, que tan solo es un vibrador de seis centímetros, ¿no podrías añadir un poco de estilo a tu modo de andar? —le dije conteniendo mi risa.
—Escúchame bien, Alexander, ¿podrías imaginarte caminando del modo tan sexy que me pides, teniendo a un pingüino de casi tres centímetros de diámetro insertado directamente en el culo? —me dijo irritada.
—¡¿Qué me dices?! ¡¿Te metiste al pingüinito por el culo?! ¡Pobrecito! ¿Pues que nunca escuchaste la palabra »vibrador« como un tipo de dispositivo con el propósito de proveer placer y liberación sexual? ¿Pensaste que era un supositorio? No encuentro las palabras adecuadas para salvar a ese desamparado pingüinito de su apretado cautiverio… imagínalo ahí atrapado entre las paredes de tu asterisco…
—Ciertamente que he escuchado de vibradores y consoladores, pero como era tan compacto, pensé que era para la entrada de atrás y no la de enfrente…
Puso sus manos sobre la mesa inclinándose hacia mí, nos acercamos tanto que casi nos besamos. Ahora el nervioso era yo, así que decidí retirarme un poco hacia atrás.
—Úrsi, ¿qué te parece si te destapas el culito y pruebas ahora la ardillita violeta? —Se la di en la mano, ella lo aceptó y se dio la vuelta para dirigirse de nuevo al baño.
Sacudí mi cabeza sonriendo al imaginarme de nuevo la desgracia del simpático pingüino, que siempre imaginó entrar en una linda y lubricada vagina en lugar de un apretado y seco espacio como en el que se encontraba. Me di cuenta que tenía el control remoto frente a mí, así que decidí hacerle una pequeña travesura.
Ay si… voy a poner a temblar ese vibrador que traes adentro, cariñito. Esta hermosa rubia va a saltar hasta el techo cuando le sacuda a mil su orificio pequeñito.
Sin dudar presioné el botón, esperando a ver su reacción. Lo primero que hizo fue detenerse, se quedó ahí parada por unos segundos cerrando sus manos. Se dio la vuelta y regresó hacia mí, inesperadamente con una sonrisa de satisfacción.
—Alexander, eres un maldito demonio. ¡Sabía que lo harías! ¿Porque eres tan malo conmigo, eh? ¿Y me pides que nos comportemos el uno con el otro? ¡Si tú también eres un cabrón conmigo!
—¿Qué hice? ¿No se sintió rico o qué? Pensé en poner a bailar el pingüinito, sacudiendo un poco tu asterisco.
—Por supuesto que se deleita uno con la sensación de traerlo dentro! Las vibraciones son deliciosas e intensas! Es como traer conectado al culo un reactor nuclear. —Se sentó de nuevo.
—Cuéntame un poco más lo que se siente Úrsula. Seguro se te saltaron hasta los ojos.
—Alexander, caíste redondito, ¿no es cierto? —comenzó a reírse de nuevo sin poder articular la siguiente oración.
—¿Por qué disfrutas tanto hacerme caer en tus tretas,? ¿Disfrutas hacerme sentir como un imbécil? —le pregunté.
—Lo siento mucho, pero tienes que admitir que pasamos un rato muy divertido.
—De verdad que tenemos una relación enfermiza. Es como la serie de espía contra espía. ¿Qué tal un brindis por un nuevo comienzo en nuestra relación? —Le serví vino en su copa.
—Buena idea, en realidad me agota el estar pensando cómo hacerte pasar un mal rato, ¡brindemos por la lealtad!
—Úrsula, me queda la duda si te metiste el pingüino por el lugar correcto.
—¡Ay no quiero tener de nuevo esta conversación!, obviamente lo coloqué en mi depilada y lubricada entrada de enfrente…—me miro guiñando el ojo— estoy fascinada de la liberación que produce. ¿Por quién me tomas? No soy tan mojigata como parece, tengo mis experiencias, querido.
—¡Está bien, está bien! Te mostraste tan ingenua que no estaba seguro.
Brindamos y seguimos con una animada conversación. Al verla, me preguntaba si su buen humor se debería a las pulsaciones emitidas por el vibrador. De vez en cuando daba un sorbo al vino helado, para después accionar por si misma el control remoto dejándose llevar por las sensaciones dentro de su cuerpo mientras me lanzaba una mirada coqueta y mojaba sensualmente sus labios. En ocasiones se reclinaba hacía mi para mostrarme las curvas de su escote apenas capaz de contener un espléndido busto blanco como la nieve. Su flirteo comenzó a hacer efecto, al sentirme estimulado sexualmente.
—¿Te puedes reclinar de nuevo hacia mí?
—Claro, ¿qué es lo que sucede, Alexander? —me preguntó curiosa.
Extendí mis manos hasta tocarle el nacimiento de sus voluptuosas curvas del busto, acariciándolo por encima del escote del vestido, para después deslizar mis manos hacia abajo, sintiendo la tela de la fina blusa, hasta sentir unos pezones erectos, los cuales acaricié en círculo.
—Hmm… ¿qué es lo haces? Tócame más, eso se sintió rico, muy rico…
—En cuanto tus pezones se endurezcan más voy a darles unos jaloncitos hasta que se hagan evidentes sobre tu blusa.
—Pues a mí me parece que ya están bastante tiesos… ¿Te gusta cómo me veo?
Úrsula se hizo hacia atrás irguiendo el pecho mientras jugueteaba con su cabello rubio haciéndome labios de puchero. Se veía exquisitamente sensual mientras bebía de su vino mandándome una mirada de ¡llévame-a-la-cama-pero-ya! Sin embargo, yo quería alargar ese momento, así que decidí probar el nivel más intenso de las vibraciones, al hacerlo Úrsula casi tira su vino.
—¡Santísima Maria de las Mercedes! Qué es esto… ahh….puff…mmhh… —dijo poniendo las rodillas juntas, colocando su mano en la entrepierna. Al recuperar el aliento me dijo—: Alexander, no tienes que excitarme más, estoy que te salto encima… ay espera… ahí vienen de nuevo estas vibraciones qué ponen a mis estrógenos a temblar… ay… es más… hasta creo que me voy a venir…
—Trata de controlarlo, Úrsula, respira hondo y dame tu mano.
Úrsula cerró los ojos tratando de evitar lo que ya no era posible, había alcanzado el punto de no retorno. A los pocos segundos apretaba mi mano dando saltitos sobre la silla, mientras su cuerpo temblaba ligeramente. Se notaba su intento por controlar su lenguaje corporal, pero al hacerlo olvidó dominar un aspecto importante en cuanto la liberación de ese torrente de placer llegó a su clímax…
—¡Gracias Dios por darme finalmente un orgasmoooo, y más aún de esta tremenda intensidaaad! —dijo golpeando la mesa con su puño cerrado. Inmersa en las sensaciones del éxtasis, no se dio cuenta que lo grito en voz alta, haciendo que hasta el chef de la cocina se enterara. Se hizo un silencio sepulcral en el restaurant y las miradas de los comensales de las mesas alrededor no se hicieron esperar. Úrsula abrió sus hermosos ojos azules nuevamente, tenía los rasgos de su cara relajados.
—Eh…ejem, ejem… ¿piensas dar un discurso, querida? No sé si te diste cuenta las palabritas que se te escaparon de tus labios y el tono en el que lo dijiste.
—¡Uy qué vergüenza! ¿Qué van a decir de mí?
—Ni te preocupes por ello, que las mujeres se ven más interesadas en preguntar cómo es que lo lograste, que en juzgarte. Además, el anunciar que estas teniendo un orgasmo después de hace mucho tiempo, en un restaurante como este, no es cosa de todos los días.
—Tú tienes la culpa por andar tocándome los senos en un lugar público y meterme en estas locuras. ¿Por qué no vamos al baño y ahí me llevas al cielo, haciéndome el amor? Quiero sentirte dentro de mí…
Ya desaté a la fiera… —pensé.
—No me gusta la idea de tener relaciones en los sanitarios, lo encuentro barato y quisiera seguir guardando esa línea. ¿Qué tal si terminamos la botella de vino antes de marcharnos?
—Está bien, trataré de quitarme este deseo tan absurdo que tengo de ti, pero es difícil teniendo el vibrador puesto.
Después de este punto tratamos de relajarnos y seguimos conversando tan a gusto, que casi lamenté que hace dos años ella hubiera terminado nuestra relación, justo al declararle abiertamente mi amor. Sin embargo, los tiempos eran otros y estábamos ahora en una historia muy diferente.
No pudimos terminar la botella de vino ya que Úrsula quería meterse a la cama conmigo lo antes posible. Además, ahora que había probado las delicias de los vibradores portátiles, quería probar el siguiente nivel con el dotado y extra largo consolador de cristal. Debo admitir que yo ya también me sentía ya muy excitado.
Salimos del restaurante un tanto achispados, y nos dirigimos hacia su apartamento. Al cruzar una zona arbolada de la ciudad, Úrsula me aventó contra un enorme árbol, donde nos comenzamos a besar y tocar apasionadamente.
—¡Hazme el amor aquí mismo, Alexander!
Se recargó en el ancho tronco del árbol y enganchó su pierna a mi cintura, enseñando su muslo al subírsele la falda.
—No puedo hacerlo, Úrsula. —En ese momento lamenté el haber sellado mi miembro del modo en que lo había hecho, pero no quería ponerme a dar explicaciones en ese momento.
—¿Qué quieres decir? ¡Te deseo ardientemente! ¡Métemela ya!
Necesitaba hacer algo para calmar a esta fiera y así ganar un poco más de tiempo. Desenganché su pierna de mi cintura para coger uno de los juguetitos del portafolio.
—No puedo, porque aún traes el pingüino dentro de ti, ya no lo sientes más? —Inventé esa excusa.
—¡Me lo sacó y ya está! No me importa con tal de tenerte dentro de mí.
—¡No, no, espera! —traté de detenerla ya que estaba a punto de sacárselo ahí mismo con tal que la penetrara.
Le desabroché su gabardina con prisa. Úrsula me miró complacida de mi iniciativa con sus ojos azules. Un par de mechones rubios caían a ambos lados de su cara escapando del chongo alto que se había hecho al salir del restaurant. Una vez abierta, expuse su pecho jalando hacia abajo el sostén de media copa, haciendo florecer sus dos hermosos senos blancos. La fría brisa provocó de inmediato que se sus rozados pezones se endurecieran, poniéndose erectos. Sin perder un instante comencé a chupárselos, perdiéndome en su generoso busto.
—Mmm… esto se está poniendo muy cachondo, siempre quise tener sexo en un lugar público… asshh… que rico me las chupas… te has convertido en un delicioso loco pervertido.
Accioné el vibrador que había cogido del portafolio y puse mi mano entre sus piernas hasta sentir la humedad de su tanga. La hice a un lado y con el tacto, traté de orientarme en su monte de venus ya me encontraba ocupado jalándole los pezones con mis labios. Coloqué el vibrador sobre su clítoris, masajeándolo con suaves movimientos circulares, haciéndola gemir intensamente. Al ver su reacción, desplacé mi mano en dirección sur llegando a su entrepierna en donde introduje el vibrador con figurita de Teddy Bear hasta sentir el otro que ella traía, dando golpecitos uno contra el otro. La maniobra produjo un choque de olas vibratorias causando que Úrsula se comenzara a deshacer en pedacitos.
—¡Ah Dios mio! Esto es demasiado… jálame los pezones… ah que rico… ahora mi clítoris… si… así.. aja… voy a explotar en cosa de segundos… si… ya viene… me vengoooo ayyy…
Esta vez explotó sin tener que mantener ningún control. Liberó su deseo sexual directo frente a mis ojos. Para entonces, había desarrollado una afección especial a presenciar ese momento sagrado en el que una mujer entrega su cuerpo y mente al dominio del placer. Encontraba fascinante el observar sus rostros reflejando la intensidad de sus orgasmos, así como las distintas miradas que cada una le imprimía a ese momento.
Luna, por ejemplo, fijaba sus ojos color avellana en los míos, otorgándome una mirada profunda, haciendo gestos ardientes mientras el orgasmo le producía espasmos por todo el cuerpo. Nayna reaccionaba diferente, ella levantaba sus ojos hacia atrás, arqueando su cuerpo sensualmente una y otra vez mientras sentía el placer del éxtasis. Úrsula fijaba sus ojos azul cielo en algún punto mientras apretaba la quijada concentrándose en el torrente de sensaciones que la invadía.
Nos calmamos, respirando profundamente, poco a poco sus piernas dejaron de temblar, fue entonces cuando retomamos nuestro camino hacía su apartamento. El tiempo juntos había sido tan encantador, que estaba seguro que podría cambiar su carácter de tener a la pareja adecuada. En cualquier caso, esa no era mi responsabilidad en el futuro, pero sí durante esta noche…