—¿No te apetece entrar?— preguntó tras mi indecisión.

—Sí, claro— añadí. Dónde tú quieras vamos.

 

Mientras accedíamos oímos a un par de tipos cantando una canción, aunque quizá debiera puntualizar que más bien estaban destrozando lo que yo hasta hacía poco consideraba que era una bonita canción.

 

Me reí y pregunté. —Tú también cantas… ¿no?

—¿Yo? Exactamente igual que esos dos canto yo— soltó con mucha simpatía.

—Pues me alegro enormemente saber que así es —dije—. Porque parece que los hermanos Morris-Clark <<Morris por la banda de Lily y Clark por el padre de Sam, ya que eran ambos de padres distintos>> parecíais ser híper perfectos —añadí en parte mosqueada y en parte irónica.

—Tenemos una buena genética no cabe duda— dijo ella con cierto ego. ¡Venga señorita Lee, vamos!

—¿Te fijaste? ¡Lee! Es ridículo— apostillé. No tengo glamour ni en el apellido, no cómo vosotros: Lily Morris y Sam Clark y yo ¡zas! Harriet Lee.

—¿Pero qué tipo de nombre es ese?

—Pues a mí me parece que tu nombre y apellido tienen un toque de lo más musical. ¡Quejica!— soltó a continuación y precipitándome hacia donde se hallaban las mesas a la vez que solicitaba que me callara, y además me dejara de tonterías. 

Aunque yo debía continuar en mi línea y seguí dándole vueltas a mi desgracia personal.

Yo era insignificante y junto a mi insignificancia me acompañaba un nombre y apellido nada chic y por el que poder sentirme mínimamente orgullosa. <<Harriet Lee>> repetí mentalmente y recordándome que se trataba de un apellido tremendamente típico y común.

<<¿Cómo me van a suceder cosas maravillosas a mí, con este nombre?>> Me lamenté.

 

Sin embargo al encontrarme en aquel local y revivir mentalmente la velada junto a Sam, recobré recuerdos que todavía estaban inmensamente presentes e hizo que por un instante me sobreviniera una ligera mueca de felicidad consiguiendo entonces que me sintiera mucho mejor. Creía ilusa de mí que acabar ahí había sido cosa de la casualidad —y reflexioné que quizá incluso— a ella le había podido hacer gracia llevarme al primer sitio donde tuve la oportunidad de conocer un poco más a su medio hermano, pero no. Porque no tardé realmente nada en descubrir que encontrarme allí no se debía a cosa del azar. Debería haberlo supuesto, ¡qué cabrona!

 

Lily miró agitada entre las mesas al igual que si buscara a alguien y entonces sin más, sonrió señalando hacia una de ellas.

—Allí— dijo directa aún ante mi desconcierto y evidente desubicación; la de no saber dónde pretendía que tomáramos asiento.

Pero en cuanto miré hacia el lugar que me indicaba lo confieso, me llevé la mayor de las alegrías de la noche.

 

—¿Sam?—. Su nombré salió de mi boca casi imperceptible y en un tono ciertamente ridículo justo en el segundo exacto en el que yo averiguaba con absoluto asombro que estaba sentado y por supuesto esperándonos en una de aquellas mesas.

Un indescriptible sofoco me recorrió el cuerpo y después tratando de recomponerme miré a Lily. —¿Lo teníais planeado?

—Claro— dijo quedándose tan ancha. Por supuesto yo estaba encantada con ello aunque sin duda perpleja, también nerviosa e incluso algo excitada.

—Me avisó de que llegaba y quisimos darte una sorpresa —y añadió— además tú, me la preparaste a mí.

 

<<¡Cierto!>> Me dije. Aunque yo tenía entendido que él aún seguía fuera del país así que definitivamente nada me hizo sospechar que esa noche tendría la oportunidad de verlo de nuevo. Supongo que me cambió la cara apreciablemente e incluso creo que me ruboricé ligeramente en el instante en el que se levantó de la silla según nosotras nos íbamos acercando.

 

<<Y ahora ¿cómo hago para que no se me note?>> estaba aún más acalorada de lo que lo estuve apenas instantes antes de descubrirle allí.

 

Lily no dudó en darle un abrazo y después Sam se dirigió a mí limitándose a saludarme con un tímido y único beso en la mejilla. Momento en el que yo tragué saliva tratando de decir algo, pero estaba tan sorprendida por encontrarle que me había quedado muda y totalmente sin palabras. Quizá también verlo tan arreglado y guapo fueron claros motivos de aquel repentino silencio. Comprobé que estaba muchísimo más atractivo que la última vez que nos vimos, bueno a decir verdad que la vez anterior, primera e última que nos habíamos visto; y sí, no había duda de que me dejó no solo sin palabras sino también sin aliento.

 

<<¿Se me notaría la cara de tonta? Quise creer, ¡qué no! Desee qué no, en realidad>>.

 

El problema es que yo soy como un libro abierto y seguro que él que era ciertamente hábil y observador ya se habría percatado de mi evidente sonrojo.

 

—Tomad asiento— dijo con aquella habitual y manifiesta seguridad.

Pero únicamente él y yo hicimos el gesto de ir a sentarnos porque Lily curiosamente permaneció en pie, nos sonrió a ambos y después nos dijo que prosiguiéramos nosotros la velada, así que deduje que ella tenía la intención de abandonarnos.

Tampoco me parecía oportuno que tuviera que irse y entonces traté de convencerla de que tomara asiento.

—¿Cómo te vas a ir ahora? No, ni hablar— dije yo.

Podía apetecerme y mucho que nos quedáramos únicamente los dos, pero no iba a permitir que ella se marchara así. Además no eran horas de que anduviera por la calle sola… a pesar de que seguramente su fantástico hermano la habría instruido con cuatro llaves de esas que yo ya había comprobado que se le daban tan bien a él y no había casi ninguna duda de que ella dejaría a cualquiera fuera de circulación de forma rápida y efectiva.

Sin embargo con suma tranquilidad observó la hora y después al instante levantó la mirada en dirección hacia la puerta de entrada y sin motivo aparente le brotó otra de sus sonrisas. A continuación y con entusiasmo levantó la mano como si saludara a alguien. Por supuesto yo me giré de sopetón y totalmente hacia esa misma dirección reconociendo a lo lejos a mi padrino que también en la misma actitud sonriente la esperaba a ella.

—Cómo puedes ver —dijo— no me voy sola. Señaló la puerta de entrada y a Charly que estaba allí plantado y esquivando a mucha de aquella gente que entraba a su vez en el local.

—Podéis quedaros— sugirió gentilmente Sam.

—Sí, por supuesto— respondí.

—¡Gracias!— dijo. Pero ya tendremos tiempo y otra ocasión de hacer una de esas presentaciones del tipo formal más adelante —añadió convencida. Qué disfrutéis de la noche —y se alejó.

—Bueno —titubeé y dije— sin duda sois una caja de sorpresas.

 

Sam me miraba estudiándome de arriba abajo. ¡Menudo repaso me pegó el tío!

—¿Qué tal estos días?— dijo entonces. ¿Me echaste de menos? —preguntó a continuación y con cierto descaro.

 

<<Vaya, sin duda, es directo>> pensé.

 

Y aunque dudé significativamente, algo que además él intuyó por cómo me lo miré —me dije— y por qué no responder sencillamente con lo que siento. Pero la voz de mi conciencia me repetía <<cautela Harry, cautela>>.

 

Supongo que es lógico ya que generalmente yo acabo metiendo siempre la pata.

—Sí claro. Tanto, cómo tú a mí— decidí responderle.

—Pues me alegro enormemente porque eso significa que me has echado muchísimo de menos— concluyó satisfecho.

—¿Vas a deleitarme con alguna canción hoy?— pregunté cambiando de tema y principalmente deseando que aquellos gallos mareados en lo alto del escenario dejaran de una vez por todas de destrozar cuanto tema intentaban interpretar.

 

<<Creo que hasta yo lo haría algo mejor que ellos>> pensé convencida.

 

—Depende —dijo él— ¿vas a acompañarme esta vez? Por un momento creí que me había leído la mente, pero rauda respondí:

—¡Ni hablar!— porque aunque yo también andaba ligeramente chispada al igual que Lily, ni siquiera lo estaba tanto como para atreverme a salir allí a hacer el ridículo en mitad de toda aquella gente.

 

 

Sarah seguía en casa, en pijama, metida en la cama y con una pinta horrible. Sollozaba sintiéndose fatal por aquella última escenita vivida con su novio.

 

Miró la hora deduciendo que Héctor regresaría bien entrada la madrugada.

 

Eso, si regresaba.

 

Algo que ya había hecho en más de una ocasión a lo largo de aquella relación. Por supuesto ella continuó con la misma idea en su cabeza que le recriminaba una y otra vez lo verdaderamente estúpida que estaba siendo últimamente.

 

Cogió una de las fotos que estaba en lo alto de su mesita de noche en la que aparecía junto a él y recordó que la habían tomado en su primer viaje juntos, al menos en el primero que hacían como pareja oficial y sin tener que esconderse tal y como habían hecho al inicio de su relación.

Fueron unos días estupendos a orillas de un lago y en una de esas peculiares y encantadoras casitas de madera con sus típicos y cutres visillos de cuadritos en las ventanas y en donde el mobiliario era simple y además sus puertas chirriaban con un característico sonido. Algo que los mantuvo en sigilo las dos primeras noches por la horrible sensación sobrecogedora de que anduviera alguien más por allí y también eso mismo fue motivo de gastarse alguna que otra divertida broma entre ellos.

Pasaron una semana intensa en la que dejaron emerger descontroladas e irracionales sus más elementales y eróticas pasiones, hicieron el amor en cada rincón de aquella casa descubriendo la sensualidad que emanaba irrefrenable de sus cuerpos como nunca hasta entonces habían sentido y lo recordó con añoranza. Con la necesidad incluso de regresar a ese instante, pero también con esa misma impresión de saber que se trataba de un reciente pasado que probablemente nunca más iba a recuperar.

 

Miró de nuevo la hora, Héctor seguía sin aparecer y sin dar ninguna señal de que pudiera estar arrepentido en lo más mínimo por lo sucedido.

 

Revisó a continuación el móvil constatando que así era, ni rastro de él. Ni siquiera se había molestado en dejarle un mensaje, algo simple y escueto para que ella olvidara su preocupación. Deseó incluso por un instante que así hubiera sido pero entonces tuvo un impulso que no pudo apaciguar. Buscó en su agenda, localizó un nombre y escribió unas líneas y después lo leyó y releyó varias veces tratando de decidirse hasta que finalmente lo envió.

Ya no había marcha atrás, tal vez no había sido lo más acertado pero su instinto le repetía que ese era un paso que tenía que dar a pesar de las claras y evidentes repercusiones de las que sin duda tenía la certeza iban a derivar a raíz de dicho mensaje.

 

Quizá había llegado el momento de poner punto y final.

 

 

 

 

 

 

 

22

 

Sin duda aquella había sido otra velada fantástica junto a Sam, o para ser más exactos la segunda. Se mostró divertido, elocuente, seductor. Sencillamente genial <<pensé>> mientras me hacia la remolona estirada en mi cama con los ojos cerrados y recordando además lo fabuloso de que esta vez hubiéramos pasado la noche juntos.

Reconozco que llegué a imaginar en más de una ocasión que tal sería el sexo con él y ahora puedo constatar que simplemente fue:

—es-tu-pen-do—.

 

<<¿Qué digo estupendo? ¡Un gustazo!>>.

 

Bueno eso estaba clarísimo. No había más que ver la maravillosa e intuyo que estúpida sonrisa que seguro me iba de oreja a oreja mientras seguía allí tirada en lo alto de mi cama y con muy pocas o ningunas ganas de levantarme. Quizá se debiera a que hacerlo se traducía en dar por finalizado de repente lo sucedido la noche anterior y a mí cabe decir, que me apetecía alargarlo lo máximo posible y tanto cuanto pudiera en mi mente. 

 

…Y cómo probablemente os lo estéis preguntando os voy a hacer un breve resumen de lo que dio de sí aquella noche especial:

Llegamos a puertas de casa y sí ¡cómo la vez anterior! La diferencia tan solo es que en esta ocasión no se anduvo con chiquitas. Esta vez no osé cometer el mismo error en el que evidentemente metí la pata besándole únicamente la mejilla y coartando así cualquier tipo de espontaneidad por su parte. Por eso decidí llevar a cabo el mismo ritual que aquella misma noche le había estado confesando al soltero número dos en el local de Goyo, intentar repetida y descaradamente invadir su espacio para mostrarme muy receptiva y disponible y sin duda surtió el efecto buscado porque al segundo y tras poner la llave en la cerradura justo en cuanto traté de girarme hacia Sam, sin más y así sin esperarlo aunque os aseguro que <<tremendamente deseado>> me plantó un efusivo beso.

También os digo que de no hacerlo él, yo me hubiera abalanzado a por aquellos morritos. Pero no fue necesario pues ya se encargó Sam de dar el paso y recuerdo que entonces sentí su calidez en los míos mientras a su vez me rodeaba con los brazos de tal forma que casi me deja, entre una y otra cosa sin respiración.

A continuación abrió hábilmente la puerta; yo seguía hipnotizada y rodeada por aquellos fuertes brazos y además sin dejar de besarme ni un solo instante.

Supongo que imagináis que sin más preámbulo nos fuimos directos a mi cuarto… pues sí, así fue. Y me dije: <<bien, chica lista>> porque justo en ese instante observé que afortunadamente mi cama estaba totalmente despejada y porque por supuesto había tenido la brillante idea de recogerlo todo antes de irme aquella noche. Tan solo que ahora no podía cometer el error de hacer algo como abrir las puertas de mi odioso armario ya que seguramente con lo mal que nos llevábamos me jodería ¡seguro! la gran noche que se avecinaba.

 

Y hablando de avecinarse o de vecinas más concretamente. Nada parecía indicar que Lily hubiera regresado a casa y no se escuchaba ni un solo sonido que proviniera de su apartamento. Por lo que supuse que probablemente ella estaría disfrutando también de una gran noche junto a Charly.

Pero intenté no imaginármelos y principalmente a mi padrino. Eso hubiera destruido toda la intensidad sexual, toda la libido que estaba surgiendo en el interior de mi cuarto en aquellos últimos minutos así que borré de inmediato aquella escena de mi cabeza y me centré; <<yo a lo mío>> me dije.

Dejamos apresurados nuestras chaquetas y mi bolso en el suelo. Mis zapatos volaron rápido y hacia a algún lugar que en aquel momento poco o nada importaba. Me desabrochó el cierre de aquel monísimo top y no dudé en quitármelo, él se deshizo de su camisa casi en un abrir y cerrar de ojos; claro que tras quitársela yo ya no quise pestañear ni una sola vez más.

 

<<¡Madre mía cómo estaba!>>.

 

Después siguió con mis pantalones mientras me estiraba encima de la cama y yo a su vez le desabroché varios de los botones de su tejano. Él hizo el resto, acabó quitándose los zapatos y el pantalón de inmediato.

Parecía urgirnos, era evidente que ambos estábamos ansiosos y eso se palpaba fácilmente en el ambiente aunque a diferencia de una servidora Sam controlaba perfectamente la situación. A mí en cambio se me disparó el corazón latiéndome con suma rapidez y sin dejar de observar su cuerpo musculado y atractivo; además así sin ropa el chico aún estaba… ¡pero qué muchísimo mejor!

En ese instante me miré, allí prácticamente desnuda en lo alto de mi cama y únicamente con un sujetador y un tanga negro y tuve la intención, la irreprimible necesidad de taparme. Sin embargo y muy a mi pesar Samuel no permitió que lo hiciera… siguió besándome primero por el cuello, después por los hombros mientras me bajó con sutileza las tiras y llegando con sus cálidos labios hasta mi pecho.

Cuando quise darme cuenta ya me había desabrochado el sujetador con una maestría que me dejó absorta.

<<¡Vaya, qué habilidoso… no cómo otros!>>.

Por supuesto no me refiero a Héctor que en estos temas es bastante bueno, en lo único a decir verdad que era un experto manitas porque en el resto de cosas directamente lo definiría como de un rotundo desastre. Realmente yo hacía referencia a alguno de esos efímeros rollitos que había tenido anteriormente y que desde luego eran bastante más patosos; y a Héctor… ¡Pero qué diablos hago yo en estas circunstancias pensando en Héctor! Así que al igual que con Charly y Lily preferí olvidarlo de inmediato y más en aquella tesitura.

 

<<¡Céntrate Harry!>>.

 

No tardé en hacerlo ya que solo recordar la habilidad de Sam hizo que me sobreviniera un escalofrío de placer y suspiré satisfecha manteniendo todavía los ojos cerrados.

Después traté de alargar mi mano justo al lugar de la cama en el que supuestamente estaba él descansando y aunque era temprano por la mañana supuse que aún dormiría, pero no lo hallé.

 

Sorprendida me percaté de que no estaba.

 

Abrí de golpe los ojos descubriendo que Sam se había desvanecido aun a pesar de tener la sensación de olerle todavía, de percibir el aroma de su colonia que impregnada seguía en toda mi habitación. Incluso su olor parecía mantenerse igual de real en cada centímetro de mi cuerpo. Cogí la almohada y aspiré ante la duda y sí, olía a él, sin embargo Samuel había desaparecido.

 

Ojeé a alrededor, pero ni siquiera había mucho donde mirar. La habitación es exactamente como el resto de mi apartamento, limitada y de una dimensión pequeña, chiquitita aunque bastante mona.

 

Y pensé. <<¿Fue un sueño? Acaso yo ¿me había imaginado aquella noche de sexo con Sam?>>.

 

Que tiendo a tener una inventiva desbordante de eso no hay duda así que admití que una vez más mi ficción superaba con creces la realidad e innegablemente aquella noche y aquello que yo creía no había sido real; más allá claro que de mi propia mente.

—¡Una vez más!— dije entonces sentándome en la cama desilusionada y algo frustrada.

 

<<¿Pero cómo podía haberme imaginado yo algo así?>>.

 

Pero si trato de hacer un ejercicio poco común en mí de sinceridad, tampoco era realmente eso nada de extrañar teniendo en cuenta los múltiples delirios que acostumbro a tener.

Así que resignada me froté los ojos e hice un estiramiento con mis brazos como si tratara de tocar el techo y justo en el momento en el que me estaba desperezando descubrí que había una terrible mancha de lo más fea en lo alto de mi cabeza y de la cual no me había percatado hasta la fecha.

Y entonces fue cuando escuché de golpe su inconfundible voz.

 

También es verdad que me planteaba en aquel preciso segundo la necesidad de investigar, tirarme de la cama y ver si en el suelo de mi habitación seguiría su ropa esparcida. Pero al escucharlo me dio la respuesta que esperaba.

 

—Buenos días— dijo con apreciable buen humor.

 

Miré en dirección a él fregándome nuevamente los ojos y con la misma cara de tonta que se me queda en muchas ocasiones porque además para rematar está claro que yo me levanto con una pinta horrorosa. Ni tampoco había duda de que esa debió ser la cara que se me quedó en cuanto lo vi ante mí porque estaba aún más seductor, envuelto en una toalla y recién salido de la ducha. Llevaba además una bandeja entre sus manos que perfectamente parecía contener nuestro inminente y estupendo desayuno.

 

Una escena que sin duda yo habré perfectamente soñado, un millón de veces.

 

—He tenido que improvisar —dijo entonces— con algunas de las cosillas que he encontrado en tu desolada nevera. Bromeó con toda razón.

Era lógico —cavilé—. Mi nevera y mi despensa solían estar generalmente vacías o… bajo mínimos.

Acostumbro a comer en el trabajo y además detesto ir a hacer la compra. No hay cosa que me estrese más que cuando llego a la cola de la caja y la cajera de turno empieza a tirarlo todo como si su vida dependiera de la velocidad que utiliza en hacer pasar todos los productos de un lado a otro de la cinta; y encima para que después y con la misma rapidez me solicite el pago y yo me encuentre intentando meter parte de ello en una bolsa que por supuesto no dejará de rebotarse conmigo.

<<¡Seguro qué conocéis esa sensación! ¡Yo la odio!>>. Basta que quieras ir presta para que los elementos se te rebelen.

 

Todo indicaba que Sam se había defendido bastante bien con lo poco que allí encontró, así que seguro que aquel desayuno iba a ser ¡perfecto! O al menos su detalle me supo al mejor desayuno que me han preparado. Bien, en realidad nunca antes para ser más exactos lo había hecho nadie.

También es cierto que ayudó a que me sintiera aliviada y mucho, verlo allí en mitad de la habitación y con ello confirmar que mis recuerdos de la noche de sexo con él habían sido del todo reales y no parte de mi habitual invención.

 

Afortunadamente… <<no estaba perdiendo la cabeza>>.

 

Tomó asiento junto a mí, depositó la bandeja en lo alto de la cama a la altura de mis piernas. Después me agarró suavemente por la nuca y me acercó hasta él. Su intención era evidente iba a besarme y sí, ¡yo estaba despierta y lo que iba a suceder era del todo real! Pero al instante supuse que mi aliento sería ligeramente asqueroso así que le insté a que esperara apenas un segundo, el tiempo que necesitaba en darle un sorbo al café con leche y quizá convertir mis labios en algo más apetitoso de lo que lo podía ser así sin más y recién despertada.

Sonrió entendiendo a qué hacía yo referencia y tras dejarme remediar dicho pequeño detalle se abalanzó nuevamente hacia mí convirtiendo el desayuno en un secundario y olvidado plano. Lo tuve claro en cuanto apartó la bandeja y me quitó la minúscula camiseta de tiras con la que había pasado la noche y deduje que íbamos a repetir esas mismas escenas de sexo que aún muy frescas y latentes seguían regresando a mi mente; y sin poder evitarlo suspiré con ansia. Después me dejé llevar besándolo con mucha efusividad. La misma que te dan las ganas incontrolables del deseo, ese de querer devorar a un recién estrenado e incluso desconocido amante. Las ganas de algo que es nuevo y apetitoso y hasta el momento ligeramente extraño pero que emanaba con fuerza y agresividad de todos los poros de mi cuerpo. Ese apetito que me provocaba Sam y esas ganas de que me poseyera una vez más y de que me permitiera crear nuevos recuerdos en mi loca mente de soñadora, pero esta vez reales. Unos recuerdos muy nuestros, muy íntimos y que era evidente yo no iba a olvidar fuera cual fuera el destino final de aquello que parecía haberse iniciado entre nosotros porque bien lo valía mi excepcional amante.

 

Por un momento tuve la sensación de que junto a él toda mi vida se tornaba diferente, no cabía duda de que empezaba a ser mucho mejor. <<¡Por fin!>>.

 

Una hora más tarde me estaba dando una ducha.

 

Recorrí lentamente y con una esponja algo áspera cada centímetro, sonriéndome muy a pesar de dolerme de las agujetas que inevitablemente me sobrevenían a cada movimiento en mi desacostumbrado cuerpo.

Es poco o nulo el ejercicio que yo suelo hacer y no hay duda de que por segunda vez Sam me había dado un repaso de lo más intenso. Estaba dolorida y aunque contradictoriamente totalmente exultante y feliz y por supuesto encantadísima de sentirme así.

También mi amante parecía sentirse igual ya que sutilmente me llegaba el sonido de su alegre silbido desde la habitación contigua al baño. Debiera haberse dedicado a la música —me dije— porque era excepcionalmente bueno. Recordé entonces que por el momento no había conseguido averiguar aún a qué se dedicaba pero decidí no preguntar más. Simplemente esperaría a que él diera el paso y además <<¿a quién le importaba a qué se dedicaba follando así de bien?>>.

 

Llamadme superficial o… ¿por qué no? ¡Realista!

 

Unos minutos más tarde aparecí vestida y con el pelo aún mojado, sin embargo mi imagen era inmejorable. No sé si el hecho de haber arrasado rápidamente con aquella larga etapa de sequía se convertía en el motivo de que mi imagen recobrara todo su esplendor. Pero de lo que no tenía duda alguna es que Sam había despertado a la fiera que durante demasiado tiempo había estado hibernando en mi interior. Un halo de confianza y seguridad se proyectaba y surgía de mí con la fuerza inminente además de necesaria para afrontar lo que había descubierto precipitadamente la noche anterior sobre mi madre.

 

—¿Te apetece que hagamos algo especial hoy?— dijo él.

—Me encantaría pasar el día contigo bajo esas sábanas— dije señalándolas con mucho ímpetu y descaro. Como si no hubiera tenido suficiente a pesar de dolerme absolutamente de todas partes y algunas de las cuales ni siquiera recordaba yo ya que existieran.

 

<<¡Vaya!>> Me quedé sorprendida conmigo misma tras soltar un comentario así tan alegremente y espontáneo. Pero él sonrió complacido porque era evidente que le había encantado mi propuesta.

 

— Pues… —añadí— hoy tengo algo muy importante que hacer —dije disculpándome.

—Entonces aprovecharé para estar un rato con Lily. Nos vemos luego si te parece —dijo Sam—.

Asentí pensando que probablemente Lily estaría igual de ocupada con el bueno de Charly y considerando también una genial idea eso de vernos más tarde. Al menos a priori no parecía que tuviera ninguna intención de salir escopeteado y desaparecer como ya me había sucedido en alguna que otra ocasión anterior y con alguno de esos otros personajes.

Confieso que no me apetecía absolutamente nada que eso me pasara precisamente con un tipo como Samuel ya que no cabe duda de que encontrar un amante como él, fácil, lo que se dice fácil no es. No niego que quizá lo estoy valuando excesivamente pero dado el resultado y de que había hecho desaparecer de un plumazo todas las telarañas que me habían acompañado en los últimos tiempos y que concretamente habían estado alojadas en mi entrepierna, sin duda un dato a tener en cuenta porque si todo continuaba en dicha línea parecía difícil que fueran a regresar de nuevo ahí; así que interiormente y cruzando los dedos recité la frase mágica:

<<Virgencita, virgencita, que me quede como estoy y a poder ser… exactamente como estoy ¡hoy!>>.

Aunque para ser totalmente perfecto mucho mejor si es sin agujetas.

Bueno, quizá la frasecita realmente no tenga nada de mágica pero es la que suelo oír a menudo a creyentes que sí parecen pensar que da resultado y un poco de fe a una escéptica como yo tampoco iba a hacerle ningún daño.

 

Sam me devolvió rápidamente a la realidad. —¿Vas a llegar tarde a trabajar, no?— dijo echando un ojo a su reloj.

—No te preocupes le pedí a Charly que me diera fiesta, sino estaría de camino hacia allí ya hace un buen rato en vez de estar aquí tan tranquila— dije. Además estoy convencida de que él hoy tiene a Lily de ayudante, si la buscas seguramente estará en la cafetería —lo informé mientras le anotaba la dirección para que se pasara.

—¿Qué te parece si hago la compra para esta noche y preparo la cena?

—No me digas, ¿qué también cocinas?

—¡Claro!…y bastante bien. Es algo que me relaja —explicó Sam.

<<Genial, te vas a llevar de lujo con papá>> pensé.

—Pues me parece una estupenda idea— dije entonces. Sobre todo, si eres tú el que va a hacer la compra —concluí escaqueándome.

 

Por lo que seguidamente abrí un cajón y saqué una copia del juego de llaves de casa, después se las ofrecí con la intención de que pudiera acceder sin problema a lo largo del día. Pero por unas décimas de segundo me sentí extraña ya que se trataba de la primera vez que le ofrecía las llaves de mi apartamento a un hombre y que este no fuera de la familia. Era cierto que simplemente se trataba de una cosa ocasional y que ni mucho menos se iba a instalar en mi piso así que tampoco corría ningún riesgo de que ese gesto derivara en nada más importante y trascendental. Si bien Sam, parecía ser un hombre tremendamente perfecto para mí en todos los sentidos yo no iba a cometer el error de correr más de lo debido <<obviando, que ha acabado bajo mis sábanas en nuestra segunda cita ¡claro!>>.

 

—Toma, así podrás entrar y salir a tu aire.

 

Justo en ese instante recibí un mensaje y supuse que era de papá informándome de que ya me aguardaba a puertas de casa y que había llegado el momento de acercarme junto a él al lugar donde residía mi madre para hacerle una primera visita.

 

Al comprobarlo en mi móvil me di cuenta de que tenía otro mensaje, era de Sarah. ¡Qué extraño!

<<Tenemos que hablar>> decía en él. —¿Qué querrá?—. Y es más, ¿a qué viene tanta intromisión en mi vida por parte de ambos? Primero Héctor, ahora Sarah…

Tenía la sensación de que mi pasado no dejaba de regresar una y otra vez a mi presente, cosa que me incomodaba y aún más ahora que mi vida empezaba a ir por buen camino y a encarrilarse en muchos sentidos. 

 

Me aproximé a Samuel que se abrochaba los botones de la camisa en aquel momento y aunque lo que se me pasó por la mente fue la intención de quitársela de nuevo me limité a plantarle un beso en sus irresistibles labios y me fui después directa a la puerta porque quedarme apenas un par de segundos más hubiera sido peligroso y presagié que de ser así el pobre de papá se iba a quedar tirado, por tanto una pésima idea que rápidamente olvidé.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

23

 

En cuanto cerré la puerta de casa tras de mí y me supe sola sin la mirada de Sam, hice un gesto inconfundible de enorme satisfacción. Un divertido movimiento junto a una expresión específica del tipo:

—¡yuppy!— que evidentemente recordaba lo ocurrido la pasada noche y esta misma mañana. Eso, unido a la inmensa y evidente alegría que me provocaba saber que de nuevo aquella noche iba a poder repetirlo mínimo una vez más, hizo que me pusiera a dar brincos de camino hacia afuera; cómo os dije:

<<Sam había despertado a la fiera>>.

 

En seguida miré a mi alrededor deseando que nadie me estuviera observando ya que de por sí tengo cierta fama de ser algo rarita. Especial o diferente, diría yo cómo para que encima les dé más motivos para murmurar sobre mí a algún que otro vecino de la comunidad. No hay duda de que hay demasiado turbado por ahí con la vida ajena. En mi edificio no son pocos los chismosos que siempre tienen tiempo para criticar aunque la mayoría de esos chismes no sea más que simples invenciones. 

<<¡Madre mía si Johanna, la viejecita de abajo llegara a ver a Sam saliendo de mi apartamento!>>.

Pero según me iba alejando en dirección a la entrada donde aguardaba mi padre me llevé las manos a la cara al reparar de repente en otro importante detalle… <<¡Oh, pues cómo encima lo vea entrar o salir también de la casa de Lily, la que se va liar! ¡Esperemos que no crea que se trata de un gigoló!>>.

Que aunque pueda parecer un tanto surrealista tratándose de una carcamal que ronda alrededor de los cien años o por ahí, conociéndola es capaz de ponerle un billete en el bolsillo a Sam e insinuar así que quiere contratar sus servicios.

Os aseguro que no sería ni la primera, ni seguramente la última vez que Johanna nos sorprendiera con alguna locura de ese tipo.

 

<<Espero no convertirme en alguien como ella si es que consigo llegar a su edad ¡claro! Porque si de mí dicen que soy gruñona os auguro que ella es lo más parecido a una bruja de esas que no paran de refunfuñar>>.

 

—Buenos días, cariño— dijo papá al verme ascender a su vehículo. Te veo especialmente contenta esta mañana —añadió.

—Sí, venía haciéndome varias conjeturas en la cabeza sobre un tema concreto— dije.

Pero decidí que no era adecuado dar muchos datos porque explicarle a mi padre que yo acababa de pasar la noche con Sam, el medio hermano de Lily. Que a su vez por lo visto también acababa de pasar dicha noche con mi padrino y mejor amigo suyo Charly así de sopetón seguramente era demasiada información para él. Que además, todo aquello unido a lo que acababa de pasárseme por la cabeza de la hipotética cara que se le quedaría a mi vieja y chismosa vecina Johanna si coincidía que veía a Sam entrando o saliendo de dos apartamentos distintos y contiguos del edificio y en los cuales vivimos dos estupendas solteras.

¡Pues eso! que positivamente pensaría o haría cualquier desatinada y absurda maquinación del pobre Samuel que en definitiva no es más que el hermano de Lily y que también es mi… Bueno, yo aún no sé exactamente qué es… de mí.

—¿Lista?— Preguntó papá.

 

Me sentí exactamente igual que en la ya olvidada época estudiantil en la que esporádicamente me llevaba él en coche a la escuela y recordé que generalmente era esa su pregunta de camino a hacer un importante examen; aunque de eso hará más o menos unos mil años.

El resto del trayecto nos mantuvimos ambos en silencio. Supongo que aunque teníamos mucho de lo que hablar ninguno se atrevía a dar el paso. Apenas un par de escuetos comentarios, esos típicos sobre el fantástico clima de aquella mañana y poco más. Hasta que unos veinte minutos después y a las afueras de la ciudad nos detuvimos a puertas de un magnífico edificio que avisté desde su misma entrada que se rodeaba por multitud de jardines. Tenía un aspecto perfectamente cuidado y una vegetación densa, además de que las flores eran vistosas y coloridas y transmitía una enorme sensación de sosiego. Eso me hizo sentir aliviada al comprobar que el lugar en el que se encontraba mi madre realmente era o así lo parecía, un buen lugar para ella. 

Papá bajó del auto haciéndome un gesto para que lo acompañara. Ese detalle me extrañó porque intuí que quería dejarlo allí aparcado a pesar de que yo había visto anteriormente un enorme parking justo en el lado derecho en el interior del recinto vallado y lo más lógico creí que era el de adentrarnos con él. Sin embargo nos acercamos a pie hasta el interfono que había junto a la verja y a continuación él pulsó uno de los timbres escuchándose al poco de eso una voz del otro lado a la que simplemente respondió: <<visita para Mirta Lee>> y de inmediato nos abrieron la puerta dándonos acceso.

Al segundo entendí el motivo por el cual había dejado el coche a su entrada. Lo cierto es que todo apuntaba que él no tenía intención de acompañarme en aquella visita.

Tan solo lo miré en espera de que me dijera algo, de que me explicara lo que debía hacer yo a continuación.

 

—Sigue hasta la puerta y ella te estará esperando allí.

—¿No me acompañas?—. Pero supuse que no.

—Prefiero dejaros este momento a ambas— afirmó. Ves a ver a mamá y no te preocupes porque siempre que anuncias la visita desde aquí la avisan a ella que suele correr a la entrada a ver quién es el que viene a verla.

Y después tras ese comentario me sonrió y únicamente añadió:

—Llámame cuando consideres y vendré a recogerte.

—Vete papá y no te preocupes que yo cogeré un taxi— concluí.

—Cómo quieras— apenas respondió eso antes de irse en dirección a su coche.

 

Así que entré y caminé por la ruta marcada para peatones junto a ambos carriles destinado a vehículos y lo fui observando todo. Intenté fijarme en cada uno de los detalles que encontraba a mi paso y que me rodeaban y justo allí, a punto de acceder al interior del centro y en aquella primera estancia una zona que me pareció lo más similar a una recepción, la vi a ella acercándose por el pasillo con rapidez y con un exultante entusiasmo. Estaba radiante y aún me pareció verla más radiante y espléndida en cuanto se percató de quién era su visita.

En ese instante le brotó de inmediato la que posiblemente fuera su mejor sonrisa, quizá la más bonita que nunca hasta entonces había conseguido ver en ella porque sin duda se palpaba visiblemente en su actitud que estaba alegre de recibirme a mí.

 

—¡Harriet! Hola cariño— dijo. ¡Es mi hija! —pronunció enseguida totalmente emocionada y dirigiéndose a todo el que se encontraba cercano a nosotras.

—Hola mamá…— apenas llegué a decir yo. Al instante se me acercó regalándome un gran abrazo y por primera vez en mucho tiempo se lo devolví con aquellas mismas ganas o tal vez incluso con mucha más intensidad de la que ella me ofrecía. La había echado tantísimo de menos que temí que un momento como aquel entre nosotras y aún más ese anhelado abrazo, realmente no fuera a llegar jamás.

 

Comprobé entre sus brazos que seguía desprendiendo el mismo suave y característico olor que recordaba de mi niñez, sin duda era jazmín. Una fragancia que me transportó al pasado y quise cerrar los ojos para recuperar dichos instantes. Pero apenas duró unas pocas décimas de segundo porque de repente ella me sorprendió pidiéndome con mucha energía que la acompañara. Era obvio, quería enseñarme el lugar y que conociera su entorno, su vida, la gente con la que convivía y por supuesto su cuarto. Allí hallé sorprendida muchas fotos, todas nuestras. Estaban Nick y Noland, estaba yo en diferentes etapas de mi vida. Mi niñez, mi adolescencia y alguna que otra actual de las situaciones más importantes y que por supuesto yo desconocía que ella pudiera mínimamente saber. También las había de papá, en algunas posaban juntos. Un detalle que me agradó especialmente aunque por supuesto fue imposible entonces no pensar en todas las cosas que nos habíamos perdido que habían sido muchas, quizá demasiadas a lo largo de nuestra vida.

Todos los momentos en que deseé tenerla junto a mí pero no estuvo, estaban ahora allí plasmados encima de un sencillo mueble y de un par de estanterías llenas de ellas y me di cuenta, de que en ese pequeño lugar se resumía de la forma más simple nuestra historia; porque aquella multitud de fotos eran la historia sintetizada de la familia.

Después me instó a que nos sentáramos en una de las espléndidas terrazas que había visto anteriormente y de camino a reencontrarme con mi madre. Tomamos asiento en un lugar en el que soplaba la brisa dulce y cálida y que hacía más apetecible que nos tomáramos un refrigerio mientras tratábamos de entablar una conversación. Una charla que inicialmente nos costó más de lo esperado por lo que fuimos pasando de puntillas por muchos temas triviales. Se me hacía especialmente raro estar sentada allí junto a ella y hablar como si aquella situación la tuviera totalmente normalizada y como si no hiciera apenas unas pocas horas que había descubierto la realidad sobre mi madre, de su enfermedad y de su estancia en un centro que poco a nada desvelaba que pudiera ser algo más que un lugar donde relajarse y descansar. Ella parecía además sentirse bien, totalmente integrada pues se saludaba con todos y sonreía continuamente dándome así cierta tranquilad.

Supongo que eso directamente se tradujo muy a pesar de no haberlo previsto, de no tener intención alguna de abrirme a ella, ni de pensar en ningún momento de que llegaría a hablar en ningún caso de mis sentimientos pero surgió sin más, sin darme cuenta estaba explicándole visiblemente emocionada la relación que se iniciaba entre Sam y yo, y además mi madre me escuchaba muy atenta. 

 

 

A cierta distancia de allí y cómo cada día Charly se hallaba en su cafetería, tan solo que en esta ocasión le brillaba poderosamente la mirada. Una expresión de felicidad tan plena que incluso el más escéptico de los mortales en temas románticos no hubiera dudado en envidiarlo.

Le servía una taza de café a Lily a la que su vestuario delataba que aún a aquellas horas no había siquiera pasado por su apartamento a cambiarse de vestido. Sin embargo y en la misma línea que él, ella seguía luciendo tan estupenda o más que la pasada velada.

 

Lo sonrió con mucha complicidad mientras tomaba la taza entre sus manos.

 

Marian les observaba cercana y lógicamente sin perder detalle y en un total y absoluto silencio, pero quedándose de inmediato con un gesto totalmente clarificador pues la actitud de él denotaba lo importante sin duda que parecía ser Lily.

 

<<Esa es… la taza de ¡Charly!>> murmuró ensimismada por ese detalle aquella camarera.

Sonrió apreciablemente contenta por su jefe y después siguió a sus quehaceres. Tampoco iba a perder ella la mañana con aquel par de tortolitos.

 

Ellos seguían a su aire envueltos de una aureola invisible pero perceptible que únicamente un estado propio como el enamoramiento es capaz de concederte. Absortos y embelesados sin percatarse de aquellas miradas que les estaban convirtiendo en los principales protagonistas aquella mañana. Eran el centro de atención de la mayoría de personas que los rodeaban, ya fuera del resto de camareros como también de los habituales clientes. Sin duda el verlo acompañado por ella y en su cafetería, además de jubiloso y perceptiblemente feliz no estaba pasando desapercibido a ojos de nadie.

Un momento que describía a la perfección el transcurso evidente de la noche anterior, el de una lectura innegable de que dicha conexión entre ellos había funcionado.

Tan solo entonces y de repente la presencia de Sam accediendo a la cafetería consiguió romper ese momento.

No le fue difícil avistar a su hermana sentada en un rincón al final de la barra haciendo manitas y muy acaramelada con su recién estrenado ligue, al que la evidencia apuntaba que no se trataba de algo efímero y levemente transitorio sino de una relación en su más amplio sentido descriptivo de la palabra.

Se acercó a ella con la misma manifiesta seguridad que lo caracterizaba y sin perder un segundo la besó y después con aquel mismo ímpetu estrechó la mano a Charly en el instante en el que Lily hacía la correspondiente y esperada presentación.

Indudablemente Charly se la estrechó también con fuerza y energía y pretendiendo quizá remarcar al segundo uno quién era él y su grado de implicación tratando de dejar claro el papel que le había sido encomendado, simple y llanamente el de padrino. Pero sin apenas pestañear y ni mucho menos vacilar, Sam, un tipo muy hábil y observador no tardó tampoco en entender e interpretar aquella reacción y decidido le correspondió de igual forma. A fin de cuentas él también era el hermano de Lily y no deseaba que nadie la pudiera dañar de ninguna forma y menos que pudieran romperle el corazón.

Pero ese pequeño e importante detalle no pasó inadvertido a ninguno de los dos hombres que por un momento todo indicó que habían estado midiendo fuerzas. Cosa que en segundos originó que sencillamente se miraran brotándoles entonces sendas sonrisas en sus labios, un pormenor que pasó totalmente desapercibido a Lily.

Había quedado clara la postura de ellos y por sus reacciones constataron sin ningún mínimo de incertidumbre que Charly y Sam se habían caído bien. Además tampoco quedaron dudas de que evidenciaba su mutuo beneplácito en sus respectivas y tempranas relaciones.

 

—¿Café?— preguntó Charly satisfecho y soltando entonces la mano de Sam.

—Sí, perfecto— dijo él. Pero házmelo ligeramente largo —demandó.

 

Tras servírselo Charly se excusó.

—Os dejo aquí charlando que yo debo hacer un par de gestiones —y aclaró— estaré en mi despacho.

 

Lily sonrió poniéndole ojitos pero al instante se centró en Sam.

 

—Qué, ¿cómo ha ido hermanito?

—¿Y a ti?— respondió veloz y con otra pregunta.

 

Su hermana se echó a reír porque parecía que ambos estaban dispuestos a recurrir a evasivas. Aun así insistió pero no sin antes informarle de que en su caso todo estaba siendo perfecto; no había más que contemplar su aspecto para adivinarlo.

 

—A mí bien, ha sido una velada estupenda— dijo entonces recordándola.

 

 

 

 

 

 

 

24

 

La noche antes, en cuanto Lily y Charly salieron del local, de aquel tan sumamente curioso y estrambótico, intentaron localizar sin éxito algún que otro establecimiento donde detenerse y proseguir juntos y solos, pero dada la agobiante aglomeración se dieron por vencidos. De ahí que él sugiriera que aunque su casa estaba ligeramente alejada de la ciudad era sin duda la mejor opción. También era cierto que contaba con un pequeño estudio en el centro, uno de esos del tipo loft donde generalmente solía pasar la noche entre semana. Sin embargo lo descartó de inmediato pensando que corría peligro de que ella se llevara una mala impresión al ver aquella diminuta leonera y directamente perdiera puntos a ojos suyos. Así que le pareció más oportuno que lo acompañara hasta su casa consciente de que se trataba de un lugar mucho más idílico y sabiendo de antemano que el entorno iba a ser de su agrado.

Se trataba de una especie de granja con las suficientes hectáreas como para perder su mirada más allá del horizonte y apenas lograr descubrir hasta donde llegaba el límite y aunque tal vez la casa en sí no era extraordinariamente grande teniendo en cuenta su exterior, no había duda de que el mayor atractivo se debía a su excelente hábitat. También se sumaba a eso el hecho de que además contaba con un pequeño establo en su misma propiedad. En él un par de caballos, un viejo y apacible perro y cómo no un travieso felino, que a diferencia de lo que suele suceder en estos casos se llevaba estupendamente bien con su compañero canino. Posiblemente propiciado a raíz de los muchos años que llevaban ya juntos y que desencadenó en la necesidad de cuidar el uno del otro sin reticencias impuestas de ningún tipo.

Lily se quedó maravillada en cuanto puso el primer pie fuera del auto de Charly y asombrada miró a su alrededor. Todo estaba tan perfectamente cuidado que generó que se llevara una grata impresión. Pero ese detalle no era nada casual y venía motivado por las horas que invertía Jean, un jovencito e hijo menor de una de las casas vecinas y cercanas al lugar; y a escasos diez kilómetros de allí. Él se acercaba varias horas a lo largo de la semana con su motocicleta para dar de comer a los animales, cuidar y tratar los árboles frutales y hacer cuanta tarea fuera necesaria. A cambio de eso Charly le pagaba un jornal y así el muchacho se ganaba el dinero necesario que le permitiría alcanzar su máxima ilusión. Se había fijado un plazo con la intención de juntar una cantidad que sufragara un viaje previsto por todo el país e incluso algunos destinos concretos en el extranjero; únicamente eso sí, si lograba reunir la cantidad suficiente de dinero. Su finalidad hacerlo tras acabar los estudios que cursaba y llegado dicho momento dispondría del tiempo que fervientemente anhelaba para plantearse durante aquella escapada cual iba ser su inmediato futuro. Decidiría entonces si realmente deseaba matricularse en la universidad como así le indicaba la mayoría o por contra dedicar su vida a otros temas.

Su vena aventurera le dictaba que ese viaje serviría para despejar todas y cada una de aquellas dudas antes de tomar ninguna decisión precipitada por lo que el encargo de Charly le vino como caído del cielo para conseguir alcanzar y cubrir dichas expectativas.

 

El anfitrión desapareció momentáneamente y al poco de eso y en su ausencia se encendieron unos potentes focos en la parte exterior del establo. Minutos más tarde regresó sujetando las riendas de uno de los equinos que descansaba a aquellas horas en su interior, cosa que hizo que a Lily se le iluminara el semblante al contemplar la belleza del precioso animal y además de dejarla boquiabierta porque descubría así que ambos compartían más de lo que ella había creído a priori.

 

En seguida y sin dudarlo se aproximó a acariciar el lomo de tan bello y manso ejemplar.

—¿Sabes montar?—. Pero por su actitud tuvo clara la respuesta.

— Sí, montaba muy bien —y añadió entonces— desde muy niña.

—¿Montabas? —E hizo una leve pausa—. Lo dices en pasado, por qué ¿es que ya no montas?

—Dejé de hacerlo.

—Creo que no es algo que deje de gustar, sin más…— reflexionó Charly en voz alta.

—Fueron otros los motivos— susurró ligeramente cabizbaja.

Por primera vez Lily perdió su eterna sonrisa.

—¿Te apetece contármelo?—. Pidió él en un tono suave y con el mayor tacto posible intuyendo que algo se escondía tras aquella decisión de no volver a montar más; una sensación inequívoca de que se trataba de algo importante.

Pero en aquel instante y al observarla vio que se mostraba ausente, totalmente entregada a sus pensamientos. Así que en silencio ambos regresaron al establo con la intención de devolver a su cuadra a aquella espléndida yegua de nombre —Toscana— y que Charly orgulloso exhibía. A pesar de la evidente angustia que desde luego le había surgido al distinguir aún en Lily cierto gesto de desconsuelo, detalle que le hizo sentir culpable.

 

<<Quizá si se hubiera abstenido de mostrársela hubiera evitado esa evidente tristeza de ella>> pensó. 

 

Después se dirigieron hacia su casa, tal vez cambiar de tema aliviaría lo que fuera que se le estuviera pasando por la cabeza así que lo primero fue hacer el recorrido de rigor donde le mostró todas las estancias. Un salón-comedor, tres dormitorios, un baño, otro pequeño aseo y a continuación una breve parada en la cocina donde él preparó un par de infusiones; dada la hora ya habían tenido ambos suficiente alcohol para cubrir el resto de la noche.

 

—Es bastante grande ¿no?— hizo una observación sobre la casa.

—¿Tú crees?

—Tratándose de un soltero, bueno, no creí… —sugirió ella— que tu casa fuera así.

—Eso es porque no has visto el minúsculo estudio que tengo en la ciudad, ese sí que es un pisito totalmente de soltero— afirmó. Vengo aquí de vez en cuando, es nuestro lugar de reunión y en donde llevamos a cabo las celebraciones importantes de la familia y por supuesto, donde espero venir a retirarme algún día…

—O también, adivino, que es el lugar donde traes a las chicas para tratar de impresionarlas— dijo ella bromeando.

—No era esa la intención, pero dime: ¿lo he logrado?

 

Lily agitó la cabeza negando y recuperando de inmediato su bonita sonrisa y después lo acompañó de camino hacia el salón. Allí tomaron asiento, se acomodaron bajo una tenue luz, tranquilos y sin prisas. Aquella falta de presión desencadenó en Lily la necesidad de desvelarle entonces el motivo por el cual había dejado de montar.

Por su expresión quedaba claro que dicho tema la seguía consternando; quizá una cuestión que necesitaba zanjar.

 

—Verás…— en su gesto se leyó cierto atisbo de tristeza e incluso dolor, sin embargo no se detuvo pues tenía intención de contarle los verdaderos motivos a Charly sobre aquello que formaba parte de su pasado y confiárselo le pareció apropiado. Morgan, mi padre —dijo visiblemente emocionada al recordarlo— era un apasionado de los caballos. De hecho recuerdo que fue él quien me infundió a mí esa misma pasión hacia ellos, solíamos salir a montar juntos muchos días.

 

Charly se percató entonces de cuál iba a ser el desenlace de aquel relato pero aun así dejó que ella se expresara sin interrupciones.

—Te hablé superficialmente de su pérdida durante nuestra cita ante los deliciosos cocteles en casa de Nelly, pero no te conté realmente la forma en la que falleció mi padre.

No tardaron nada en humedecérsele los ojos a Lily y entonces él depositó su taza en una de las mesitas más cercanas para aproximarse lo máximo que pudiera hasta ella con la intención de consolarla.

—Tras el fuerte varapalo sufrido en sus negocios perdió casi la totalidad de sus ahorros, algo que concluyó cómo ya te expliqué en que mi madre lo abandonara por otro hombre más rico y con más posibles que él, Phil, el padre de mi medio hermano Sam. Eso sí, es un buen hombre que siempre me ha tratado como a una hija. Mi padre se hundió aún más, sin embargo siguió adelante luchando hasta conseguir poco a poco ir restableciendo parte de su patrimonio. Evidentemente a lo largo de ese periodo tuvo que dejar muchas de sus aficiones ya que su economía no le permitía mantenerlas y cómo habrás imaginado la de montar a caballo fue una de ellas, es más se vio obligado a vender todo cuanto tenía de valor incluyendo a esos preciados equinos.

Charly acariciaba repetida y con sutil delicadeza la mano de ella y aunque tampoco deseaba mostrarse excesivamente cariñoso y quizá violentar así la vulnerabilidad que se apreciaba en Lily entendió que aquello era lo que precisaba en ese momento.

—Tras mucho esfuerzo y tiempo llegó el día en que afortunadamente empezó a reponerse, especialmente a nivel económico— dijo entonces sumida en una sobrecogedora y palpable emotividad; y prosiguió con su relato. Su estado anímico por supuesto nunca jamás volvió a ser el mismo aunque su ansia de recuperar su anterior vida hizo que precisamente ese día decidiera acudir a la hípica, algo que inicialmente te puede parecer que es una decisión sin más y sin ninguna trascendencia, pero que derivó en un fatídico día.

—Regresar a un lugar en donde tantas veces antes se había reunido con todos aquellos que denominaba erróneamente amigos, exactamente los mismos que desaparecieron tras tambalearse sus finanzas. Pero que no dudaron en aparecer de nuevo en su vida al descubrir que recientemente había recuperado parte de esa riqueza perdida. ¡Unos hipócritas interesados! —Soltó con vehemencia—. Ese día simplemente ansiaba recuperar una ilusión que había dejado aparcada durante mucho tiempo, algo tan simple como volver a montar otra vez, así que ese día en cuestión consiguió cumplir ese deseo… pero desgraciadamente —y entonces se echó a llorar— fue el día también, en que mi padre perdió la vida.

 

—¿Qué sucedió?

—El caballo lo derribó— respondió únicamente. 

—Lo lamento— dijo Charly algo afligido.

—Muchos dijeron que había sido una fatal caída, uno de esos trágicos accidentes que sencillamente suceden —sollozó—. La cuestión… es que él murió en el acto y nunca sabré si fue debido al tiempo que llevaba sin montar o si se debió en cambio al comportamiento del caballo y que además él apenas conocía, no sé —y suspiró—. Realmente no he dejado de hacerme conjeturas una y otra vez sobre lo sucedido, suposiciones que inevitablemente me golpean y me turban, que no dejan de entristecerme porque además ni siquiera pude despedirme de él —y añadió—: ¡Mi importante trabajo me lo impidió!

 

Charly se acercó aún más a ella. Le pasó con mucha dulzura la yema de los dedos por sus húmedas mejillas con la intención de hacer desaparecer sus lágrimas y tras eso dejó que su impulso lo guiara, así que sin más la besó; y ella sumida en aquella visible tristeza se lo devolvió totalmente entregada y lo abrazó dejando que a su vez sus brazos la envolvieran hasta sentirse totalmente salvaguardada y reposando en su regazo.

 

El resto de la noche transcurrió sin más sobresaltos y acompañados únicamente del suave murmullo de una melodía sonando de fondo. Se durmieron abrazados, inundándoles una maravillosa paz que les reconfortó, sobre todo a Lily. Permanecieron allí en el sofá aun a pesar de contar con tres maravillosos dormitorios hasta que la luz del día les despertó.

Sin embargo a Sam, únicamente le contó algunos pequeños e insignificantes detalles de cómo le había ido con Charly, tampoco era necesario contarle más.

 

—Adiós cariño, vuelve pronto a visitarme— me dijo mamá con una mueca de felicidad.

Yo le devolví la sonrisa, feliz y alejándome a pie por aquel mismo camino que había hecho de entrada mientras rebuscaba en el interior de mi bolso tratando de dar con mi móvil y solicitar entonces que algún taxista se acercara a recogerme a puertas del centro.

 

Las horas junto a mi madre habían volado veloces.

 

Hablar con ella me hizo perder prácticamente la noción del tiempo y sí aunque me gustaría afirmar que nos pusimos al día eso sería utilizar una expresión algo exagerada. Cuanto menos se trató de un encuentro muy positivo. Así que de camino a casa y sentada allí sola en el taxi me sentí aliviada y deseando ir a verla de nuevo. Entonces continuaríamos con nuestra charla y nos reiríamos, seguro, recordando muchas historias de mi infancia que por las circunstancias habían quedado en el olvido y enterradas en algún rincón de mi memoria.   

 

Llegué ansiosa al portal de casa recordando inquieta la propuesta de Sam.

 

<<¿Qué me habría preparado él?>> Me pregunté.

 

Pero entonces me asaltaron las habituales dudas, aquellas que me decían que tal vez no iba a encontrarlo allí y que habría salido escopeteado… Que quizá le hubiera surgido algún contratiempo, uno de esos inesperados.

Era evidente que yo seguía en mi línea o así fue hasta que abrí la puerta de casa. Justo en ese instante cambié radicalmente de opinión ya que lo primero que me sobrevino fue un delicioso y exquisito olor que me llegaba desde la cocina e invadía todo el apartamento. Después tras esa inicial y buena impresión descubrí a un maravilloso hombre ataviado con un divertido delantal, uno que hacía un par de años que estaba ahí colgado de un gancho y que hasta la fecha yo no me había decidido aún a estrenar; y entonces me di cuenta de que aquello indudablemente era lo mejor que me había pasado en mucho tiempo.

 

Estaba emocionada y el run-run de mi estómago, ¡también daba muestras de estarlo!

 

En ese instante fui verdaderamente consciente de lo afortunada que era o al menos, así es como exactamente me sentí cuando él me recibió con la cena prácticamente lista y una copa de vino en su mano que además no tardó nada en ofrecerme. Entonces sin previo aviso como suelen suceder las mejores cosas me estrechó contra su cuerpo para plantarme otro de sus fabulosos besos.

<<Qué curioso que aquellos labios que no me parecieron especialmente deseables la primera vez que nos vimos ahora me hacían perder el cu…>>. Bueno la cabeza, con una facilidad pasmosa y anhelando besarle a todas horas.

Así que lo besé repetidamente como si tratara de recuperar todos los besos que dejé escapar a lo largo de mis casi treinta y cinco años de vida; mientras curioseaba e intentaba de soslayo averiguar lo que había en lo alto del mármol de la cocina. Alguna seña o detalle que me orientara sobre cuál era el menú que Sam había preparado para esa especial noche dado que mi capacidad olfativa no había logrado facilitarme ese dato.

Me sentía como la princesa del cuento, de ese que siempre quise tener. Incluso me asaltó la agradable sensación de que a mis oídos llegaba una de aquellas preciosas melodías, una de esas que se escuchan normalmente en los momentos importantes de cualquier película romántica y por primera vez no deseé que apareciera ninguna hada madrina, ni ningún atractivo ni exótico ángel de la guarda porque Sam era exactamente todo cuanto siempre yo había anhelado.

Me pidió que me sentara a la mesa o a algo tipo mesa que improvisó ya que mi apartamento no preveía cenas románticas y aquella tenía toda la pinta de serlo. Sobre todo por ambas velas que iluminaban allí en lo alto. Idea suya por supuesto, las debió comprar en el supermercado porque yo no suelo tener de esas cosas; si es que apenas cuento con una ridícula linterna las ocasiones en las que se me iba la luz.

 

En seguida nos pusimos al día de nuestras respectivas jornadas y por supuesto tras hablarle de mamá y de cómo había ido mi visita empezamos a cotillear de lo sucedido entre Lily y Charly y de toda cuanta información evidentemente él poseía y de la que yo estaba ansiosa por conocer.

 

<<Era un buen tema de cotilleo>> no había duda de eso.

 

Después le mencioné el extraño mensaje recibido la noche anterior de Sarah y que había visto en mi móvil esa misma mañana. La petición para reunirnos y hablar, una demanda para mi gusto que consideré llegaba excesivamente tarde. 

Él me invitó a que le diera como mínimo la posibilidad de escuchar lo que tenía que contarme. Que probablemente eso no me iba a hacer más daño de lo que ya me hubieran hecho ellos en el pasado.

Pensé que tal vez tenía razón y una vez más me admiró su seguridad.

 

Después cambié de tema radicalmente y aunque me había marcado no sacarlo, no volver a hablar de ello, pero allí sentados ante la cena directa y sin pensarlo me lancé.

—¿Piensas contarme <<de una vez>> a qué te dedicas? ¿A qué se deben esos viajes que haces de aquí para allá en los que te vas durante una semana fuera del país?— dije de carrerilla y con mucho énfasis. Pensé que así contribuiría a que finalmente se decidiera a responderme.

 

Pero se limitó a sonreír.

 

Algo que por supuesto también era de esperar. Así que insistí y le pregunté una vez más haciendo hincapié en que me apetecía oír una respuesta. En cambio apenas dijo un breve:

—Bueno… es que, entonces…

Y yo reaccioné rápido.

—Entonces ¿qué? Acaso ¿tendrás que matarme?— bromeé.

Ya sabéis que soy una serie adicta y por cómo había empezado su frase, todo parecía indicar que eso era lo siguiente que me iba a soltar.

—Algo así— dijo con rotundidad.

Le había cambiado el semblante.

<<Tragué saliva, su actitud no era para menos. ¿Me estaría tomando el pelo? O por el contrario me lo decía totalmente en serio>>.

Que era un tipo graciosillo es evidente. Así que le dije:

—Y si ¿en vez de matarme? lo dejamos, ¡en un sustito!—. Mi respuesta fue en un tono que mezclaba en parte medio miedo y asombro, y por otro lado el de la lógica ironía; la que siempre me acompaña <<¿por qué quién sería yo sin mi ironía?>>.

 

¡Pero es que se había quedado tan serio que lo cierto es que me acojoné!

<<Y yo confieso que aunque soy de fácil fascinación nunca lo he sido en cuestiones de acojone como esta vez concreta y ahí mi mente empezó a delirar. ¿Tal vez era él un asesino a sueldo? y de ahí esa técnica en defensa tan buena y efectiva que tenía. A lo mejor te enamoraba, te seducía y después te mataba eliminando así todo rastro de prueba>>.

 

—¡Leches, qué yo soy la vecina de tu hermana!— solté de repente y en voz alta y ante la cara de desconcierto de Sam. Pero es que se me escapó porque morderme la lengua nunca me ha sido fácil.

<<¡No puedes matarme! soy la ahijada de su ligue>> pensé, porque esta vez afortunadamente un comentario de aquella índole no me atreví a decirlo en alto.

 

Él sonrió de nuevo e imagino que intuyendo todas las locuras que apresuradas girarían en el interior de mi cerebro en ese momento; que por cierto no eran pocas.

 

—Trabajo en el sector de la seguridad— dijo de inmediato y empezando a conocer mi vena creativa. Supongo también que creyó que ya se había reído suficiente de mí y que era hora de hablar en serio.

—¿En el sector de la seguridad? Y para eso ¿tanto cuento?—. Le dije visiblemente mosqueada por la forma en cómo me había estado tomando el pelo. Vamos, qué instalas alarmas ¿no?

—No, Harry. ¡Seguridad nacional!— sentenció.

—¡Mierda! ¿Me he liado con un agente especial?— solté abriendo los ojos y levantando las cejas y ¡vale, no lo niego! quizá no fue la expresión más adecuada, pero esa es la que me salió así, de sopetón.

—Y eso exactamente, o sea que eso significa que te dedicas a que no suceda nada en el país, ni a su Presidente…

—Bueno, a poder ser que no le suceda nada a nadie aunque eso es una utopía y negaré haberlo dicho— después añadió. No olvides que si te cuento algo más deberé matarte —bromeó.

<<Supuse que bromeaba ¡claro! Básicamente porque su comentario fue acompañado de una estridente carcajada>>.

Pero de inmediato sonreí porque me acababa de dar cuenta que Sam era mi Kevin Costner personal. Es decir: —mi guardaespaldas— aunque más joven y guapo ¡por supuesto! Y yo, ni más ni menos que me convertía entonces en su mismísima protagonista, Whitney Houston; o al menos en una pálida y afortunadamente vivita y coleando versión de ella.

 

Quizá sí, que finalmente acabaría teniendo ese final de película que siempre había soñado.

 

 

 

 

 

 

25

 

Fui postergando conscientemente la cita con mi ex mejor amiga todo cuanto pude a pesar del buen consejo de Sam de darle una oportunidad hasta que unos meses más tarde y tras su insistencia, decidí finalmente dar el paso.

La llamé para decirle que no me apetecía que nos viéramos y porque no entendía su fijación en quedar conmigo y que tampoco comprendía exactamente el motivo por el cuál seguía coincidiendo una y otra vez con el imbécil de Héctor. Ya fuera en el supermercado que como sabéis yo no frecuento demasiado o en sus esporádicas apariciones por zonas cercanas de la cafetería, e incluso en más de una ocasión y de sopetón próximo a mi casa.

Pero entonces ella, en aquella breve charla telefónica en la que era evidente necesitaba desahogarse y recuperar parte de su dignidad perdida o también alimentar su debilitada autoestima acabó finalmente dándome la clave y desvelando que motivaba los odiosos encontronazos con él. Una explicación que me mostró sin duda la peor versión de mi ex la de un tipo interesado y sin ningún escrúpulo pero que sin embargo a aquellas alturas de mi vida y dada mi experiencia ya ni siquiera conseguía extrañarme lo más mínimo.  

Una décima de segundo más tarde en cuento colgué y sin apenas reflexionarlo busqué la foto que Lily me había reenviado. La había dejado allí a la espera de tomar una decisión que era evidente llegó tras esa conversación aquellos meses después. En esa captura se veía a Héctor dándose el lote con otra mujer, una instantánea que no dejaba lugar a duda así que sin titubear se la envié.

Me pareció que aunque sería duro para Sarah también era lo más justo tras la confesión que me acababa de confiar.

 

Yo había empezado una nueva vida y con Samuel todo iba realmente bien.

 

Cierto que nos veíamos poco debido a su trabajo y que había ocasiones en las que ni siquiera tenía muy claro el lugar del país en el que se encontraba. Eso si no era que incluso estuviera fuera de él, algo también habitual ya que las cosas referentes a tema profesional eran directamente top secret. Pero no niego que hasta cierto punto eso le daba a nuestra relación un toque ligeramente misterioso y la dosis de intriga perfecta y que proporcionaba a nuestra intimidad una mayor emoción, y eso molaba…

<<¡Qué narices! molaba y mucho>> y más teniendo en cuenta lo peliculera que siempre he sido yo y la rapidez en la que me imagino diversidad de situaciones.

 

Lejos de allí otra pareja vivía el desencanto y el evidente fin de su amor o de algo que se había denominado erradamente, amor.

 

—Sarah… deja que te explique— imploraba Héctor en la calle.

 

Estaba a puertas de su casa y bajo una montaña de ropa precipitándose desde la ventana a manos de ella. Estaba cabreada y dolida, estaba rota y desolada por haber confiado en un tipo cómo él.

—Ni hablar— le respondió convencida. ¡Se acabaron las excusas! —sentenció.

—¿Pero acaso no me vas a dar el margen de la duda?— suplicó a sabiendas de que todo apuntaba que aquel era el inminente final de su relación.

—Buena sí, Héctor— dijo. Pero de ahí a que pretendas convertirme en una cornuda a la que engañas y dejas en casa a la espera de que regreses. ¡No majo, de eso nada! —contestó Sarah convencidísima ante su inesperada decisión y que fue motivada por aquella foto que recibió y que directamente se tradujo en la gota que colmaba definitivamente el vaso.

—No es lo que crees… Sarah, escúchame.

—Te he visto comiéndole los morros a otra y resulta ¿que no es lo que creo? ¡Qué no soy tan idiota! Y tú, ¡eres un cerdo!

Y le lanzó lo que sujetaba en su mano intentando hacer puntería con él.

—Ah, me vas a hacer daño— gritó Héctor doliéndose del golpe. ¿Te has vuelto loca?

Pensó que ni la mitad del daño que él la había causado a ella que siempre creyó en su relación con los ojos cerrados y hasta el final. Porque si no, <<¿de qué había servido jugarse la bonita y especial amistad que perdió con Harry? Acaso fue ¿para nada?>>.

 

Se sentó en el suelo de su comedor, flexionó las rodillas y se agarró las piernas igual que si pretendiera hacerse chiquitita y tratando de desaparecer. Empezó a llorar mientras Héctor seguía desde abajo intentando convencerla de que lo escuchara. Ella había sido siempre una mujer independiente que tenía un puesto de trabajo que la agradaba y un sueldo a fin de mes lo suficientemente bueno como para no tener que aguantar a ningún vividor y aún mucho menos tener que mantenerlo que es lo que últimamente sucedía.

 

¡Aquella pantomima había llegado a su fin!

 

 

Las visitas a mamá se hicieron habituales, mucho más frecuentes y aunque no a diario casi iban de camino. Se reflejaba en mi actitud y en mí que estaba viviendo finalmente las delicias, las mieles que mi madre siempre me hizo creer desde la niñez. Esas que yo había estado continuamente poniendo en duda a medida que fue pasando el tiempo hasta creer incluso que todo eso que me inculcaba no era más que pura inventiva suya. Cuentos de hadas, historias azucaradas e inverosímiles y poco realistas. Exactamente las mismas que había vivido a través de la ficción a lo largo de los años y que ahora cobraban vida, realidad y sentido.

 

Los últimos meses pasaron con tal tremenda rapidez o quizá esa fue mi percepción. La sensación positiva y optimista del que se siente enamorado y es feliz. De quién cree que no hay nada más sumamente fantástico y que un único color parecía inundar todo mi existir. Ese momento en el que las flores desprenden el más maravilloso olor y sus colores se convierten en algo inigualable y crees incluso que el cantar de los pájaros, su magnífica y bella sinfonía era para mí un regalo; porque eso es lo que sencillamente yo experimentaba recientemente.

 

<<¡Estaba enamorada!>>.

 

Oía música en mis oídos y no podía dejar casi como una tonta de sonreír a todas horas. Y ambas cosas eran completamente extrañas e inusuales en mí.

Por eso no era de extrañar que tras todo lo acontecido deriváramos hoy en la que sin duda se iba a convertir en una de las fechas más importantes y significativas de nuestro calendario.

 

Esa mañana me desperté emocionada, corrí en busca de Lily que estaba igual o más excitada que yo y nos dirigimos tal y como estaba previsto a casa de Charly.

 

Nos esperaba un gran día por delante.

Al llegar allí comprobamos que el barullo de gente entrando y saliendo de la casa era agobiante. Pero el exterior tenía el más encantador y sublime de los aspectos porque sin duda haber contratado al más reconocido experto en montaje de bodas fue una gran idea. Había hecho un trabajo excelente. Claro que contratarlo y hacer que viniera hasta aquí tampoco había sido barato.

Pero una fecha especial bien merecía un gasto a la altura y si además tenemos en cuenta que quien pagaba no era yo. Pues entonces eso era aún mejor. 

No solo la relación con Sam iba viento en popa ni éramos la única pareja que había evolucionado en aquel tiempo ya que Lily y Charly se habían hecho inseparables y era fácil pescarles en arrumacos y miraditas que lo decían todo. Por una vez en mi vida no les maldecí ni tampoco envidié, como seguramente hubiera hecho sin pestañear recordando mi antigua actitud y la que acostumbraba a tener en mi reciente pasado. Imagino también que su felicidad, la mía, en definitiva todo lo bueno que nos estaba sucediendo hacía que fuera imposible albergar un sentimiento así.

 

Mi padre fue de los primeros en llegar e indudablemente se acompañaba de mamá que vestía elegantísima y radiante. Salí directa al encuentro de ellos corriendo y los abracé inmensamente contenta porque no había para menos en un día como aquel.

Tampoco tardaron nada en llegar Nick y Noland. Nick llegó solo algo que era de esperar. Él era una especie de corazón solidario.

Seguramente esperabais que dijera: <<Corazón solitario>> pero no, no me he confundido.

Él siempre se ha definido como un corazón solidario con el sexo contrario e incapaz de enamorarse de una única mujer. Porque directamente ¡se enamoraba de todas! De ahí esa solidaridad que decía tener hacia el sector femenino; y por supuesto no seré yo quien juzgue a mi hermano, la verdad.

Sin embargo Noland, que tenía un carácter similar al de papá se aproximaba justo en ese instante del brazo de una tímida joven que todo auguraba era su novia. Evidenciando así su firme intención de presentarla precisamente hoy al resto de la familia.

 

Los invitados seguían llegando.

 

Los padres de Sam bajaban en aquel instante de un carísimo, espectacular y reluciente automóvil. Su madre tan estirada como cabía esperar y Phil sin embargo, risueño y encantador.

 

Yo desaparecí de inmediato pues tenía cosas más importantes que hacer que quedarme allí mirando, embobada, como iban llegando todos y cada uno de los comensales al enlace.

 

 

Héctor decidido recapacitó sabiendo que allí con Sarah ya no había nada que hacer.

Automáticamente recogió todo cuanto pudo del suelo y lo depositó en el minúsculo maletero de su vehículo. Era un coche con muy buenas prestaciones pero también poseía una parca y limitada capacidad, motivo por el que dejó en lo alto de la acera una parte importante del vestuario que momentos antes había volado desde la ventana. Tuvo claro que Sarah no iba a volver a asomarse por ella y aún mucho menos conseguiría negociar ninguna tregua dado el resultado de donde habían ido a parar todas sus cosas.

Sentado en él meditó no más que unos segundos, lo puso en marcha y se dirigió a otro lugar creyendo que ya que nuevamente ostentaba el título de soltero había llegado el momento de pasar decididamente a la acción. Pero al llegar a sus puertas descubrió que la cafetería estaba cerrada y que allí no había nadie, únicamente un cartel en su puerta le informaba del motivo.

 

<<¡¡¡Estamos de boda!!!>>.

 

—¡Joder!— soltó enérgico Héctor ante la puerta e intentando asumir que se le acababan las oportunidades de llevar a cabo su maquiavélico plan de reconquista. Y ahora lo necesitaba más que nunca teniendo en cuanta que Sarah había hecho volar todas sus pertenencias desde la ventana y se había quedado además sin casa a la que regresar.

 

Se fue al negocio más próximo a preguntar y en busca de alguien que le diera algún dato sobre la nota en la puerta de la cafetería de Charly.

—Hola, buenos días— dijo en un tono suave y tratando de mostrarse encantador y tan embaucador como de costumbre. No sabrá usted dónde se celebra la boda, ¿verdad? —dijo señalando hacia un lado y dejando claro que se refería a la boda que se anunciaba en un cartel en el negocio contiguo.

—Sí —respondió una joven dependienta—. Es a las afueras, en casa de Charly… —y aunque evidentemente adivinó que la intención de aquella chica era la de alargar su explicación por el modo en el que empezó a enredarse a hablar Héctor salió disparado del local. Se subió con rapidez a su deportivo, lo puso en marcha y desapareció. 

 

Conocía perfectamente la dirección pues no habían sido pocas las ocasiones en que participó junto al resto de la familia Lee a lo largo de la relación. Así que tomó el camino más corto y la carretera que lo hiciera llegar más rápido allí porque era cuestión de tiempo que pudiera llevar a cabo su propósito; la necesidad apremiaba.

 

Debía detener ¡aquella ceremonia!

 

 

Lily y yo nos reíamos sin parar compartiendo confidencias y eso estaba siendo muy divertido esa mañana, pero es que comentar cómo nos habíamos conocido y como había ido derivando todo nos hacía despertar muy buenos recuerdos. 

 

—Me alegra ver… que ¡ya no eres tan gruñona!

Me eché a reír. —Quizá deba agradecértelo a ti— confesé. Tú trajiste a tu hermano a mi vida y eso ha ayudado a endulzar mi carácter.

 

Descorchamos una botella de champán que reposaba en una cubitera y que minutos antes habían dejado allí los del catering, la ocasión merecía un brindis así que tomamos una copa, allí solas y felices en el interior de la habitación y totalmente ajenas a lo que sucedía en su exterior. De bien seguro que ya habrían llegado todos los invitados. Por eso yo no dejaba de preguntarme nerviosa e impaciente, si <<¿habría llegado Sam?>>.

 

Estábamos ultimando detalles poco antes de que empezara la celebración cuando oímos la voz de alguien que parecía estar causando alguna disputa a las mismas puertas de la habitación. Nos miramos con curiosidad y a continuación dirigimos nuestros ojos a la entrada y justo en ese instante se abrió la puerta para desvelarnos quien era el que atolondraba allí afuera. Nos quedamos perplejas cuando le vimos a él plantado e impetuoso y en un tono desesperado soltó:

—¡No puedes casarte!

 

Lily y yo nos miramos aturdidas por aquella inesperada irrupción y al unísono gritamos:

—¿¡Héctor!?

 

Me puse a reír al percatarme de inmediato por su breve comentario de que su intención era detener la boda. Sin embargo y al segundo de mirarnos a ambas ¡se quedó blanco! Su cara se quedó casi del mismo tono que el del precioso vestido de novia que tan estupendamente lucía mi querida Lily, <<¡la novia!>>.

Y por supuesto eso sirvió para confirmarme que él había creído que la que se casaba era yo. ¡Una servidora!

 

—¿Qué estás haciendo aquí?— le dije.

—Creí que eras tú, la que se casaba.

—Bueno, pues ya ves qué no.

 

Se me acercó y como de costumbre invadió excesivamente mi espacio, y mucho más de lo que yo deseaba.

—Tienes que darme otra oportunidad. ¡Éramos la pareja ideal!— soltó.

 

Reconozco que me recorrió un repelús.

—Tú lo has dicho…

Se iluminó su cara equivocadamente.

—¿Entonces?

—Entonces, nada. Qué tú lo has dicho: éramos.

—¡Venga Harriet!

—No me llames Harriet. ¿Te crees que no sé cuáles son tus intenciones?

Él tragó saliva.

—Así que ahora soy un buen partido porque mi padre ha hecho una buena transacción vendiendo su negocio, ¿no?

—A ver tampoco es eso— dijo nervioso y asumiendo que Sarah me lo habría contado. No podía meter la pata porque quizá no tuviera conmigo ninguna otra oportunidad más.

—Tú sabes que te quiero, he estado confundido pero ahora lo veo todo con mayor claridad.

—Sí claro, tan solo que yo no estoy interesada en ti así que lárgate— empezaba a cabrearme y eso era evidente.

 

Lily sacó la cabeza por la puerta y entonces es cuando vio aparecer a Charly muy elegante con un traje oscuro. Lo miró maravillada y totalmente enamorada de quien iba a convertirse en nada en su inmediato marido.

 

Su relación había pasado como una exhalación cierto, y veloz como un relámpago. Apenas distaban unos meses de su inicio y era algo que tal vez pudiera parecer que derivaba en un enlace precipitado. Pero conociéndoles a ambos no había duda de que los dos estaban totalmente convencidos de dar dicho paso.

 

Charly iba de camino hacia allí y entonces ella mirándose de arriba abajo se percató de que ya iba vestida de novia y que nunca era un buen auspicio que el novio la viera antes de la ceremonia. Por lo que reaccionó emitiendo un extraño sonido que llamó mi atención y de nuevo se metió para adentro con el propósito de que mi padrino no la descubriera antes de hora.

 

—¡Charly no puede entrar y verme con el vestido! Eso trae mala suerte— dijo Lily apresurada y tratando de esconderse. —¿Pero aún no te has largado?— recriminó a Héctor que seguía pasmado en mitad del cuarto y yo, ante aquella situación y adivinando que Charly se aproximaba por el pasillo estaba a nada de perder los papeles.

 

Lo eché de la habitación de inmediato pero con la mala fortuna de que sí, mi padrino seguía aún allí y cercano a la zona. Cosa que provocó que lo viera y le cambiara la cara.

 

Me llevé las manos a la cabeza. <<¡La que se iba a liar!>>.

 

—¿Qué coño haces tú aquí?

—Bueno, parece que no soy muy bienvenido— dijo.

—Charly tranquilo, ya se iba— y justo cuando dije eso apareció mi estupendísimo y atractivo novio <<el agente especial Clark>> por la puerta de entrada. ¡Madre mía! Qué guapo estaba.

—Creo que mejor me voy— susurró Héctor al ver a Sam allí y recordando la única vez anterior en la que se vieron y acabó prácticamente con la nariz rota.

 

Sin duda no le apetecía rememorar aquella pasada ocasión.

 

Pero ninguno de nosotros le prestó excesiva atención porque todos teníamos claro que aquel tipo sobraba y por supuesto él también lo sabía. Además aún no había salido por la puerta que observé que ya estaba con el móvil en la mano, imagino que no era a Sarah a quién llamaba pues ella ya me había insinuado su intención de dar por zanjada la relación. Pensé que lo más probable es que estuviera llamando a alguna otra de sus ligues y preparando el terreno para una próxima puesta en escena, mostrarse detallista, vender su mejor cara, exactamente lo mismo que llevaba haciendo en los últimos años. Quizá llamando a la acompañante que salía en aquella foto. Eso era lo más probable.

 

<<¿A saber cuántas veces aparte de con Sarah me había estado engañando a mí durante nuestra relación?>>.

 

Pero me centré en mi padrino que estaba entusiasmadísimo y se le notaba a la legua.

 

—¿Quién nos iba a decir qué finalmente te íbamos a casar?— dije cambiando de tema.

Ambos se rieron.

—Y ahora— dije tomando el control. A ti te quiero fuera de aquí que la novia está a punto de aparecer por esa puerta —indiqué a mi padrino. Y tú —dije mirando a Sam y dándole después un cariñoso cachete en el trasero— es hora de que vayas a por ella, te está esperando.

 

Charly y yo fuimos a reunirnos con el resto de invitados que empezaban a tomar asiento y a la espera de la ceremonia.

 

El sol brillaba radiante.

Hacía uno de esos días cálidos y que se acompañaba además de una suave brisa que pronosticaba un clima inmejorable para aquella jornada.

Todo era perfecto.

 

 

Sam golpeó un par de veces la puerta de la habitación y entonces accedió. Lily le miró bellísima con aquel vestido y sentada junto a la ventana donde había estado observando de refilón a los invitados y tratando de no ser vista por ellos.

 

Justo en cuanto su hermano se le acercó se iluminó aún más su cara. Emanaba de ella una envidiable energía y un brillo que definía sin ninguna sospecha que era la mujer más feliz del universo aún a pesar de que ese día faltara posiblemente la persona más importante para ella.

—Sé que hoy es una fecha especial y que una parte de ti deseaba que papá te llevara hasta el altar— dijo Sam.

Ella se emocionó al escucharle, pero se quedó en silencio.

—Pero debes saber —dijo tomándola por las manos— que si estoy hoy aquí y a punto de entregarte al hombre que has escogido y con el que has decidido compartir tu vida es porque… te aseguro, que Morgan —pero rectificó— qué papá me lo encomendó.

Lo miró ensimismada.

—Él sigue aquí— dijo posando una de sus manos en lo alto de su pecho y a la altura de su corazón. Siempre estará ahí, no lo olvides.

—Te quiero Sam— dijo ella.

—Y yo a ti, Lily— y se abrazaron de nuevo.

—¿Preparada?

—Sí— apenas murmuró una novia tremendamente emocionada y recogiendo su ramo inquieta.

Entonces se agarró del brazo de su hermano y se dispusieron a salir de camino al magnífico altar que habían montado en una zona afuera de la casa y en donde impacientes esperaban verla llegar.

 

El aspecto en el exterior era insuperable. Las flores lo inundaban todo y eso hacía que se respirara un delicado aroma en el ambiente. Esa fue su petición, el único deseo de Lily era sentir como a cada paso hacia allí la envolvía aquella grata y dulce fragancia. Porque así es como ella había imaginado siempre que sería el día de su enlace.

 

Y por supuesto Charly hizo todo cuanto estuvo en su mano para que así fuera.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

26

 

Os puedo asegurar que fue espectacular ver la cara que se le quedó a él viendo a la novia aproximándose despacito bella y sonriente.

También fue de agradecer que la ceremonia no fuera demasiado larga porque no me entusiasmaban demasiado o al menos era así desde que me dejaron plantada. Ésta en cambio estaba siendo muy divertida aunque supongo que influyó en la persona que escogieron los novios para llevarla a cabo y que sin duda era de todo menos convencional. A mí me pareció sencilla y bonita.

Tras sus respectivos y emotivos votos además del evidente y esperado <<sí quiero>> posterior, proseguimos la celebración a pocos metros de allí en donde se habían montado unas cuantas mesas decoradas con exquisita elegancia. Seguíamos bajo la caricia del sol que brillaba en lo alto de nuestras cabezas. Un magnífico y excepcional clima que sumado a las innegables ganas de pasárnoslo bien de todos convertía ese día en uno de las más especiales que tenía la fortuna de disfrutar; y además hacerlo junto a todas las personas que más quería.

Así que supongo que era normal que yo estuviera radiante y con una sonrisita que no dejaba de aparecer una y otra vez.

 

Sam se dirigió a mí.

 

En su cara se dibujaba una expresión extraña y misteriosa. Pensé conociéndolo que alguna me tendría preparada; y no, no me equivocaba.

—Hoy es un gran día— dijo besándome.

Yo por supuesto asentí y correspondí su beso.

Después sacó una pequeña cajita de color azul celeste de uno de los bolsillos de su pantalón y ahí es cuando mi corazón se puso a latir con fuerza, agitado y ciertamente aturdido.

—Creo que estaría bien que diéramos un paso más en nuestra relación— señaló mostrándomela en la palma de su mano.

Pero algo se cruzó en mi cabeza en ese momento y sin permitirle a él añadir nada más, de repente respondí: —¡No!— rotunda y casi sin pensar.

—¿¿No??— me miró extrañado.

Yo ni siquiera le había dado tiempo a preguntarme lo que fuera que tuviera previsto y sin embargo ya me había precipitado en dar una respuesta.

—Bueno, verás —intenté decir— es que me has pillado de improviso. Me refiero a <<qué sí, pero también ¡qué no!>>.

Siguió mirándome atónito porque menuda respuesta ambigua acababa de dar yo.

—Qué todo es estupendo y no creo que por el momento debamos tomar ninguna decisión apresurada. —¿Ya sabes?— estamos aquí, nos estamos dejando invadir por las buenas vibraciones que desprende el momento y contagiándonos de la alegría y felicidad de todos y entonces ¡zas! metemos la pata pretendiendo encorsetar nuestra relación y convirtiéndola en un simple contrato. Porque al final esto es lo que es… un contrato. —Y dime —proseguí— ¿es eso necesario? Realmente ¿lo necesitamos?

 

<<¡Quizá me había vuelto loca! O a lo mejor sencillamente es que le había cogido alergia al matrimonio y no niego, que estaba sumamente feliz por Lily y Charly e igual de encantada con Sam. Pero y si ¿una vez más? ¡Yo lo jodía todo! Soy especialista en meter la pata hasta la yugular>>.

 

Sam se echó a reír, supongo que porque yo parecía estar delirando.

 

<<Pero la verdad es que nunca creí que a nadie le pudiera hacer tanta gracia que lo rechazaran como parecía estar haciéndosela a él>>.

 

—¿Te parece divertido?— pregunté cortando su risa de inmediato.

Y entonces ante mi perplejidad me abrió aquella cajita y me mostró lo que se escondía en su interior.

<<¿Una llave?>>.

Bueno, está claro que Sam no dejaba de asombrarme.

—¿Qué esperabas? Acaso ¿una petición de matrimonio?— dijo con retintín.

—Bueno, todo indicaba…

—Créeme Harry. En este tiempo he llegado a conocerte lo suficiente como para saber que ahora mismo una petición de esas características no es lo más apropiado.

—Ah ¿sí? Caray sí que me conoces bien.

 

Bueno, reflexionándolo, tampoco era difícil para alguien que se dedica a observar a las personas y a crear perfiles profesionalmente por lo que descubrir lo que anhela o desea otra y en este caso yo; no parecía complicado o difícil si además le sumamos a eso que siempre he sido un libro abierto.

 

—Mi proposición es la siguiente.

—Tú dirás— dije con muchísima curiosidad y deseando saber qué abriría aquella llave.

—He decidido quedarme el apartamento de Lily.

—¿Sí? No tenía ni idea de eso. ¿Me vas a dar una llave del piso? No tiene mucho sentido ¡yo vivo al lado!

Se rio de nuevo y con calma, dijo:

—No, no es eso. Mira, Lily no te dijo nada porque iba a ser una sorpresa. Cómo ya sabes tiene previsto trasladarse aquí con Charly. Así que, qué mejor que yo para que me lo quede.

—Pero… y entonces, ¿la llave?

—Esta es la llave que abrirá siempre y cuando te parezca bien a ti, la puerta que separe ambos apartamentos; el tuyo y el mío.

—¿La puerta? Pero si no hay ¿¡ninguna puerta!?— dije con mucha inocencia.

—Aún no cielo, pero la habrá.

—¿De veras?

—He consultado si era posible e incluso he solicitado presupuesto con la complicidad de mi hermana, para que no te enteraras ¡claro!—. Ahora todo depende de ti y de cuál sea tu decisión —concluyó.

Me brotó una sonrisa y me abracé a él.

—Sí, claro que sí— solté entusiasmada por su propuesta.

 

¡Estaba encantaba! Por un segundo me había llegado a asustar y todo, la verdad.

 

Hacía un rato que sonaba la música y el resto de invitados parecía que empezaban a animarse así que nosotros también hicimos lo propio y nos pusimos a bailar; nuestro primer baile.

Queríamos disfrutar del momento, vivirlo, dejarnos llevar.

Unos minutos después se acercó Marian mi compañera de trabajo. Ella al igual que el resto de empleados había sido invitada al enlace porque en definitiva éramos todos, una gran familia y lo lógico es que estuvieran allí también.

 

—Te presento a Marian— le dije a Sam.

—Es un placer— respondió estrechándole la mano.

—Este es mi hijo— dijo entonces refiriéndose al muchacho que la acompañaba.

—¿Marian? ¿Tu compañera de trabajo…?

—Sí— apenas respondió ella.

—Ah, vaya. ¿Creí que tu hijo era pequeño?

—¡Eh! No, no. Mi hijo tiene ya dieciocho años, cómo puedes ver.

—Bueno, pues encantado— respondió Sam algo desconcertado.

 

Después me miró mientras ellos se alejaban con la intención de ir a picar algún canapé y enseguida se dirigió a mí. Sin duda se adivinaba por su expresión que con una cuestión en mente porque era evidente que su buena memoria además de su capacidad de observación hizo que se percatara de aquella pequeña y minúscula mentirijilla que yo le había contado la noche de nuestra primera cena cuando la alarma de mi móvil empezó a sonar y el plan B se puso en marcha solo.

 

Así que puse mis manos en sus hombros invitándolo a que de nuevo bailara conmigo.

 

—Tú, has oído hablar alguna vez ¿del plan B?

Negó con la cabeza. Después me miró arrugando la frente y alzando sus cejas de forma divertida.

—¡Pues ahora te cuento!

Aunque no sé si la explicación que le di enseguida sobre el plan B llegó a convencerlo. Lo que sí sé del cierto es que se rio a placer gracias a otra más de mis ocurrencias.

 

Después de eso salió disparado hacia el pequeño escenario, un detalle que no podía faltar ese día. Habló con los miembros de la pequeña banda que andaba tocando, cogió el micro y en nada empezó a sonar otra melodía que por supuesto todo apuntaba era un detalle que ya había convenido de antemano con los músicos.

¡Cómo no empezó a sonar nuestra canción! Bueno, o al menos la que yo había bautizado como de la <<nuestra>>. La canción del karaoke.

 

Todos aplaudían felices. Bailaban, reían. Brindaban y disfrutaban de la fiesta.

 

Lily vino corriendo hasta mí y me abrazó.

 

—Eres la novia más bonita que he visto— le dije susurrando al oído. Bienvenida a la familia —añadí.

—¡Bienvenida a ti también, cuñada!— me respondió.

 

Verla a ella tan feliz era una sensación magnífica. Charly estaba espléndido, exultante y como buen anfitrión pendiente de todos sus invitados. Mamá y papá bailaban juntos. Hasta entonces nunca antes los había visto bailar y lo cierto es que tenían mucho estilo; viéndolos dudé de donde habrían sacado a una hija tan patosa como yo porque era evidente que a mí no se me había pegado siquiera un poquito de esa cualidad que ambos tenían.

Afortunadamente Sam sabía llevarme bastante bien como para que no se apreciara demasiado mi falta de ritmo, ni mi poca aptitud, ni soltura para moverme al son de cualquier música.

Mis hermanos también se lo estaban pasando en grande. Noland charlaba muy acaramelado con su novia. Ella bebía una copa de champán y sonreía; aun así se apreciaba en ella su carácter tímido además de un aspecto cándido que parecía tenerlo a él abstraído completamente. <<¿¡Qué diferentes eran mis hermanos!?>> Porque Nick sin embargo pululaba entre las invitadas de su misma edad y coqueteando abiertamente con todas.  

 

Y yo, yo sencillamente observaba a Sam… porque ¡era feliz!

 

Había dejado atrás una etapa y me sentía genial, mejor que nunca. Supongo que es lo que tiene pasar página. Sin duda, empezaba un nuevo libro en blanco y con muchas ganas de llenar todas sus páginas con una historia nueva, importante y diferente. <<Una historia de verdad>>.

 

Porque, ¿sabéis? Seguramente no seré ejemplo de nada y posiblemente no he cambiado mi difícil carácter gruñón. Además sigo siendo fantasiosa, soñadora y dudo que pueda vivir sin la ironía que me caracteriza. Además de que probablemente no voy a dejar de meter la pata una y otra vez.

Pero entonces ya no sería: <<Harry Lee>>.

 

Confieso que aunque he decidido no apartar del todo la ficción de mi vida, ya que tan buenos momentos me ha dado hasta ahora. También tengo claro que <<el agente especial Clark>> o sea, Sam. Es simple y llanamente ¡perfecto! para que se convierta a partir de ahora en el personaje principal de todos mis sueños… y ¿por qué, no? también de todo cuanto sueño tenga con los ojos abiertos.

 

Así que si me aceptáis un pequeño consejo.

 

Nunca olvidéis que por más difíciles que a veces se pongan las cosas, por más que parezca que estamos al filo del precipicio. Que no se hayan cumplido nuestros sueños y que ese que parecía el príncipe azul en realidad no es más que un sapo disfrazado… ¡No importa!

Ya que cuando menos nos lo esperamos, un simple toque del otro lado de la pared puede cambiarlo ¡todo!

 

Recordad poner en vuestra vida, la dosis perfecta y necesaria de: 

<< Azúcar, sal y limón >>.

 

Y ahora todos a bailar. Porque esto… ¡Es una celebración!

 

 

Fin

 

 

 

 

 

 

Agradecimientos:

 

A Alexia Jorques.

A Ana María Navarro.

A Carmen Malagón.

A Carme Molins Duran.

A Estel Rodríguez Iglesias.

A Mayka Sánchez.

A Mónica Pacho Tabuyo.

A Regis Belmonte.

A Sory Romero Moreira.

A Teresa Lumbreras.

A <<Magatzems Vall>>.

Al <<Poeta>> Manolo López Salazar.

A Joan Cobo, Pere Esteva y Ángel Blazquez de: <<El Secret>> de Platja d’Aro.

A Josep Vidal, y a los que dais vida al restaurante << La Calma Chill Out>>.

A Lali Quinto, Roser Serra, M.Àngels Ollé y Àlex Ibars Pons.

A lectores, blogueros y seguidores que de forma desinteresada compartís y promocionáis mis libros.

Y por supuesto, a los que siempre habéis estado ahí y en especial, a Bernard Cerra.

 

 

 

 

 

La escritora Elena Porras Sánchez, nació en Girona en abril de 1971, aunque reside en Platja d'Aro (Costa Brava), lugar que considera su población de acogida.

 

Siempre tuvo inquietud por la escritura, pero no fue hasta el año 2008 cuando empezó a hacerlo públicamente. Esta afición por escribir, unida a la necesidad de reivindicar temas de actualidad, dio como resultado su primer libro: "¡¡Paga y calla!! El precio de una sentencia injusta y sin precedentes”. (Año 2010 - Novela de Crítica social, basada en hechos reales).

 

Su 2da. novela: "En Boca de Todos". (Año 2012 - Comedia romántica con un toque dramático, que habla de las falsas apariencias, el valor de la amistad, la lealtad, los rumores y las diferentes clases sociales de un grupo de personajes que de una manera u otra, sus vidas se entrelazan...

 

A finales de 2014, publica esta 3ra. novela: "Azúcar, sal y limón" una comedia actual y desenfadada, sobre una insolente e irónica treintañera; y con la que pretende dejarte un buen sabor de boca.