Dice la Luisa, mi vecina de abajo, que no es normal que no me dejen dedicar a mí los libros sobre mi vida, y que siempre tenga que ser la escritora quien le dedique mis historias a sus familiares y amigos. Dice la Luisa que, al fin y al cabo, ella (la escritora) lo único que hace es venir cada año a Carabanchel (Alto), pasar una tarde en mi casa o en la de la propia Luisa, merendar, y luego pasar a limpio lo que yo le he contado. Hay veces, dice la Luisa, que ni tan siquiera lo debe de hacer ella eso de pasar a limpio, porque trae un casete y lo pone delante de mi boca y luego, dice la Luisa, seguro que le da el casete a otra persona y esa otra persona es la que se encarga de pasar todo lo que yo digo en la cinta al ordenador. Y la escritora le paga a esa persona una cantidad simbólica y encima ni la nombra en el libro ni nada en la sección de agradecimientos, y sólo es ella (la escritora) la que cobra. Porque, lo quiero decir para que quede bien claro, y porque me ha dicho la Luisa que las cosas hay que decirlas: yo no cobro nada por contar mi vida, porque los niños no cobramos porque no nos deja la Constitución. Bueno, a veces sí que cobro. Me dan una colleja o una galleta inesperada. Pero no cobro en metálico. Lo digo porque hay gente, sobre todo gente de Carabanchel (Bajo), que se cree que los García Moreno nos estamos haciendo millonarios con estos libros y lo va diciendo por ahí. Y claro, hay personas del pueblo de mi abuelo (Mota del Cuervo) que cuando vienen a Madrid llaman a mi madre para pedirle dinero; incluso hay niños en mi clase que me piden dinero en el recreo para comprarse un Crunch o un bollo de chocolate, y lo que yo les digo, que te lo compre tu madre. No te digo éste con lo que me viene.
Dice la Luisa que lo mínimo es que esa escritora, ya que no me da ni un euro del mucho dinero que dice la Luisa que se está metiendo en sus cuentas del banco en Suiza, que por lo menos me deje dedicar los libros a la gente que yo quiero. Así que voy a dedicar éste. Y claro, se lo tengo que dedicar a la Luisa la primera, porque si no se enfada y porque soy su heredero universal, como sabe todo el mundo en Carabanchel (Alto).
También se lo dedico al Orejones López, mi gran amigo (y cerdo a la vez), y a Yihad, porque me ha ordenado que diga en esta dedicatoria que es mi mejor amigo y que si no me da una sardinilla en cuanto me vea, y a Mostaza, para que se acuerde de mí cuando sea famoso, y a Paquito Medina, también, y a Melody Martínez, porque dice que si no le dedico este libro viene y me da otro beso en la boca (y eso sí que no).
También se lo dedico a mi abuelo, aunque él dice que por él no me preocupe, pero ya nos conocemos.
Y sobre todo se lo dedico al Imbécil, mi hermano, porque a partir de esta historia su vida va a cambiar para siempre.
Es más, a lo mejor tengo que dejar de llamarle el Imbécil… Pero no quiero adelantar terribles acontecimientos. Como siempre, empezaré esta historia como a mí me gusta: ¡por el principio de los tiempos!