Capítulo 3

Convertirlo en real

Él le pellizcó la comisura de la boca y ella se paralizó, insegura de qué hacer. No le dio opción cuando su lengua le trazó el borde de los labios, queriendo entrar. Se rindió y él reaccionó con un gemido, sus manos se deslizaron hasta rodearle el trasero. Ella cerró los ojos e intentó relajarse en el beso, intentó olvidar que era la lengua de James la que jugueteaba con la suya. Él sabía un poco a salsa de tomate y especias. Era, de todas todas, bastante agradable.

Él se apartó y dijo, con voz gruesa:

—Te necesito. Ahora.

Y con eso, la empujó hasta que su espalda tocó los pies de la cama. Empujó más sobre sus hombros y acabó cayendo sobre las sábanas de satén, deslizándose sobre ellas hasta que se agarró al poste más cercano y se levantó. Se estaba quitando el top lentamente cuando alguien lo cogió del borde y tiró de él hacia arriba.

—¡James!

Él le soltó el top pero dijo:

—Desnúdate.

—Pero… —Se calló de golpe cuando vio lo que estaba haciendo él. Su camiseta voló, sus manos fueron directas a los pantalones y se los bajó hasta que acabaron hechos un lío en el suelo. Definitivamente podía ver su excitación por debajo de sus bóxer y así sin más le costó tragar. Lo que era bastante idiota considerando que lo había tenido en su boca hacía solo unas horas.

—¡Chloe, desnúdate, maldición!

Ante su orden, ella se sobresaltó.

—De acuerdo, de acuerdo —murmuró entre dientes mientras apartaba la mirada de él y se concentraba en sacarse la ropa. Pero primero…— ¿Podrías cerrar la puerta, por favor?

Él soltó insultos mientras terminaba de sacarse la ropa interior.

—¿Por qué? ¡No podremos ver nada!

—Precisamente por eso.

—Joder, seguramente no soy tan difícil de mirar —gruñó él, pero igualmente lo hizo.

Ah, finalmente. Chloe respiró por primera vez desde lo que parecía ser una eternidad. No podía ver nada y él tampoco. ¡Perfecto!

—Más vale que estés desnuda cuando llegue a la cama. No me estoy sintiendo con mucha paciencia en este momento.

Al oírlo, se dio prisa, sacándose la ropa y tirándola por el suelo.

—Lo estoy, ¡lo estoy!

—Gracias a dios —su voz sonó a su izquierda y ella soltó un chillidito—. ¿C?

—¿Sí?

—¿Estás asustada?

Ella se detuvo al sentir la cama hundirse a su izquierda. Entonces sus dedos le acariciaron la pierna, haciéndola gritar.

—¡Sí!

—No lo estés. —De repente él estaba allí. Su piel se encontró con la suya mientras la empujaba hacia abajo hasta que estuvo tumbada sobre el suave satén. Él se tumbó junto a ella y sentirlo le era tan extraño que se preguntaba si estaría soñándolo todo.

Sólo que en sus sueños, jamás se sentía así.

Él no se tomó su tiempo pero, claro, ella sabía que él ya estaba más allá de eso. Necesitaba dejar de pensar así que hizo lo que pudo para ayudar. Mover sus piernas hacia arriba para que él se colocara sobre ella. Intentar no tensarse cuando sintió su polla cubierta de látex rozar sus pliegues.

—Necesito estar dentro de ti. Lo siento, nena, después lo haré mejor para ti —dijo justo antes de empujar dentro suyo.

Ella jadeó, sintiéndose estrecha alrededor de él. Hacía ya un tiempo de la última vez. Tanto tiempo que casi no había estado lista. Pero él no se detuvo, sólo siguió empujando hasta que estuvo en lo profundo de ella.

Entonces se detuvo y gimió:

—Oh, sí. —Sin saber qué hacer con ella misma, dubitativa, se agarró de sus bíceps—. Rodéame con las piernas. —De acuerdo. Lo hizo y entonces él empezó a moverse—. Estás jodidamente estrecha.

¿Y qué se suponía que se respondía a eso?

—Gracias.

Él se rió.

—Eres diferente a todas, ¿eh, nena?

Ella seguía sin tener idea de qué decir, así que se quedó callada. Lo que era algo muy bueno considerando que su boca encontró la suya en la oscuridad. Su lengua empezó a moverse a la par que sus empujes. Fue tan inesperado que se encontró tensándose alrededor de él.

Él se echó hacia atrás.

—¡Joder!

Sus movimientos se aceleraron, la cama vibró mientras él bombeaba en ella una y otra vez.

—Lo siento —dijo él justo antes de explotar, su espalda tensándose bajo las piernas de ella.

Chloe se quedó allí, todavía insegura de qué hacer. Como ya no parecía que tuviera objeto, apartó las manos de sus brazos y bajó las piernas.

Finalmente él se movió, deslizándose de su interior haciendo un sonido húmedo. Él no dijo nada mientras se bajaba de la cama y ella se imaginó que iba a deshacerse del condón.

Unos minutos más tarde, cuando ella ya se estaba preguntando si él iba a regresar, sintió hundirse la cama una vez más. Entonces su cuerpo cubrió el suyo de nuevo y su boca tomo la suya en un profundo beso.

Estaba tan sorprendida que ni siquiera notó cuando sus brazos lo rodearon y se deslizaron por su espalda.

—Tu turno —murmuró él cuando rompió el beso, su boca ya deslizándose por su rostro. Él siguió un caminito invisible por su cuello, alrededor de sus pechos, hasta que ella no pudo evitar gemir.

—¿James?

—¿Sí, nena?

—Es que… —se mordió el labio. Casi le suplica que le chupara un pezón, consciente de que él la atormentaba a propósito. Pero seguía siendo James, su jefe y no se veía guiándolo. Un poco más a la izquierda, J. Sí, mucho mejor. Oh, sí, nene, chúpame. Ups.

—¿Así? —preguntó justo antes de que sus dientes le rodearan el pezón izquierdo.

¡Tío!

—¡Sí! —Él se rió, su lengua lamiendo el picor de su mordisco—. ¿Te sientes mejor? —De repente había recordado su anterior estado.

—Claro. ¿Por qué?

—Ah, no sé. Es sólo que estabas tan ido que me asusté un poquito.

Él suspiró.

—Lo siento. Es sólo que… no soporto no ser capaz de fumar. Era mi último vicio, ¿lo sabías? Podía fumar, todo el día si quería y nadie hacía ningún comentario. Pero ahora no puedo y…

—Lo siento, lo siento.

¡No quería sacar ahora el tema a relucir!

—Está bien, corazón. —Se levantó y, a oscuras, encontró la mesita de noche. Antes de que pudiera entender lo que estaba haciendo, encendió las luces. Ella tuvo que parpadear por la repentina luminosidad y jadeó al comprender que 1. estaba desnuda y 2. boca arriba en mitad de la cama.

—¡Arrg! —se levantó y agarró la sábana hasta que más o menos la cubrió—. ¡Podrías haberme avisado!

—¡Ups! —una sonrisa de oreja a oreja brilló en su rostro—. No pensé que te importara. Ya hemos hecho lo principal, al fin y al cabo.

—Lo que tú digas —murmuró ella, hundiéndose entre las sábanas.

—¿Estás bien, C? Sé que no fui muy paciente y, bueno, podría haber sido mejor. Me aseguraré de que estés lista la próxima vez, ¿de acuerdo?

¿La próxima vez?

—Vale. —Enterró la cabeza entre las almohadas—. Y ahora, ¿podemos ir a dormir?

—¿Ahora? ¿Estás cansada?

—Seh —su voz sonó filtrada entre las muchas capas de tela—. ¿Me quedo en mi habitación de siempre? —Eso le recordó que todavía tenía que ir a por su bolsa de donde la había dejado, abajo.

—Eh, no. Pensé que lo habías entendido. Te quedas aquí. Conmigo.

—¿Aquí? —Dijo ella con un gritito y bajó las sábanas, revelando sus ojos abiertos de par en par—. ¿Quieres que me quede a dormir aquí? ¿Contigo?

—Bueno, sí. Ya sabes, en caso de que te necesite de urgencia.

—¡Pero si estaré al otro lado del pasillo!

—Tal vez, pero no sería lo mismo. Podría tener otro ataque o algo.

—Cierto. —Finalmente cedió—. Pero…

Él la cortó en seco.

—A dormir.

De acuerdo. Suspiró mientras se acomodaba más abajo entre las sábanas. Por lo visto, estaba cansado de hablar. Lo oyó apagar las luces y luego moverse junto a ella. Se tensó, pero él no la tocó y entonces comprendió que la cama era tan grande que seguramente no se iban a tocar durante la noche.

Lo que era algo bueno, considerando que había pasado un montón de tiempo desde la última vez que había compartido la cama con otro hombre. Desde su ex-prometido. El que había encontrado debajo de su supuesta mejor amiga, hacía diez años. En su cama. Teniendo sexo a voz en grito mientras se suponía que ella estaba fuera trabajando.

Malditos fueran los dos.

Habían pasado diez años y todavía no había sido capaz de intimar con otro hombre desde entonces. Probablemente no ayudaba que estuviera enamorada de James. Comparaba a cada hombre que conocía con él y aunque estuviera cubierto de tatus, fuera un ex-alcohólico y ex-drogadicto, que fumara (vale, solía fumar) como una chimenea, todos se quedaban cortos.

—Buenas noches nena.

Girándose hasta estar agarrando una almohada, ella dejó caer la cabeza y contestó, con una voz suave:

—Buenas noches, J.

Y entonces se durmió, no en los brazos de su amante, pero sí lo suficientemente cerca como para que en su rostro hubiera una sonrisa.