1. Uppercut
Mamá dice que está mal hace eso. Está pohibido. ¿Ustedes sí tienen delecho?
Un aire glacial se expande en la habitación de Tristan. Sin embrago, mis mejillas están escarlata. Mi corazón se detiene un segundo. Dos. Tres. La voz aguda pasa una y otra vez por mi mente en ebullición. Tengo la garganta seca, mis manos tiemblan, los escenarios chocan en mi cabeza. Tristan y yo acabamos de ser sorprendidos con las manos en la masa y nuestro último beso podría arruinarlo todo si ninguno de los dos reacciona rápidamente.
Me seco las lágrimas y le lanzo una mirada de desesperación a Tristan, quien se levantó de un salto. A juzgar por su actitud aturdida, él no parece controlar la situación mejor que yo.
– Los besos en la boca están pohibidos.
El pequeño nos observa a uno y después al otro, cada vez más intensamente. Totalmente aterrada pero decidida a salir de ésta, me obligo a sonreír y le tiendo la mano.
– Ven a sentarte conmigo.
El niño duda un segundo, luego toma su peluche y logra subir a la cama después de dos intentos. Sintiendo la mirada de Tristan sobre mí, me volteo y le lanzo señales de angustia para que encuentre una excusa válida. Lograr manipular a un niño de 3 años no debería ser tan complicado. Sobre todo cuando éste admira tanto a su hermano mayor y confía ciegamente en él...
Sólo que ahora se trata de Harrison, un pequeño niño con problemas, que parece un bebé, pero que ya sabe suficiente sobre el mundo de los adultos...
Y sólo que se trata de Tristan, un chico tan apegado a sus principios y a su hermano que está dudando: ¿engañarlo o explicarle la verdad?
– ¿Puedes guardar un secreto, Harry? le pregunta de pronto su hermano.
La voz de Tristan es relajada, casi jovial. Suspiro, dándome cuenta de que ha retomado su aplomo. Tristan avanza hacia nosotros y se arrodilla para estar a la altura de su hermano. Uno de sus grandes hombros roza mi pierna. De paso, me lanza una sonrisa tierna, de complicidad, que me calienta por dentro.
No es momento para ponerme a dibujar corazones rosas. En verdad no es el momento.
En respuesta a esta pregunta, el niño asiente pero abraza su cocodrilo con más fuerza, como si la perspectiva de enterarse de la verdad lo angustiara un poco. Mi corazón se rompe un poco más frente a ese niño que ha crecido demasiado rápido.
– Liv y yo estábamos ensayando una obra de teatro, le explica Tristan. Sólo era para entrenar, nada más. ¿Comprendes?
– ¿Entonces no se van a casal?
– ¿Casarme? ¿Con Sawyer? ¡Antes muerto!
Sus ojos brillantes se pierden por un instante en los míos, luego Tristan suelta un gruñido de diversión y se voltea para despeinar a su hermano. Respondo con una sonrisa en los labios:
– ¿Casarme con eso? ¡Tendría que estar drogada! ¡No, lobotomizada!
– ¿Qué es dlogal?
El hermano mayor estalla de risa y atrae al pequeño a sus brazos. Contrario a lo que temía, Harry no parece bloquearse con nuestro beso. La voz ronca de Tristan atraviesa de nuevo el aire:
– Entonces, ¿éste será nuestro secreto? ¿De los tres?
El niño hace una seña para decir que sí.
– ¿No le dirás a nadie? Es muy importante, Harry, insiste Tristan.
– ¡Alfled quiele hacel teatlo! exclama el pequeño dándole una beso a su peluche en el hocico.
Como un rayo, éste se escapa de los musculosos brazos y pasa a otra cosa, corriendo hacia su habitación para ir a hojear algún libro - demasiado complicado para él. Tristan y yo estamos nuevamente solos, frente a frente, mirándonos a los ojos. Yo suspiro. Él se muerde el labio.
– Todo esto pudo haber terminado mal, murmura. ¡Odio mentirle!
– Harry lo tomó bien. Supo bien cómo reaccionar. Para nuestro bien...
– Sí. De hecho, bravo por tu elocuencia, sonríe burlón.
– ¡Sin mí, seguirías observando la pared como si hubieras visto un fantasma!
– Sin ti, no estaría en estos problemas...
Su tono no tiene nada de agresivo, al contrario. Mientras se levanta, él se pasa la mano por la nuca y no deja de verme, como si esperara una respuesta de mi parte. La cual no tarda en atravesar mis labios.
– Es más fuerte que yo, Tristan.
– Más fuerte que nosotros.
– ¿Entonces qué hacemos?
– Vamos a pelearnos, a provocarnos, a fingir que nos odiamos, como siempre lo hemos hecho. Y así evitaremos dar un espectáculo, como lo hicimos esta noche...
– ¿Qué te hace creer que voy a fingir, Quinn? sonrío estudiándolo.
Su sonrisa se amplía, se ve demasiado apuesto cuando se burla suavemente y luego me responde, más insolente que nunca:
– Nunca me has odiado, Sawyer. Siempre has sentido una inmensa admiración por mí... Y una atracción incontrolable.
– ¡Ah, es cierto! ¡Olvidaba tus problemas psicológicos! ¡Es hora de tus pastillas rojas y blancas!
– Si tan sólo sirvieran para poner orden en mi mente...
– ¿Tu mente está en desorden por mi culpa?
– ¿De quién más?
Le lanzo mi bloc de notas que se encuentra por allí, pero no le atino. Tristan está pasando ya por la puerta avisándole a Harry que va para allá para construirle un castillo. A lo lejos, escucho al pequeño gritar de emoción y ordenarle que se ponga una corona, como él.
El rey de los idiotas. Eso me lo confirma.
***
El incidente del beso sucedió hace poco más de una semana y, hasta ahora, Harry ha cumplido con su palabra. Nadie en la villa está al corriente. Tristan no ha cambiado con su pequeño protegido, sigue pasando la misma cantidad de tiempo ocupándose de él. Por mi parte, evito encontrarme sola con ellos, temiendo que el tema tabú regrese. Tal vez Harry haya pasado a otra cosa, pero no lo ha olvidado. Lo conozco lo suficiente para saberlo.
Nuestro acosador parece estar de vacaciones. No hemos recibido otra carta de amenazas, ni llamadas alarmantes. Lo cual no nos impide, a Tristan y a mí, susurrarnos decenas de casos improbables cuando nos encontramos y apostar acerca de su identidad. Ya sea en el desayuno, entre dos brazadas en la piscina, frente a la televisión o a través de la pared que separa nuestras habitaciones, volvemos a hablar de ello cada vez que se nos ocurre una idea. Y por más que él se obstine en pensar lo contrario, yo estoy segura de que se trata de una ex ardida. Ser un donjuán tiene sus consecuencias.
– ¿Cuál? me pregunta cuando insisto en mi teoría.
– Habla menos fuerte…
Justo cuando pronuncio estas palabras, Sienna entra en la cocina lanzándonos algún reproche. El tornado rubio hunde la cabeza en una alacena, saca de ella una bolsa de patatas dulces y se dirige al horno - su nueva manía: preparar las comidas por anticipado y congelar todo. Tristan y yo miramos nuestros platos llenos frente a nosotros, sobre la encimera, sin saber bien cómo escaparnos.
– Terminaré en la sala, intenta mi vecino.
– ¡No te vas a mover, y tú tampoco Liv! ¡Puede ser que hayan regresado demasiado tarde para cenar con nosotros, pero van a cenar aquí juntos, punto final!
Primero sorprendido por los ladridos de su madre, Tristan se pone a reír cuando se da cuenta de que lo está amenazando con un pelador. Para mi gran sorpresa, el rebelde no dice ni media palabra y se conforma con tomar su teléfono para escribir un mensaje. Que me envía a mí.
[Entonces, como decía antes de que Cuisinator llegara… ¿Cuál de mis ex?]
Saco de mi bolsillo mi teléfono con la pantalla rota y escribo a toda velocidad:
[¿Lana ?]
[Es demasiado amable e inocente para hacer algo así.]
[¿Piper?]
[Negativo. No sabía nada de ti cuando empezaron las amenazas.]
Extrañamente, en este caso no habla de inocencia...
[¿Las gemelas? (Acabo de vomitar un poco en mi boca.)]
Tristan lee mi último mensaje y suelta una risa grave y sexy. El bastardo. Un deseo brutal se apodera de mí: muero por empujarlo violentamente de su taburete para que se rompa un hueso o dos. Pero su respuesta ya está haciendo vibrar mi teléfono.
[Entre las dos no juntan las suficientes neuronas para imaginar eso...]
Esta vez, soy yo quien ríe en voz baja.
[¿Entonces quién? Te has acostado con todas las chicas de por aquí, ¿debemos hacerlas testificar a todas?]
Tristan pone los codos sobre la encimera, pareciendo pensativo. Luego vuelve a escribir, mientras que Sienna continúa ignorando nuestra conversación secreta, obnubilada por sus patatas.
[Y si no fuera una de mis ex... ¿Sino uno de los tuyos?]
[Es decir...]
Mi mirada se cruza con la suya y en ella leo una rabia salvaje.
[Sí, él. El idiota al que no me dejaste romperle el hocico el otro día. K.Y.L.E.]
Digo que no con la cabeza.
[No tiene ninguna razón para chantajearme. No tiene nada que ganar…]
Tristan suspira y empuja su plato.
[Bueno, vamos avanzando... Puede ser cualquiera, no vamos a resolver el misterio esta noche. ¿Postre, Sawyer?]
[Hasta por mensaje tienes que llamarme por mi apellido...]
[Me gusta llamarte así.]
[¿Porque eso me molesta?]
[Entre otras cosas. También porque eso me recuerda que tú y yo no llevamos el mismo apellido...]
Mis ojos se desorbitan al darme cuenta de que ésa es la verdadera razón. El hecho de que no tengamos el mismo apellido convierte nuestra relación en menos... escandalosa, prohibida. Y esa atención de su parte, aunque sea disimulada, me da unas ganas locas de besarlo. Sin embargo, debo conformarme con un enésimo mensaje:
[No me había dado cuenta... Me gusta mucho (apasionadamente) esa idea, Quinn 3 ]
Su mirada se ha suavizado, al fin me sonríe y una multitud de mariposa vuela en mi vientre. Maldito hoyuelo. Desviando la mirada, redacto a toda velocidad:
[¡Una malteada de Oreo! ¡The Bachelor me espera!]
[Claro... Hay un partido de los Miami Heat esta noche.]
[¿Tristan? ¿Quieres morir asfixiado mientras duermes?]
El titán pone los ojos en blanco, salta de su taburete y se acomoda la playera de Led Zeppelin. No me pierdo ni un segundo de este espectáculo. Él se da cuenta, se acerca a mí y me observa, con la mirada sombría y jovial, conteniéndose claramente de sonreír.
– Sueñas, Sawyer, con acompañarme mientras duermo... O más bien, de estar en mi cama... susurra antes de caminar indolentemente hasta el refrigerador.
Un poco temblorosa, con las mejillas y el corazón encendidos, verifico que Sienna, frente a su licuadora, no haya escuchado nada y luego dejo la cocina escribiendo:
[¡Voy a esperar mi malteada en la sala, provocador!]
Me acuesto sobre el sillón y enciendo el televisor. La boca se me hace agua al pensar en mi postre - o en el que me lo va a traer. Harry está acostado, mi padre está encerrado en su oficina, Sienna ahora está fuera de mi campo de visión, ocupada con su puré. Parece ser que la noche será maravillosa. De no ser por algo...
En vez de malteada de Oreo, recibo por mensaje su receta y me doy cuenta de que Tristan ya no está por aquí. Cuando estoy por preguntarle qué hace, la respuesta me llega como por arte de magia, en un último mensaje:
[Tengo una cita esta noche. Hasta pronto, Sawyer.]
Pestañeo varias veces para verificar que leí bien: « Cita ». Es la primera vez que Tristan me hace algo así. Intentar ponerme celosa, eso lo ha intentado miles de veces: buscar herirme deliberadamente, nunca. Él no es así. Aprieto la mordida y me trago las lágrimas cuando una masa llega de repente a derrumbarse sobre el sillón, al lado de mí.
Tristan, con una maldita sonrisa retorcida sobre los labios.
– ¿Qué? se burla cuando lo asesino con la mirada. ¡Tengo una cita con el Bachelor!
Idiota.
MI idiota.
***
Fergus está un poco desbordado. Corrección: Fergus está completamente desbordado. Desde la cocina de la casa de sus padres, él intenta controlar las idas y venidas de sus invitados - de los cuales la mayoría no lo eran.
– Creí que seríamos unos quince, ¡somos más del doble! gime.
El pelirrojo en pánico se arma de valor y recupera firmemente una botella de Jack Daniels que un perfecto desconocido acaba de robarse de una alacena.
– ¡Y siguen llegando! le informa Bonnie.
Primero había decidido ayudarle a nuestro amigo, pero la linda morena cambió rápidamente de opinión. Ella nota a Drake en la habitación de al lado y nos abandona haciendo volar su vestido abombado.
– Mi padre me va a matar. Si se entera de que organicé una fiesta en su ausencia...
– Fergie, tranquilo, dentro de cuatro horas todo el mundo se habrá ido, mientras tanto, ¡vamos a limitar los daños!
– Los tiempos son difíciles para mi familia en este momento, ¡si rompen algo, estaré muerto!
Es apenas la segunda vez que vengo aquí, a esta pequeña casa vieja y polvorienta. A Fergus no le gusta mezclar a la familia con los amigos, creo que le cuesta trabajo asumir el lado old school y un poco rígido de sus padres, inmigrantes irlandeses que nunca han sido lo que su hijo soñaba que fueran. Echo un vistazo a mi alrededor y noto que parecen faltar algunos muebles antiguos por aquí y por allá. No me atrevo a preguntarle a mi amigo si él los movió o si sus padres los vendieron para completar el fin de mes. Lo único que sé es que Fergie necesita mi apoyo incondicional.
Obviamente, en este justo momento, una castaña ebria se baña con cerveza en medio del pasillo...
Intento bajar la música varias veces, pero siempre hay alguien que le vuelve a subir al máximo. Fergus hiperventila al ver la cantidad de vasos tirados en el piso, yo paso con una bolsa de basura para mejorar mi reputación. Las personas se burlan gentilmente de mí, me otorgan el título de Miss Basura, pero no me rindo. Estoy ahí para ayudar a mi amigo, quien tontamente se creyó capaz de organizar una fiesta en las Keys, con todos esos chicos ricos, tan derrochadores como irresponsables.
– No hay duda, sabes muy bien cómo divertirte, Sawyer...
Con mi bolsa de basura en la mano, me volteo bruscamente y me encuentro a Tristan, con una sonrisa burlona en los labios. Se ve más sexy de lo normal con sus jeans y su polo azul marino. Por mi parte, estoy toda despeinada y llena de cerveza. Después de observarme de los pies a la cabeza, él vacía su botella de un trago y me la da, como si intentara ayudarme.
– No estás obligada a ser siempre perfecta, sabes... Tienes derecho de soltarte un poco.
– Cuando me suelto un poco, hago cosas que no debería hacer, murmuro sin desviar la mirada.
Él cruza los brazos sobre su torso, sorprendido por mi audacia. Los miembros de su grupo lo llaman un poco más lejos y los ignora.
– ¿Te arrepientes, Sawyer?
– Ni por un segundo. Asumo todo lo que hice, dije o sentí. Pero eso no quiere decir que estoy lista para hacerlo otra vez...
– ¿Nunca?
Su mirada se obscurece, juraría que se estremeció.
– Nunca digas « nunca ».
Su mirada se fija sobre un punto invisible, en mi cuello. Luego se pasa la lengua por el labio inferior y, sin agregar una palabra, me rodea para alejarse. Al fi respiro, dándome cuenta de que estaba conteniendo la respiración. En el momento en que intento avanzar, una mano se pone sobre mi nuca y me detiene. La voz cálida y profunda de Tristan llena mis oídos:
– Aunque me dijeras « nunca », lograría hacerte cambiar de opinión, Liv.
– Arrogante, resoplo con el corazón enloquecido.
– No, simplemente lúcido.
Tan pronto como llegó, el titán se vuelve a ir en dirección a sus amigos que juegan a tomar cerveza parados de manos. Intento controlar los latidos de mi corazón cuando Fergus se lanza sobre mí, a punto de deshacerse en lágrimas.
– Encontré dos... Dos... Dos...
– ¿Dos qué? ¡Fergie, cálmate!
– En la cama de... de…
– ¿De quién?
– ¡De mis padres!
Esta vez, lo tomo de la playera y lo jalo hasta el comedor donde está puesta la reserva de alcohol. Nos sirvo un shot de algo y le doy el suyo, ordenándole que se lo tome. Por su bien. Ya que la situación se le escapa de las manos y es completamente impotente, mejor que se relaje un poco. Así será mejor.
– ¡A las tres, te lo tomas!
– Pero…
– Fergus, ¡toma o llamo a la policía! ¡Uno... Dos...Tres!
El alcohol transparente me quema la garganta, pero nos vuelvo a servir una segunda ronda y mi amigo parece relajarse de repente. Tomando mi segundo vaso, cruzo mi mirada con la de Tristan, un poco más lejos. Ignoro si me está vigilando, pero eso parece.
¿Acaso vino... por mí?
Dejo la sala - convertida en pista de baile - cerca de una hora más tarde, dejando que Bonnie y Fergus hagan su show. Una vez en la cocina, tomo un inmenso vaso de agua helada y observo el moretón que se está formando ya en mi brazo derecho.
Nota mental: ¡nunca más bailar con Fergie!
Algunas risas me llegan desde el pasillo, me recargo en la encimera para respirar dos minutos. Fuera de un chico dormido en el piso, la habitación está vacía, casi todos los invitados se aglutinaron en la sala. Ahí fue donde dejé a Tristan. Hace cinco minutos, crucé mi mirada con la suya mientras bailaba intentando seguir la coreografía de Bonnie. Él estaba inmóvil, recargado contra la pared, rodeado de sus músicos y con varias chicas flotándole alrededor. Parecía ignorarlas. Prefería mirarme a mí. Con esa mirada que me vuelve loca. Que me calienta las entrañas. Y nunca había tenido tanto deseo de besarlo. Para luchar contra este impulso tan fulgurante como prohibido, dejé la habitación para llegar aquí. Sola.
¿Soltarme un poco? No esta noche...
– ¡Creo que te vi en alguna parte! ¡Liv! ¡Liv! escucho de pronto.
No reconozco la voz inmediatamente. Sólo descifro que se trata uno: de un chico. Dos: de un chico ebrio.
– ¡Liv Sawyer, la mejor de todo Key West!
Esta vez, comprendo y corro hacia él, casi tropezándome con un chico acostado en el piso. En el pasillo, Kyle Evans está contándole sus mentiras a un nuevo público. Y resulta ser que yo soy la protagonista de su historia inventada en todos los aspectos.
– ¡Ah! ¡Ahí estás, querida!
– Kyle, ¡deja de decir estupideces! Y deja de beber...
Me acerco al castaño con ojos fisgones e intento hacerle comprender que debe callarse, pero él me toma de la cintura y no me suelta. Intento empujarlo, pero me lleva con él. A nuestro alrededor, las personas ríen, convencidas de que están frente a la pareja más depravada de la isla.
– Kyle, deja de hacer eso. Suéltala, le dice Drake cruzándose en nuestro camino.
– ¡Pero no le estoy haciendo nada! ¡Y no hubiera venido si no quisiera verme!
– ¡Suéltame, Kyle!
Mi tono no deja lugar a dudas: realmente quiero que me suelte y estoy a punto de usar los dientes para lograrlo. Pero la presión de sus manos alrededor de mi cintura aumenta y me susurra, con el aliento apestando a cerveza:'
– Ven, vámonos a otro lugar...
Estoy por gritarle y por darle un rodillazo en los bajos cuando un inmenso puño llega a estrellarse en su rostro. Uppercut. Grito de estupor y retrocedo, al fin liberada de ese cabrón. Cuando volteo la cabeza, sorprendo a Tristan lanzándose sobre Kyle, quien ya está aturdido y manteniéndose de pie sólo gracias a una pared.
– ¡Basta, Tristan! ¡No vale la pena! grito intentando separarlos.
Pongo mi mano sobre su bíceps tenso, él se voltea de repente y clava sus ojos azules en los míos. Leo tantas cosas en sus pupilas brillantes. Una mezcla de violencia, furia, preocupación y algo que parece ternura. Tal vez hasta más que eso... Pero esa mirada tan bella se me escapa cuando el puño de Kyle golpea la mejilla de Tristan y la pelea continúa. Esta vez, es imposible detenerlos. Sus amigos se meten ya que la lealtad los obliga. Después de un minuto, son una decena golpeándose. ¿Yo? Sólo grito al aire.
Y tengo unas ganas locas de participar...
Fergus llega, sudando por haber bailado tanto y furioso de ver su pasillo transformado en un ring de box. Creo que nunca lo había escuchado gritar tan fuerte:
– ¡FUERA! ¡TODO EL MUNDO, FUERA!
– ¡Ya llamé a la policía y ya viene en camino! agrega Bonnie.
– ¿Qué? ¿Pero por qué hiciste eso? se enoja la pelirroja. ¡Van a avisarle a mis padres!
– Tuve miedo, dice tímidamente. Por Liv.
– ¡FUERA, YA DIJE! ¡SIN EXCEPCION!
La gente ha bebido, bailado, coqueteado y golpeado lo suficiente, así que dejan la casa sin rechistar, uno tras otro. Kyle desaparece, en mal estado, arrastrado por sus amigos. Los Key Why se escabullen también, siendo Tristan el último y volteando una vez hacia mí para hacerme una señal de que los siga. Pero resisto. Me quedo cerca de Fergus, atrozmente preocupada:
– Fergie, te ayudo a recoger…
– No. Ve a casa, Liv. Francamente, ya hiciste suficiente. Tu ex es un cerdo y tu hermanastro es una bomba de tiempo.
– ¿Estás seguro que...? insisto con tristeza.
– Bonnie va a ayudarme. Vete.
Creo que es la primera verdadera pelea que tengo con él. En todo caso, la primera vez que lo decepciono tanto. Entonces, como no puedo ser útil, llego hasta la salida y me uno a Tristan, recargado en el porche de madera, agarrándose la mandíbula como si le doliera.
Y algo me dice que un nuevo duelo va a comenzar...