EL ALEPH
LUNES, 08-05-2006
En El Aleph, uno de los relatos más célebres de Jorge Luis Borges, todo lo que ha existido, existe y existirá, multiplicado por todas las cosas que pudieron ser y no fueron, se concentra en una diminuta espiral vertiginosa llamada aleph, por el nombre de la cabalística primera letra hebraica. Nunca se ha descubierto un aleph en el mundo real, pero en el universo mágico del calcio sí hay uno. Se llama General Athletics, aunque es más conocido por las siglas GEA, y las fiscalías de Roma y de Nápoles escudriñan en su interior con el afán de desvelar un fenómeno que durante años ha intrigado a la ciencia: ¿por qué los errores arbitrales, los postes, los huecos en el césped y hasta la meteorología actúan siempre a favor de la Juventus?
La cabeza de GEA es Luciano Moggi, el ferroviario jubilado que dirige la Juventus (tras estancias en Roma, Lazio, Nápoles y Torino) y, se supone, la totalidad del calcio. GEA gestiona las carreras de más de ciento ochenta futbolistas y de veinticuatro técnicos, por lo que sus tentáculos se extienden por todo el país y penetran en todos los clubes. Su vocación alephística se refleja en el elenco de sus directivos: Alessandro Moggi, hijo de don Luciano; Francesca Tanzi, hija de Calisto Tanzi, ex presidente del Parma y protagonista del mayor fraude empresarial en la historia de Europa; Andrea Cragnotti, hijo de Sergio Cragnotti, ex presidente de la Lazio y protagonista del segundo mayor fraude empresarial en la historia de Europa; Giuseppe de Mita, hijo del ex presidente del Gobierno Ciriaco de Mita; Chiara Geronzi, hija de Cesare Geronzi, presidente del megabanco Capitalia; y Davide Lippi, hijo de Marcello Lippi, seleccionador italiano.
La expresión «tráfico de influencias» no alcanza, ni de lejos, a definir lo que, según los fiscales, se cuece en GEA. Luciano Moggi, que en 1993 se libró con una simple multa y un arresto simbólico de una investigación que demostró que, como director general del Torino, obsequiaba a los árbitros con «señoritas de compañía», parecía el último representante de la Italia más tópica y eterna. Pero Silvio Berlusconi cayó, por poco pero cayó. Inmediatamente después cayó Bernardo Provenzano, el jefe supremo de la mafia siciliana, tras más de cuarenta años en paradero desconocido. Ahora está a punto de caer Luciano, investigado por presunta asociación para delinquir (un delito establecido de forma específica para combatir las mafias) «con el objetivo de cometer fraude en la competición».
Lo único seguro es el cambio en la Juventus. Antonio Giraudo (condenado y luego absuelto por dopar a los futbolistas de la Vieja Señora), Roberto Bettega y el propio Moggi, los tres dirigentes que eligieron un nombre tan siniestro como Tríada (la mafia japonesa) para definirse a sí mismos, protagonizarán la disolución más espectacular desde que en 1970 se pelearon Lennon y McCartney. La familia Agnelli, propietaria de Fiat y de la Juventus, expresó ayer a través del heredero John Elkann su total «cercanía a los jugadores». De los directivos no dijo nada, para no tener que decir que ya estaban firmadas las cartas de despido.