Estrellas compactas
Las estrellas, como los seres vivos, también
tienen un tiempo de vida, y luego de cumplirlo se transforman en
distintos objetos, dependiendo de su tamaño y masa: enanas rojas,
enanas blancas, estrellas de neutrones, agujeros negros. La lista
está en orden creciente de densidad y tamaño decreciente. Cada uno
de estos objetos es más pequeño, más denso y más extremado en sus
condiciones físicas que el anterior. Estas transformaciones se
producen porque al final de su existencia activa la estrella
termina de consumir su combustible, se apaga, y al apagarse deja de
producir esa energía que tiene en vida, que por efecto calórico
empuja constantemente su materia gaseosa hacia fuera, impidiendo
que la gravedad la compacte mucho más y la transforme en otra
cosa.
La compactación es el resultado de la familiar
fuerza de la gravedad. La gravedad está presente durante toda la
vida de la estrella y espera pacientemente a que llegue el fin del
horno nuclear. Cuando por fin triunfa, las condensadas estrellas
que resultan suelen quedar en estados de la materia que nos
resultarán más allá de nuestra experiencia normal. Un trozo del
material de una enana blanca del tamaño de una caja de fósforos
contendrá la misma masa que un barco de guerra. La misma masa en
una estrella de neutrones ocupará el espacio de una cabeza de
alfiler. Un agujero negro está tan colapsado que tamaño y densidad
ya no tienen significado alguno.
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Una enana blanca es una estrella de un tamaño
cercano al de la Tierra pero con una masa similar a la del Sol. La
enana blanca está formada de materia estándar, aunque muy
comprimida. Está impedida de encogerse más por la presión de los
electrones: los electrones libres no pueden acercarse más y así los
átomos resisten la presión de la gravedad.
En algunas estrellas más masivas que aquellas
que se transforman en enanas blancas, esa barrera es vencida y los
electrones se combinan con los protones para formar neutrones.
Éstos se pueden empacar aún más apretadamente, y el resultado es
una estrella de neutrones. Una estrella de neutrones tiene una masa
cercana a la del Sol pero tiene sólo unos 30 kilómetros de
diámetro. Una estrella tan diminuta tiene una muy pequeña área
superficial y no puede emitir mucha de la radiación térmica que
hace brillar a las estrellas normales; aún así, algunas estrellas
de neutrones pueden ser observadas a grandes distancias debido a un
tipo completamente diferente de radiación, una señal de radio
pulsando regularmente. Se trata de las pulsares.
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¿Qué son los pulsares?
Las pulsares fueron descubiertas en 1967 por
Anthony Hewish y Jocelyn Bell en el observatorio de radioastronomía
—ahora el Nuffield Radio Astronomy Observatory— en Cambridge. Su
emisión de radio característica es una serie uniforme de pulsos,
separados con gran precisión, con períodos entre unos pocos
milisegundos y varios segundos. Se conocen más de trescientas, pero
sólo dos, la Pulsar del Cangrejo y la Pulsar de la Vela, emiten
pulsos visibles detectables, que se producen por la fluorescencia
de los átomos al chocar el haz de alta energía con las áreas
gaseosas que rodean a la estrella. Se sabe que estas dos también
emiten pulsos de rayos gamma, y una, la del Cangrejo, también emite
pulsos de rayos-X.
La regularidad de los pulsos es fenomenal: los
observadores pueden ahora predecir los tiempos de llegada de los
pulsos con antelación de un año, con una precisión mejor que un
milisegundo.
¿Cómo puede una estrella comportarse como un reloj tan
preciso?
La única posibilidad para una repetición tan rápida y precisa es
que la estrella esté rotando rápidamente y emitiendo un haz de
radiación que barre alrededor del cielo como un faro, apuntando
hacia el observador una vez por cada rotación. El único tipo de
estrella que puede rotar suficientemente rápido sin estallar debido
a su propia fuerza centrífuga es una estrella de neutrones.
Las pulsares son estrellas de neutrones
fuertemente magnetizadas, con campos de intensidad que alcanza los
100 millones de Tesla (1 millón de millones de Gauss, comparado con
menos de 1 Gauss para el campo magnético de la Tierra). La rápida
rotación, por tanto, las hace poderosos generadores eléctricos,
capaces de acelerar las partículas cargadas hasta energías de mil
millones de millones de Voltios. Estas partículas cargadas son, en
alguna forma aún no estudiada del todo, responsables por el haz de
radiación en radio, rayos-X, y rayos gamma, incluso de las
emisiones residuales de luz. Su energía proviene de la rotación de
la estrella, que tiene por tanto que estar bajando de velocidad.
Esta disminución de velocidad puede ser detectada como un
alargamiento del período de los pulsos. Típicamente, el ritmo de
rotación de una pulsar disminuye en una parte por millón cada año:
la Pulsar del Cangrejo, que es la más joven, y la más energética
conocida, disminuye en una parte en dos mil cada año.
¿Cuántos pulsares hay en nuestra
galaxia?
Los pulsares se han encontrado principalmente
en la Vía Láctea, dentro de los 500 años-luz del plano de la
Galaxia. Un escrutinio completo de los pulsares en la Galaxia es
imposible, puesto que los pulsares débiles sólo pueden ser
detectados si están cercanos. Los sondeos de radio ya han cubierto
casi todo el cielo y han sido localizados más de trescientos
pulsares. Sus distancias pueden medirse a partir de un retardo en
los tiempos de llegada de los pulsos que se observa en las radio
frecuencias bajas; el retardo depende de la densidad de los
electrones en el gas interestelar y de la distancia recorrida.
Extrapolando a partir de esta pequeña muestra de pulsares
detectables, se estima que hay al menos doscientos mil pulsares en
nuestra Galaxia. Considerando aquellos pulsares cuyos haces de faro
no barren en nuestra dirección, la población total debería alcanzar
el millón.
Cada pulsar emite durante cerca de cuatro
millones de años; después de este tiempo ha perdido tanta energía
rotacional que no puede producir pulsos de radio detectables. Si
conocemos la población total (un millón), y el tiempo de vida
(cuatro millones de años), podemos deducir, asumiendo que la
población permanece estable, que debe nacer un nuevo pulsar cada
cuatro años.
Muy recientemente se han encontrado pulsares
en cúmulos globulares. Se piensa que han sido formados allí por la
acreción de materia en enanas blancas que forman parte de sistemas
binarios. La acreción es la caída de materia en la estrella más
masiva de la pareja, proveniente, por efecto de la gravedad, de la
estrella compañera menos masiva. Otros pulsares nacen en
explosiones de supernovas. Si todos los pulsares fuesen nacidos en
explosiones de supernovas podríamos predecir que debería haber una
supernova en nuestra Galaxia cada cuatro años. Estas son eventos
espectaculares y, si ocurre uno cada cuatro años, esperaríamos ver
más de ellos. La última supernova observada directamente en nuestra
Galaxia fue la supernova de Kepler en el año 1604, pero sabemos que
ocurren otras que son menos espectaculares, o que son ocultadas de
nosotros por nubes de polvo interestelares. No está todavía claro
si el ritmo de nacimiento de las pulsares y el ritmo de aparición
de las supernovas pueden ser completamente reconciliados, ni
cuántas pulsares pudieran formarse fuera de los cúmulos globulares,
en sistemas binarios.
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La Pulsar del Cangrejo
La Nebulosa del Cangrejo es el residuo visible
de una explosión de supernova que fue observada en el 1054 por
astrónomos chinos y japoneses. Cerca del centro de la Nebulosa está
la Pulsar del Cangrejo, que es la pulsar más energética conocida.
Gira treinta veces por segundo y está muy fuertemente magnetizada.
Por lo tanto actúa como una estación celeste de generación de
energía, generando suficiente energía como para mantener radiando a
toda la Nebulosa en prácticamente todo el espectro
electromagnético.
La pulsar del Cangrejo irradia dos pulsos por
revolución: el perfil de este doble pulso es similar en todas las
radiofrecuencias por arriba de 30 MHz, y en las zonas ópticas, de
rayos-X, y de rayos gamma del espectro, cubriendo al menos 49
octavas en longitud de onda.
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La
Nebulosa del Cangrejo está formada por los restos de una estrella
que se volvió supernova en el año 1054. En el centro de la nebulosa
hay una poderosa pulsar de radio. (Crédito de la imagen: European
Southern Observatory/Very Large Telescope.) |
La luz visible emitida por
la nebulosa es suficientemente fuerte como para que aparezca en las
fotografías, donde se la ve como una estrella de magnitud cercana a
16. Las fotografías normales promedian los pulsos, pero las
técnicas estroboscópicas pueden mostrar la estrella separadamente
en sus condiciones ‘encendida’ y ‘apagada’.
La pulsar binaria y la relatividad
general
Muchas estrellas son miembros de sistemas
binarios, en los que dos estrellas orbitan una alrededor de la
otra, con períodos de algunos días o años. Si una de estas
estrellas es una estrella de neutrones, el par puede orbitar tan
cerca que la atracción gravitacional entre ellas es muy grande y
entonces pueden observarse algunos efectos poco usuales. Se conocen
varios sistemas binarios en los que la otra estrella es una
gigante; en estos casos la estrella de neutrones puede atraer gas
de las regiones exteriores de su compañera, de modo que una
corriente de gas cae con gran energía sobre la superficie de la
estrella de neutrones. Estos sistemas se observan como fuentes de
rayos-X. Algunas de las fuentes de rayos-X muestran variaciones
periódicas al rotar la estrella de neutrones: estos son las
llamadas ‘pulsares de rayos-X’.
Un sistema binario, conocido como PSR 1913+16,
consiste de dos estrellas de neutrones tan juntas que su período
orbital es de sólo 775 horas. No hay corrientes de gas entre estas
estrellas, que sólo interactúan por su mutua atracción
gravitacional. La órbita de una de ellas puede ser descrita en gran
detalle, debido a que es una pulsar.
El período de esta pulsar es de 59
milisegundos y produce una serie de pulsos muy estable con un ritmo
de deceleración inusualmente bajo. Es, de hecho, un preciso reloj
moviéndose muy rápidamente en un fuerte campo gravitatorio, que es
la clásica situación requerida para una comprobación de la Teoría
General de la Relatividad de Einstein.
Según la teoría dinámica no-relativista, o
Newtoniana, las órbitas de ambas estrellas deberían ser elipses con
una orientación fija y el período orbital debería ser constante.
Las mediciones de los tiempos de llegada de los pulsos han mostrado
diferencias significativas con las simples órbitas Newtonianas: la
más obvia es que la órbita tiene una precesión de 42 grados al
año.
Hay también un efecto pequeño, pero muy
importante, sobre el período orbital, que se sabe está reduciéndose
en 89 nanosegundos (menos de una diez-millonésima de segundo) en
cada órbita. El período orbital en reducción representa una pérdida
de energía que sólo puede explicarse por la existencia de una
radiación gravitacional. Aún cuando la radiación gravitacional en
sí misma nunca ha sido observada directamente, las observaciones de
la PSR 1913+16 han provisto una buena prueba de su existencia. Es
apropiado que este descubrimiento, que ha sido una confirmación
adicional de las predicciones de la Teoría General de la
Relatividad, fuera anunciado en 1979, año en que se cumplió el
centenario del nacimiento de Einstein.
La Pulsar 1257 + 12.
Se ha descubierto que esta pulsar está
acompañada por al menos dos planetas. Se dedujo que existen estos
planetas porque la pulsar se mueve en una pequeña órbita alrededor
del centro de masa del sistema, que es determinado por las
posiciones y masas de la pulsar y de los planetas. Cuando la pulsar
se mueve en su órbita, los intervalos entre pulsos sucesivos
varían, siendo levemente más cortos cuando la pulsar se mueve hacia
nosotros. Analizando los intervalos entre pulsos, los astrónomos
determinaron que la pulsar es orbitada por al menos dos objetos,
con masas de alrededor de 2,8 a 3,4 veces la de la Tierra. Sus
períodos orbitales serían de 98 y 67 días, respectivamente. La
amplitud de las órbitas es similar a la de Mercurio. Es posible que
el sistema tenga un tercer planeta, con un período orbital de
alrededor de un año.
Estos planetas no serán hospitalarios para la
vida como la conocemos, dado que la pulsar emite la mayor parte de
su energía en forma de un viento estelar muy intenso que descarga
partículas de alta energía, que se mueven casi a la velocidad de la
luz, sobre los planetas.
Los planetas se tienen que haber formado en la
explosión de supernova que dio génesis a la pulsar, ya que no
podrían haber sobrevivido al fenómeno. También podrían haber
surgido de material expulsado por una estrella compañera,
finalmente vaporizada por gravedad de la pulsar. Este
descubrimiento fue importante porque sugiere que la formación de
planetas puede ser relativamente simple, y que los planetas
potencialmente habitables pueden ser muy comunes. Otra cuestión
importante que se debe determinar es si la mayoría de las pulsares
que rotan centenares de veces por segundo tienen planetas o si esta
pulsar es única.
Adaptado y ampliado a partir de un informe
producido por el Departamento de Servicios de Información del Royal
Greenwich Observatory y de diversas fuentes en Internet.
Axxón número 113, Abril de 2002
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