PRÓLOGO. CRONÓMETRO A CERO.

Melbourne, Australia.

El semáforo está en rojo y sé que en segundos se pondrá en verde y oiré en mi auricular la voz de la persona a la que más detesto del mundo, la voz de Josh Weird. Supongo que me lo tengo bien merecido, por irme a la cama con un tío a las primeras de cambio, nunca mejor dicho.

El semáforo está en verde y oigo en mi auricular la voz del hombre al que más necesito en este momento, oigo la voz de Josh Weird.

— Acelera al máximo, chica dorada.

 

******

 

 

El semáforo está en rojo y en unos segundos se va a poner en verde, y entonces daré la orden más esperada por los pilotos. Ahora desearía estar en otra parte, y no en la oreja de la mujer más obstinada de la Tierra. Supongo que me lo merezco por buscar complicaciones innecesarias.

El semáforo está en verde y doy mi orden, esperando que la chica en cuestión no esté pensando lo mismo que yo…

— Acelera al máximo, chica dorada.

ESTIRAMIENTOS.

Londres, Julio de 2012.

Necesitaba distraerme, me digo una y otra vez mientras permanezco sentado y aburrido como nunca en mi segunda sesión de clasificatorios para las finales. Me podría haber ido con Hollywood a Nueva York, aunque eso supondría haberle tenido que oír durante todo el mes parloteando sobre Leia. No sé qué lío se llevan esos dos, pero espero que lo solucionen pronto por el bien de todos. No, Hollywood no es una buena opción como tampoco lo es Rodri, lo único que me faltaba es verle con una sonrisa bobalicona mirando a Emi, y eso que me invitaba a Sevilla…

Necesitaba distraerme, y ese es uno de los motivos por los cuales acepté venirme a Londres, en Julio, en plenos Juegos Olímpicos y no sólo a coincidir con ellos, sino a ir a ellos. De hecho, el segundo motivo por el que me encuentro, a las cuatro de la tarde de uno de mis días de vacaciones, sentado en la piscina principal y viendo prueba tras prueba de natación, es mi hermano.

— Ahora es la femenina tío, a ver si al menos así te animas— me dice el susodicho, que está sentado a mi derecha.

Mi hermano es ocho años menor que yo, aunque si alguien dedicase unos segundos a compararnos podría decir que somos como dos gotas de agua. Ambos somos pelirrojos, de ojos verdes, pálidos y delgaduchos, él incluso aunque forma parte del equipo de natación de nuestro país, Irlanda. Los dos somos igual de altos y los dos tenemos el mismo aspecto desgarbado. Por lo demás somos totalmente distintos y esa es la razón de que yo me aburra como una ostra en este instante y él se lo pase en grande.

— Pues mira tú que bien, mujeres anchas de espalda. — digo irónicamente para picarlo y animarme un poco, en realidad no pienso así.

— Desde luego que puedes ser gilipollas, hermano— le he cabreado, sólo me dice hermano cuando está muy enfadado conmigo, o cuando quiere algo…

— Hermano, tengo que pedirte un favor— me dice en diciembre del año anterior.

— Venga, suéltalo. — yo estoy en Londres preparando la próxima temporada de Mika, como buen estratega de Ferrari.

— Verás, es que al final nos hemos clasificado. — me dice con la emoción que dan los diecinueve años y entrar en los Juegos Olímpicos. Me hago el distraído.

— ¿Clasificado para qué?

— Venga ya, si lo sabes de sobra, para Londres.

Y después de hablar un buen rato me pide que vaya con él, y aquí estoy yo.

— De acuerdo, si una de esas chicas me llama la atención me quedo a todas las pruebas.

— Trato hecho— y mi hermanito me estrecha la mano demasiado pronto, lo cual me hace sospechar, sospecha fundada, según mi opinión, cuando escucho por el altavoz un nombre y veo a su dueña salir en bañador.

 

******

 

 

— Sara Paredes— oigo mi nombre en el altavoz y saludo hacia la parte de la grada en donde se encuentran los españoles y mis compañeros y amigos de la federación. Después me acomodo las gafas y hago mis últimos estiramientos para posicionarme en el punto de salida. “Sólo es un clasificatorio”, oigo decir a mi subconsciente para evitarle los nervios de estar de nuevo en una cita olímpica, la tercera de mi vida, y la última. A la orden de los jueces me zambullo en el agua y empiezo a nadar a toda velocidad. Enseguida cojo el ritmo de la prueba y llego a la última vuelta con la seguridad de estar clasificada. Unas brazadas más y toco mi pared. Al salir del agua saludo a los españoles mientras anuncian por megafonía los resultados. Primera. Luego recorro con la mirada la grada en la que se encuentran las federaciones y veo a la gente aplaudiendo, todos menos un pelirrojo de la federación irlandesa, que en cambio me mira fijamente. Salgo de la piscina extrañada de su mirada severa hacia mí, pues no me conoce de nada.

 

*****

 

 

— Tú lo sabías— acuso a mi hermano en cuanto la chica sale de la piscina.

— ¿El qué?— sonríe él— ¿acaso pensabas que no había chicas guapas en la natación? ¿Y por qué iba a estar yo aquí entonces? Si quieres te la presento.

— Yo no quiero que me la presentes— pienso en todas las pruebas que me voy a tener que tragar con el maldito olor a cloro en la nariz.— ¿la conoces?-me extraña que mi tímido hermanito conozca a esa chica.

— Bueno, en el mundillo todos nos conocemos, pero tú no quieres que te la presente…

— Ja, bonito farol, Logan, si me presentas a la chica hasta te animo en tus pruebas— me burlo sabiendo que mi hermano no la conoce. Y me equivoco por segunda vez el mismo día.

— Ahora mismo— y mi hermano se levanta y empieza a andar hacia la salida.

Mientras permanezco debajo de la ducha pienso en que aún me quedan tres días de clasificación y miles de pruebas, además de presenciar las otras, y me doy cuenta de que estoy haciendo bien dejándolo ahora. La natación ha sido mi vida desde que tengo uso de razón. Nací en un pequeño pueblo costero de Murcia llamado Mazarrón en donde pronto se hizo necesario aprender a nadar bien. Eso y un padre dispuesto a dedicarme su vida me han traído a mis terceros juegos olímpicos, aunque he decidido retirarme mientras esté en lo alto, además de que esto ya no me motiva.

Cierro el grifo, me seco y me visto, intentando recordar cómo fue que perdí la emoción de ganar para dar paso a esta sensación de completo aburrimiento. Ahora toda mi adrenalina está concentrada en el nuevo proyecto de mi vida, la Fórmula 1.

Se me dibuja una sonrisa en la cara, justo a tiempo para divisar a mi padre barra entrenador hablando con dos chicos, y como estoy pensando en que a mi padre le irá bien sin mí, al fin y al cabo va a entrenar a la selección irlandesa, no me doy cuenta de con quién hablaba hasta que llego a su lado.

— Sara, déjame presentarte a unos amigos.

Me he quedado tan helada de encontrarme allí al pelirrojo que tan fijamente me ha mirado antes, que tardo un poquito en responder.

— Hola, claro.

— Este es Logan Weird, una joven promesa de la natación irlandesa— le saludo con una sonrisa ante su clara vergüenza por los comentarios de mi padre.

— Y este es su hermano Josh Weird, y no te vas a creer a qué se dedica…

Pero uno de los altavoces avisa de que va a comenzar la siguiente prueba, por lo que no logro entender a qué se dedica exactamente el guaperas. Porque es un rato guapo. De ojos azules y piel clara demuestra todo lo que su hermano llegará a ser en unos años. Delgado y de labios bien proporcionados, sólo con echarle un vistazo te hace pensar en duendes y magia sexual.

— Encantada— logro decir, y le sonrío mientras me estrecha la mano.

— Encantado de conocerte— me dice en un español con claro acento inglés. Le miro sorprendida.

— Tengo amigos españoles— me vuelve a decir en inglés.

— Será mejor que nos vayamos— dice mi padre en general, aunque tiene cogido por banda al tal Logan, seguramente aprovechando la ocasión.

— Creo que paso— le digo a mi padre en español.

— ¿No vienes?— a él ya no le sorprende que yo no esté en esto tan serio, a fin de cuentas tengo un pie fuera y pronto los tendré los dos.

— No, voy a comer algo.

— Permíteme acompañarte— me dice entonces Josh Weird en inglés. Maldita sea, sí que entiende bien el español. Yo quería ir sola a desconectar, pero por su tono de voz suplicante, el chico está deseando salir de la piscina tanto como yo.

— Pues claro— me limito a responder y los dos nos vamos juntos al bar con un despreocupado comentario de mi padre que oigo a lo lejos.

— Que os divirtáis.

 

*****

 

 

Es preciosa, Dios mío, casi como una belleza griega, y digo casi porque es como una belleza española. Es morena natural, sin rastro de tinte en el pelo, un pelo que mantiene corto por encima de los hombros, seguramente por comodidad, de ojos oscuros, marrones casi negros y una boca sensual en perfecta consonancia con su nariz más bien chata. Y su cuerpo, que ya he vislumbrado en la piscina, parece mejor formado visto de cerca, todo músculo y fibra. Un cuerpo que aguantará perfectamente el batiburrillo de comida rápida que está colocando en su bandeja.

— Así que, ¿irlandés? ¿de qué parte?— pregunta mientras añade donuts a su “comida”.

— De Cork, ¿lo conoces?

— Pues la verdad es que no, una amiga y yo siempre estamos aplazando el momento de visitar Irlanda— nos sentamos y empezamos a comer, ella a mayor velocidad que yo, pese a ser quien dirige la conversación.

Después de un buen rato hablando de un millón de cosas distintas ya siento que voy a echar de menos su terrible acento español en cuanto se vaya y como casi va a dejar de hablar, le hago una pregunta de lo más original.

— ¿Y cómo es ganar?— por experiencia sé que a los campeones no les gustan esta clase de preguntas estúpidas pero se me agotaba el tiempo. Ella tuerce el gesto, muy a mi pesar.

— No está mal, aunque de hecho estoy pensando en dejarlo.

— ¿Y qué vas a hacer después?

— ¡Así que estáis aquí!— nos interrumpe su padre— Es hora de irnos— me mira como en una disculpa— mañana hay competición y tenemos que ultimar algunos detalles.

Ella se levanta obediente y me sonríe.

— Si me disculpas…— y se va dejándome perdido, sin poder contestar, y con mi hermano a mi lado mirándome con cara insolente. No puedo quitármelo de la cabeza. Al menos no me está afectando en cuanto a mi rendimiento. Quedan tres días para el final de las pruebas de natación y he logrado meterme en las tres finales. No he vuelto a hablar con él desde el día que nos presentaron, aunque le he visto en mis pruebas y en las demás cada día. Me mira y me sonríe, y yo le respondo como una tonta, tímida o con otra sonrisa.

Ahora estoy en la piscina, con el resto del equipo, preparando las finales. La psicóloga de la federación nos explica cómo afrontar la situación, a mí me gustaría más saber cómo afrontar a Josh Weird. Y como si me hubiese oído está allí, al final de la sesión, en la puerta principal.

— ¿Te puedo acompañar al hotel?— me pregunta.

— Claro— respondo intentando controlar mi voz— Pero podemos dar un rodeo— Quiero quitarme a los demás compañeros de equipo de encima, él parece sorprendido.

— Creí que no podíais perder tiempo, o al menos eso es lo que dice mi querido hermanito, por eso no te he molestado.

— ¿Molestado?

— Invitándote a salir y todo eso— parece nervioso. Casi tanto como yo.

— Tu hermano tiene razón, no habría sido posible…

— Pero estás aquí— me coge del brazo para detenerme. La vista es espectacular con el Támesis y el London Eye de fondo, la temperatura bastante agradable.

— Sí— suspiro— estoy aquí.

Y entonces levanto la vista hasta sus ojos, por Dios, no me había fijado en lo alto que es. Y me sonríe con una sonrisa perfecta que forma arrugas en sus ojos. Luego me acerca a él y me besa, primero suavemente, después más apremiante, como si lo hubiese deseado desde hace días. A mí me arde el cuerpo por dentro y busco su lengua insolentemente esperando que él lo sienta como yo. Y vaya si lo siente, me estrecha contra él, y puedo sentir sucuerpo delgado y bien formado y también su… Pero entonces él se separa.

— Será mejor que te lleve al hotel.

Asiento con la cabeza, descolocada. No hablamos por el camino, pero cuando llegamos a la puerta de mi hotel saco valor para decir, en voz muy bajita.

— El domingo…

— ¿Sí?— Josh me mira muy concentrado.

— Mi avión sale el lunes— y me sonrojo por lo que acabo de decir. Él me abraza y me besa en la frente, después me da un beso rápido.

— Estaré aquí el domingo — me sonríe después.

— Vale— yo también le sonrío y entro en el hall, pero él me detiene de nuevo.

— ¡Sara!

— ¿Sí?— ojalá se quedase esta noche.

— Suerte con las medallas.

— Ya son mías— le dijo retadoramente y me voy casi corriendo al ascensor para no caer en la tentación de mirarle de nuevo.

 

*****

 

 

Tres días, por el amor de Dios, tres días y estoy a punto de estallar.

Hasta mi hermano se ha dado cuenta y se burla de mí a cada instante. No entiendo lo que me pasa con esta chica, cada vez que la veo me pongo nervioso y alegre, y me arde la piel de deseo. Sólo es una chica, me he acostado con más chicas, pero cuando la recuerdo la otra noche hablándome del domingo… Hoy es domingo, por fin, aunque estoy empezando a creer que no será suficiente con una noche y entonces, pobre de mí, porque es sólo por una noche.

Ha ganado las dos medallas de los tres torneos que le quedaban y hoy casi vería normal que ganara la tercera. Aún así no se la ve soberbia ni engreída, sigue sonriendo igual, sonriéndome igual. Se oye en el altavoz el nombre de la siguiente prueba, la última, para ella y también para mí. Oigo pronunciar su nombre y la oigo entrar. Y ya no veo nada más, pero oigo a mi hermano.

— Joder tío, que se te cae la baba.

*****

 

 

Estoy a punto de empezar a comerme las uñas cuando le veo aparecer. Son las doce de la noche, las celebraciones oficiales se han terminado y cada uno se ha largado a continuar la fiesta como ha podido. Ya no me siento triste, se ha acabado una etapa de mi vida y tengo delante de mí una buena perspectiva para comenzar una nueva.

— Hola, chica dorada— me dice Weird mientras me coge la mano, me agarra la cadera y me besa en un instante.

Yo todavía voy en chándal de la federación y con mis tres medallas al cuello, y además estoy rodeada de gente, pero no me importa.

— Vamos— y nos dirigimos al ascensor.

— La última— me dice mi padre minutos antes de salir a la piscina.

— Sí— le respondo escondiendo la emoción del momento.

— ¿Estás segura?— me doy la vuelta para no hablar con él a través del espejo.

— Papá…

— Está bien, está bien, sólo quería que supieras que aún estás a tiempo de echarte atrás, y nadie te lo discutirá. Entonces le abraso y le beso.

— Me voy a por esa medalla.

Cuando suena el timbre de mi planta logro separarme de él el tiempo necesario para atravesar el pasillo hasta mi habitación.

— ¿Tu padre…? — pregunta Weird entonces como si hasta ahora no se le hubiese pasado por la cabeza.

— Dormimos en distintas habitaciones y ahora está en la fiesta— abro la puerta de la habitación, y me doy cuenta de que le ha parecido bien mi respuesta, porque solo tengo tiempo a cerrar y encender la luz cuando ya le tengo encima.

— Quiero verte sin toda esa ropa— me susurra entre beso y beso.

El problema es que yo también quiero. Nos desnudamos el uno al otro en una carrera de besos por todas partes, y cuando sólo tengo las medallas al cuello, Weird me estrecha un poco más entre sus brazos y me dice con voz ronca.

— He soñado con verte así, chica dorada— y me penetra a fondo allí mismo en la puerta.

Un buen rato después estamos en mi cama, sumamente satisfechos y jugando con la posibilidad de volver a satisfacernos cuando Weird me dice.

— Eres maravillosa, chica dorada.

— ¿Por qué me llamas así?— le miro a los ojos que tenía ocultos y ocupados en mis pechos.

— Algún día te lo diré.

Y lo hacemos una vez más, aunque esta vez yo reprimo las ganas de llorar porque sé que no le veré nunca más.

CROLL.

Brasil, Noviembre de 2012.

— Enhorabuena.-le digo a Hollywood mientras nos abrazamos. Y no sólo se lo digo por el campeonato del mundo, al parecer ha conseguido arreglar lo suyo con Leia y se le ve bastante feliz.

— Ya estoy deseando empezar el año que viene.

— Sí, yo también— le digo no muy convencido.

Desde que volví de las vacaciones de verano he estado pensando en cambiar de registro, en buscar empleo en otro sitio, aunque aún no se lo he dicho a nadie, menos a Mika.

— Pero ahora a descansar.

— Bueno, unos más que otros— señalo con la mirada a Leia, que está recogiendo el material con el que ha grabado la última carrera. Hollywood la mira de una forma que me hace sentir una punzada de celos y enseguida me viene a la cabeza la imagen de Sara, mi chica dorada.

— ¡Ey guapa!— le dice en español Hollywood a Leia, que levanta la mirada y le sonríe.— ¡Vámonos!

Luego, antes de irse, Leia y yo nos despedimos.

— Nos vemos en Navidad— me dice ella.

— Pues claro— le sonrío yo.

— Cuídate, Weird, últimamente pareces algo triste.

Después me besa en la cara y se van los dos juntos hacia el hotel. Leia tiene razón, parezco triste aunque ese no es mi verdadero sentimiento. Desde Londres no he dejado de pensar en Sara y eso me tiene realmente cabreado.

— ¡Qué guapa eres, chica dorada!— le digo mientras me visto el lunes muy temprano, ambos tenemos que coger un avión, yo de vuelta a Cork y ella a Murcia.

— Tú tampoco estás nada mal— se me acerca rodeada de una toalla, con el pelo aún mojado que no he podido ver en la piscina y, sin darme cuenta, nos estamos besando otra vez.

— Será mejor que me vaya— le digo apartándome un poco. Ella asiente con la cabeza y trata de sonreír.

— Sara…— digo, bastante enfadado de no ser capaz de pedirle un teléfono o una dirección de email. Quedaría demasiado tópico y esto ha sido por una noche.

Ella me acompaña hasta la puerta, la abre y me besa por última vez.

— Encantada de conocerte, Josh Weird— me dice en español, y cierra la puerta lentamente.

Desde entonces no he dejado de pensar en Sara y eso me tiene realmente cabreado. Cabreado con ella por ser tan valiente, tan dura, y cabreado, sobre todo, conmigo mismo por ser un cobarde.

 

*****

 

 

Mazarrón, Murcia, Noviembre de 2012.       Acabo de terminar de ver el último gran premio de Fórmula 1, en Brasil, y ya siento la emoción en la piel. Y es que, además de todo lo que conlleva formar parte de la escudería Ferrari, abrir la competición femenina y competir en sí mismo, estarán los viajes por todo el mundo y, sobre todo, los coches.

Entro en mi habitación para comprobar que tengo todo en la maleta, unos días después salgo para Londres para empezar los entrenamientos. Echo un vistazo a mis lejas, mis trofeos y medallas y siento una punzada en el pecho. De sobra sé que no es nostalgia, porque sé que la Fórmula 1 es lo que quiero ahora.

— ¿Por qué la Fórmula 1?— me pregunta mi nuevo manager.

Y lo cierto es que es una buena pregunta, porque, ¿por qué una chica de 27 años querría dejar la natación y dedicarse a promocionar las carreras de coches femeninas? ¿Tal vez no sería mejor que se dedicase a entrenar a futuras nadadoras, a casarse y a tener hijos? No tengo nada en contra de esas reflexiones, pero nunca he sido una persona muy dada a pensar en el qué dirán y siempre he hecho lo que me apetecía.

— Porque soy buena— le respondo con sinceridad.

Para formar parte del proyecto hay que ser mejor que buena, hay que ser genial, porque es un proyecto muy ambicioso este de hacer Fórmula 1 femenina, y de otra manera no me habrían seleccionado.

— Estoy de acuerdo, será mejor que busquemos la mejor escudería.

De sobra sé que las medallas no me dan nostalgia, porque la Fórmula 1, y Ferrari, es lo que quiero ahora. Lo que me ha hecho sentir un resquemor en el pecho ha sido recordar a Weird sobre mí cuando sólo llevaba puestas esas medallas.

— Maldito Josh Weird— digo entre dientes.       Me he pasado casi seis meses tratando de sacarle de mi cabeza, pero me ha sido imposible. Ni mi nuevo proyecto, ni mis amigas, ni siquiera salir con otros chicos me ha ayudado, y aún no puedo refrenar el impulso de sacar un billete hacia Cork y preguntar allí por él. En unos días salgo para Londres y espero poder olvidarle allí por fin.

 

*****

 

 

Nueva York, Nochebuena de 2012.

— Bueno, ¿y qué es eso tan importante que tenías que decirnos?— me pregunta Hollywood al lado de la piscina con el pelo aún alborotado de recién salido de la cama.

— Cuando estemos todos…— gruño cuando veo a Mika atacando una fuente de tortitas con sirope de arce, seguramente hechas por su madre.

— Por Dios, Weird, que estamos en Navidad— me dice mi amigo y pincha una torta para pasármela por la nariz— no me digas que no te apetece una.

— Pues no, sólo de pensar en el tiempo que tarda el cuerpo en procesarla y…— trato de parecer convencido pese a que huele estupendamente.

— Bah, un poco de sexo y listos— y se mete una tortita entera en la boca.

— ¡Mika!— le increpa Leia haciendo que se atragante.

Yo me río y al girarnos vemos que no está ella sola.

— Hollywood, tú tan capullo como siempre— dice Rodri usando su buen diccionario de palabrotas en español mientras se produce un lío de besos, abrazos y manos entrelazadas.

No nos vemos mucho debido a nuestros calendarios, aunque procuramos quedar siempre que podemos. Somos familia al fin y al cabo.

Para evitar la tensión anterior y para poder seguir comiendo, el buenazo de Hollywood insiste.       — ¿Qué tenías que decirnos Weird?

— Bueno…— espero a que todos estén sentados y en silencio— pues lo cierto es que dejo la Fórmula 1.

Todos se quedan en silencio, como esperando a que diga que es una broma.

— No me lo puedo creer— articula por fin Hollywood.

— ¿Y qué vas a hacer ahora?— pregunta Emilia siempre tan positiva.

— Pues lo cierto es que voy a ser estratega en la Fórmula 1 femenina.

Recibo una llamada de mi jefe a eso de las doce de la mañana y subo a su despacho pensando en qué puede ser lo que he hecho mal. Cuando vuelvo a mi mesa me parece que su propuesta es justo lo que necesitaba, un buen cambio. Aunque no es hasta que hablo con mi manager, el padre de Rodri, que me doy cuenta de que es una buena oferta profesional.

— Más dinero y la oportunidad de ser tu propio jefe. Es tu momento, Weird.

— Por Dios, Fórmula 1 femenina, hasta dónde vamos a llegar…— bufa

Hollywood trayéndome a la realidad.

— Mantén la boca cerrada, Hollywood— le dice Leia mientras le mete cariñosamente otra tortita en la boca.

Supongo que si lo has aceptado es porque ya lo has hablado con nuestro manager. — pregunta Rodri. Hollywood, él y yo nos conocimos gracias a la inteligencia en los negocios de su padre.

Asiento con la cabeza.

Después, metido en la piscina, me doy cuenta de que tengo unos buenos amigos. Se han ido retirando después de cenar con excusas poco elaboradas, como si yo no supiera adonde iban… Y yo me estoy bañando en la piscina tratando de no pensar en la piel mojada de cierta nadadora.

— ¡Nos vemos en Febrero! — se despiden Emi y Rodri unos días después, cuando volvemos al trabajo.

Sí, a Murcia en febrero…

 

*****

 

 

Murcia, Nochebuena de 2012.

— ¡Feliz Navidad!— Víctor se me acerca y me da un pico. El pobre debe de creer que somos novios o algo así. He vuelto de Londres para la Navidad, pese a que ha sido un poco una locura. Mañana tengo que volver, y en febrero otra vez.

— Pues claro que te dejarán. Al fin y al cabo hasta tu jefe va a venir.

Mi padre y yo hemos recibido una invitación para la boda de Emilia y Pedro Rodríguez, aunque no ha sido por parte de la escudería, sino porque mi familia y la de Emi se conocen desde hace mucho tiempo.

— No sé si tendré que entrenar…

— Tú pregúntaselo, te vendrá bien conocer gente del mundillo.

— ¿Quieres una copa?— me pregunta Víctor mientras me recorre la espalda, devolviéndome a la realidad.

— No, gracias, será mejor que me vaya— mi primer mes en la Fórmula 1 está yendo sobre ruedas, aunque aún no le he contado a nadie qué demonios hago en Londres. Tampoco nadie me ha preguntado, deben de suponer que estoy haciendo algo relacionado con la natación. Nada más lejos de la realidad.

— Acelera, más, un poco más— me dice una voz a través del casco y yo obedezco, aunque estoy molida después de los entrenamientos del gimnasio. Y yo que pensaba no hacer deporte nunca más…

Aún no me han asignado un estratega, la persona encargada de mi estrategia de equipo, algo casi tan importante como mi calidad. Acelero metiendo las marchas y sigo en la siguiente curva, más confiada esta vez.

— ¿Te vas tan pronto?— por su voz deduzco que esperaba de mí algo más que unos besos. Con la mente puesta en los coches y en conocer a cuanta más gente mejor en la boda de Emilia a la que al final me dejan ir, y el corazón extraviado en algún punto entre Londres y Cork, no me siento con ganas de soportar a ningún chico, mucho menos a este.

— Lo siento, mi avión sale temprano mañana.

Y me voy de la fiesta pensando qué le estará pasando a esta cabecita mía.

 

*****

 

 

Murcia, Febrero de 2013.

— ¿Frío? ¡Y una mierda! Sabrán estos murcianos lo que es el frío… — Rodri está nervioso a más no poder y le entiendo. En estos momentos no quisiera estar en su pellejo.

— Bueno, pues como veo que todo está bien por aquí, será mejor que me vaya…— intento escabullirme como mejor puedo pero Hollywood me detiene.

— ¡Ah, no! ¡Tú no te vas de aquí!

Vamos a empezar a discutir cuando oímos a Rodri a nuestras espaldas.

— ¿Por qué he tenido que querer casarme?

— Venga, Rodri, no digas gilipolleces— digo la palabrota en español, para animarlo. — ¿acaso no quieres a Emi?

— Pues claro que sí, capullo.

— Pues nada, a casarse toca…

— Además, creo que se lo pediste tú, ¿no?— dice Hollywood, que sonríe hasta que le lanzamos una mirada asesina.       Momentos después, Hollywood y yo estamos juntos en el altar, acompañando al novio mientras espera a la novia, como en toda boda que se merezca. Emi entra radiante, con una sonrisa alegre, como si hubiese ganado la partida de su vida, y tal vez sea así. Yo noto cómo se disipa la tensión en los hombros de Rodri nada más mirarla a los ojos.

— ¡Maldita sea, ella también quiere pasar por esto!— oigo murmurar a Hollywood a mi lado, evidentemente refiriéndose a su novia.

Pero no me da tiempo a responderle mordazmente, porque entonces la veo, a mi chica dorada, y me está mirando, a mí.

 

*****

 

 

He conseguido que mi vestido deje de parecerme horrible con la ayuda de unos imperdibles colocados estratégicamente. Es un vestido verde satinado que se me ajusta al cuerpo, tanto que se me pueden ver perfectamente todos los músculos de mi cuerpo, los antiguos y los nuevos y, con los imperdibles he conseguido ocultar todos los morados de mis hombros ocasionados por los golpes de los últimos accidentes.

También he conseguido pasar el rato junto a mi padre mientras le iba presentando a la gente de mi nueva vida, y he comprobado que le halaga que le digan que conduzco bien.

Pero no sé si podré conseguir aguantar sobre estos tacones el resto de la ceremonia. Lo de llevar tacones no ha sido nunca lo mío, primero porque no podía, después porque no me acostumbro. Oigo la música que anuncia la entrada de la novia y veo a Emilia que está tan guapa como siempre. Después me giro para ver al novio, siempre me ha llamado la atención cómo la cara del novio puede reflejar si esa boda funcionará o no. Pero esta vez no consigo comprobarlo, porque una llamarada de pelo rojo y unos ojos verdes se cruzan en mi camino.

Josh Weird.

 

*****

 

 

No he podido disfrutar de la boda porque a cada momento intentaba asegurarme de que no estaba teniendo visiones y de que realmente era Sara Paredes, la chica del vestido verde.

Después la he perdido unos segundos de vista y ahora puedo verla, bueno puedo ver sus preciosas piernas enfundadas en unos tacones bien altos con los que nunca la habría imaginado, y su cuerpo envuelto en un vestido que no deja lugar a la imaginación.

Ya estoy ardiendo cuando me doy cuenta de que está hablando con mi jefe, ella siempre tan extrovertida, incluso me da celos ver cómo le sonríe. Me voy a acercar a ellos cuando mi jefe se va y ella levanta la vista hacia donde yo estoy y me creo morir.

— ¿Qué estás haciendo aquí? — pregunto con voz ronca por los nervios.

Ella levanta una ceja, altiva.

— Me ha invitado la novia, ¿y tú?

— Soy amigo del novio— eso parece desconcertarla un poco. Me muero por besarla y casi estoy a punto de arrastrarla de allí cuando oigo a su padre.

— ¡Ah, señor Weird! ¿Qué tal su hermano?— y no sé cómo consigo mantener una conversación sobre mi hermanito mientras me muero por arrancarle la ropa allí mismo. Después me disculpo y la cojo del brazo.

— Vamos.

Ella me sigue manteniendo con dificultad mi ritmo mientras busco un sitio en el que poder comérmela poco a poco. En un momento nos cruzamos con Hollywood y Leia y a duras penas le oigo.

— ¿Una dama de honor, Weird? Quien lo diría…

— ¡Vete a la mierda, Hollywood!— y sigo caminando hasta la entrada del bonito caserón en donde Rodri y Emi han decidido casarse. Cuando subimos la escalera oigo que Sara me amenaza.

— Será mejor que me sueltes, Josh Weird.

— Ni lo sueñes chica dorada.

Y acto seguido entro en la primera habitación que encuentro, cierro la puerta y empiezo a besarla. Ella parece reticente al principio, pero después se une a la fiesta. Le bajo el hombro del vestido y le lamo un pecho, ella lanza un gemido y me desabrocha el pantalón. La acuesto en el sofá de la habitación que he encontrado y le bajo las braguitas mientras levanto la falda del vestido.

— Los zapatos— suplica ella— quítamelos por favor.

Le sonrío y se los quito rápidamente, después la miro para ver su cara cuando la penetro y se corre en ese instante. Yo la sigo después.

 

*****

 

 

Acabo de tener el mejor sexo de mi vida. Weird es increíble, increíblemente diestro e increíblemente guapo, pienso mientras le veo vestirme, un poco avergonzado quizá por su comportamiento.

— Lo siento— dice confirmando mis sospechas.

— No lo hagas— le sonrío mientras vuelvo a colocar los imperdibles.

— No, no me malinterpretes— me hace mirarlo a los ojos mientras me acerca a él— no siento esto— y me acerca la cadera a su nueva erección— siento haberte arrastrado.

— Estás perdonado.

Me sonríe indolente. Luego baja la mirada hacia el morado de mi brazo que aún no había conseguido tapar.

— ¿Y esto?

— Un accidente con el coche.

— Ten más cuidado…— dice, y me besa el morado.

— De acuerdo.

— Será mejor que volvamos a la fiesta.

Pasamos el resto del día juntos, como si fuésemos novios, cosa que no va a ocurrir ni en mis mejores sueños, me puedo dar con un canto en los dientes que le he visto por segunda vez. Me presenta a sus amigos y, aunque conocía un poco a Emilia me termina cayendo tan bien como los demás. Tampoco esperaba que tanto Hollywood como Leia fuesen tan simpáticos y además hablasen español, y es que resulta que Leia tiene familia en Murcia, pese a ser de California, el mundo es un pañuelo. El día se hace muy corto, y ya por la noche, él me acerca a mi casa. Empezamos a besarnos de nuevo y él se detiene un momento.

— Sara, yo… esto… quería decirte que…

Dios que sea que quiere volver a verme.

— ¿Sara?— oigo una voz detrás de Weird. — ¿Quién es este?

— ¿Víctor?— Buen momento para que aparezca un idiota. Weird parece desconcertado.

— ¿Qué pasa?— pregunta el aludido.

— Oye, Víctor, será mejor que te vayas.

Weird me mira tratando de dar sentido a mis palabras, pero creo que no lo consigue, y eso me enfurece. ¿Acaso acabamos de tener un sexo genial y no confía en mí? Lo cierto es que no me conoce, ni yo a él.

— ¿Es tu novio?— me pregunta en inglés.

— ¡No!— le digo enfadada por tener que contestarle a eso. Después de todo no he sabido nada de él en meses.

— ¡Sí!— responde Víctor a su vez. Yo le miro muy cabreada, y en ese instante Josh se aleja.

— Tengo que coger un avión.

A Cork, y yo en Londres otra vez, vuelta a empezar. Creo volverme loca, y le llamo.

— ¡Weird!— le llamo pero él no se da la vuelta.

 

*****

 

 

BRAZA

Cork, Marzo de 2013.

— Jóder, tío, menuda cara tienes— me dice Hollywood.       Como en todas las fiestas de Sant Patrick desde que nos conocemos, Mika, Rodri y yo hemos terminado la noche bebiendo en uno de los bares de Cork. Aún estamos en la primera cerveza, así que no es momento para comentarios sobre el aspecto.

— No me hagas recordarte cómo te encontrabas tú hace un año…— por aquella época Hollywood tenía un lío en la cabeza acerca de su chica y yo era su sabio consejero.

— Déjalo en paz, Mika, ¿no ves que se ha enamorado?— malmete el recién casado.

— ¿No tienes que irte a una segunda luna de miel o algo?— le respondo mientras reflexiono si será verdad que me he enamorado. Acabo de volver a Londres, todavía con el olor a Sara pegado al

cuerpo y el cabreo de pensar en el idiota de su novio. Pero, ¿qué demonios me esperaba? ¿Acaso había alguna posibilidad de volver a encontrármela? ¿Por qué tendría ella que haberme esperado? Aún así, sigo dándole vueltas al momento en que me iba y me ha llamado.

Con ese pensamiento entro en las oficinas de Ferrari en Londres y subo a mi despacho. Total, ya no la voy a volver a ver, ella se dedicará a ser una niña buena, a su natación y a su novio… ¡maldito gilipollas!

Saludo a mi secretaria, Mary, mientras me pasa, por fin, el nombre de las pilotos a las que hay que asignar un estratega. Como lo de la Fórmula F, que es como se llamará a la Fórmula 1 femenina, aún está en proceso de creación, yo seré el estratega de una de las dos chicas, a la vez que el jefe de todo el equipo femenino. Luego a todos los mecánicos los lleva el equipo general.

El mayor problema que tengo ahora mismo es que queda poco más de un mes para la primera carrera en Melbourne y, aunque yo me sé los circuitos de memoria, las pilotos aún no, y hay mucho que hacer. Estoy deseando ver cómo conducen.

Mi secretaria aún me está dando una serie de explicaciones mientras abro la carpeta con los datos de la primera de las pilotos, una tal Virginia Waterstone, inglesa de Manchester, de veintidós años, que tiene muy buenas marcas en los últimos entrenamientos. Después miro en la segunda carpeta y digo una palabrota a lo Rodri, sólo que yo en gaélico.

— ¿Señor?— pregunta Mary, desconcertada.

— No puede ser— me digo más a mí mismo.

— ¿Ocurre algo, señor?— ahora la pobre parece abrumada.

— No, nada. — he tardado apenas unos segundos en unir toda la información de la segunda piloto y darme cuenta de que es, aunque parezca increíble, Sara Paredes, española de Murcia, de veintisiete años, con una de las mejores marcas de este circuito en pruebas y, además, mi chica dorada.

— No pasa nada— repito, y sonrío tontamente.

— ¿Y desde entonces no le has dicho nada?— me pregunta Rodri tras contarles la historia en nuestra segunda cerveza.

— Bueno… es que aún no hemos coincidido…

— Sí, claro, como si a estas alturas no hubieses repasado ya mil veces la estrategia de Melbourne— me increpa Hollywood.

— Es verdad, Weird, es raro, válgame la redundancia, que tú no hagas bien el trabajo.

— Lo estoy haciendo bien, es sólo que…

— Le tienes miedo— Hollywood termina mi frase y me sonríe.

— Yo no tengo miedo, es sólo que no querrá verme.

— Arriésgate— me dice Rodri— de todas formas tarde o temprano os vais a tener que ver…

En eso tienes razón. No sé qué es lo que me pasa pero no he podido ir a verla y más pronto que tarde alguien se dará cuenta. Pero es que… ¿Qué demonios está haciendo ella en la Fórmula 1? Y cómo me gusta eso…

— Apostemos— dice Hollywood volviéndome a la realidad.

— ¿Cómo dices?— pregunta Rodri nada dispuesto.

— Venga, tíos, ¿no lo veis?, somos unos muermos aquí hablando como tías, tú casado— señala a Rodri como si tuviera la peste— y tú loquito por una murciana…

— Mira quién fue a hablar…— le digo mientras busco al camarero para que me sirva otra cerveza.

— Lo que quiero decir es que le pongamos emoción.

— ¿Cómo?— uy, uy, uy, Rodri se está animando y esto no me gusta. La última vez nos escapamos del circuito en Barcelona para jugar al póker en el casino. Creo que fue cuando Rodri conoció a Emi. Ha pasado demasiado tiempo, quizá Hollywood tenga razón y seamos unos auténticos muermos.

— Hagamos una carrera y si Weird pierde llama a la chica.

— ¿Corriendo? Tío le ganamos fijo…— estos dos me están dando demasiado miedo.

— No, en los coches.

— Sí, claro, no tengo otra cosa mejor que hacer que una carrera de coches con dos campeones del mundo…— como sé que van en broma me bebo mi tercera cerveza de la noche.

— Te dejo mi coche— dice entonces Hollywood.

Y cuando me doy cuenta estoy al volante de un Ferrari naranja último modelo, en la carretera que sale de Cork hacia el sur, franqueado por dos coches de lo más raro, un Aston Martin rosa chicle de alquiler y un Mini Cooper del 2003 conducido por Hollywood. Cuando voy a echar a reírme por la situación, oigo un chirrido de las ruedas de mi pobre coche y el trasero de un Mini me adelanta. Empiezo a acelerar. Es hora de demostrarles a estos presumidos que yo también conduzco bien…

Tras un rato intentando mantener el ritmo de Rodri y Mika se me ocurre mirar la velocidad de mi coche y, al ver que paso de 200 doy las gracias de que sea muy tarde y no pasen coches a estas horas. Empiezo a reducir pensando en la de animales que cruzan la campiña irlandesa, aunque he de reconocer que pienso más en mí que en ellos. Entonces veo luces a lo lejos, ahí están los cabrones con mi coche seguramente quemado. Y encima he perdido la apuesta. Cuando ya tengo en mente las peores palabrotas que se me pueden ocurrir, se enciende una luz azul en la oscuridad y oigo salir unas palabras de un altavoz.

— Pare el motor y salga del coche con las manos en alto.

Salgo del coche obedeciendo las órdenes del policía de uno de los radares móviles que muy de vez en cuando se pueden ver en Cork.

— Aquí está el tercero— dice su compañero por la radio. Y cuando me mete en el coche, Rodri y Hollywood me miran tan sorprendidos como yo.

Y, insisto, encima he perdido la apuesta.

 

*****

 

 

Mismo mes, escudería Ferrari en Londres.

¿Será posible? Y ahora se ha ido a Cork. Cuando le coja se va a enterar. Debí habérmelo imaginado cuando en la boda me dijo que conocía a Rodri, seguramente era su estratega.

Estamos Virginia y yo desayunando juntas una mañana, unos días atrás. La verdad es que me ha caído bastante bien, pese a que todo el mundo no para de repetirnos que después nos vamos a llevar fatal. Ella es toda alegría y rizo rubio y, aunque conduce algo más agresiva que yo, todavía no me ha demostrado que quiera competir conmigo.

— Ya sé quién es tu estratega— a Virginia se lo asignaron hará cosa de un mes y a mí tan sólo me han ido dando algunas instrucciones, todavía no sé por qué, pero al parecer voy a descubrirlo ahora.

— Tienes suerte, chica, además de tener de estratega a nuestro jefe vas a tener a alguien famoso.

— ¿Dos en uno? Menuda suerte…— le digo sin mucho entusiasmo. No me gusta que mi jefe esté en mi oreja todo el campeonato.

— Ha sido el estratega de Pedro Rodríguez y Mika Hollywood.

— Dos campeones del mundo, vaya…— no le digo que hace un mes conocí a ambos y parecían de lo más normalitos.

— Se llama Josh Weird— se ha quedado sorprendida al verme la cara— o sea, que ya le conocías…

— Algo así— murmuro entre dientes.

— Pues todo tuyo, chica, los pelirrojos no son mi tipo.

Y cuando he conseguido reunir el valor suficiente para apretarle bien las tuercas, como diría mi padre, resulta que ha salido para Cork. Ya volverá…

 

*****

 

 

— Y ahora tienes que llamarla— me dice Hollywood tan convencido desde mi derecha del asiento de piedra de la cárcel de la comisaría.

— Tú estás loco— los dos estamos esperando a que Rodri vuelva de llamar al abogado. Tienen que ser alrededor de las siete de la mañana. Nos hemos pasado la noche respondiendo preguntas y todavía no sé los cargos… ¡Dios! A mi madre le va a dar algo y Logan… bueno, Logan me lo va a recordar toda mi vida.

— Venga, tío, hay cosas peores…— Hollywood me pone el brazo en el hombro, y tiene suerte de que Rodri vuelva en ese mismo momento, porque yo no habría respondido de mis actos.

— ¿Qué tal?— le pregunto esperanzado, esperando buenas noticias del abogado.

— Bueno, de momento sigo casado…— se sienta, agotado, a mi lado.

— ¡Pero bueno! ¿Es que todo el mundo se ha vuelto loco? Dime que has llamado a un abogado y no a Emilia— debo de echar humo por las orejas, porque Rodri parece preocupado.

— Tranquilízate, Weird, Emi sabrá qué hacer. Por cierto Hollywood, Leia estaba con ella…

— Jóder— es toda la respuesta de Hollywood.

— Y hay algo más— Rodri me pasa un papel con un número de teléfono apuntado y en un lado un nombre, Sara Paredes.

— ¡No me lo puedo creer! Nos acabamos de pasar una noche en la trena, no sabemos qué cargos habrá contra nosotros y en lo único que ambos pensáis es en cobrar la maldita apuesta.

— Sabes que no es por eso…— me insiste Rodri.

— ¿Ah, no?— bromea Mika— Venga, Weird, haz que la noche merezca la pena…

Antes de volverme loco cojo el papel, me levanto y le pido al guardia hacer mi llamada. Mientras espero a que me abra, miro a mis amigos y les sonrío.

— Total, más bajo ya no puedo caer…

— Ese es mi chico— sonríe Hollywood.

*****

 

 

Me despierta el timbre del teléfono móvil que nunca apago por si es una emergencia. Me da tiempo a mirar la hora, las siete y media de la mañana. Hoy que podía dormir algo más… Cojo el teléfono y contesto algo adormilada.

— Una llamada de la Comisaría de Cork— me ha parecido entender en un inglés algo más cerrado del que estoy acostumbrada. Sigo sin saber qué ocurre.

— ¿Acepta la llamada?— me vuelve a preguntar la misma voz, algo impaciente.

— Sí, sí, acepto— a estas alturas he logrado encender la luz de mi lámpara, aún es de noche en Londres.

— Buenos días, chica dorada— me dice una voz algo apesadumbrada que conozco bien.

— ¿Josh? ¿Josh Weird?

— El mismo, preciosa.

— ¿Qué? ¿Qué pasa?— recuerdo entonces la primera voz diciéndome algo de Cork y una comisaría. — ¿Estás en la cárcel?— pregunto sorprendida. ¿Qué hace allí? Y, lo que es más importante, ¿por qué me ha llamado a mí?

— Es una historia muy larga de contar, ya te la contaré en otro momento.

— En otro momento… claro. — de repente he recordado que estaba enfadada con él. Por Dios, es mi jefe y lo han detenido…— Oye, Weird, no entiendo por qué me has llamado…

— Sara, quería pedirte disculpas, por no decirte nada de… bueno, ya sabes…

— Sí, ya lo sé— le digo menos enfadada de lo que debería.

— Lo siento mucho, de verdad, sólo que no me esperaba que tú…

— ¿Que yo qué? — ¿Qué fuera a correr en un Ferrari?

— Oye, ahora tengo que colgar, chica dorada, nos vemos pronto y entonces hablaremos, ¿vale?

Y cuelga sin dejarme contestar. Yo, por mi parte, llamo a mi padre para conseguir información de una fuente fiable llamada Emilia.

 

*****

 

 

Venga, princesa Leia, ¿no me vas a dar ni un beso? Llevo todo el día metido en esta apestosa celda— oigo decir a Hollywood.

— ¡Idiota! ¡Cretino! Y nosotras toda la noche preocupadas por si os había pasado algo…

— Y es que nos ha pasado algo…

Acabo de pasar la peor noche de mi vida, nos han dejado salir con antecedentes y pagando fianza, Sara no me va a volver a hablar en la vida, aún tengo que enfrentarme a mi familia y sólo me queda escuchar a esta parejita en plena pelea…

— Sinceramente, Weird, no me lo esperaba de ti— me suelta entonces Leia.

— ¿Yo?— pero bueno, es lo último que me faltaba. Yo no soy el padre de estos dos estúpidos.

— Déjale en paz, Leia, ha tenido una noche horrible… todos la hemos tenido— me defiende Rodri.

— Desde luego será mejor que nos tranquilicemos. — aconseja Emi mientras me levanta una mirada seria. — Hay algo más, Weird— me dice mientras se pone al volante del coche. Supongo que habrá hablado con mi madre.

Abro la puerta de atrás mientras veo a Leia y a Hollywood entrar en un taxi, pero cuando me voy a sentar…

— Hola, Josh— me dice Sara muy seria desde el asiento trasero. Y subo al coche pensando en si seré capaz de aguantar más emociones fuertes en un mismo día.

 

*****

 

 

Se ha quedado dormido y no se lo puedo reprochar. Por lo que me ha contado Emilia esta mañana al recogerme del aeropuerto, lleva más de veinticuatro horas sin dormir. No hemos hablado en todo el trayecto hasta tu casa, o lo que supongo que es su casa. Cuando ha superado la sorpresa de verme, simplemente me ha cogido la mano y ya no me la ha soltado hasta que hemos llegado. Luego se ha dado una ducha y se ha sentado conmigo al lado en el sofá.

— Te lo voy a explicar…— y dicho eso se ha quedado dormido de puro agotamiento.

Me parece guapísimo ahí dormido, con el pelo aún mojado después

de l a ducha, Josh Weird, mi jefe… ¡Maldita sea! Yo no debería estar aquí, pero cuando he llamado a Emilia ella me ha dicho que tal vez me necesitase y he venido como las moscas a la miel… al menos mi jefe no me puede despedir por faltar hoy al trabajo.

Lleva unas cuatro horas dormido, lo cual me ha dado tiempo a examinar su casa minuciosamente. Parece un chico familiar, hay bastantes fotos de gente pelirroja en sus estanterías, así como fotos con Hollywood y Weird en campeonatos o fuera de ellos. También he visto su título universitario por Oxford he comido la comida casera de su nevera, que espero que sea de su madre y no de su novia.

Estoy ojeando la estantería de sus libros, intentando mantenerme lejos de su dormitorio, cuando le oigo moverse. Le miro para cruzarme con unos ojos adormilados, llenos de deseo.

— Sara… ven. — palmea el sofá, a su lado.

Yo permanezco de pie. Él me sonríe, una sonrisa que parece querer decir que al final accederé.

— ¿Cuánto he dormido?

— Unas cuatro horas— doy un paso atrás, cuando le veo levantarse. Él me mira y me sonríe burlonamente, entra al aseo y después va a comer algo en la cocina.

— ¿Has comido?— pregunta desde allí.

— Sí, una comida deliciosa, ¿de tu madre?— pregunto intentando no demostrar mis dudas.

— Sí, de mi madre… lo cual me recuerda que tengo que llamarla— Y acto seguido coge el teléfono y habla con alguien mientras termina de comer. Cuando cuelga me mira, algo serio.

— ¿Todo bien?— pregunto nerviosa ante su mirada.

— Sí, sólo tenemos que ir a comer mañana.

— ¿Tenemos?

— Sí, tú, yo y los demás— lo dice como retándome a negarme. Al fin y al cabo estoy aquí.

— No sé si tendré que volver…

— No todavía.

— Josh, tenemos que hablar.

— Sí, tenemos que hablar… pero luego. — se me acerca lentamente, mirándome a los ojos, y después a los pechos, y más abajo— Estás preciosa, chica dorada…— dice cuando regresa de nuevo a mis ojos.

— Josh, quiero decir, Weird, yo no…— maldita sea, no puedo tropezar por tercera vez en la misma piedra…

— Llámame Josh, por favor… hablemos después, Sara, ¿sí? Te necesito— he dejado que se acerque demasiado y parece como si de verdad me necesitara.

Me coge por la espalda y me acerca a su cuerpo, delgado pero resistente. Me besa en el cuello tras un instante de mirarme fijamente a los ojos. Luego sube por mi garganta hasta mi oreja y la lame mientras murmura.

— No sé lo que me pasa, pero te necesito…

Supongo que ya me arrepentiré después porque mis manos van por libre y se posan en su bien formado trasero.       — Sara… déjame llevarte a las estrellas…

— Sí…— me subo a sus caderas y él me rodea el trasero cogiéndome en peso hasta la habitación. Me tumba en la cama y empieza a desabrocharme la ropa mientras me besa y yo le revuelvo el pelo.

— Desnúdate— me suplica.

Y yo le obedezco como si no me quedase ni un ápice de cordura y entonces nos damos placer uno a otro.

 

*****

 

 

— Está bien, Josh Weird, será mejor que empecemos a hablar.       Yo no quiero hacer eso porque por su postura alejada de mí ya sé que tiene pensado mantener lo nuestro en un nivel estrictamente profesional. Al fin y al cabo yo soy su jefe.

— Sara, esto no tiene por qué ser así— suplico casi muriéndome por sus labios, recordando los últimos tres días que ella debe de haberse tomado como un paréntesis.

— ¿Así que lo has hecho por mí? — me pregunta la primera noche, desnuda, enredada entre mis piernas, después de haberle contado lo de la apuesta.

— Básicamente sí— y empiezo a creer que ha merecido la pena.

— ¿Tendrás antecedentes? — me mira preocupada. Ni yo mismo lo he asumido…

— Y no podré volver a conducir en dos años.

— ¡Dios!— me besa para compadecerme.

— Lo que no logro entender…— empieza a decir momento de silencio.

Asiento con la después de un

— ¿Qué?— le pregunto, y cometo el error de mirarla a la cara. La veo sonreír abiertamente y noto un cierto dolor en el estómago.

— ¿Cómo pudiste perder conduciendo un Ferrari?

— ¡Oh, Dios mío! Casi me olvido de que tú también eres una de esas pilotos arrogantes.

Ella me empuja el hombro.

— Te vas a enterar de lo arrogante que soy— y se pone sobre mí con todo su poder.

— Venga Josh, en unas horas hay que volver a la realidad— ahora sí que acabo de aterrizar en la realidad.

— ¿Qué quieres, chica dorada?

— Nada.

— ¿Nada?— me duele que diga eso y me da mucha rabia no saber por qué.

— Encantada, Señorita Paredes— me fascina cómo Sara parece estar tan a gusto en casa con mis padres, mis hermanos y mis amigos. Supongo que es porque ignora que nadie más ha estado aquí, en su posición, la de ser mi chica.

— Así que tú eres la de la apuesta— le dice Logan sin un ápice de vergüenza.

— ¡Logan!— decimos mi madre y yo al unísono. Ella sonríe.

— No importa.

— Si ya nos conocemos…— continúa mi hermano— Verás cuando se lo cuente a su padre… por cierto, viene la semana que viene, por poco no coincidís.

Voy a matar a mi hermano como se le ocurra mencionarle al padre de mi novia que tengo antecedentes. Vaya, creo que me he pasado un poco llamándola “mi novia”.

— Venga Weird, tú eres mi jefe, y mi estratega, y yo quiero dedicarme en serio a esto, ya sabes que va a ser difícil para las chicas.

— Yo me tomo mi trabajo muy en serio. ¿Por qué simplemente no aceptamos que nos conocimos antes y vemos hasta dónde podemos llegar?

Ella me mira con gesto dolorido. Por un momento creo que le va a gustar la idea, pero logra esconderla, junto a sus emociones, tras su semblante serio y su mirada concentrada.

— No, son demasiadas explicaciones.

— Prométeme que me llamarás— le dice Emi mientras se abrazan en el aeropuerto. Me resulta curioso ver cómo Emilia se ha adaptado tan bien a Sara como lo hizo con Leia. Es como si supiera que ella también forma parte de la familia, aunque yo no estoy preparado para lo que eso pueda significar. De cualquier manera a las tres parece haberlas unido el tener que rescatar a tres camicaces de la cárcel.

— Cuídala mucho— me dice a mí mi amiga antes de despedirse. Ella y Rodri se vuelven al casino, en Montenegro, donde Emi tiene su escuela de póker, y desde donde Rodri dirige su escuela de Fórmula 1. Ambos son buenos maestros.

— Y cuida de Hollywood— me recuerda mi amigo. A fin de cuentas al americano y a Leia los voy a ver más a menudo, han decidido pasar juntos el año, ella grabando un nuevo documental y él compitiendo. A saber cómo acabará eso…

— Mira Sara, seamos realistas. No creo que pueda contenerme estando tan cerca de ti— sigo con nuestra conversación.

— ¿Contenerte?— ella está cabreada, aunque yo sólo pensaba bromear. Será mejor que lo hagas si no quieres saber quién soy yo realmente. Decido dejar de discutir porque, a fin de cuentas, yo ya sé que es cuestión de tiempo que acepte que tenemos que estar juntos.

— Está bien, lo que tú digas— ella parece sospechar al verme rendirme tan fácilmente. Yo lo intento una vez más, la miro suplicante. — ¿Un último beso?

— Ni lo sueñes, Weird.

*****

 

 

EN SUS MARCAS.

Melbourne, Australia, finales de marzo de 2013.       El semáforo está en rojo y sé que en segundos se pondrá en verde y oiré en mi auricular la voz de la persona a la que más detesto del mundo, la voz de Josh Weird. Supongo que me lo tengo bien merecido, por irme a la cama con un tío a las primeras de cambio, nunca mejor dicho.

El semáforo está en verde y oigo en mi auricular la voz del hombre al que más necesito en este momento, oigo la voz de Josh Weird.       — Acelera al máximo, chica dorada— y yo acelero como si me fuera la vida en ello.

El caso es que desde que volvimos de Cork todo ha sido de lo más normal, bueno, de lo más normal teniendo en cuenta que me acosté con mi jefe. Es cierto que Weird se toma su trabajo casi más en serio que yo, y hemos formado un buen equipo. No ha vuelto a insistir en lo nuestro después de la última conversación y cuando se dirige a mí me trata absolutamente igual que a Virginia. A ambas nos llama por nuestros apellidos. La única vez que le he visto perder su mirada concentrada y analítica fue el primer día que me vio salir de boxes con el traje. Se quedó como paralizado, mirándome fijamente y, entonces, yo me puse roja debajo de mi casco, recordando que mi uniforme es de color dorado. Luego susurró.

— Chica dorada…— sonrió y movió la cabeza. Antes de que yo pudiese decir nada, Virginia nos interrumpió.

— Venga, vamos, que es para hoy…

— Recuerda lo de los cambios— oigo de nuevo su voz en mi oreja, de acento irlandés, y repaso por enésima vez la estrategia para este, mi primer gran premio. Aún me quedan quince vueltas para la parada. La Fórmula F no está yendo tan mal como esperábamos, teniendo en cuenta que corremos los mismos circuitos que los chicos, aunque unos días después, el lunes o el martes, que no vamos a todos los sitios (aunque para mi felicidad sí vamos a Montecarlo), y que no damos la misma cantidad de vueltas. Aún así me ha sorprendido el gran número de patrocinadores que quieren exponer su marca en nuestros coches, cosa que nunca ocurrió en la natación, y el buen grupo de gente, normalmente del lugar, que hoy ha venido a ver nuestro torneo.

— ¡Cuidado con ese Red Bull!— me grita Weird despertándome de mis pensamientos de estar de verdad viviendo mi sueño de conducir un Fórmula 1, aunque las críticas de la gente y del público en general me resulten bastante duras.

— ¡Niñas al volante! ¡Serán capullos!— dice Virginia a dos mañanas de nuestro estreno en Australia. Estamos desayunando juntas en el hotel y ella está leyendo la prensa.

— Tranquila…— cojo el periódico y le echo un vistazo al titular. Quizá yo me tome las críticas mejor que mi amiga, aunque lo cierto es que duele comprobar que en pleno siglo veintiuno las mujeres siguen siendo discriminadas en los deportes. — lo mismo pasaba en la natación, y mira ahora…— trato de animar a mi compañera de equipo.

— No, Sara— niega triste con la cabeza— A los tíos en general no les gusta que las mujeres conduzcan, mucho menos un Fórmula 1.

— Venga, te estás poniendo demasiado pesimista, ya sabías que esto sería así, ¿no? Además, no creo que a todos los hombres les moleste vernos conducir, por ejemplo, mi padre…— Virginia me mira significativamente.

— Está bien, pues por ejemplo el jefe, o Weird.

— Já, esa si que es buena— me corta ella— Para empezar, el jefe sólo quiere buena propaganda y Weird… por Dios Sara, Weird está loquito por ti.

— No digas eso ni en broma— le digo seria mirando alrededor por si alguien la ha oído. Ya hemos hablado muchas veces del tema y ella siempre termina con la misma dudosa conclusión.

— Venga Sara, todo el mundo ha visto cómo te mira.

No me gusta nada ser la comidilla del circuito, y mucho menos cuando yo quería evitar precisamente eso. Trato de salirme por la tangente.

— ¡No te comas ese donut si no quieres que…! — me detengo, horrorizada por lo que he estado a punto de decir.

— ¿Qué, Sara? ¿Si no quiero que Weird me ponga un punto rojo por comer grasas en el desayuno? Eres demasiado transparente— y me sonríe.

— Muy bien, chica dorada, muy buen tiempo en la parada— no sé por qué me está llamando así desde que salimos, pero está claro que le voy a tener que decir que no vuelva a hacerlo.

Giro en la siguiente curva y trato de sincronizar mis siguientes movimientos estratégicos al número de vueltas que me quedan. Recuerdo cada orden y cada palabra de Josh cuando me la explicaba, y una vez más me vienen a la mente las imágenes, las sensaciones, puedo recordar cada uno de sus besos, sus caricias, y su cuerpo pesado sobre el mío, penetrándome, haciéndome el amor.

— Una sola vuelta, chica dorada.

Odio que me llame así, odio su voz melodiosa en mi oído, y le odio por cómo me hace sentir. No sé qué esperar de él ni lo que yo espero, solo que se me está aguando la fiesta. Al fin y al cabo he cumplido el objetivo de hoy, terminar la carrera, y en un buen cuarto lugar. Después le veo acercarse a mí con una sonrisa alegre y luminosa, está orgulloso de mí y feliz por el éxito.

El semáforo está en rojo, pero sé que en segundos se pondrá en verde y yo no lo podré evitar.

 

*****

 

 

 

Mismo momento, mismo lugar.

El semáforo está en rojo y en unos segundos se va a poner en verde, y entonces daré la orden más esperada por los pilotos. Ahora desearía estar en otra parte, y no en la oreja de la mujer más obstinada de la Tierra. Supongo que me lo merezco por buscar complicaciones innecesarias.

El semáforo está en verde y doy mi orden, esperando que la chica en cuestión no esté pensando lo mismo que yo…

— Acelera al máximo, chica dorada— le suplico más que le ordeno mientras espero que no pare el coche para subir a asesinarme por llamarla de una forma tan cariñosa.

Lo cierto es que desde que volvimos de Cork he intentado mostrarle lo en serio que me tomo tanto su trabajo como el mío, para ver si así lograba hacerla comprender que el que estemos juntos no es para tanto, pero lo que he logrado es que se distancie de mí y, lo que es peor, que me hable de una forma demasiado impersonal. De ahí que hoy haya decidido cambiar de estrategia, al fin y al cabo yo me gano la vida haciendo eso, estrategias, y he empezado por llamarla como más me gusta.

La única vez que me había permitido llamarla así desde que volvimos fue inconscientemente. No pude evitarlo cuando la vi salir caminando hacia el coche, enfundada en un mono color dorado que marcaba cada una de las curvas que yo ya había besado, y memorizado, en más de una ocasión. Aquello me dio la motivación que necesitaba, verla sonrojarse fue lo más.

— Recuerda lo de los cambios— le insisto cuando la veo maniobrar en un adelantamiento.

Lo cierto es que lo está haciendo bastante bien para toda la presión

que han tenido que soportar los últimos días, por parte de la prensa y por la nuestra. Tienen un largo camino por recorrer estas chicas si de verdad quieren luchar por un puesto en este deporte…

Por mi parte creo que el negocio está yendo bien y las cosas se están haciendo como deben hacerse. Mi compañero me comunica que la señorita Waterstone se ha salido y maldigo por lo bajo, luego miro por la pantalla y me asusto enormemente.

— ¡Cuidado con ese Red Bull!— le chillo a Sara mientras veo cómo la otra piloto realiza un adelantamiento nada limpio.

Estoy deseando que se acabe esta carrera y todavía no sé por qué.

— Quizá sea porque te preocupa— oigo la voz de Hollywood. Ha decidido llamarme por enésima vez para pedirme disculpas por lo de la apuesta y yo he decidido cogerle el teléfono. No sé en qué punto nuestra conversación ha derivado en Sara.

— Venga, Hollywood, no te pega hacer de asesor matrimonial.

— Y a ti no te pega ser un pasota. Venga, Weird, de verdad, a ti esa tía te importa.

— Déjamelo a mí, Hollywood.

— Bonita forma de decirme que me meta en mis asuntos, pero dime bonito, ¿cuándo fue la última vez que llevaste una chica a casa? Veamos… ¡ah, sí! ¡nunca!

— Métete en tus asuntos, Mika— y le cuelgo enfadado de que tenga razón.

Compruebo el tiempo que Sara ha empleado en el Pit Lane y la felicito.

— Muy bien, chica dorada, muy buen tiempo en la parada— y estoy más orgulloso de ella de lo que jamás he estado con ningún otro piloto. A lo mejor Hollywood tiene razón, aunque el día que yo reconozca que él tiene razón se descongelarán los polos.

Trato de concentrarme en la carrera con gran dificultad, intentando sacar a la señorita Paredes de mi cabeza hasta que llega al final.

— Una sola vuelta, chica dorada.       Después voy a buscarla hasta los bóxes y puedo sentir sus ojos clavados en mí antes de que nuestras miradas se crucen. Y en ellos veo orgullo, satisfacción por el trabajo bien hecho y, también, desafío.

Ella ha puesto el semáforo en rojo, yo por mi parte lo voy a cambiar a verde.

 

*****

 

 

No me lo puedo creer, estoy arreglándome para tener una cita con

Weird. Ahora que lo pienso nosotros lo habíamos hecho todo al revés,

primero el sexo, luego separarnos, ahora una cita.

— Tampoco estoy muy segura de que sea una cita— le comento a Virginia, que me ha pedido explicaciones en cuanto se lo he dicho.

— ¿Ah, no?— me dice irónicamente.— ¿Y por qué no es exactamente una cita?

— Simplemente he accedido a cenar con él mañana por la noche. Llevamos ya dos grandes premios y tanto mi compañera como yo hemos tenido muy buenos resultados. Lo cierto es que todo el equipo ha trabajado duro para conseguirlos, y ese es el primer motivo que me da Weird para invitarme a cenar, ante mi mirada recelosa.

— Tienes que salir para despejarte.

— ¿Y quién dice que no estoy despejada?

— Para empezar tu jefe— me sonríe— Venga, Sara, sólo será a cenar.

— Permíteme dudarlo, con nuestro historial…

— Bueno, si tú quieres algo más, por mí encantado…

— ¡Weird!— le recrimino mientras me río.

— Una cena, Sara, sólo te pido eso— me coge la mano y me mira suplicante.

— No quiero que la gente hable.

— ¿La gente? ¿Qué gente?

Como le miro seria decide cambiar de formas.

— Además, tú conoces Barcelona— y ahí está la segunda razón y la que finalmente me hace aceptar. Adoro Barcelona, no en vano he pasado gran parte de mi vida entrenando y viviendo aquí.

Así que ahora estoy en un hotel de esta preciosa ciudad arreglándome para salir. He decidido llevar pantalones vaqueros y una camiseta negra a la que he añadido unos tacones y una chaqueta, porque en mayo, en Barcelona, todavía refresca. Me estoy echando colonia cuando recibo un mensaje en el móvil.

“Abre la puerta”

Para mi disgusto me emociona que Weird esté al otro lado de la puerta, por lo que me rezago un poco antes de abrir. Aunque no me sirve de nada porque, al abrir, el corazón empieza a martillearme al verle allí parado, tan guapo con un suéter azul eléctrico y unos pantalones grises de pinzas y una sonrisa que es a la vez tímida y pícara.

— Estás guapísima, chica dorada— dice después de evaluarme de arriba abajo.

Yo pongo los ojos en blanco y cojo mi bolso.

— ¿Podrías dejar de llamarme así, Weird?

— No, no creo que pudiese— y me vuelve a sonreír, esta vez como si se arrepintiera.

 

*****

 

 

No pensé que fuera a aceptar cenar conmigo a las primeras de cambio, pero al parecer esta chica sigue sorprendiéndome. Está preciosa y vuelve a hablar conmigo antes del campeonato. Parece segura en su ambiente, creo que no espera lo que va a pasar a continuación y es que yo también quiero sorprenderla.

— La comida ha estado genial. — dice ella mientras recogemos las chaquetas del ropero.

Asiento mientras la ayudo a colocarse la suya y aprovecho para acariciarle la espalda. Ella me mira recriminándome y yo me hago el sueco.

— Demos un paseo— le digo agarrándola de la mano una vez fuera. Hace bastante fresco para ser mayo.

Tras un rato en silencio ella se detiene.

— Será mejor que volvamos, mañana hay entrenamiento.

— Enseguida. Sara, quería hablar contigo— ella se pone tensa.

— ¿He hecho algo mal?— me molesta que piense en el trabajo.

— Es personal.

— Ah, no, no puede ser Weird, no pienso mantener esta conversación una vez más, porque…

— Quiero salir contigo— digo directamente para hacerla callar, y lo consigo. Ella me mira como si le hubiese hablado en ruso.

— ¿Cómo?— consigue articular.

— Digo que quiero salir contigo, que nos conozcamos, en serio, que seas mi novia y todas esas formalidades.

— ¿Por qué?— sigue igual de sorprendida.

Yo no puedo decirle la verdad, primero porque no quiero creérmela y segundo porque la verdad, que me muero porque sea mía, la asustaría.

— Para ver lo que ocurre.

— ¿Como un experimento?— pregunta ella alzando una ceja. Yo veo un rayito de esperanza.

— Más, o menos, ¿qué dices?

Ella lo piensa un momento, a mí se me hace eterno.

— De acuerdo— dice por fin, y cuando me voy a poner a besarla me detiene— Pero tengo dos condiciones.

— A ver…— algo es algo, al menos lo he conseguido.

— Primero, nada de sexo— me mira fijamente para mirar mi expresión. No tiene que ser muy agradable.

— ¿Unos novios sin nada de sexo?— empiezo a quejarme pero su mirada me indica que va en serio— Está bien, lo intentaré— ya sé que lo que voy a hacer es intentar convencerla de lo contrario, pero ella se lo traga. — ¿Y la segunda?

— Será un secreto.

Esa me gusta todavía menos que lo del sexo.

— ¿Por qué, Sara? No es nada malo.

— No, pero ya sabes los motivos. — es cierto que la prensa sigue manteniendo la idea de que estas chicas sólo están en esto porque se acuestan con alguien, especialmente con el jefe, y todas las pilotos están muy escépticas en cuanto a sus relaciones.

— De acuerdo— acepto porque sé cuánto le afecta a Sara la situación— Pero sólo unos meses, si lo nuestro sigue…— me callo al pensar en las implicaciones de esa frase.

— Vale, Weird, trato hecho— me sonríe abiertamente y entonces sí que la acerco para besarla.

— Llámame Josh, chica dorada.

 

*****

 

 

ESPALDA.

Alemania, Julio de 2013.

— Venga, Josh, para— le sonrío abiertamente mientras cruzamos el pasillo vacío hasta la rueda de prensa— Voy a estar horrible en la entrevista.

— Tú nunca estás horrible— me dice entre beso y beso sobre mi hombro y mi mandíbula.

Sé lo difícil que está siendo para él que no nos acostemos, aunque nunca me lo ha dicho en los dos meses que llevamos saliendo. Con que le sea la mitad de difícil que mí ya lleva suficiente.

— Dios, te desnudaría en un segundo— me dice recorriéndome el escote con la mirada. Estamos en Valencia y yo he quedado a cenar con mi padre, que se ha acercado a verme. Peligrosamente le he dejado entrar en mi habitación mientras termino de arreglarme.

— Será mejor que no, porque he tardado bastante en terminar— le digo distraída mientras hecho la colonia. Y sin darme cuenta le tengo detrás de mí.

— Puedo hacértelo sin desnudarte— y me sube la mano por la pierna hasta levantar la falda mientras nuestras miradas se cruzan en el espejo.

Dudo por un instante, pero aún no estoy preparada, aunque nuestra relación empezase de una manera extraña quiero conocerle más para saber si lo nuestro es sólo pasión pasajera o algo más. Desde luego que su pasión no parece pasajera según noto en mi muslo, pero mantengo la compostura.

— Su turno, señorita Paredes— una voz con acento alemán me devuelve a la realidad de la rueda de prensa y mientras entro en la sala rezo porque no se me note en la cara en qué estaba pensando.

— Buenos días— comienzan los periodistas.

— Buenos días— respondo yo educadamente.

— ¿Qué hay de cierto en los rumores de relación entre usted y su jefe?

Como ya me esperaba la pregunta y ya casi no me enfurece, comienzo a negar mi cierta relación con Weird por enésima vez. En un desliz de mi atención se me ocurre mirarle y le veo, serio, de brazos cruzados lanzándome una mirada que me dice sin palabras lo que tantas veces me ha explicado.

— Van a hablar igual.

— Venga, Sara, qué más da lo que diga la prensa— me dice Leia en uno de nuestros cafés vespertinos, esta vez en Canadá. — Por propia experiencia sé que estás perdiendo el tiempo, y las fuerzas, yendo a contracorriente.

— No es lo mismo Leia, tú no te jugabas tu carrera— sé que ella también tuvo que decidir si dar su relación a conocer o no, pero en cualquier caso ella seguiría teniendo un trabajo, y un novio. Yo ni siquiera sé todavía qué somos Weird y yo, menos todavía qué pasara con mi carrera.

— Bueno, comete tus propios errores si eso es lo que necesitas— se encoge de hombros— pero piensa en cómo debe sentirse Weird…

— Y encima no tienen sexo. — suelta mi queridísima y discreta compañera de equipo.

— ¡Virginia!— le recriminamos las dos a la vez.

— Además, ya lo sabía— dice Leia avergonzada.

¡Malditos hombres que se lo cuentan todo!

— Tienes que pensar más en Weird— remata mi amiga.

Weird, Weird, Weird, por Dios que como piense un minuto más en él me va a explotar la cabeza. Trato de seguir las preguntas, ahora sí sobre la carrera, mientras recuerdo nuestra noche en Mónaco.

Hemos pasado la noche entre amigos en un ambiente de riqueza al que jamás soñé con pertenecer. Cuando me veía perdida entre protocolos, trajes de lujo y apuestas, Josh me rescataba ya con una palabra o con una simple sonrisa. Incluso me ha enseñado a jugar a Texas Holdem cuando me he mostrado envidiosa de ver a Emi.

Luego nos hemos despedido y él me ha invitado a pasear por la ciudad.

Vamos camino a ninguna parte con la brisa marina en la cara debido a que conduzco un BMW descapotable de auténtico lujo.

— ¿Conoces bien esto?— le miro de reojo sin quitar la vista de la carretera sinuosa que sube a una colina.

— Como la palma de mi mano— me responde él, que no aparta la vista de mí.

— ¿Has estado aquí muchas veces? — le pregunto cuando me giro después de parar en un precioso mirador. Intento no parecer celosa, aunque su sonrisa me demuestra que no lo he conseguido.

— Nunca como esta.

— Venga, Josh, qué respuesta tan típica— y me bajo del coche dando un portazo más enfadada de lo que pensaba.

Oigo su risa detrás de mí cuando él se baja del coche. Lo cierto es que las vistas de la ciudad son inmejorables.

— Cuidado con las serpientes— me advierte él como si nada.

— No creas que me dan miedo— empiezo a decir, pero luego me giro y le veo ahí, recortado junto al coche del mismo color del mar de mi derecha, en la más absoluta oscuridad, sólo iluminado por las estrellas y por su pelo de color fuego.

— Te has quedado muda— como sigo sin decir nada, se acerca a mí con expresión preocupada.— ¿Qué pasa, chica dorada?

Yo tengo un nudo en la garganta y no sé si echarme a reír o a llorar. ¿Cómo me he podido enamorar? Y lo que es peor, ¿cómo voy a salir de esta?

— Ven aquí, valiente— y con un brazo me acerca a él y me recoge en su pecho.

— Tengo algo para ti— me dice después de un buen rato de silencio y de mirar un mar tan embravecido como mis sentimientos.

— ¿Qué es?— consigo articular tratando de eliminar de mi rostro la pena por mi descubrimiento de hace un rato.

— Ábrelo— y me da una cajita cuadrada preciosa. Yo le miro indecisa.

— No te asustes, nada más lejos de mi intención pedirte en matrimonio.

— y siento que eso me duele más de lo que puedo soportar. Me alegro de que la oscuridad oculte mis facciones en este preciso momento.

Abro el estuche y veo un anillo precioso, y escandalosamente caro, que vimos en la ciudad hace un par de días y recuerdo que le dije que me recordaba a sus ojos, es una pequeña esmeralda engarzada en un anillo de oro, amarillo que no blanco.

— Dijiste que te gustaba— se encoge de hombros ante mi mirada interrogante.

En otras circunstancias me habría negado, pero no hoy, no ahora que sé que le quiero.

— Es precioso, gracias— y le vuelvo a abrazar deseando que no se separe de mí nunca.

Tal vez ha llegado la hora y Leia tenga razón. Quizá tenga que cederle a Weird un poco de terreno. Y es lo que voy a hacer.

— Siguiente pregunta— y me animo pensando en la decisión que acabo de tomar.

 

*****

 

 

Mismo momento, mismo lugar.

Parece tan profesional, tan fría, contestando tanto preguntas personales como aquellas acerca de su rendimiento. Está haciendo un buen campeonato y con un par de buenas carreras más podría ponerse la primera, pero eso a los periodistas les importa poco. Desde aquí puedo percibir cómo le afecta y es por eso, y sólo por eso, que sigo sin exponer a la prensa lo nuestro. Lleva puesto el anillo y sé que mientras lo lleve puesto lo nuestro será real, sé que siente algo por mí aunque, maldita sea, no quiere reconocerlo. En cuanto al asunto de querer hacérselo a todas horas creo que es evidente que sólo hay una forma de solucionarlo, tal y como me aconsejaron mis amigos.

— ¿Un anillo? Dios mío, es una epidemia. — no sé en qué maldito momento decidí llevarme a esos dos a comprarlo, pero el caso es que aquí estamos.

— ¿Hay algo que quieras decirnos, amigo?— bromea Rodri.

— No creas que estoy tan loco como tú…

— Uy, esa ha dolido.

— Al parecer nuestro amigo ha pensado iren serio con la chica…

— Jóder Hollywood, ¿y este cuando no ha ido en serio?

Me duele esa verdad dicha desde fuera. Creo que con Sara he ido en serio desde que la vi salir a la piscina en bañador. El problema es que yo no me lo quiero creer y ella no lo quiere reconocer.

— Pues sí que sois de ayuda vosotros dos…

— Bueno, Weird, no te pongas así…— me anima Hollywood acercándoseme un poco. ¿Y qué tal va lo de… ya sabes… lo de follar?

— ¡Jóder, Hollywood!-le decimos Rodri y yo a la vez mientras nos aseguramos de que nadie lo ha oído.

— Bueno, veo por tu respuesta que sigues a dos velas.

No sé por qué cuando le cuento mis problemas a mis amigos espero comprensión y no que me los restrieguen en plena cara. Miro a Rodri para cerciorarme de que ya han dictado sentencia respecto al tema. Él levanta las manos en señal de disculpa.

— Lo siento tío, pero será mejor que actúes pronto en ese frente… La dependienta coloca la cajita delante de nosotros y me sonríe diciéndome el precio. Oigo el silbido de Hollywood.

— Jóder tío, al menos eso tiene que ayudar.

Y es cierto que el anillo ayudó bastante, aunque no en la dirección que Hollywood esperaba. Es la hora de dar el siguiente paso. Como la rueda de prensa ha terminado, me acerco a mi piloto y en unos pasos salimos al exterior. Cuando compruebo que no hay nadie tan cerca como para oírnos le hago la pregunta que llevaba algún tiempo queriendo hacer.

-Y dígame Señorita Paredes, ¿dónde piensa usted pasar sus próximas vacaciones?— le digo en tono de rueda de prensa. Ella me sonríe.

— En Murcia, ya lo sabes— la idea parece encantarle y entonces me doy cuenta de que debe estar cansada de la temporada. Antes de perderme en otros pensamientos, decido seguir.

— ¿Y podría preguntarle con quién?

— Pues…— ahora parece desconcertada.— ¿Tú no te ibas a casa?

— Bueno, ya sabes cómo terminaron mis últimas vacaciones— levanto los ojos en señal de desesperación— y tú no serías tan mala de mandarme a un sitio en donde no puedo conducir…

— Pero si tú no conduces…— ella se ríe, parece alegre y eso me anima a continuar.

— Y además este año son los mundiales de natación en Argentina, y no serías tan cruel de enviarme con Logan a helarme de frío… Además, quién sabe, tal vez allí conozca a alguien. No me fue tan mal la última vez.

— En ese caso, y sólo para que no te hieles de frío, tal vez yo podría invitarte a la soleada Murcia. Además, creo que mi padre también estará en los mundiales…— me sonríe pícara haciendo que mi cuerpo se encienda. — Pero no pienses que te vas a librar de la piscina…— añade al final.

Y entonces yo me creo morir de deseo al imaginar el verano que nos espera, ella, yo, y una piscina, ¿dónde hay que firmar?

 

*****

 

 

Urbanización Los Teatinos, Murcia, agosto de 2013.       Este está siendo el mejor verano de mi vida. Quizá sea porque es el primero que paso sin entrenar o sin competir, o tal vez sea porque tengo a Weird aquí conmigo. De cualquier forma no quiero que se acabe.

— Creí que dijiste que habías nacido en la costa— me pregunta él cuando llegamos a casa desde el aeropuerto.

— Y así fue. Nos mudamos aquí para estar más cerca del centro. Después de la muerte de mi madre y de que yo empezase a ganar torneos decidimos cambiar de vida.

— Nunca hablas de eso— lo cierto es que no quiero regodearme en la pena, que es algo muy personal, pero me conmueve su comentario.

— Está bien, fue hace mucho tiempo, pero gracias— y se lo digo de corazón. Él me acerca a su cuerpo y me abraza.

— Es un sitio precioso— me dice cambiando el tema hábilmente. Nuestra casa en el monte de Murcia es algo más que bonita. Además de todas las comodidades de la era moderna tiene dos pistas de tenis, y una piscina que simula la medida de una calle olímpica, así como veinte hectáreas de pinos y unas vistas de la ciudad que son únicas.

En este momento estamos sentados en el patio trasero tomando el sol mientras la brisa de la pinada nos aísla del calor asfixiante del exterior. Hemos enviado al servicio de vacaciones, para evitar las filtraciones y para estar a solas. Aún así llevamos puestos los bañadores en deferencia al decoro, aunque no sirven de mucho, especialmente el de Weird, que ahora mismo muestra su estado de ánimo.

— ¡Por Dios, chica dorada, te deseo otra vez!

Yo levanto un poco más el libro para que no me vea sonrojarme. Me acaba de venir a la mente nuestra primera noche en la piscina, aunque después ha habido muchas más, y en muchos más sitios.

Acabamos de volver de un paseo por el Santuario de La Fuensanta y estamos hambrientos. Entramos en la casa riéndonos de alguna tontería y, de repente, al cerrar la puerta, nos damos cuenta de que estamos solos, verdaderamente solos, y sin presiones, desde Cork. Le miro para ver si está pensando lo mismo que yo.

— ¿Sabes que no era para siempre, verdad?— ambos sabemos a qué se refiere. Asiento con la cabeza.

Luego, durante un breve espacio de tiempo, parecemos dos leones enjaulados mirándose el uno al otro para ver quién atacará primero. Y nos atacamos a la vez. Su lengua entra en mi boca y yo la acerco más con la mía. Disfruto de su sabor mientras con los dedos le voy desnudando y noto que él hace lo mismo. Cuando vamos por la ropa interior él me coge en brazos y continúa besándome. El corazón se me sale del pecho y debo haber preguntado algo, porque él me contesta.

— Vamos a la piscina, preciosa, quiero verte como te imaginé la primera vez.

Y ni siquiera noto la brisa de la noche ni el frescor del agua al entrar porque su cuerpo me transmite todo el calor que necesito. Nos sumergimos en el agua y empezamos a jugar como niños y, entonces, él me acorrala entre sus brazos contra una de las paredes y me mira serio, jadeante por los juegos y el deseo, que puedo ver también en sus ojos.

— Sara— me dice apoyando su frente en la mía. Y es todo lo que necesito, sé que me está explicando con ese gesto todo lo que ha tenido que esperar y me está pidiendo permiso.

Lentamente le bajo sus blancos calzoncillos y le toco y es todo el control que puedo ejercer sobre él, porque después yo sólo puedo sentir.

Sentir cómo desliza sus dedos hacia abajo para sacarme las braguitas, y después hacia arriba muy despacio, excitándome. Luego me mira fijamente y me besa apasionadamente. Cuando me creo morir me penetra muy profundo y nos movemos en el placer.

— ¿En qué piensas?— su dedo en mi pecho y su voz melodiosa me devuelve a un momento no menos excitante.

— En nada.

— ¿En serio?— sonríe mientras su mano entra dentro de la braga de mi bikini. Yo me estremezco.

— Ummm— trato de asegurar mientras el calor me sube por el cuerpo.

— Te conozco tan bien que puedo saber lo que estás pensando, chica dorada.

Ese es el problema, él cree que me conoce, pero si supiera la verdad, que estoy perdidamente enamorada de él, saldría corriendo. Pero no puedo centrarme en ese pensamiento mientras me hace llegar al cielo.

 

*****

 

 

El sexo es mejor de lo que jamás habría imaginado. Es tal y como lo recuerdo con ella, pero con nuevos matices, y es que los dos estamos enamorados, pese a que ninguno de los dos quiera reconocerlo…

Quedan pocos días para nuestra vuelta, y sé que ella querrá volver a guardar las apariencias. Estoy dispuesto a ceder, al menos por un poco de tiempo más en ese aspecto, pero no pienso retroceder ni un ápice en cuanto al sexo.

— ¿En qué piensas?— pregunto mientras deslizo mi mano por su pezón. Ya sé la respuesta porque conozco esa cara de ensoñación demasiado bien.

— En nada— miente ella.

— ¿En serio?— esta chica va a reconocer que me quiere aunque me vaya la vida en el intento. Y después yo se lo diré a ella. Muevo la mano en su zona más íntima y la veo estremecerse. Dios, como la quiero.

*****

 

 

ÚLTIMOS METROS.

Circuito de Yas Marina, Abu Dhabi, Noviembre de 2013.

— Entrada en boxes. — me indica mi estratega barra jefe barra novio, y yo doy la curva y entro.

Reduzco la velocidad y pulso el botón que detendrá el motor unos segundos. Tengo que ganar esta carrera, es todo lo que se me pasa por la cabeza en este momento.

Desde que volvimos del descanso veraniego, las cosas me han sido realmente favorables, al menos en el terreno profesional, y es que he ido ganando puntos hasta situarme en posición de vencer a la actual número uno. Tampoco me ha venido mal que alguna que otra piloto se haya retirado del campeonato por la presión, y digo yo, ¿si ellas tienen presión lo mío qué es? ¿A qué se puede comparar el tener que ocultar tu relación con tu jefe estando enamorada de él, sin saber si te corresponde y, además luchando por un título? Supongo que lo de mantener las emociones a raya es de formación profesional…

En cuanto al terreno personal en estos momentos lo mío con Weird es como una pista de aceite y yo voy sin frenos en una noche cerrada. Al volver de vacaciones intentamos seguir con nuestras intrigas de vernos a escondidas pero, mientras que yo disfrutaba, a Josh parecía ponerle cada vez más irritado.

— ¿Por qué tienes que irte?— me pregunta una noche con tono cansado en un hotel de Japón.

— Josh, ya lo sabes…

— Sí, y le dije que no aguantaría mucho más.

Me levanto de la cama para evitar por enésima vez una conversación demasiado dolorosa para mí. Él todavía no me ha dicho que me quiere ni una sola vez y eso me hace reafirmarme en mi decisión de no poner en riesgo mi carrera, pese a saber que él está dolido.

— Sara, sabes que lo de escondernos no está bien— me coge él del brazo cuando ya salía por la puerta.

— ¿Y qué piensas hacer, Weird?— le pregunto enfadada.

— No tengo ni idea, no tengo ni idea…

— Espabila, chica dorada, si quieres ganar el campeonato— su voz me devuelve una vez más a la carrera y tomo la siguiente curva desde un ángulo imposible. Adoro su voz pronunciando el nombre que me ha puesto.

— Estás muy guapa hoy, chica dorada— Hemos conseguido escapar de Monza para visitar Milán y recorremos las calles cogidos de la mano como un par de turistas más.

— ¿Por qué me llamas así?— pregunto por fin, aunque no sé si él me dará la respuesta que necesito.

— ¿Así, cómo, chica dorada?— me sonríe.

Nos paramos en uno de los viejos puentes de la ciudad y me mira después de un momento en silencio.

— ¿Recuerdas el uniforme de la selección española en Londres?

— Por supuesto, era horrible— y me quedo corta en la descripción. Desde el primer momento odié aquel bañador rojo con extraños dibujos que no sentaban nada bien.

— Lo llevabas puesto la primera vez que te vi, y sí, era horrible— se ríe ante mi mirada de enfado— Pero lo llevabas puesto tú, y eras la chica más guapa de la piscina— continúa muy serio.

Ahora me tocaba reírme a mí, escéptica, pero su mirada me detiene. Quiero oírle terminar.

— ¿Y?

— Y supe que ibas a ganar todas las medallas.

— ¿Sólo porque era guapa? Por Dios Weird, eso es supermachista…

— Va, ¿lo ves? Nunca debí habértelo explicado… ¿por qué no vamos a comer algo?

Salgo de la siguiente curva a falta de tan sólo unos metros para la meta y, entonces oigo la mejor frase del día.

— No te pongas nerviosa, pero la señorita Guidó va a quedar cuarta. Natalia Guidó era la número uno hasta hoy, que yo voy a quedar segunda. ¿Cómo ha sido posible ese milagro?

— Tendrás que agradecérselo a nuestra queridísima Virginia. — me contesta Weird que parece haberme leído la mente.

¡Virginia! ¡Pues claro! Y acelero un poco más con la adrenalina subiéndome por la espalda. Al fondo veo la bandera de cuadros y el coche de mi predecesora. Luego cruzo la meta sintiéndome ganadora.

— ¡Felicidades, chica dorada, sólo nos queda uno!— es todo lo que me dice mi novio, barra estratega, barra jefe.

Más tarde entro en la rueda de prensa, aún emocionada con el posible triunfo de un par de semanas y le busco con la mirada al fondo, donde siempre suele ponerse. Pero no está allí, sino al lado de la mesa, en mi camino hasta las escalerillas. Le sonrío sabiendo que aquel gesto oficial como jefe y me acerco a él intentando contener el llanto. Le ofrezco mi mano en un momento de felicidad extrema y, entonces, él me abraza y, sin darme tiempo a reaccionar, me besa delante de cien magníficos periodistas acreditados, con sus no menos magníficas cámaras.

 

*****

 

 

Sao Pablo, Brasil, finales de noviembre de 2013.       Es posible que me excediera en el momento, pero no me arrepiento. Al menos me ha hecho darme cuenta de cuáles han de ser mis próximos movimientos. Sara no me habla nada más que para lo más estrictamente profesional, y no la culpo.

— Tío, hasta yo mismo me habría dado cuenta de que no era el momento— Hollywood ha llamado a la puerta de mi habitación a primera hora de la mañana con un periódico en una mano y un café en la otra.

Yo no he dormido en toda la noche, y ahora que veo la foto, con ella totalmente pasmada y yo robándole un beso, creo que me lo merecía.       — ¿Y cuándo habría sido el momento?

— Jóder, Weird, ese era “su momento” y, ¿de qué habla hoy el periódico?

Sé que Hollywood tiene razón, ahora mismo no se está hablando de una española en las puertas de ser campeona del mundo en su debut en la Fórmula 1, sino del escándalo en un deporte que jamás podrá imitar al masculino, eso es de lo que habla la prensa.

— Vale, Hollywood, lo admito, es culpa mía y ella no quiere hablar conmigo— mi voz suena desesperada y así es como realmente me siento después de pasarme la noche entera intentando localizarla— La quiero, ¿qué puedo hacer?

Pero esta vez mi amigo no tiene respuesta.

Ahora mismo está corriendo según mi estrategia y según mis órdenes y estoy seguro de que va a ganar, no por mi trabajo, sino porque ha sabido mantener las emociones a un lado y ha hecho pole para la final.

La única, y última vez, que ha accedido a hablar conmigo fue cuando la volvieron a admitir en el equipo, porque nuestro beso, para consternación de ambos, no sólo tuvo un juicio social, sino también un problema jurídico que ninguno de los dos conocía. Al parecer existía una cláusula en su contrato según la cual no podía relacionarse personalmente con sus superiores, directos o indirectos y, dos días después del incidente la despidieron a falta de una carrera y siendo la potencial ganadora. Yo no pude hacer absolutamente nada más que hundirme en la miseria y compadecerme porque ella ya nunca querría volver a verme. Pero apenas unas horas después, Rodri me informó por teléfono de cómo su padre había movido algunos hilos, con el contrato de Hollywood para la próxima temporada por en medio, y había logrado que Sara fuese readmitida. Y yo, que nunca podré pagarle a mis dos amigos aquel favor, propuse entonces mi dimisión, y esa misma noche fue cuando oí llamar a mi puerta.

— Sara— le digo cuando abro la puerta y me la encuentro allí, con rostro serio, en mitad del pasillo. Me lanzaría a abrazarla, pero su gesto me recomienda que no lo haga— Pasa.

— Weird— dice ella fríamente y entra en la habitación como si entrara al matadero. Ha perdido peso y veo cómo su cara parece más afilada, aunque sigue tan dorada como siempre.

— Lo siento, yo…— trato de disculparme en persona para variar.

— No, Weird, por favor— me dice ella mientras levanta un brazo para detenerme. Espera un poco para volver a recuperar la compostura— Sólo he venido a pedirte que te quedes para Brasil.

— Entiendo— logro decir yo. Estoy muy enfadado con ella por no querer decirme lo que siente, por interponer su frialdad ante todo lo que hemos vivido— Entonces me quedaré hasta Brasil.

— Bien— se da la vuelta para salir, pero yo no estoy preparado para dejarla marchar.

— Sara… yo te quiero. — se lo he dicho a la espalda así que le doy la vuelta para ver su reacción. Me complace y a la vez me asusta ver por fin lágrimas en sus ojos. Tengo la esperanza de que ella también me lo diga, porque ahora estoy seguro de lo que siente.

— ¿Me estás pidiendo que elija entre tú o yo?— dice por fin, y eso me cabrea por su forma de ver la situación, no era eso lo que quería decir, pero ahora no puedo echarme atrás.

— Sí.

Por un instante me mira dolorida, luego refulge el genio en sus ojos y entonces veo que me he equivocado de estrategia una vez más.

— Si me quisieras no me harías elegir.

Y para retarla una vez más, insisto.

— Si tú me quisieras no tendrías que elegir.

Pero ella no me contesta, sale de la habitación en silencio, abatida, siendo como es campeona olímpica, campeona del mundo y reina de mi corazón.

— Está bien, Sara, esto empieza a ponerse interesante— le digo por el transmisor ya sin llamarla por su apelativo cariñoso, pues sé que la prensa escucha. — faltan diez vueltas para el final. Mantén la velocidad y es tuyo.

Poco después la veo ganar, cruzando con su coche rojo y su casco dorado a juego con su mono, la línea de meta y me siento a la vez orgulloso, feliz y triste como nunca antes en mi vida.

— Enhorabuena, chica dorada, ya eres Campeona del Mundo— le digo en mi turno de radio mientra la oigo llorar de felicidad.

 

*****

 

 

FINAL. META.

Urbanización Los Teatinos, Murcia, diciembre de 2013.

 

Toco en la pared para iniciar un nuevo largo. Hace bastante frío en el exterior y noto pinchazos en cada parte de mi cuerpo que sobresale del agua cálida de la piscina, pero aguanto, porque es la única forma de mantenerme ocupada de mis pensamientos poco útiles.

Hay buenos y malos recuerdos, recientes y ya lejanos. El día que gané el campeonato del mundo de Fórmula F una parte de mí era todo alegría, mientras que la otra deseaba buscar a Weird para pedirle perdón por ser tan estúpida y decirle que le quería. Todavía le quiero.

Debió marcharse tras despedirse de mí por radio y es que yo ni siquiera fui capaz de decirle un simple gracias. También recuerdo nuestro beso frente a los periodistas y todo el sufrimiento de después, y me da rabia pensar que ese fue nuestro último beso. Entonces me vienen a la mente todos los momentos que compartimos, desde nuestra primera conversación en la cantina de una piscina de Londres a una boda, una cárcel o un paseo por Milán. Sólo tengo que mirar mi dedo y ver el anillo para recordar el olor de la brisa de Montecarlo mezclada con el olor fresco de Weird.

— ¿Otra vez soñando despierta, pequeña?— miro hacia arriba para ver a mi padre, con una toalla en la mano— Será mejor que salgas del agua si no quieres pillar un buen resfriado.

Le hago caso dándome cuenta de cuánto le he echado de menos. Le abrazo muy fuerte poniéndome después sobre su hombro.

— Venga, vamos, pequeña… no es para tanto, ¿o sí?

— No, no es nada…— me seco dos lágrimas de los ojos con mi viejo truco de aparentar que es agua de la piscina.

— Bueno, ¿y cuando te vas?

— ¿Irme? ¿Adónde? Ya te dije que la temporada empieza de nuevo en marzo…

— Ya sabes a qué me refiero.

— Pues no, la verdad— le miro sorprendida.

— Pero mira que eres cabezota. Ya me lo había advertido Logan…

— ¿Logan?

— Sí hombre, Logan Weird, uno de los mejores nadadores de la selección irlandesa, y el hermano de tu novio, Josh Weird, ¿ya sabes quien te digo?

— ¿Mi novio?— le pregunto sin creerme lo que estoy oyendo. Mi padre y yo nunca hablamos de estas cosas, menos todavía si yo no he mencionado nada de novios.

— Venga Sara, ¿no creerás que me tenías engañado? Además, Logan me tiene bastante bien informado.

— Ese Logan…— digo entre dientes.

— No le culpes a él, Sara— ahora se ha puesto serio— Ni a mí. Creo que deberías ir a ver a Weird.

— ¿Que yo qué?— estoy atónita.

— Bueno, según Logan, se pasa los días llorando por ti en los rincones.

— Ya será menos…— digo aunque noto que he descubierto algo que hasta entonces no sabía. Yo le quiero, y quizá no sea tarde y él todavía sienta algo por mí.

— Papá— le digo entonces sonriendo.

— Sí, ya lo sé, es hora de que dejes a tu padre vivir su vida.

Y nos volvemos a abrazar.

 

*****

 

 

 

Una colina a las afueras de Cork, Nochebuena de 2013.       Recuerdo cómo fue la Nochebuena del año pasado, en casa de Mika en Nueva York. Entonces todavía no tenía ni idea de todo lo que iba a ocurrir este año, ni de todo lo que iba a perder. Rodri me ha llamado para volver a invitarme, pero me ha sido imposible irme con ellos, tanta felicidad me mataría.

He decidido salir un poco antes de que se haga de noche para dar un paseo por el campo, ya que mi medio de quemar adrenalina sigue confiscado por el Estado.Maldito Hollywood… Además, un segundo más con Logan en casa comiéndome la cabeza con ideas extrañas acerca de Sara y le habría acabado matando.

A fin de cuentas lo nuestro se ha terminado y tengo que empezar a asumirlo. Empieza a refrescar, decido dejar de mortificarme y me doy la vuelta para regresar. Entonces la veo.

— Josh.

 

*****

 

 

Mismo momento, mismo lugar.

Está tan guapo y tan solo con su pelo color otoño movido por el viento como las hojas de los árboles que casi me da miedo que sea real. Siento el impulso de echar a correr cuando se da la vuelta y me mira, tan sorprendido como si hubiese visto un fantasma.

— Josh— digo únicamente.       Él se toma su tiempo en responder, se me acerca despacio y me toca el pelo, como esperando que sea una aparición. Sin dejar de mirarme a los ojos desde el primer momento, dice al fin.

— Pareces un hada, chica dorada— y me sonríe. Después me acerca a él y me besa mientras yo no puedo contener las lágrimas.

— Weird, yo…— trato de pedirle disculpas. Él me besa las gotas de los ojos.

— Shhh, no llores chica dorada, no pasa nada, me basta con que estés aquí ahora, no quiero nada más.

— Te quiero, Josh Weird— le digo entonces ya sin miedo. Él se me queda mirando para comprobar que digo la verdad. Sonríe con gesto pícaro antes de contestarme.

— Yo también te quiero chica dorada. Te quiero Sara— dice después más serio.

Y luego nos seguimos besando hasta que se hace de noche, y no notamos ya el frío que nos rodea.

 

*****