CAPÍTULO DIEZ
Khiss había ido corriendo por el camino sólo para encontrar que llevaba a un pequeño pantano. Había una catarata saliendo de las rocas, alimentando el pantano. Charcos verdes, cubiertos de algas, yacían en las sombras. Peces glurp protoplásmicos nadaban alrededor, haciendo pequeños sonidos de pompas mientras salían a la superficie del agua.
Se detuvo un momento y miró a su alrededor. Justo tras él, un par de disparos hicieron eco en el bosque. Entonces escuchó gritar a Gondry.
Debería frenar, pensó Khiss. Entre los gigantes gritando y el fuego, los niños ghostling estarían asustados. Todo lo que tenía que hacer era ocultarse junto al camino y dejar que los pequeños vinieran a él.
Se agachó al borde del agua.
No muy lejos, vio a un wistie rojo aleteando entre los árboles. Se quedó perfectamente quieto. Pronto una pequeña chica twi’lek corrió por un oscuro camino. La reconoció al instante: Pala.
Alcanzó el otro lado del pantano y se quedó mirando alrededor. El wistie rodeó el charco y gritó:
—Todo despejado.
El wistie estaba actuando como explorador de Pala. Khiss sonrió maliciosamente. Ni pala ni su amigo le habían visto.
Pala cogió una roca y la lanzó al agua. Los peces glurp protoplásmicos se alejaron como calamares.
—¡Vamos! —jadeó. Se dobló para mirar a una segunda roca.
Khiss cogió puntería y disparó. Su disparo pasó por lo alto.
Pala gritó y se agachó para cubrirse tras una hoja de helecho. El wistie aulló y voló alto por los árboles.
Khiss saltó en pie, observando los arbustos al otro lado del charco buscando cualquier movimiento. Necesitaba llegar allí, así podría sacar a la chica de su cobertura.
Había un enorme tronco flotando en el pantano, uno lo suficientemente grande como para servirle de balsa.
Corrió un paso y saltó sobre él.
El tronco se meció y se hundió. Khiss luchó para mantener el equilibrio. Por un momento se quedó cambiando su peso de pie a pie, hasta que el tronco empezó a quedarse quieto.
La fuerza de él saltando sobre el tronco hizo que se moviera lentamente hacia la otra costa. Khiss alzó su arma y la apuntó a los arbustos donde Pala estaba escondiéndose.
—Sal, chica, —dijo—, y te lo haré fácil.
Su tronco debió golpear algo. Había alcanzado la mitad del charco. Ahora de repente se detuvo.
—No soy estúpida, —gritó Pala—. Acabas de dispararme.
—No, yo no lo haría, —mintió Khiss.
—No creo que me atrapes, —respondió Pala desde su escondite—. Estás sobre un cucul, y si no te come, ¡la babosa del pantano lo hará!
Las orejas de Khiss se alzaron ante la señal de peligro. ¿Un cucul?
Miró al tronco bajo sus pies.
De repente vio algo en el agua bajo el tronco: ¡un par de aletas pulsando suavemente! ¡Esto no era un tronco… era algún tipo de criatura!
—¡Augh! —gritó mientras saltaba tan alto y lejos de la bestia como podía. La larga cabeza del cucul se lanzó hacia fuera desde el hueco donde estaba oculto y le golpeó.
Khiss se agarró a una cepa que colgaba y trató de mecerse.
Las mandíbulas del cucul se fijaron sobre el trasero de los pantalones del dug. Khiss gritó y trató de patear al cucul. Miró atrás y vio la lodosa cabeza verde del monstruo. Las aletas del monstruo salpicaban mientras buscaba arrastrarle hacia abajo. Empezó a mover su cabeza a izquierda y derecha. Khiss estaba balanceándose en la cepa, moviendo su bláster, tratando de ponerlo de nuevo en matar. Pero no podía colgarse de la cepa y manipular el bláster al mismo tiempo. Se sintió siendo arrastrado hacia abajo lentamente.
Escuchó un sonido de graznido y miró a Pala. Estaba junto a algún tipo de paneles de control, presionando botones.
De fondo, el sonido de la catarata se detuvo abruptamente. Ahora un torrente de agua empezó a caer a su alrededor. Había encendido los irrigadores. La cepa empezaba a volverse resbaladiza.
Con todo su poder, golpeó la frente del monstruo.
Los ojos del cucul de repente se cruzaron, y su cabeza cayó al agua.
Khiss aún estaba colgando de la cepa. Sabía que no podía dejarse caer en el agua… no si realmente había una babosa del pantano ahí.
Agarrándose a la cepa, consiguió poner su bláster en matar. Empezó a trepar, pero parecía deslizarse medio metro hacia abajo por cada metro que subía.
Nerviosamente observó el agua bajo él. El cucul yacía en el estanque, noqueado. Pero el resto del pantano estaba perfectamente en calma. No había ninguna señal de una babosa del pantano en absoluto. Miró hacia Pala y sonrió maliciosamente.
Desde aquí arriba, podía verla bastante bien, agachada tras algunas hojas de helecho.
—Eres carne muerta, —se mofó Khiss.
De repente el agua burbujeó bajo él mientras algo enorme surgía hacia arriba. Espray y espuma disparada al aire.
Una babosa del pantano gris gigante se alzó. Khiss vio sus ojos dorados, tan grandes como piedras, y un par de antenas gomosas de dos metros de largo. Su boca era una caverna serrada llena de dientes. Se alzó justo bajo él y se quedó moviendo su cabeza, ¡buscando una presa!
Estaba utilizando sus antenas, buscándole por el movimiento.
Khiss se agarró a la cepa, tratando de no moverse. Empezó a deslizarse hacia abajo.
La babosa del pantano mecía su gran cabeza de lado a lado. Khiss no podía colgar aquí por siempre.
Lentamente, apuntó el bláster a las antenas sensoriales del monstruo y pegó un disparo.
La babosa del pantano rugió de dolor y se hundió de cabeza en el pantano.
Khiss se giró justo a tiempo para ver a Pala corriendo a través de los arbustos.
Sombríamente determinado a coger a la chica, hundió su bláster en su funda, entonces empezó a trepar por la cepa.
Logró llegar a la parte superior de la rama, trepó ágilmente hasta el tronco, y cayó al suelo.
Pala había tenido un buen comienzo. Pero Khiss sabía que la atraparía de todos modos.