CAPÍTULO SEIS

Sebulba estaba sentado en la mesa observando la luz parpadeante del rastreador de esclavos. La imagen de repente se apagó.

—¡Se ha puesto un emisor de interferencias! —gritó el Dug.

Instantáneamente, Djas Puhr y los otros estaban de pie. Dorn había estado a cien metros por el camino no hacía ni un segundo, ¡y ahora había desaparecido!

—¡Lo atraparé! —gritó Djas Puhr. El rastreador sakiyano corrió hacia el punto donde había estado Dorn, cogió un soplo de aire, y giró, captando al chico por un callejón lateral.

Sebulba siguió a los otros mientras corrían por las calles llenas de gente y droides. Se dio cuenta de adónde se dirigía el chico: ¡justo hacia la Cantina Filo del Corredor!

Los compañeros de Sebulba golpearon la puerta para abrirla del todo, e irrumpieron en la fría cantina. El aire húmedo se sentía refrescante. Pero el saludo que recibieron no era nada frío.

—Hola, Sebulba, —dijo alguien desde las sombras. Era Brant Rumble. Él y sus amigos estaban sentados en las mesas, las armas desenfundad—. ¿Crees sensato venir aquí, después de haber destrozado mi vaina de carreras?

—Sin mencionar la forma en la que disparasteis a mis clientes ayer, —añadió el camarero. Tenía un enorme bate aturdidor.

Sebulba y sus compañeros miraron a los cañones de una docena de blásters.

—No queremos problemas, —dijo Djas Puhr—. Sólo estamos buscando al niño que vino corriendo por aquí.

Brant Rumble era un cyborg sullustano, un hombre pequeño con grandes ojos oscuros. El rifle bláster con el que apuntaba parecía más grande que él.

—¿Niño? Yo no he visto a ningún niño, —dijo Brant Rumble—. ¿Alguien más ha visto a un niño? —Se rió cruelmente.

—Si nos disparas, —dijo Gondry razonablemente—, ¿cómo conseguirás el dinero para reparar los daños a tu Vaina de carreras?

—Si os disparo, —respondió Brant Rumble—, Simplemente puedo coger la vaina de Sebulba.

Durante medio segundo, todo el mundo se quedó completamente quieto mientras la comprensión calaba.

El fuego de bláster estalló.

Khiss saltó sobre la barra y neutralizó al camarero, entonces se cubrió, disparando a todo lo que hubiera a la vista.

Djas Puhr cayó al suelo y rodó bajo una mesa, disparando igual de rápidamente.

Gondry, el gigante abyssino, era un muro de masa de carne. Sebulba lo utilizó de escudo mientras sacaba su propio bláster y empezaba a disparar.

Los rayos sacudieron por encima. El olor a humo llenó la cantina. Gondry gritó. Recibió una docena de golpes. Pero el gigante era casi imposible de matar. Se quedó disparando su bláster en su lugar.

En unos momentos los hombres de Brant Rumble estaban todos inconscientes. Brant Rumble había escapado.

Gondry se levantó un momento en el humo, gimiendo de dolor por una docena de heridas. Entonces cayó al suelo, aterrizando sobre su pecho.

Sebulba corrió hacia el gigante y le miró a la cara.

—¿Vas a morir encima de mí o vas a regenerarte?

—Agua… —gruñó Gondry.

Sebulba cogió una jarra de agua y le dio un vaso. El gigante sangró un poco, y para cuando recibió el segundo vaso, ya no sangraba en absoluto.

* * *

Djas Puhr esprintó fuera de la puerta trasera, cruzó la calle, y trepó sobre una torre evaporadora.

Ayer había dado caza a estos mismos chicos con poco éxito. Hoy los localizó al instante. Tres de ellos estaban escabulléndose por la calle, sus espaldas hacia él. Eran un poco demasiado altos para ser jawas. El niño miró atrás, pero Djas Puhr rápidamente se escondió tras la torre.

No podéis jugar a este juego eternamente, pensó Djas Puhr. Ahora os tengo.

Seguir la esencia de tres chicos asustados era fácil para Djas Puhr. Los chicos le llevaron a él y a los hombres de Sebulba directamente hasta la fortaleza de Gardulla.