Agradecimientos

Como cualquier escritor podrá confirmar, el proceso de mencionar a todas las personas que lo han ayudado o apoyado de alguna manera durante la gestación de una obra escrita es una tarea muy ardua. Así que lo mejor es empezar por el principio.

Gracias de todo corazón, en primer lugar, a Thomas Dunne Books por arriesgarse con una historia extraña que transcurre en el desierto. A Pete Wolverton, el mejor editor que hay en el mercado, por guiar a un novelista novato como yo por el campo minado de la escritura. Las sugerencias de Pete añadieron emoción a lo que yo llevaba dentro y permitieron que surgiera la magia. A Katie, una ayudante de edición que supo tener paciencia con un loco descontrolado como yo y respondió a todas las absurdas preguntas que le iba haciendo (muy pronto, su nombre será conocido en el mundo editorial), y a todos los editores de Thomas Dunne, que estoy seguro que pensaron en cambiar de profesión durante la labor de edición de Evento. También quiero expresar mi agradecimiento a mi agente, Bob Mecoy, el primero que creyó en este pequeño cuento con monstruo; brindemos por que llegue lo más lejos posible, Bob.

Quiero dar las gracias muy especialmente a un hombre que vive en San Diego, el doctor Kenneth Vecchio, de la Universidad de San Diego, por hacer algo por nuestros muchachos destacados en el extranjero que muy poca gente tiene en cuenta: la armadura de concha de abulón que se menciona en este libro existe y este autor confía en que muy pronto esté a disposición de nuestras tropas. Igualmente deseo destacar en este sentido a Helicos BioSciences, en Cambridge, Massachusetts, que están haciendo cosas increíbles con su mágica máquina de secuenciación del ADN, y que están logrando grandes avances en el largo y complejo proceso de secuenciación.

Excepto la radio M-2786 y los ordenadores Europa XP de la Cray Corporation, todo el material militar mencionado en la novela es real y, o bien se utiliza en el campo de batalla, o bien está en proceso de desarrollo. Gracias asimismo al Ministerio de Energía de Estados Unidos, que fue de gran ayuda a la hora de contestar a todo tipo de desconcertantes preguntas.

A la familia Mathie, de Babylon, Nueva York, por tratar a un escritor como a un ser humano. Nunca los olvidaré.

A toda la gente de Roswell, Nuevo México, hartos ya de tanta notoriedad. Algún día os será compensada, os lo prometo.

Y por último, muchas gracias a toda la gente y amigos que no menciono aquí (porque, la verdad, se me han olvidado). Todos los errores y omisiones son responsabilidad del autor.