Capítulo 19
Entender el planeamiento urbanístico
En este capítulo
Los primeros asentamientos
urbanos de la historia
El desarrollo de las
ciudades europeas
La formación de las
ciudades americanas
Cómo el crecimiento urbano
conduce a la ciudad del futuro
El arquitecto Mies van der Rohe dijo una vez que la arquitectura empieza cuando dos ladrillos se ponen uno al lado del otro. Por extensión, podríamos decir que los pueblos y las ciudades nacen cuando dos edificios se encuentran uno al lado del otro. Las diversas disposiciones de los edificios, calles, callejones, plazas y parques dan a cada ciudad un ritmo, una escala y un estilo característicos. Las avenidas rectas y anchas alineadas con los altos edificios de Nueva York no podrían ser más diferentes a las estrechas y sinuosas calles de la ciudad medieval de Siena, en Italia. La comprensión del tejido básico de cada ciudad (la relación entre lo edificado y el espacio vacío) y su evolución a través del tiempo te permitirá entender el contexto arquitectónico, es decir, la relación entre un edificio concreto y sus alrededores.
Las primeras ciudades de la humanidad
Los primeros asentamientos de la humanidad datan de hace miles de años, cuando la gente decidió establecerse en un sitio y cultivar la tierra en vez de ir trasladándose, cazando y recolectando. Las primeras ciudades del mundo surgieron a orillas de los ríos Tigris y Éufrates, en una exuberante zona que ahora forma parte de Egipto, Israel, Iraq e Irán.
Jericó y Catal Huyuk
El primer asentamiento urbano conocido en este fértil valle fue Jericó, situada en lo que actualmente es Cisjordania, en el año 9000 a.C. Sus casas eran de adobe y estaban densamente agrupadas y rodeadas por una muralla. Más tarde fue Catal Huyuk, en el año 6500 a.C., situada al sur de Turquía. Sus edificios, pegados los unos a los otros, también fueron diseñados para protegerse de los enemigos. En vez de construir una muralla, en este caso el asentamiento se protegía mediante una hilera de casas y almacenes accesibles desde los tejados en lugar de a través de puertas.
Ur, la ciudad “verde” de Mesopotamia
Las primeras ciudades no surgieron de forma arbitraria, sino que crecieron según la configuración del terreno y el clima local. Un buen ejemplo de ello es la ciudad mesopotámica de Ur, en lo que hoy es Iraq. Las casas se agrupaban alrededor de patios con fuentes y piscinas, formando un sistema de aire acondicionado natural. Las calles eran estrechas y sinuosas para protegerse del calor y del viento del desierto. Este tipo de disposición urbana se mantuvo sin cambios durante miles de años en Oriente Medio y en el norte de África.
El plan hipodámico de la India: la cuadrícula
Las
primeras ciudades diseñadas mediante el concepto del
plan hipodámico o
plan en cuadrícula (manzanas en forma rectangular atravesadas por
calles ortogonales) se construyeron en la India hacia el año 2150
a.C. Una de las ciudades mejor documentadas es Mohenjo-Daro, en la
ribera del río Indo; sus casas grandes, unidas por patios y
pasajes, estaban densamente agrupadas en supermanzanas tangentes a
las principales arterias viales. Un poco más arriba de la zona
residencial se construyó un conjunto de edificios públicos y
religiosos, entre los que se incluye una enorme piscina.
Ordenación urbana en las antiguas Grecia y Roma: enamorados de lo clásico
Los planeamientos en rejilla o cuadrícula, similares a los utilizados en Mohenjo-Daro, fueron adoptados por la antigua Grecia. Hipodamo de Mileto fue el arquitecto responsable del desarrollo de estos diseños geométricos y es considerado el primer urbanista de la historia. Remodeló el Pireo (el puerto de Atenas), planeó la ciudad de Rodas (408 a.C.) y viajó con los colonos atenienses para rediseñar la nueva ciudad de Turín en Italia (hacia el 440 a.C.). En el 479 a.C. elaboró un plan para la reconstrucción de la ciudad de Mileto, después de que la destruyeran los persas.
Mileto, un modelo griego de ciudad
Hipodamo diseñaba sus ciudades creando manzanas muy regulares y haciendo una gran distinción entre el espacio público y el privado. Los edificios públicos (un teatro, un gimnasio y un estadio) se situaban junto al ágora, la plaza pública o mercado, donde se desarrollaban los debates políticos. Frente al ágora había una pasarela cubierta llamada stoa que alojaba tiendas y oficinas, y que protegía a los comerciantes del sol y la lluvia. Las casas se repartían en tres barrios. Los diseños sistemáticos del urbanismo de Mileto y de otras ciudades emulaban el sistema de ciudad-estado de la antigua Grecia.
Cada
edificio y espacio público ejercía un rol distinto dentro de la
ciudad. Este sistema innovador fue adoptado por Roma y, siglos más
tarde, por Europa y América.
Campamentos y pueblos romanos
Como gobernantes de un vasto imperio, los antiguos romanos desarrollaron planes estandarizados para sus asentamientos, símbolos de poder y autoridad. Construyeron miles de campamentos militares fortificados, conocidos como castros, siguiendo un patrón cuadriculado de calles y edificios con murallas perimetrales.
Los pueblos se ordenaban mediante un planeamiento que seguía un patrón en cuadrícula. En la intersección de las dos calles principales aparecía el foro, el equivalente romano al ágora griega. Cerca del foro se levantaba el templo principal, un teatro y unos baños públicos. El anfiteatro, que requería un cierto desnivel en el terreno, se situaba en las afueras de la ciudad.
Roma, capital de contrastes
Conocida como la “Ciudad de las siete colinas”, la capital del Imperio romano creció sobre los cimientos de asentamientos anteriores y de una forma menos ordenada que los campamentos y pueblos repartidos por todo el imperio. En la parte central del valle formado por las colinas se situaba el Foro romano, con sus zonas de mercado y de reunión.
Los
barrios estaban vinculados a un sistema de calles: caminos
llamados itineras; calles estrechas, por las que solo podía pasar un carro,
llamadas actus, y calles más anchas llamadas viae (en singular,
via) que permitían
el paso de dos carros a la vez. La mayoría de la gente vivía en
manzanas de casas densamente pobladas, hechas de madera y adobe y
organizadas alrededor de un patio. Esta agrupación de casas es
conocida como insulae. Después de que un
incendio destruyera la mayor parte de la ciudad en el año 64 d.C.,
se aprobó una ley que ordenaba construir las casas con paredes y
suelos de hormigón resistente al fuego.
Roma siguió creciendo y fueron apareciendo edificios de formas geométricas singulares. Pabellones circulares, circos elípticos, templos rectangulares y columnatas lineales se iban construyendo sin ningún tipo de orden urbano establecido. Esta mezcla de todo tipo de edificios monumentales daba una sensación de originalidad y excentricidad a la antigua capital.
Villa Adriana
Como una ciudad en sí misma, la finca de ciento veinte hectáreas construida por el emperador Adriano cerca del Tívoli (118-134 d.C.) ejemplifica el juego visual creado mediante la yuxtaposición de edificios de distintas formas geométricas en la Roma de aquellos tiempos. Estaba formada por habitaciones, bibliotecas, baños y pabellones repartidos a lo largo de más de tres kilómetros de jardín. Estas estructuras estaban separadas y se relacionaban mediante columnatas curvadas, rotondas y caminos en varias direcciones a través del complejo residencial. La sofisticada disposición de los edificios, jardines y caminos ha intrigado a los arquitectos a lo largo de la historia. En el diseño del Getty Center de Los Ángeles, el arquitecto Richard Meier (lo encontrarás en el capítulo 15) se inspiró en la Villa Adriana para la creación de un campus en lo alto de una colina, con edificios administrativos y de investigación.
Las ciudades medievales: defensa y comercio
La informalidad y el románico fueron las señas de identidad de las ciudades y pueblos medievales. Las primeras ciudades medievales se construyeron en Europa durante el siglo IX; eran centros estratégicos militares y gubernamentales amurallados llamados burgos. Estas ciudades fortificadas a menudo se construían alrededor de un mercado, situado cerca de un castillo o monasterio. Unas comunidades de comerciantes, las faubourgs, del nombre latín foris burgum (fuera del burgo) fueron formándose en el exterior de las murallas de los burgos, lo que obligó a construir una segunda línea de murallas para proteger esos nuevos asentamientos. Un buen ejemplo es la ciudad alemana de Magdeburg, en el río Elba.
Las
ciudades medievales más modernas, en las que el comercio era una
actividad fundamental, se construían pensando en que la venta se
produjera en calles y tiendas. Los mercados al aire libre se
establecían en las plazas abiertas y de planta rectangular, en
frente de las catedrales. La fachada de los edificios era un bien
preciado y los edificios se apelotonaban alrededor de callejuelas.
Los pisos superiores se proyectaban sobre la calle, sobresaliendo
más que los pisos inferiores, de modo que, a menudo, desde los
balcones y ventanas de las plantas de arriba se podía dar la mano a
alguien del edifico de enfrente.
Las ciudades ideales del Renacimiento
A principios del siglo XV, de la necesidad de ordenar las plantas irregulares de las ciudades medievales surgieron los primeros criterios formales de ordenación de edificios y espacios libres. Empezaron en la Italia del Renacimiento, al tiempo que los arquitectos equilibraban de manera racional la forma y disposición de cada edificio respecto a una calle o plaza. Este concepto se puede apreciar en el famoso cuadro La ciudad ideal de Pietro della Francesca expuesto en el Palacio Ducal de Urbino. Usando la perspectiva, técnica de expresión gráfica descubierta en su época, el artista representa unos edificios de estilo clásico que conforman el perímetro de una plaza con una capilla redonda en medio.
Esta
escena representa varios de los conceptos clave de la ciudad ideal
renacentista:
Las calles anchas tienen
plazas, piazzas, en sus intersecciones.
Los edificios están
unificados mediante la repetición coherente de las
fachadas.
Fuentes, estatuas y
monumentos están estratégicamente dispuestos como puntos de fuga al
final de calles largas y rectas.
La nueva ciudad de Leonardo
Una de las creaciones del genio renacentista Leonardo da Vinci (1452-1519) fue el proyecto de una ciudad ideal adelantada a sus tiempos, situada a las afueras de Milán. Leonardo planeó la ciudad para Ludovico Sforza, el gobernador de Milán, como forma de resolver las condiciones insalubres, propicias a plagas y epidemias, dentro de la ciudad.
Da Vinci propuso alojar a trenta mil habitantes en diez nuevas ciudades de baja densidad, con cinco mil casas en cada una. El tráfico rodado y el peatonal circulaban a diferentes niveles, y el más denso se desviaba por unas rutas especiales. Esta misma idea fue adoptada a finales del siglo XIX por el urbanista inglés Ebenezer Howard (como se puede ver en “La ciudad jardín de Howard” explicada más adelante en este capítulo), que propuso ciudades jardín a las afueras de Londres. Howard también influyó en el diseño de las nuevas ciudades americanas en la década de 1960.
El fuerte en forma de estrella de Scamozzi
El arquitecto y teórico Vicenzo Scamozzi (1552-1616) propuso un nuevo esquema de ciudad ideal del Renacimiento. Scamozzi es conocido como el urbanista de la ciudad fortificada de Palma Nova, empezada a construir en 1593 cerca de Venecia. Como muchas ciudades renacentistas, fue construida con murallas protectoras en su perímetro, pero en vez de ser rectilíneas y aburridas, el arquitecto las utilizó como base de un ambicioso diseño geométrico. La planta de la ciudad tenía forma de estrella de nueve puntas, con un hexágono en el centro. Las calles iban desde un espacio abierto central hacia el perímetro, organizadas radialmente. Los edificios principales se agrupaban alrededor de la plaza central y otras seis plazas aparecían en el centro de las manzanas.
El plan de Scamozzi influyó en algunas fortificaciones construidas posteriormente, como la de Neuf-Brisach en Francia, a orillas del río Rin. Construida entre el año 1698 y el 1720, fue diseñada por Sebastien Le Prestre de Vauban, el ingeniero militar de Luis XIV. Dentro de su sofisticado sistema de murallas había cuarteles militares, viviendas y una iglesia rodeando la plaza central, al igual que en el diseño de Palma Nova.
El Campidoglio de Miguel Ángel
Miguel Ángel fue tan buen urbanista como arquitecto, escultor y pintor (compruébalo en el capítulo 10). Una de sus principales contribuciones a la ciudad de Roma fue el rediseño de la colina Capitolina, un centro gubernamental desde tiempos antiguos. Cuando la estatua ecuestre de Marco Aurelio fue trasladada a este lugar en 1538, Miguel Ángel fue el encargado de crear un entorno apropiado, y así lo hizo, creando el Capitolio. Decidió conservar dos antiguos palacios y construir unos nuevos muros en tres lados de una plaza trapezoidal, creando una apariencia totalmente nueva del lugar. Una gran rampa adosada conduce al espacio abierto, y un pavimento en forma de estrella ovalada dirige la atención hacia la estatua. Para unificar las fachadas que dan a la plaza, inventó un gigantesco orden clásico formado por unas columnas de dos pisos de altura que más tarde sería copiado en toda Europa.
Nolli y su plano
Muchos arquitectos consideran el enorme mapa de Roma, creado en 1748 por Giambattista Nolli (1701-1756), el Santo Grial de la cartografía urbana. Sus doce partes, que unidas miden 1,83 x 2,13 metros, describen una red urbana de calles, plazas, edificios, elementos paisajísticos y partes interiores de los edificios, además de vistas de varios de los monumentos del Renacimiento y el Barroco. Su dibujo fue encargado por razones relacionadas con la tasación de impuestos; pero su vista aérea de la distribución de la ciudad se convirtió en una valiosa herramienta de análisis de las relaciones entre el espacio público y privado. Nolli representó claramente y de manera diferenciada las partes edificadas (de color oscuro) y los espacios abiertos, como calles, plazas y espacios públicos interiores (que quedaron sin colorear). Esta técnica de representación urbana, hoy en día usada de forma más abstracta, se conoce como llenos y vacíos.
Grandilocuencia y poder de la realeza: los grandes planes barrocos
En
el siglo XVII, la arquitectura y el urbanismo barroco salieron a la calle
para llenar las ciudades de un nuevo sentido dramático (para saber
más, dirígete al capítulo 10). Durante este período, los
arquitectos convirtieron las plazas en escenarios para espectáculos
públicos. Las rodearon de pomposas fachadas curvadas y columnatas,
y las llenaron de fuentes y estatuas. Los palacios reales, los
ayuntamientos y los edificios militares ganaron más importancia
integrándose en un gran proyecto de avenidas, perspectivas y
paisajes. Esta técnica de planificación urbana simbolizaba el poder
de la monarquía sobre la nación y la naturaleza.
Versalles: la dominación de la naturaleza
El palacio y los jardines encargados por el rey francés Luis XIV (1643-1715) en Versalles, a las afueras de París, son una de las más extravagantes combinaciones de arquitectura y paisajismo de la historia. El Rey Sol (como se le apodaba) amplió un antiguo pabellón de caza construido por su padre en un enorme complejo que podía alojar a todo su Gobierno. Su modelo de inspiración fue Vaux-le-Vicomte, la gran mansión construida por su ministro de Hacienda, Nicholas Fouquet. El rey tenía tanta envidia de sus exquisitos diseños de casas y jardines que mandó encarcelar a Fouquet e inmediatamente contrató a todo su equipo de trabajadores para crear un proyecto todavía más ambicioso.
Yo soy el Estado
A principios de la década de 1660, el arquitecto Louis Le Vau, el interiorista Charles Le Brun y el paisajista Andre Le Notre transformaron Versalles en un escenario para las grandes fiestas de la corte. Los jardines de Le Notre estaban tan estructurados como la propia arquitectura del palacio, con parterres repletos de flores rodeados de setos podados de forma ornamental y senderos bordeados por árboles, llamados allées, canales, láminas de agua y teatros al aire libre. En la parte central, un camino se extendía desde la habitación del rey hacia el paisaje, creando una artificiosa sensación de perspectiva dirigida al infinito. En Versalles, la dominación de los elementos hechos por el hombre sobre la naturaleza representaban físicamente el lema de la monarquía absolutista: “Yo soy el Estado”.
Las ciudades en el Siglo de las Luces
El
siglo XVIII y principios del XIX
fueron tiempos de racionalidad y orden en las
ciudades europeas y americanas. En una sociedad cada vez más
urbanizada, los arquitectos modernizaron y consolidaron las
ciudades con avenidas radiales, grandes panorámicas y edificios de
viviendas monumentales de estilo clásico dispuestos alrededor de
plazas públicas y jardines. Algunos de los planes urbanísticos más
significativos del siglo XVIII
tuvieron lugar en áreas remotas, lejos de las
capitales europeas como Londres o París.
La feliz y vieja Inglaterra: la media luna y las plazas de Bath
Bath, un pueblecito tranquilo y rural al oeste de Inglaterra, se popularizó en el siglo XVIII como centro de salud famoso por sus aguas. Su rápido crecimiento dio lugar a un nuevo tipo de manzana urbana: una hilera semicircular de casas llamadas media luna, que se convertiría en uno de los elementos fundamentales en el urbanismo británico del siglo XVIII y XIX. Los arquitectos John Wood el Viejo (1700-1754) y su hijo, John Wood el Joven, que remodelaron la ciudad medieval entre 1727 y 1781, fueron los responsables de esta innovadora forma urbana. Sus plazas señoriales y medias lunas unificadas por fachadas clásicas conseguían crear un orden racional. El historiador americano Lewis Mumford dijo que este plan urbanístico del siglo XVIII fue tan estimulante y revitalizante como las aguas medicinales de la ciudad. Unas décadas más tarde, el arquitecto John Nash utilizó muchas de las ideas de Wood para replantear algunas partes de Londres (te lo explico en el capítulo 11).
Francia: el gran bulevar de Nancy
Estanislao I Leszczynski, duque de Nancy (capital de la Lorena, al este de Francia) ideó una ingeniosa manera de integrar las partes medievales y renacentistas de la ciudad en un plan urbanístico integral. Leszczynski, que había sido rey de Polonia, colaboró con el arquitecto Héré de Corny (1705-1763) para construir dos calles nuevas que se cruzaban en ángulo recto. Una de las calles era un eje este-oeste que comunicaba la ciudad con el campo, la otra era un gran bulevar que se extendía a través de la ciudad medieval. En vez de pensar en el bulevar como una calle recta alineada con los edificios uniformemente, De Corny creó una serie de espacios interconectados a través de un paseo central que se extendía desde el ayuntamiento hasta el palacio.
En uno de los extremos de la avenida, el arquitecto diseñó una plaza que se extendía enfrente del ayuntamiento y que contenía una estatua del yerno de Leszczynski, el rey Luis XV. El bulevar pasaba a través de un arco de triunfo y se convertía en un espacio lineal bordeado por hileras de árboles que, a su vez, se transformaba en un espacio público alargado con los extremos curvados. El plan urbanístico de Nancy muestra como un simple elemento urbano, por ejemplo una calle, puede formar una secuencia de espacios únicos exteriores y cambiar el tejido urbano existente.
Las distancias magnificentes de la ciudad de Washington
La
capital de Estados Unidos refleja muchos de los ideales urbanos de
finales del siglo XVIII
en Europa. No es de extrañar, ya que la ciudad
de Washington fue diseñada por el francés Pierre Charles L’Enfant
(1754-1825) a petición del George Washington, en 1791. Hijo de un
pintor, L’Enfant pasó su infancia cerca del palacio de Versalles y
estudió Bellas Artes en París antes de emigrar a América para
unirse al Ejército Revolucionario. Planeó la ciudad de Washington
basándose en la superposición de avenidas, que recuerdan a los
grandes ejes de Versalles, con una cuadrícula de calles. Las
avenidas diagonales unen los edificios más importantes de la ciudad
(el Capitolio, el Palacio Presidencial (conocido como la Casa
Blanca), el Banco Nacional, una iglesia y un mercado). El diseño
permite que el tráfico cruce los barrios residenciales situados en
la cuadrícula sin interrupciones. En las intersecciones de las
diferentes rutas viarias aparecían plazas de todo tipo destinadas a
actuar como puntos focales de los barrios residenciales.
La escala del plan urbanístico de L’Enfant era inmensa, de 2.468 hectáreas. El arquitecto imaginaba su plan como la representación simbólica de Estados Unidos, que él mismo llamaba “este vasto imperio”. Las principales arterias de la ciudad tenían nombre de Estado, y todo el sistema de avenidas y calles estaba pensado para expandirse hacia el horizonte. El novelista inglés Charles Dickens, después de visitar Washington en 1842, la bautizó como “la ciudad de las distancias magnificentes”.
A pesar de sus brillantes aptitudes, L’Enfant fue despedido en 1792, menos de un año después de ser contratado. La fricción que provocó su decisión de demoler una casa nueva que no se ajustaba a su plan lo llevó al despido. Sin embargo, el topógrafo Andrew Ellicott y el matemático Benjamin Banneker continuaron con el proyecto de L’Enfant. Durante el siglo XIX, muchos arquitectos siguieron completando el plan de L’Enfant con edificios gubernamentales como el Capitolio y el edificio de la Tesorería. Finalmente la mayoría de lo que L’Enfant había previsto para las áreas residenciales de Washington D.C. se convirtió en realidad.
Las ciudades americanas: creciendo en la cuadrícula
En 1785, el Congreso estableció una ley nacional de tierras para dar solución a la partición de los territorios al oeste del río Ohio. La ley establecía una subdivisión equitativa de la propiedad privada, el girdiron plan (plan hipodámico). Los municipios tenían que situarse en un terreno cuadrado de 6 x 6 millas (9,65 x 9,65 km) y se tenían que dividir en treinta y seis sectores de una milla cuadrada de superficie (1,61 km2). Este patrón regular de calles, manzanas y plazas llegaba tarde para las antiguas ciudades del este, surgidas de forma espontanea, sin plan ni orden urbano alguno. Con la intención de ampliar Manhattan, una comisión designada por el estado de Nueva York resumió la eficacia del girdiron plan al afirmar que las casas de ángulos rectos del plan eran baratas de construir y cómodas para habitar. La misma cuadrícula inspiró diversas variaciones, sin dejar de ser nunca práctica.
Filadelfia: espontaneidad en la cuadrícula
En 1683, el gobernador de Pensilvania William Penn y el supervisor Thomas Holme dibujaron una cuadricula rectangular para Filadelfia que se extendía entre los dos ríos de la ciudad, el Delaware y el Schuylkill. Dos avenidas dividían el plan atravesando una plaza de cuatro hectáreas en el centro de la ciudad e importantes edificios públicos se situaban alrededor de la plaza central. Cuatro plazas de algo más de tres hectáreas se encontraban repartidas entre la cuadrícula, y los barrios residenciales debían disponerse alrededor de estas plazas, pensadas para ser parques y jardines. Pero Filadelfia no creció según este plan geométrico. En 1794, la mayor parte de la ciudad se concentraba al este de la gran plaza central, cerca del río Delawere. Los edificios públicos no se construyeron alrededor de la gran plaza, sino en los espacios disponibles según la necesidad del momento. A la vez, surgieron unas calles más pequeñas que rompían el tamaño de las manzanas originales de la cuadrícula de 1683.
Savannah: orden y elegancia
James Oglethorpe, miembro del parlamento británico, llevó a cabo una elegante variación de la cuadrícula del plan de la ciudad de Savannah, en Georgia. El plan consistía en un sistema de barrios unidos llamados wards (salas) formados por doce manzanas organizadas alrededor de un parque. Las manzanas se dividían en parcelas para cuarenta casas y cuatro edificios públicos, como iglesias y tiendas, que daban al parque. A medida que la ciudad se expandía, a finales del siglo XVIII y principios del XIX, los wards se repetían a través de calles amplias y sombreadas. Este elegante tablero de ajedrez de edificios y espacios abiertos demostró que el plan hipodámico (en cuadrícula) podía ser elegante y, a la vez, permitir el crecimiento especulativo y sistemático.
Mantener las conexiones: la explosión del crecimiento urbano
Durante el siglo XIX, mientras las ciudades
europeas se iban multiplicando, emergieron nuevas estrategias de
planificación urbana que trataban de hacer frente a sus
sobrecargadas infraestructuras (viviendas, calles, suministro de
agua, transporte, etc.) resultado de la aglomeración. Estas nuevas
estrategias pretendían reemplazar las manzanas irregulares y las
callejuelas de la ciudad medieval por amplias y luminosas vías que
comunicasen de manera eficiente el centro de la ciudad con los
ensanches.
El anillo de Viena
Hacia el siglo XIX, la ciudad austríaca de Viena se había desarrollado en dos zonas; la ciudad antigua, o Altstadt, formada por calles estrechas, antiguas iglesias y palacios de la ciudad medieval situados en el centro de la ciudad, y los suburbios formados por grandes manzanas y arboledas. Entre las dos partes de la ciudad había una amplia franja de espacio abierto sembrado de fortificaciones. Napoleón derribó estas fortificaciones durante la conquista de la ciudad, en 1809, y el área donde se encontraban se deterioró mucho.
En 1857, el emperador Francisco José convocó un concurso de ideas para convertir la zona abandonada entre el Altstadt y los suburbios en un nuevo distrito de edificios públicos y residenciales que debía incluir el Parlamento, una universidad, un teatro y una ópera. El ganador del concurso fue Ludwig Förster, cuya propuesta fue aprobada en 1858 e implementada durante la siguiente década. El proyecto se basaba en una amplia avenida llamada Ringstraße (calle del anillo), que pasaba por el centro de esta nueva zona. La avenida, de más de tres kilómetros de largo y sesenta metros de ancho, no era exactamente circular como un anillo sino que se dividía en diversos tramos rectos y estaba bordeada de imponentes edificios.
No todo el mundo apreció sus gestos estrictos y su monumental arquitectura, y fue duramente criticada por crear una barrera inhumana entre el centro de Viena y sus suburbios. Camillo Sitte fue el principal crítico de esta intervención, expresando sus ideas en el libro Der Städtebau nach seinen künstlerischen Grundsätzen (Construcción de ciudades según principios artísticos) publicado en 1889. Sitte defendía la idea de retorno a un estilo caracterizado por calles curvas y espacios íntimos típicos de las ciudades medievales de toda la Europa central.
El París de Haussmann
Muchos otros planes de renovación de la ciudad medieval nacieron en París durante el Renacimiento. Se caracterizaban por contener un gran espacio abierto llamado place que glorificaba la monarquía, y normalmente en el centro se erigía una estatua del rey. En 1612, el rey francés Luis XIII impulsó el prototipo de plaza residencial, que se popularizaría en Europa y Estados Unidos como la plaza Real (renombrada como plaza des Vosges después de la Revolución francesa), que fue seguida de la plaza de las Victorias (1687), la plaza Vendôme (1720) y la plaza de la Concordia (1775). Napoleón continuó remodelando París mediante la apertura de nuevas calles y la construcción de su enorme Arco de Triunfo.
Entre 1852 y 1870, París experimentó una transformación más radical. Napoleón III (sobrino de Napoleón Bonaparte) quería transformar la ciudad en una metrópolis moderna, e impulsó una gran transformación. Entregó un mapa de la ciudad en el que había trazado nuevas calles a su urbanista, Georges-Eugene Haussmann. Haussmann realizó el plan y, con despiadado entusiasmo, demolió la mayor parte de la ciudad medieval y renacentista para construir más de ciento treinta kilómetros de anchos bulevares y rotondas dispuestas en puntos estratégicos, como el Arco de Triunfo. Las calles, de fachadas uniformes e iluminación de gas, permitían el paso de un enorme volumen de tráfico desde el corazón de la ciudad hasta las zonas periféricas. ¡Pero Haussmann no se detuvo aquí! También construyó importantes monumentos, como la Ópera de París (descúbrela en el capítulo 11), parques y una enorme red de alcantarillado.
El movimiento para embellecer las ciudades
El plan Haussmann de París (en la sección anterior, “El París de Haussmann”) tuvo una enorme influencia en otras capitales de Europa e inspiró algunas de las ciudades americanas. El plan convenció a generaciones de arquitectos sobre sus ventajas: un eficiente y coordinado planeamiento de calles y edificios podía establecer el orden en las caóticas barriadas y mejorar la calidad de vida de sus habitantes.
En Estados Unidos, la búsqueda de una uniformidad urbana surgió en Chicago en 1893, durante la celebración del 400 aniversario del descubrimiento de América. El arquitecto de Chicago Daniel Burnham (más detalles en los capítulos 11 y 13) invitó a importantes arquitectos a colaborar en una “ciudad ideal” que consistía en una serie de edificios clásicos dispuestos alrededor de una plaza. Esta monumental agrupación de esculturas blancas ofrecía un pacífico oasis clasicista rodeado de la ciudad industrial.
Muy pronto, otras ciudades se apropiaron de la idea de crear un barrio exclusivo de edificios públicos. Este movimiento, llamado City Beautiful Movement (movimiento para embellecer las ciudades), se llevó a la práctica por primera vez en la ciudad de Washington, donde el Gobierno federal poseía suficientes edificios públicos para crear distintos centros gubernamentales.
En 1902, el Senado de Estados Unidos aprobó un plan redactado por el senador James McMillan, de Michigan, para convertir el Mall (zona que va desde el monumento a Washington hasta el Capitolio) en una alfombra de hierba con museos a ambos lados, y crear un eje monumental que uniría los principales monumentos. Esta intervención realzaba el plan de L’Enfant con grandilocuencia. El director del proyecto fue Burnham, que viajó a Europa para visitar los grandes jardines de París y Roma buscando inspiración. Aunque su plan no se realizó en su totalidad, sus principales trazados transformaron Washington en la ciudad monumental que hoy en día conocemos.
Burnham asesoró a las ciudades de Cleveland, Chicago y San Francisco en la creación de sus centros gubernamentales. Más tarde, ya en el siglo XX, también se construyeron los de Saint Louis, Los Ángeles y Boston, todos ellos inspirados en lo que fue el City Beautiful Movement.
Las ciudades modernas: los suburbios
El deseo de escapar de la ruidosa ciudad a los suburbios ha estado presente en todas las civilizaciones a lo largo de miles de años. En la antigüedad, Plinio el Joven escribió que el trayecto desde el centro de Roma a su casa, de casi treinta kilómetros de distancia, era “difícil y largo”.
Los suburbios crecieron a paso de gigante después de la Revolución industrial. Unos siguieron un plan preestablecido, mientras que otros surgieron al margen de la cuadrícula planeada, con calles curvadas y entornos agrestes.
A
finales del siglo XIX
se empezaron a proponer alternativas tanto a las
sucias ciudades como a los alejados suburbios. Las áreas
metropolitanas se extenderían en todas direcciones. Estos proyectos
visionarios se basaban en la idea de crear nuevas ciudades
autosuficientes que proporcionarían trabajo y residencia en un
entorno ajardinado.
La ciudad jardín de Howard
Liderando estos nuevos diseños estaba Ebenezer Howard, de origen inglés. En 1898 publicó el libro Tomorrow: A Peaceful Path to Real Reform (El mañana, un camino tranquilo hacia una reforma real) en el que abogaba por una “ciudad jardín”. Su plan proponía reemplazar las ciudades industriales convencionales por otras más pequeñas rodeadas de tierras agrícolas: “La ciudad y el campo deben estar casados —decía—, y de esta unión surgirá una nueva esperanza, una nueva vida, una nueva civilización”. En 1903, una versión híbrida de su plan se realizó en Letchworth, al norte de Londres. Muy pronto, las ciudades jardín echaron raíces en toda Europa, así como en lugares tan lejanos como Japón y Australia. En la década de 1960, en Estados Unidos se diseñaron unas nuevas ciudades satélite siguiendo el modelo de la ciudad jardín de Howard. La más famosa fue Reston, en Virginia, y Columbia, en Maryland, en las afueras de la ciudad de Washington.
La Broadacre City de Wright
Otro híbrido de ciudad y suburbio fue diseñado para Chicago por el arquitecto Frank Lloyd Wright (descubre a este genio en el capítulo 13). Descrita en su libro The Disappearing City (La ciudad que desaparece) en 1932, la ciudad de baja densidad llamada Broadacre City tenía que organizarse en una cuadrícula de calles y carreteras que conectaban las diferentes áreas, casas, fábricas, granjas y zonas de recreo. En las intersecciones principales se iban a construir mercados, iglesias y edificios públicos. Wright construyó una maqueta de madera de unos 3,6 metros cuadrados (3,6 × 3,6 m) de lado, que exhibió por todo el país, en la que exponía sus ideas para una parcela de 6,40 kilómetros cuadrados (6,40 × 6,40 km). A pesar de que nunca se construyó, la Broadacre City anticipó muchas de las características del suburbio contemporáneo, incluidos centros comerciales, moteles y pasarelas para cruzar las autopistas.
Le Corbusier: torres en el parque
Conocido por sus casas de estilo minimalista, el arquitecto Le Corbusier aplicó sus principios modernos (en el capítulo 14 los encontrarás detallados) para diseñar ciudades enteras. En proyectos como La Ville Contemporaine (1922), el Plan Voisin de París (1925) y Villes Radieuses (1930-1936), Le Corbusier propuso levantar varios grupos de rascacielos en medio del paisaje abierto, unidos por supercarreteras y de una manera ordenada. Imaginó su ciudad ideal como un jardín en el que las personas vivieran en torres bañadas por el sol, disfrutando del aire fresco. Aunque su radical plan nunca fue construido, inspiró numerosos planes de barrios enteros, como el Stuyvesant Town, en Nueva York.
Las ciudades de posguerra: de la expansión descontrolada al crecimiento inteligente
En
las décadas siguientes a la segunda guerra mundial, la prosperidad
económica de Estados Unidos permitió un enorme crecimiento de los
suburbios, repletos de casas y centros comerciales, que recordaban
a los de la Broadacre City de Wright.
El centro urbano ha muerto
A medida que millones de habitantes huían de los viejos barrios urbanos a las ciudades dormitorio, la división entre el centro y la periferia se volvía más pronunciada, y los núcleos urbanos iban cayendo en decadencia. Algunas ciudades siguieron el plan de Le Corbusier, tratando de detener el deterioro mediante la sustitución de barrios pobres por torres de viviendas y oficinas (lo tienes en la sección anterior).
Hacia la década de 1960, esta destructiva manera de “renovar” las ciudades había causado una fuerte respuesta negativa. Una de los críticas más elocuentes fue la de Jane Jacobs, que en su libro Muerte y vida de las grandes ciudades (1961) argumentaba convincentemente a favor de mantener la vitalidad del tejido de los antiguos barrios. Este movimiento de preservación ganó impulso a finales de las décadas de 1960 y 1970, y llegó a crear una corriente arquitectónica propia y muy importante en la época (si quieres saber más, ve al capítulo 20).
En las décadas de 1960 y 1970, y a medida que crecían los suburbios, iban atrayendo todo tipo de tiendas, hoteles, restaurantes y torres de oficinas que tradicionalmente solo se situaban en los centros urbanos. Pero en vez de estar perfectamente concentrada, esta nueva edge city (término que significa “ciudad límite”, por situarse en áreas fronterizas entre el campo y la ciudad tradicional) se extendía a lo largo de kilómetros. Ejemplos de este tipo se produjeron en Tysons Corner, en Virginia, a las afueras de la ciudad de Washington, y en Irvine, en California, cerca de Los Ángeles.
En la década de 1980 surgió una reacción en contra de este tipo de expansión, y en la década de 1990 a este movimiento antidispersión se le bautizó como crecimiento inteligente. Estaba dirigido a conservar los espacios abiertos y a reducir la dependencia del coche, aumentando la densidad edificatoria y facilitando las comunicaciones en transporte público. En otras palabras, esta estrategia era un intento de convertir los suburbios en una ciudad convencional.
Diccionario de urbanismo
Los arquitectos y urbanistas utilizan unos términos especiales para describir sus proyectos urbanos. Veamos algunos ejemplos:
Axis o eje. Camino direccional
que conecta lugares a través de una visual.
Contexto. Entorno de un edificio
y sus alrededores.
Edge city (ciudad
límite). Desarrollo de nuevos núcleos
comerciales, torres de oficinas y hoteles de estilo urbano situados
en los suburbios.
Fachada urbana. Fachadas
continuas en ambos lados de la calle.
Intervención. Edificio nuevo o
adición que se inserta en un entorno existente.
Llenos y vacíos. Técnica que
muestra la relación entre los edificios y los espacios libres a
través de objetos sólidos dibujados sobre un fondo de otro color,
generalmente claro.
Manzana perimetral. Edificio
grande en forma de rosquilla con un patio en medio y sus fachadas
alineadas con las calles.
Plan hipodámico o cuadrícula. Estructura de calles y manzanas dispuestas en red que siguen
unas directrices ortogonales.
Plan radial. Ciudad o pueblo
ordenado según calles diagonales que suelen extenderse desde una
plaza central hacia su perímetro.
Plaza. Espacio público abierto y
pavimentado.
Supermanzana. Agrupación de
edificios en una gran parcela rodeada de avenidas principales que
dispone de sus propias vías internas y espacios
abiertos.
Zonificación. División de la
ciudad en barrios o secciones de uso diferenciado.