Dejó algunas otras máquinas que le facilitaban el estudio de la geometría; ignoramos el verdadero uso que hacía de ellas, y tal vez hiciera falta más sagacidad para descubrirlo que para resolver un problema de cálculo integral. Que algún geómetra intente decirnos para qué le servían cuatro pedazos de madera, sólidos, con forma de paralepípedos rectangulares, cada uno de once pulgadas de largo por cinco y media de ancho, y con poco más de media pulgada de espesor, donde las dos grandes superficies de ambas caras estaban divididas en pequeños cuadrados semejantes a los del ábaco que acabo de describir, con la diferencia de que sólo estaban perforados en algunos sitios donde había alfileres hundidos hasta la cabeza. Cada superficie representaba nueve pequeñas tablas aritméticas de diez números cada una, y cada uno de esos números estaba compuesto de diez cifras. La fig. 6 representa una de esas pequeñas tablas y estos son los números que contenía: