Las cartas del enamorado secreto
A la mañana siguiente luego del desayuno recordó que tenía dos cartas para leer y regresó a su habitación a buscarlas.
Pero sólo encontró la de su madre, la de Justin apareció media hora después junto a la ropa para lavar pues la había dejado en su vestido.
Tomó la carta aliviada de manos de una de las fregonas y suspiró.
No imaginaba qué querría decirle Justin y buscó un lugar privado para leerla. No era muy prudente hacerlo, ni que él le escribiera ni que ella leyera una carta de su antiguo enamorado pero lo cierto es que la mataba la curiosidad.
“Querida Angelet:
La vida nos empuja por caminos que no queremos seguir y no hay nada que podamos hacer para evitarlo. Temo que deberé regresar a la India en una semana para reunirme con mi familia pues nada me ata ya a estas tierras. Asuntos apremiantes me obligan a regresar a Oriente, Dios sabe que no deseo hacerlo pero es necesario.
Quisiera despedirme de ti y desearte lo mejor pero dos veces me han negado la entrada en Stonehill y no fui recibido. Dijeron que estabais enferma y eso me ha angustiado mucho por eso he avisado a vuestros padres. Nadie ha tenido noticias vuestras en mucho tiempo y eso acongoja mi corazón aún más pues temo lo peor pero os aseguro que si ese malnacido Praxton os ha hecho daño no habrá lugar en el mundo en que pueda esconderse…”
La carta terminaba de forma abrupta como si lamentara haber escrito esas cosas.
Luego comprendió que su rabieta era causada porque dos veces quiso ir a despedirse y no le permitieron entrar en Stonehill. Su esposo no le había comentado nada de esa visita ni le hizo preguntas al respecto.
Entonces oyó unos pasos y notó que su esposo estaba pálido y nervioso y se asustó. ¿Acaso había pasado algo?
—Elliot…—murmuró y entonces notó que él observaba la carta que sostenía en sus manos con fijeza.
—¿Entonces tienes un enamorado secreto preciosa, que te envía cartas a Dartmoor y no me has contado nada? ¿Qué significa esto? Una esposa no debe tener secretos con su marido. ¿Y tú lees sus cartas a escondidas?
Rayos, ¿cómo podía decirle eso?
—¿Enamorado secreto? ¿Cómo puedes pensar que tengo enamorados? Elliot, mi hermana me trajo dos cartas ayer una de mi madre y otra de un viejo amigo. Justin. Dijo que vino a despedirse porque regresa a la India y…
Le enseñó la carta para que viera que no mentira, rayos, no podía estar pasando eso. ¿Acaso la acusaba de ser una coqueta descarada y mantener en secreto las cartas de amor de otro hombre?
—Pues jamás estuvo aquí ese hombre preciosa, está mintiendo—dijo luego de leer cada línea de la carta de Justin.
—Pero él dice…
—¿Acaso crees que miento? De haber estado aquí le habría dado una paliza por entrometido. ¿Quién es este sujeto? Jamás lo había sentido nombrar ¿y dices que es tu amigo?—Praxton hervía en el infierno de los celos y no pensaba rendirse hasta saber toda la verdad.
—Justin Blake es el mejor amigo de mi hermano Richard, querido. Él regresó hace meses de la India y fue a visitarnos. Fue él quien descubrió que mi prometido tenía una esposa viva y escondida.
—¿Así? Vaya. Qué hombre tan sagaz. Se preocupa mucho por ti y hasta dice que me hará pagar si soy un esposo cruel y malvado.
—Es que todos creen eso, Elliot pero sé que no es verdad sino muy injusto que…
—Bueno, dejemos ese asunto Angelet. Ahora dime quién es este misterioso enamorado que os escribe y envía estas cartas de amor. Es la tercera que llega a Dartmoor y nadie sabe ni cómo aparecen en la bandeja de plata del hall. Están allí, llegan como fantasmas y van dirigidas a ti. ¿Tienes un enamorado secreto y jamás lo has mencionado?
Su marido le entregó las cartas, una de ellas sí la había leído, la primera y pensó que sería de su esposo.
—Pero tú me escribías estas cartas en el pasado, son idénticas. ¿Es que lo has olvidado? Tengo todas las cartas de mi enamorado secreto. Él único enamorado secreto que he tenido has sido tú querido. Nadie más. ¿Por qué me dices estas cosas como si fuera una coqueta? No soy una coqueta ni jamás… Pues dime tú qué son estas cartas Elliot Praxton. ¿Quién las envió? Tengo todas tus cartas guardadas y al parecer alguien… sólo pienso si alguien sabía de esas cartas y las ha copiado para… Ignoro con qué fin pero no me agrada.
Su esposo la miró con fijeza.
—Preciosa, yo te envié cartas hace meses sí ¿pero crees que estaría tan loco de enviártelas ahora? Lo hice para conquistarte primero, y luego en un intento de arruinar tu compromiso con ese hombre soberbio de Cumbria. Pero al parecer alguien desea que crea que tienes otro enamorado escondido.
—No tengo ningún enamorado escondido y si lo tuviera, ¿crees que querría prestarle atención? Sólo llegó a mis manos una de estas cartas y pensé que habías sido tú. Había una rosa junto con la carta y pensé que era un gesto muy bonito y perdóname, pero olvidé preguntarte, no te lo dije por un simple olvido, nada más. ¿Cómo puedes pensar que sería capaz de engañarte, Praxton? ¿Acaso no he sido tu esposa y me he entregado a ti en cuerpo y alma desobedeciendo los consejos de mis padres? Ellos querían que pidiera la anulación, dijeron que si no consumaba mi matrimonio la tendría. Confieso que al comienzo desee seguir sus consejos, estaba tan asustada y pensaba que tú me odiabas porque era la hija de tu peor enemigo pero…
Angelet lloró y él la abrazó desesperado.
—Perdóname… Jamás pensé eso de ti ángel, pero… Me volví loco de pensar que hay otro hombre intentando conquistarte a mis espaldas y… Ven aquí.
Angelet se resistió pero él le robó un beso y entre forcejeos la llevó a la cama pidiéndole perdón, diciéndole cuánto la amaba.
—Jamás te dejaría ir preciosa, eres mía para siempre, tan mía… me volvería loco si te perdiera y juro que encontraré al autor de estas cartas y le daré su merecido. No puede hacer esto. Ven aquí…
Angelet se dejó llevar por sus besos pero lloró mientras le hacía el amor pues todavía le dolía que hubiera insinuado que era una coqueta que disfrutaba recibiendo cartas de sus enamorado. No era así, no existía tal enamorado y cuando sintió que entraba en su cuerpo lo abrazó con fuerza y volvió a llorar.
—Nunca más vuelvas a llamarme coqueta, Elliot Praxton—le advirtió.
Él sonrió y le dio un beso profundo y salvaje.
—Perdóname ángel, no quise decir eso. Estaba nervioso porque sé que no soy el marido que tú te mereces, no soy rico ni tampoco tengo modales de caballero. Pero te amo, te amo y daría mi vida por ti, lo haría… y si algún día tu familia te convence de que me abandones creo que te amarraría a la cama para que no lo hicieras.
Ella lloró al sentir la vehemencia de sus palabras.
—¿Es que todavía no entiendes que estoy atada a ti Elliot y que te amo? Te amo demonio de Dartmoor… y te aseguro que ni siquiera conocía el significado de esa palabra hasta que me convertiste en tu mujer esa noche… y ahora sé que el amor nace sin que lo notes y que no es lo mismo amar a un amigo que a un esposo. Jamás sería lo mismo y duele tanto a veces… Ahora lo siento aquí. Un dolor espantoso de pensar que tú me llamaste coqueta sin saber lo que siento por ti. Tú me robaste el corazón Praxton, lo hiciste y sé que nunca querría vivir sin ti, jamás…
Una emoción intensa lo embargó al oír esas palabras y sus ojos brillaron como si una lágrima quisiera salir pero no era un hombre de dejarse llevar por sus emociones, desde niño había aprendido a no llorar y no pensaba hacerlo ahora.
Sin embargo su voz lo delató pues tembló y cambió mostrando la emoción intensa que lo sacudía como un rayo.
—Preciosa, me hace tan feliz oírlo de tus labios. Mi ángel… ¡Te amo tanto! Pensé que nunca te oiría decir eso.
Ella secó sus lágrimas y sonrió y él la apretó contra la cama para expulsar su placer, volvería a hacerle el amor, no la dejaría escapar. Nunca lo haría…
*************
Pero las cartas habían sembrado la intriga y la duda. ¿Quién era el autor de las falsas cartas de amor?
Elliot pensó que la familia de su esposa lo había hecho, no tenía dudas pero Angelet pensaba que no serían capaces, ¿o sí? ¿Por qué lo harían? Bueno en realidad tenían motivos de sobra. El bendito documento que condenaba a su padre a prisión. Aún no lo tenían en sus manos y eso generaba rabia y malestar.
Praxton pensó que lo hacían para sembrar dudas y riñas.
—Nunca quisieron esta boda, ¿lo olvidas?
Angelet buscó las cartas de su enamorado secreto y se las entregó a su esposo a media tarde luego de dormir una siesta, días después.
—Aquí están, querido. Las guardé todas, algunas son algo extrañas sí pero… Mis padres querían que las tirara pero fui incapaz de hacerlo.
Elliot las tomó en sus manos y comenzó a leerlas. Reconoció su pluma por supuesto.
Angelet sonrió y se refugió en sus brazos medio desnuda. Acababan de hacer el amor y se moría por hacerlo de nuevo. Una vez era muy poco… para ambos lo era.
—Quedé enamorada de tus cartas Elliot, eran tan bonitas y… a pesar de que mi padre me prohibió leerlas y hasta quiso que las rompiera y arrojara al fuego no lo hice. Las conservé. ¿Tú escribías esa poesía?
Elliot sonrió.
—No, eran fragmentos de poemas que encontré un día en la biblioteca de autores anónimos. Pero me gustaron tanto que pensé que debía escribírtelos—dijo y la besó—Preciosa, me muero por hacerte el amor de nuevo.
Angelet se sonrojó pero entonces algo pasó que postergó ese nuevo encuentro. Praxton descubrió una carta que no había sido escrita por él.
—Observa preciosa… no es mi letra ni lo que dice. ¡Demonios! Debe haber otra…
Angelet se asustó con ese descubrimiento. Le parecía muy extraño que otro hombre también le escribiera cartas de amor.
—No puede ser querido, es tan extraño, tan inquietante.
—Sí que lo es, pero mira, hay otra… Y tal vez haya más. Debo revisarlas todas.
Y la diferencia era notoria, no sólo por la caligrafía más irregular sino por el contenido.
—La letra es la misma, ese impostor te escribió varias cartas. ¡Rayos! Cita frases de poesía de Byron y de William Blake y hay una frase recurrente, mira aquí: remarca la expresión de que no os ha olvidado y sus poesías hablan del amor no correspondido que le corroe el alma. Yo nunca os escribí eso.
Angelet se estremeció al leer esas líneas porque la poesía de Blake era oscura y cínica.
—Es verdad y las fechas son distintas. Praxton, él me escribió antes que tú lo hicieras por primera vez y por eso… Temo que sus cartas fueron las más extrañas y desconcertantes. Las que escribías tú eran más breves y románticas por eso no entendía sus cambios de humor. Pero dime algo, ¿los regalos en mi cumpleaños y en navidad fuiste tú?
Su esposo sonrió con picardía.
—Os regalaba rosas y bombones porque sabía que os gustaban mucho sí.
Ella sonrió feliz.
—Entonces tengo la certeza de que fueron tus cartas y regalos los que ganaron mi corazón Elliot… y esperaba cada carta con ansiedad, lo confieso y las escondía para que nadie lo descubriera.
—Preciosa, estabas destinada a mí, lo supe desde el primer día que te vi. Ven aquí… me muero por hacerte el amor de nuevo, no escaparás…
Angelet rió al sentir que los besos en su cuello le provocaban un cosquilleo intenso, intenso como el deseo que sentía por él.
************
Angelet escribió a Justin diciendo que lamentaba que no pudiera despedirse y le deseaba lo mejor en su viaje. Enviaba cariños a su familia y… No supo qué más escribir.
Su esposo le había asegurado que jamás estuvo en Dartmoor pero tal vez no llegó a saber que era un viejo amigo pues los sirvientes de la mansión vigilaban con mucho celo los campos para evitar la entrada de intrusos.
Luego pensó en esas cartas mientras escribía a su madre anunciándole que tendría un hijo para comienzos de otoño. No podía ocultarlo más y ya no le importaba que la odiaran por haber desobedecido sus órdenes.
Empezaba a sentir el bebé en su vientre y su presencia la colmaba de tanta paz. El médico dijo que su corazón se oía fuerte y saludable y era maravilloso que pudiera sentir sus latidos a través de ese extraño aparato.
La primavera era especial en Dartmoor y le gustaba observar el paisaje cubierto de flores y plantas mientras daba pequeños paseos matinales. Marzo estaba allí en todo su esplendor.
Era feliz, tan feliz y no pensaba que el asunto de las cartas de su enamorado misterioso fuera algo a tener en cuenta. Debieron ser escritas por algún admirador lejano. Y las últimas seguramente imitaban a ese viejo admirador para sembrar peleas entre ambos.
Sin embargo su esposo estaba empeñado en descubrir al autor de las mismas, no le agradaba nada ese asunto fuera broma o no.
Envió las cartas y luego regresó a sus quehaceres. Con ayuda del ama de llaves había aprendido a tejer zapatitos y ropa para el bebé que esperaba. Su madre no lo habría aprobado pues una dama sólo debía saber bordar y zurcir, una dama no podía ser una costurera, ese era trabajo para las criadas pero Angelet quería hacerlo por sí misma y así ocupar las horas en las que se veía privada de su amor. Su madre se habría escandalizado de verla intimar con las personas de servicio pero eran criados muy fieles y educados, el ama de llaves era una dama instruida cuyo padre se había quedado sin nada.
Además, descubrió que le encantaba tejer y hacer ropita de bebé y tuvo la ayuda no sólo del ama de llaves que tejía precioso sino de su doncella Maud encantada de colaborar, las tres pasaban largas tardes en el comedor charlando mientras completaban el ajuar del bebé que llegaría durante los primeros fríos del otoño.
Fue durante esas charlas que supo que su esposo había perdido una parte de su rebaño por el frío y los bandidos que asolaban la zona. Él no le había dicho nada, era tan reservado. Luego supo que eso no era todo y que esa estancia distaba mucho de ser el establecimiento próspero de antaño. Por eso Praxton jamás daba recepciones era muy escrupuloso con sus gastos, los evitaba de forma constante y también controlaba cada moneda que se gastaba en la propiedad. Pero Elliot había recibido una propiedad en las ruinas, su familia se había empobrecido y el legado de su tío no fue más que una propiedad en el norte que había vendido para saldar deudas de Dertmoor. Todo eso se lo contó el ama de llaves durante las tertulias de costuras y Angelet pensó que su marido distaba mucho de ser ese dandy que había conocido, alegre y despreocupado, sólo interesado en conquistar damiselas.
Y su padre le debía mucho dinero a su familia.
Su padre había involucrado al tío de Elliot en un negocio que no era del todo honesto, por decirle de alguna manera.
Sin embargo no le había pagado y tampoco había reconocido su mala acción, ahora comenzaba a entender. Mientras su familia gozaba de una situación acomodada su esposo trabajaba día y noche para salvar Dartmoor Valley. Y ni un céntimo había reclamado de su dote ni su padre tuvo la gentileza de ofrecerle nada.
Pero a ella nada le faltaba y sentía que ese era su hogar, suyo, no de los Hampton sino de Elliot, suyo y del bebé que crecía en su vientre. De pronto tuvo la sensación de que nunca había tenido un hogar y resultaba desconcertante pues Forest Manor lo había sido durante muchos años sin embargo no lo echaba de menos.
Pensó que su felicidad sería completa cuando naciera su hijo y hablando con el ama de llaves supo que conocía a una comadrona que vivía a unas pocas millas en el pueblo.
—Es la naturaleza señora Praxton, no debe estar asustada—le dijo en una ocasión—Además usted es una dama saludable, tiene muy buen color, eso es un buen síntoma.
Angelet sonrió pero el parto le daba miedo, temía no sólo al dolor sino a perder a su bebé como ocurría algunas veces. Pero debía pensar que todas las mujeres daban a luz en algún momento y todo el tiempo nacían niños saludables.
La llegada de Elliot la distrajo y sus ojos se iluminaron al verle. Qué guapo estaba con el cabello alborotado y el impecable porte… así lo vio en Londres pero su presencia la ponía tan nerviosa, aún ahora podía sentir su corazón latir acelerado cuando lo veía.
—Ángel, ven aquí, deja eso… —le dijo él al oído.
Ella sonrió y lo acompañó a sus aposentos mientras el ama de llaves guardaba la ropita del bebé en una caja.
*************
Una semana después, llegó un hombre joven y sonriente, de impecable porte y dos grandes maletas a Dartmoor valley con intenciones de quedarse, era Andrew Kellington un notable abogado de Londres a quién Praxton había encargado la investigación de las misteriosas cartas.
Praxton fue a recibirle montado en su semental azabache con la esperanza de que tuviera alguna novedad al respecto pero pronto comprendió que no era mucho lo que su amigo sabía del asunto todavía pues había pedido la intervención de un detective para saber exactamente quién pudo haber enviado las cartas. Era un caso difícil pues no habían sido escritas recientemente.
—Pero sí tengo buenas noticias con respecto a tu herencia amigo, que te dejarán muy conforme, espero.
El abogado entró en la mansión y luego de tomar un refrigerio le enseñó los documentos sobre una cuenta bancaria que su padre había dejado si las cosas en Dartmoor no iban tan bien. Por alguna razón esa cuenta no figuraba en el testamento ni tampoco entre los bienes de la familia pero Andrew fue notificado por el banco hacía semanas y pudo tener acceso a la información de la misma y luego elaborar un documento para transferir los fondos a su cliente: sir Praxton.
La cuenta bancaria ascendía a la suma de cincuenta mil libras esterlinas. Parecía una respuesta a sus plegarias, una ayuda desde el cielo… podría construir la cabaña, comprar más ovejas y también cercar para que esos bribones dejaran de robarle.
Y aún podría guardar una reserva para los malos tiempos.
—Y en cuanto a las cartas, investigué lo que me has pedido amigo y de acuerdo a la información que he recaudado…—comenzó mientras buscaba algo en su maletín—Pues no encontré pruebas definitivas de que las cartas fueran enviadas desde Londres sino que… todo apunta a las inmediaciones de Forest Manor. Y algo más… la primera carta fue escrita hace más de tres años mucho antes que tú decidieras escribirle una carta a vuestra esposa. Se trata de un antiguo enamorado de lady Angelet y no… no es una venganza, ni tiene que ver con su familia como sugerías.
Esa información resultaba sorprendente.
—¿Dices que es un antiguo enamorado?
—Pues sí… luego de examinarlas con cuidado y de pedir ayuda a un amigo mío que es muy sagaz hemos sacado algunas conclusiones. Sospechamos que se trata de un pretendiente desairado, no correspondido y que además… Bueno, pues una de sus últimas cartas lo delata en cierta forma, quiero decir que pone en evidencia su propia locura pues él mismo escribe esta frase tan extraña de “ a dónde va el amor cuando no es correspondido o algo así” léela tú mismo.
Praxton obedeció.
«Mi amada Angelet, no dejo de pensar en ti día y noche, de sufrir en silencio y atormentado, sin esperanzas me pregunto a dónde va el amor cuando sabe que debe morir, a dónde irá este amor y este dolor tan grande que anida en mi pecho? Mucho temo oír la respuesta. El vacío, la rabia y el dolor finalmente darán cuenta de mi vida y temo que ya nada me importa ahora. Lo veo aquí y me atormenta. Veo el final y no me decido a seguir ese camino oscuro y triste que me aguarda de forma irremediable. Pero no permitiré que ese villano os haga sufrir, no lo haré.»
—Aquí está el centro de la cuestión—dijo el abogado— es un enamorado que comprende al fin que ella no lo ama y que tal vez nunca podrá amarlo, y se pregunta qué hará con el amor que siente, en qué se convertirá y las posibilidades no son buenas, hace temer el suicidio o también… es extraño, ¿por qué le pide perdón a la joven a la que ama? ¿Qué planea hacer esta mente tan atormentada? Temo que este hombre intentará hacer algo, si no lo hizo en el pasado… tal vez en un tiempo venga aquí y mucho temo que cometa una locura si no lo encontramos antes.
—¿Tú lo crees?
—Sí… Él ha de saber que su amada contrajo matrimonio y eso debió ser doloroso de asimilar y luego, como si nada de eso hubiera pasado vuelve a enviarle una carta. ¿Con qué fin lo hace? ¿Provocar riñas maritales? No, lo que planea es estar presente en su pensamiento, sólo eso. Que no lo olvide.
Praxton suspiró molesto casi furioso.
—Debo encontrar a ese malnacido, no permitiré que entre a Dartmoor. Entonces… ¿Este hombre realmente cree que llegará al corazón de mi esposa con sus estúpidas cartas de amor?
—Pues al parecer sí… Cree que tú no la mereces, que eres un demonio y que su labor heroica será rescatar a su amada doncella del dragón. Lo hará… no permitirá que le robes a su amor porque al parecer él esperaba ser su esposo, en su loca fantasía de enamorado se sentía correspondido y por ello también tenía la ilusión de que su amada fuera suya un día.
—Es una locura, esto no parece real. ¿Quién demonios?
Se sintió inquieto y asustado, furioso de no saber quién era. Tenía sospechas pero el problema era que su antiguo prometido la había conocido hacía poco más de un año y medio y su enamorado Justin había estado en la India desde hacía seis años. Regresó poco antes de su boda con Angelet y ese sujeto parecía adorarla pero su letra era distinta a la de ese loco enamorado secreto. Había comparado ambas cartas y no había similitud y eso lo exasperaba pues quería saber quién estaba haciendo eso diablos. Era necesario.
Angelet negaba saber quién pudo escribirle esas cartas sin embargo dijo que en Londres había conocido a un poeta que le había escrito unos versos pero que luego nunca más había sabido de él. Así que era improbable que fuera el autor de las cartas.
Todo parecía señalar a la temporada en que su joven esposa fue presentada en sociedad, él también había estado presente y recordaba que todos pretendían a la joven de castaña cabellera y ojos topacio sin perderle pisada.
—Es muy raro… Pero creo que este hombre no es un desconocido, no puede serlo. Ponte en su lugar, Andrew—dijo de pronto—¿Quién escribiría estas cartas? No pudo ser un pretendiente de Londres.
Su amigo concluyó que tenía razón.
—No… es alguien cercano, que conoce bien a Angelet y que siempre ha estado enamorado de ella en secreto. Un primo lejano, un amigo de la familia… Y temo que ese hombre busque la manera de acercarse a ella y el peligro no es que intente algo en su contra sir Praxton sino que también puede hacerle daño a ella. Debería investigar el entorno familia de la joven. Sus hermanos, sus primos y tíos… Es algo incómodo lo sé, pero conocí un caso en que el hermano mayor siempre había estado muy apegado a su hermana y al llegar a la edad adulta se enamoró, estaba loco, no la veía como a su hermana era la mujer que amaba y cuando supo que iba a casarse con su prometido… pues la mató. Sí, no soportó la idea de perderla y la ahorcó.
—Eso es aberrante. Mi cuñado no… él está comprometido con una joven y no…
Praxton se negó a creer que Richard fuera un pervertido, no le creía capaz pero de pronto tuvo dudas pues él siempre se opuso a su relación y lo apartó a golpes de su hermana. En una ocasión amenazó con matarle si se acercaba a Angelet.
¿Primos, o amigos de su hermano? Pues eso tendría más sentido.
—Sé que es grotesco, es horrible pero… Un pretendiente normal se acercaría a la joven que tanto ama, buscaría la manera de cortejarla fingiendo amistad, no le escribiría misteriosas cartas para conseguirlo. Al menos no durante tanto tiempo, eso es lo más inquietante de todo… Entender sus razones pues me inclino a pensar que tal vez esté loco.
Se hizo un extraño silencio y Praxton sintió un escalofrío preguntándose por Angelet.
—Señora Richarson, ¿ha visto a mi esposa?—preguntó de pronto.
El ama de llaves hizo un gesto de sorpresa.
—Creo que salió hace un momento a dar su paseo matinal con su doncella. Aguarde, iré a ver, sir Praxton.
Pero Angelet no estaba en la casa ni en los alrededores.
Los criados fueron interrogados y su doncella Maud tampoco estaba, dijeron que la habían visto salir con la señora.
—Buscadla ahora, en todas partes. Revisad la casa…
Praxton reunió a sus criados para que lo ayudaran a encontrarla. Se dividieron en grupos y fueron por los caballos, una horrible angustia se apoderó de él al pensar que su esposa podía estar a merced de ese loco. Rayos, encontraría a ese malnacido, iría hasta el infierno a buscarlo y no descansaría hasta descubrir quién había estado asediando a Angelet. Demonios, había usado su mismo truco enviando cartas de amor para conquistarla. Y lo extraño fue que su carta de amor llegó mucho antes cuando su esposa tenía dieciséis años. Tal vez ella tuviera sus sospechas pero no la certeza suficiente ni las pruebas para acusarle y ahora ese demente….
Miró a su alrededor alterado, aterrado de pensar de que ese malnacido pudo llevarse a su esposa y hacerle daño. Espoleó a su caballo con el rebenque y lo guió hacia abajo, hacia lo más espeso del valle. Y de pronto vio el vestido malva de Angelet y tembló avanzando como un endemoniado a su dirección. ¿Cómo demonios pudo caminar tanto en su estado? Se encontraba a más de tres millas de la casa. ¡Rayos! Y al parecer estaba sola… ¿Acaso estaba herida?
En un instante sintió que todo su mundo se abría a sus pies, no podía estar pasando…
Gritó su nombre a la distancia pero la joven no se movió, como si no lo hubiera escuchado.
Avanzó como si lo siguiera el diablo a campo traviesa hasta que algo rozó su hombro al tiempo que oía la detonación y caía del caballo. Todo se oscureció alrededor mientras golpeaba su cabeza sobre la hierba y perdía conocimiento.
***********
Angelet llegó a Forest Manor escoltada por su hermano y su doncella Maud temblando. Su hermano apenas le había dirigido la palabra en todo el viaje.
«Nuestra padre está muy grave Angie, debes acompañarme ahora» le había dicho en los jardines.
«¿Pero qué ha pasado? Richard….»
Él no le dio mayores detalles, sus ojos miraron su vestido sin ocultar su disgusto. ¡Estaba preñada y su estado era notorio! ¿Cómo pudo ser capaz?
Angelet casi pudo leer sus pensamientos.
—Dios santo, ¿cuándo nacerá ese bebé Angie?—dijo de pronto durante el viaje.
Ella lo miró y enrojeció hasta las orejas mordiéndose el labio inferior.
—A comienzos de invierno.
Esa respuesta hizo que sacara cuentas de prisa.
—Vaya… entonces ese malnacido os dejó preñada poco después de vuestra boda, ¡qué desgraciado! ¿Cómo pudiste romper tu promesa hermana? ¿Cómo dejaste que eso pasara?
Angelet no respondió.
—Pues reza para que sea una niña, pues no soportaré que sea varón y se parezca a ese perro. Reza, Angelet.
Ella lo miró furiosa sin decir palabra, no podía creer que la enemistad perdurara con tanta vehemencia.
Cuando entró en Forest Manor lo hizo bastante nerviosa y alterada y eso no era bueno, su bebé se movía inquieto como si intuyera algo. Ciertamente que no le agradaba saber que su familia estaba tan disgustada con su embarazo pero entonces pensó en su padre y se estremeció. Estaba muy enfermo.
Su hermana menor fue la primera en aparecer para saludarla con una sonrisa cordial, en realidad fue la única que la felicitó por su estado y se alegró de verla, su madre sólo dijo : «Angelet… has venido». Nada más. Sus ojos parecían evitar mirar su vestido que delataba a las claras su preñez.
Entró en la habitación donde yacía su padre con paso lento y entonces lo vio: pálido y demacrado, un doctor de lentes y cabeza de huevo estaba a su lado.
Nunca lo había visto así. Se veía realmente enfermo. Pero ¿por qué no le habían avisado antes? ¿Qué demonios había pasado? Él siempre había tenido tanta salud, jamás enfermaba.
—Angelet, acercaos—la retó su hermano.
Ella obedeció pero su presencia pareció empeorarlo todo, pues el médico anunció con expresión sombría que su padre deseaba hablar pero no podía hacerlo.
No parecía enfadado, sus ojos la miraban con intensidad pero sin poder hablar en realidad no sabía qué estaba pensando hasta que su hermano intervino.
—Esto ha sido obra de tu marido Angelet, él amenazó a nuestro padre con ese maldito pagaré y desde entonces no hemos tenido paz.
Su madre no dijo una palabra para defenderla ni tampoco su hermana Clarise y entonces fue Richard quién asumió el mando de la situación.
Angelet sintió deseos de correr, soportó demasiadas humillaciones ese día y ahora ver a su padre en ese estado la afectó. Sintió deseos de marcharse pero no podía hacerlo, tuvo que quedarse hasta que su madre intervino.
—Angelet ven, en tu estado no es bueno que estés parada, siéntate aquí por favor.
Su padre la miró con rabia desde la cama siguiendo cada uno de sus movimientos.
Y de pronto cuando su hermano se acercaba a reprenderla, a echarle no sé qué sermón, comprendió que no debía hacerlo pues el estado de su hermana era delicado.
—Angelet, ve a descansar… No te ves muy bien. Clarise, acompañadla a su habitación.
La joven se detuvo aturdida.
—Es que no puedo quedarme hoy, mi esposo se preocupará —dijo.
—¿Vuestro esposo? Sabes lo que pienso de ese asunto ¿no es así? Prefiero callar por respeto a mi madre y por si lo has olvidado te recuerdo que nuestro padre está muy grave y debes quedarte aquí.
Angelet pensó que su hermano estaba nervioso por la situación, no hablaba en serio. ¿Qué podía hacer ella quedándose en Forest Manor?
—Ven, acuéstate Angelet, descansa. El viaje fue mucho para ti, no debió traerte pero… es que papá tuvo un ataque y pidió verte—dijo su hermana con expresión consternada.
—El bebé se mueve mucho… tengo miedo, Clarise.
La jovencita palideció asustada.
—Aguarda, avisaré al doctor.
—No… Sólo avisa a mi esposo Clarise, por favor. Dile que venga a buscarme.
—¿A Praxton?
—Sí… ¿qué otro esposo crees que tengo?
Clarise abandonó la habitación asustada.
Pero nadie avisó a Praxton pues sir Hampton estaba muy grave al punto de entender que sus horas estaban contadas, y rayos, nadie estaba preparado para enfrentar esa situación.
Al enterarse Angelet se quedó acostada rezando por su bebé que no dejaba de patear y también para que su padre se salvara.
Pero sus rezos fueron en vano.
Dos días después su padre falleció sin poder despedirle, sin poder dicho una sola palabra ni tampoco sin haber hecho las paces como deseaba.
Durante sus funerales le extrañó que su esposo no hubiera ido, esperaba que olvidara sus antiguos rencores y estuviera a su lado. Pero Praxton brillaba por su ausencia, seguramente disgustado de que su visita se demorara tanto. Pudo al menos enviarle un mensaje pero no lo hizo…
Su bebé estaba a salvo y eso era todo cuanto importaba ahora, el médico la había examinado y dijo que el corazoncito latía bien y que era normal que pateara y se moviera.
De pronto, cuando el cajón llegaba a la tierra divisó a Justin y tembló, no podía creerlo. Qué alegría le dio verle, pensó que estaría en la India…
Lo vio acercarse y no pudo evitar echarse a llorar cuando le dijo cuanto lo sentía por su padre que siempre había sido un buen hombre.
—Justin… gracias por estar aquí… pensé qué te habías ido de viaje—Angelet secó sus lágrimas.
No le salían las palabras y entonces lloró y él la abrazó. Fue la fuerza que le faltaba y que esperó encontrar en su esposo. ¿Aún estaría enojado? Oh, lo echaba tanto de menos.
Mientras regresaban a la mansión en esa triste procesión Angelet pensaba en Elliot y lo buscaba en la muchedumbre silenciosa que los acompañaba. Pero él no estaba por ninguna parte.
De pronto vio que su hermano sosteniendo a su madre que parecía a punto de desmayarse.
—Ven Angelet, no puedes caminar en tu estado—dijo Justin y ella lo siguió hasta el carruaje. Tenía razón, el bebé comenzaba a moverse y sintió un mareo tal vez por la fatiga y los nervios del momento.
***********
Luego del funeral Angelet escribió una carta a su esposo para explicarle su demora, prometiendo que iría el sábado sin falta. Su falta de respuesta la angustiaba, ¿por qué no le escribía al menos un mensaje? ¿Tan enojado estaba?
En Forest había mucha tensión y ciertamente que ya no aguantaba quedarse un día más pero… su madre se lo había pedido y estaba tan triste por la muerte de su padre, ella lo estaba pero todavía no lograba hacerse a la idea, su cabeza era un completo embrollo. Y no quería echarse a llorar para no derrumbarse pero para Angelet era un tormento permanecer tanto tiempo sin saber nada de su marido, encerrada en Forest, confinada a su habitación y vigilada por los sirvientes como si fuera una prisionera. No quería pensar en eso pero por momentos tenía la sensación de que sí lo era.
Las cortinas quedaron echadas y sólo se recibían visitas de duelo.
Día tras día llegaban parientes lejanos y amistades del condado para ver a mi madre y presentar sus respetos.
Pero la llegada de los abogados causó cierta conmoción, como si su visita fuera inesperada y hasta desagradable.
Angelet se encontraba acompañando a su madre cuando los vio llegar vestidos de negro y reunirse luego con su hermano y Justin en la biblioteca.
Su hermana Clarise dijo: —Bueno, ahora sabremos cuál fue la última voluntad de nuestro padre.
A ella no le interesaba la herencia, sólo quería regresar con su esposo cuanto antes pero las visitas de parientes lejanos y amigos no dejaban de llagar.
Así que optó por quedarse encerrada en la habitación pues tenía los nervios muy alterados a esa altura. No quería ver a nadie a decir verdad.
Unos pasos en la habitación la hicieron comprender que no estaría sola como esperaba. Al parecer alguien la había seguido sin que lo notara.
—Están aquí…—dijo Clarise con expresión misteriosa—Ahora Richard será el nuevo conde de Hampton y eso no me agrada, Angelet.
Su hermana parecía angustiada y el luto acentuaba su expresión triste.
—Pero Richard siempre ha velado por nosotras, ¿por qué dices eso?
—Es que no me gusta nada… Justin está aquí, y el hermano de ese duende del bosque también, parece que traman algo.
El duende era su futura cuñada Edelaine.
—Ahora se casará con ella y nosotras…tendremos que irnos de aquí. Aunque por el luto esa boda será aplazada por suerte.
—¿Nosotras? Yo regresaré a Dartmoor con mi esposo, Clarise y no entiendo por qué estás tan asustada.
Su hermana menor guardó silencio como si supiera algo y no quisiera decírselo.
Angelet comenzó a preocuparse.
—¿Qué sabes tú de los planes de Richard? Dilo. Vamos. ¿Por qué temes que eso ocurra?
Los ojos celestes de su hermana se oscurecieron del susto.
—Nada… Es que sabes que nuestro hermano no es como papá y ahora que él no está… Él era mucho más mesurado pero Richard y Justin…
—¿Y qué pasa con Justin? ¿Ahora dirás que también él es peligroso? Oh vamos, deja de inventarte historias.
Justin Blake había sido un buen amigo para Richard y para todos, era parte de la familia, y era quién controlaba a su hermano cuando este perdía los estribos.
—Angelet… Temo por ti, esa panza que tienes… parece que va a nacer en cualquier momento y mamá dice que tal vez sean dos—dijo su hermana de repente.
—¿Dos bebés? Ni lo digas. Vamos, ¿es que quieres asustarme?
—Angelet escucha… Richard no quiere que vuelvas a Dartmoor, sabes cuánto odia a tu marido por esa boda forzada y también le teme por el pagaré. Debías conseguirlo, y no lo hiciste ahora nuestro padre está muerto. Nunca venías a visitarnos por culpa de tu esposo.
—Eso no es verdad.
—Sí lo es. Por eso Richard lo odia y yo también, lo que hizo fue vergonzoso, esa boda fue un maldito trueque, os compró como si fuerais una esclava. Y ahora estás encinta y no quiero ni pensar en los horrores que debiste sufrir en esa casa. Pero ahora es tu oportunidad Angelet. Tu oportunidad de ser liberada. Richard y Justin…
—¿De ser liberada? Pero ¿de qué hablas Clarise?
—Es tu oportunidad de escapar, ¿es que no lo ves? Justin te ayudará… sabes que no podrás huir de tu marido así como así.
—¡Calla! Estás loca, Clarise. No sé lo que estás pensando ahora pero… no me convencerás. ¿Entonces nunca habéis enviado mis cartas a Dartmoor?
Su hermana sonrió de forma misteriosa.
—Bueno, yo las entregué al mayordomo.
—O tal vez no lo hiciste.
Al ver que Angelet la enfrentaba la jovencita retrocedió asustada.
—Regresa a la cama ahora… estás embarazada, no puedes hacer ninguna locura. Justin cuidará de ti, lo oí decir a Richard. Necesitarás un esposo ahora.
—¿Y qué demonios planea hacer Richard? No lo permitiré entiendes, no me quedaré aquí un día más.
—Claro que lo harás, olvida a ese demonio de Dartmoor. Todo ha terminado. Eres libre a hora.
—¿Libre? Están locos, todos ustedes lo están… Praxton es mi esposo y no voy a abandonarle, no lo haré. No pueden obligarme. Todo esto es una locura—Angelet sintió que todo se oscurecía alrededor. Era como una pesadilla, no sólo había perdido a su padre sino que ahora planeaban separarla de su marido.
—Es lo mejor para ti Angelet—insistió Clarise—esa boda fue forzada entiendes, nuestro padre jamás habría dado su consentimiento. No me mires así… Papá estaba muy preocupado por ti y Richard cumplirá su última voluntad.
Angelet no quiso seguir escuchando y abandonó la habitación.
Pensó que debía marcharse pero su hermana dio la voz de alarma y al llegar al comedor principal dos criados le cerraron el paso. Ella los miró con altivez.
—Debo irme ahora. Preparen un carruaje por favor—les dijo.
Ellos se miraron pero no hubo otro gesto de vacilación.
—Es muy riesgoso que salga este día, temo que se avecina una tormenta y en su delicado estado…
—¿Una tormenta?—Angelet miró a uno a y otro con desconfianza—Debo regresar a Dartmoor ahora por favor, no me quedaré un día más aquí.
—Me temo que eso no será posible señorita Hampton.
Ella miró al criado de más edad furiosa.
—Mi nombre no es Hampton sino Praxton, ¿es que lo ha olvidado?
El criado tuvo la impertinencia de no responderle y se sumó el ama de llaves recordándole lo delicado de su estado.
—Por favor, regrese a su habitación. No es prudente que camine ni tampoco que realice un viaje tan largo.
—Eso es una tontería—protestó la joven—puedo hacer el viaje. ¿Acaso olvida que vine en carruaje?
—Pero se avecina una tormenta y no sería prudente, señorita Hampton.
Angelet tuvo la sensación de que le mentían y sintió deseos de gritar pero se contuvo. No era prudente. Mejor sería buscar a su hermano y pedirle una explicación pero ahora no podía hablar con él pues sabía que estaba reunido con los abogados de su padre.
Regresó a su habitación resignada, pero decidida a escapar. Lo haría la mañana siguiente, luego de hablar con su hermano.
***********
A la mañana siguiente vio una carta en su mesa de luz junto a una rosa, un pimpollo rojo y tembló. ¡Elliot! Elliot solía enviarle esas rosas.
Saltó de la cama y abrió la carta ansiosa de tener noticias de su esposo pero esas líneas en vez de provocarle felicidad la llenaron de angustia. No podía ser él de nuevo… «Mi ángel, al fin estáis a salvo y eso me hace muy feliz, infinitamente feliz porque iré a buscaros y podremos conversar. ¿Pensasteis que os había olvidado? Jamás podría olvidaros hermosa. No ahora que falta tan poco, la felicidad parece un sueño, y esa sombra oscura se desvanece en el aire…»
¿Su enamorado secreto sabía que estaba en Forest y le había enviado una carta para decirle que era feliz de que su familia la liberara del cruel tormento que significó el matrimonio? ¡Maldito loco! ¿Es que nunca iba a dejarla en paz?
Sintió deseos de destruirla pero por alguna razón no lo hizo.
Debía escapar de Forest Manor cuanto antes, más que nunca sentía que esa casa era casi una prisión.
Necesitaba hablar con su hermano cuanto antes pero luego de desayunar supo que había salido con Justin.
Ese día fue eterno y a media tarde, cuando Richard regresó ella lo estaba esperando en el salón principal como si fuera una visita.
Sus ojos la miraron con expresión extraña, parecía sorprendido, tal vez asustado.
—Angelet… qué haces aquí? Deberías estar en tu habitación. Ve, descansa. Te ves algo pálida.
—No… no estoy pálida ni me siento mal. Richard. Debo regresar con mi esposo ahora, no puedo quedarme más tiempo aquí. Ayer los criados dijeron que había una tormenta y siempre están vigilando mis pasos como si…—Angelet no quiso enfrentarle todavía pero esperó impaciente su respuesta.
—Pero ángel por qué dices eso? Estamos cuidando de ti, luego de lo que te hizo ese malnacido… cómo puedes pensar en regresar a su lado? No estáis obligada a hacerlo. Ya no.
—Pero qué dices? Debo regresar ahora.
—Angelet, es que todavía no lo entiendes? Te hemos liberado de ese malnacido, estás a salvo ahora. Olvida a ese hombre, ya no podrá hacerte daño.
—Pero es que él nunca me hizo daño, por favor, deja de decir esas cosas. No es verdad.
—¿De veras? Vamos, deja de fingir. Él no puede oírte. Ni podrá oír a nadie… sufrió un accidente el otro día y está grave.
—¿Qué has dicho?
—Praxton tuvo un accidente en su caballo el otro día y se golpeó la cabeza. Dudo mucho que pueda salvarse. Iba a decírtelo pero…
Angelet lo miró aturdida.
—No es verdad…
—Me temo que sí ángel.
—No me llames así.
El se acercó y la observó con cierta pena.
—No te creo… no es verdad. Tú mientes, lo dices para que no regrese a Dartmoor.
—No miento ángel… ¿Crees que mentiría con algo tan grave? Cálmate sí? Fue un accidente. No tengo culpa alguna en eso. Además en tu estado, cómo piensas en hacer ese viaje ahora? Mamá te necesita Angelet, está muy triste. Pero saber que va a tener un nieto la anima sabes? Quiere verlos nacer y también criarlos aquí, con todas las comodidades. Como debe ser. Praxton está grave y además, sospecho que irá a la quiebra. Sí, tu marido está arruinado Angelet.
—No me importa eso, debo ir a verlo. Un accidente? Cuándo ocurrió ese accidente?
Richard dejó que rabiara y llorara pero se mantuvo firme. No iría a Dartmoor, en su estado era un riesgo. El doctor había prohibido los viajes dado su avanzado estado de gravidez.
—Pero no te preocupes, si algo le pasa a tu marido serás la primera en saberlo. He pedido a mis criados que me mantengan al tanto.
—Debo estar con Elliot ahora, no puedes hacerme esto. Eres cruel.
—¿Cruel? ¿Me llamas cruel cuando acabo de salvarte de ese malnacido? Acaso olvidas que nuestro padre sufrió un ataque al corazón? Y por qué crees que lo tuvo Angelet? Porque tu marido lo amenazó con enviarlo a prisión, dijo que usaría ese pagaré para hacerle un juicio. Lo obligaría a pagar hasta el último céntimo y si no lo hacía, iría a prisión y si esto no le alcanzaba… pues también lo atormentaba con amenazas. Dijo que enviaría ese documento a la prensa londinense para que todos supieran de sus negocios sucios. No lo resistió. Él mató a nuestro padre ángel, ese demonio lo hizo.
Angelet se dejó caer, no, no era verdad, no podía ser cierto. Elliot no…
—Praxton nos odia hermana, a todos. Crees que hizo todo esto por amor? Desde el principio buscó la manera de vengarse y cuando vino a esta casa fue para lograr sus fines. Te compró ángel, ese malnacido dijo que cambiaría la deuda a cambio de que nuestro padre te entregara en matrimonio. Como una mercancía. Así fueron los términos del acuerdo. No fue una boda normal y juro que tuve que luchar para no matarlo ese día y que de haber tenido una pistola… no lo habría dudado. Pero no lo hice, debí hacerlo… Debí matarlo cuando tuve oportunidad.
—Deja de decir eso por favor, es horrible.
—Es la verdad. Praxton es nuestro enemigo y tú nunca debiste casarte con él ni tampoco… quedarte embarazada. El plan era pedir la anulación, tener el divorcio y no que tu quisieras quedarte a su lado. Ese hombre te ha engañado ángel, te ha seducido pero no te merece ni tampoco te ama. Su plan era llevar a cabo una venganza. Eso es lo que planeó, lo que desea.
—Eso no es verdad. No te creo. Elliot no haría eso.
—Elliot lo hizo ángel, él mató a nuestro padre, es responsable de su muerte y tú… ¿Ahora lo sabes y aún pides por él? Pues no regresarás a Dertmoor Angelet, te quedarás aquí. Este siempre ha sido tu hogar y también de ese niño que está por nacer. Nuestro padre así lo habría querido y es lo que debe ser.
Angelet retrocedió.
—No… tú no puedes decidir eso. Es mi esposo y él no causó la muerte de nuestro padre, no lo hizo. No puedes acusarle.
—Angelet, tranquilízate. Calma. Crees que me lo estoy inventando todo? Ahora no puedes razonar, estais nerviosa y vuestro estado es muy delicado. Regresa a tu habitación por favor. Descansa y no pienses en Praxton ni en lo demás, es demasiado desagradable y triste. Deja todo en mis manos.
—En tus manos? Se trata de mi esposo, está grave y debo verlo. No puedes retenerme aquí contra mi voluntad.
—Sí puedo hacerlo papá lo habría hecho. Sé que él quería que te rescatara de ese bastardo. Parece que has perdido el sentido común, ese hombre te sedujo y te dejó ciega, no puedo creer que desees volver a su lado.
—No he perdido el juicio… tú no puedes retenerme aquí.
—Sí puedo Angelet, en ausencia de nuestro padre tomaré las decisiones más importantes en esta casa y eso te incluye. Tu estado es delicado, el doctor lo dijo. No puedes salir de la casa ni hacer viajes largos, debes quedarte en tu habitación hasta que des a luz a tu hijo. Olvida a Praxton, Praxton no sobrevivirá entiendes? Su cabeza… no hagas preguntas sí? Es un asunto muy poco delicado para tratar ahora, sólo entiende que es por tu bienestar y él de ese niño que llevas en tu vientre. Piensa en él.
Angelet retrocedió espantada, no podía creer que Praxton fuera a morir, no, no quiso aceptarlo. Era una cruel mentira de Richard para cumplir su voluntad y vengarse así del hombre que según él había provocado la muerte de su padre. ¿Preocupado por su bienestar, por cumplir los últimos deseos de sir Hampton? Angelet no le crecía demasiado, de niña le tiraba del cabello y se reía de que fuera regordeta y con cabello muy enrulado. El amigo de su hermano la defendía de sus bromas crueles. Ir a la universidad de leyes un tiempo y ese viaje a la India con Justin lo había cambiado.
—Angelet deja de chillar, regresa a tu cuarto ahora. Ve y descansa. Tu estado es delicado, no puedo reñirte ni decirte más. Pero no intentes escapar de Forest, sería una locura muy peligrosa que pondría en peligro la vida de tu hijo—estalló su hermano.
—Pero es que no puedo quedarme aquí Richard, por favor… Si Elliot está grave…
No quiso escuchar, su hermano estaba empecinado en dejarla encerrada por su propio bien, hasta que le habló de esa misteriosa carta. Su enamorado fantasma había vuelto a escribirle y estaba asustada.
—¿Qué has dicho? Pero eso no puede ser.
—¿No me crees? Pues os mostraré la carta.
Fue hasta su habitación y le enseñó la carta y el pimpollo de rosa roja envuelta en una cinta blanca, atada a ella.
Richard leyó la breve misiva con expresión perpleja.
—Vaya… qué hombre tan insistente y tan loco. ¿Por qué vuestro esposo…? Pero Praxton no pudo escribir esto, es imposible.
—No fue Elliot, se trata de alguien más, él lo había descubierto. Junto con las cartas de Praxton había otras que no las había escrito él, pude comparar la letra, el trazado… y creo que ese hombre está loco.
—¿Estás diciéndome que tenías dos enamorados que te escribían misteriosas cartas de amor? Eso es… insólito.
—¿Y cómo diablos sabe este hombre que estoy aquí, Richard? Me envió cartas hace meses a Dartmoor.
—Vaya, no tengo ni idea hermanita. Vamos, tienes una panza inmensa, qué demente haría esta broma? Siempre creí que era Praxton y él confesó la verdad…
—No era sólo Praxton, había alguien más, él iba a descubrirlo, contrató un detective porque estaba muy preocupado.
—Pues sí, resulta algo desagradable el mensaje. Extraño y… este hombre te conoce Angelet, sabe que estás aquí y… Aguarda. Regresa a tu habitación, yo averiguaré quién ha estado escribiendo estas cartas. No me agrada esto ángel… Estás casada con Praxton, por desgracia por supuesto y esperas un hijo de él, lo correcto sería que ese enamorado misterioso te dejará en paz. Rayos… estuve a punto de retar a duelo a ese malnacido por enviarte esas cartas ¿y ahora resulta que no era sólo él quién te las enviaba?
Justin llegó en ese momento y supo lo que había pasado.
Angelet se sonrojó cuando su antiguo enamorado leyó la carta del enamorado misterioso, habría preferido que no lo supiera.
—Tenemos que encontrar al autor de estas cartas, amigo—le dijo Richard.
Justin asintió en silencio.
—Creo que sé quién ha escrito esto—dijo de pronto.
—¿De veras?
—Es decir, tengo ciertas sospechas pero… esto parece una venganza, una venganza de alguien que tiene suficientes razones para sentirse injuriado, Richard. Me refiero a Charles Ravenston.
—¿Ravenston?—Angelet palideció al recordar a su antiguo prometido.
Richard se mostró incrédulo.
—Angelet sospecha que el autor de estas cartas también le escribía antes de que lo hiciera Praxton por primera vez. Ravenston no conocía a mi hermana entonces.
Justin sostuvo su mirada.
—Tal vez Praxton mintió y conoció a Angelet mucho antes de ser presentados.
—Eso no es verdad, mi esposo no mentiría con algo tan grave.
—Bueno, eso parece más razonable—opinó Richard, siempre listo a culpar a su cuñado.
—No es cierto, ¿por qué mi esposo mentiría?
Justin le dijo algo en voz baja a Richard y luego la miró.
—No he querido ofenderte Angelet, discúlpame sí… por favor.
Ella no respondió y se alejó ofuscada. ¿Cumpliría su hermano la promesa de descubrir al autor de esas horribles cartas? Pero lo que más la atormentaba en esos momentos era pensar que Elliot estaba grave, debía estar a su lado.
Quiso hablar con su hermana, con su madre, pero nada más entrar en su habitación el cansancio y la angustia de ese día la vencieron por completo.
*************
Angelet no pudo hablar con su madre pues al despertar descubrió que su puerta estaba cerrada con llave. Aturdida pensó que estaba soñando y movió el picaporte, empujó una y otra vez sin ningún resultado. Su hermano no podía dejarla encerrada, ¿es que se había vuelto loco?
Intentó conservar la calma y tragarse la rabia que sentía porque su bebé empezó a moverse inquieto y el médico le había dicho que no debía llorar ni alterarse por nada. Como si fuera tan sencillo no hacerlo en esa casa de locos…
Pero las lágrimas rodaron por sus mejillas a media mañana cuando su hermano fue a verla para decirle que lamentaba haber tenido que encerrarla.
—Pero es por tu bien. Además, papá me lo pidió en su lecho de muerte. Me rogó que cuidara de ti… jamás debió consentir esa boda, fue un error del que siempre se arrepintió.
—Richard… ¿es que te has vuelto loco? No puedes encerrarme aquí.
Él la miró con fijeza.
—Sólo unos días, es por tu propio bien. El doctor dijo que debes hacer quietud hasta que nazca ese niño y sé que intentarás escapar para regresar a Dartmoor. Entiende que no puedes hacer eso. Tu vida correría peligro Angelet.
La joven protestó, lloró, suplicó pero su hermano se mantuvo inflexible, inconmovible.
—Es por tu propio bien—insistió—hasta que entiendas que lo hago para cuidarte Angelet. Como debí hacerlo antes… ¡Diablos! Debí dispararle el día de tu boda, tenía una pistola en mi saco, la tenía pero temí que… Estuve semanas practicando y te aseguro que no habría fallado pero ese desgraciado no se apartaba de ti y temí herirte y sentí terror de que eso pasara. Jamás debimos aceptar esa boda, fue un error lamentable ángel. Ahora tranquilízate. Regresa a la cama y no intentes ninguna locura, piensa en tu hijo. Es un ser inocente y no debes perderlo. No importa si su padre es ese malnacido… yo cuidaré de ti y de ese niño. Forest siempre será tu hogar ángel. Nuestro padre así lo habría querido… no había día que no lamentara haber permitido que ese demonio lo sometiera a ese cruel chantaje. Tú sólo fuiste un instrumento de su venganza. ¿Acaso crees que te ama, que siente algo por ti? No… Te engañó, fuiste seducida por un sinvergüenza Angelet. Debes entender eso y superarlo ahora porque no permitiré que regreses a Dartmoor. Luego de que nazca el bebé pediré la anulación, nuestro padre comenzó a tramitarla hace tiempo y sólo debo insistir con mis abogados.
—Eso no es verdad, Elliot me ama… siempre me amó pero tú, tú no lo dejabas acercarse a mí Richard. ¿Por qué? ¿Por qué debía casarme con Ravenston? ¿Sólo porque papá y tú lo aprobaban?
—Olvida eso ahora, ya no importa. Intenté salvarte de ese hombre, lo reté a duelo para que te dejara en paz y ahora, por su culpa nuestro padre murió. ES que no te importa saber eso? Cómo puedes estar tan ciega? Papá murió del disgusto porque ese infeliz se negaba a entregarle los documentos…
Richard avanzó hacia ella y parecía a punto de hacer una locura, estaba rojo de ira como cada vez que mencionaba la muerte de su padre, una tragedia muy reciente para él.
Angelet tembló al verle tan enfadado pues en el pasado había ligado algunos tirones de cabello o cardenales en sus brazos, sabía que Richard era muy bravo si se enojaba, su madre había dicho una vez que estaba lleno de demonios que peleaba por salir y en esos momentos sintió terror de que perdiera los estribos así que lloró y le rogó que se fuera de su habitación.
Sus ojos oscuros echaban chispas.
—Me iré en cuanto prometas que no saldrás de esta habitación y que no intentarás escapar, porque si lo haces tu vida correrá peligro y no… no me fío de ti. Ese tunante te ha hecho perder la sensatez, sólo piensas en regresar a su lado y por eso deberé dejarte encerrada pero si me entero de que has intentado escapar, hermanita…
—No lo haré, lo prometo… pero no me hagas daño, por favor.
Su mirada había cambiado al verla suplicar y de pronto, de forma inesperada se acercó y la abrazó con fuerza. Estaba temblando, conmocionado por la muerte de su padre tan reciente y su desesperación por salvar a su hermana de ese matrimonio que para él era un desastre.
—Ángel, mírame… no llores ahora. Sé que no he sido un buen hermano en el pasado, me avergüenza recordar que me burlaba de ti y también os tiraba del cabello. Pero eso no volverá a pasar, cuidaré de ti y de Clarise… lo haré. Os doy mi palabra.
Angelet secó sus lágrimas sin decir palabra, sabiendo que su hermano era un loco mejor seguirle el juego y quedarse donde estaba. Por nada del mundo habría provocado su enojo de nuevo.
Elliot iría a rescatarla, él no podía morir, estaba segura de eso.
*********
Una semana después, aún encerrada, Angelet escuchó ruidos en la puerta y se sobresaltó. Llevaba días sin poder salir de su habitación, recibía la visita de su hermana de vez en cuando pero no podía abandonar esa celda. Jamás pensó que Forest se convertiría en su prisión, que por aceptar ir a visitar a su padre terminaría encerrada.
Saltó de la cama despacio y se cubrió con la capa preguntándose si Elliot había ido a buscarla pero sin saber por qué vaciló.
Algo le advirtió que tuviera cuidado, tal vez fuera su hermano espiándola o …
En ocasiones tenía la sensación de que la espiaban, no estaba segura de ello y en realidad le parecía una locura pero… A veces sentía una presencia cercana a su habitación y esa sensación se hizo más fuerte en esos momentos.
Pensó que el estar encerrada la estaba afectando, pensar en su esposo herido, en Dartmoor, en ocasiones temía habérselo inventado todo. Nada había sido real… pero su embarazo sí lo era y también su determinación de regresar junto a Elliot algún día, no sabía cuándo…
Contuvo la respiración al ver que alguien pasaba la llave con suma cautela y giraba el picaporte de la puerta y esta se abría despacio, muy lentamente…
Grande fue su sorpresa al ver a un desconocido irrumpir en su alcoba.
—Quién es usted? Cómo se atreve a…?
La pregunta murió en sus labios cuando su rostro apareció a la luz tenue de la lámpara de aceite.
—Calma ángel, he venido a liberarte… Tu hermano ha perdido el juicio. ¿Cómo pudo encerrarte aquí? Ven… no temas. Te sacaré de aquí.
Esas palabras la llenaron de ilusión. No podía creerlo. ¿Entonces regresaría a Dartmoor?
Angelet lo siguió sin pensar, empacó unas pocas pertenencias y él tomó su maleta muy serio.
—Te pondré a salvo. Ven.
—¿Me llevarás a Dartmoor valley?
Justin dijo que debían darse prisa.
—Primero debemos huir de Forest, Angelet, os pondré a salvo y luego, os llevaré a Dartmoor. Lo prometo.
La joven lo siguió sin sospechar nada caminando despacio y con cuidado para no ser oídos, rodeados de penumbra y silencio, tembló de que pudieran descubrirles. Era prisionera en su propia casa, no podía creerlo, su hermano realmente se había vuelto loco pero no le sorprendía demasiado sólo cumplía la voluntad de su padre.
Pero al llegar a los jardines fueron interceptados por un grupo de robustos sirvientes encargados del establo, al parecer no le sería tan fácil escapar.
—Sir Justin, ¿a dónde lleva a la señorita Hampton?—preguntó uno de ellos.
Estaban rodeados y no podrían escapar, ¡maldición!
—Me lleva a mi hogar en Dartmoor, apártese por favor—ordenó ella.
—¿A Dartmoor valley? Pero sir Richard ha dado otras órdenes y debemos avisar de esto—le respondió el criado sin perder de vista a Justin.
Este perdió la paciencia y sacó una pistola de su chaqueta y le apuntó directamente a la cabeza.
—Atrás… todos atrás o les volaré la cabeza. Abran esos malditos portones ahora.
Angelet ahogó un grito de horror al ver la pistola pero no tuvo oportunidad de escapar pues Justin la atrapó y le ordenó que se quedara dónde estaba. Sus ojos tenían una expresión salvaje y peligrosa, nunca antes lo había visto así, tan alterado, no parecía él.
—Ven, sube al carruaje preciosa… Es tiempo de dejar atrás las sombras—dijo enigmático sin perderla de vista.
¿Qué rayos le pasaba a Justin? Angelet tuvo la sensación de que no la llevaría a Dartmoor sino a su mansión. No podía hacer eso.
—¡Angelet!—gritó una voz familiar.
Su hermano apareció en ese instante rodeado de un grupo de sirvientes armados con palos.
—Deja en paz a mi hermana Justin. Qué estás haciendo? Acaso planeas llevarla por la fuerza? Me siento muy desilusionado de ti.
Angelet sintió terror de que le hiciera daño a su hermano, a pesar de sus errores lo amaba.
—Richard, ten cuidado Justin… está armado y quiere llevarme lejos de aquí. Pensé que…
Justin miró a Richard sin parpadear.
—Tú me traicionaste primero Richard, eras mi amigo de infancia. Vuestro padre vendió a Angelet por un maldito pagaré, lo hizo. La entregó a ese libertino malnacido como si fuera una cosa, una propiedad que podía vender—estalló el joven con expresión furibunda—Es que me he hartado de esperar, de permanecer en las sombras.
—Y crees que puedes llevarte a mi hermana a la fuerza? Demonios, está en avanzado estado de preñez, perderá a su hijo y morirá si la obligas a abandonar esta casa ahora Justin. ¿Es lo que deseas? ¿Hacer daño a la mujer que amas? Lo ves? Por eso nunca quise que mi hermana fuera tu esposa, estás loco Justin, tú… tienes otra cara oculta a todo el mundo, eres un zorro. Enviándole poemas y cartas misteriosas, espiándola en los jardines… pero cómo lo hiciste? Acaso no estabas en la India?
Justin sonrió.
—Mi familia me obligó a viajar a la India luego de terminar mis estudios, Angelet debió venir conmigo pero era tan joven… Y cuando tuvo la edad suficiente contaba los días para volver a verla, pensé que aceptaría casarse conmigo pero tú… tú la obligaste a prometerse con ese caballero viudo de mala reputación olvidando tu promesa.
—Mi promesa? ¿Cuál promesa? Angelet no te ama Justin, tú eras un amigo de infancia, casi de la familia pero ella se enamoró de Elliot. Es que no lo ves? Clama por regresar con su esposo, está esperando un hijo suyo…
—Es verdad… por favor Justin, baja el arma. Elliot no es el demonio que todos creen, él ha sido muy bueno conmigo, siempre, desde el comienzo y si hizo lo que hizo, ese chantaje fue porque estaba enamorado de mí.
Justin la miró y su expresión se suavizó, pero aún sostenía el arma y no dejaba de apuntarle a Richard.
Angelet pensó que debía distraerle, lograr que se tranquilizara y entonces le preguntó si él había escrito esas cartas. Su esposo las había apartado y dijo que no parecían cartas de un enamorado sino de un loco, las frases que empleaba delataban su desesperación no su amor.
Justin asintió despacio.
—Pensé que lo sabías ángel… Os envié las flores, encargué a mi criado que lo hiciera y también las cartas. Vivir en la India fue un tormento para mí y esas cartas eran mi único alivio. Mi fiel mayordomo las enviaba aquí sin delatar mi nombre. Es que temía tanto que me olvidaras… sé que estáis confundida, asustada por todo esto pero nada debéis temer de mí. Jamás os haría daño. Sois la única mujer que he amado, que siempre supe que amaría y un día convertiría en mi esposa. Yo cuidaba de ti… reñía a vuestro hermano para que os dejara en paz. Richard siempre fue un villano con sus hermanas pequeñas, se burlaba de ti, os golpeaba. Pero nunca más os harán daño Angelet, yo os cuidaré. Estaréis a salvo de Praxton… ese hombre con el que os casaron a la fuerza, cómo es que podéis amarle? Sólo porque os hizo un hijo? No estáis atada a él por eso. Vuestro marido vivía como un libertino en Londres, jugaba a las cartas y se jugó varias herencias, y claro, cuando supo que sólo le quedaba la de su tío solterón y encontró ese documento con un negocio que era una estafa decidió usarlo en su beneficio. Tendría a la rica heredera y podría salvar esa mansión arruinada de Dartmoor valley.
—Eso es mentira, Praxton nunca hizo eso, jamás reclamó siquiera una libra de mi dote.
—¿De veras? Pues tal vez sintió vergüenza, no ha hecho más que jugar a las cartas y divertirse con las rameras de Londres toda su vida. Se lo advertí a vuestro padre, a Richard, pero ninguno quiso escucharme. Sólo querían salvar su pellejo, jamás pensaron en ti…
—Justin, por favor, tranquilízate… siempre te he querido como un buen amigo—sus ojos se llenaron de lágrimas pues de pronto comprendió que él la había amado en silencio esperando que su familia la convenciera de que él sería un esposo ejemplar. Tal vez su hermano había prometido ayudarle… Pero ese amor sólo le había traído sufrimiento, dolor y desesperación al comprender que ya era tarde pues ella se había casado con Praxton y lo amaba.
De pronto notó que a su alrededor reinaba una calma llena de tensión, su hermano Richard permanecía inmóvil, expectante, al igual que sus sirvientes que no le sacaban ojo de encima a Justin mientras este, dueño de la situación los observaba con serenidad y cierto gesto de altivez.
—No os mováis… ninguno de vosotros. Quedaos dónde estáis ahora. La señorita Hampton vendrá conmigo ahora, si intentáis detenerme deberé usar esta arma—miró a Richard con fijeza—.Sabéis que soy muy certero amigo mío, yo os enseñé a disparar pero vos no tenéis mi puntería.
Richard lo enfrentó furioso.
—¿Y acaso esperáis matarme como intentasteis hacer con Praxton? Fuiste tú… maldita sea, ese día que fui a buscar a mi hermana tú… estabais allí, os vi.
Justin no lo negó, no le importaba…
—Alejaos de mí, hace tiempo que no os considero un amigo y tú lo sabes.
—No… No te llevarás a mi hermana—Richard no iba a permitirlo y se interpuso—¡Sobre mi cadáver malnacido! Solo sobre mi cadáver te la llevarás.
—Crees que puedes detenerme? Te mataría imbécil, apártate ahora.
Angelet gritó al ver que Justin apuntaba a la cabeza de su hermano sin pestañear, no podía creerlo, ¿cómo pudo ser capaz?
—No lo hagas por favor, ¿es que te has vuelto loco? ¡Es mi hermano! Y tú dices que me amas? Tú no me amas—estalló.
Esas palabras fueron una provocación para Justin.
—¿Qué no te amo Angelet?¿Eso crees de mí? Preciosa, sabes que moriría por ti, lo haría. Hice todo esto porque te amo pero me harté de ser paciente, de esperar, a veces tuve la sensación de que me volvía loco—dijo sujetando sus brazos. Tenía ventaja sobre Richard pues no se apartaba de Angelet.
Ella lo miró suplicante. —Justin, no le hagas daño a mi hermano, por favor. No lo hagas… iré contigo pero baja esa pistola. Por favor, te lo suplico Justin…
Él se quedó mirándola sin decir nada hasta que miró a Richard y dijo: —Está bien ángel, lo que tú digas… Ven conmigo ahora y todo saldrá bien. Te lo prometo. Yo cuidaré de ti.
Angelet miró a su hermano y le rogó que no intentara detenerles.
—Richard, quédate… no hagas nada por favor—sus mirada suplicante lo estremeció y entonces decidió acercarse, pese a las súplicas.
—Justin, no… mi hermana está en estado, no puede viajar ahora, el doctor lo ha prohibido—exclamó.
—Calma amigo, iremos en mi carruaje. Pediré al cochero que vaya despacio.
Pero cuando Angelet se alejaba se escuchó un feroz relincho de caballo a la distancia al tiempo que un jinete se acercaba envuelto en la oscuridad.
Su corazón dio un vuelco al ver que era Praxton quien galopaba con el ímpetu de un loco al tiempo que le gritaba a Justin que la dejara en paz.
Ante la visión de su enemigo Justin se le acercó con la pistola dispuesto a dispararle de nuevo y esta vez no fallar. Había disparado muchas veces en la India y mucho antes, cuando salían a cazar con su padre y por eso su puntería era excelente y sin embargo había fallado. Cuando acompañó a Richard a buscar a Angelet el plan era matarlo pero el malnacido libertino se movió como si el diablo estuviera de su parte. La bala que debió atravesar su pecho sólo había rozado su hombro y allí estaba… listo para vengarse.
Angelet se desesperó al ver que era su marido pero Justin no la dejó correr a su encuentro.
—Si te acercas lo mataré ángel, creo que no hay otra manera de acabar con esto—le susurró.
Pero Justin tuvo que vérselas con su viejo amigo, Richard no permitiría que retuviera a su hermana con una maldita arma que podía dispararse en cualquier momento, su vida corría peligro. Y sin perder tiempo dijo a sus sirvientes que lo rodearan mientras él rescataba a su hermana.
Justin arremetió contra Richard pero este era más corpulento y esquivó el golpe mientras los criados ponían a salvo a la joven.
Entonces apareció Praxton para ajustar cuentas con esos dos pero al ver a Angelet corrió a su lado pues su prioridad era rescatarla de esa mansión. Había pasado días infernales buscándola, la mitad de ellos tuvo que quedarse acostado porque había perdido mucha sangre y la herida debía sanar y no infestarse. Pero lo peor había sido no saber dónde estaba su esposa y el terror de perderla para siempre. Hasta que supo que su suegro había muerto y un criado le avisó que la señora Angelet había asistido a su funeral.
Ahora ella lloraba y le decía con frases entrecortadas que le había escrito cartas para avisarle que estaba en Forest Manor, cartas que seguramente jamás fueron enviadas.
—¿Estáis bien?—quiso saber.
Él sonrió y la tomó entre sus brazos y habría deseado besarla, llevarla de regreso a Dartmoor pero antes debía vérselas con ese malnacido. Richard o Justin, uno de ellos le había disparado el día que desapareció su esposa. ¿Con qué fin? Tanto lo odiaban? Sabía que Richard tenía a su hermana encerrada en la habitación pero tenía ciertas dudas al respecto.
—Espérame aquí tesoro, ven… mis hombres te llevarán al carruaje.
Ambos miraron a los dos hombres que se golpeaban una y otra vez con furia mientras en vano los criados intentaban separarles.
Praxton acompañó a su esposa hasta el carruaje y luego regresó para enfrentar a ese par de tunantes.
—Levantaos los dos ahora. Estoy aquí para ajustar cuentas con ambos y saber quién de ustedes ha estado escribiéndole misteriosas cartas de amor a mi esposa—dijo con voz muy fuerte para que pudieran oírle.
Justin fue el primero en incorporarse, la furia lo dominaba por completo pero Richard fue quien habló primero.
—De qué estáis hablando? Acaso insinuáis que… sería capaz de hacer algo tan monstruoso?—estalló acalorado.
—Bueno, no me sorprendería. En la familia Hampton hubo un caso hace años… un caballero mantuvo encerrada a su bella hermana durante meses para ocultar su delito de incesto.
Richard se sintió enfermo ante semejante acusación.
—Malnacido, eres un bastardo mal parido Praxton, lamentarás esta cruel infamia.
—Entonces fue Justin… ¿Ese mequetrefe era el misterioso enamorado?
El aludido lo enfrentó enseñándole la pistola que llevaba.
—Llegó tu hora malnacido de Dartmoor pero esta vez no fallaré.
Praxton miró a ambos y se preguntó a quién mataría primero. ¿A su odioso cuñado o al pretendiente rechazado?
—Vaya, así que eras tú, debí imaginarlo… el pretendiente tonto y desairado escribiendo cartas de amor en vez de hablar con la joven que tanto amaba. Tal vez puedas disparar pero no escaparás a recibir tu merecido ahora… Justin.
Pero Justin tenía un arma y estaba listo para usarla esta vez sin cometer errores.
—No, no por favor! es mi esposo y lo amo!—intervino Angelet. Nadie había podido detenerla, en su estado abrió la portezuela del carruaje y huyó.
Todos la miraron y Praxton corrió a su lado para protegerla pero Justin aprovechó su debilidad para intentar dispararle pero Richard lo vio y le apuntó su pistola.
—No me obligues a usar esto amigo, vete ahora y regresa a la India. Hazlo antes de que sea demasiado tarde. Has hecho demasiado daño ya pero no permitiré que lastimes a mi hermana, jamás permitiré eso.
—Vas a dispararme? No, no tienes agallas.
No, no las tenía pero la situación era límite ahora su viejo amigo le apuntaba directo al corazón, él no vacilaría en usar el arma.
Praxton lo vio todo y le gritó a Richard que se apartara. Todo ocurrió muy rápido y de pronto Justin cayó al suelo y también su cuñado.
Angelet gritó al ver esa escena dantesca y su esposo la llevó al carruaje mientras los sirvientes de Forest se llevaban a ambos caballeros a la casa para atender sus heridas.
—Buscad a la policía, ese demente puede intentar escapar o también matar a alguien. Atadle y vigiladle hasta que lleguen las autoridades—ordenó Praxton.
Los sirvientes se dividieron en dos grupos.
—Mi hermano Elliot, acaso está muerto? No…—dijo Angelet.
—Cálmate ángel, no… No morirá, la bala sólo le rozó el hombro.
—No puedo creerlo… que Justin hiciera todo esto, que intentara matar a su mejor amigo.
—Ese hombre está loco, preciosa, loco de remate.
Angelet secó sus lágrimas y dijo que quería ver a su hermano.
—Aguarda, no podemos quedarnos en Forest, es muy riesgoso para todos. Acabo de salvarte de ese hombre pero no sé si tiene secuaces en esta casa. Espero que la policía venga pronto, cuando lo haga nos iremos pero no entraré en esa casa.
Angelet secó sus lágrimas y lo miró.
—Estáis bien? Es que tuve tanto miedo de no volver a verte.
Elliot supo el resto de la historia y fue inevitable que supiera que su cuñado lo culpaba de la muerte de su padre a causa de ese documento.
—Eso no es verdad, ángel. Tu padre estafó a muchas personas, algunas se suicidaron por haber perdido su fortuna, y sé que un par está preparando una demanda y lamento decirte que tu hermano heredará ese infierno. Le entregaré ese documento sí, pero no escapará al escándalo. Deberá devolver una gran parte de la herencia que acaba de recibir a quienes fueron estafados en vida de tu padre.
Angelet lo miró sin poder creerlo.
—Y él debió saberlo. Sospecho que recibió más de una visita desagradable estos últimos tiempos de abogados de esos socios que estafó.
—Y cómo lo sabías?
—Porque cuando fui a reclamarle ese día, hace varios meses presencié una discusión por el mismo tema. Yo no era el único heredero damnificado. Pero quiero decirte que entregué ese documento a vuestro padre hace algunos meses, en cuanto supe que estabas esperando un bebé. Cumplí mi parte, pero cuando sir Hampton recibió el documento sonrió y dijo que ya no importaba. Lo aceptó sí y se lo agradeció a mi administrador pero murmuró una frase algo así como : «demasiado tarde para mí». Luego me enteré que dos caballeros lo habían amenazado con hacerle un juicio si no devolvía el dinero. Ignoro qué pasó pero esto no debe afectarte, tu hermano deberá cumplir con las obligaciones heredadas.
La policía llegó entonces y fueron puestos al corriente de lo que había pasado. Elliot denunció el intento de rapto y también el ataque que sufrió hacía ya un mes en manos de ese loco.
Justin y Richard fueron atendidos por un médico pero llevados al hospital. Las heridas del primero eran más graves pues la bala había atravesado la pierna derecha y perdido mucha sangre.
Era tiempo de volver a Dartmoor, Angelet no quería quedarse ni un día más en Forest Manor.
Cuando se despedía de sus familiares, su hermana dijo:
—Siempre sospeché de Justin pero no creí que fuera capaz de dispararle a nuestro hermano, era su mejor amigo y lo traicionó, hizo todo esto… Sólo espero que vaya a prisión, se lo merece—Clarise lloró.
Angelet la abrazó y ambas lloraron.
Su madre también estaba muy afectada pero no dijo nada.
La pesadilla había terminado. Nada más ver la verde pradera de Dartmoor su corazón suspiró, sintiendo una sensación de paz y felicidad tan inmensa. Había vuelto a casa y su esposo estaba vivo.
Sin embargo la angustia no la abandonó, la muerte de su padre y su hermano que intentó salvar a Praxton… No se sentía tranquila ni a salvo, la tragedia la había marcado y le costaría reponerse, lo sabía. Había estado a punto de perder a su esposo y a su hermano.
Y Richard había salvado a Elliot, al final lo había hecho.
Angelet recordó su expresión cuando lo vio tendido en una cama manchada con su sangre.
—Te pondrás bien, Richard…
Él parecía demasiado débil para hablar sin embargo dijo:
—Lo lamento mucho Angelet… Creo que siempre sospeché… Siempre supe que era Justin pero me negaba a creerlo.
—No… No te culpes por favor. Acabas de salvarme de él. Y también a mi esposo. Pudo morir.
Él la miró fijamente.
—Justin quiso que te salvara de la boda con Praxton y sus planes… creo que hace tiempo que perdió la razón.
Ya no importaba.
Angelet se detuvo en su habitación y tomó las cartas que ahora sabía eran de Justin y las quemó en el fuego. Su único enamorado secreto era y sería siempre Praxton y nadie más.
Él la observó sorprendido desde la cama.
—Pero ¿por qué quemas las cartas? Angelet…
Ella lo miró.
—Son las que me envió Justin… Todo este tiempo ese demonio estuvo en Forest fingiendo ser nuestro amigo y nos engañó a todos.
Elliot se acercó y la abrazó.
—Ven preciosa, es tiempo de olvidar todo este asunto. Si logra sobrevivir, algo improbable en realidad irá a prisión. Todo terminó mi amor, ven aquí… casi me vuelvo loco pensando que podía perderte.
Angelet lloró cuando él la envolvió en sus brazos y la llevó a la cama, sin dejar de besarla para hacerle el amor. Había tenido tanto miedo de perderle.
Y mientras llenaba su cuerpo de besos y caricias húmedas le confesó cuánto la amaba…
—Perdóname… es que cuando nos conocimos y tú… No quise ser descortés o ignorarte pero mi hermano me prohibió verte y además… Siempre fui muy tímida ¿sabes? Pero ahora todo es diferente, tú me has enseñado a amar, me has despertado y nunca antes, nunca creí que el amor pudiera ser así… te amo Elliot te amo tanto…
Esas palabras le provocaron una emoción intensa, tocaron su corazón, su alma entera.
—Te amo ángel, mi hermosa Angelet… esta parece nuestra primera noche de amor preciosa… es como si volviera a hacerte el amor por primera vez.
—Oh Elliot…
—Nunca más te vayas preciosa, por favor, me moriría sin ti—le dijo aun sabiendo que no había sido su culpa.
—No… nunca te dejaré Praxton, jamás haría eso…
Él sonrió.
—Lo sé, sólo bromeaba ángel.
Se besaron en silencio sintiendo que los nubarrones que habían amenazado su felicidad se habían evaporado. La oscura amenaza del enamorado secreto sería un triste recuerdo al igual que las cartas de amor que se convertían en cenizas en la estufa.
Angelet vio el humo oscuro y suspiró. Sabía que le llevaría tiempo superar esa terrible experiencia pero se sentía fuerte para hacerlo y para enfrentar cualquier dificultad futura que llegara, su esposo estaba vivo y eso era todo lo que importaba ahora.
—Estás pensativa ángel, ven aquí, regresa a la cama—dijo él y besó su cuello con suavidad.
En sus brazos exorcizó el miedo que aún anidaba en su corazón, diablos, cuánto había echado de menos su apasionado abrazo.
—Te amo Elliot, te amo tanto—susurró ella al sentir que entraba en su cuerpo. Adoraba sentirle así, tan cerca, era un momento íntimo tan especial.
—Y yo te amo preciosa, eres mi vida…
************
Un año después Richard se casó con su prometida, Edelaine, una fría mañana de otoño, en la iglesia del condado.
Angelet sonrió al ver a su hermano tan feliz del brazo de su amada Edelaine, había estado tan cerca de morir… habían sido días de tanta angustia. Su hermano a punto de morir por la herida de bala y ella casi había perdido a su bebé a quién llamaron Henry. No había sido un parto sencillo pero ahora, con su niño en brazos acababa de enterarse de que venía otro en camino. Su esposo la había besado emocionado al enterarse pero Angelet tenía miedo. El médico le había recomendado esperar pero… cómo poder evitar la intimidad con Elliot? Era imposible. Lo amaba tanto.
—Tranquila preciosa, todo saldrá bien—le dijo ese día durante la ceremonia de bodas.
Ella lo miró y sonrió.
—La partera dijo que el segundo es más fácil—agregó para darle ánimo.
Ella pensó en su Henry, tan parecido a Elliot y se emocionó. Había traído al mundo un hijo hermoso y saludable, luego del parto laborioso estuvo débil durante semanas pero se había recuperado bien y ahora el pequeñín daba los primeros pasos de la mano de su madre. Pero como era muy regordete le costaba caminar, se caía con frecuencia.
Oh, cuánto lo echaba de menos, casi no salía ni iba a ningún lado para cuidar de su hijo. En ocasiones se iba a dormir cansada pero no le importaba, a pesar de la ayuda de la niñera Anne a ella le gustaba tenerle cerca.
—Echo de menos a Henry, mi amor… esta ceremonia no termina más—se quejó Angelet.
Elliot sonrió.
—Bueno, ahora tendrá un hermanito para jugar—dijo y besó su mejilla con suavidad.
Su cuñada Clarise llegó luego de la ceremonia para presentarles a su prometido, un caballero de aire frío pariente de sir Ravenston, llamado Edmund Chaddes. Cuando Angelet lo supo se sonrojó. El recuerdo de su antiguo prometido despertó su curiosidad.
—¿Dices que es pariente de Charles, mi prometido?—le preguntó cuando estuvieron a solas.
Clarise le dirigió una mirada llena de picardía.
—Lo vi hace dos semanas, fui a Spring Valley y adivina qué?
—Qué?
—Preguntó por ti. No se ha casado pero… mi prometido dice que tiene una amiga viuda a quién ve de vez en cuando.
—Él ya estaba casado, Clarise—le recordó Angelet.
—No… parece que su esposa loca murió de pulmonía en el manicomio. Edmund me lo dijo. Sin embargo al parecer no quiere casarse… y preguntó por ti. Sonrió cuando supo que habías tenido un varón, creo que todavía se acuerda de ti… por algo no ha vuelto a casarse. Tal vez espera que enviudes.
Eso último escandalizó su hermana.
—Diablos, eres incorregible Clarise. Pues yo amo a Elliot y nunca, nunca querré tener otro marido.
—Está bien, discúlpame, sólo bromeaba… Qué pequeño es el mundo ¿verdad? Por favor Angelet, ven a vernos con Henry, lo traes tan poco… Mamá dice que lo tienes muy encerrado y que el doctor Sullivan dice que eso no es bueno.
Angelet pensó que su hermana era incorregible.
—Ven tú a visitarnos con mamá y trae a tu prometido si quieres.
—¿Ahora? No puedo, tengo muchas cosas que organizar. Dios mío, a veces me dan ganas de volar a Gretna Green como hiciste tú para no tener que ensayar la boda, recibir regalos y visitas… Es muy agotador te diré, pero me encanta.
Ella pensó en su boda, celebrada con prisas y teniendo que soportar las caras largas de sus parientes. Estaba tan asustada entonces pues casi la habían convencido de que se casaba con el diablo.
—Angelet… tengo que decirte algo, no es fácil pero..—dijo entonces su hermana menor.
Angelet se puso colorada preguntándose si tendría la poca delicadeza de hacerle preguntas sobre la intimidad. ¿Sería capaz? Esperaba que no lo hiciera.
De pronto la vio sacar una carta de su carterita.
—Llegó el otro día… es de Justin. La escribió desde la cárcel y… perdona pero cuando vi la carta en la bandeja de plata del comedor dirigida a ti creí que era alguna amiga, sabes que a veces llegan cartas de Londres dirigidas a ti porque no saben que te has mudado y…
Angelet miró la carta temblando.
—No leeré esa carta Clarise, no me interesa. Al diablo. ¿Es que nunca me dejará en paz este loco? ¿Acaso no le alcanzó con el daño que le causó a nuestra familia, a mi esposo?—se quejó.
Su hermana menor retrocedió.
—Sí, tienes mucha razón en no querer leer la carta pero… creo que deberías hacerlo. Él quiere pedirte perdón, es lo único que hace. Justin siempre estuvo enamorado de ti Angelet, fuiste el amor de su vida y a pesar de que actuó mal y … se volvió loco. Creo que deberías leer esta carta y perdonarlo. Te hará bien. Es tan triste guardar rencor y vivir con el corazón lleno de odio.
—Pues mi corazón no está lleno de odio, te equivocas. No odio a Justin pero no olvido el gran daño que me hizo… Mi corazón está lleno de amor por mi familia y para mi esposo.
—Está bien, olvídalo pero creí que debía decirte que Justin parece arrepentido de lo que hizo y desea ser perdonado, lo necesita. Está preso Angelet, ¿sabes lo que es eso?
—Sí, preso en una mansión de lujo, Elliot me lo dijo.
—No lo sé… Pero no puede salir de allí, pasará seis años más privado de libertad por el daño que hizo.
—Pues se lo merece. Estuvo a punto de matar a Elliot, a Richard… Eso no era amor, era enfermedad.
—Bueno, he oído decir que el amor es una enfermedad.
—Clarise, escúchame bien, esa carta es una excusa para atormentarme y no voy a soportarlo de nuevo. Si vuelve a escribir te ruego que avises porque rayos, ese hombre me hizo mucho daño y si vuelve a acercarse a Dertmoor en el futuro…
—No, no lo hará. Dice que regresará a la India en cuanto cumpla su sentencia. Sus padres están muy apenados por lo que pasó y han vendido la mansión del bosque y quieren que regrese a Delhi.
—Vaya, al fin me das una buena noticia.
Clarise le extendió la carta para que la leyera pero Angelet no quiso hacerlo, para ella ese asunto estaba sepultado.
—Te entiendo sabes, pero pensé que debía decirte que Justin estaba arrepentido y te pedía perdón. Creo que ha aprendido la lección y también le escribió a Richard pero él tampoco quiso leer la carta.
—Pues realmente espero y deseo que haya aprendido la lección y se olvide de todos nosotros. ¿Crees que Richard podría confiar de nuevo en un amigo que intentó matarlo cuando quiso defenderme de su locura? Debieron internarlo en un asilo de locos en vez de enviarlo a prisión. Era lo que merecía.
Angelet se alejó molesta y sintió deseos de marcharse. Qué sencillo era para Clarise perdonar y olvidar, era una niña mimada que no había vivido nada y cuya única preocupación era escoger las cintas adecuadas para su nuevo vestido de gala.
Elliot se acercó entonces y la abrazó y ella pensó que se moría por salir de Forest Manor y regresar a Dartmoor y lo hizo, luego de despedirse de los recién casados y de su madre.
Sólo cuando vio desde el carruaje la pradera de Stonehill suspiró aliviada, faltaba poco para llegar y se moría por tener al pequeño Henry en brazos. Odiaba salir por esa misma razón, luego echaba de menos a su pequeñín. Esa carta la había afectado, debía quitársela de la cabeza, olvidar que Justin había cometido esa nueva maldad. ¿Acaso esperaba que la leyera y respondiera que sí lo había perdonado?
—¿En qué piensas preciosa? ¿Acaso reñías con tu hermana?—Al parecer su esposo lo había notado.
Ella lo miró con fijeza y le contó la verdad.
La expresión de Elliot cambió.
—Ese hombre es perverso pero no temas, no se atreverá a regresar aquí y si lo hace, pues le daré su merecido. Está preso y no podrá escapar. Cálmate ¿sí?
—En seis años saldrá en libertad, fue muy poco tiempo y sabes que está en una prisión que es una mansión principesca.
—Bueno, no fue fácil acusarle porque al tratarse de un caballero rico y distinguido… nadie creía que fuera capaz de cometer una maldad.
Su esposo tenía razón, el juicio había sido infernal.
—Debieron internarle, realmente perdió el juicio.
Elliot la miró y meneó la cabeza.
—Los médicos que lo examinaron dijeron que no estaba loco, preciosa. Que gozaba de todas sus facultades y que su comportamiento obedecía a un «delirio amoroso» que no podía considerarse locura sino una dolencia secundaria provocada por el amor, por eso no lo internaron. No estaba loco, Angelet, quería que fueras su esposa y que nada se interpusiera en sus planes, pero su locura mayor no fue esa, fue pensar que tú le correspondías pero eras demasiado tímida para demostrárselo. Él estaba convencido de eso por eso hizo lo que hizo y según me ha dicho un doctor es el delirio del enamorado que se cree plenamente correspondido.
Angelet palideció. Ahora entendía por qué ese joven tan bueno y encantador se había convertido en un demonio capaz de matar. El amor lo había vuelto loco, un amor que no era amor sino delirio amoroso como lo había llamado ese doctor. Al estar convencido de que ella también lo amaba su desesperación era tal que llegó al extremo de intentar matar a su mejor amigo y al esposo de la joven que amaba.
—De todas formas no voy a perdonarlo Elliot, ni tampoco deseo volver a leer una carta suya. Ojalá esté arrepentido y se aleje de Devon, que entienda que todo era una locura que fabricó su mente y no algo real. Pero si está loco no veo cómo pueda distinguirlo… al demonio, no volveré a sentir miedo—se quejó furiosa.
Él la abrazó con fuerza.
—No temas preciosa, estás a salvo y te aseguro que nunca más volverá a acercarse a ti. No lo permitiré—dijo y la besó.
Al regresar a la mansión encontraron al pequeño Henry dormido como un santito, tan dormido que no quisieron despertarle.
Dejaron la nursery para encerrarse en su habitación.
Angelet quería quitarse ese vestido que la apretaba y él la ayudó.
Sus manos quitaron con paciencia los botones y desanudaron el corsé, cuando el vestido cayó al suelo sus manos atraparon sus pechos por detrás mientras sus labios besaban su cuello.
—Ven aquí preciosa, no escaparás, tenemos que festejar que hay otro bebé en camino—dijo él.
Ella se estremeció al sentir sus caricias pensando que no había nada más maravilloso que el apasionado abrazo de Elliot.
—Te amo—susurró al sentir que caía sobre ella y la llenaba con su inmensidad y todo desaparecía a su alrededor, el mundo podía hacerse humo en ese instante porque el mundo era esa cama, era él…