Introducción
La sorpresa es un ingrediente vital para realizar una guerra exitosa. Ya en 508 a.C., el general chino Sun Tzu reconoció este hecho simple en su tratado a menudo citado sobre el arte de la guerra. A lo largo de la historia, los comandantes han empleado la oscuridad de la noche para lograr la sorpresa y arrebatar la iniciativa de las manos del enemigo. Todavía, mientras las operaciones nocturnas han progresado desde las marchas nocturnas de Josué y las proezas de Judas Macabeo en los tiempos bíblicos hasta los más recientes combates en Vietnam y Afganistán, los problemas que envuelven al entrenamiento especial nocturno, al control, y la mano de obra la mayoría de las veces han disuadido a los comandantes de intentar operaciones a gran escala en la oscuridad. El combate nocturno frecuentemente ha sido el recluso de la fuerza militar más pequeña o, como en la II Guerra Mundial, del ejército que buscaba encontrar algo de respiro del poder aéreo o de reducir bajas frente a una gran potencia de fuego. Aun así, a pesar de las dificultades asociadas con realizar operaciones militares en la noche, los planificadores y líderes militares no pueden escapar a un hecho saliente: la oscuridad es «un arma de doble filo», y como el terreno, «favorece al que mejor la usa y obstaculiza al que no lo hace»[1].
Desde su conflicto con los Trucos Otomanos en 1877-78, los rusos habían mostrado predilección por las operaciones nocturnas y una considerable habilidad para realizarlas[2]. La Guerra Ruso-Japonesa (1904-1905) fue testigo de no menos de 106 ataques nocturnos del tamaño de compañía o mayor, pues ambos bandos confiaron en la noche para protegerse de la aumentada letalidad de la potencia de fuego[3]. En la I Guerra Mundial, los rusos realizaron asaltos a gran escala de noche con hasta dieciocho oleadas de infantería. Los ataques masivos de 1914-15 a menudo fracasaron debido a la mala planificación, pero incluso los alemanes admitieron que en la guerra el enfrenamiento nocturno ruso resultó haber sido superior al suyo[4]. Durante la guerra civil que engulló a Rusia al final de la guerra, el Ejército Rojo selló exitosamente su ofensiva de Crimea capturando las difíciles fortificaciones en el istmo de Perekop durante un ataque nocturno realizado por tropas que cruzaron vadeando las heladas aguas de la Bahía de Sivash, mientras los defensores se enfrentaban a un asalto frontal.
Durante la II Guerra Mundial, los soviéticos sacaron provecho eficazmente de la oscuridad en variedad de operaciones desde retirada a persecución. Cuando la guerra se hizo interminable, el Ejército Rojo confió progresivamente en las operaciones nocturnas y refinó tanto sus habilidades que fue capaz de progresar desde misiones tácticas limitadas por unidades relativamente pequeñas hasta operaciones a nivel de frente por ejércitos con una compleja coordinación y control. Hoy en día, los escritores militares soviéticos discuten las operaciones nocturnas, como lo hacen con todas las operaciones, con referencia a sus experiencias en la II Guerra Mundial. Se muestran convencidos, como un general e historiador soviético ha anotado, de que sus «tropas deben ser igualmente capaces de operar durante el día y por la noche» y que las operaciones nocturnas tienen un «significado urgente en la guerra moderna»[5].
Este estudio comenzó como un intento para verter luz sobre las numerosas y, en Occidente, raramente analizadas operaciones nocturnas soviéticas de la II Guerra Mundial. La escasez de estudios puede ser rastreada hacia el problema del material de fuentes. Tras la guerra, los antiguos oficiales alemanes de alto rango se ocuparon del combate nocturno en el Frente del Este como un tema independiente en sus escritos, pero sus esfuerzos tendieron a concentrarse en los años 1941 y 1942, con poco debate de los años finales de la guerra, cuando las operaciones soviéticas maduraron, y sin discusión en absoluto de operaciones nocturnas durante el aciago año 1945. Otro problema para los historiadores en las décadas inmediatamente después de la guerra fue la escasez comparativa de análisis traducidos y documentación soviéticas sobre este tema, en contraste, a la multitud de relatos de batalla alemanes disponibles para los estudiosos occidentales. Durante las pasadas dos décadas, sin embargo, los soviéticos han escrito profusamente sobre sus experiencias en la guerra. Este estudio saca provecho de estos escritos soviéticos así como de los alemanes y de otras fuentes disponibles. De lo que he extraído de estas fuentes, me he empeñado en escribir una introducción a las operaciones nocturnas soviéticas durante la guerra.