Capítulo 14
Christie
Cuando llego al Starbucks, me asomo con cuidado al salón. Al ver que Liadan está sola, que todavía no ha llegado nadie más, me apresuro a llegar a tu lado.
—Hola —me saluda.
—Hola —le respondo mientras me siento a su lado, sin perder tiempo porque los demás pueden llegar en cualquier momento—. Ayer no vinisteis ninguno de vosotros.
Se sorprende, supongo que ante mi tono impaciente.
—Ya… Aithne iba a venir, seguro que se quedó dormida en casa. Y yo acompañé a Keir, le apetecía visitar algunos de los sitios que frecuentaba con Brian y Neil.
Tuerzo la boca, intentando que los recuerdos no me hagan sentir mal.
Seguro que por eso no me avisaron para ir con ellos, porque Keir debía de creer que me dolería. Pero no puedo evitar preguntarme por qué le pidió a Liadan que lo acompañara. Parece que tienen una relación muy intima. No puedo evitar preguntarme si no habrá algo entre ellos. Pero no puede ser, Keir no es del tipo de chico que engañaría a su novia, y a Lia no la conozco tanto pero tampoco lo creo. Aunque con su chico tan lejos…, en fin, no quiero pensar eso de ellos. Me centro en mi objetivo.
—Tienes que hacerme un favor —le digo.
—Vale —me contesta.
—Ayer como ninguno de vosotros vinisteis, estuve sola con Soren —Lia pone cara de no ver dónde está el problema—. Una cosa llevó a la otra y acabó invitado al Cèilidh al que solemos ir un miércoles de cada mes con mi familia. Tienes que venir.
—El Cèilidh es ese baile típico de aquí que bailáis en círculo con música de gaita y eso, ¿no?
—Sí —le contesto—. Y es una fiesta muy divertida, y luego hay haggies y cerveza y whisky para todos. Tienes que venir.
—No he bailado Cèilidh en mi vida —me dice en un mar de confusión.
—Precisamente por eso —le digo—. Si vienes tú también, no parecerá una cita. Seré yo, llevándome a los dos amigos extranjeros a conocer una fiesta típica de aquí.
Liadan mira a un lado y se ríe, de un chiste privado o algo. Seguro que está pensando en decirme que no tengo por qué llevarla de alcahueta, que nadie creerá que es una cita, que simplemente estoy llevando a uno de los amigos extranjeros a conocer una fiesta local, y que aunque fuera una cita no habrá nada de malo. Pero no estoy preparada para eso.
—Por favor —le pido poniendo mi mejor cara de estar en apuros.
Me mira con esos ojos oscuros, que es lo único que ha sacado de su herencia mediterránea. Al darse cuenta de que hablo muy en serio, se da por vencida.
—¿Cuándo es? —me pregunta.
—El miércoles 17 de noviembre, o sea en dos semanas. En el Linlithgow Palace.
Pone cara de horror.
—¿En Linlithgow? —pregunta—. ¿En el propio palacio?
—Si, en el patio de armas. Tampoco está tan lejos, a media hora de Edimburgo. Y puedo llevarme el coche.
Cualquiera diría que le he dicho que hay que ir al infierno, o algo así. Se pone pensativa, muy concentrada. Luego, al cabo de un momento, alza las cejas con cara de sufrimiento, pero cuando me mira vuelve a ser la Liadan serena de siempre.
—Vale, iré —claudica.
—¡Gracias! —le agradezco, y le doy un abrazo.
Para cuando llegan Soren y después Keir, estoy mucho más relajada. A Keir se lo comento de pasada. Dice que le parece genial, aunque mira a Liadan fijamente un rato, como si se estuvieran diciendo algo con la mirada. No acabo de entender lo que hay entre ellos. Pero cuando poco después llega Aithne, me olvido. Liadan y yo la sentamos entre nosotras, para darle cariño. Pobrecita, está muy desanimada con todo lo de Brian. Se ve que van a tener que operarlo otra vez, para cambiarle la placa de la clavícula. Y sigue sin dormir bien, pero ahora al menos estará unos días sedado. Y Aithne tendrá tiempo y espero que fuerzas para estudiar, y anidarse un poco.
—No vas a permitir que esto te haga retrasarte otro año, ¿verdad? —le digo en voz baja mientras Soren le explica unas fórmulas de física a Liadan; Keir se ha ido hace un rato, para ensayar con los Lost Fionns—. Los exámenes son en un mes.
Aithne juega con el cordón del cuello de su camisa de tipo ibicenco.
—No, no voy a perderme los exámenes —me comenta al final.
Y parece bastante resoluta. En estos dos años que han pasado sin que nos viéramos, parece haberse vuelto un poco más fuerte, más decidida. Más independiente.
—Ésa es mi chica —le digo, lo que nos hace sonreír a ambas porque eso es lo que siempre me decía mi abuelo a mí.
Y los recuerdos son bonitos. Al menos a veces.
Al cabo de un rato Liadan dice que tiene que irse a ver a alguien. Poco después, también se va Soren y nos quedamos Aithne y yo solas, charlando de nuestras cosas. De los viejos tiempos. Me doy cuenta de que Aith tiene ganas de preguntarme sobre mi vida, trata de sondear mi estado de ánimo, y cómo estoy respecto a Neil. Y me doy cuenta de que quiere animarme, que quiere que lo supere. Me planteo la idea de explicarle la verdad, que lo superé hace tiempo, pero no me atrevo. Porque al hablar de Neil se le humedecen los ojos. Y a mí también.
Quizás más adelante.
* * *
Los siguientes días son un caos. Me paso horas hablando con Aithne siempre que tengo ocasión, ya que ella hace poco más que ir a la universidad, estudiar y velar a Brian, y apenas la vemos. Cuando hablamos es la misma Aithne dulce de siempre, pero parece preocupada. Tengo la sensación de que pasa algo más grave de lo que me explica. De todas formas, tampoco tengo tiempo de indagar más; para la asignatura de Etología tenemos que hacer un trabajo en grupo y por las tardes me toca reunirme con mis compañeros para terminarlo antes de que acabe el semestre. Por suerte, son todos buenos chicos y me llevo con ellos estupendamente. Y me perdonan que esté un poco distraída, porque se enteraron de la muerte de Neil. Y que yo lo conocía.
El domingo por la tarde, después de pasarme casi todo el día en la biblioteca de la universidad, salgo a la calle satisfecha. Al fin hemos acabado el trabajo, con tiempo para entregarlo. Y ya es 14 de noviembre.
Han sido unos días muy intensos, y echo de menos a mis amigos. Hace más de una semana que no los veo. Llamo a Keir, pero tiene el móvil apagado.
Igual que Liadan, y Aithne. Así que llamo directamente a su casa. Es Ruth, la madre de Keir, quien me coge el teléfono.
—Hola, Christie —me dice—. ¿Ya has acabado el trabajo?
Supongo que Keir o Aithne le han comentado que estaba ocupada con los estudios. Le pregunto por ellos.
—Aithne está en el hospital, porque anteayer operaron a Brian para cambiarle la placa de la clavícula. Le quitarán la sedación hoy o mañana, y quiere estar allí cuando despierte —me dice, aun que eso ya lo sabía—. Keir se fue esta mañana, me dijo que se iba de excursión con Liadan. ¿Les has llamado al móvil?
—Sí, están fuera de cobertura.
—Les diré que te llamen cuando lleguen, si no es muy tarde. ¿Quieres venir y esperarlos?
Le digo que no, y me despido de ella. Es raro; un fin de semana que Keir no va a St. Andrews a ver a Gala, y se va de excursión con Liadan. Me pregunto si soy yo la única que lo ve raro. Aunque claro, seguro que sus padres no se dan cuenta de las miraditas y las charlas en susurros. Y Aithne tiene otras cosas de las que preocuparse. Me detengo fuera de la facultad, y me pregunto qué hacer. Miro el móvil, planteándome si llamar a Soren. Podría hacerlo, como si fuese un amigo más. ¿Por qué no?
Pero no me atrevo. Me voy hacia casa, pensando que quizás mientras atravieso las Meadows me sienta más tranquila y más animada para llamarlo. Hoy no llueve, y el suelo apenas está húmedo. Por eso en vez de seguir el paseo, me interno en la hierba, cruzándome con gente que hace footing o pasea al perro. Me encanta este sitio. Sigo andando, dando un rodeo para alargar el camino, hasta que veo algo que me deja estupefacta.
Está oscuro, pero si no me equivoco reconozco a Liadan y a Keir sentados en el muro bajo que hay en un lado del Bruntsfield Links. Charlan animadamente.
Extrañada, me acerco hacia allí. Sí, son ellos, no hay duda. Me pregunto qué harán ahí. Cuando estoy a unos metros, Keir levanta la cabeza y me ve. Se sobresalta, pero me saluda, avisando a Liadan de que estoy aquí, Ella también alza una mano, ninguno de los dos parece avergonzado. Se han puesto nerviosos pero no parecen considerar que los haya pillado haciendo nada malo, así que me pregunto si no me lo estaré imaginando todo.
—Hola, Christie —me dice Keir abrazándome, después le doy dos besos a Liadan—. ¿Cómo va el trabajo?
—Ya lo hemos acabado.
—Qué bien, has estado desaparecida muchos días. Te hemos echado de menos.
—Soren estaba preocupado —me dice Liadan, que hasta entonces parecía distraída, mirándome con intención—, iba a llamarte porque de repente dejaste de aparecer por la cafetería.
—Deberías haberle avisado a él también. —Me comenta Keir—. Nosotros no coincidimos con Soren allí hasta ayer.
Así que no coincidieron; en plural, como si hubiesen estado todo el tiempo juntos.
—Os he llamado al móvil —le digo. Ambos sacan los teléfonos, comprobando que no tienen cobertura. Miro el mío. Qué raro, yo tampoco tengo cobertura aquí.
—Luego he llamado a tu casa —le aclaro—, tu madre me ha dicho que habíais salido.
Keir se queda callado un momento.
—Hemos ido a Roslin —me dice—. Me apetecía volver allí.
Otro de los sitios que acostumbrábamos a visitar antes todos juntos. Pobre Keir.
—Pero si es Soren… —murmura Liadan antes de que pueda darle más vueltas a eso.
Me giro para mirar en la dirección en que lo está haciendo ella, a tiempo de ver que uno de los que hacen footing se ha detenido, y ha emprendido la marcha hacia aquí. Efectivamente es Soren, vestido con unos pantalones anchos, una sudadera con capucha y zapatillas de deporte de alguna marca especializada. Me cosquillea el estómago.
—Hola. ¿Qué hacéis aquí? —mira a Liadan——. ¿Eres tú la chica que suele detenerse aquí a estas horas de la noche?
Liadan le mira fijamente, de forma extraña, y luego le sonríe.
—Me detengo aquí cuando mi novio no tiene disponible el Skype y hablamos por teléfono —le contesta—. Me gusta este sitio, hay buenas vistas.
—Pues hoy no podrás hablar con él —le comento señalando nuestros teléfonos inutilizables.
—Normalmente sí hay cobertura, no sé qué pasará hoy —dice Liadan—. En realidad sólo nos hemos parado aquí de camino a casa porque hace buena noche.
De repente empieza a sonar un pitido extraño, errático. Miramos a nuestro alrededor, hasta que nos percatamos de que el sonido proviene del bolsillo de Soren.
—Es mi medidor de constantes vitales —dice metiendo la mano en el bolsillo; al momento el sonido se extingue.
Hablamos unos minutos más sobre mi trabajo, la excursión de Keir y Lia, sobre Brian y Aith. Después quedamos en reunimos en el Starbucks mañana.
—¿Te acompañamos? —me pregunta Keir levantándose ya.
Tanto él como Lia viven en la zona residencial que hay más allá de las Meadows. La mansión de mis padres, en cambio, está en la New Town.
También Brian vivía en la parte moderna mientras que Neil lo hacía cerca de Keir y Aithne, así que cuando éramos pequeños hacíamos ver que estábamos en guerra, como ocurría entre los chavales de hace siglos, en la época de Stevenson o Robert Burns. Sólo que nosotros no nos peleábamos de verdad ni nos tirábamos piedras a la cabeza.
La cuestión está en que vivimos en direcciones opuestas. Aunque estoy convencida de que incluso siendo así Keir estaría encantado de acompañarme. Y seguro que a Lia tampoco le importa. Y no parecen deseosos de quedarse solos, ni molestos porque los hayamos interrumpido. Así que a lo mejor realmente no hay nada entre ellos. Yo ya no sé qué pensar.
—No hace falta que me acompañéis —les digo.
—Te acompaño yo —me dice Soren—. Yo también vivo hacia aquel lado.
—Pero yo no voy a correr, que conste.
Todos se ríen. Pero yo empiezo a sentirme incómoda aquí, y ya sé por qué es. Miro a mi alrededor, pero no veo nada que pueda ser la causa.
—Hay un olor muy raro —murmuro.
—Serán las alcantarillas de la calle —dice Liadan.
—No sé, a mí me huele como a algo podrido, o a sangre o algo así —murmuro; el hedor me es algo familiar, ya que cuando algún animal muere en la granja de cría el olor es muy parecido.
—A mí me huele a humedad —dice Liadan, y Keir asiente.
Me encojo de hombros. Nos despedimos, y no puedo evitar sonreír ante la mirada llena de intención que Liadan dirige discretamente hacia Soren. Le doy dos besos, tratando de evitar que se me note en la cara que acabamos de decirnos algo sin palabras. Y Soren y yo empezamos a alejarnos.
Cuando me giro a mirar, Liadan y Keir siguen allí, y parecen haber reanudado su conversación. Miran a su alrededor, como buscando algo.
Quizás al final sí que han notado lo mal que huele ahí.
—Así que ya volverás a estar disponible —dice Soren cuando estamos llegando al puente George IV, que tiene una cierta vida todavía pese a que ya ha oscurecido del todo.
Asiento con la cabeza. Hablamos de los estudios mientras me acompaña a casa, negándose a girar por la Royal Mile para dirigirse a su propio piso.
Dejamos atrás Princes Street, donde muchas de las tiendas de recuerdos para los turistas siguen abiertas, y nos encaminamos hacia la zona más tranquila de casas victorianas tan típicas de la parte nueva.
—¿Sabes por qué esta iglesia es redonda? —le digo refiriéndome a St. Andrews and St. George Church, que es una bonita masa redonda y bulbosa con un desconcertante pórtico griego, muy diferente de las habituales capillas góticas.
—¿Era del Temple? —responde Soren tras pensárselo un rato.
—No —le contesto—. En realidad no es redonda del todo, es elíptica. La idea de hacerla de esa forma era evitar que el diablo pudiera esconderse en los rincones oscuros. Si no hay esquinas, no hay rincones oscuros.
Soren sonríe. Está muy guapo cuando lo hace, porque su rostro sereno y frío se vuelve radiante.
—Sois muy supersticiosos aquí —dice.
—Es una seña nacional —le respondo; aunque en realidad, en esta época moderna, los escoceses no somos ya tan supersticiosos como la gente suele creer.
Seguimos avanzando por las calles casi desiertas, hasta que llegamos a mi vecindario. Saludo al guarda de la garita que hay al principio de la calle. El viento frío ha empezado a soplar otra vez, y me preocupa que Soren se ponga enfermo después de que haya estado corriendo. La ropa sudada podría provocarle un resfriado.
—¿Quieres entrar para que te dé un suéter de mi padre? —le digo cuando llegamos frente a mi casa.
—No hace falta —me contesta—. Me pondré a correr ahora otra vez.
Asiento con la cabeza.
—Bueno, pues nos vemos mañana —le digo.
—Estos días tendré que centrarme en mis estudios yo también —dice—. Me parece que ya no nos podremos ver hasta el miércoles, cuando vayamos a Linlithgow.
Eso me contraria más de lo que me gustaría. Y quizás se ha dado cuenta, porque me mira con una sonrisa cariñosa. Antes de que esto vaya más allá, porque no puedo garantizar que no salga corriendo si se tocan temas sentimentales, desvío la conversación.
—¿Qué harás cuando acaben los exámenes? —le pregunto; sé que se quedará aquí todo el curso, pero no había pensado en qué hará en las vacaciones de invierno—. ¿Vuelves a casa?
Asiente.
—Iré para Navidad, y quizá me quede para Fin de Año. El resto las pasaré aquí —hace una pausa—. ¿Te gustaría venir a pasar unos días?
Le miro, parpadeando, porque me ha pillado completamente desprevenida.
Tanto que no sé qué pesa más, si la ilusión o el miedo. Al ver que tardo en responder, se inclina un poco hacia mí.
—Vale, quizás no es el momento —me dice con suma tranquilidad.
—No es que no me gustes —le digo todavía confusa.
—Bueno, eso es un alivio —dice riéndose.
Sonrío yo también. Soren no tiene ningún sentido de la vergüenza, así que es capaz de tomárselo todo con ese humor tan raro que tiene. Me alegro de que no se haya sentido mal.
—De hecho me gustas, de verdad —le digo—. Pero…
No sé cómo explicárselo; los otros chicos no se lo tomaron muy bien cuando les dije que no quería que los demás supieran que volvía a tener novio.
—Sé que lo estás pasando mal, así que no voy a insistir —me ayuda él—. Esperaré.
Se inclina un poco más hacia mí y me da un beso en la mejilla.
—Hasta el miércoles —me dice.
—Adiós.
Se gira y se pone a correr otra vez. Todavía le miro mientras saca del bolsillo unos cascos y se los pone en los oídos, y levanta una mano para saludar al guarda al abandonar mi calle para volver a la parte vieja. Pienso en el momento en el que se ha inclinado. Estaba convencida de que iba a besarme, le he visto mirarme los labios. No me hubiese importado.
Saco el teléfono para llamar a Liadan mientras entro en casa, pero me lo pienso. Quizás todavía está con Keir. Me pregunto qué estarán haciendo, recordando lo que estaba haciendo yo. No me entra en la cabeza que Keir pueda estar engañando a su novia. Y Liadan parece también una persona bastante leal.
Ambos son amigos míos, así que acabaré preguntándoselo. El miércoles, cuando tenga a Liadan sin Keir ni Aithne a nuestro alrededor, abordaré el tema y le sacaré la verdad. Porque como descubra que tiene un lío y su novia no lo sabe, le voy a echar una bronca a Keir que ni se la espera.