Capítulo 19
Alexia estaba en shock, se había acurrucado en un rincón de la habitación, con la cabeza apoyada en sus rodillas. Fede no tardó en llegar en cuanto Gabriel le avisó, se sentó junto a ella y la abrazó.
Gabriel esperó en la azotea a que la policía llegara y se llevara tanto al asesino como a sus compañeros muertos. Jeff había hablado con el comisario de policía, nadie lo interrogaría, de hecho todo quedaría como que los escoltas pudieron evitar el intento de asesinato y capturar a uno de ellos con vida. Se quedó en la azotea porque le costaba contener las ganas de matar a ese tipo, debía aguantar, Alexia ya había sufrido bastante.
Cuando la policía se marchó, Derek le hizo una señal con la mano y Gabriel asintió. Bajó las escaleras y se quedó sentado en el último escalón. No pudo más, sus ojos se revelaron y las lágrimas brotaron. La ira lo llenaba, no había sido lo bastante bueno, debió acabar con ellos… ella… no debía haber pasado por eso. Fede salió del dormitorio en busca de un vaso de agua cuando vio a Gabriel, fue realmente impactante para él verlo en ese estado, el hombre más duro que había conocido nunca, sentado en una escalera llorando amargamente.
Caminó hasta él y se sentó a su lado.
—¿Qué le pasa a mi perrito?
—Han podido matarla Fede, por mí culpa.
—No, Gabriel, gracias a ti está viva.
Gabriel negó con la cabeza.
—¿Sabías que con la detención de ese hombre en el concierto no había acabado todo? —preguntó Fede.
—Lo sospechaba y… averigüé que todo fue un montaje. Yo provoqué este ataque para capturar al asesino y casi la matan…
Fede lo abrazó y le dio un beso en la mejilla.
—Mi niño chiquito, lo que has tenido que sufrir fingiendo que todo iba bien para que ella no se preocupara. Ya ha pasado lo peor pero ahora ella te necesita, me ha preguntado por ti.
—¿Ella ha preguntado por mí?
—Sí, no la hagas esperar.
Gabriel se levantó y caminó hasta el dormitorio temeroso de que ella lo odiara por no haber sabido protegerla. Entró y cerró la puerta, miró hacia el balcón y allí estaba ella, aún temblaba por el miedo.
—Lo siento Alexia.
Alexia dejó de mirar el mar, se giró, corrió hacia él y se abrazó.
—No fui lo bastante rápido y casi te… si ese bastardo te hubiera…
—Estoy bien Gabriel, gracias a ti. Pero ahora tengo un problema mayor…
—¿Qué ocurre? —preguntó Gabriel alejándola un poco para ver su cara.
—No quiero que vuelvas a separarte de mí jamás. —sonrió Alexia.
—¿Y para ir al servicio? —bromeó Gabriel.
—Te pongo un cubo junto a la cama.
Gabriel soltó una carcajada, la besó y la abrazó, ahora podían seguir adelante y con suerte ser felices.
El FBI irrumpió en el despacho de Bob que quedó impactado al sentirse descubierto, Jeff le había entregado las grabaciones telefónicas y las pruebas que el asesino les había proporcionado.
—¡Queda detenido por el intento de asesinato de Alexia Moore y el asesinato de Candis legus! —gritó un agente federal.
Bob metió la mano en uno de los cajones en un intento estúpido de coger una pistola. Los agentes abrieron fuego y acabaron con su vida.
El asesino despertó, se incorporó en la cama y se rascó la cabeza. Firmó la confesión y ahora disfrutaría de una condena en una cárcel acorde a sus preferencias. Se levantó y miró sus ropas, tenían letras rusas impresas.
—¡Nooo, no puede ser, firmé los papeles!
Corrió hasta la pequeña ventana y contempló horrorizado el paisaje nevado de Siberia.
Alexia y Gabriel hicieron las maletas y se trasladaron hasta un hotel de lujo cercano. Ella quería irse de la isla pero Gabriel no la veía en condiciones de viajar y mucho menos de enfrentarse a la prensa de su país.
—¡No quiero estar más en esta isla! —gritó Alexia.
—La isla es bellísima y no tiene culpa de nada. Voy a hacer que te olvides de todo.
—¿Tú? Pero si eres más aburrido que…
Gabriel la besó para callarla, le quitó la bata y se la llevó hasta la ducha.
—Empezaremos por ducharte, hueles fatal. —dijo Gabriel riendo.
—¡Yo no huelo fatal! ¡Suéltame o te…! —chilló Alexia.
Fuera Derek y Caín se reían al escuchar su pelea. A pesar de que eran hombres acostumbrados a arriesgar sus vidas, tenían claro que estaban vivos gracias a la pericia de Gabriel.
Alexia se quedó parada al ver que la enorme bañera estaba cubierta por una capa de espuma y pétalos de rosas, se giró y miró a Gabriel sonriente. Corrió hasta la bañera y se metió sin quitarse la ropa interior.
—¡Las bragas y el sujetador! —pidió Gabriel acercándole las manos.
Alexia le guiñó un ojo y se quitó primero el sujetador y luego las braguitas, eso le costó resbalar y perderse por unos segundos bajo el agua. ¡Puñeteras bragas estrechas!
—¡Ya estoy! —chilló Alexia—. ¿Y ahora qué?
Gabriel se desnudó, dejó la pistolera sobre el lavabo y caminó hacia ella.
—Ahora te voy a hacer gritar de placer.
Alexia se mordió el labio inferior al ver como aquel mastodonte se acercaba a ella con turbias intenciones.
Gabriel se metió en la bañera, la agarró y la sentó sobre él, le besó los pechos y la miró con ojos profundos.
—Nena, me temo que no tengo ganas de preámbulos. —la cogió de la cintura y la penetró.
Ella gimió de puro placer por sentirse llena y deseada.
—Te voy a amar como nadie nunca lo hizo y te voy a hacer cosas muy, muy perversas. —dijo Alexia agarrándose a su cuello.
—Ya veremos… cuando acabe contigo vas a tener que hacer reposo en cama. —gruñó Gabriel cada vez más excitado por los movimientos rápidos de Alexia.
—¿Me lo prometes? —respondió Alexia.
Gabriel gruñó y la obligó a aumentar el ritmo hasta que los dos se dejaron llevar por el orgasmo.
Alexia se quedó recostada sobre Gabriel que parecía encantado de tenerla encima. Alargó la mano y cogió el minúsculo mando del equipo de música, pulsó un botón para activarlo y fue cambiando de emisora hasta encontrar una canción de su gusto, Far away de Nickelback.
Alexia empezó a cantarla pero no como en los conciertos con esos ritmos locos y a veces excéntricos, su voz era melódica, dulce y sonaba como música celestial. Gabriel guardó silencio, entusiasmado, nunca creyó que la pava fuera capaz de cantar bien. Alexia seguía cantando, parecía relajada, feliz y juguetona, algo que llenaba de felicidad el corazón de Gabriel.
—Deberías cantar así en los conciertos y dejar de disfrazarte como un zombie. —dijo Gabriel a la defensiva, ya esperaba el codazo en las costillas por su osadía.
Alexia soltó una carcajada y lo miró con ternura.
—Siempre quise cantar así pero Candis y Bob decían que eso no vendía.
—Pues ellos ya no están, ahora mandas tú en tu carrera. —sentenció Gabriel.
Alexia asintió con la cabeza y se recostó en el pecho de Gabriel. Tantos años, tantas vivencias compartidas con Candis y Bob… jamás pensó que ellos pudieran querer matarla, los consideraba como de la familia.
—Te quiero Gabriel. —dijo Alexia mirándolo fijamente pero él desvió la mirada—. ¿Qué te ocurre Gabriel?
—No creo que sea bueno para tu carrera que te líes con tu escolta.
—Si tengo que elegir entre mi carrera y tú, siempre serás tú mi elección.
Gabriel la besó y se aferró a ella como quien tiene miedo de perder su mayor posesión.
—Te quiero Alexia, aunque seas una pava ricachona repleta de manías.
—¡Perrito no seas malo o tendré que castigarte! —replicó Alexia divertida.
—¿Cuántas veces? —preguntó Gabriel.
—Dos arriba, una abajo, otra de lado y otra… encima de la mesa. —contestó Alexia.
—¿Encima de la mesa? —preguntó Gabriel esbozando una sonrisa sexy.
—¡Qué quieres que te diga, me gusta innovar!
Gabriel soltó una carcajada y tiró de ella, tanto insinuarse lo había vuelto a activar.