CAPÍTULO DOS
LA JOVEN PRINCESA
Crecer como princesa de Alderaan habría sido un sueño hecho realidad para muchas jóvenes por toda la galaxia. Por todas partes, los jardines magníficos crecían. Los poetas componían odas líricas para todo, desde las pequeñas flores azules que florecían en los jardines del palacio hasta las majestuosas montañas que se alzaban en la distancia. La música se filtraba por el aire casi todas las horas, y los estudiosos de los confines más lejanos de la galaxia llegaban diariamente a consultar las famosas bibliotecas de Alderaan.
Pero para Leia, que prefería los combates y las intrigas a recitar poesía y aprender sobre las costumbres reales, ser una princesa podía ser una tarea ardua. Aunque sus padres simpatizaban con la inquietud de Leia, estaban decididos a hacer de ella una verdadera princesa. Desde temprana edad, las tías de Leia la educaron en la diplomacia: la habilidad de manejar relaciones delicadas. Leia tuvo que estudiar la política galáctica, las costumbres y la retórica, que es el arte de hablar eficazmente.
Aunque era inteligente y astuta, estas lecciones eran difíciles para Leia. Se sentía inútil y atrapada cuando estaba sentada en un aula. Bostezaba y se ponía inquieta durante las clases de composición y talleres de diplomacia. A veces, cuando ella estaba atrapada demasiado tiempo en el mismo lugar, empezaba a murmurar para sí misma. En voz baja, ponía a sus extrañas lecciones y a veces a sus tediosos tutores, nombres creativos y despectivos. No quería herir los sentimientos de nadie, pero tenía que desahogarse de alguna manera. Por supuesto, nunca fue atrapada; siempre fue rápida con una explicación inspirada.
Lo que Leia anhelaba era entrar en acción. No le interesaba aprender los nombres de cada Reina de Alderaan que habían venido antes que su madre. Ella en cambio quería hacerse un nombre para sí misma.
Los padres de Leia finalmente decidieron dejarla aprender algunos buenos y viejos trucos de combate además de los matices de la política interplanetaria.
«Será mejor hacerlo», se dijeron finalmente. Después de todo, ambos padres de Leia sabían que ser una princesa era a menudo un asunto peligroso. Dada la riqueza e importancia de sus padres, Leia estaba en constante peligro de ser secuestrada. Y más allá de eso, la galaxia estaba en un período de gran cambio. Si las tensiones políticas aumentaban, ni siquiera las familias reales o los senadores galácticos estarían a salvo. Breha y Bail ambos sabían mucho de lucha, y ambos tenían guardias permanentes. Aunque amaban a su hija y trabajaban duro para mantenerla a salvo, sabían que llegaría el día en que ella tendría que defenderse.
Pronto, junto con sus clases de diplomacia y baile, Leia estaba aprendiendo a disparar un bláster, a derribar a un guerrero de dos veces su tamaño, y a montar cualquier cosa, desde una bicicleta speeder hasta un thranta volador. Con la ayuda de su madre, Leia incluso aprendió a pilotar algunas naves pequeñas. Los ejercicios físicos exigentes aclararon su cabeza del aburrimiento mental de sus lecciones más tradicionales.
Leia era mucho más feliz ahora.
El padre de Leia animó su ardiente espíritu y su agudo sentido de la justicia. Durante la infancia de Leia, Bail Organa sirvió en el Senado Imperial y ayudó a formar la Alianza Rebelde. Como idealista, estaba decidido a derrotar al Imperio y a restaurar la República Galáctica. Y esperaba que su hija siguiera sus pasos.
El padre de Leia era un modelo para su naturaleza rebelde, pero su madre era una influencia más calma y estable. La Reina Breha era muy inteligente y comprendía el valor de la diplomacia. Gobernó Alderaan con una mano amable y firme. Los ciudadanos del planeta la amaban por su imparcialidad, pero Breha no siempre era tranquila y amable. Cuando había una crisis, era rápida para responder. Era la Reina perfecta para uno de los planetas más importantes de la galaxia.