Romance

  Era sábado y se despertó deprimida, el recuerdo de la pelea seguía siendo dolorosa y Dimitri  había salido seguramente con su novia a quién no conocía pero imaginaba que sería una guapa italiana. Irina se preguntó si se casaría con ella, pasaba demasiadas horas metido en ese laboratorio, tenía amigos sí pero… Su hermano necesitaba descansar, dejar de pensar que el trabajo lo era todo.

Se preguntó cómo estaría Renzo y pensó en llamarlo pero no lo hizo.

Tal vez él no querría continuar con la relación después de lo que había pasado.

Su hermano no debió golpearlo.

No, no debió hacerlo.

Un sonido en la puerta la asustó, era Dimitri al parecer no había ido a ver a su novia sino al mercado de compras. Ropa, zapatos, llevaba un montón de paquetes.

—toma, son para ti, necesitas ropa más moderna, más cómoda.

La miró con ansiedad, ¿acaso se sentiría culpable, habría cambiado de parecer?

Ella estaba de pantalón chándal, blusa vieja y zapatillas y se sentía muy triste y desganada, no dejaba de pensar en Renzo. Observó el contenido de las cajas sin demasiado entusiasmo.

—Irina, cámbiate, vamos a dar una vuelta. Quiero llevarte al parque, a los juegos de Milán…

—¿Al parque de diversiones como si tuviera cinco años?—se quejó ella malhumorada. No, no estaba de humor para ir al parque.

—Siempre te gustaron los parques, te encantaba la máquina dispensadora de dulces.

Sí, ella adoraba los dulces y los chocolates, pero esa no era la cuestión ahora. Su novio sí lo era. ¿Renzo era su novio?

—Dimitri, no quieras convencerme, estoy triste sabes y no quiero hacer nada, lo que hiciste ayer fue fatal. Golpeaste a Renzo, lo llamaste aprovechado de adolescentes, él no es un aprovechado, nunca pasó nada entre nosotros y tú fuiste muy cruel.

Su hermano se puso serio y mientras dejaba las cajas en el sillón más próximo fue por un vaso de jugo.

—Irina, tú no conoces a nadie aquí, entiéndeme, lo hago para cuidarte, para que no te engañen ni lastimen… Eres muy vulnerable, eres una chica buena, inocente y ese hombre no te conviene. No está contigo para ser tu novio, no tiene buenas intenciones. Jamás te dirá lo que quiere de ti simplemente lo tomará y te dejará lastimada. Te hará sufrir, sé que será así. Esos tíos ricos se creen que pueden tenerlo todo y hacer lo que les plazca sin medir las consecuencias.

—No es así, él no es así, siempre ha sido sincero conmigo, nunca me dijo que…

—¿Sincero? ¿Qué sabes tú lo que es un hombre sincero si nunca has tenido novio? No sabes qué es bueno o no en una relación, ese hombre te ha mantenido escondida y me has mentido para verlo, ¿crees que eso hace alguien sincero y honesto? Por qué no vino aquí y habló conmigo. Sabes, si lo hubiera hecho desde el comienzo lo habría entendido y jamás te habría dicho: no, no salgas con él pero no fue así, así no ocurrieron las cosas. Ese caballero no vive aquí, es nuevo, extrañamente se mudó una semana después de tu llegada, y lo arrendó por un tiempo, insistió mucho en tener el apartamento, no es de este barrio. Y seguramente se quedó para verte, a escondidas. Irina, ten cuidado, tal vez oponerme a esta relación no sea ni sensato ni prudente pero debo hacerlo, debo abrirte los ojos, eres mi hermana y te quiero, y te invité a este país para ayudarte a progresar. A que puedas estudiar, trabajar, tener una vida mejor que en Moscú y tengo la sensación de que sigues con este sujeto te arruinará.

Irina sabía que su hermano quería su bien y que ella sabía que no era buena idea involucrarse con un hombre que tuviera vicios o no la tomara en serio.

Lo mejor después de todo era no forzar las cosas.

Dejar pasar el tiempo y ver.

Tal vez ella no estaba preparada para una relación seria para comenzar a tener intimidad y quedarse embarazada, tenía terror a eso, por eso nunca le había prestado demasiada atención a los chicos porque sabía lo que buscaban. Y si había durado con Renzo fue porque él no intentó nada, hasta el otro día…

—Irina, ve, cámbiate, quiero que salgas, no te quedes llorando en el apartamento—insistió Dimitri.

Ella aceptó, tenía razón, necesitaba salir, ver gente, distraerse, si se quedaba encerrada sería peor.

Fue a darse un baño y a quitarse esos deportivos y buscar algo más cómodo, unos jeans y una blusa de algodón. Mientras se hacía una trenza para no llevar el cabello suelto pensó en Renzo y se sintió mal por todo lo que había pasado y de pronto, mientras su hermano iba a darse una ducha huyó de su apartamento siguiendo un impulso y fue a verlo.

Tomó el ascensor y se detuvo vacilante en el apartamento de su antiguo amor, demoró un poco en decidirse pero finalmente tocó timbre y aguardó inquieta.

No tuvo respuesta, el apartamento parecía vacío, ¿se habría marchado?

Regresó con su hermano y se dijo que debía distraerse, tal vez él había hecho lo mismo, o a lo mejor la vio por el ojo de la puerta y no quiso abrirle.

Fueron al centro comercial más próximo y su hermano insistió en llevarla a las máquinas de juegos, había muchos niños y adolescentes jugando y debió esperar turno para jugar a la máquina dispensadora de dulces. Fue emocionante llenarse una bolsa de caramelos, bombones y chicles. Como si estuviera de cumpleaños.

Su hermano le regaló un oso panda en un juego del tiro al blanco y la joven sonrió feliz, era un osito adorable, de tamaña mediano y podría hacerle compañía a Aleksi.

Echaba de menos no tener una mascota, en Rusia tenía una gata que en realidad era de su tía pero había sido su compañera inseparable durante años, gris y peluda, dormía siempre en su cama y al despertar lo primero que veía eran sus grandes ojos amarillos mirándola.

Pero su hermano no tenía mascotas, el edificio no lo permitía y él no había insistido, en realidad confesó que no tenía tiempo ni deseos de hacerse cargo de un animal.

Fueron a almorzar a un restaurant y pasaron un día estupendo. Casi olvidó que había pasado la noche en vela por Renzo pero no lo olvidó y al regresar a finales de la tarde cuando comenzaba a oscurecer, cargada de regalos y con el oso en brazos lo buscó pero no lo vio por ningún lado. ¿Se habría marchado del edificio o estaba evitándola?

**********

Los días pasaron y regresó la rutina, el curso y la soledad de sus días encerrada en su apartamento aguardando la llegada de su hermano.

Pensó que pronto podría buscarse un trabajo pues ya hablaba bastante italiano pero cuando le dijo a su hermano este se opuso.

—Hay tiempo para eso, no te apures…

—Quisiera trabajar, paso demasiado tiempo aquí sin hacer nada, me aburro…

Y me pongo a pensar en Renzo, en que lo extraño y nunca más volveré a verlo. Pensó pero no lo dijo.

Tal vez su hermano lo sospechaba, pues una semana después la vio llorando en la cama.

Él se había marchado del edificio pero no la había llamado ni nada, así que eso solo podía significar que habían terminado.

—Irina…

Ella lo miró y luego se cubrió con el cobertor, no quería hablar ni que él supiera que había estado llorando y no podía dormirse, que era tan desdichada porque ese joven la había deslumbrado y luego olvidado.

Él no insistió, comprendió que era necesario que llorara y se desahogara, estaba seguro de que con el tiempo se le pasaría. Ya aparecería un joven que valiera la pena, era tan inmadura, tan niña… De todas formas odiaba que ese imbécil la hiciera llorar pero había tenido una conversación con él el otro día. Sabía lo que estaba haciendo, se escondía de su hermana, la ignoraba para que ella se obsesionara y regresara con él. Artimañas de seductor barato, tan barato que cualquiera podía darse cuenta.

—Sé lo que estás haciendo galán, mi hermana cree que te has mudado y tú esperas que ella venga corriendo a buscarte. Pero eso no pasará, ella sabe toda tu escandalosa historia de vida: drogas, alcohol y mujerzuelas.

El italiano lo miró con odio, todavía conservaba parte de las huellas de la refriega que habían tenido en el ascensor el otro día y estaba furioso porque no había podido con él… Dimitri siempre había sido amante de los deportes y en su adolescencia fue campeón de lucha libre en su país, era más alto y corpulento y necesitaría ayuda si quería darle una paliza como deseaba, porque él solo no podría. Eso le había quedado muy claro.

—Si ella no quiere verme ¿por qué has venido tú? ¿Será que el ruso científico tiene otros gustos? No pierdas el tiempo, me gustan las chicas y sobre todo las rubias vírgenes de Siberia, así, como tu hermana… Y es solo cuestión de tiempo de que caiga rendida en mis brazos, ¿sabes? Sí, lo hará y ni tú ni nadie podrá impedirlo, así que no vengas a aquí con amenazas, me importa muy poco lo que piensas y si insistes en molestarme te denunciaré, parásito extranjero.

Ahora Dimitri estaba furioso, esa criatura repugnante lo insultaba, insinuaba que era gay y ahora le decía que no dejaría en paz a su hermana, pues le daría su merecido.

—Escucha rata inmunda, hay miles como tú en este país, tú eres el parásito niño rico, naciste en cuna de oro y solo te dedican a las drogas y la vida disoluta, pero tú no harás daño a mi hermana, no te le acercarás porque te juro te daré tanta patada en los huevos que no podrás volver a usarla nunca más. Eso vine a decirte, ¿fui claro contigo? ¿Has comprendido?

Luego de hacerle esa advertencia lo empujó hacia atrás pero Renzo no se quedaría quieto, le debía una al ruso y se la daría y sin contenerse, lleno de rabia le dio un puñetazo.

Su amigo que iba a verlo con dos chicas muy llamativas al ver la pelea intervino, era la segunda vez que a Renzo querían darle una paliza, mejor sería llamar a la policía, ese ruso era un salvaje.

Dimitri recordó la escena con rabia, era un desgraciado y si era necesario pues se mudaría con su hermana, no quería que ese maldito la sedujera, la lastimara, y ella estaba triste, ahora era puro capricho pero si esto se prolongaba entonces se convertiría en obsesión…

Apuró su café y fue al trabajo, Irina estaba triste pero no podía hacer nada, bueno sí, tal vez podría tomarse vacaciones e irse a algún lado, tenía licencia para tomarse. Ningún pervertido le haría daño a su hermana, no si podía evitarlo. ¿Pero podría evitarlo realmente?

Irina fue al curso como siempre pero no regresó a la hora acordada, Renzo la había llamado, quería verla, conversar y ella no lo pensó dos veces y cuando salía del instituto él la esperaba en su auto.

Ella tembló al verlo y luego lloró desconsolada cuando él le dijo que su hermano lo había amenazado de muerte y lo había golpeado de nuevo.

—No hice la denuncia porque es tu hermano y tú… Tú estás sola en ese apartamento, pero si vuelve a ir a mi apartamento tendré que tomar medidas.

—Lo lamento yo no sabía, él no me dijo nada.

Él la llevó a su otro apartamento del exclusivo barrio de Porta Roma y pidió un almuerzo al restaurant. No quería ir a comer fuera, quería estar con ella a solas.

—Está bien, no es tu culpa, nada de esto es tu culpa. Irina... Por favor, no dejes que tu hermano te arruine la vida, no sé qué se ha creído, eres adulta, puedes tomar tus decisiones.

Ella lloró y él la atrapó y le dio un beso apasionado, consolándola y también excitándola demasiado.

Se besaron, se miraron en silencio y él le dijo que se había mudado esa mañana. Que ya no viviría en el apartamento de vía Trevi para evitar más problemas con su hermano.

Ya no iban a verse a diario, el corazón de la joven latió con violencia y sus ojos se llenaron de lágrimas.

—¿Entonces no te veré más?—dijo con un hilo de voz.

—Sí, me verás pero aquí… Esta es mi casa, y si quieres puedes venir todos los días cuando salgas del curso.

—Voy a extrañar no verte… No puedo creer que mi hermano  hiciera eso.

—Lo hizo y si sigue molestándome lo meteré en prisión. Pero no pienses en eso, has venido, estás aquí preciosa y quiero que te quedes…

Estaba entre sus brazos y se besaron, se quedaron abrazados hasta que llegó el almuerzo.

Era una tentación que estuviera allí, tan cerca, se moría por desnudarla y devorarla pero ella lo había detenido. Dijo que quería esperar. ¿Por qué siempre quería esperar?

—Renzo, quisiera hablar contigo… Quiero que me digas la verdad. Por favor—le pidió entonces.

Él la miró alarmado, inquieto pero lo disimuló.

—Mi hermano dijo que tú … No es porque él lo dijera pero he notado que bebes y en la portátil había algo relacionado con las drogas y yo no quiero estar con alguien que se droga y lleva una vida escandalosa.

Él iba por el segundo vaso de vino y se preguntó si esa chica rusa no necesitaría beber a veces para soltarse un poco.

—Ya no uso drogas y tampoco soy un alcohólico, tu hermano exageró, lo hizo para asustarse. Y en cuanto a lo que viste en las revistas, bueno, mi familia tiene dinero, así que si me ven con una chica llamativa me sacan fotos y luego inventan historias. Pero estuve a punto de morirme sí, por una sobredosis, mi vida era un caos, mi madre había muerto de cáncer y no fue sencillo… fue un infierno en realidad. Algo de lo no quiero ni acordarme.

Los ojos de la joven se llenaron de lágrimas, pobrecito, ¡cuánto habría sufrido su novio!

—No te oculté esto—continuó mirándola fijamente—simplemente no me gusta hablar del pasado, ni de esa época.

—Lo lamento mucho, de veras, no quise hablar de esto pero necesitaba saber.

—Está bien, entiendo… Pero ya pasó, ahora soy un hombre distinto y no le hagas caso a tu hermano, sabes que me detesta y que siempre querrá perjudicarme, ensuciarme… No comprendo por qué, solo porque tengo dinero. Cada uno vive su vida cómo puede Irina, no siempre puedes tomar las decisiones más acertadas, pero de mi pasado nadie puede juzgarme porque nadie sabe lo que viví y lo único que importa ahora es el presente.

Ella lloró, dijo que no importaba, que no lo juzgaba, solo que quería saber más sobre él…

Él la abrazó y la besó.

—Está bien, no estoy enojado pero no escuches a tu hermano, no dejes que te gobierne, no tiene derecho… él sale con sus amigos, hace su vida y tú te quedas sola en el apartamento guardada con siete candados.

—Dimitri trabaja muchas horas, no sale con amigos, solo con su novia a veces.

Renzo sonrió de forma extraña, al demonio ese ruso, no le interesaba conocer su agenda solo buscar la manera de atraparla a ella…

—¿Entonces no regresarás? ¿No te veré en el apartamento?—preguntó ella con tristeza.

—Pero puedes venir aquí cuando quieras, vamos, no te pongas triste bella, podemos seguir lo nuestro con más privacidad… Ven aquí, tú me debes un beso preciosa, eres mi novia...

Ella sonrió cómplice y él fue más astuto y la sentó en sus piernas para tenerla más cerca y que sus caricias fueran más efectivas.

Irina respondía a él con timidez, bueno, no podía culparla, no sabía lo que era dejarse llevar por la lujuria todavía, estaba impaciente porque lo descubriera en sus brazos pero…

Ella siempre se alejaba, lo detenía pero ese día no se le escaparía.

—No, déjame, no quiero… Solo vine a conversar.

Irina lo detuvo en seco y él se sintió fastidiado. Siempre se le resistía, se le negaba y no entendía bien por qué, ¿realmente quería ser su novia? ¿Sabría que los llamados “novios” hacían el amor de vez en cuando?

Al oír esas palabras Irina enrojeció hasta las orejas y tomó su abrigo.

—¿Tu novia? Nunca me pediste que lo sea.

—Tienes razón, eres muy niña ¿sabes? Estás muy inmadura para una relación, temes al sexo y no entiendo bien por qué.  Parece que no confías en mí.

Ella no iba a responderle, no quería hacerlo.

—Tú no quieres una novia, tienes montones de chicas esperándote—dijo de pronto—Y yo no soy más que una extranjera, una chica que te gusta para dormir con ella y nada más.

—No digas eso. Irina, ¿por qué hablas así? Di mejor que no estás madura para un compromiso, o una relación sentimental adulta. No tengo quince años, tengo veintiocho y si salgo con una chica es para compartir momentos  no solo momentos de intimidad. Pero si no hay intimidad no podremos construir algo preciosa.

Sabía que estaba siendo precipitado y casi lamentó haberlo dicho, pero no podía evitar ser sincero. Había recibido demasiadas críticas ese día, dado explicaciones que no había deseado dar.

Ella comenzó a llorar y se fue, tomó su bolso y corrió a la puerta, no quería quedarse ni un minuto en su apartamento. Su cabeza parecía a punto de estallar, se sentía rechazada, reprendida y se preguntó por qué ese hombre la había buscado tanto si no era capaz de esperar ni darle tiempo.

Pero al llegar a la puerta no vio las llaves y notó que tenía un montón de cerraduras.

—Renzo por favor, la puerta está cerrada, ábrela…—gritó.

No tuvo respuesta y cuando fue hasta el comedor lo encontró sentado hablando por teléfono mientras bebía una lata de cerveza.

—Renzo, por favor.

Él fingió no escucharla, sonreía al teléfono como si hablara con una chica.

Irina estaba furiosa y se sentía una tonta, al final su hermano tenía razón, en algo tenía razón: ese joven no le convenía nada. ¿Y qué la ataba  a él, por qué demonios había ido a su apartamento? Debió imaginar para qué la había llevado.

Intentó dominarse, no podía hacer otra cosa, tuvo que esperar a que terminara de hablar y la mirara sin dejar de sonreír mientras decía:

—¿Volviste preciosa? Sabía que lo harías.

—Volví porque la puerta está cerrada y te pedí tres veces que me la abrieras—se quejó.

—¿Y si no te la abro, bebé? ¿Si decido que te quedes aquí conmigo?

Irina se puso pálida, era una broma por supuesto pero…

—Mi hermano sabe dónde vives.

La sonrisa del italiano se esfumó y sus ojos se oscurecieron de repente. —¿Y crees que le temo a ese oso de Rusia, ese gay encubierto?

—Mi hermano no es gay ni tampoco lo llames oso.

—Claro que es gay, sabes lo que es ¿no? Sale con un compañero de trabajo, un noruego rubio muy guapo. ¿No te ha hablado de él? Bueno, tal vez le da vergüenza.

—¿Por qué dices esas cosas? Mi hermano sale con una chica, Paola se llama, es italiana—suspiró cansada y furiosa—¿Por qué haces esto? Te ríes de mí, me persigues, me confundes y luego cuando no consigues lo único que quieres de mí me encierras y hasta me amenazas. Estás loco Renzo, loco y no quiero volver a verte, no vendré nunca más.

—Tranquila gatita de Siberia, vamos, cálmate, no digas cosas que luego puedes lamentar. Yo no te he ofendido ni te he tratado mal, solo he sido sincero, te he dicho las cosas como son en el mundo adulto. Pero claro olvidaba que tú aún eres una niña.

—No soy una niña, deja de burlarte—Irina se paró frente a él furiosa, casi sentía ganas de pegarle pero se contuvo.

Él la observó con expresión risueña y divertida mientras terminaba de beber su cerveza.

—No me burlo bebé, solo soy sincero, rayos. Mírate, eres una niñita que todavía no rompió el cascarón, que no se anima a vivir. Ven aquí bebé, deja de llorar…

Ella se resistió, gritó pero no pudo librarse del italiano, era fuerte y ahora quería besarla, besarla y saborear esa boca dulce, deliciosa.  Diablos, no quería dejarla escapar, no quería que otro le robara su tesoro de tierras heladas. Una chica rubia, preciosa, estaba un poco verde pero la culpa la tenía su hermano, había hecho lo imposible para separarlos.

—Déjame por favor, quiero volver a mi casa—le rogó.

—¿Y crees que voy a raptarte? Demonios, ¿por qué siempre crees lo peor de mí?

Irina no respondió y él se quedó mirándola con intensidad y deseo, no quería terminar, solo le daría un tiempo más… en realidad no había hecho otra cosa luego de que se propuso conquistarla.

Mejor no insistir, ni decir nada. Perdería la apuesta con sus amigos, llevaba tres meses y nada… solo unos besos.

Rayos, ¿qué importaba esa apuesta? Él era el que estaba perdido por esa chica, nunca antes había esperado tanto ni  volvería a tener tanta paciencia, estaba seguro.

Al ver que lloraba y se alejaba de él tomó su mano y la besó.

—Ven, te llevaré a tu casa preciosa.

Ella volvió a llorar durante el viaje, en silencio, sintiéndose mal. No sabía qué le pasaba, ese hombre no le convenía, había estado hablando con una chica, estaba segura… Una de esas chicas alegres y desenvueltas, modernas y atrevidas. No quería ni pensar que una de ellas lo besara ni…

—Bueno, hemos llegado, ven, te acompañaré hasta el apartamento.

Irina no quiso, tuvo miedo, no sabía si su hermano estaba en la casa.

—Aguarda, espera… —dijo.

Ella lo miró y él se le acercó y le susurró: no llores ragazza y luego ante su sorpresa le robó un beso.

Irina corrió preguntándose si volvería a verlo o si ese beso habría sido de despedida. De repente tuvo la sensación de que entraba en una cárcel y que todo se oscurecía a su alrededor, y lloró al ver que el auto se alejaba hasta desaparecer. Pero de pronto sintió su olor, cuando entró en el ascensor, o tal vez su perfume caro había quedado en sus ropas, pero estaba allí, a su lado. Renzo.

                                 *********

Una semana después se encontraron cuando salía del curso. Había sido una semana horrible para ella: lluvia, frío y la ausencia de Renzo la llenaron de angustia y melancolía, algo que no lograba entender.

Se dijo a sí misma que no lo llamaría, que no volvería a verlo.

Su hermano estuvo enfermo y eso también la deprimió, pilló una gripe nada importante pero le sorprendió pues él nunca se enfermaba. Faltó al curso para cuidarlo, a pesar de que Dimitri se opuso.

Fueron días tristes y de repente era lunes y no llovía, al fin podría salir del apartamento y reunirse con sus amigos del curso.

Le hacía bien estar con gente de su edad, charlar y salir un poco, también la ayudaba a no pensar en Renzo. Algo que parecía imposible a esa altura, no hacía más que recordar sus ojos, su voz, sus besos…

Estaba decidida a no volver con él.

Y en realidad no esperaba que él regresara tampoco y sin embargo… Pues no podía quitárselo de la cabeza, pensaba en él todos los días, sus primeros besos, y la primera vez que estaba con un hombre como su novia, o casi su novia…

Mejor sería concentrarse en los estudios de italiano, le estaba yendo muy bien. Lástima que su hermano no la alentara a buscarse un trabajo. Dijo que no había prisa, que primero estudiara o hiciera algún curso.

En el centro Kahn seguía mirándola y era muy atento con ella, no la invitaba a salir, parecía tímido pero había otros chicos que la miraban.

Pero Irina pensaba en Renzo y no alentaba que se acercaran a ella, ni siquiera a Kahn. Es que ya no le gustaba, parecía obsesionada con el italiano, no dejaba de pensar en él todo el tiempo aun sabiendo que no tenía futuro y que no le convenía esa relación.

Su hermano tenía razón.  Renzo no estaba interesado en ella, solo quería sexo como muchos hombres, buscaban una amante pero no había sentimientos ni tampoco…

Eso pensaba cuando lo vio a la salida del curso, parado frente a su auto. No dejaba de mirarla. Así era él: desaparecía por días, no llamaba ni nada y de repente iba a verla.

Y ella estaba algo cansada de esa relación, la hacía sentir insegura y tonta a veces, a ella le gustaba mucho ese joven sí, la atraía pero necesitaba sentir que podían construir algo, una relación, no casarse por supuesto, no era una casamentera pero…

No debía acercarse a él, o si lo hacía ignorarle.

Rayos, no hizo nada de eso, cuando pasó frente a él se detuvo y conversaron.

—Ven, demos un paseo, te llevaré a almorzar.

Guapo, perfumado y con ese perfume que la embriagaba no pudo negarse.

Aceptó ir con él. Almorzar juntos, charlar y beber cerveza…

—Te echo de menos preciosa…—dijo de pronto y tomó su mano despacio.

Esas palabras la hicieron llorar, ella también lo extrañaba y cuando estaban en su apartamento se encerraron para besarse, para estar juntos.

Él nunca la había apurado, es decir, solían quedarse en la cama viendo películas, conversando y se besaban sin que por ello tuvieran que llegar más lejos pero ese día estaba mareada y sintió algo muy extraño cuando de repente sintió que estaba sobre ella y ese beso era profundo y apasionado. Su lengua ardiente invadía su boca, la ocupaba por completo mientras Irina sentía que estaba con un hombre, un hombre que ardía de deseo por tenerla… besos y caricias y de pronto voló su blusa y deslizó su falda dejándola en ropa interior blanca de encaje.

Él gimió al ver sus pechos redondos y llenos, naturales y prisioneros de un bracier en forma de copa, quería liberarlos, eran perfectos y sin poder contenerse atrapó uno con su boca y comenzó a succionar despacio.

Ahora ella gemía desesperada sin saber qué le pasaba pero se sintió húmeda y anhelante.

Debió detenerle, no debía seguir pero no podía resistirse, quería hacerlo.

Con sus pechos liberados y firmes, endurecidos por sus caricias ahora solo quedaban sus bragas y él se las quitó lentamente  mientras aspiraba su aroma dulce y femenino.

Pero ella temblaba y lo miraba desconcertada y sonrojada a la vez. Él se moría por llenarla de besos y le pidió que cerrara los ojos.

Irina obedeció y se relajó, y él se quitó la remera y el pantalón liberando su inmensa virilidad inflamada. No podía creer lo que estaba pasando y temía que ella se arrepintiera, que se asustara…

Tal vez por eso no le preguntó como hacía siempre, pero quería lograr que estuviera lista, era virgen y quería darle una primera vez inolvidable.

Se acercó a su monte que se veía pequeño y cerrado cubierto de vello rubio y lo besó con suavidad, rosados y húmedos esos labios pedían a gritos ser besados y no pudo contenerse.

Ella se estremeció y gritó pero no lo detuvo, no pudo hacerlo y él siguió sabiendo que lo estaba haciendo bien y que su virgen respondía y despertaba deleitándolo con su respuesta. No podía dejar de besarla de perderse en su tesoro y despertarla y prepararla para la soñada cópula.

Tenía mucha experiencia y sabía tocar los puntos más estratégicos, sus amigas se volvían locas cuando él las enloquecía con su inmensa lengua, no había nada que le gustara más que esos juegos. Y luego desesperado la envolvió entre sus brazos para sentir su calor y prolongar un poco más ese momento.

Y entonces miró sus ojos y notó que estaba asustada, confundida pero no lo había detenido y atrapó sus pechos para besarlos de nuevo, y sus labios que ahogaron un quejido cuando entró en su vientre estrecho. Irina se quedó inmóvil y mareada por las oleadas de sensaciones nuevas. Estaba en ella, esa inmensidad había vencido cualquier barrera y ahora se acoplaba a su sexo y la sensación era grandiosa…

Ella nunca imaginó que sería así y sabía que era más que deseo, él la había despertado y empujado a la lujuria, al descontrol y ya no pensaba si estaba bien ni en las consecuencias, quería ser su mujer y quería que él fuera su primer amante.

Sintió que estaba en su cuerpo y pensó que era maravilloso y que nunca en su vida podría olvidar ese momento, fundidos, unidos en cuerpo y alma. “Te amo” susurró en su idioma pero él no comprendió que decía y sonrió, diablos, no sabía cómo se decía en italiano pero su mirada lo decía todo.

—¿Estás bien, preciosa?—le susurró.

Ella asintió emocionada y él la retuvo un poco más. Debía cuidarse, imaginó que esa chica no tomaba pastillas ni nada, tampoco le había preguntado. Ese pensamiento fue algo fugaz estaba tan excitado y embriagado de ella que no quiso que nada pusiera fin a ese momento. Rayos, no pasará… Y si pasa será divertido tener un bebé… Al menos ella no pensaría en abandonarlo como antes dijo mientras la llenaba con su simiente y gemía como un loco, qué fuerte era, qué fuerte había sido todo. Vaya, casi había olvidado lo que era hacer el amor, y ahora lo sabía, abrazado a esa jovencita tan tierna, tan dulce…

Volvieron a hacerlo, estuvieron toda la tarde en la cama hasta llenarla con su última gota de placer, y ni aún entonces se sintió saciado y satisfecho. Quería que se quedara y cuando Irina se alejó al baño cubierta con una manta deseó atraparla y que regresara a la cama pero no pudo, ella se escabulló con prisa.

Cuando regresó a su lado poco después él le quitó la manta porque quería verla, era una chica preciosa, hermosa y algo regordeta pero era perfecta, tan dulce…

Se moría por hacerle el amor de nuevo pero ella descubrió que se había hecho la noche y se asustó. Debía regresar, su hermano se preocuparía…

—Quédate, luego te llevo, ven aquí, déjame mirarte…

No pudo escapar, atrapó sus labios y llenó su boca de besos al tiempo que atrapaba sus caderas para llenar su vientre con su miembro inmenso, insaciable, hacía tiempo que no sentía un deseo así, que no se desesperaba tanto por poseer a una mujer tantas veces en un día…

Después de esa noche comenzaron a verse con frecuencia, a escondidas, luego del curso y los días que no tenía curso.

Nada más entrar en el apartamento él la besaba y la arrastraba a la cama para hacerle el amor. Todos los días y ella nunca se negaba porque quería hacerlo, quería aprender en sus brazos todo sobre el sexo.

Pero él fue muy despacio, no había prisa por enseñarle, solo quedarse en su cuerpo durante horas y embriagarse de sensaciones nuevas, frescas, de pronto se sintió como un adolescente enamorado, como si no hubiera tocado una mujer en años y sabía la razón… Sí, la sabía…

A pesar de su timidez Irina se entregaba a él sin reservas.

Ciertas caricias la avergonzaban un poco pero él le hizo entender que en esa cama no había nada prohibido y que todo lo placentero para ambos era fundamental para disfrutar del sexo con plenitud. Y para él llenarla de besos era una parte importante del ritual, vital, y necesario, esperaba despertarla pero sin prisas.

Nada debía ser forzado sino placentero y  a ella le gustaba, la volvía loca  a veces y la dejaba más que ansiosa de recibirle en su vientre. Disfrutaba mucho cuando la tomaba porque se sentía su dueño y quería vivir cada sensación de ese roce duro y profundo sintiendo que su miembro era cautivo del placer. Esa rubia era fuego, a pesar de su inexperiencia lo excitaba tanto, lo volvía loco cuando se movía y gemía, cuando lo apretaba en su vientre y contra su pecho como si nunca quisiera dejarlo ir, nunca… Se entregaba a él por entero, apasionada y tierna, enamorada…

Y era un placer para él estallar en su cuerpo, sin barrera, sin precauciones. Como los antiguos hippies, como los amantes que vivían el momento como si fuera el último, sin hacer planes y cuando lo hizo la atrapó para que su semen llegara al fondo y ni una gota escapara…

Y ella se estremeció y todo su cuerpo estalló en un orgasmo múltiple y desesperado tan fuerte que quedó rendida, exhausta y feliz en sus brazos.

Se besaron y rodaron por la cama y él besó sus labios, satisfecho y sin salir de su cuerpo le susurró que la amaba en su idioma. “Te amo preciosa” y ella lo miró con lágrimas en los ojos emocionada.

Y repitió sus palabras y se besaron, rieron felices…

Pero algo la inquietaba, Irina temía quedar embarazada y se lo dijo. No podía ir al médico porque no quería que la revisaran y tampoco sabía cómo conseguir las pastillas.

Él sonrió y acarició sus mejillas.

—No temas preciosa, no quiero que tomes esas cosas, no son buenas, son hormonas que te alteran y no quiero que… Una tía murió por tomar tantas pastillas, tuvo un ataque cerebral.

Irina se asustó al oír eso, no lo sabía, había buscado la forma de conseguirlas porque no quería quedarse embarazada, era tan joven y era muy pronto, en el futuro tal vez…

—No te preocupes, si te quedas embarazada lo tendremos pero ahora no pienses en eso, no todas las mujeres quedan embarazadas en seguida.

—Pero tú puedes cuidarte.

Sí, podía cuidarse y no lo había hecho, era un desalmado.

—¿Cuidarme con una chica virgen recién estrenada en mi cama? Ni loco haré eso. Solo me cuidé antes, cuando salía con rameras…—sonrió—Pero no te preocupes, buscaremos algo natural, algo que no te haga daño.

Él lo averiguaría, tenía un amigo médico. Prometió ayudarlo.

Ella lo miró perpleja, ¿había salía con rameras o era una forma despectiva de expresarse? Había que reconocer que por momentos su novio era brutalmente sincero.

—Pero todos los hombres usan preservativo—insistió ella.

—No todos, bueno, cuando sales con chicas ligeras sí por supuesto pero tú eres mi novia y eres decente y me gusta hacerlo así, sentirte… 

Ella no entendía por qué no quería cuidarse, habría sido más sencillo, pero él dijo que no se preocupara.

—No todas las chicas son fértiles, muchas tardan meses y años en quedarse embarazadas. La ciudad está volviendo estériles a las mujeres, eso y el estrés, lo leí en un artículo—aseguró él como si fuera catedrático en la materia. Solo porque tenía un amigo que tardó años en dejar embarazada a su mujer, años sin cuidarse, desesperados por tener un bambini…

—¿Y tú crees que podemos hacerlo así sin que pase nada?—dijo.

—No lo sé, pero no importa, me encantaría tener un bebé contigo preciosa, darte algo que nunca pudieras olvidar…

—Yo nunca voy a olvidarte Renzo, no sé por qué dices esas cosas.

No quería quedarse embarazada y no compartía su visión despreocupada de la vida, tal vez él creyera que le encantaría tener un hijo juntos pero luego, cuando se enfrentara a la verdad podía cambiar de opinión.

Y su hermano la mataría, por decir algo, en realidad se sentiría muy defraudado y ella era muy joven para tener un hijo…

De pronto vio la hora, eran más de las siete, debía irse.

Cada vez se le hacía más difícil despedirse, le gustaba tanto estar con él.

Él la retuvo cuando comenzó a vestirse con prisa.

—Es tarde, no puedo quedarme más.

—Sí puedes… Solo tienes que querer…Ven aquí—dijo y la besó.

Ella se resistió, no hacía más que mirar su reloj. Su hermano.

—¿Es por él, verdad? Tu hermano. Siempre haces lo que él quiere y no deseas que se entere…

—No es eso pero, no quiero que se preocupe.

—¿Y si no te deja verme más? Si te lleva lejos y nunca más ….—esa idea lo volvió loco, porque intuía que haría cualquier cosa para separarlos.

Ella sonrió y lo besó.

—Eso nunca pasará, mi hermano no hará eso y yo no lo permitiré.

—Él me odia preciosa, no lo olvides y debe sospechar que nos vemos y también que hemos estado juntos en la intimidad. Y no creo que le guste.

—Tal vez no, pero no puede prohibirme que te vea. No lo permitiré.

Entonces su novio le pidió que se quedara a vivir con él. Había dejado todo: bebida, amigas, y salidas con otras chicas, todo para estar con ella.

Irina no se atrevió, pensó que su hermano se enojaría y no quería pelear con él.

—¿No te gustaría vivir aquí? Podrás seguir con el curso y trabajar para mí si quieres. No es necesario por supuesto, solo si quieres.

Irina vaciló, ¿vivir juntos como si fueran esposos? Le gustaba la idea, estarían todo el día en la cama pero…

—Ven aquí, no te vayas, voy a encerrarte para que no te escapes, preciosa.

Ella sonrió cuando él la abrazó por detrás y apretó sus pechos mientras besaba su cuello susurrándole: —Quédate bebé, te haré volar otra vez, ya verás todo lo que voy a hacerte.

Irina rió pero ese día no se quedó. No podía mudarse sin su oso Aleksi y sus ropas. Especialmente sin su oso…

—Entonces hazte la maleta y trae a tu oso—dijo él—¿Cuándo vendrás?

—¿Estás seguro de que quieres verme siempre? Tal vez te aburras o…

—Estoy seguro preciosa, nada me ilusiona más que tenerte aquí conmigo—respondió envolviéndola entre sus brazos.

Sabía que le haría el amor de nuevo, no quería dejarla ir, cada vez era más difícil para él separarse, llevarla de regreso a su casa. Comenzaba a sentir la soledad de su casa, de su vida sin Irina.

Ni siquiera él podía creer que ya no llamara a sus amigas para tener una noche de sexo salvaje ni tampoco acompañara a sus amigos en sus fiestas privadas.

“Hey te estás convirtiendo en un tortolito, todo el día persiguiendo a esa chica” le decían. Se reía, no le importaba, quería estar con ella salir de juerga no le atraía.

Lo único que le inquietaba ahora era ese ruso, temía que estuviera tras sus pasos tramando algo para separarlos. Debía imaginar que estaban juntos y no le haría ni pizca de gracia.

De pronto sintió que se volvería loco si la perdiera.

Irina se había convertido en una parte fundamental de su vida.

Diablos, estaba enamorado y si ese ruso se la llevaba a su país que era un sito enorme dónde cualquiera podía desaparecer en un santiamén…

Mientras manejaba a su apartamento pensaba estas cosas mientras acariciaba su cabello. La rusa era una chica preciosa, un ángel y lo amaba, no tenía dudas de eso… Y él también, desde que la vio con las trenzas rubias gritando por su oso de felpa en el aeropuerto. Ahora todo había cambiado, la había seducido, conquistado pero tenía miedo. Mucho miedo de perderla por eso le dijo:

—No dejes de llamarme preciosa y si tu hermano dice que no debes verme de nuevo… solo llámame y vendré a buscarte.

Irina sonrió, habían llegado a su apartamento y se sentía tan cansada que apenas podía dar un paso más.

—Mi hermano no es un monstruo, por favor, deja de pensar que me encerrará en un lugar para que no te vea. Él sabe que salimos, o sospecha y no me dice nada… En serio. ¿Qué va a decirme? Lo que le preocupa es que termine el curso y estudie, nada más.

—Pero él quiso que me alejara de ti, te mostró esas fotos para que te desilusionaras y fue  a mi apartamento a darme una paliza. Yo no lo olvido. Nunca dejará de odiarme y temo que haga algo para separarnos.

Ella se acercó y lo besó, debía irse.

—No pienses en eso, ya pasó, fue al comienzo, él tenía miedo… Ponte en su lugar, soy su hermana menor y siempre han cuidado de mí, él siempre me ha cuidado… Si tuvieras una hermana tú también te preocuparías. Lo importante es que yo sé que no es así. Confío en ti, solo te pido que controles la bebida, que no bebas ni fumes tanto, eso te hace mal, llenas tus pulmones de nicotina y tienes esa tos…

Irina estaba preocupada por su novio, temía que el cigarro terminara enfermándolo y la bebida, bebía menos que antes pero un nevera estaba llena de latas de cerveza y comida chatarra. No se cuidaba nada, como si le diera igual.

—Dejaré de fumar si te vienes a venir a casa principessa rusa—le dijo entonces.

Oh, vaya, ¡qué promesa la suya!

—¿De veras?

—Sí, lo prometo. Dejaré el vino y solo beberé alguna cerveza y me olvidaré del cigarro si te vienes a casa ahora—Renzo la miró con intensidad y ella se sonrojó tentada.

—¿Ahora?

—Está bien, te daré unos días, una semana…

Irina dijo que lo pensaría pero en realidad le daba un poco de miedo mudarse con Renzo, no se sentía segura. Estaba cómoda en su apartamento, viviendo con su hermano y no sabía si resultaría. En ocasiones notaba que él se volvía un poco posesivo, esa era la palabra y había algo más que la preocupaba.

Había hablado el otro día con su amiga brasileña del instituto: Gissel y esta le dijo que debía darse una inyección para evitar los embarazos, que lo que hacía con su novio era jugar a la ruleta rusa y hasta ahora le había salido bien pero…. Podía fallar.

Una vez sola sin cuidarse alcanzaba para quedarse embarazada y ella no quería que eso pasara.

¿Pero dónde conseguir esa inyección?

Debía ir al médico.

Gissel se había ofrecido a acompañarla pero a ella le daba mucha vergüenza.

Mientras pensaba en esto abrió la puerta y descubrió que su hermano había llegado antes del trabajo y se asustó.

Estaba cenando mientras miraba el canal de documentales para relajarse. La miró con fijeza absorto en sus pensamientos  y sonrió.

—Hola, pasa…. ¿Has comido? Hay un poco de pastel.

No tenía hambre, solo sueño, mucho sueño… pero se quedó a acompañarlo para que no comiera solo.

—¿Irina puedo hacerte una pregunta?—dijo de pronto.

Ella lo miró asustada.

Su hermano no dejaba de mirarla.

—Imagino que vienes del apartamento de ese hombre—era una afirmación.

Irina podía sentir su corazón palpitar enloquecido en esos momentos y sonrojada lo miró sin decir nada.

—Estás cuidándote, me imagino. Me refiero a que no puedes esperar fidelidad de ese hombre ni… ¿Has ido al médico?

—¿Por qué me dices estas cosas? No hablaré contigo de eso Dimitri, me avergüenzas—dijo al fin la jovencita.

—No te estoy interrogando ni tampoco te diré que lo dejes, aunque creo que sería lo más acertado solo te pregunto si has tomado precauciones para evitar las enfermedades de trasmisión sexual y los embarazos.

Irina no le respondió y corrió a encerrarse en su cuarto llorando, qué vergüenza había pasado, ¿por qué le decía esas cosas? Estar con Renzo era tan maravilloso y era un hombre sano, no tenía de qué preocuparse y en cuanto a lo demás, él dijo que no importaba si quedaba embarazada, que tendrían al bebé… Que luego la llevaría a un lugar para que comenzara a cuidarse.

Gissel también se lo había dicho pero el tiempo había pasado, los días y las semanas y ella seguía sin cuidarse.

Todo lo que le pasaba era nuevo para Irina, hacer el amor con su novio y luego pensar que debía ir al médico y no quería que el médico la examinara. Le daba mucha vergüenza que un extraño le hiciera preguntas y… le pidiera que se quitara las bragas. Nunca habría soportado semejante humillación.

Renzo le había dicho que las pastillas eran cancerígenas y le pidió que no las tomara. Algunas veces él se había cuidado sí pero no todas las veces. “Solo una vez sin nada, solo una vez…” le decía. A ella también le gustaba hacerlo así sin nada, en esos momentos perdía la cabeza, él la volvía loca y la empujaba al éxtasis, una y otra vez hasta quedar rendida, exhausta y satisfecha.

Pero estaba asustada. Tenía miedo.

Una cosa era pasar la tarde entera en la cama haciendo el amor, entregándose por completo y otra comprender que podía estar embarazada. La aterraba pensar esa posibilidad  y la asustaba tanto que seguía así: sin decidirse a actuar, aceptando que él se cuidara a veces y sin aceptar que Gissel la acompañara al médico.

La voz de su hermano la despertó de sus pensamientos:

—Irina, abre por favor. Tenemos que hablar, es urgente, no voy a reñirte solo quiero que sepas...

Ella abrió la puerta y él la notó distinta, pálida y también con los ojos rojos por haber llorado. Tal vez estaba asustada. Era muy joven y no estaba preparada para tener sexo en realidad pero claro, el italiano la había calentado y empujado a la lujuria. Una chica guapa no podía vivir tranquila en Italia sin que uno de esos se le acercara y… hiciera de las suyas.

Pero ahora el problema era otro. Que ella se cuidara.

—Irina no voy a prohibirte que tengas un novio ni te diré que abandones a ese hombre. Sabes lo que pienso de esta relación pero mañana iré contigo al médico.

—Al médico, ¿por qué?

—Para que comiences a cuidarte como debe ser.

—No es necesario Dimitri, él se cuida… Lo hace.

—¿Se cuida? Vaya… ¿Y lo hace siempre?

Ella no le respondió, estaba harta de mentirle a su hermano pero tuvo miedo de que se enfureciera si sabía la verdad así que dijo que sí se cuidaba.

—Pues no te fíes de ese hombre, sospecho que es un descuidado y que no le importa si te deja embarazada. Irina no esperes que esta relación se convierta en matrimonio, solo cuídate por favor, porque si llegas a quedar embarazada él no se hará cargo de ese niño. No lo hará, solo quiere divertirse. Y creo que debes ser tú quien se cuide, mañana te llevaré al médico.

—No, no iré…

—Irina, si vas a dormir con un hombre debes actuar como adulta y enfrentar las consecuencias. Es por tu bien, no puedes confiar en ese tipo, es un egoísta que… Está bien, olvidemos a Ravelli, es por ti, tú me preocupas, es tu vida la que quedará arruinada.

Su hermana lloró y entre lágrimas dijo que no iría a un doctor, que no quería que ningún extraño la examinara y no lo permitiría.

—¿Y por qué piensas que ese médico hará eso? Además es un doctor, no un pervertido y es su trabajo.

—Pero Gissel me dijo que te hace subirte a una silla y luego… Claro tú no sabes cómo es, eres hombre.

—Bueno, entonces puedes pedir que no te examine, solo pide que te recete una píldoras anticonceptivas.

No, no lo haría, no tomaría ninguna pastilla Renzo le había dicho que traían cáncer…