La segunda serie
La serie para la matriz
Según don Juan Matus, uno de los intereses más concretos de los chamanes que en la antigüedad vivieron en México es lo que denominaban la liberación de la matriz. Explicaba que la liberación de la matriz entraña el despertar de sus funciones secundarias y que, puesto que en circunstancias normales la función primaria de la matriz es la reproducción, a los chamanes solo les interesaba lo que consideraban su función secundaria: la evolución. En el caso de los brujos, la evolución de la matriz es el despertar y el aprovechamiento pleno de su capacidad para procesar conocimientos directos, es decir, la posibilidad de asimilar datos sensoriales e interpretarlos directamente, sin el auxilio de los procesos de interpretación que todos conocemos.
Los chamanes opinan que el momento en que los practicantes dejan de ser seres socializados para reproducirse y se convierten en seres capaces de evolucionar es aquel en que adquieren conciencia de ver la energía como fluye por el universo. Consideran que, en virtud de los efectos de la matriz, las mujeres ven directamente la energía con más facilidad que los hombres. También creen que, en condiciones normales y al margen de la disposición que muestran las mujeres, es casi imposible que tanto ellas como los hombres se vuelvan deliberadamente conscientes de que ven la energía de manera directa. Esta imposibilidad responde a algo que según los chamanes es una parodia: no hay nadie que indique a los seres humanos que es natural que vean directamente la energía.
Los chamanes insisten en que, como tienen matriz, las mujeres son tan polifacéticas e individualistas en la capacidad de ver directamente la energía que este logro, que debería considerarse un triunfo del espíritu humano, se da por supuesto. Las mujeres no son conscientes de su capacidad. En este sentido, los hombres son más hábiles. Como les resulta más difícil ver directamente la energía, cuando lo logran no lo dan por supuesto. Por consiguiente, fueron los chamanes quienes establecieron los parámetros de la percepción directa de la energía e intentaron describir este fenómeno.
Cierto día don Juan me dijo:
—La premisa básica de la brujería descubierta por los chamanes de mi linaje, que vivieron en México en la antigüedad, sostiene que somos percibidores. La totalidad del cuerpo humano es un instrumento de percepción. Sin embargo, el predominio de lo visual da a nuestra percepción el modo global de los ojos. Según los antiguos chamanes, este modo no es más que la herencia de un estado puramente depredador. El esfuerzo de los antiguos chamanes, perpetuado hasta nuestros días, iba dirigido a situarse más allá de la esfera del ojo del depredador. Imaginaron que el ojo del depredador es visual por excelencia y que la esfera situada más allá es la de la percepción pura que no está orientada hacia lo visual.
En otra ocasión don Juan comentó que la manzana de la discordia de los chamanes del antiguo México radicaba en que las mujeres, que poseen la estructura orgánica —la matriz— que facilitaría su ingreso en la esfera de la percepción pura, no muestran el menor interés por utilizarla. Les resultaba paradójico que la mujer tuviese a su disposición un poder infinito y no se interesara por conseguirlo. Don Juan estaba convencido de que esta falta de deseo de hacer algo no era natural, sino adquirida.
El objetivo de los pases mágicos para la matriz consiste en proporcionar a las practicantes de la Tensegridad la sensación —que debe ser algo más que un cosquilleo intelectual— de que existe la posibilidad de anular las consecuencias de la socialización nociva que las vuelve indiferentes. En este punto se impone una advertencia: don Juan Matus aconsejaba a sus discípulas que avanzaran con mucho cuidado en la práctica de estos pases mágicos. Se trata de pases que fomentan el despertar de las funciones secundarias de la matriz y los ovarios, funciones que consisten en la asimilación y la interpretación de datos sensoriales.
Don Juan decía que la matriz es la caja percibidora. Al igual que otros chamanes de su linaje, estaba convencido de que, si se apartan del ciclo reproductor, la matriz y los ovarios se convierten en herramientas de percepción y, ciertamente, en el epicentro de la evolución. En su opinión, el primer paso de la evolución consiste en la aceptación de la premisa según la cual los seres humanos somos percibidores. Siempre insistía en que era lo primero que había que hacer.
—Ya sabemos que somos percibidores. ¿Qué más podemos ser? —solía preguntarle con tono de protesta cada vez que reiteraba la cuestión.
—¡Piensa un poco! —replicaba infatigablemente—. La percepción desempeña un papel insignificante en nuestras vidas y lo único que realmente sabemos que somos es percibidores. Los seres humanos asimilan energía en general y la convierten en datos sensoriales. Luego los interpretan para incorporarlos al mundo de la vida cotidiana. Nosotros denominamos percepción a esa interpretación. Como ya sabes, los chamanes del antiguo México tenían el convencimiento de que la interpretación tiene lugar en un punto de intenso brillo, el punto de encaje, que descubrieron cuando vieron el cuerpo humano como un conglomerado de campos de energía semejante a una esfera de luminosidad. La ventaja de las mujeres radica en su capacidad de trasladar la función interpretativa del punto de encaje a la matriz. Es imposible hablar del resultado de esta función de transferencia; y no se debe a que esté prohibido, sino a que resulta indescriptible. Dado que esta capacidad encubierta existe y remite desde el nacimiento hasta la muerte y jamás se utiliza, la matriz se encuentra en un estado francamente caótico. La función interpretativa nunca deja de actuar y, a la vez, jamás se ha trasladado al nivel de la plena conciencia.
Don Juan tenía la certeza de que, por medio de los pases mágicos, los chamanes del antiguo México habían elevado al nivel de la conciencia la capacidad interpretativa de la matriz de las mujeres que los ejecutaban y, de esta forma, habían desencadenado un cambio evolutivo, es decir, habían logrado que la matriz dejara de ser el órgano de la reproducción para convertirse en la herramienta de la evolución.
El hombre moderno define la evolución como la capacidad de las diversas especies de modificarse a través de los procesos de la selección natural o de la transmisión de características hasta que reproducen con éxito en sus vástagos los cambios que han introducido en sí mismas.
Desde la fecha de su formulación —hace más de un siglo— hasta nuestros días, la teoría evolutiva sostiene que el origen y la perpetuación de una nueva especie animal o vegetal responde al proceso de la selección natural, que favorece la supervivencia de individuos cuyos caracteres permiten que se adapten mejor al medio ambiente, y que la evolución se debe a la interacción de tres principios: en primer lugar, la herencia, la fuerza de conservación que transmite formas orgánicas semejantes de una generación a otra; en segundo lugar, las variaciones, las diferencias que están presentes en cualquier clase de vida; y, por último, la lucha por la existencia, que determina las variaciones que proporcionan ventajas en un ambiente determinado. El último principio ha dado origen a una frase que todavía se utiliza: «la supervivencia de los más aptos».
En cuanto teoría, la evolución presenta grandes paradojas: quedan muchísimas dudas pendientes. En el mejor de los casos se trata de un proceso abierto para el que los científicos han creado esquemas clasificatorios, es decir, taxonomías que les dejan tranquilos. De todos modos, sigue en pie el hecho de que se trata de una hipótesis con muchas lagunas. Lo que sabemos sobre la evolución no nos explica qué es.
Don Juan Matus consideraba que la evolución es el producto del intento a nivel muy profundo. En el caso de los chamanes dicho nivel se caracteriza por lo que denominaban el silencio interior.
Al describir este fenómeno don Juan solía decir:
—Por ejemplo, los chamanes están seguros de que los dinosaurios volaban porque intentaron volar. Lo que resulta tan difícil de comprender y, sobre todo, de aceptar, es que las alas solo son una manera de volar, en este caso, la solución de los dinosaurios. Pero no se trata de la única solución posible. Solo es aquella a la que podemos acceder por imitación. Los aviones vuelan con alas que imitan a los dinosaurios, tal vez a causa de que el vuelo no ha vuelto a intentarse desde la época de los dinosaurios. Quizás adoptaran las alas por considerarlas la solución más sencilla.
Don Juan opinaba que, si lo intentáramos ahora, no sabríamos qué otras opciones de vuelo existen además de las alas. Insistía en que, puesto que el intento es infinito, no existe forma lógica en la que la mente, siguiendo procesos de deducción o inducción, calcule o determine cuáles son las otras opciones de vuelo.
Los pases mágicos de la serie de la matriz son muy potentes y deben practicarse con moderación. En la antigüedad los hombres estaban excluidos. En época más reciente los chamanes han mostrado la tendencia a generalizar los pases mágicos, y así surgió la posibilidad de que también sirvan a los hombres. De todas maneras, se trata de una posibilidad muy delicada que exige una práctica minuciosa y altas dosis de concentración y determinación.
En virtud de los potentes efectos, los practicantes de la Tensegridad que enseñan los pases mágicos han optado por ejecutarlos rozando apenas los genitales con la energía que generan. Esta medida ha bastado para proporcionar un estímulo beneficioso sin provocar consecuencias profundas o deletéreas. Don Juan explicaba que, en cierto momento, los chamanes de su linaje permitieron que los hombres practicasen estos pases mágicos por la posibilidad de que la energía que engendran despierte la función secundaria de los órganos sexuales masculinos. Decía que los brujos opinaban que la función secundaria de los órganos sexuales masculinos no se parece en nada a la de la matriz y que es imposible que se lleve a cabo la interpretación de los datos sensoriales porque dichos órganos cuelgan en el exterior de la cavidad del cuerpo. En estas circunstancias, llegaron a la conclusión de que la función secundaria de los órganos sexuales masculinos corresponde a algo que denominaron apoyo evolutivo: una especie de trampolín que catapulta a los hombres y los lleva a realizar hazañas extraordinarias de lo que los chamanes del antiguo México denominaban intento inflexible o propósito y concentración lúcidos.
La serie para la matriz se divide en cuatro secciones que corresponden a las tres discípulas de don Juan Matus —Taisha Abelar, Florinda Donner-Grau y Carol Tiggs— y al Explorador Azul, que nació en el mundo de don Juan. La primera se compone de tres pases mágicos correspondientes a Taisha Abelar; la segunda, de un pase mágico directamente relacionado con Florinda Donner-Grau; la tercera, de tres pases mágicos exclusivamente vinculados con Carol Tiggs, y la cuarta, de cinco pases mágicos pertenecientes al Explorador Azul. Aunque la Tensegridad permite que cualquiera los ejecute, siguen caracterizándose por la clase de persona que es cada una de las cuatro mujeres.
El primer grupo:
Pases mágicos correspondientes a Taisha Abelar
Los tres pases mágicos de este grupo acumulan energía para la matriz, energía que recogen de seis zonas concretas: las partes anteriores izquierda y derecha del cuerpo y los lados izquierdo y derecho del cuerpo a la altura de las caderas, detrás de los omóplatos y por encima de la cabeza. Según la explicación de los chamanes del antiguo México, la energía más adecuada para la matriz se acumula en dichas zonas y los movimientos de estos pases mágicos son las antenas adecuadas que captan exclusivamente esta clase de energía.
1. Extraer energía de la parte anterior del cuerpo con los dedos índice y corazón
Fig. 95
Fig. 96
La primera sensación que los practicantes de la Tensegridad buscan al ejecutar este pase mágico consiste en la presión en los tendones del dorso de la mano, sensación que se experimenta abriendo tanto como se pueda los dedos índice y corazón mientras uno los tiene totalmente extendidos. El anular y el meñique se curvan sobre la palma y el pulgar los mantiene en su sitio (fig. 95).
El pase mágico comienza cuando uno coloca el pie izquierdo delante del cuerpo, formando una T, perpendicular al derecho. El brazo y la pierna izquierdos dibujan una serie de movimientos circulares sincronizados hacia delante. La pierna gira elevando la eminencia metatarsiana y luego todo el pie. Se da un paso adelante en el aire y se apoya el talón, con los dedos hacia arriba, mientras el cuerpo se inclina y crea presión en el músculo de la parte delantera de la pantorrilla izquierda.
Fig. 97
Simultáneamente el brazo izquierdo gira hacia delante por encima de la cabeza y traza un círculo completo. El índice y el corazón están totalmente extendidos y la palma mira a la derecha. A lo largo del movimiento se debe mantener la presión máxima en los tendones del dorso de la mano (fig. 96). Al final del tercer movimiento circular del brazo y el pie se debe dar una pisada enérgica, apoyar todo el pie en el suelo y echar el peso del cuerpo hacia delante. Al mismo tiempo el brazo se extiende como si asestara una cuchillada, con el índice y el corazón totalmente extendidos y la palma mirando a la derecha. La totalidad de los músculos del lado izquierdo del cuerpo debe estar tensa y contraída (fig. 97).
Como si uno dibujara, se realiza un movimiento ondulatorio con los dedos extendidos que apuntan hacia delante, una especie de letra S tumbada. Se curva la muñeca para que los dedos apunten hacia arriba al terminar la S (fig. 98). Se gira la muñeca para que los dedos apunten nuevamente hacia delante y, de derecha a izquierda, se corta la S por la mitad con un golpe horizontal del índice y el corazón. La muñeca se vuelve a doblar para que los dedos señalen hacia arriba y, con la palma vuelta hacia la cara, se hace de izquierda a derecha un movimiento abarcador. Se gira la palma para que mire hacia fuera mientras el brazo se desliza de derecha a izquierda. El brazo izquierdo se acerca a la altura del pecho y, con los dedos totalmente extendidos y la palma de la mano hacia abajo, se ejecutan dos movimientos de cuchillada hacia delante. La palma vuelve a girar hacia la cara y, al igual que antes, se desliza la mano de izquierda a derecha y de derecha a izquierda.
El cuerpo se inclina ligeramente hacia atrás y se traslada a la pierna retrasada. Se agarrotan los dos dedos y se extiende la mano a la altura de la cintura, por delante del cuerpo, como si quisiese uno aferrar algo; se contraen los músculos de los tendones del antebrazo y la mano como si por la fuerza se extrajera una sustancia densa (fig. 99). Se vuelve a colocar la mano agarrotada al lado del cuerpo. Se extienden totalmente los dedos; se encaja el pulgar y los dedos se separan a la altura del corazón y el anular, formando una V que, en el caso de las mujeres, debe rozar la matriz y, en el de los hombres, los órganos sexuales (fig. 100).
Fig. 98
Fig. 100
Fig. 99
Con salto rápido para cambiar de pierna, se coloca el pie derecho delante del izquierdo y se vuelve a formar una T. Se repiten los mismos movimientos con la pierna y el brazo derechos.
2. Saltar para agitar la energía dirigida a la matriz y aferraría con la mano
Fig. 101
El pase mágico comienza colocando el pie derecho perpendicular al izquierdo, con lo que se forma una T. Se da un golpecito con el talón derecho, que servirá de impulso para el ligero salto del pie derecho que termina cuando los dedos señalan hacia delante, seguido inmediatamente de un corto salto lateral del pie izquierdo que acaba con el talón apoyado en el suelo, perpendicular al pie derecho. El resto del pie toca el suelo y el peso del cuerpo recae sobre la pierna izquierda mientras el brazo izquierdo hace el movimiento de aferrar algo por delante del cuerpo con la mano agarrotada (fig. 101). La mano frota suavemente la zona del ovario izquierdo.
El golpecito con el talón izquierdo sirve de impulso para la secuencia de movimientos que es la imagen exacta de los precedentes.
La energía agitada por el movimiento de los pies de este pase mágico rebota hacia arriba, es alternativamente atrapada con una y otra mano y aplicada sobre la matriz y los ovarios.
3. Palmear energía en los ovarios
Fig. 102
Fig. 103
El tercer pase mágico comienza trazando con el brazo izquierdo un círculo sobre la cabeza, hacia atrás, en dirección a los omóplatos y nuevamente hacia delante hasta llegar a la altura del mentón, con la palma hacia arriba. La mano dibuja otro círculo que sube, se desplaza hacia la derecha, desciende hasta llegar a la cintura de este lado, asciende por encima de la cabeza y completa la figura del número ocho. La palma gira para que mire hacia delante (fig. 102). La mano baja con ímpetu, como si golpeara la zona que hay justo debajo del ovario izquierdo (fig. 103). A continuación se frota delicadamente dicha zona.
Se repiten los mismos pasos con el brazo derecho.
El segundo grupo:
Pase mágico directamente relacionado con Florinda Donner-Grau
Este grupo solo incluye un pase mágico que está perfectamente en consonancia con la personalidad de Florinda Donner-Grau. Don Juan Matus la consideraba tan clara y directa que a veces su franqueza resultaba insoportable. Como consecuencia de su sinceridad, las actividades que ha desplegado en el mundo del chamanismo siempre se han dirigido al objetivo de la evolución o transformación de la matriz de receptáculo y promotor de la fertilidad en órgano de la conciencia, a través del cual es posible procesar pensamientos que no forman parte de nuestras actividades cognitivas normales.
4. Garras de esfinge
Este pase mágico se inicia con una aspiración rápida y honda. Se espira decididamente con una enérgica sacudida de las muñecas en la parte anterior del cuerpo. Para conseguirlo se apuntan las manos claramente hacia abajo, formando ángulo recto con los antebrazos, mientras los dedos señalan el suelo y los dorsos de las manos, a la altura de las muñecas, sirven de superficie que golpea.
Las manos se elevan a la altura de los hombros, con las palmas hacia delante, en línea recta con respecto a los antebrazos. Se respira hondo. Las manos se mantienen en esta posición mientras el tronco gira a la izquierda. Con las palmas hacia abajo, las manos golpean a la altura de las caderas (fig. 104). Se espira enérgicamente. Se vuelven a levantar las manos por encima de los hombros mientras el tronco gira hacia delante y se respira hondo. El tronco gira hacia la derecha manteniendo las manos por encima de los hombros. A continuación se golpea con las dos manos, bajando las palmas hasta la altura de las caderas, a la vez que se espira.
Fig. 104
Fig. 106
Fig. 105
Las manos se desplazan hacia la derecha del cuerpo, con las palmas ligeramente ahuecadas y giradas hacia la izquierda, como si se recogiera un líquido. Los brazos se desplazan de derecha a izquierda y nuevamente a la derecha para dibujar delante del cuerpo la figura de un ocho tumbado. Para conseguirlo, en primer lugar se desplazan los brazos a la izquierda, se gira la cintura, se desplazan hacia la derecha y finalmente se gira la cintura en sentido contrario. Las manos ligeramente ahuecadas giran para mirar a la derecha, como si se siguiera recogiendo un líquido en la otra dirección (fig. 105).
Al terminar el ocho, la mano izquierda reposa en la cadera del mismo lado mientras el brazo derecho se desplaza hacia la derecha, pasa por encima de la cabeza, traza un amplio aro por la espalda y acaba cuando la mano vuelve a quedar delante, a la altura del mentón, con la palma hacia arriba. La mano no deja de moverse, dibuja otro aro hacia la izquierda y pasa por delante de la cara y por encima del hombro izquierdo. Después se desplaza en línea recta delante del cuerpo, a la altura de la cadera, y corta el ocho (fig. 106). La palma se acerca al cuerpo y se desliza sobre el ovario derecho, como si fuese un cuchillo que se enfunda.
Se ejecutan los mismos movimientos golpeando primero el lado derecho del cuerpo para que el brazo izquierdo realice el último movimiento.
El tercer grupo:
Pases mágicos exclusivamente vinculados con Carol Tiggs
Los tres pases mágicos del tercer grupo se relacionan con la energía que se encuentra directamente en la zona de la matriz, circunstancia que los vuelve extraordinariamente potentes. Se recomienda moderación a fin de que las sensaciones del despertar de la matriz sean manejables. De este modo evitarás la interpretación lineal de dichas sensaciones como dolores premenstruales o pesadez de ovarios.
Don Juan Matus explicó a sus tres discípulas que, una vez despertadas mediante los pases mágicos adecuados, las funciones secundarias de la matriz provocan una entrada sensorial de malestar, mientras que lo que tiene lugar a nivel energético es la afluencia de energía en el vórtice de la matriz. De repente en dicho vórtice cae energía que hasta entonces no se ha utilizado y ha permanecido en la periferia de la esfera luminosa.
5. Acumular energía sobre la matriz
El primer pase mágico comienza cuando se acercan las manos a la zona uterina. Se curvan claramente las muñecas, las manos se ahuecan y se señala la matriz con los dedos.
Fig. 107
Fig. 109
Fig. 108
Las manos se extienden para que las yemas de los dedos queden enfrentadas. Se traza un círculo amplio, primero hacia arriba y hacia fuera, para bajar a continuación, con las dos manos, y terminar justo encima de la matriz (fig. 107). Las manos se separan a la distancia del ancho del cuerpo (fig. 108) y se dirigen con ímpetu hacia el centro de la matriz, como si uno apretara una pelota dura. Se repite este movimiento juntando las manos como si se estrujase todavía más la pelota. Se la desgarra mediante un poderoso movimiento de las manos, que la aferran y la rompen (fig. 109). Las manos rozan la zona de la matriz y los ovarios.
6. Agitar y guiar energía directamente a la matriz
Este pase mágico comienza con una espiración mientras los brazos se extienden delante del cuerpo y los dorsos de las manos se tocan. Se respira hondo al tiempo que los brazos se alejan lateralmente y dibujan semicírculos que terminan cuando los antebrazos se tocan delante del cuerpo, a la altura del pecho. Los brazos quedan extendidos con los codos apenas doblados y las palmas miran hacia arriba. Se inclina ligeramente el torso mientras los antebrazos retroceden para anclar los codos en el plexo solar y los antebrazos se tocan alineados (fig. 110). Comienza una lenta espiración que ha de durar mientras se realizan los siguientes movimientos: se coloca el dorso de la muñeca izquierda sobre el interior de la derecha y se mueven los brazos hasta formar una X; las muñecas giran para que las palmas tracen un círculo hacia el cuerpo y vuelvan a mirar hacia delante sin romper la X formada por las muñecas; la mano izquierda debe quedar encima de la derecha (fig. 111). Se cierran los puños, separándolos con ímpetu (fig. 112), y al terminar la espiración se los aproxima a los ovarios.
Fig. 110
Fig. 112
Fig. 111
7. Arrancar energía nociva de los ovarios
La mano izquierda se coloca delante del cuerpo, con la palma hacia arriba. El codo forma ángulo recto y queda pegado a la caja torácica. Se extiende el índice y el corazón de la mano izquierda mientras el pulgar retiene los otros dos dedos en la palma. La mano derecha sujeta por debajo los dedos extendidos de la izquierda y los tironea como si arrastrara algo de la base y lo desplazase hacia las yemas (fig. 113). La mano derecha sacude enérgicamente lo que extrajo de los dos dedos mediante un golpe descendente con el dorso a la derecha del cuerpo. El pulgar izquierdo suelta los dedos que retenía y la mano adquiere forma de V, unidos el índice y el corazón, así como el anular y el meñique. La palma de la mano roza ligeramente la zona del ovario izquierdo. Se repiten estos movimientos con la mano derecha.
Fig. 113
Fig. 115
Fig. 114
Para realizar la segunda parte del pase mágico se inclina mucho el tronco. El brazo izquierdo cuelga entre las piernas, con el codo apoyado en la región umbilical. Se ejecutan los mismos movimientos que en la primera parte aunque en este caso la mano derecha debe aferrar por arriba los dos dedos extendidos de la izquierda (figs. 114 y 115). Se repite con la derecha.
El cuarto grupo:
Pases mágicos pertenecientes al Explorador Azul
Los pases mágicos de este grupo son la conclusión natural de la serie. Este grupo de pases se caracteriza por el modo impersonal. Las aspiraciones y espiraciones no son profundas, sino bruscas, y los movimientos van acompañados del siseo explosivo que produce el aire al salir.
El valor de los pases mágicos del Explorador Azul radica en la capacidad de proporcionar a la matriz la dureza que necesita para acceder a sus funciones secundarias y que, en el caso del Explorador Azul, pueden definirse fácilmente como la lucidez sin interrupciones. La crítica que los chamanes hacen a nuestro estado normal del ser consiste en que parece que siempre funcionamos con el piloto automático: decimos lo que no pretendíamos decir e ignoramos lo que no deberíamos ignorar. Dicho de otra manera, solo somos conscientes de lo que nos rodea durante períodos muy cortos. Casi todo el tiempo funcionamos por puro impulso o hábito y, en el fondo, dicho hábito equivale a no hacer caso de nada. Los chamanes del antiguo México creían que, en el caso de las mujeres, la matriz es el órgano que puede superar este atolladero, para lo cual necesita adquirir dureza.
8. Extraer energía con antenas de insecto
Fig. 116
Fig. 117
Se colocan los dedos índice y corazón a los lados del pecho, formando una V, mientras los pulgares retienen los otros dedos junto a las palmas que miran hacia arriba (fig. 116). Las palmas giran hacia abajo y los dedos se extienden por delante del cuerpo mientras se espira vivamente, con los dientes apretados y emitiendo casi un silbido (fig. 117). Se respira hondo mientras se acercan las manos a los lados del cuerpo con las palmas hacia arriba. Se repite otra vez este movimiento y se roza la zona de los ovarios con las palmas, separando los dedos entre el corazón y el anular.
9. Extraer en ángulo energía de los lados
Fig. 118
Fig. 119
Este pase mágico comienza girando sobre el pie derecho y adelantando la pierna izquierda para formar un ángulo de cuarenta y cinco grados. El pie derecho es el palote horizontal de la letra T, y el izquierdo, el vertical. El cuerpo se balancea. Se dobla el codo izquierdo y, con la palma hacia arriba, la mano se acerca a la altura del pecho. El índice y el corazón forman una V. El pulgar retiene los otros dos dedos en la palma (fig. 118). Se asesta un golpe inclinando mucho el cuerpo. La palma de la mano gira hacia abajo cuando los dedos golpean. Se espira con un siseo (fig. 119). Se aspira mientras la mano retorna al lado del pecho, con la palma hacia arriba. Se roza ligeramente el ovario izquierdo con la palma y los dedos separados entre el corazón y el anular.
Se da un salto para cambiar la posición de los pies y se mira hacia la derecha, sin dejar de formar un ángulo de cuarenta y cinco grados. Los movimientos se repiten con el brazo derecho.
10. Extraer energía lateralmente con un corte de insecto
Fig. 120
Fig. 121
Se colocan las manos a los lados del pecho, formando una V con los dedos índice y corazón mientras los pulgares retienen los otros dedos en las palmas que miran hacia arriba. Sin moverse de la altura del pecho, las manos giran sobre las eminencias de las palmas y quedan enfrentadas. Se espira con un siseo al tiempo que los brazos se extienden lateralmente tanto como sea posible, con las palmas hacia delante. Se realiza con los dedos índice y corazón un movimiento cortante, como si fuese de tijera, mientras la espiración concluye con un silbido (fig. 120).
Se aspira recogiendo los brazos; se bajan los codos y se apoyan los brazos a los lados del cuerpo, junto al pecho, con las manos apuntando de lado (fig. 121). Las manos giran sobre las eminencias de las palmas para que los dedos índice y corazón señalen hacia delante. Los dedos se separan a la altura de los índices y los anulares y se emite una espiración siseante mientras las palmas rozan la zona ovárica.
11. Taladrar con cada mano la energía que hay entre los pies
Fig. 122
Fig. 123
Se respira hondo. Se emite una prolongada espiración siseante mientras la mano izquierda desciende con un movimiento rotatorio de la muñeca, lo que la lleva a parecer un taladro que perfora la sustancia que hay delante del cuerpo, entre las piernas. El índice y el corazón forman un garfio de dos puntas, recogen algo que hay entre los pies (fig. 122) y, mediante una aspiración profunda, lo elevan hasta la altura de las caderas. El brazo se desplaza hacia atrás, por encima de la cabeza, y apoya la palma en la zona de la glándula suprarrenal y el riñón izquierdos (fig. 123).
La mano izquierda se mantiene donde está mientras la derecha ejecuta los mismos movimientos. Se aspira una vez, apoyada la mano derecha en la zona de la glándula suprarrenal y el riñón derechos. La mano izquierda se desplaza por encima de la cabeza hasta la parte anterior del cuerpo, se separan los dedos a la altura del corazón y el anular y se frota el ovario izquierdo. El movimiento que el brazo hace de atrás hacia delante va acompañado del silbido de una espiración brusca. Se vuelve a respirar hondo y de la misma manera la mano derecha se desplaza hasta el ovario de ese lado.
12. Taladrar con las dos manos la energía que hay entre los pies
Fig. 124
Este pase mágico es muy parecido al anterior. La diferencia radica en que, en lugar de realizar los movimientos con una u otra mano, en este caso las manos ejecutan conjuntamente los movimientos de taladro. Los índices y los corazones forman garfios de dos puntas y recogen simultáneamente algo que hay entre los pies. Vuelven al nivel de las caderas, trazan un círculo en torno a los lados del cuerpo y llegan a la zona de los riñones y las glándulas suprarrenales. Se respira hondo mientras las palmas frotan dichas zonas (fig. 124). Se espira mientras los brazos trazan otro círculo alrededor de los lados del cuerpo, llegan a la parte anterior y frotan la zona de los ovarios con los dedos separados a la altura de los corazones. También en este caso el movimiento de los brazos de atrás hacia delante va acompañado de una espiración semejante a un silbido.